Add parallel Print Page Options

Asedio de Jerusalén (2 Cr 32,9-10.12; Is 36,2-22)

17 El rey de Asiria envió desde Laquis a Jerusalén al general en jefe, al jefe de eunucos y al copero mayor con un importante contingente de tropas a entrevistarse con el rey Ezequías. Ellos subieron y llegaron a Jerusalén deteniéndose junto al canal de la alberca de arriba, en el camino del campo del Batanero. 18 Llamaron al rey y salieron a recibirlos Eliaquín, hijo de Jelcías, el mayordomo de palacio, acompañado del secretario Sobná y Joaj, hijo de Asaf, que era el canciller. 19 El copero mayor les dijo:

— Comuniquen a Ezequías el mensaje del emperador, el rey de Asiria: “¿En qué basas tu confianza? 20 ¿Piensas acaso que la estrategia y el valor militar son meras palabras? ¿En quién confías para osar rebelarte contra mí? 21 Veo que confías en Egipto, ese bastón de caña astillada, que se clava y agujerea la mano de quien se apoya en él. Sólo eso es el faraón, el rey de Egipto, para quienes confían en él. 22 Y si ustedes me dicen que confían en el Señor, su Dios, ¿no es ese el Dios cuyos santuarios y altares demolió Ezequías ordenando a Judá y a Jerusalén que sólo lo adoraran en el altar de Jerusalén?”. 23 Haz, pues, una apuesta con mi señor, el rey de Asiria: te daré dos mil caballos si consigues otros tantos jinetes que los monten. 24 ¿Cómo te atreves a rechazar a uno de los subordinados de mi señor, confiando en que Egipto te va a suministrar carros y jinetes? 25 ¿Crees, además, que he venido a destruir esta ciudad sin el consentimiento del Señor? Ha sido el Señor quien me ha dicho: “Ataca y devasta este país”.

26 Eliaquín, el hijo de Jilquías, Sobná y Joaj respondieron al copero mayor:

— Por favor, háblanos en arameo, que lo entendemos. No nos hables en hebreo delante de la gente que está en la muralla.

27 Les contestó el copero mayor:

— ¿Acaso me ha enviado mi señor a comunicar este mensaje sólo a tu señor y a ti? También he de transmitirlo a la gente que está en la muralla y que acabará comiendo sus propios excrementos y bebiendo su propia orina junto contigo.

28 Entonces el copero mayor se puso en pie y les dijo en hebreo a voz en grito:

— Escuchen el mensaje del emperador, el rey de Asiria, 29 que dice esto: “No se dejen engañar por Ezequías, porque no podrá librarlos de mi mano. 30 Que Ezequías no los haga confiar en Dios, diciendo: Estoy convencido de que el Señor nos salvará y no entregará esta ciudad en poder del rey de Asiria”. 31 No hagan caso a Ezequías, sino al rey de Asiria que les dice: “Hagan la paz conmigo y ríndanse a mí; de esa manera cada cual podrá seguir comiendo los frutos de su parra y de su higuera y podrá seguir bebiendo agua de su pozo; 32 luego llegaré yo en persona y los llevaré a una tierra como la de ustedes, una tierra de grano y de mosto, una tierra de mieses y viñas, una tierra de aceite y miel, donde vivirán y no morirán”. Pero no hagan caso a Ezequías, pues los engaña diciendo que el Señor los librará. 33 ¿Acaso los dioses de otras naciones los han podido librar del poder del rey de Asiria? 34 ¿Dónde están los dioses de Jamat y Arpad? ¿Dónde, los dioses de Sefarváin, Hená y Evá? ¿Acaso fueron capaces de librar a Samaría de mi poder? 35 Si ninguno de los dioses de esos países pudo librarlos de mi ataque, ¿piensan que el Señor podrá librar a Jerusalén?

36 La gente se quedó callada sin responder palabra, pues el rey les había ordenado que no le respondieran. 37 Entonces, el mayordomo de palacio Eliaquín, hijo de Jelcías, el secretario Sobná y el canciller Joaj, hijo de Asaf, se presentaron a Ezequías con las ropas rasgadas y le transmitieron el mensaje del copero mayor.

Consulta al profeta Isaías (Is 37,1-9a)

19 Cuando el rey Ezequías lo oyó, rasgó sus ropas, se vistió de sayal y fue al Templo del Señor. Al mismo tiempo envió al mayordomo de palacio Jelcías, al secretario Sobná y a los sacerdotes más ancianos, vestidos de sayal, a ver al profeta Isaías, hijo de Amós, y a comunicarle lo siguiente:

— Esto dice Ezequías: “Vivimos hoy momentos de angustia, de castigo y de ignominia, como si el hijo fuera a nacer y la madre no tuviera fuerzas para alumbrarlo. Ojalá el Señor, tu Dios, haya escuchado las palabras del copero mayor enviado por su amo, el rey de Asiria, para insultar al Dios vivo, y lo castigue por esas palabras que el Señor, tu Dios, ha oído. Por tu parte, intercede por el resto que aún subsiste”.

Los servidores del rey Ezequías fueron a ver al profeta Isaías que les dijo:

— Esto responderán a su señor: “Así dice el Señor: Que no te asusten las palabras insultantes que has oído proferir a los oficiales del rey de Asiria contra mí. Yo mismo le voy a infundir un espíritu tal que, al oír cierta noticia, tendrá que regresar a su país donde lo haré morir a espada”.

Regresó el copero mayor y, al enterarse de que el rey de Asiria se había retirado de Laquis para atacar Libná, fue allí a su encuentro. Y es que el rey de Asiria había oído que Tirhacá, el rey de Etiopía, se había puesto en camino para plantarle batalla.

Nuevas amenazas de Senaquerib (2 Cr 37,9b-20)

Entonces, el rey de Asiria envió nuevos emisarios a Ezequías con el siguiente mensaje:

10 — Digan a Ezequías, el rey de Judá: “Que no te engañe tu Dios, en quien confías, asegurándote que Jerusalén no caerá en poder del rey de Asiria. 11 Seguro que has oído cómo han tratado los reyes de Asiria a todos los países que han consagrado al exterminio. ¿Y piensas que tú vas a librarte? 12 ¿Salvaron sus dioses a las naciones que mis antepasados destruyeron, a saber: Gozán, Jarán, Résef y los habitantes de Edén, en Telasar? 13 ¿Dónde están los reyes de Jamat, de Arpad, de Laír, de Sefarváin, de Ená y de Evá?”.