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La mujer de Jeroboam lo hizo así. Se levantó, fue a Silo y llegó a la casa de Ajías. Ajías ya no podía ver, pues su vista se le había oscurecido a causa de su vejez. Pero el SEÑOR había dicho a Ajías:

—He aquí que la mujer de Jeroboam viene a consultarte acerca de su hijo que está enfermo. Así y así le has de responder, pues cuando ella venga fingirá ser una desconocida.

Y sucedió que cuando Ajías oyó el ruido de sus pasos, al entrar ella por la puerta, dijo:

—Entra, mujer de Jeroboam. ¿Por qué finges ser una desconocida? Yo he sido enviado con malas noticias para ti.

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