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Parábolas de la mostaza y la levadura (Mt 13,31-33; Mc 4,30-32)

18 Decía Jesús:

— ¿Con qué puede compararse el reino de Dios? ¿Con qué lo compararé? 19 Puede compararse al grano de mostaza que un hombre sembró en su huerto, y que luego creció y se hizo como un árbol, entre cuyas ramas anidaron los pájaros.

20 Dijo también:

— ¿A qué compararé el reino de Dios? 21 Puede compararse a la levadura que toma una mujer y la mezcla con tres medidas de harina para que fermente toda la masa.

La entrada en el Reino (Mt 7,13-14.21.23)

22 De camino a Jerusalén, Jesús enseñaba a la gente de los pueblos y aldeas por donde pasaba. 23 Una vez, uno le preguntó:

— Señor, ¿son pocos los que se salvan?

Jesús les dijo:

24 — Esforzaos en entrar por la puerta estrecha, porque os digo que muchos intentarán entrar, pero no podrán. 25 Después que el amo de la casa se levante y cierre la puerta, los que hayáis quedado fuera comenzaréis a golpear la puerta diciendo: “¡Señor, ábrenos!”. Pero él os contestará: “No sé de dónde sois”. 26 Entonces diréis: “¡Nosotros hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas!”. 27 Pero él os replicará: “¡No sé de dónde sois! ¡Apartaos de mí todos los que os pasáis la vida haciendo el mal!”. 28 Allí lloraréis y os rechinarán los dientes cuando veáis a Abrahán, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, mientras vosotros sois arrojados afuera. 29 Vendrán gentes de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios. 30 Pues los que ahora son últimos, serán los primeros; y los que ahora son primeros, serán los últimos.

Lamento de Jesús sobre Jerusalén (Mt 23,37-39)

31 Ese mismo día llegaron unos fariseos y dijeron a Jesús:

— Vete de aquí, porque Herodes quiere matarte.

32 Jesús les contestó:

— Id y decidle a ese zorro: “Has de saber que yo expulso demonios y curo enfermos hoy y mañana, y al tercer día culminaré la tarea”. 33 Pero entre tanto, hoy, mañana y pasado mañana tengo que seguir mi camino, porque no es posible que un profeta muera fuera de Jerusalén. 34 ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los mensajeros que Dios te envía! ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos como la gallina reúne a sus pollitos bajo las alas, y vosotros os negasteis! 35 Pues mirad: vuestra ciudad va a quedar desierta. Y os digo que no volveréis a verme hasta el momento en que digáis: “¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!”.

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