Salmos 38:1-41:13
La Palabra (España)
Salmo 38 (37)
Señor, no me abandones
38 Salmo. De David. En conmemoración.
2 Señor no me reprendas airado,
no me castigues con furia;
3 tus flechas en mí se clavan,
tu mano sobre mí se abate.
4 No hay nada sano en mi cuerpo
a causa de tu cólera,
no hay nada ileso en mis huesos
por culpa de mis pecados.
5 Mis faltas me sobrepasan,
como pesada carga me abruman.
6 Mis heridas supuran infectadas
por culpa de mi insensatez.
7 Estoy agobiado y abatido,
camino afligido todo el día.
8 Mis entrañas están inflamadas,
no hay nada sano en mi cuerpo.
9 Estoy agotado y muy débil,
tengo el corazón atormentado y gimo.
10 Dios mío, ante ti están mis deseos,
no se esconde ante ti mi sollozo.
11 Mi corazón palpita, mi fuerza me abandona
y hasta la luz de los ojos he perdido.
12 Amigos y compañeros se apartan de mi mal,
también mis parientes permanecen lejos.
13 Me tienden trampas los que desean mi muerte,
los que pretenden dañarme me amenazan
y pasan el día urdiendo calumnias.
14 Pero yo, como un sordo, no escucho,
soy como un mudo que no abre su boca;
15 soy como una persona que no oye
ni puede replicar con su boca.
16 En ti, Señor, pongo mi esperanza,
atiéndeme tú, Señor y Dios mío.
17 Yo digo: “Que no se burlen de mí,
que cuando mi pie resbale,
no se muestren soberbios conmigo”.
18 Porque estoy a punto de caer
y mi dolor está siempre conmigo.
19 Pero yo reconoceré mi falta,
me estremeceré por mis pecados.
20 Son activos y fuertes mis enemigos,
muchos los que sin causa me odian,
21 los que mal por bien me devuelven
y me detestan porque busco hacer el bien.
22 ¡Señor, no me abandones,
Dios mío, no te alejes de mí!
23 Date prisa en ayudarme,
¡Dios mío, sálvame!
Salmo 39 (38)
Sólo vanidad es el ser humano
39 Al maestro del coro. De Yedutún. Salmo de David.
2 Me dije: “Mis pasos vigilaré
para no pecar con mi lengua;
en mi boca pondré una mordaza
cuando esté ante mí el malvado”.
3 Guardé un completo silencio,
quedé totalmente callado,
pero mi dolor crecía,
4 ardía mi corazón dentro de mí;
de tanta angustia me iba inflamando
hasta que mi lengua rompió a hablar:
5 “Señor, hazme saber mi fin
y cuánto va a durar mi vida,
hazme saber lo efímero que soy”.
6 Concedes a mi vida unos instantes,
mi existencia no es nada para ti.
Sólo es vanidad el ser humano, [ Pausa]
7 una sombra fugaz que deambula,
que en vano se angustia
acumulando riquezas
que no sabe para quién serán.
8 Dios mío, ¿qué puedo esperar yo?
Sólo tú eres mi esperanza.
9 Líbrame de todos mis pecados,
no me conviertas en burla del necio.
10 Guardo silencio, no abro mi boca,
porque eres tú quien lo ha hecho.
11 Aparta de mí tus golpes,
que por la ira de tu mano muero.
12 Corriges a los seres humanos
castigando sus culpas;
como la polilla destruyes sus encantos,
pues sólo es vanidad el ser humano. [ Pausa]
13 Señor, escucha mi oración,
presta oído a mi grito;
no seas sordo a mi llanto
pues soy un huésped que habita contigo,
un forastero como mis antepasados.
14 Concédeme poder serenarme
antes de que me vaya y deje de existir.
Salmo 40 (39)
No hay quien se iguale a ti
40 Al maestro del coro. Salmo de David.
2 Puse mi esperanza en el Señor,
él se inclinó hacia mí
y escuchó mi lamento.
3 Me sacó de la fosa desolada,
del fango cenagoso;
me alzó sobre una roca
afianzando mis pasos.
4 Puso en mi boca un canto nuevo,
una alabanza a nuestro Dios;
cuantos lo ven, lo veneran
y confían en el Señor.
5 Feliz quien ha puesto
en el Señor su confianza
y no sigue a los idólatras
perdidos en la mentira.
6 Tú, Señor y Dios mío,
has multiplicado tus maravillas
y tus proyectos para nosotros.
¡No hay quien a ti se iguale!
Los pregonaría, los proclamaría,
pero son demasiados para contarlos.
7 No quieres sacrificios ni ofrendas;
tú, que me has abierto el oído,
no deseas ni víctimas ni holocaustos.
8 Entonces yo dije: “Aquí vengo,
en el libro se ha escrito de mí:
9 Quiero hacer tu voluntad,
tu ley llevo en mis entrañas”.
10 He pregonado tu justicia
en la gran asamblea;
no he cerrado mis labios
y tú, Señor, lo sabes.
11 No he escondido tu justicia
en lo más hondo de mí,
sino que he proclamado
tu fidelidad y salvación;
no he ocultado tu amor y tu verdad
ante la gran asamblea.
12 Tú, Señor, no apartes
de mí tu misericordia,
que tu verdad y tu amor
por siempre me protejan.
13 Pues sobre mí se ciernen
males que no tienen fin,
se acumulan mis pecados
y no puedo ver nada;
son más que los pelos de mi cabeza
y las fuerzas me fallan.
14 Señor, ven a librarme;
Señor, date prisa en ayudarme.
15 Queden confundidos y humillados
los que buscan quitarme la vida,
que retrocedan y se avergüencen
los que pretenden dañarme.
16 Sean destruidos por su infamia
los que se burlan de mí.
17 Que en ti se alegren y gocen
todos cuantos te buscan;
los que anhelan tu salvación
digan en todo momento:
“¡Sea alabado el Señor!”.
18 Soy pobre y necesitado,
pero mi Dios cuidará de mí.
Tú eres mi ayuda y mi salvación,
¡no tardes, Dios mío!
Salmo 41 (40)
Sé que me quieres
41 Al maestro del coro. Salmo de David.
2 Feliz quien atiende al desvalido,
el Señor lo salvará en el día adverso.
3 El Señor lo protegerá,
le hará vivir feliz en esta tierra
y no lo dejará a merced del enemigo.
4 El Señor lo conforta en el lecho del dolor,
le devuelve la salud si está postrado.
5 Yo dije: “Señor, apiádate de mí;
cúrame, pues he pecado contra ti”.
6 Mis enemigos auguran mi desgracia:
“¿Cuándo morirá y desaparecerá su nombre?”.
7 Si uno viene a verme, habla fingiendo,
guarda para sí el engaño y al salir fuera lo cuenta.
8 Cuantos me odian murmuran juntos de mí,
maquinan contra mí una desgracia:
9 “Un mal devastador lo invade”,
se acostó y no volverá a levantarse.
10 Hasta mi íntimo amigo en quien confiaba,
el que comía de mi pan, me ha traicionado.
11 Pero tú, Señor, apiádate de mí,
restabléceme, que yo les daré su merecido.
12 Por esto sé que me quieres:
mi enemigo no puede cantar victoria.
13 Por mi rectitud tú me sostienes
y por siempre me mantienes ante ti.
La Palabra, (versión española) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España