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I.— PRESENTACIÓN DE JESÚS COMO MESÍAS (1—2)

Genealogía de Jesús (Lc 3,23-28)

Esta es la lista de los antepasados de Jesucristo, descendiente de David y de Abrahán: Abrahán fue el padre de Isaac; Isaac lo fue de Jacob, y Jacob de Judá y sus hermanos. Judá fue el padre de Farés y Zara; la madre fue Tamar. Farés fue el padre de Esrón, y Esrón lo fue de Aram. Aram fue el padre de Aminabab; Aminabab lo fue de Naasón, y Naasón, de Salmón. Salmón fue el padre de Booz y su madre fue Rajab. Booz fue el padre de Obed; la madre fue Rut. Obed fue el padre de Jesé, y Jesé lo fue del rey David.

David fue el padre de Salomón a quien engendró de la que era esposa de Urías. Salomón fue el padre de Roboán; Roboán lo fue de Abías, y Abías, de Asá. Asá fue el padre de Josafat; Josafat lo fue de Jorán; Jorán, de Ozías; Ozías, de Joatán; Joatán, de Ajaz, y Ajaz lo fue de Ezequías. 10 Ezequías fue el padre de Manasés; Manasés lo fue de Amón, y Amón, de Josías. 11 Josías fue el padre de Jeconías y de sus hermanos en tiempos de la deportación a Babilonia.

12 Después de la deportación, Jeconías fue el padre de Salatiel; Salatiel, de Zorobabel; 13 Zorobabel, de Abiud; Abiud, de Eliakín, y Eliakín lo fue de Azor. 14 Azor fue el padre de Sadoc; Sadoc lo fue de Ajín, y Ajín, de Eliud. 15 Eliud fue el padre de Eleazar; Eleazar, de Matán, y Matán lo fue de Jacob. 16 Por último, Jacob fue el padre de José, el marido de María. Y María fue la madre de Jesús, que es el Mesías.

17 De modo que desde Abrahán a David hubo catorce generaciones; otras catorce desde David a la deportación a Babilonia, y otras catorce desde la deportación hasta el Mesías.

Nacimiento de Jesús (Lc 2,1-7)

18 El nacimiento de Jesús, el Mesías, fue así: María, su madre, estaba prometida en matrimonio a José; pero antes de convivir con él quedó embarazada por la acción del Espíritu Santo. 19 José, su esposo, que era un hombre justo, no quiso denunciarla públicamente, sino que decidió separarse de ella de manera discreta. 20 Estaba pensando en esto, cuando un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo:

— José, descendiente de David, no tengas reparo en convivir con María, tu esposa, pues el hijo que ha concebido es por la acción del Espíritu Santo. 21 Y cuando dé a luz a su hijo, tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. 22 Todo esto sucedió en cumplimiento de lo que el Señor había dicho por medio del profeta: 23 Una virgen quedará embarazada y dará a luz un hijo, a quien llamarán Emmanuel, que significa “Dios con nosotros”. 24 Cuando José despertó del sueño, hizo lo que el ángel del Señor le había ordenado: recibió en casa a [María] su esposa, 25 y no tuvo relaciones conyugales con ella hasta que dio a luz un hijo, al que José puso por nombre Jesús.

Los sabios de Oriente

Jesús nació en Belén un pueblo de Judea, durante el reinado de Herodes. Por entonces llegaron a Jerusalén, procedentes de Oriente, unos sabios, que preguntaban:

— ¿Dónde está el rey de los judíos recién nacido? Nosotros hemos visto aparecer su estrella en el Oriente y venimos a adorarlo.

El rey Herodes se inquietó mucho cuando llegó esto a sus oídos, y lo mismo les sucedió a todos los habitantes de Jerusalén. Así que ordenó que se reunieran los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley para averiguar por medio de ellos dónde había de nacer el Mesías. Ellos le dieron esta respuesta:

— En Belén de Judá, porque así lo escribió el profeta:

Tú, Belén, en el territorio de Judá,
no eres en modo alguno la menor
entre las ciudades importantes de Judá,
pues de ti saldrá un caudillo
que guiará a mi pueblo Israel.

Entonces Herodes hizo llamar en secreto a los sabios para que le informaran con exactitud sobre el tiempo en que habían visto la estrella. Luego los envió a Belén diciéndoles:

— Id allá y averiguad cuanto os sea posible acerca de ese niño. Y cuando lo hayáis encontrado, hacédmelo saber para que también yo vaya a adorarlo.

Los sabios, después de oír al rey, emprendieron de nuevo la marcha, y la estrella que habían visto en Oriente los guió hasta que se detuvo sobre el lugar donde estaba el niño. 10 Al ver la estrella, se llenaron de alegría. 11 Entraron entonces en la casa, vieron al niño con su madre María y, cayendo de rodillas, lo adoraron. Sacaron luego los tesoros que llevaban consigo y le ofrecieron oro, incienso y mirra.

12 Y advertidos por un sueño para que no volvieran adonde estaba Herodes, regresaron a su país por otro camino.

Huida a Egipto

13 Cuando se marcharon los sabios, un ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo:

— Levántate, toma al niño y a su madre, huye con ellos a Egipto y quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo.

14 José se levantó, tomó al niño y a la madre en plena noche y partió con ellos camino de Egipto, 15 donde permaneció hasta la muerte de Herodes. Así se cumplió lo que el Señor había dicho por medio del profeta: De Egipto llamé a mi hijo.

Los niños asesinados en Belén

16 Al darse cuenta Herodes de que se habían burlado de él aquellos sabios, montó en cólera y mandó matar en Belén y sus alrededores a todos los niños menores de dos años, conforme al tiempo que calculó a partir de los informes de los sabios. 17 Así se cumplió lo dicho por medio del profeta Jeremías:

18 En Ramá ha resonado un clamor
de muchos llantos y lamentos.
Es Raquel, que llora por sus hijos
y no quiere que la consuelen,
porque están muertos.

Regreso de Egipto

19 Después de muerto Herodes, un ángel del Señor se apareció en sueños a José, en Egipto, 20 y le dijo:

— Ponte en camino con el niño y con su madre y regresa con ellos a Israel, porque ya han muerto los que amenazaban la vida del niño.

21 José tomó al niño y a la madre, se puso en camino y regresó con ellos a Israel. 22 Pero al enterarse de que Arquelao, hijo de Herodes, reinaba en Judea en lugar de su padre, tuvo miedo de ir allá. Así que, advertido por un sueño, se dirigió a la región de Galilea 23 y se estableció en un pueblo llamado Nazaret. De esta manera se cumplió lo dicho por medio de los profetas: que Jesús sería llamado nazareno.

Introducción (1,1-4)

Muchos son los que han intentado escribir una historia coherente de los hechos que acaecieron entre nosotros, tal y como nos los transmitieron quienes desde el principio fueron testigos presenciales y encargados de anunciar el mensaje. Pues bien, muy ilustre Teófilo, después de investigar a fondo y desde sus orígenes todo lo sucedido, también a mí me ha parecido conveniente ponértelo por escrito ordenadamente, para que puedas reconocer la autenticidad de la enseñanza que has recibido.

I.— RELATOS DE LA INFANCIA (1,5—2,52)

Anuncio del nacimiento de Juan el Bautista

Durante el reinado de Herodes en Judea, hubo un sacerdote llamado Zacarías, que pertenecía al grupo sacerdotal de Abías. La esposa de Zacarías, llamada Elisabet, pertenecía también a la descendencia de Aarón. Ambos esposos eran rectos delante de Dios, intachables en el cumplimiento de todos los mandatos y disposiciones del Señor. Eran los dos de edad muy avanzada y no tenían hijos, porque Elisabet era estéril.

Estando un día Zacarías ejerciendo el servicio sagrado conforme al orden establecido, le tocó en suerte, según costumbre sacerdotal, entrar en el Templo a ofrecer el incienso. 10 Mientras ofrecía el incienso, una gran multitud de fieles permanecía fuera en oración. 11 En esto, un ángel del Señor se le apareció a la derecha del altar del incienso. 12 Zacarías, al verlo, se echó a temblar, lleno de miedo. 13 Pero el ángel le dijo:

— No tengas miedo, Zacarías. Dios ha escuchado tu oración, y tu mujer Elisabet te dará un hijo, al que llamarás Juan. 14 Tendrás una gran alegría y serán muchos los que también se alegrarán de su nacimiento, 15 porque será grande delante del Señor. No beberá vino ni otra bebida alcohólica cualquiera; estará lleno del Espíritu Santo aun antes de nacer 16 y hará que muchos israelitas vuelvan de nuevo al Señor su Dios. 17 Precederá al Señor con el espíritu y el poder de Elías, hará que los padres se reconcilien con los hijos y que los rebeldes recuperen la sensatez de los rectos, preparando así al Señor un pueblo bien dispuesto.

18 Zacarías dijo al ángel:

— Pero ¿cómo podré estar seguro de eso? Yo ya soy viejo y mi mujer tiene también muchos años.

19 El ángel le contestó:

— Yo soy Gabriel, el que está en la presencia de Dios. Él me envió a hablar contigo y comunicarte esta buena noticia. 20 Cuanto te he dicho se cumplirá en su momento oportuno; pero como no has dado crédito a mis palabras, vas a quedarte mudo y no volverás a hablar hasta el día en que tenga lugar todo esto.

21 Mientras tanto, la gente que esperaba a Zacarías estaba extrañada de que permaneciera tanto tiempo en el Templo. 22 Cuando por fin salió, al ver que no podía hablar, comprendieron que había tenido una visión en el Templo. Había quedado mudo y sólo podía expresarse por señas. 23 Una vez cumplido el tiempo de su servicio sacerdotal, Zacarías volvió a su casa. 24 Pasados unos días, Elisabet, su esposa, quedó embarazada y permaneció cinco meses sin salir de casa, pues decía: 25 “Al hacer esto conmigo, el Señor ha querido librarme de la vergüenza ante los demás”.

Anuncio del nacimiento de Jesús

26 Al sexto mes, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a Nazaret, un pueblo de Galilea, 27 a visitar a una joven virgen llamada María, que estaba prometida en matrimonio a José, un varón descendiente del rey David. 28 El ángel entró en el lugar donde estaba María y le dijo:

— Alégrate, favorecida de Dios. El Señor está contigo.

29 María se quedó perpleja al oír estas palabras, preguntándose qué significaba aquel saludo. 30 Pero el ángel le dijo:

— No tengas miedo, María, pues Dios te ha concedido su gracia. 31 Vas a quedar embarazada, y darás a luz un hijo, al cual pondrás por nombre Jesús. 32 Un hijo que será grande, será Hijo del Altísimo. Dios, el Señor, le entregará el trono de su antepasado David, 33 reinará eternamente sobre la casa de Jacob y su reinado no tendrá fin.

34 María replicó al ángel:

— Yo no tengo relaciones conyugales con nadie; ¿cómo, pues, podrá sucederme esto?

35 El ángel le contestó:

— El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Dios Altísimo te envolverá. Por eso, el niño que ha de nacer será santo, será Hijo de Dios. 36 Mira, si no, a Elisabet, tu parienta: también ella va a tener un hijo en su ancianidad; la que consideraban estéril, está ya de seis meses, 37 porque para Dios no hay nada imposible. 38 María dijo:

— Yo soy la esclava del Señor. Que él haga conmigo como dices.

Entonces el ángel la dejó y se fue.

María visita a Elisabet

39 Por aquellos mismos días María se puso en camino y, a toda prisa, se dirigió a un pueblo de la región montañosa de Judá. 40 Entró en casa de Zacarías y saludó a Elisabet. 41 Y sucedió que, al oír Elisabet el saludo de María, el niño que llevaba en su vientre saltó de alegría. Elisabet quedó llena del Espíritu Santo, 42 y exclamó con gritos alborozados:

— ¡Dios te ha bendecido más que a ninguna otra mujer, y ha bendecido también al hijo que está en tu vientre! 43 Pero ¿cómo se me concede que la madre de mi Señor venga a visitarme? 44 Porque, apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi vientre. 45 ¡Feliz tú, porque has creído que el Señor cumplirá las promesas que te ha hecho!

María alaba al Señor

46 Entonces dijo María:

— Todo mi ser ensalza al Señor.
47 Mi corazón está lleno de alegría
a causa de Dios, mi Salvador,
48 porque ha puesto sus ojos en mí
que soy su humilde esclava.
De ahora en adelante
todos me llamarán feliz,
49 pues ha hecho maravillas conmigo
aquel que es todopoderoso,
aquel cuyo nombre es santo
50 y que siempre tiene misericordia
de aquellos que le honran.
51 Con la fuerza de su brazo
destruyó los planes de los soberbios.
52 Derribó a los poderosos de sus tronos
y encumbró a los humildes.
53 Llenó de bienes a los hambrientos
y despidió a los ricos con las manos vacías.
54 Se desveló por el pueblo de Israel, su siervo,
acordándose de mostrar misericordia,
55 conforme a la promesa de valor eterno
que hizo a nuestros antepasados,
a Abrahán y a todos sus descendientes.

56 María se quedó unos tres meses con Elisabet, y luego regresó a su casa.

Nacimiento de Juan

57 Cuando se cumplió el tiempo de dar a luz, Elisabet tuvo un hijo. 58 Sus vecinos y parientes se enteraron de este gran don que el Señor, en su misericordia, le había concedido, y acudieron a felicitarla. 59 A los ocho días del nacimiento llevaron a circuncidar al niño. Todos querían que se llamase Zacarías como su padre; 60 pero la madre dijo:

— No, su nombre ha de ser Juan.

61 Ellos, entonces, le hicieron notar:

— Nadie se llama así en tu familia.

62 Así que se dirigieron al padre y le preguntaron por señas qué nombre quería poner al niño. 63 Zacarías pidió una tablilla de escribir y puso en ella: “Su nombre es Juan”, con lo que todos se quedaron asombrados. 64 En aquel mismo momento, Zacarías recuperó el habla y comenzó a alabar a Dios, 65 de modo que los vecinos que estaban viendo lo que pasaba se llenaron de temor. Todos estos acontecimientos se divulgaron por toda la región montañosa de Judea. 66 Y cuantos oían hablar de lo sucedido, se quedaban muy pensativos y se preguntaban: “¿Qué va a ser este niño?”. Porque era evidente que el Señor estaba con él.

La profecía de Zacarías

67 Zacarías, el padre de Juan, quedó lleno del Espíritu Santo y habló proféticamente diciendo:

68 ¡Bendito sea el Señor, el Dios de Israel,
que ha venido a auxiliar
y a dar la libertad a su pueblo!
69 Nos ha suscitado un poderoso salvador
de entre los descendientes de su siervo David.
70 Esto es lo que había prometido desde antiguo
por medio de sus santos profetas:
71 que nos salvaría de nuestros enemigos
y del poder de los que nos odian,
72 mostrando así su compasión
con nuestros antepasados
y acordándose de cumplir su santa alianza.
73 Y este es el firme juramento
que hizo a nuestro padre Abrahán:
74 que nos libraría de nuestros enemigos,
para que, sin temor alguno, le sirvamos
75 santa y rectamente en su presencia
a lo largo de toda nuestra vida.
76 En cuanto a ti, hijo mío,
serás profeta del Dios Altísimo,
porque irás delante del Señor
para preparar su venida
77 y anunciar a su pueblo la salvación
mediante el perdón de los pecados.
78 Y es que la misericordia entrañable de nuestro Dios,
nos trae de lo alto un nuevo amanecer
79 para llenar de luz a los que viven
en oscuridad y sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos por caminos de paz.

80 El niño creció y su espíritu se fortaleció. Y estuvo viviendo en lugares desiertos hasta el día en que se presentó ante el pueblo de Israel.

Nacimiento de Jesús (Mt 1,18-25)

Augusto, el emperador romano, publicó por aquellos días un decreto disponiendo que se empadronaran todos los habitantes del Imperio. Este fue el primer censo que se hizo siendo Cirino gobernador de Siria. Todos tenían que ir a empadronarse, cada uno a su ciudad de origen. Por esta razón, también José, que era descendiente del rey David, se dirigió desde Nazaret, en la región de Galilea, a Belén, la ciudad de David, en el territorio de Judea, para empadronarse allí juntamente con su esposa María, que se hallaba embarazada.

Y sucedió que, mientras estaban en Belén, se cumplió el tiempo del alumbramiento. Y María dio a luz a su primogénito; lo envolvió en pañales y lo puso en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón.

Los ángeles y los pastores

En unos campos cercanos había unos pastores que pasaban la noche a la intemperie cuidando sus rebaños. De pronto, se les apareció un ángel del Señor y el resplandor de la gloria de Dios los llenó de luz de modo que quedaron sobrecogidos de temor. 10 Pero el ángel les dijo:

— No tengáis miedo, porque vengo a traeros una buena noticia, que será causa de gran alegría para todo el pueblo. 11 En la ciudad de David os ha nacido hoy un Salvador, que es el Mesías, el Señor. 12 Esta será la señal para que lo reconozcáis: encontraréis al niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.

13 En aquel mismo instante apareció junto al ángel una multitud de otros ángeles del cielo, que alababan al Señor y decían:

14 — ¡Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres que gozan de su favor!

15 Luego los ángeles volvieron al cielo, y los pastores se decían unos a otros:

— Vamos a Belén, a ver eso que ha sucedido y que el Señor nos ha dado a conocer.

16 Fueron a toda prisa y encontraron a María, a José y al recién nacido acostado en el pesebre. 17 Al verlo, contaron todo lo que el ángel les había dicho acerca del niño. 18 Y todos cuantos escuchaban a los pastores se quedaban asombrados de lo que decían. 19 María, por su parte, guardaba todas estas cosas, meditándolas en lo íntimo de su corazón.

20 Los pastores se volvieron dando gloria a Dios y alabándolo por lo que habían visto y oído, pues todo había sucedido tal y como se les había anunciado.

Jesús es circuncidado y presentado en el Templo

21 A los ocho días llevaron a circuncidar al niño, y le pusieron por nombre Jesús, el nombre que el ángel le puso antes de ser concebido. 22 Más tarde, pasados ya los días de la purificación prescrita por la ley de Moisés, llevaron al niño a Jerusalén para presentárselo al Señor, 23 cumpliendo así lo que dispone la ley del Señor: Todo primogénito varón ha de ser consagrado al Señor, 24 y para ofrecer al mismo tiempo el sacrificio prescrito por la ley del Señor: una pareja de tórtolas o dos pichones.

25 Por aquel entonces vivía en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso que esperaba la liberación de Israel. El Espíritu Santo estaba con Simeón 26 y le había hecho saber que no moriría antes de haber visto al Mesías enviado por el Señor. 27 Guiado por el Espíritu Santo, Simeón fue al Templo cuando los padres del niño Jesús llevaban a su hijo para hacer con él lo que ordenaba la ley. 28 Y tomando al niño en brazos, alabó a Dios diciendo:

29 Ahora, Señor, ya puedo morir en paz,
porque has cumplido tu promesa.
30 Con mis propios ojos he visto
la salvación que nos envías
31 y que has preparado
a la vista de todos los pueblos:
32 luz que se manifiesta a las naciones,
y gloria de tu pueblo Israel.

33 Los padres de Jesús estaban asombrados de lo que Simeón decía acerca del niño. 34 Simeón los bendijo y anunció a María, la madre del niño:

— Mira, este niño va a ser causa en Israel de que muchos caigan y otros muchos se levanten. Será también signo de contradicción 35 puesto para descubrir los pensamientos más íntimos de mucha gente. En cuanto a ti, una espada te atravesará el corazón.

36 Había también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana que en su juventud había estado casada siete años, 37 y permaneció luego viuda hasta los ochenta y cuatro años de edad. Ahora no se apartaba del Templo, sirviendo al Señor día y noche con ayunos y oraciones. 38 Se presentó, pues, Ana en aquel mismo momento alabando a Dios y hablando del niño a todos los que esperaban la liberación de Jerusalén.

El regreso a Nazaret

39 Después de haber cumplido todos los preceptos de la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su pueblo, Nazaret. 40 El niño iba creciendo y robusteciéndose; estaba lleno de sabiduría y gozaba del favor de Dios.

El niño Jesús en el Templo

41 Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén, a celebrar la fiesta de la Pascua. 42 Cuando el niño cumplió doce años, subieron juntos a la fiesta, como tenían por costumbre. 43 Una vez terminada la fiesta, emprendieron el regreso. Pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén sin que sus padres lo advirtieran. 44 Pensando que iría mezclado entre la caravana, hicieron una jornada de camino y al término de ella comenzaron a buscarlo entre los parientes y conocidos. 45 Y como no lo encontraron, regresaron a Jerusalén para seguir buscándolo allí. 46 Por fin, al cabo de tres días, lo encontraron en el Templo, sentado en medio de los doctores, escuchándolos y haciéndoles preguntas. 47 Cuantos lo oían estaban asombrados de su inteligencia y de sus respuestas. 48 Sus padres se quedaron atónitos al verlo; y su madre le dijo:

— Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Tu padre y yo hemos estado muy angustiados buscándote.

49 Jesús les contestó:

— ¿Y por qué me buscabais? ¿No sabéis que debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?

50 Pero ellos no comprendieron lo que les decía.

51 Después el niño regresó a Nazaret con sus padres y siguió sujeto a ellos. En cuanto a su madre, guardaba todas estas cosas en lo íntimo de su corazón. 52 Y Jesús crecía, y con la edad aumentaban su sabiduría y el favor de que gozaba ante Dios y la gente.