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17 Desde entonces comenzó Jesús a predicar: «Arrepentíos, porque el reino de los cielos está cerca».

Llamamiento de los primeros discípulos(A)

18 Mientras caminaba junto al mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: uno era Simón, llamado Pedro, y el otro, Andrés. Estaban echando la red al lago, pues eran pescadores. 19 «Venid, seguidme —les dijo Jesús—, y os haré pescadores de hombres». 20 Al instante dejaron las redes y lo siguieron.

21 Más adelante vio a otros dos hermanos: Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, que estaban con su padre en una barca remendando las redes. Jesús los llamó, 22 y dejaron en seguida la barca y a su padre, y lo siguieron.

Jesús sana a los enfermos

23 Jesús recorría toda Galilea, enseñando en las sinagogas, anunciando las buenas nuevas del reino, y sanando toda enfermedad y dolencia entre la gente. 24 Su fama se extendió por toda Siria, y le llevaban todos los que padecían de diversas enfermedades, los que sufrían de dolores graves, los endemoniados, los epilépticos y los paralíticos, y él los sanaba. 25 Lo seguían grandes multitudes de Galilea, Decápolis, Jerusalén, Judea y de la región al otro lado del Jordán.

Las bienaventuranzas(B)

Cuando vio a las multitudes, subió a la ladera de una montaña y se sentó. Sus discípulos se le acercaron, y, tomando él la palabra, comenzó a enseñarles diciendo:

«Dichosos los pobres en espíritu,
    porque el reino de los cielos les pertenece.
Dichosos los que lloran,
    porque serán consolados.
Dichosos los humildes,
    porque recibirán la tierra como herencia.
Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia,
    porque serán saciados.
Dichosos los compasivos,
    porque serán tratados con compasión.
Dichosos los de corazón limpio,
    porque ellos verán a Dios.
Dichosos los que trabajan por la paz,
    porque serán llamados hijos de Dios.
10 Dichosos los perseguidos por causa de la justicia,
    porque el reino de los cielos les pertenece.

11 »Dichosos seréis cuando por mi causa la gente os insulte, os persiga y levante contra vosotros toda clase de calumnias. 12 Alegraos y llenaos de júbilo, porque os espera una gran recompensa en el cielo. Así también persiguieron a los profetas que os precedieron.

La sal y la luz

13 »Vosotros sois la sal de la tierra. Pero, si la sal se vuelve insípida, ¿cómo recobrará su sabor? Ya no sirve para nada, sino para que la gente la deseche y la pisotee.

14 »Vosotros sois la luz del mundo. Una ciudad en lo alto de una colina no puede esconderse. 15 Ni se enciende una lámpara para cubrirla con un cajón. Por el contrario, se pone en la repisa para que alumbre a todos los que están en la casa. 16 Así brille vuestra luz delante de todos, para que ellos puedan ver vuestras buenas obras y alaben a vuestro Padre que está en el cielo.

El cumplimiento de la ley

17 »No penséis que he venido a anular la ley o los profetas; no he venido a anularlos, sino a darles cumplimiento. 18 Os aseguro que, mientras existan el cielo y la tierra, ni una letra ni una tilde de la ley desaparecerán hasta que todo se haya cumplido. 19 Todo el que infrinja uno solo de estos mandamientos, por pequeño que sea, y enseñe a otros a hacer lo mismo, será considerado el más pequeño en el reino de los cielos; pero el que los practique y enseñe será considerado grande en el reino de los cielos. 20 Porque os digo que no entraréis en el reino de los cielos a menos que vuestra justicia supere a la de los fariseos y de los maestros de la ley.

El homicidio(C)

21 »Habéis oído que se dijo a los antepasados: “No mates,[a] y todo el que mate quedará sujeto al juicio del tribunal”. 22 Pero yo os digo que todo el que se enoje[b] con su hermano quedará sujeto al juicio del tribunal. Es más, cualquiera que insulte[c] a su hermano quedará sujeto al juicio del Consejo. Y cualquiera que lo maldiga[d] quedará sujeto al fuego del infierno.[e]

23 »Por lo tanto, si estás presentando tu ofrenda en el altar y allí recuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, 24 deja tu ofrenda allí delante del altar. Ve primero y reconcíliate con tu hermano; luego vuelve y presenta tu ofrenda.

25 »Si tu adversario te va a denunciar, llega a un acuerdo con él lo más pronto posible. Hazlo mientras estéis de camino al juzgado, no sea que te entregue al juez, y el juez al guardia, y te echen en la cárcel. 26 Te aseguro que no saldrás de allí hasta que pagues el último céntimo.[f]

El adulterio

27 »Habéis oído que se dijo: “No cometas adulterio”.[g] 28 Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer y la codicia ya ha cometido adulterio con ella en el corazón. 29 Por tanto, si tu ojo derecho te hace pecan, sácatelo y tíralo. Más te vale perder una sola parte de tu cuerpo, y no que todo él sea arrojado al infierno.[h] 30 Y, si tu mano derecha te hace pecar, córtatela y arrójala. Más te vale perder una sola parte de tu cuerpo, y no que todo él vaya al infierno.

El divorcio

31 »Se ha dicho: “El que repudia a su esposa debe darle un certificado de divorcio”.[i] 32 Pero yo os digo que, excepto en caso de infidelidad conyugal, todo el que se divorcia de su esposa la induce a cometer adulterio, y el que se casa con la divorciada comete adulterio también.

Los juramentos

33 »También habéis oído que se dijo a los antepasados: “No faltes a tu juramento, sino cumple con tus promesas al Señor”. 34 Pero yo os digo: No juréis de ningún modo: ni por el cielo, porque es el trono de Dios; 35 ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey. 36 Tampoco jures por tu cabeza, porque no puedes hacer que ni uno solo de tus cabellos se vuelva blanco o negro. 37 Cuando digáis “sí”, que sea realmente sí; y, cuando digáis “no”, que sea no. Cualquier cosa de más proviene del maligno.

Ojo por ojo

38 »Habéis oído que se dijo: “Ojo por ojo y diente por diente”.[j] 39 Pero yo os digo: No resistáis al que os haga mal. Si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, vuélvele también la otra. 40 Si alguien te pone pleito para quitarte la camisa, déjale también la capa. 41 Si alguien te obliga a llevarle la carga un kilómetro, llévasela dos. 42 Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no le vuelvas la espalda.

El amor a los enemigos

43 »Habéis oído que se dijo: “Ama a tu prójimo[k] y odia a tu enemigo”. 44 Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y orad por quienes os persiguen,[l] 45 para que seáis hijos de vuestro Padre que está en el cielo. Él hace que salga el sol sobre malos y buenos, y que llueva sobre justos e injustos. 46 Si amáis solamente a quienes os aman, ¿qué recompensa recibiréis? ¿Acaso no hacen eso hasta los recaudadores de impuestos? 47 Y, si solamente saludáis a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de más? ¿Acaso no hacen esto hasta los gentiles? 48 Por tanto, sed perfectos, así como vuestro Padre celestial es perfecto.

El dar a los necesitados

»Cuidaos de no hacer vuestras obras de justicia delante de la gente para llamar la atención. Si actuáis así, vuestro Padre que está en el cielo no os dará ninguna recompensa.

»Por eso, cuando des a los necesitados, no lo anuncies al son de trompeta, como lo hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles para que la gente les rinda homenaje. Os aseguro que ellos ya han recibido toda su recompensa. Más bien, cuando des a los necesitados, que no se entere tu mano izquierda de lo que hace la derecha, para que tu limosna sea en secreto. Así tu Padre, que ve lo que se hace en secreto, te recompensará.

La oración(D)

»Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, porque a ellos les encanta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas para que la gente los vea. Os aseguro que ya han obtenido toda su recompensa. Pero tú, cuando te pongas a orar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto. Así tu Padre, que ve lo que se hace en secreto, te recompensará. Y al orar, no habléis solo por hablar como hacen los gentiles, porque ellos se imaginan que serán escuchados por sus muchas palabras. No seáis como ellos, porque vuestro Padre sabe lo necesitáis antes de que se lo pidáis.

»Vosotros, pues, orad así:

»“Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
10 venga tu reino,
hágase tu voluntad
    en la tierra como en el cielo.
11 Danos hoy nuestro pan cotidiano.[m]
12 Perdónanos nuestras deudas,
    como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores.
13 Y no nos dejes caer en tentación,
sino líbranos del maligno”.[n]

14 »Porque, si perdonáis a otros sus ofensas, también os perdonará a vosotros vuestro Padre celestial. 15 Pero, si no perdonáis a otros sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará a vosotros las vuestras.

El ayuno

16 »Cuando ayunéis, no pongáis cara triste como hacen los hipócritas, que demudan sus rostros para mostrar que están ayunando. Os aseguro que estos ya han obtenido toda su recompensa. 17 Pero tú, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara 18 para que no sea evidente ante los demás que estás ayunando, sino solo ante tu Padre, que está en lo secreto; y tu Padre, que ve lo que se hace en secreto, te recompensará.

Tesoros en el cielo(E)

19 »No acumuléis para vosotros tesoros en la tierra, donde la polilla y el óxido destruyen, y donde los ladrones se meten a robar. 20 Más bien, acumulad tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el óxido carcomen, ni los ladrones se meten a robar. 21 Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.

22 »El ojo es la lámpara del cuerpo. Por tanto, si tu visión es clara, todo tu ser disfrutará de la luz. 23 Pero, si tu visión está nublada, todo tu ser estará en oscuridad. Si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡qué densa será esa oscuridad!

24 »Nadie puede servir a dos señores, pues menospreciará a uno y amará al otro, o querrá mucho a uno y despreciará al otro. No se puede servir a la vez a Dios y a las riquezas.

De nada sirve preocuparse(F)

25 »Por eso os digo: No os preocupéis por vuestra vida, qué comeréis o beberéis; ni por vuestro cuerpo, cómo os vestiréis. ¿No tiene la vida más valor que la comida, y el cuerpo más que la ropa? 26 Fijaos en las aves del cielo: no siembran ni cosechan ni almacenan en graneros; sin embargo, el Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? 27 ¿Quién de vosotros, por mucho que se preocupe, puede añadir una sola hora al curso de su vida?[o]

28 »¿Y por qué os preocupáis por el vestido? Observad cómo crecen los lirios del campo. No trabajan ni hilan; 29 sin embargo, os digo que ni siquiera Salomón, con todo su esplendor, se vestía como uno de ellos. 30 Si así viste Dios a la hierba que hoy está en el campo y mañana es arrojada al horno, ¿no hará mucho más por vosotros, gente de poca fe? 31 Así que no os preocupéis diciendo: “¿Qué comeremos?” o “¿Qué beberemos?” o “¿Con qué nos vestiremos?” 32 Los paganos andan tras todas estas cosas, pero el Padre celestial sabe que necesitáis de todo esto. 33 Más bien, buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. 34 Por lo tanto, no os angustiéis por el mañana, el cual tendrá sus propios afanes. Cada día tiene ya sus problemas.

El juzgar a los demás(G)

»No juzgéis a nadie, para que nadie os juzgue a vosotros. Porque así como juzguéis se os juzgará, y con la medida que midáis a otros se os medirá.

»¿Por qué te fijas en la astilla que tiene tu hermano en el ojo, y no le das importancia a la viga que está en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Déjame sacarte la astilla del ojo”, cuando tienes una viga en el tuyo? ¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás con claridad para sacar la astilla del ojo de tu hermano.

»No deis lo sagrado a los perros, no sea que se vuelvan contra vosotros y os despedacen; ni echéis vuestras perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen.

Pedid, buscad, llamad(H)

»Pedid, y se os dará; buscad, y encontraréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre.

»¿Quién de vosotros, si su hijo le pide pan, le da una piedra? 10 ¿O si le pide un pescado, le da una serpiente? 11 Pues si vosotros, aun siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en el cielo dará cosas buenas a los que le pidan! 12 Así que en todo tratad a los demás tal y como queréis que ellos os traten a vosotros. De hecho, esto es la ley y los profetas.

La puerta estrecha y la puerta ancha

13 »Entrad por la puerta estrecha. Porque es ancha la puerta y espacioso el camino que conduce a la destrucción, y muchos entran por ella. 14 Pero estrecha es la puerta y angosto el camino que conduce a la vida, y son pocos los que la encuentran.

El árbol y sus frutos

15 »Cuidaos de los falsos profetas. Vienen a vosotros disfrazados de ovejas, pero por dentro son lobos feroces. 16 Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los cardos? 17 Del mismo modo, todo árbol bueno da fruto bueno, pero el árbol malo da fruto malo. 18 Un árbol bueno no puede dar fruto malo, y un árbol malo no puede dar fruto bueno. 19 Todo árbol que no da buen fruto se corta y se arroja al fuego. 20 Así que por sus frutos los conoceréis.

21 »No todo el que me dice: “Señor, Señor”, entrará en el reino de los cielos, sino solo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo. 22 Muchos me dirán en aquel día: “Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios e hicimos muchos milagros?” 23 Entonces les diré claramente: “Jamás os conocí. ¡Alejaos de mí, hacedores de maldad!”

El prudente y el insensato(I)

24 »Por tanto, todo el que me oye estas palabras y las pone en práctica es como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca. 25 Vinieron las lluvias, crecieron los ríos, y soplaron los vientos y azotaron aquella casa; con todo, la casa no se derrumbó porque estaba cimentada sobre la roca. 26 Pero todo el que me oye estas palabras y no las pone en práctica es como un hombre insensato que construyó su casa sobre la arena. 27 Vino la lluvia, crecieron los ríos, soplaron los vientos y azotaron aquella casa. Esta se derrumbó, y grande fue su ruina».

28 Cuando Jesús terminó de decir estas cosas, las multitudes se asombraron de su enseñanza, 29 porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los maestros de la ley.

Jesús sana a un leproso(J)

Cuando Jesús bajó de la montaña, lo siguieron grandes multitudes. Un hombre que tenía lepra se le acercó y se arrodilló delante de él.

―Señor, si quieres, puedes limpiarme —le dijo.

Jesús extendió la mano y tocó al hombre.

―Sí quiero —le dijo—. ¡Queda limpio!

Y al instante quedó sano[p] de la lepra.

―Mira, no se lo digas a nadie —le dijo Jesús—; solo ve, preséntate al sacerdote y lleva la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio.

La fe del centurión(K)

Al entrar Jesús en Capernaún, se le acercó un centurión pidiendo ayuda.

―Señor, mi siervo está postrado en casa con parálisis y sufre terriblemente.

―Iré a sanarlo —respondió Jesús.

―Señor, no merezco que entres bajo mi techo. Pero basta con que digas una sola palabra, y mi siervo quedará sano. Porque yo mismo soy un hombre sujeto a órdenes superiores, y además tengo soldados bajo mi autoridad. Le digo a uno: “Ve”, y va, y al otro: “Ven”, y viene. Le digo a mi siervo: “Haz esto”, y lo hace.

10 Al oír esto, Jesús se asombró y dijo a quienes lo seguían:

―Os aseguro que no he encontrado en Israel a nadie que tenga tanta fe. 11 Os digo que muchos vendrán del oriente y del occidente, y participarán en el banquete con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos. 12 Pero a los súbditos del reino se les echará afuera, a la oscuridad, donde habrá llanto y rechinar de dientes.

13 Luego Jesús le dijo al centurión:

―¡Ve! Todo se hará tal como creíste.

Y en esa misma hora aquel siervo quedó sano.

Jesús sana a muchos enfermos(L)

14 Cuando Jesús entró en casa de Pedro, vio a la suegra de este en cama, con fiebre. 15 Le tocó la mano y la fiebre se le fue; y ella se levantó y comenzó a servirle.

16 Al atardecer, le llevaron muchos endemoniados, y con una sola palabra expulsó a los espíritus, y sanó a todos los enfermos. 17 Esto sucedió para que se cumpliera lo dicho por el profeta Isaías:

«Él cargó con nuestras enfermedades
    y soportó nuestros dolores».[q]

Lo que cuesta seguir a Jesús(M)

18 Cuando Jesús vio a la multitud que lo rodeaba, dio orden de pasar al otro lado del lago. 19 Se le acercó un maestro de la ley y le dijo:

―Maestro, te seguiré a dondequiera que vayas.

20 ―Las zorras tienen madrigueras y las aves tienen nidos —le respondió Jesús—, pero el Hijo del hombre no tiene dónde recostar la cabeza.

21 Otro discípulo le pidió:

―Señor, primero déjame ir a enterrar a mi padre.

22 ―Sígueme —le replicó Jesús—, y deja que los muertos entierren a sus muertos.

Jesús calma la tormenta(N)

23 Luego subió a la barca y sus discípulos lo siguieron. 24 De repente, se levantó en el lago una tormenta tan fuerte que las olas inundaban la barca. Pero Jesús estaba dormido. 25 Los discípulos fueron a despertarlo.

―¡Señor —dijeron—, sálvanos, que nos vamos a ahogar!

26 ―Hombres de poca fe —les contestó—, ¿por qué tenéis tanto miedo?

Entonces se levantó y reprendió a los vientos y a las olas, y todo quedó completamente tranquilo.

27 Los discípulos no salían de su asombro, y decían: «¿Qué clase de hombre es este, que hasta los vientos y las olas le obedecen?»

Liberación de dos endemoniados(O)

28 Cuando Jesús llegó al otro lado, a la región de los gadarenos,[r] dos endemoniados le salieron al encuentro de entre los sepulcros. Eran tan violentos que nadie se atrevía a pasar por aquel camino. 29 De pronto le gritaron:

―¿Por qué te entrometes, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí a atormentarnos antes del tiempo señalado?

30 A cierta distancia de ellos estaba paciendo una gran piara de cerdos. 31 Los demonios le rogaron a Jesús:

―Si nos expulsas, mándanos a la piara de cerdos.

32 ―Id —les dijo.

Así que salieron de los hombres y entraron en los cerdos, y toda la piara se precipitó al lago por el despeñadero y murió en el agua. 33 Los que cuidaban los cerdos salieron corriendo al pueblo y dieron aviso de todo, incluso de lo que les había sucedido a los endemoniados. 34 Entonces todos los del pueblo fueron al encuentro de Jesús. Y, cuando lo vieron, le suplicaron que se alejara de esa región.

Jesús sana a un paralítico(P)

Subió Jesús a una barca, cruzó al otro lado y llegó a su propio pueblo. Unos hombres le llevaron un paralítico, acostado en una camilla. Al ver Jesús la fe de ellos, le dijo al paralítico:

―¡Ánimo, hijo; tus pecados quedan perdonados!

Algunos de los maestros de la ley murmuraron entre ellos: «¡Este hombre blasfema!»

Como Jesús conocía sus pensamientos, les dijo:

―¿Por qué dais lugar a tan malos pensamientos? ¿Qué es más fácil, decir: “Tus pecados quedan perdonados”, o decir: “Levántate y anda”? Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados —se dirigió entonces al paralítico—: Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.

Y el hombre se levantó y se fue a su casa. Al ver esto, la multitud se llenó de temor y glorificó a Dios por haber dado tal autoridad a los mortales.

Llamamiento de Mateo(Q)

Al irse de allí, Jesús vio a un hombre llamado Mateo, sentado a la mesa de recaudación de impuestos. «Sígueme», le dijo. Mateo se levantó y lo siguió.

10 Mientras Jesús estaba comiendo en casa de Mateo, muchos recaudadores de impuestos y pecadores llegaron y comieron con él y sus discípulos. 11 Cuando los fariseos vieron esto, preguntaron a sus discípulos:

―¿Por qué come vuestro maestro con recaudadores de impuestos y con pecadores?

12 Al oír esto, Jesús les contestó:

―No son los sanos los que necesitan médico, sino los enfermos. 13 Pero id y aprended qué significa esto: “Lo que quiero es misericordia y no sacrificios”.[s] Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores.[t]

Le preguntan a Jesús sobre el ayuno(R)

14 Un día se le acercaron los discípulos de Juan y le preguntaron:

―¿Cómo es que nosotros y los fariseos ayunamos, pero no así tus discípulos?

Jesús les contestó:

15 ―¿Acaso pueden estar de luto los invitados del novio mientras él está con ellos? Llegará el día en que se les quitará el novio; entonces sí ayunarán. 16 Nadie remienda un vestido viejo con un retazo de tela nueva, porque el remiendo fruncirá el vestido y la rotura se hará peor. 17 Ni tampoco se echa vino nuevo en odres viejos. De hacerlo así, se reventarán los odres, se derramará el vino y los odres se echarán a perder. Más bien, el vino nuevo se echa en odres nuevos, y así ambos se conservan.

Una niña muerta y una mujer enferma(S)

18 Mientras él les decía esto, un dirigente judío llegó, se arrodilló delante de él y le dijo:

―Mi hija acaba de morir. Pero ven y pon tu mano sobre ella, y vivirá.

19 Jesús se levantó y fue con él, acompañado de sus discípulos. 20 En esto, una mujer que hacía doce años que padecía de hemorragias se le acercó por detrás y le tocó el borde del manto. 21 Pensaba: «Si al menos logro tocar su manto, quedaré sana». 22 Jesús se dio la vuelta, la vio y le dijo:

―¡Ánimo, hija! Tu fe te ha sanado.

Y la mujer quedó sana en aquel momento.

23 Cuando Jesús entró en la casa del dirigente y vio a los flautistas y el alboroto de la gente, 24 les dijo:

―Retiraos. La niña no está muerta, sino dormida.

Entonces empezaron a burlarse de él. 25 Pero, cuando se les hizo salir, entró él, tomó de la mano a la niña, y esta se levantó. 26 La noticia se divulgó por toda aquella región.

Jesús sana a los ciegos y a los mudos

27 Al irse Jesús de allí, dos ciegos lo siguieron, gritándole:

―¡Ten compasión de nosotros, Hijo de David!

28 Cuando entró en la casa, se le acercaron los ciegos, y él les preguntó:

―¿Creéis que puedo sanaros?

―Sí, Señor —le respondieron.

29 Entonces les tocó los ojos y les dijo:

―Que se haga con vosotros conforme a vuestra fe.

30 Y recobraron la vista. Jesús les advirtió con firmeza:

―Aseguraos de que nadie se entere de esto.

31 Pero ellos salieron para divulgar por toda aquella región la noticia acerca de Jesús.

32 Mientras ellos salían, le llevaron un mudo endemoniado. 33 Así que Jesús expulsó al demonio, y el que había estado mudo habló. La multitud se maravillaba y decía: «Jamás se ha visto nada igual en Israel».

34 Pero los fariseos afirmaban: «Este expulsa a los demonios por medio del príncipe de los demonios».

Son pocos los obreros

35 Jesús recorría todos los pueblos y aldeas enseñando en las sinagogas, anunciando las buenas nuevas del reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia. 36 Al ver a las multitudes, tuvo compasión de ellas, porque estaban agobiadas y desamparadas, como ovejas sin pastor. 37 «La cosecha es abundante, pero son pocos los obreros —dijo a sus discípulos—. 38 Rogad, por tanto, al Señor de la cosecha que envíe obreros a su campo».

Jesús envía a los doce(T)(U)(V)(W)(X)

10 Reunió a sus doce discípulos y les dio autoridad para expulsar a los espíritus malignos y sanar toda enfermedad y toda dolencia.

Estos son los nombres de los doce apóstoles: primero Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Jacobo y su hermano Juan, hijos de Zebedeo; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el recaudador de impuestos; Jacobo, hijo de Alfeo, y Tadeo; Simón el Zelote y Judas Iscariote, el que lo traicionó.

Jesús envió a estos doce con las siguientes instrucciones: «No vayáis entre los gentiles ni entréis en ningún pueblo de los samaritanos. Id más bien a las ovejas descarriadas del pueblo de Israel. Dondequiera que vayáis, predicad este mensaje: “El reino de los cielos está cerca”. Sanad a los enfermos, resucitad a los muertos, limpiad de su enfermedad a los que tienen lepra, expulsad a los demonios. Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratuitamente. No llevéis oro ni plata ni cobre en el cinturón, 10 ni bolsa para el camino, ni dos mudas de ropa, ni sandalias, ni bastón; porque el trabajador merece que se le dé su sustento.

11 »En cualquier pueblo o aldea donde entréis, buscad a alguien que merezca recibiros y quedaos en su casa hasta que os marchéis de ese lugar. 12 Al entrar, decid: “Paz a esta casa”.[u] 13 Si el hogar se lo merece, que vuestra paz reine en él; y, si no, que la paz se vaya con vosotros. 14 Si alguno no os recibe bien ni escucha vuestras palabras, al salir de esa casa o de ese pueblo, sacudíos el polvo de los pies. 15 Os aseguro que en el día del juicio el castigo para Sodoma y Gomorra será más tolerable que para ese pueblo. 16 Os envío como ovejas en medio de lobos. Por tanto, sed astutos como serpientes y sencillos como palomas.

17 »Tened cuidado con la gente; os entregarán a los tribunales y os azotarán en las sinagogas. 18 Por mi causa os llevarán ante gobernadores y reyes para dar testimonio a ellos y a los gentiles. 19 Pero, cuando os arresten, no os preocupéis por lo que vais a decir o cómo vais a decirlo. En ese momento se os dará lo que habéis de decir, 20 porque no seréis vosotros los que habléis, sino que el Espíritu de vuestro Padre hablará por medio de vosotros.

21 »El hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo. Los hijos se rebelarán contra sus padres y harán que los maten. 22 Por causa de mi nombre, todo el mundo os odiará, pero el que se mantenga firme hasta el fin será salvo. 23 Cuando os persigan en una ciudad, huid a otra. Os aseguro que no terminaréis de recorrer las ciudades de Israel antes de que venga el Hijo del hombre.

24 »El discípulo no es superior a su maestro, ni el siervo superior a su amo. 25 Basta con que el discípulo sea como su maestro, y el siervo como su amo. Si al jefe de la casa lo han llamado Beelzebú, ¡cuánto más a los de su familia!

26 »Así que no les tengáis miedo; porque no hay nada encubierto que no llegue a revelarse, ni nada escondido que no llegue a conocerse. 27 Lo que os digo en la oscuridad, decidlo a plena luz; lo que se os susurra al oído, proclamadlo desde las azoteas. 28 No temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma.[v] Temed más bien al que puede destruir alma y cuerpo en el infierno.[w] 29 ¿No se venden dos gorriones por una monedita?[x] Sin embargo, ni uno de ellos caerá a tierra sin que lo permita el Padre; 30 y él tiene contados aun los cabellos de vuestra cabeza. 31 Así que no tengáis miedo; vosotros valéis más que muchos gorriones.

32 »A cualquiera que me reconozca delante de los demás, yo también lo reconoceré delante de mi Padre que está en el cielo. 33 Pero a cualquiera que me desconozca delante de los demás, yo también lo desconoceré delante de mi Padre que está en el cielo.

34 »No creáis que he venido a traer paz a la tierra. No vine a traer paz, sino espada. 35 Porque he venido a poner en conflicto

»“al hombre contra su padre,
    a la hija contra su madre,
    a la nuera contra su suegra;
36 los enemigos de cada cual
    serán los de su propia familia”.[y]

37 »El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí; 38 y el que no toma su cruz y me sigue no es digno de mí. 39 El que se aferre a su propia vida la perderá, y el que renuncie a[z] su propia vida por mi causa la encontrará.

40 »Quien os recibe a vosotros me recibe a mí; y quien me recibe a mí recibe al que me envió. 41 Cualquiera que recibe a un profeta por tratarse de un profeta recibirá recompensa de profeta; y el que recibe a un justo por tratarse de un justo recibirá recompensa de justo. 42 Y quien dé siquiera un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños por tratarse de uno de mis discípulos, os aseguro que no perderá su recompensa».

Jesús y Juan el Bautista(Y)

11 Cuando Jesús terminó de dar instrucciones a sus doce discípulos, se fue de allí a enseñar y a predicar en otros pueblos.

Juan estaba en la cárcel, y al enterarse de lo que Cristo estaba haciendo, envió a sus discípulos a que le preguntaran:

―¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?

Les respondió Jesús:

―Id y contadle a Juan lo que estáis viendo y oyendo: Los ciegos ven, los cojos andan, los que tienen lepra son sanados, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncian las buenas nuevas. Dichoso el que no tropieza por causa mía.

Mientras se iban los discípulos de Juan, Jesús comenzó a hablar a la multitud acerca de Juan: «¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? Si no, ¿qué salisteis a ver? ¿A un hombre vestido con ropa fina? Claro que no, pues los que usan ropa de lujo están en los palacios de los reyes. Entonces, ¿qué fuisteis a ver? ¿A un profeta? Sí, os digo, y más que profeta. 10 Este es de quien está escrito:

»“Yo estoy por enviar a mi mensajero delante de ti,
    el cual preparará tu camino”.[aa]

11 Os aseguro que entre los mortales no se ha levantado nadie más grande que Juan el Bautista; sin embargo, el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él. 12 Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos ha venido avanzando contra viento y marea, y los que se esfuerzan logran aferrarse a él.[ab] 13 Porque todos los profetas y la ley profetizaron hasta Juan. 14 Y, si queréis aceptar mi palabra, Juan es el Elías que había de venir. 15 El que tenga oídos, que oiga.

16 »¿Con qué puedo comparar a esta generación? Se parece a los niños sentados en la plaza que gritan a los demás:

Footnotes

  1. 5:21 Éx 20:13
  2. 5:22 se enoje. Var. se enoje sin causa.
  3. 5:22 insulte. Lit. le diga: “Raca” (estúpido en arameo).
  4. 5:22 lo maldiga. Lit. le diga: “Necio”.
  5. 5:22 al fuego del infierno. Lit. a la Gehenna del fuego.
  6. 5:26 céntimo. Lit. cuadrante.
  7. 5:27 Éx 20:14
  8. 5:29 al infierno. Lit. a la Gehenna; también en v. 30.
  9. 5:31 Dt 24:1
  10. 5:38 Éx 21:24; Lv 24:20; Dt 19:21
  11. 5:43 Lv 19:18
  12. 5:44 Amad … persiguen. Var. Amad a vuestros enemigos, bendecid a quienes os maldicen, haced bien a quienes os odian, y orad por quienes os ultrajan y os persiguen (véase Lc 6:27,28).
  13. 6:11 nuestro pan cotidiano. Alt. el pan que necesitamos.
  14. 6:13 del maligno. Alt. del mal. Var. del maligno, porque tuyos son el reino y el poder y la gloria para siempre. Amén.
  15. 6:27 puede añadir … su vida. Alt. puede aumentar su estatura siquiera medio metro? (lit. un codo).
  16. 8:3 sano. Lit. limpio.
  17. 8:17 Is 53:4
  18. 8:28 gadarenos. Var. gergesenos; otra var. gerasenos.
  19. 9:13 Os 6:6
  20. 9:13 pecadores. Var. pecadores al arrepentimiento.
  21. 10:12 Al entrar … casa”. Lit. Al entrar en la casa, saludadla.
  22. 10:28 alma. Este vocablo griego también puede significar vida.
  23. 10:28 infierno. Lit. Gehenna.
  24. 10:29 una monedita. Lit. un asarion.
  25. 10:36 Mi 7:6
  26. 10:39 se aferre a … renuncie a. Lit. encuentre … pierda.
  27. 11:10 Mal 3:1
  28. 11:12 ha venido … aferrarse a él. Alt. sufre violencia y los violentos quieren arrebatarlo.