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10 Cuando habían pasado la primera y la segunda guardia, llegaron a la puerta de hierro que daba a la ciudad, la cual se les abrió por sí misma. Cuando habían salido, avanzaron por una calle, y de repente el ángel se apartó de él. 11 Entonces Pedro, al volver en sí, dijo: “Ahora entiendo realmente que el Señor ha enviado su ángel y me ha librado de la mano de Herodes y de toda la expectación del pueblo judío”.

12 Cuando se dio cuenta de esto, fue a la casa de María, la madre de Juan que tenía por sobrenombre Marcos, donde muchos estaban congregados y orando. 13 Cuando Pedro tocó a la puerta de la entrada, una muchacha llamada Rode salió para responder. 14 Cuando ella reconoció la voz de Pedro, de puro gozo no abrió la puerta, sino que corrió adentro y anunció que Pedro estaba ante la puerta. 15 Ellos le dijeron:

—¡Estás loca!

Pero ella insistía en que así era. Entonces ellos decían:

—¡Es su ángel!

16 Mientras tanto, Pedro persistía en tocar; y cuando abrieron, le vieron y se asombraron. 17 Con la mano Pedro les hizo señal de guardar silencio y les contó cómo el Señor le había sacado de la cárcel. Luego dijo:

—Hagan saber esto a Jacobo y a los hermanos.

Y saliendo se fue a otro lugar.

18 Cuando se hizo de día, hubo un alboroto no pequeño entre los soldados sobre qué habría pasado con Pedro. 19 Pero Herodes, como le buscó y no le halló, después de interrogar a los guardias, mandó que los mataran. Después descendió de Judea a Cesarea y se quedó allí.

La muerte de Herodes Agripa I

20 Herodes estaba furioso con los de Tiro y de Sidón. Pero ellos se presentaron a él de común acuerdo; y habiendo persuadido a Blasto, el camarero mayor del rey, pedían la paz, porque su región era abastecida por la del rey.

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