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8-9 Coloqué, pues, al vigía sobre la muralla y al fin él gritó:

Señor, día y noche he estado aquí en mi puesto; ahora por fin, ¡mire! ¡Allá vienen jinetes apareados!

Entonces oí una voz que clamaba:

―¡Cayó, cayó Babilonia, y todos los ídolos de Babilonia yacen despedazados por tierra!

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40 En el día me quemaba el sol y en la noche tiritaba de frío. ¡A veces ni siquiera podía dormir!

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