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38 A los demás soldados de caballería, el rey Antíoco Quinto los puso a los dos lados del ejército de infantería, para que defendieran a los batallones. 39 Cuando los rayos del sol pegaban en los escudos de oro y bronce, su reflejo se veía en las montañas, de modo que éstas parecían antorchas encendidas.

40 Una parte del ejército avanzaba desde lo alto de la montaña, y la otra desde el valle. Todos los soldados marchaban en orden y muy confiados.

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