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32 Entonces fueron ante el rey de Israel y le suplicaron:

―Tu siervo Ben Adad te manda a decir que por favor le perdones la vida.

―¿Está vivo aún? —preguntó el rey de Israel—. ¡Él es mi hermano!

33 Los hombres inmediatamente se aferraron a este rayo de esperanza, y se apresuraron a responder:

―¡Sí, Ben Adad es tu hermano!

―Vayan y tráiganlo —les dijo el rey de Israel. Y cuando Ben Adad llegó, Acab lo invitó a subir a uno de sus carros.

34 Ben Adad le dijo:

―Te devolveré las ciudades que mi padre le quitó al tuyo, para que puedas establecer puestos de comercio en Damasco, como mi padre hizo en Samaria.

Acab le contestó:

―Siendo así, te dejaré en libertad.

De este modo Acab hizo un pacto con Ben Adad, y lo dejó ir.

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