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El cusita Ebedmélec, un eunuco que vivía en el palacio real, se enteró de que Jeremías había sido arrojado a la cisterna. El rey estaba en la Puerta de Benjamín; así que Ebedmélec salió del palacio y fue a entrevistarse con el monarca. Le dijo:

— Majestad, no está bien que esos hombres hayan maltratado al profeta Jeremías arrojándolo a la cisterna. Seguro que morirá de hambre, pues no queda pan en la ciudad.

10 El rey dio esta orden a Ebedmélec, el cusita:

— Toma tres hombres a tus órdenes y saca al profeta Jeremías de la cisterna antes de que muera.

11 Ebedmélec tomó consigo a los hombres, entró en el palacio real y fue al guardarropa, donde se proveyó de algunos jirones de telas y de ropas inservibles. Después los echó en la cisterna junto con las sogas. 12 Ebedmélec, el cusita, dijo a Jeremías:

— Ponte esos trozos de tela en los sobacos, por debajo de las sogas.

Jeremías obedeció. 13 Entonces tiraron de él con las sogas y lo sacaron de la cisterna. Después Jeremías se quedó en el patio de la guardia.

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