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Cuando Jesús bajó de la barca, un hombre poseído por un espíritu maligno[a] salió de entre las tumbas a su encuentro. Este hombre vivía en las cuevas de entierro y ya nadie podía sujetarlo, ni siquiera con cadenas. Siempre que lo ataban con cadenas y grilletes—lo cual le hacían a menudo—, él rompía las cadenas de sus muñecas y destrozaba los grilletes. No había nadie con suficiente fuerza para someterlo.

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Footnotes

  1. 5:2 En griego impuro; también en 5:8, 13.

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