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Así que seguí esas órdenes. Durante el día saqué mi equipaje como si fuera un exiliado. En la tarde hice con mis manos un agujero en el muro. Después de oscurecer, cargue mi equipaje sobre el hombro a la vista de todos.

A la mañana siguiente el SEÑOR me habló: «Hijo de hombre, ¿esos rebeldes no te preguntaron qué hacías?

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