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28 Cuando el viejo profeta encontró el cadáver, el asno y el león estaban todavía parados cerca del cuerpo. El león no se lo había comido ni había herido al asno.

29 El profeta puso el cadáver arriba del asno y lo regresó a la ciudad para lamentar su muerte y sepultarlo. 30 Sepultó al hombre en el sepulcro de su propia familia y lo lamentó diciendo: «¡Ay, mi hermano, siento lástima por ti!»

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