Mateo 1-2
La Palabra (Hispanoamérica)
I.— PRESENTACIÓN DE JESÚS COMO MESÍAS (1—2)
Genealogía de Jesús (Lc 3,23-28)
1 Esta es la lista de los antepasados de Jesucristo, descendiente de David y de Abrahán: 2 Abrahán fue el padre de Isaac; Isaac lo fue de Jacob, y Jacob de Judá y sus hermanos. 3 Judá fue el padre de Farés y Zara; la madre fue Tamar. Farés fue el padre de Esrón, y Esrón lo fue de Aram. 4 Aram fue el padre de Aminabab; Aminabab lo fue de Naasón, y Naasón, de Salmón. 5 Salmón fue el padre de Booz y su madre fue Rajab. Booz fue el padre de Obed; la madre fue Rut. Obed fue el padre de Jesé, 6 y Jesé lo fue del rey David.
David fue el padre de Salomón a quien engendró de la que era esposa de Urías. 7 Salomón fue el padre de Roboán; Roboán lo fue de Abías, y Abías, de Asá. 8 Asá fue el padre de Josafat; Josafat lo fue de Jorán; Jorán, de Ozías; 9 Ozías, de Joatán; Joatán, de Ajaz, y Ajaz lo fue de Ezequías. 10 Ezequías fue el padre de Manasés; Manasés lo fue de Amón, y Amón, de Josías. 11 Josías fue el padre de Jeconías y de sus hermanos en tiempos de la deportación a Babilonia.
12 Después de la deportación, Jeconías fue el padre de Salatiel; Salatiel, de Zorobabel; 13 Zorobabel, de Abiud; Abiud, de Eliakín, y Eliakín lo fue de Azor. 14 Azor fue el padre de Sadoc; Sadoc lo fue de Ajín, y Ajín, de Eliud. 15 Eliud fue el padre de Eleazar; Eleazar, de Matán, y Matán lo fue de Jacob. 16 Por último, Jacob fue el padre de José, el marido de María. Y María fue la madre de Jesús, que es el Mesías.
17 De modo que desde Abrahán a David hubo catorce generaciones; otras catorce desde David a la deportación a Babilonia, y otras catorce desde la deportación hasta el Mesías.
Nacimiento de Jesús (Lc 2,1-7)
18 El nacimiento de Jesús, el Mesías, fue así: María, su madre, estaba prometida en matrimonio a José; pero antes de convivir con él quedó embarazada por la acción del Espíritu Santo. 19 José, su esposo, que era un hombre justo, no quiso denunciarla públicamente, sino que decidió separarse de ella de manera discreta. 20 Estaba pensando en esto, cuando un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo:
— José, descendiente de David, no tengas reparo en convivir con María, tu esposa, pues el hijo que ha concebido es por la acción del Espíritu Santo. 21 Y cuando dé a luz a su hijo, tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. 22 Todo esto sucedió en cumplimiento de lo que el Señor había dicho por medio del profeta: 23 Una virgen quedará embarazada y dará a luz un hijo, a quien llamarán Emmanuel, que significa “Dios con nosotros”. 24 Cuando José despertó del sueño, hizo lo que el ángel del Señor le había ordenado: recibió en casa a [María] su esposa, 25 y no tuvo relaciones conyugales con ella hasta que dio a luz un hijo, al que José puso por nombre Jesús.
Los sabios de Oriente
2 Jesús nació en Belén un pueblo de Judea, durante el reinado de Herodes. Por entonces llegaron a Jerusalén, procedentes de Oriente, unos sabios, 2 que preguntaban:
— ¿Dónde está el rey de los judíos recién nacido? Nosotros hemos visto aparecer su estrella en el Oriente y venimos a adorarlo.
3 El rey Herodes se inquietó mucho cuando llegó esto a sus oídos, y lo mismo les sucedió a todos los habitantes de Jerusalén. 4 Así que ordenó que se reunieran los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley para averiguar por medio de ellos dónde había de nacer el Mesías. 5 Ellos le dieron esta respuesta:
— En Belén de Judá, porque así lo escribió el profeta:
6 Tú, Belén, en el territorio de Judá,
no eres en modo alguno la menor
entre las ciudades importantes de Judá,
pues de ti saldrá un caudillo
que guiará a mi pueblo Israel.
7 Entonces Herodes hizo llamar en secreto a los sabios para que le informaran con exactitud sobre el tiempo en que habían visto la estrella. 8 Luego los envió a Belén diciéndoles:
— Vayan allá y averigüen cuanto les sea posible acerca de ese niño. Y cuando lo hayan encontrado, háganmelo saber para que también yo vaya a adorarlo.
9 Los sabios, después de oír al rey, emprendieron de nuevo la marcha, y la estrella que habían visto en Oriente los guió hasta que se detuvo sobre el lugar donde estaba el niño. 10 Al ver la estrella, se llenaron de alegría. 11 Entraron entonces en la casa, vieron al niño con su madre María y, cayendo de rodillas, lo adoraron. Sacaron luego los tesoros que llevaban consigo y le ofrecieron oro, incienso y mirra.
12 Y advertidos por un sueño para que no volvieran adonde estaba Herodes, regresaron a su país por otro camino.
Huida a Egipto
13 Cuando se marcharon los sabios, un ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo:
— Levántate, toma al niño y a su madre, huye con ellos a Egipto y quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo.
14 José se levantó, tomó al niño y a la madre en plena noche y partió con ellos camino de Egipto, 15 donde permaneció hasta la muerte de Herodes. Así se cumplió lo que el Señor había dicho por medio del profeta: De Egipto llamé a mi hijo.
Los niños asesinados en Belén
16 Al darse cuenta Herodes de que se habían burlado de él aquellos sabios, montó en cólera y mandó matar en Belén y sus alrededores a todos los niños menores de dos años, conforme al tiempo que calculó a partir de los informes de los sabios. 17 Así se cumplió lo dicho por medio del profeta Jeremías:
18 En Ramá ha resonado un clamor
de muchos llantos y lamentos.
Es Raquel, que llora por sus hijos
y no quiere que la consuelen,
porque están muertos.
Regreso de Egipto
19 Después de muerto Herodes, un ángel del Señor se apareció en sueños a José, en Egipto, 20 y le dijo:
— Ponte en camino con el niño y con su madre y regresa con ellos a Israel, porque ya han muerto los que amenazaban la vida del niño.
21 José tomó al niño y a la madre, se puso en camino y regresó con ellos a Israel. 22 Pero al enterarse de que Arquelao, hijo de Herodes, reinaba en Judea en lugar de su padre, tuvo miedo de ir allá. Así que, advertido por un sueño, se dirigió a la región de Galilea 23 y se estableció en un pueblo llamado Nazaret. De esta manera se cumplió lo dicho por medio de los profetas: que Jesús sería llamado nazareno.
Mateo 5-7
La Palabra (Hispanoamérica)
Sermón del monte (5—7)
La auténtica felicidad (Lc 6,20-23)
5 Cuando Jesús vio todo aquel gentío, subió al monte y se sentó. Se le acercaron sus discípulos, 2 y él se puso a enseñarles, diciendo:
3 — Felices los de espíritu sencillo, porque suyo es el reino de los cielos.
4 Felices los que están tristes, porque Dios mismo los consolará.
5 Felices los humildes, porque Dios les dará en herencia la tierra.
6 Felices los que desean de todo corazón que se cumpla la voluntad de Dios, porque Dios atenderá su deseo.
7 Felices los misericordiosos, porque Dios tendrá misericordia de ellos.
8 Felices los que tienen limpia la conciencia, porque ellos verán a Dios.
9 Felices los que trabajan en favor de la paz, porque Dios los llamará hijos suyos.
10 Felices los que sufren persecución por cumplir la voluntad de Dios, porque suyo es el reino de los cielos.
11 Felices ustedes cuando los insulten y los persigan, y cuando digan falsamente de ustedes toda clase de infamias por ser mis discípulos.
12 ¡Alégrense y estén contentos, porque en el cielo tienen una gran recompensa! ¡Así también fueron perseguidos los profetas que vivieron antes que ustedes!
Sal y luz del mundo (Mc 4,21; 9,50; Lc 8,16; 11,33; 14,34-35)
13 Ustedes son la sal de este mundo. Pero si la sal pierde su sabor, ¿cómo seguirá salando? Ya no sirve más que para arrojarla fuera y que la gente la pisotee.
14 Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad situada en lo alto de una montaña no puede ocultarse. 15 Tampoco se enciende una lámpara de aceite y se tapa con una vasija. Al contrario, se pone en el candelero, de manera que alumbre a todos los que están en la casa. 16 Pues así debe alumbrar la luz de ustedes delante de los demás, para que viendo el bien que hacen alaben a su Padre celestial.
Actitud ante la ley de Moisés
17 No piensen que yo he venido a anular la ley de Moisés o las enseñanzas de los profetas. No he venido a anularlas, sino a darles su verdadero significado. 18 Y les aseguro que, mientras existan el cielo y la tierra, la ley no perderá ni un punto ni una coma de su valor. Todo se cumplirá cabalmente. 19 Por eso, aquel que quebrante una de las disposiciones de la ley, aunque sea la menos importante, y enseñe a hacer lo mismo, será considerado el más pequeño en el reino de los cielos. En cambio, el que las cumpla y enseñe a otros a cumplirlas, ese será considerado grande en el reino de los cielos. 20 Y les digo esto: Si ustedes no cumplen la voluntad de Dios mejor que los maestros de la ley y que los fariseos, no entrarán en el reino de los cielos.
Sobre la ofensa y la reconciliación (Lc 12,57-59)
21 Ya saben que se dijo a los antepasados: No mates; el que mate, será llevado a juicio. 22 Pero yo les digo: El que se enemiste con su hermano, será llevado a juicio; el que lo insulte será llevado ante el Consejo Supremo, y el que lo injurie gravemente se hará merecedor del fuego de la gehena.
23 Por tanto, si en el momento de ir a presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene algo en contra de ti, 24 deja tu ofrenda allí mismo delante del altar y ve primero a reconciliarte con tu hermano. Luego regresa y presenta tu ofrenda.
25 Ponte de acuerdo con tu adversario sin demora mientras estás a tiempo de hacerlo, no sea que tu adversario te entregue al juez, y el juez a los guardias, y vayas a dar con tus huesos en la cárcel. 26 Te aseguro que no saldrás de allí hasta que pagues el último céntimo de tu deuda.
Sobre el adulterio y las ocasiones de pecado (Mc 9,43.47)
27 Ustedes saben que se dijo: No cometas adulterio. 28 Pero yo les digo: El que mira con malos deseos a la mujer de otro, ya está adulterando con ella en el fondo de su corazón.
29 Así que, si tu ojo derecho es para ti ocasión de pecado, sácatelo y arrójalo lejos de ti. Más te vale perder una parte del cuerpo que ser arrojado entero a la gehena. 30 Y si tu mano derecha es para ti ocasión de pecado, córtatela y arrójala lejos de ti. Más te vale perder una parte del cuerpo que ser arrojado entero a la gehena.
Sobre el divorcio (Mc 10,4.11-12; Lc 16,18)
31 También se dijo: El que se separe de su mujer, debe darle un acta de divorcio. 32 Pero yo les digo que todo aquel que se separa de su mujer (salvo en caso de inmoralidad sexual), la pone en peligro de cometer adulterio. Y el que se casa con una mujer separada también comete adulterio.
Sobre el juramento
33 Ustedes saben, así mismo, que se dijo a nuestros antepasados: No jures en falso, sino cumple lo que prometiste al Señor con juramento. 34 Pero yo les digo: No jures en manera alguna. No jures por el cielo, porque es el trono de Dios; 35 ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey. 36 Ni siquiera jures por tu propia cabeza, porque no está en tu mano hacer blanco o negro ni uno solo de tus cabellos. 37 Digan simplemente: “sí” o “no”; todo lo que se diga de más, procede del maligno.
Sobre la venganza (Lc 6,28-29)
38 Ustedes saben que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. 39 Pero yo les digo: No recurran a la violencia contra el que les haga daño. Al contrario, si alguno te abofetea en una mejilla, preséntale también la otra. 40 Y al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica, cédele el manto. 41 Y si alguno te fuerza a llevar una carga a lo largo de una milla, llévasela durante dos. 42 A quien te pida algo, dáselo; y a quien te ruegue que le hagas un préstamo, no le vuelvas la espalda.
El amor a los enemigos (Lc 6,27-28.32-36)
43 Saben que se dijo: Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo. 44 Pero yo les digo: Amen a sus enemigos y oren por los que los persiguen. 45 Así serán verdaderamente hijos del Padre que está en los cielos, pues él hace que el sol salga sobre malos y buenos y envía la lluvia sobre justos e injustos. 46 Porque si solamente aman a los que los aman, ¿qué recompensa pueden esperar? ¡Eso lo hacen también los recaudadores de impuestos! 47 Y si saludan únicamente a los que los tratan bien, ¿qué hacen de extraordinario? ¡Eso lo hacen también los paganos! 48 Ustedes tienen que ser perfectos, como es perfecto el Padre celestial.
Sobre la limosna
6 Cuídense de hacer el bien en público sólo para que la gente los vea. De otro modo, no recibirán recompensa del Padre que está en los cielos. 2 Por eso, cuando socorras a algún necesitado, no lo pregones a bombo y platillo, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para que la gente los alabe. Les aseguro que esos ya han recibido su recompensa. 3 Cuando socorras a un necesitado, hazlo de modo que ni siquiera tu mano izquierda sepa lo que hace tu derecha. 4 Así tu buena obra quedará oculta y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará.
Sobre la oración (Lc 11,2-4)
5 Cuando oren, no hagan como los hipócritas, que son muy dados a orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para que todo el mundo los vea. Les aseguro que ya han recibido su recompensa. 6 Tú, cuando ores, métete en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está allí a solas contigo. Y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará. 7 Y al orar, no se pongan a repetir palabras y palabras; eso es lo que hacen los paganos imaginando que Dios los va a escuchar porque alargan su oración. 8 No sean iguales a ellos, pues el Padre sabe de qué tienen necesidad aun antes que le pidan nada. 9 Ustedes deben orar así:
Padre nuestro, que estás en los cielos,
santificado sea tu nombre.
10 Venga tu reino.
Hágase tu voluntad en la tierra
lo mismo que se hace en el cielo.
11 Danos hoy el pan que necesitamos.
12 Perdónanos el mal que hacemos,
como también nosotros perdonamos
a quienes nos hacen mal.
13 No nos dejes caer en tentación,
y líbranos del maligno.
14 Porque, si ustedes perdonan a los demás el mal que les hayan hecho, también les perdonará a ustedes el Padre celestial. 15 Pero, si no perdonan a los demás, tampoco el Padre les perdonará los pecados que hayan cometido.
Sobre el ayuno
16 Cuando ayunen, no anden por ahí con cara triste, como hacen los hipócritas, que ponen gesto de lástima para que todos se enteren de que están ayunando. Les aseguro que ya han recibido su recompensa. 17 Tú, por el contrario, cuando quieras ayunar, lávate la cara y perfuma tus cabellos, 18 para que nadie se entere de que ayunas, excepto tu Padre que ve hasta lo más secreto. Y tu Padre, que ve hasta lo más secreto, te recompensará.
Atesorar riquezas en el cielo (Lc 12,33-34)
19 No acumulen riquezas en este mundo pues las riquezas de este mundo se apolillan y se echan a perder; además, los ladrones perforan las paredes y las roban. 20 Acumulen, más bien, riquezas en el cielo, donde no se apolillan ni se echan a perder y donde no hay ladrones que entren a robarlas. 21 Pues donde tengas tus riquezas, allí tendrás también el corazón.
Sinceridad y desprendimiento (Lc 11,34-35; 16,13)
22 Los ojos son lámparas para el cuerpo. Si tus ojos están sanos, todo en ti será luz; 23 pero si tus ojos están enfermos, todo en ti será oscuridad. Y si lo que en ti debería ser luz, no es más que oscuridad, ¡qué negra será tu propia oscuridad!
24 Nadie puede servir a dos amos al mismo tiempo, porque aborrecerá al uno y apreciará al otro; será fiel al uno y del otro no hará caso. No pueden servir al mismo tiempo a Dios y al dinero.
Confianza en Dios (Lc 12,22-31)
25 Por lo tanto les digo: No anden preocupados pensando qué van a comer o qué van a beber para poder vivir, o con qué ropa van a cubrir su cuerpo. ¿Es que no vale la vida más que la comida, y el cuerpo más que la ropa? 26 Miren las aves que vuelan por el cielo: no siembran, ni cosechan, ni guardan en almacenes y, sin embargo, el Padre celestial las alimenta. ¡Pues ustedes valen mucho más que esas aves! 27 Por lo demás, ¿quién de ustedes, por mucho que se preocupe, podrá añadir una sola hora a su vida?
28 ¿Y por qué preocuparse a causa de la ropa? Aprendan de los lirios del campo y fíjense en cómo crecen. No trabajan ni hilan 29 y, sin embargo, les digo que ni siquiera el rey Salomón, con todo su esplendor, llegó a vestirse como uno de ellos. 30 Pues si Dios viste así a la hierba del campo, que hoy está verde y mañana será quemada en el horno, ¿no hará mucho más por ustedes? ¡Qué débil es la fe que ustedes tienen! 31 Así pues, no se atormenten diciendo: “¿Qué comeremos, qué beberemos o con qué nos vestiremos?”. 32 Esas son las cosas que preocupan a los paganos; pero el Padre celestial ya sabe que las necesitan. 33 Ustedes, antes que nada, busquen el reino de Dios y todo lo justo y bueno que hay en él*, y Dios les dará, además, todas esas cosas. 34 No se inquieten, pues, por el día de mañana, que el día de mañana ya traerá sus inquietudes. ¡Cada día tiene bastante con sus propios problemas!
No juzgar a la ligera (Lc 6,37-38.41-42)
7 No juzguen a nadie, para que Dios no los juzgue a ustedes. 2 Porque del mismo modo que juzguen a los demás, los juzgará Dios a ustedes, y los medirá con la misma medida con que ustedes midan a los demás. 3 ¿Por qué miras la brizna que tiene tu hermano en su ojo y no te fijas en el tronco que tienes en el tuyo? 4 ¿Cómo podrás decirle a tu hermano: “Deja que te saque la brizna que tienes en el ojo”, cuando tienes un tronco en el tuyo? 5 ¡Hipócrita! Saca primero el tronco de tu ojo, y entonces podrás ver con claridad para sacar la brizna del ojo de tu hermano.
6 No entreguen las cosas sagradas a los perros, ni echen sus perlas a los cerdos, pues las pisotearán y, revolviéndose, los harán pedazos a ustedes.
Orar con confianza (Lc 11,9-13)
7 Pidan, y Dios los atenderá; busquen, y encontrarán; llamen, y Dios les abrirá la puerta. 8 Pues todo el que pide, recibe, y el que busca, encuentra, y al que llama, Dios le abrirá la puerta. 9 ¿Quién de ustedes, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? 10 ¿O si le pide pescado, le dará una serpiente? 11 Pues si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre que está en los cielos se las dará también a quienes se las pidan!
La regla de oro (Lc 6,31)
12 Pórtense en todo con los demás como quieren que los demás se porten con ustedes. ¡En esto consisten la ley de Moisés y las enseñanzas de los profetas!
Dos puertas y dos caminos (Lc 13,24)
13 Entren por la puerta estrecha. La puerta que conduce a la perdición es ancha, y el camino fácil, y muchos son los que pasan por ellos. 14 En cambio, es estrecha la puerta y angosto el camino que llevan a la vida, y son pocos los que los encuentran.
Los falsos profetas (Lc 6,43-44)
15 Tengan cuidado con los falsos profetas. Se acercan a ustedes haciéndose pasar por ovejas, cuando en realidad son lobos feroces. 16 Por sus frutos los conocerán, pues no pueden recogerse uvas de los espinos, ni higos de los cardos. 17 Todo árbol sano da buenos frutos, mientras que el árbol enfermo da frutos malos. 18 Por el contrario, el árbol sano no puede dar fruto malo, como tampoco puede dar buen fruto el árbol enfermo. 19 Los árboles que dan mal fruto se cortan y se hace una hoguera con ellos. 20 Así pues, también ustedes conocerán a los falsos profetas por sus frutos.
Entrar o no entrar en el reino de los cielos (Lc 6,46; 13,25-27)
21 No todos los que dicen: “Señor, Señor” entrarán en el reino de los cielos, sino los que hacen la voluntad de mi Padre que está en los cielos. 22 Muchos me dirán en el día del juicio: “Señor, Señor, mira que en tu nombre hemos anunciado el mensaje de Dios, y en tu nombre hemos expulsado demonios, y en tu nombre hemos hecho muchos milagros”. 23 Pero yo les contestaré: “Ustedes me son totalmente desconocidos. ¡Apártense de mí, pues se han pasado la vida haciendo el mal!”.
Parábola de los dos cimientos (Lc 6,47-49)
24 Todo aquel que escucha mis palabras y obra en consecuencia, puede compararse a una persona sensata que construyó su casa sobre un cimiento de roca viva. 25 Vinieron las lluvias, se desbordaron los ríos y los vientos soplaron violentamente contra la casa; pero no cayó, porque estaba construida sobre un cimiento de roca viva. 26 En cambio, todo aquel que escucha mis palabras, pero no obra en consecuencia, puede compararse a una persona necia que construyó su casa sobre un terreno arenoso. 27 Vinieron las lluvias, se desbordaron los ríos y los vientos soplaron violentamente contra la casa que se hundió terminando en ruina total.
Conclusión del discurso
28 Cuando Jesús terminó este discurso, la gente estaba profundamente impresionada por sus enseñanzas, 29 porque los enseñaba con verdadera autoridad y no como los maestros de la ley.
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España