Los llevé al Templo del Señor, a la sala de los hijos de Janán, hijo de Igdalías, hombre de Dios. Esta sala se encontraba junto a la de los oficiales que a su vez estaba encima de la de Maseías, hijo de Salún, guarda de la entrada. Serví a los recabitas jarras y copas llenas de vino y les dije: «¡Beban!».

Ellos me respondieron: «Nosotros no bebemos vino, porque Jonadab, hijo de Recab y antepasado nuestro, nos ordenó lo siguiente: “Nunca beban vino, ni ustedes ni sus descendientes.

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