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Luego entra en casa con tus hijos, cierra la puerta y echa aceite de oliva de tu cántaro en las vasijas que hayas pedido prestadas, y ve poniendo aparte las que vayas llenando.

Ella lo hizo así. Sus hijos le iban pasando las vasijas, y ella las llenaba de aceite. Después de haber llenado hasta el borde varias vasijas, la mujer le dijo a uno de sus hijos:

―Pásame otra vasija.

―No hay más —le contestó el hijo.

Y entonces, en ese mismo momento, el aceite que estaba en el cántaro se acabó.

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