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10 Y cuando Daniel supo que el edicto había sido firmado, entró en su casa, abrió las ventanas de su alcoba que daban hacia Jerusalén, y tres veces al día se arrodillaba y oraba a su Dios, dándole gracias como acostumbraba hacerlo. 11 Pero aquellos hombres se juntaron y hallaron a Daniel orando y rogando en presencia de su Dios, 12 así que fueron ante el rey y, haciendo referencia al edicto real, dijeron:

«¿No es verdad que Su Majestad ha confirmado un edicto, el cual ordena que cualquiera que en los treinta días siguientes pida el favor de cualquier dios o persona sea echado en el foso de los leones? ¡A menos, claro, que pida el favor de Su Majestad!»

El rey respondió:

«En efecto. Y conforme a la ley de Media y de Persia, ese edicto no puede ser revocado.»

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