Daniel 4-6
Reina Valera Revisada
La locura de Nabucodonosor
4 Nabucodonosor rey, a todos los pueblos, naciones y lenguas que moran en toda la tierra: ¡Paz abundante a vosotros!
2 Me place dar a conocer las señales y milagros que el Dios Altísimo ha hecho conmigo.
3 ¡Cuán grandes son sus señales, y cuán potentes sus prodigios! Su reino es un reino sempiterno, y su señorío perdura de generación en generación.
4 Yo, Nabucodonosor, estaba tranquilo en mi casa, y floreciente en mi palacio.
5 Tuve un sueño que me espantó, y las imaginaciones en mi lecho y las visiones de mi cabeza me turbaron.
6 Por esto mandé que vinieran delante de mí todos los sabios de Babilonia, para que me mostrasen la interpretación del sueño.
7 Y vinieron magos, astrólogos, caldeos y adivinos, y les dije el sueño, pero no me pudieron mostrar su interpretación,
8 hasta que vino a mi presencia Daniel, cuyo nombre es Beltsasar, como el nombre de mi dios, y en quien mora el espíritu de los dioses santos. Le conté el sueño, diciéndole:
9 Beltsasar, jefe de los magos, ya que me he dado cuenta de que hay en ti espíritu de los dioses santos, y que ningún misterio se te esconde, declárame las visiones del sueño que he tenido, y su interpretación.
10 Estas fueron las visiones de mi cabeza mientras estaba en mi cama: Miré, y vi en el centro de la tierra un árbol, cuya altura era muy grande.
11 El árbol había crecido y se había hecho muy fuerte, y su copa llegaba hasta el cielo, y se le alcanzaba a ver desde todos los confines de la tierra.
12 Su follaje era hermoso y su fruto abundante, y había en él alimento para todos. Debajo de él se ponían a la sombra las bestias del campo, y en sus ramas hacían morada las aves del cielo, y se mantenía de él todo ser viviente.
13 Contemplaba las visiones de mi cabeza mientras estaba en mi cama, y he aquí que un vigilante, un santo descendía del cielo.
14 Y gritando fuertemente, decía así: Derribad el árbol, y cortad sus ramas, quitadle el follaje, y dispersad su fruto; huyan las bestias que están debajo de él, y las aves de sus ramas.
15 Mas dejaréis en la tierra el tocón y sus raíces, con ataduras de hierro y de bronce, entre la hierba del campo; sea mojado con el rocío del cielo, y comparta con las bestias la hierba de la tierra.
16 Que le sea cambiado su corazón de hombre, y le sea dado un corazón de bestia, y pasen sobre él siete tiempos.
17 La sentencia es por decreto de los vigilantes, y la resolución dictada por los santos, para que conozcan los vivientes que el Altísimo es dueño del reino de los hombres, y que a quien él quiere lo da, y puede establecer sobre él al más bajo de los hombres.
18 Yo, el rey Nabucodonosor, he tenido este sueño. Tú, pues, Beltsasar, dame la interpretación de él, porque todos los sabios de mi reino no han podido mostrarme su interpretación; mas tú puedes, porque mora en ti el espíritu de los dioses santos.
19 Entonces Daniel, cuyo nombre era Beltsasar, quedó atónito por unos momentos, y sus pensamientos lo turbaban. El rey tomó la palabra y dijo: Beltsasar, no te turben ni el sueño ni su interpretación. Beltsasar respondió y dijo: Señor mío, el sueño sea para tus enemigos, y su interpretación para tus adversarios.
20 El árbol que viste, que crecía y se hacía fuerte, y cuya copa llegaba hasta el cielo, y que se veía desde todos los confines de la tierra,
21 cuyo follaje era hermoso, y su fruto abundante, y en que había alimento para todos, debajo del cual moraban las bestias del campo, y en cuyas ramas anidaban las aves del cielo,
22 eres tú mismo, oh rey, que creciste y te hiciste fuerte, pues creció tu grandeza y ha llegado hasta el cielo, y tu dominio se extiende hasta los confines de la tierra.
23 Y en cuanto a lo que vio el rey, un vigilante, un santo que descendía del cielo y decía: Cortad el árbol y destruidlo; mas dejaréis en la tierra el tocón y sus raíces, con ataduras de hierro y de bronce, en la hierba del campo; y sea mojado con el rocío del cielo, y con las bestias del campo sea su parte, hasta que pasen sobre él siete tiempos;
24 esta es la interpretación, oh rey, y el decreto del Altísimo, que ha recaído sobre mi señor el rey:
25 Te echarán de entre los hombres, y morarás con las bestias del campo, y te apacentarán con hierba del campo como a los bueyes, y serás bañado con el rocío del cielo; y pasarán sobre ti siete tiempos, hasta que reconozcas que el Altísimo tiene el dominio sobre la realeza de los hombres, y que la da a quien él quiere.
26 Y en cuanto a la orden de dejar en la tierra el tocón y las raíces del mismo árbol, significa que tu reino te quedará firme, luego que reconozcas que todo poder viene del cielo.
27 Por tanto, oh rey, acepta mi consejo: rompe con tus pecados practicando la justicia, y con tus iniquidades haciendo misericordia para con los oprimidos, pues tal vez así se prolongará tu dicha.
28 Todo esto sobrevino al rey Nabucodonosor.
29 Al cabo de doce meses, mientras se paseaba por el palacio real de Babilonia,
30 se puso a hablar el rey y dijo: ¿No es ésta la gran Babilonia que yo edifiqué con la fuerza de mi poder, para residencia real y para gloria de mi majestad?
31 Aún estaban estas palabras en la boca del rey, cuando vino una voz del cielo: A ti se te dice, rey Nabucodonosor: El reino ha sido quitado de ti;
32 y de entre los hombres te arrojarán, y con las bestias del campo será tu habitación, y como a los bueyes te apacentarán; y pasarán sobre ti siete tiempos, hasta que reconozcas que el Altísimo tiene el dominio sobre la realeza de los hombres, y la da a quien él quiere.
33 En el mismo instante se cumplió la palabra sobre Nabucodonosor, y fue echado de entre los hombres; y comía hierba como los bueyes, y su cuerpo se mojaba con el rocío del cielo, hasta que su pelo creció como plumas de águila, y sus uñas como las de las aves.
34 Mas al cabo del tiempo señalado, yo, Nabucodonosor, alcé mis ojos al cielo, y recobré la razón; entonces bendije al Altísimo, y alabé y glorifiqué al que vive para siempre, cuyo dominio es sempiterno, y su reino por todas las generaciones.
35 Todos los habitantes de la tierra son considerados ante él como nada; y él hace lo que le place con el ejército del cielo, y con los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga su mano, y le diga: ¿Qué haces?
36 En el mismo momento mi razón me fue devuelta, y para gloria de mi reino, mi dignidad y mi grandeza volvieron a mí, y mis gobernadores y mis consejeros me buscaron; y fui restablecido en mi reino, y se me dio una grandeza todavía mayor.
37 Ahora pues, yo, Nabucodonosor, alabo, engrandezco y glorifico al Rey del cielo, porque todas sus obras son verdaderas, y sus caminos justos; y él puede humillar a los que andan con soberbia.
El escrito en la pared
5 El rey Belsasar dio un gran banquete a mil de sus magnates, y en presencia de los mil bebía vino.
2 Belsasar, animado por el vino, mandó que trajesen los vasos de oro y de plata que Nabucodonosor su padre había traído del templo de Jerusalén, para que bebiesen en ellos el rey, sus magnates, sus mujeres y sus concubinas.
3 Fueron traídos, pues, los vasos de oro que habían robado del templo de la casa de Dios en Jerusalén, y bebieron en ellos el rey, sus magnates, sus mujeres y sus concubinas.
4 Bebieron vino, y alabaron a los dioses de oro, de plata, de bronce, de hierro, de madera y de piedra.
5 De pronto aparecieron los dedos de una mano de hombre, que escribía delante del candelero sobre el encalado de la pared del palacio real; y el rey veía el extremo de la mano que escribía.
6 Entonces el rey palideció, y sus pensamientos lo turbaron, se debilitaron sus lomos, y sus rodillas daban la una contra la otra.
7 El rey gritó en alta voz que hiciesen venir magos, caldeos y adivinos; tomó la palabra el rey y dijo a los sabios de Babilonia: Cualquiera que lea esta escritura y me muestre su interpretación, será vestido de púrpura, se le pondrá al cuello un collar de oro, y será el tercer señor en el reino.
8 Entonces fueron introducidos todos los sabios del rey, pero ninguno pudo descifrar la escritura ni mostrar al rey su interpretación.
9 El rey Belsasar se turbó sobremanera, y palideció, y sus magnates estaban consternados.
10 La reina, enterada por las palabras del rey y de sus magnates, entró en la sala del banquete, y dijo: Rey, vive para siempre; no te turben tus pensamientos, ni palidezca tu rostro.
11 Hay en tu reino un hombre en el cual mora el espíritu de los dioses santos; ya en los días de tu padre se halló en él luz, inteligencia y sabiduría, semejante a la sabiduría de los dioses; al que el rey Nabucodonosor, tu padre, oh rey, constituyó jefe sobre todos los magos, astrólogos, caldeos y adivinos,
12 por cuanto fue hallado en él un espíritu superior, ciencia y entendimiento, para interpretar sueños, descifrar enigmas y resolver dudas; éste es Daniel, al cual el rey puso por nombre Beltsasar. Llámese, pues, ahora a Daniel, y él te dará la interpretación.
13 Entonces fue traído Daniel a la presencia del rey. Y tomando el rey la palabra, dijo a Daniel: ¿Eres tú Daniel de los hijos de la cautividad de Judá, que mi padre trajo de Judea?
14 Me han dicho de ti que el espíritu de los dioses santos está en ti, y que en ti se han hallado una luz, un entendimiento y una sabiduría extraordinarios.
15 Y ahora acaban de traer a mi presencia sabios y astrólogos para que lean esta escritura y me den su interpretación; pero ninguno ha podido mostrarme la interpretación del asunto.
16 Yo, pues, he oído decir de ti que puedes dar interpretaciones y resolver dificultades. Si eres, pues, capaz de leer esta escritura y darme su interpretación, serás vestido de púrpura, llevarás en tu cuello un collar de oro y mandarás como tercero en el reino.
17 Entonces Daniel respondió y dijo delante del rey: Tus dones sean para ti, y da tus recompensas a otros. Leeré la escritura al rey, y le daré la interpretación.
18 El Altísimo Dios, oh rey, dio a Nabucodonosor, tu padre, el reino y la grandeza, la gloria y la majestad.
19 Y por la grandeza que le dio, todos los pueblos, naciones y lenguas temblaban de miedo delante de él. A quien quería mataba, y a quien quería dejaba con vida; engrandecía a quien quería, y a quien quería humillaba.
20 Mas cuando su corazón se ensoberbeció, y su espíritu se endureció en su orgullo, fue depuesto del trono de su reino, y despojado de su gloria.
21 Y fue echado de entre los hijos de los hombres, y su mente se hizo semejante a la de las bestias, y con los asnos monteses fue su morada. Le hicieron comer hierba como a buey, y su cuerpo fue mojado con el rocío del cielo, hasta que reconoció que el Altísimo Dios tiene dominio sobre la realeza de los hombres, y la da a quien quiere.
22 Y tú, su hijo Belsasar, no has humillado tu corazón, a pesar de saber todo esto;
23 sino que te has ensoberbecido contra el Señor del cielo, e hiciste traer a tu presencia los vasos de su casa, y tú y tus magnates, tus mujeres y tus concubinas, bebisteis vino en ellos; además de esto, diste alabanza a dioses de plata y oro, de bronce, de hierro, de madera y de piedra, que ni ven, ni oyen, ni saben; y no has dado gloria al Dios en cuya mano está tu vida, y en cuya mano están todos tus caminos.
24 Entonces de su presencia fue enviada la mano que trazó esta escritura.
25 Y la escritura que trazó es:
MENÉ, MENÉ, TEKEL y PARSÍN.
26 Esta es la interpretación del asunto: MENÉ: Contó Dios tu reino, y le ha puesto fin.
27 TEKEL: Has sido pesado en balanza, y fuiste hallado falto de peso.
28 PERES: Tu reino ha sido roto, y dado a los medos y a los persas.
29 Entonces mandó Belsasar revestir a Daniel de púrpura, y poner en su cuello un collar de oro, y proclamar que él era el tercer señor del reino.
30 Aquella misma noche fue muerto Belsasar, rey de los caldeos.
31 Y se apoderó del reino Darío de Media, siendo de sesenta y dos años de edad.
Daniel en el foso de los leones
6 Pareció bien a Darío constituir sobre el reino ciento veinte sátrapas, que gobernasen en todo el reino.
2 Y sobre ellos tres ministros, de los cuales Daniel era uno, a quienes estos sátrapas diesen cuenta, para que el rey no fuese perjudicado.
3 Pero Daniel mismo era superior a estos sátrapas y ministros, porque había en él un espíritu superior; y el rey pensó en ponerlo sobre todo el reino.
4 Entonces los ministros y los sátrapas buscaban ocasión para acusar a Daniel en lo tocante a la administración del reino; mas no podían hallar ningún motivo de acusación ni falta alguna, porque él era fiel, y ninguna negligencia ni falta fue hallada en él.
5 Entonces dijeron aquellos hombres: No hallaremos contra este Daniel ninguna ocasión para acusarle, si no la hallamos contra él en relación con la ley de su Dios.
6 Entonces estos ministros y sátrapas vinieron apresuradamente a la presencia del rey, y le dijeron así: ¡Rey Darío, vive para siempre!
7 Todos los ministros del reino, prefectos, sátrapas, consejeros y gobernadores han acordado en consejo que promulgues un edicto real y lo confirmes, mandando que cualquiera que en el espacio de treinta días haga petición a cualquier dios u hombre fuera de ti, oh rey, sea echado en el foso de los leones.
8 Ahora, pues, oh rey, confirma el edicto y fírmalo, para que no pueda ser revocado, conforme a la ley de Media y de Persia, la cual no puede ser abrogada.
9 Firmó, pues, el rey Darío el edicto y la prohibición.
10 Cuando supo Daniel que el edicto había sido firmado, entró en su casa, y abiertas las ventanas de su cámara que daban hacia Jerusalén, se arrodillaba tres veces al día, y oraba y daba gracias delante de su Dios, como lo solía hacer antes.
Oración de Daniel
11 Entonces se juntaron apresuradamente aquellos hombres, y hallaron a Daniel orando y rogando a su Dios.
12 Fueron luego ante el rey y le hablaron del edicto real: ¿No has confirmado un edicto mandando que cualquiera que en el espacio de treinta días haga alguna petición a cualquier dios u hombre fuera de ti, oh rey, sea echado en el foso de los leones? Respondió el rey diciendo: Así es, conforme a la ley de Media y de Persia, la cual no puede ser abrogada.
13 Entonces respondieron y dijeron en presencia del rey: Daniel, que es de los hijos de los cautivos de Judá, no te respeta a ti, oh rey, ni acata el edicto que confirmaste, sino que tres veces al día hace su oración.
14 Cuando el rey oyó el asunto, le pesó en gran manera, y resolvió librar a Daniel; y hasta la puesta del sol estuvo haciendo esfuerzos por librarle.
15 Pero aquellos hombres se reunieron apresuradamente ante el rey y le dijeron: Ya sabes, oh rey, que según la ley de Media y de Persia, ningún edicto u ordenanza que el rey confirme puede ser abrogado.
16 Entonces el rey mandó que trajeran a Daniel, y le echaran en el foso de los leones. Y el rey dijo a Daniel: Tu Dios, a quien tú sirves con perseverancia, él te libre.
17 Y fue traída una piedra y puesta sobre la boca del foso, y el rey la selló con su anillo y con el anillo de sus dignatarios, para que la situación de Daniel no se pudiese alterar.
18 Luego el rey se fue a su palacio, y se acostó en ayunas; no dejó que le trajeran concubinas, y se le fue el sueño.
19 El rey, pues, se levantó muy de mañana, y fue apresuradamente al foso de los leones.
20 Y acercándose al foso, llamó a voces a Daniel con voz triste, y le dijo: Daniel, siervo del Dios viviente, el Dios tuyo, a quien tú con tanta perseverancia sirves, ¿te ha podido librar de los leones?
21 Entonces Daniel respondió al rey: Oh rey, vive para siempre.
22 Mi Dios envió a su ángel, el cual cerró la boca de los leones, para que no me hiciesen daño, porque ante él fui hallado inocente; y aun delante de ti, oh rey, yo no he hecho nada malo.
23 Entonces se alegró el rey en gran manera, y mandó sacar a Daniel del foso; y fue Daniel sacado del foso, y ninguna lesión se halló en él, porque había confiado en su Dios.
24 Y dio orden el rey de que fueran traídos aquellos hombres que habían acusado a Daniel, y fueran echados en el foso de los leones ellos, sus hijos y sus mujeres; y aún no habían llegado al fondo del foso, cuando los leones se apoderaron de ellos y quebraron todos sus huesos.
Profesión de fe del rey
25 Entonces el rey Darío escribió a todos los pueblos, naciones y lenguas que habitan en toda la tierra: ¡Paz abundante a vosotros!
26 Doy orden de que en todos los dominios de mi reino todos teman y tiemblen ante la presencia del Dios de Daniel; porque él es el Dios viviente y permanece por todos los siglos, y su reino no será jamás destruido, y su dominio perdurará hasta el fin.
27 Él salva y libra, y hace señales y portentos en el cielo y en la tierra; él ha librado a Daniel del poder de los leones.
28 Y este mismo Daniel prosperó durante el reinado de Darío y durante el reinado de Ciro, el persa.
Texto bíblico tomado de La Santa Biblia, Reina Valera Revisada® RVR® Copyright © 2017 por HarperCollins Christian Publishing® Usado con permiso. Reservados todos los derechos en todo el mundo.
Bible Gateway Recommends






