Arma en mano, los levitas rodearán por completo al rey; y si alguien se atreve a entrar al Templo, mátenlo. ¡No dejen solo al rey, vaya donde vaya!».

Los levitas y todos los habitantes de Judá cumplieron con todo lo que el sacerdote Joyadá había ordenado. Cada uno reunió a sus hombres, tanto a los que estaban de servicio el sábado como a los que estaban libres, pues el sacerdote Joyadá no eximió a ninguno de los turnos. Este repartió entre los comandantes las lanzas y los escudos grandes y pequeños del rey David, que estaban guardados en el Templo de Dios,

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