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»”Ahora bien, esto dice el Señor Soberano:
¡qué aflicción le espera a Jerusalén,
    ciudad de asesinos!
Ella es una olla de cocina
    cuya corrupción no puede limpiarse.
Saca los trozos de carne al azar,
    porque ningún pedazo es mejor que otro.
Pues la sangre de sus homicidios
    quedó salpicada en las rocas.
¡Ni siquiera se derramó en el suelo
    donde el polvo podría cubrirla!
Así que yo salpicaré su sangre en una roca
    para que todos vean
una expresión de mi enojo
    y mi venganza contra ella.

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