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Entonces debido a que fueron infieles al SEÑOR, en el quinto año del reinado de Roboán, fue Sisac, rey de Egipto, y atacó a Jerusalén con 1200 carros y con caballería de 60 000 jinetes. Trajo además de Egipto un ejército incontable de libios, suquíes y cusitas. Sisac conquistó las ciudades fortificadas de Judá y llegó también hasta Jerusalén.

El profeta Semaías fue a ver a Roboán y a los líderes de Judá que se habían refugiado en Jerusalén por causa de Sisac, y les dijo:

—Esto les dice el SEÑOR: “Ustedes me abandonaron. Por eso yo también los he abandonado a ustedes, y serán derrotados por Sisac”.

Entonces los líderes de Judá se humillaron y dijeron:

—El SEÑOR está haciendo lo justo.

Cuando el SEÑOR vio que se habían humillado, Semaías recibió un mensaje del SEÑOR que decía: «Como ustedes se han humillado, ya no los voy a destruir. Dejaré que unos pocos escapen y no descargaré toda mi ira contra Jerusalén por medio de Sisac. Pero ustedes serán sometidos a él para que sepan la diferencia entre lo que es servirme a mí y servir a los reinos de las naciones».

Sisac, rey de Egipto, vino y atacó a Jerusalén. Saqueó los tesoros depositados en el templo del SEÑOR y los del palacio del rey; se llevó todo, incluso los escudos de oro que Salomón había hecho.

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