Add parallel Print Page Options

Cuando ya estaba completamente mutilado, el rey mandó acercarlo al fuego y, todavía con vida, echarlo a la sartén. Mientras el humo de la sartén se esparcía por todas partes, los otros hermanos se animaban entre sí, y con su madre, a morir valientemente. Decían: «Dios el Señor está mirando, y en verdad tiene compasión de nosotros. Eso fue lo que Moisés dijo en su canto, cuando echó en cara al pueblo su infidelidad: “El Señor se compadecerá de sus siervos.”» Así murió el primero.

Entonces llevaron al segundo al suplicio, y después de arrancarle el cuero cabelludo, le preguntaron:

—¿Quieres comer, para que no te corten el cuerpo en pedazos?

Read full chapter