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y arrancó el renuevo de la copa del más alto de los cedros y lo llevó a una ciudad llena de comerciantes. Allí lo plantó en un terreno fértil al lado de un ancho río, donde crecería tan rápido como un sauce. El renuevo echó brotes y creció y llegó a ser una vid baja pero frondosa que se extendió hacia el águila y produjo fuertes ramas y abundantes hojas, y luego dio frutos.

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