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28 Cuando le llegó la noticia a Joab, que había apoyado a Adonías, aunque no a Absalón, huyó al santuario del Señor y se refugió al amparo del altar. 29 Cuando informaron al rey Salomón de que Joab había huido a la Tienda del Señor y que estaba junto al altar, Salomón envió a decir a Joab:

— ¿Qué te pasa, que has huido al altar?

Y Joab respondió:

— Tuve miedo de ti y he huido junto al Señor.

Entonces el rey Salomón envió a decir a Benaías, hijo de Joyadá:

— Ve a matarlo.

30 Benaías llegó al santuario del Señor y le dijo:

— El rey te ordena que salgas.

Joab respondió:

— No. Moriré aquí.

Benaías volvió a transmitir al rey la respuesta de Joab 31 Entonces el rey le ordenó:

— Haz lo que dice: mátalo y entiérralo. Así nos limpiarás a mí y a la familia de mi padre de la sangre inocente derramada por Joab 32 y el Señor le hará responsable de haber matado a dos hombres más justos y mejores que él: Abner, el hijo de Ner, capitán del ejército de Israel, y Amasá, el hijo de Jéter, capitán del ejército de Judá, a quienes asesinó sin que mi padre lo supiese. 33 ¡Que Joab y sus descendientes sean por siempre responsables de ambas muertes! ¡Y que la paz del Señor acompañe a David, a su descendencia y a su trono!

34 Benaías, el hijo de Joyadá, fue a ejecutar a Joab. Lo mató y lo enterró en su propiedad, en el desierto.

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