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Cuando salía a la puerta a juicio, y en la plaza hacía aparejar mi silla,

Los jóvenes me veían, y se escondían; y los viejos se levantaban, y estaban en pie.

Los príncipes detenían sus palabras; ponían la mano sobre su boca;

10 la voz de los principales se ocultaba, y su lengua se pegaba a su paladar;

11 cuando los oídos que me oían, me llamaban bienaventurado, y los ojos que me veían, me daban testimonio.

12 Porque libraba al pobre que gritaba, y al huérfano que carecía de ayudador.

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