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25 Porque una mujer, cuya hija tenía un espíritu inmundo, luego que oyó de él, vino y se echó a sus pies.

26 Y la mujer era griega, sirofenicia de nación; y le rogaba que echara fuera de su hija al demonio.

27 Más Jesús le dijo: Deja primero saciarse los hijos, porque no es bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos.

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