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El asta de su lanza parecía un rodillo de telar, y su punta de hierro pesaba siete kilos. Y su escudero iba delante de él. Entonces se detuvo y gritó al ejército de Israel, diciendo:

—¿Para qué salen a disponer la batalla? ¿No soy yo el filisteo, y ustedes los siervos de Saúl? ¡Escojan de entre ustedes un hombre que venga contra mí! Si él puede luchar conmigo y me vence, nosotros seremos sus esclavos. Pero si yo puedo más que él y lo venzo, ustedes serán nuestros esclavos y nos servirán.

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