Entonces Ester mandó llamar a Hatac, uno de los eunucos del rey puesto al servicio de ella, y le ordenó que averiguara qué preocupaba a Mardoqueo y por qué actuaba de esa manera.

Así que Hatac salió a ver a Mardoqueo, que estaba en la plaza de la ciudad, frente a la puerta del rey. Mardoqueo contó todo lo que le había sucedido, mencionando incluso la cantidad exacta de dinero que Amán había prometido pagar al tesoro real por la aniquilación de los judíos. También le dio una copia del texto del edicto promulgado en Susa que ordenaba el exterminio, para que se lo mostrara a Ester, se lo explicara y le ordenara que se presentara ante el rey para implorar clemencia e interceder en favor de su pueblo.

Hatac regresó e informó a Ester lo que Mardoqueo había dicho. 10 Entonces ella ordenó a Hatac que dijera a Mardoqueo:

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