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Juicio y salvación

65 «Me di a conocer a los que no preguntaban por mí;
    dejé que me hallaran los que no me buscaban.
A una nación que no invocaba mi nombre
    le dije: “¡Aquí estoy!”
Todo el día extendí mis manos
    hacia un pueblo rebelde,
que va por mal camino,
    siguiendo sus propias ideas.
Es un pueblo que en mi propia cara
    constantemente me provoca;
que ofrece sacrificios en los jardines
    y quema incienso en los altares;
que se sienta entre los sepulcros
    y pasa la noche en vigilias secretas;
que come carne de cerdo,
    y en sus ollas cocina caldo impuro;
que dicen: “¡Mantente alejado!
    ¡No te acerques a mí!
¡Soy demasiado sagrado para ti!”
Todo esto me fastidia como humo en la nariz;
    ¡es un fuego que arde todo el día!

»Ante mí ha quedado escrito;
    no guardaré silencio.
Les daré su merecido;
    lo sufrirán en carne propia,
tanto por vuestras iniquidades
    como por las de vuestros padres
            —dice el Señor—.
Por cuanto ellos quemaron incienso en las montañas
    y me desafiaron en las colinas,
les haré sufrir en carne propia
    las consecuencias de sus acciones pasadas».

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