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Cuando salía á la puerta á juicio,

Y en la plaza hacía preparar mi asiento,

Los mozos me veían, y se escondían;

Y los viejos se levantaban, y estaban en pie;

Los príncipes detenían sus palabras,

Ponían la mano sobre su boca;

10 La voz de los principales se ocultaba,

Y su lengua se pegaba á su paladar:

11 Cuando los oídos que me oían, me llamaban bienaventurado,

Y los ojos que me veían, me daban testimonio:

12 Porque libraba al pobre que gritaba,

Y al huérfano que carecía de ayudador.

13 La bendición del que se iba á perder venía sobre mí;

Y al corazón de la viuda daba alegría.

14 Vestíame de justicia, y ella me vestía como un manto;

Y mi toca era juicio.

15 Yo era ojos al ciego,

Y pies al cojo.

16 A los menesterosos era padre;

Y de la causa que no entendía, me informaba con diligencia:

17 Y quebraba los colmillos del inicuo,

Y de sus dientes hacía soltar la presa.

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