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Me siento sumamente angustiado;
    por eso, mi Dios, pienso en ti
desde la tierra del Jordán,
    desde las alturas del Hermón,
    desde el monte Mizar.
Un abismo llama a otro abismo
    en el rugir de tus cascadas;
todas tus ondas y tus olas
    se han precipitado sobre mí.

Esta es la oración al Dios de mi vida:
    que de día el Señor mande su amor,
    y de noche su canto me acompañe.
Y le digo a Dios, a mi Roca:
    «¿Por qué me has olvidado?
¿Por qué debo andar de luto
    y oprimido por el enemigo?»
10 Mortal agonía me penetra hasta los huesos
    ante la burla de mis adversarios,
mientras me echan en cara a todas horas:
    «¿Dónde está tu Dios?»

11 ¿Por qué voy a inquietarme?
    ¿Por qué me voy a angustiar?
En Dios pondré mi esperanza,
    y todavía lo alabaré.
    ¡Él es mi Salvador y mi Dios!

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