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sino que morirás tranquilamente y con honor entre tu pueblo, y ellos quemarán incienso en recuerdo tuyo, así como hicieron por tu padre. Llorarán por ti y dirán: «¡Ay, nuestro rey ha muerto!». Así lo he decretado, dice el Señor.

Así dio Jeremías el mensaje al rey Sedequías. Por entonces el ejército babilónico sitiaba a Jerusalén, Laquis y Azeca, las únicas ciudades amuralladas de Judá que aún quedaban en pie.

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