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»Recordad esto, rebeldes;
    pensadlo bien, ¡fijadlo en vuestra mente!
Recordad las cosas pasadas, aquellas de antaño;
    yo soy Dios, y no hay ningún otro,
    yo soy Dios, y no hay nadie igual a mí.
10 Yo anuncio el fin desde el principio;
    desde los tiempos antiguos, lo que va a suceder.
Yo digo: Mi propósito se cumplirá,
    y haré todo lo que deseo.
11 Del oriente llamo
    al ave de rapiña;
de tierra distante,
    al hombre que cumplirá mi propósito.
Lo que he dicho, haré que se cumpla;
    lo que he planeado, lo realizaré.
12 Escuchadme vosotros, obstinados de corazón,
    que estáis lejos de la justicia.
13 Mi justicia no está lejana;
    mi salvación ya no tarda.
    ¡Estoy a punto de traerlas!
Concederé salvación a Sión,
    y mi esplendor a Israel.

La caída de Babilonia

47 »Desciende, siéntate en el polvo,
    hija virginal de Babilonia;
siéntate en el suelo, hija de los caldeos,
    pues ya no hay trono.
Nunca más se te llamará
    tierna y delicada.
Toma piedras de molino, y muele la harina;
    quítate el velo.
Levántate las faldas, desnúdate las piernas,
    y cruza los ríos.
Tu desnudez quedará al descubierto;
    quedará expuesta tu vergüenza.
Voy a tomar venganza,
    y a nadie perdonaré».

Nuestro Redentor es el Santo de Israel;
    su nombre es el Señor Todopoderoso.

«Siéntate en silencio, hija de los caldeos;
    entra en las tinieblas.
Porque nunca más se te llamará
    “soberana de los reinos”.
Yo estaba enojado con mi pueblo;
    por eso profané mi heredad.
Los entregué en tu mano,
    y no tuviste compasión de ellos.
Pusiste sobre los ancianos
    un yugo muy pesado.
Dijiste: “¡Por siempre seré la soberana!”
    Pero no consideraste esto,
    ni reflexionaste sobre su final.