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30 Al entrar en Jerusalén, este ministro quiso ganarse la confianza de los que vivían en la ciudad; por eso les habló con mucha amabilidad. Pero, cuando los israelitas menos lo esperaban, ese ministro y su ejército atacaron la ciudad y mataron a muchos de sus habitantes.

31 Luego destruyeron las casas, derribaron y quemaron la muralla que rodeaba la ciudad, y se llevaron todas las riquezas que allí había. 32 Además, los soldados se robaron todo el ganado, y se llevaron presos a las mujeres y a los niños.

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