Bible in 90 Days
Verdadera y falsa sabiduría
13 Si entre vosotros alguien se precia de sabio o inteligente, demuestre con su buena conducta su amabilidad y su sabiduría. 14 Pero si tenéis el corazón lleno de envidia y de ambición, ¿para qué presumir de sabiduría y andar falseando la verdad? 15 Semejante sabiduría no viene de lo alto, sino que es terrena, carnal, diabólica. 16 Y es que donde hay envidia y ambición, allí reina el desenfreno y la maldad sin límites. 17 En cambio, la sabiduría que viene de lo alto es ante todo pura, pero también pacífica, indulgente, conciliadora, compasiva, fecunda, imparcial y sincera. 18 Resumiendo: los artífices de la paz siembran en paz, para obtener el fruto de una vida recta.
Amistad con el mundo, amistad con Dios
4 ¿De dónde surgen los conflictos y las luchas que hay entre vosotros? Sin duda, de las pasiones que lleváis siempre en pie de guerra en vuestro interior. 2 Si ambicionáis y no tenéis, asesináis; si ardéis en deseos y no podéis satisfacerlos, os enzarzáis en luchas y contiendas. No tenéis porque no pedís. 3 Y, si pedís, no recibís nada porque pedís con la torcida intención de malgastarlo en vuestros caprichos. 4 ¡Gente infiel! ¿No sabéis que la amistad con el mundo es enemistad con Dios? Por tanto, quien pretende tener al mundo por amigo, se hace enemigo de Dios. 5 Pues no dice en vano la Escritura: “Dios ama celosamente al espíritu que puso en nosotros”. 6 Aunque su benevolencia es siempre mayor, y por eso dice también la Escritura: Dios hace frente a los orgullosos y concede, en cambio, su favor a los humildes. 7 Someteos, pues, a Dios y resistid al diablo, que no tendrá más remedio que huir. 8 Acercaos a Dios, y Dios se acercará a vosotros. ¡Limpiad vuestras manos, pecadores! ¡Purificad vuestros corazones, los que os portáis con doblez! 9 Reconoced vuestra miseria; llorad y lamentaos: que la risa se os convierta en llanto, y en tristeza la alegría. 10 Humillaos ante el Señor y él os ensalzará.
III.— JUICIO Y SALVACIÓN (4,11—5,18)
El juicio sobre el hermano
11 Hermanos, no habléis mal unos de otros. Quien critica a su hermano o se erige en su juez, está criticando y juzgando a la ley. Y si juzgas a la ley, no eres su cumplidor, sino su juez. 12 Mas sólo hay uno que es al mismo tiempo legislador y juez; sólo uno que tiene poder para salvar y condenar. ¿Quién eres tú, entonces, para erigirte en juez del prójimo?
Advertencias a los autosuficientes
13 En cuanto a vosotros, los que decís: “Hoy o mañana iremos a tal ciudad y pasaremos allí el año negociando y enriqueciéndonos”, 14 ¿sabéis, acaso, qué os sucederá mañana? Pues vuestra vida es como una nube de vapor, que aparece un instante y al punto se disipa. 15 Haríais mejor en decir: “Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello”. 16 Pero no; alardeáis con fanfarronería, sin pensar que semejante actitud es siempre reprochable. 17 Porque quien sabe hacer el bien y no lo hace, comete pecado.
El peligro de la riqueza
5 Vosotros, los ricos, llorad y gemid a la vista de las calamidades que se os van a echar encima. 2 Vuestra riqueza está podrida; vuestros vestidos están apolillados. 3 Hasta vuestro oro y vuestra plata están siendo presa de la herrumbre, que testimoniará contra vosotros y devorará vuestros cuerpos como fuego. ¿Para qué amontonáis riquezas ahora que el tiempo se acaba? 4 Mirad, el salario defraudado a los jornaleros que cosecharon vuestros campos está clamando, y sus clamores han llegado a los oídos del Señor del universo. 5 Habéis vivido con lujo en la tierra, entregados al placer; con ello habéis engordado para el día de la matanza. 6 Habéis condenado y asesinado al inocente que ya no os opone resistencia.
Invitación a la paciencia
7 Por vuestra parte, hermanos, esperad con paciencia la venida gloriosa del Señor. Como espera el labrador el fruto precioso de la tierra, aguardando pacientemente que lleguen las [lluvias] de otoño y primavera, 8 así vosotros tened paciencia y buen ánimo, porque está próxima la venida gloriosa del Señor.
9 No os quejéis, hermanos, unos de otros, para que no seáis condenados; el juez ya está a las puertas. 10 Como ejemplo de sufrimiento y de paciencia, tenéis a los profetas, que hablaron en nombre del Señor. 11 Consideramos dichosos a los que supieron mantenerse firmes. Más aún, tenéis conocimiento de la firmeza de Job, y ya veis el feliz desenlace a que lo condujo el Señor; porque el Señor es compasivo y misericordioso. 12 Pero, ante todo, hermanos, no juréis ni por el cielo, ni por la tierra, ni con ningún otro juramento. Cuando digáis “sí”, sea sí; y cuando digáis “no”, sea no. De ese modo no incurriréis en condenación.
13 ¿Sufre alguno de vosotros? Que ore. ¿Está gozoso? Que alabe al Señor. 14 ¿Ha caído enfermo? Que mande llamar a los presbíteros de la Iglesia para que lo unjan con aceite en el nombre del Señor y hagan oración por él. 15 La oración hecha con fe sanará al enfermo; el Señor lo restablecerá y le serán perdonados los pecados que haya cometido. 16 Reconoced, pues, mutuamente vuestros pecados y orad unos por otros. Así sanaréis, ya que es muy poderosa la oración perseverante del justo. 17 Ahí tenéis a Elías, un ser humano como nosotros: oró fervientemente para que no lloviese, y durante tres años y seis meses no cayó una gota de agua sobre la tierra. 18 Luego volvió a orar, y el cielo dio lluvia y la tierra produjo su fruto.
Recomendación final
19 Hermanos míos, si uno de vosotros se aleja de la verdad y otro lo vuelve al buen camino, 20 sabed que aquel que convierte de su extravío a un pecador, lo salvará de la muerte y alcanzará el perdón para un sinfín de pecados.
Saludo
1 Pedro, apóstol de Jesucristo, a los elegidos que viven como extranjeros dispersos por el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia. 2 A vosotros, objeto del designio amoroso de Dios Padre y consagrados por medio del Espíritu para que obedezcáis a Jesucristo y seáis purificados con su sangre, os deseo gracia y paz en abundancia.
I.— UNA HERENCIA RESERVADA EN LOS CIELOS (1,3-12)
Viviendo en esperanza
3 Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo que, por su inmenso amor y mediante la resurrección de Jesucristo triunfante de la muerte, nos ha hecho renacer a una esperanza viviente, 4 a una herencia incorruptible, inmaculada e imperecedera. Una herencia reservada en los cielos para vosotros 5 a quienes el poder de Dios asegura, mediante la fe, la salvación que ha de revelarse en el momento final. 6 Por eso vivís alegres, aunque por un poco tiempo todavía sea necesario que soportéis la aflicción de múltiples pruebas. 7 Claro que así la autenticidad de vuestra fe —de más valor que el oro, que no deja de ser caduco aunque sea acrisolado por el fuego— será motivo de alabanza, de gloria y de honor, cuando se manifieste Jesucristo, 8 a quien amáis y en quien confiáis aun sin haberlo visto. Os alegraréis, con un gozo inenarrable y radiante, 9 al recibir la salvación, meta de vuestra fe.
Una salvación anunciada
10 Acerca de esta salvación indagaron e investigaron los profetas cuando anunciaban los bienes que Dios os tenía destinados. 11 Pretendían así averiguar a qué persona y a qué tiempo se refería el Espíritu de Cristo, que alentaba en ellos, cuando anunciaba de antemano lo que Cristo había de sufrir y la gloria que seguiría a tales sufrimientos. 12 Y se les reveló que lo que ahora os anuncian quienes os proclaman el mensaje evangélico con la fuerza del Espíritu Santo enviado desde el cielo, lo llevan a cabo no en su provecho, sino en el vuestro. Anuncio este que los mismos ángeles están deseando contemplar.
II.— UN NUEVO ESTILO DE VIDA (1,13—2,18)
Llamados a una vida nueva
13 Tened, pues, a punto vuestra mente; no os dejéis seducir y poned toda vuestra esperanza en el don que os traerá la manifestación de Jesucristo. 14 Como hijos obedientes, no sometáis vuestra vida a las apetencias de antaño, cuando aún vivíais en la ignorancia. 15 Por el contrario, comportaos en todo santamente, como santo es el que os llamó. 16 Pues así lo dice la Escritura: Sed santos, porque yo soy santo.
17 Y, si llamáis Padre al que juzga a todos sin favoritismos y según su conducta, comportaos fielmente mientras vivís en tierra extraña. 18 Debéis saber que habéis sido liberados de la estéril situación heredada de vuestros mayores, no con bienes caducos como son el oro y la plata, 19 sino con la sangre preciosa de Cristo, cordero sin mancha y sin tacha 20 que, existiendo desde antes de la creación del mundo, se ha manifestado al final de los tiempos para vuestro bien. 21 Gracias a él, creéis en Dios, que lo resucitó triunfante de la muerte y lo llenó de gloria para que de esta manera vuestra fe y vuestra esperanza descansen en Dios.
Invitación al amor fraterno
22 Obedientes a la verdad, habéis eliminado cuanto impide una auténtica fraternidad. Amaos, pues, intensa y entrañablemente unos a otros 23 ya que habéis nacido de nuevo, no de un germen mortal, sino de uno inmortal, mediante la palabra de Dios viva y permanente. 24 Porque está escrito:
Todo mortal es como hierba;
toda su hermosura como flor de hierba.
Se agosta la hierba y cae la flor.
25 Pero la palabra de Dios perdura para siempre.
Y esta es la palabra que os ha sido anunciada como buena noticia.
Piedras vivas del templo de Dios
2 Renunciad, pues, a toda malicia, a todo engaño, hipocresía, envidia o maledicencia. 2 Como niños recién nacidos, nutríos de la leche pura del Espíritu para que con ella crezcáis y recibáis la salvación, 3 ya que habéis gustado la bondad del Señor.
4 Al integraros en él, piedra viva rechazada por los humanos, pero escogida y preciosa para Dios, 5 también vosotros, como piedras vivas, os vais construyendo como templo espiritual para formar un sacerdocio consagrado que, por medio de Jesucristo, ofrezca sacrificios espirituales y agradables a Dios. 6 Pues dice la Escritura:
Mirad, yo coloco en Sión
una piedra angular, escogida y preciosa;
quien ponga su confianza en ella,
no se verá defraudado.
7 Piedra de gran valor para vosotros los creyentes. En cambio, para los incrédulos:
La piedra que desecharon los constructores,
se ha convertido en la piedra principal,
8 en piedra de tropiezo, en roca donde uno se estrella.
Y, efectivamente, en ella tropiezan los que no aceptan el mensaje; tal es su destino. 9 Pero vosotros sois raza elegida, sacerdocio real, nación consagrada , pueblo de su posesión, destinado a proclamar las grandezas de quien os llamó de las tinieblas a su luz maravillosa. 10 Los que antes erais “no pueblo”, sois ahora pueblo de Dios; los que no erais amados, sois ahora objeto de su amor.
Modelos de conducta
11 Queridos hermanos, sois gente de paso en tierra extraña. Por eso os exhorto a que luchéis contra los apetitos desordenados que hacen guerra al espíritu. 12 Portaos ejemplarmente entre los paganos, para que vuestras buenas acciones desmientan las calumnias de quienes os consideran malhechores, y puedan también ellos glorificar a Dios el día en que venga a visitarlos. 13 En atención al Señor, prestad acatamiento a toda autoridad humana, ya sea al jefe del Estado en su calidad de soberano, 14 ya a los gobernantes puestos por Dios para castigar a los malhechores y premiar a quienes observan una conducta ejemplar. 15 Porque la voluntad de Dios es que, haciendo el bien, cerréis la boca de los ignorantes e insensatos. 16 Sois libres, pero utilizad la libertad para servir a Dios y no como patente de libertinaje. 17 Tratad a todos con deferencia, amad a los hermanos, temed a Dios, respetad al jefe del Estado. 18 Que los empleados acaten con todo respeto las órdenes de sus jefes, no sólo de los buenos y amables, sino también de los impertinentes.
III.— TRAS LAS HUELLAS DE CRISTO RESUCITADO (2,19—4,19)
Imitar a Jesucristo
19 Es una bella cosa aguantar vejaciones injustas conscientes de que Dios así lo quiere. 20 Si se os golpeara por ser culpables, ¿qué mérito tendría vuestro aguante? Pero que sufráis y aguantéis aun habiendo hecho el bien, es cosa que agrada a Dios. 21 Precisamente a eso habéis sido llamados: a seguir las huellas de Cristo, que padeciendo por vosotros, os dejó un modelo que imitar: 22 Cristo, que ni cometió pecado ni se encontró mentira en sus labios. 23 Cuando lo injuriaban, no respondía con injurias, sino que sufría sin amenazar y se ponía en manos de Dios, que juzga con justicia. 24 Cargando sobre sí nuestros pecados, los llevó hasta el madero para que nosotros muramos al pecado y vivamos con toda rectitud. Habéis sido, pues, sanados a costa de sus heridas; 25 Antes, en efecto , andabais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al que es pastor y guardián de vuestras vidas.
Los esposos cristianos
3 También vosotras, mujeres, sed respetuosas con vuestros maridos, para que vuestra conducta intachable y recatada, basada en hechos y no en palabras, conquiste incluso a los más reacios al mensaje de salvación. 3 No os preocupe tanto el adorno exterior —peinados llamativos, joyas valiosas, vestidos lujosos— 4 cuanto el interior, el del corazón: el adorno incorruptible de un espíritu apacible y sereno, que es la auténtica belleza a los ojos de Dios. 5 Así se engalanaban antaño aquellas santas mujeres que habían puesto su esperanza en Dios: mostrándose respetuosas con sus maridos. 6 Buen ejemplo el de Sara, que obedecía a Abrahán llamándole “señor”; vosotras seréis hijas suyas, si hacéis el bien sin dejaros intimidar por nada.
7 Igualmente vosotros, maridos, convivid con ellas sabiendo que la mujer es un ser más delicado que merece un honor especial y que habéis de heredar junto con ellas el don de la vida. De esta manera tendréis asegurado el éxito de vuestras oraciones.
Hacer el bien sin miedo al sufrimiento
8 En fin, tened todos un mismo pensar, compartid penas y alegrías, portaos fraternalmente, sed misericordiosos y sencillos. 9 No devolváis mal por mal, ni insulto por insulto. Al contrario, bendecid, pues habéis sido llamados a heredar una bendición. 10 En efecto:
Quien desee amar la vida
y conocer días felices,
debe guardar su lengua del mal,
y sus labios de la falsedad.
11 Debe apartarse del mal y practicar el bien,
debe buscar la paz y correr tras ella.
12 Pues los ojos del Señor se fijan en los buenos,
y sus oídos atienden a sus ruegos.
Rechaza, en cambio, el Señor
a quienes practican el mal.
13 Y ¿quién podrá haceros daño, si os entregáis con ardor a la práctica del bien? 14 Pero, aun cuando tengáis que sufrir por comportaros rectamente, ¡dichosos vosotros! No les tengáis miedo ni os acobardéis. 15 Glorificad en vuestro corazón a Cristo, el Señor, estando dispuestos en todo momento a dar razón de vuestra esperanza a cualquiera que os pida explicaciones. Pero, eso sí, hacedlo con dulzura y respeto, 16 como quien tiene limpia la conciencia, para que quienes critican vuestra buena conducta cristiana, queden avergonzados de sus calumnias. 17 Porque más vale sufrir, si así lo quiere Dios, por hacer el bien, que por hacer el mal.
El bautismo que salva
18 También Cristo murió por los pecados, una vez por todas, el inocente por los culpables, para conduciros a Dios. Como mortal, sufrió la muerte; como espiritual fue devuelto a la vida. 19 Fue entonces también cuando proclamó su mensaje a los espíritus que se hallaban en prisión, 20 es decir, a los desobedientes del tiempo de Noé, cuando Dios esperaba pacientemente mientras se construía el arca, en la que unos pocos —ocho personas— se salvaron a través del agua. 21 Aquello fue una imagen del bautismo que ahora os salva. Bautismo que no consiste en quitar una suciedad corporal, sino en comprometerse ante Dios a llevar una conducta limpia. Y os salva en virtud de la resurrección de Jesucristo, 22 que, ascendido al cielo, comparte el poder soberano de Dios y tiene bajo su autoridad a todas las potencias celestiales.
Romper con una vida de pecado
4 Si Cristo padeció en su cuerpo, haceos a la idea de que también vosotros tenéis que padecer, pues el que está sufriendo corporalmente se supone que ha roto con el pecado 2 para vivir el resto de su vida mortal conforme a la voluntad de Dios y no conforme a las pasiones humanas. 3 Porque bastante tiempo habéis pasado ya viviendo al estilo de los paganos, es decir, entregados al desenfreno y a la liviandad, a crápulas, orgías, borracheras y abominables cultos idolátricos. 4 Ahora, ellos se extrañan y os insultan porque no os lanzáis junto con ellos a ese torrente desbordado de lujuria. 5 Pero tendrán que rendir cuentas al que está preparado para juzgar a vivos y muertos. 6 Por eso precisamente, también a los que ya murieron se les anunció el mensaje de salvación, a fin de que, juzgados como mortales, obtengan de Dios la vida del espíritu.
Administradores fieles
7 Se aproxima el final de todas las cosas. Sed, por tanto, juiciosos y sobrios, para que podáis dedicaros a la oración. 8 Ante todo, amaos entrañablemente unos a otros, pues el amor alcanza el perdón de los pecados por muchos que sean. 9 Practicad de buen grado la hospitalidad mutua. 10 Que todos, como buenos administradores de los múltiples dones de Dios, pongan al servicio de los demás el don que recibieron. 11 El que habla, que comunique palabra de Dios; el que presta un servicio, hágalo consciente de que es Dios quien le da las fuerzas. Así, en todo lo que hagáis, Dios resultará glorificado por medio de Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el poder por siempre y para siempre. Amén.
Compartiendo los sufrimientos de Cristo
12 Queridos, no os asombre como algo inesperado la tremenda prueba desatada contra vosotros. 13 Alegraos, más bien, de compartir los sufrimientos de Cristo, para que el día de su gloriosa manifestación también vosotros saltéis de júbilo. 14 Dichosos si sois ultrajados por seguir a Cristo; eso quiere decir que el Espíritu glorioso de Dios alienta en vosotros. 15 Que ninguno de vosotros tenga que sufrir por asesino, ladrón, malhechor o entrometido. 16 Pero si es por ser cristiano, que no se avergüence, sino que alabe a Dios por llevar ese nombre. 17 Porque ha llegado el tiempo del juicio, que ha de comenzar por el mismo pueblo de Dios. Y si comienza por nosotros, ¿qué pueden esperar los que se niegan a aceptar el evangelio de Dios? 18 Pues si el bueno a duras penas se salva, ¿qué suerte correrán el impío y el pecador? 19 Así que, incluso los que sufren en conformidad con la voluntad divina, deben confiarse a la fidelidad del Creador, sin dejar de hacer el bien.
IV.— CONSEJOS DIVERSOS (5,1-14)
A los dirigentes de la Iglesia
5 Esto es lo que pido a vuestros dirigentes yo, que comparto con ellos la tarea y soy testigo de la pasión de Cristo y partícipe de la gloria que está a punto de revelarse: 2 apacentad el rebaño de Dios confiado a vuestro cargo; velad sobre él, no a la fuerza o por una rastrera ganancia, sino gustosamente y con generosidad, como Dios quiere; 3 no como dictadores sobre quienes estén a vuestro cargo, sino como modelos del rebaño. 4 Y el día en que se manifieste el Pastor supremo recibiréis el premio imperecedero de la gloria.
A los fieles
5 En cuanto a vosotros, jóvenes, respetad a vuestros mayores. Que la sencillez presida vuestras mutuas relaciones, pues Dios hace frente a los orgullosos y concede, en cambio, su favor a los humildes. 6 Así que someteos al poder de Dios, para que él os encumbre en el momento oportuno. 7 Confiadle todas vuestras preocupaciones, ya que él se preocupa de vosotros. 8 No os dejéis seducir ni sorprender. Vuestro enemigo el diablo ronda como león rugiente buscando a quién devorar. 9 Resistidlo firmes en la fe, conscientes de que vuestros hermanos dispersos por el mundo soportan los mismos sufrimientos. 10 Y Dios, fuente de todo bien, que os ha llamado a compartir con Cristo su gloria eterna, después de estos breves padecimientos, os restablecerá, os confirmará, os fortalecerá y os colocará sobre una base inconmovible. 11 Suyo es el poder para siempre. Amén.
Saludos finales
12 Por medio de Silvano, a quien considero hermano de vuestra total confianza, os he escrito brevemente para animaros y aseguraros que esta es la verdadera gracia de Dios. ¡Manteneos en ella!
13 Os saluda la iglesia de Babilonia, a la que Dios ha elegido, lo mismo que a vosotros. También os saluda mi hijo Marcos. 14 Saludaos mutuamente con un beso de amor fraternal. Paz a todos los que vivís unidos a Cristo.
Saludo
1 Simón Pedro, servidor y apóstol de Jesucristo, a los que, en virtud de la fuerza salvadora de nuestro Dios y Salvador Jesucristo, les ha sido otorgada, lo mismo que a nosotros, una fe de tan alto valor. 2 Que la gracia y la paz abunden cada vez más en vosotros por el conocimiento de Dios y de Jesús, nuestro Señor.
Vida de auténticos creyentes
3 Dios, por su poder, nos ha concedido todo lo necesario para una vida plenamente piadosa mediante el conocimiento de quien nos llamó con su propia gloria y potencia 4 a través de preciosos y sublimes dones prometidos. De este modo podréis participar de la misma condición divina, habiendo huido de la corrupción que las pasiones han introducido en el mundo. 5 Por lo mismo, esforzaos al máximo en añadir a vuestra fe, la honradez; a la honradez, el recto criterio; 6 al recto criterio, el dominio de sí mismo; al dominio de sí mismo, la constancia; a la constancia, la piedad sincera; 7 a la piedad sincera, el afecto fraterno, y al afecto fraterno, el amor. 8 Porque si abundan en vosotros esas cualidades, no quedaréis inactivos y sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo se refiere. 9 En cambio, a quien le faltan, es un ciego que camina a tientas, olvidando que ha sido liberado de sus pecados de antaño. 10 Por tanto, hermanos, redoblad vuestro empeño en consolidar vuestro llamamiento y vuestra elección. Haciéndolo así, jamás fracasaréis. 11 Es más, se os facilitará una puerta espaciosa para entrar en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
Solicitud por los creyentes
12 Por eso tengo el propósito de insistir siempre en estas cosas, por más que ya las sepáis y os mantengáis firmes en la verdad que poseéis. 13 Mientras viva en este mundo, creo que estoy en el deber de mantener despierta vuestra atención con mis consejos. 14 Sé que muy pronto, según me lo ha dado a conocer nuestro Señor Jesucristo, habré de abandonar este cuerpo mortal. 15 Y precisamente por ello, trabajaré sin descanso para que, después de mi partida, podáis recordar estas enseñanzas en todo momento.
Cristo y la palabra profética
16 Cuando os anunciamos la venida gloriosa y plena de poder de nuestro Señor Jesucristo, no lo hicimos como si se tratara de leyendas fantásticas, sino como testigos oculares de su grandiosidad. 17 Él recibió, en efecto, honor y gloria cuando la sublime voz de Dios Padre resonó sobre él diciendo: “Este es mi Hijo amado, en quien me complazco.” 18 Y nosotros escuchamos esta voz venida del cielo mientras estábamos con el Señor en el monte santo.
19 Tenemos también la firmísima palabra de los profetas, a la que haréis bien en atender como a lámpara que alumbra en la oscuridad hasta que despunte el día y el astro matinal amanezca en vuestros corazones. 20 Sobre este punto, tened muy presente que ninguna profecía de la Escritura puede interpretarse por cuenta propia, 21 ya que ninguna profecía ha tenido su origen en la sola voluntad humana, sino que, impulsados por el Espíritu Santo, hubo quienes hablaron de parte de Dios.
Los falsos maestros
2 Pero así como antaño hubo falsos profetas en medio del pueblo de Israel, así también habrá entre vosotros falsos maestros que introducirán divisiones perniciosas. Se atreverán incluso a negar al Señor que los ha salvado, y de este modo se acarrearán un desastre fulminante. 2 Muchos secundarán sus desenfrenos, y el camino de la verdad será cubierto de oprobio por su culpa. 3 En su ambición querrán, con palabras engañosas, utilizaros a vosotros como objetos de compraventa; pero hace tiempo que está dictada su condena, y pronta para consumarse su ruina. 4 Dios, en efecto, no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que los arrojó a las cavernas tenebrosas del abismo, donde los mantiene encarcelados para el juicio. 5 Como tampoco perdonó a la humanidad primitiva, con excepción de Noé —preservado con otros siete por ser el pregonero de la justicia divina—, sino que desencadenó el diluvio sobre aquel mundo de impíos. 6 Ni libró de la destrucción a las ciudades de Sodoma y Gomorra, antes bien las redujo a cenizas para escarmiento de futuras generaciones pecadoras. 7 Salvó, en cambio, al intachable Lot que se hallaba abrumado por la conducta lujuriosa de aquellos desalmados, 8 pues, bueno como era y viviendo en medio de ellos, sentía rompérsele su buen corazón más y más cada día al ver y oír sus perversidades.
9 El Señor sabe librar de la prueba a los creyentes y reservar, en cambio, a los impíos para castigarlos el día del juicio; 10 sobre todo a quienes corren en pos de sucias apetencias carnales y desprecian la autoridad del Señor. Osados y arrogantes, injurian sin recato a los seres gloriosos, 11 siendo así que los mismos ángeles, superiores en fuerza y poder, no se atreven a difamarlos en presencia del Señor. 12 Tales individuos son como bestias sin seso, destinados por su naturaleza a ser atrapados en el cepo y a morir. Injurian lo que ignoran, y morirán con la muerte de las bestias, 13 recibiendo daño en pago del daño que causaron. Ponen su felicidad en el libertinaje a plena luz; impuros y viciosos, se entregan a sus placeres mientras banquetean alegremente con vosotros. 14 Miran con ojos cargados de pasión a la mujer adúltera; están siempre hambrientos de pecado; seducen a los débiles; su corazón rebosa avaricia; ¡son unos malditos! 15 Han abandonado el buen camino y se han extraviado, siguiendo el ejemplo de Balaán, hijo de Bosor, que buscó una recompensa inicua. 16 Pero Balaán fue recriminado por su maldad: una bestia de carga, incapaz de hablar, tomó voz humana y se opuso a la insensatez del profeta.
17 Esos individuos son manantiales sin agua, nubes arrastradas por el huracán. Densas tinieblas los aguardan, 18 pues son declamadores ampulosos y vacíos que seducen con la promesa de placeres carnales desenfrenados a quienes acaban de escapar de las garras del error. 19 Les prometen libertad, cuando ellos mismos son esclavos del vicio, pues quien te vence te esclaviza. 20 En efecto, si los que han sido liberados de la corrupción del mundo, al haber conocido a nuestro Señor y Salvador Jesucristo, se dejan de nuevo enredar y atrapar en ella, su situación final resulta peor que la primera. 21 Preferible les hubiera sido no conocer el camino de la salvación que, una vez conocido, volver la espalda a los santos mandamientos recibidos. 22 A ellos se aplica la verdad de aquel proverbio: “El perro vuelve a su propio vómito” y “La cerda recién lavada vuelve a revolcarse en el cieno”.
El Señor cumplirá la promesa de su venida
3 Esta es ya, queridos, la segunda carta que os escribo. En ambas pretendo despertar mediante recuerdos vuestra sincera conciencia, 2 para que rememoréis el mensaje anunciado en otro tiempo por los santos profetas, y el mandamiento del Señor y Salvador que os transmitieron vuestros apóstoles.
3 Sabed ante todo, que en los últimos días harán acto de presencia charlatanes que vivirán a su antojo y andarán diciendo en son de burla: 4 “¿Qué hay de la promesa de su gloriosa venida? Porque ya han muerto nuestros mayores y todo sigue como al principio de la creación”. 5 Quienes así se pronuncian, olvidan que antaño existieron unos cielos y una tierra, a la que Dios, con su palabra, hizo surgir del agua y consolidó en medio del agua. 6 Aquel mundo pereció anegado por las aguas. 7 En cuanto a los cielos y la tierra actuales, la misma palabra divina los tiene reservados para el fuego, conservándolos hasta el día del juicio y de la destrucción de los impíos.
8 De cualquier modo, queridos, no debéis olvidar que, para el Señor, un día es como mil años, y mil años como un día. 9 No es que el Señor se retrase en cumplir lo prometido, como algunos piensan; es que tiene paciencia con vosotros y no quiere que nadie se pierda, sino que todos se conviertan. 10 Pero el día del Señor vendrá como un ladrón. Entonces los cielos se derrumbarán con estrépito, los elementos del mundo quedarán pulverizados por el fuego y desaparecerá la tierra con cuanto hay en ella.
11 Si, pues, todo esto ha de ser aniquilado, ¡qué vida tan entregada a Dios y tan fiel debe ser la vuestra, 12 mientras esperáis y aceleráis la venida del día de Dios! Ese día, en que los cielos arderán y se desintegrarán y en que los elementos del mundo se derretirán consumidos por el fuego. 13 Nosotros, sin embargo, confiados en la promesa de Dios, esperamos unos cielos nuevos y una tierra nueva que sean morada de rectitud.
Invitación al esfuerzo y a la vigilancia
14 Por tanto, queridos, en espera de tales acontecimientos, esforzaos por vivir en paz con Dios, limpios e intachables. 15 Considerad que la paciencia de nuestro Señor es para nosotros salvación. En este sentido os ha escrito también nuestro querido hermano Pablo, con la sabiduría que Dios le ha concedido. 16 Lo repite en todas las cartas en que trata estos temas y en las que hay algunas cosas difíciles de entender, que los ignorantes y poco formados en la fe interpretan torcidamente —como hacen con otros pasajes de las Escrituras—, buscándose con ello su propia ruina.
Conclusión
17 Estáis, pues, advertidos, mis queridos. Montad guardia, para que no os seduzca el error de los libertinos ni se desmorone vuestra firmeza. 18 Y creced en gracia y en conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A él la gloria ahora y por siempre. Amén.
Introducción (1,1-4)
La Palabra de la vida
1 Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que hemos contemplado y tocado con nuestras manos en relación con la Palabra de la vida, 2 —se trata de la vida eterna que estaba junto al Padre y que se ha manifestado, que se nos ha hecho visible y nosotros la hemos visto y damos testimonio de ella y os la anunciamos—, 3 eso que hemos visto y oído, os lo anunciamos ahora para que viváis en unión con nosotros como nosotros vivimos en unión con el Padre y con su Hijo Jesucristo. 4 Esto que escribimos es para que nuestra común alegría sea completa.
I.— LUZ EN MEDIO DE LAS TINIEBLAS (1,5—2,29)
Dios es luz
5 Este es el mensaje que escuchamos a Jesucristo y que ahora os anunciamos: Dios es luz sin mezcla de tinieblas. 6 Si vamos diciendo que estamos unidos a Dios pero vivimos en tinieblas, mentimos y no practicamos la verdad. 7 Pero, si vivimos de acuerdo con la luz, como él vive en la luz, entonces vivimos unidos los unos con los otros y la muerte de su Hijo Jesús nos limpia de todo pecado.
8 Si alardeamos de no cometer pecado, somos unos ilusos y no poseemos la verdad. 9 Si, por el contrario, reconocemos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos purificará de toda iniquidad. 10 Si alardeamos de no haber pecado, dejamos a Dios por mentiroso y además es señal de que no hemos acogido su mensaje.
Jesucristo, nuestro intercesor ante el Padre
2 Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Ahora bien, si alguno peca, tenemos un intercesor ante el Padre: Jesucristo, el justo. 2 Porque Jesucristo murió para que nuestros pecados sean perdonados; y no sólo los nuestros, sino también los del mundo entero. 3 Estamos ciertos de que conocemos a Dios si cumplimos sus mandamientos. 4 Quien dice: “Yo lo conozco”, pero no cumple sus mandamientos, es un mentiroso y está lejos de la verdad. 5 El amor de Dios alcanza su verdadera perfección en aquel que cumple su palabra; así precisamente conocemos que vivimos unidos a Dios, 6 pues quien se precia de vivir unido a él, debe comportarse como se comportó Jesucristo.
El mandamiento del amor
7 Queridos, el mandamiento sobre el que os escribo no es nuevo, sino antiguo, pues lo tenéis desde el principio y es la palabra que escuchasteis. 8 Y, sin embargo, se trata de un mandamiento nuevo, en cuanto que se realiza en Cristo y en vosotros; porque las tinieblas van pasando y ya alumbra la luz verdadera. 9 Si alguien dice que vive en la luz y odia a su hermano, todavía vive en tinieblas. 10 El que ama a su hermano, vive en la luz y no caerá en pecado. 11 Pero quien lo aborrece, vive y camina en tinieblas, sin saber a dónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos.
El mundo y sus peligros
12 Os escribo, hijos míos, porque [Dios] ha perdonado vuestros pecados en nombre [de Jesús].
13 Os escribo a vosotros, los mayores, porque conocéis al que existe desde el principio. Os escribo a vosotros, los jóvenes, porque habéis vencido al maligno.
14 Os escribo, hijos míos, porque conocéis al Padre. Os escribo a vosotros, los mayores, porque permanecéis en el conocimiento del que existe desde el principio. Os escribo a vosotros, los jóvenes, porque sois valientes, permanecéis fieles a la palabra de Dios y habéis vencido al maligno.
15 No os encariñéis con este mundo ni con lo que hay en él, porque el amor al Padre y el amor al mundo son incompatibles. 16 Y es que cuanto hay de malo en el mundo —pasiones carnales, turbios deseos y ostentación orgullosa—, procede del mundo y no del Padre. 17 Pero el mundo y sus pasiones se desvanecen; sólo el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.
El anticristo
18 Hijos míos, estamos en la última hora, la hora del anticristo, según oísteis. Efectivamente, esta debe ser la hora final, porque son muchos los anticristos que están en acción. 19 Han salido de entre nosotros, aunque no eran de los nuestros. De haber sido de los nuestros, se habrían mantenido con nosotros. Pero así queda claro que no todos son de los nuestros.
20 En cuanto a vosotros, habéis sido consagrados por el Santo y gozáis de un pleno conocimiento. 21 Si os escribo, no es porque desconozcáis la verdad; de hecho la conocéis y sabéis que mentira y verdad se excluyen mutuamente. 22 Mentiroso es todo el que niega que Jesús es el Cristo. Ese es el anticristo, pues niega al Padre y al Hijo. 23 En efecto, quien niega al Hijo, rechaza al Padre; quien reconoce al Hijo, tiene también al Padre.
Invitación a la fidelidad
24 Por vuestra parte, permaneced fieles al mensaje que oísteis desde el principio; si lo hacéis así, participaréis de la vida del Padre y del Hijo. 25 Pues tal es la promesa que Cristo nos ha hecho: la vida eterna.
26 Al escribiros esto, os pongo en guardia contra quienes tratan de embaucaros. 27 Aunque el Espíritu que recibisteis de Jesucristo permanece en vosotros y no necesitáis que nadie os instruya. Porque precisamente ese Espíritu, fuente de verdad y no de mentira, es el que os instruye acerca de todas las cosas. Manteneos, pues, unidos a él según os enseñó.
28 En resumen, hijos míos, permaneced unidos a Cristo, para que cuando se manifieste tengamos absoluta confianza, en lugar de sentirnos abochornados al ser apartados de él en el día de su gloriosa venida. 29 Sabéis que Jesucristo es justo. Por eso debéis saber también que todo el que vive rectamente es hijo de Dios.
II.— COMPORTARNOS COMO HIJOS DE DIOS (3,1—4,6)
Somos hijos de Dios
3 ¡Mirad qué amor tan inmenso el del Padre, que nos proclama y nos hace ser hijos suyos! Si el mundo nos ignora, es porque no conoce a Dios. 2 Ahora, queridos, somos hijos de Dios, aunque todavía no se ha manifestado lo que hemos de ser. Pero sabemos que el día en que se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es. 3 Esta esperanza que hemos puesto en él es la que nos va perfeccionando, como él es perfecto.
Jesucristo borra nuestros pecados
4 Todo el que peca quebranta la ley, pues el pecado consiste en conculcar la ley. 5 Y sabéis que Jesucristo, en quien no hay pecado, vino a borrar nuestros pecados. 6 Quien permanece unido a él no comete pecado; quien sigue pecando, es que no lo ha visto ni conocido. 7 Hijos míos, que nadie os engañe; el que practica el bien es justo, como Jesús es justo. 8 Pero el que sigue pecando pertenece al diablo, porque el diablo es pecador desde el principio del mundo. El Hijo de Dios vino para aniquilar la obra del diablo, 9 y ninguno que sea hijo de Dios puede seguir pecando, porque Dios es su Padre, y la vida misma de Dios alienta en él. 10 En esto se distinguen los hijos de Dios de los hijos del diablo: quien no practica el bien ni ama al hermano, no es hijo de Dios.
El amor fraterno
11 Desde el principio habéis escuchado el anuncio de amaros unos a otros. 12 No como Caín, quien, por ser del maligno, asesinó a su hermano. Y ¿por qué lo asesinó? Pues porque sus acciones eran malas, y las de su hermano, en cambio, eran buenas.
13 No os extrañéis, hermanos, si el mundo os aborrece. 14 Sabemos que por amar a nuestros hermanos hemos pasado de la muerte a la vida, mientras que quien no ama sigue muerto. 15 Odiar al hermano es como darle muerte, y debéis saber que ningún asesino tiene dentro de sí vida eterna. 16 Nosotros hemos conocido lo que es el amor en que Cristo dio su vida por nosotros; demos también nosotros la vida por los hermanos. 17 Pero si alguien nada en la abundancia y, viendo que su hermano está necesitado le cierra el corazón, ¿tendrá valor para decir que ama a Dios? 18 Hijos míos, ¡obras son amores y no buenas razones!
Confianza en Dios
19 Esta será la señal de que pertenecemos a la verdad y podemos sentirnos seguros en presencia de Dios: 20 que si alguna vez nos acusa la conciencia, Dios es más grande que nuestra conciencia y conoce todas las cosas. 21 Pero si la conciencia no nos acusa, queridos, crece nuestra confianza en Dios 22 y él nos concederá todo lo que le pidamos, porque cumplimos sus mandamientos y hacemos cuanto le agrada. 23 Y este es su mandamiento: que creamos en su Hijo Jesucristo y que nos amemos unos a otros conforme al precepto que él nos dio. 24 Quien cumple sus mandamientos, permanece en Dios y Dios en él; así nos lo hace saber el Espíritu que nos dio.
Dios y el mundo
4 Queridos, andan por ahí muchos pretendidos profetas que presumen de poseer el Espíritu de Dios. Antes de fiaros de ellos, comprobad si verdaderamente lo poseen. 2 Si reconocen que Jesucristo ha venido como verdadero hombre, es que poseen el Espíritu de Dios. 3 Pero si no reconocen a Jesús, es que su espíritu no es de Dios, sino del anticristo, del cual habéis oído que estaba a punto de llegar; y, en efecto, ya está en el mundo.
4 En cuanto a vosotros, hijos míos, pertenecéis a Dios y habéis vencido a esos falsos profetas, pues el que está con vosotros es más fuerte que el que está con el mundo. 5 Ellos, como son mundanos, hablan de cosas mundanas, y la gente mundana les presta atención. 6 Pero nosotros pertenecemos a Dios, y nos escuchan los que conocen a Dios. No nos escuchan, en cambio, los que no conocen a Dios. Ahí tenéis la piedra de toque para discernir dónde está el error y dónde la verdad.
III.— EL AMOR Y LA FE (4,7—5,12)
En las fuentes del amor
7 Queridos, Dios es la fuente del amor: amémonos, pues, unos a otros. El que ama es hijo de Dios y conoce a Dios. 8 El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor. 9 Y Dios ha demostrado que nos ama enviando a su Hijo único al mundo para que tengamos vida por medio de él. 10 Pues el amor radica no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y envió a su Hijo como víctima por nuestros pecados. 11 Queridos, si a tal extremo ha llegado el amor de Dios para con nosotros, también nosotros debemos amarnos mutuamente. 12 Es cierto que jamás alguien ha visto a Dios; pero, si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor alcanza en nosotros cumbres de perfección.
13 Estamos seguros de que permanecemos en Dios y Dios permanece en nosotros, porque nos ha hecho partícipes de su Espíritu. 14 Y nosotros hemos visto y testificamos que el Padre ha enviado a su Hijo como salvador del mundo. 15 Quien reconoce que Jesús es el Hijo de Dios, permanece en Dios y Dios en él. 16 Por nuestra parte, hemos conocido y hemos puesto nuestra confianza en el amor que Dios nos tiene. Dios es amor, y quien permanece en el amor, permanece en Dios y Dios permanece en él. 17 Nuestro amor alcanza su más alto nivel de perfección cuando, al compartir nosotros ya en este mundo la condición de Cristo, nos hace esperar confiados el día del juicio. 18 Amor y temor, en efecto, son incompatibles; el auténtico amor elimina el temor, ya que el temor está en relación con el castigo, y el que teme es que aún no ha aprendido a amar perfectamente.
19 Amemos, pues, nosotros, porque Dios nos amó primero. 20 Quien dice: “Yo amo a Dios”, pero al mismo tiempo odia a su hermano, es un mentiroso. ¿Cómo puede amar a Dios, a quien no ve, si no es capaz de amar al hermano, a quien ve? 21 En fin, este mandamiento nos dejó Cristo: que quien ama a Dios, ame también a su hermano.
La fe que vence al mundo
5 Si creemos que Jesús es el Cristo, somos hijos de Dios. Ahora bien, no es posible amar al padre sin amar también al que es hijo del mismo padre. 2 Y conocemos que estamos amando a los hijos de Dios, cuando de veras amamos a Dios cumpliendo sus mandamientos, 3 puesto que amar a Dios consiste en cumplir sus mandamientos. No se trata, por lo demás, de preceptos insoportables, 4 ya que los hijos de Dios están equipados para vencer al mundo. Nuestra fe, en efecto, es la que vence al mundo, 5 pues quien cree que Jesús es el Hijo de Dios, triunfará sobre el mundo. 6 Jesucristo ha venido con agua y sangre; no sólo con el agua, sino con el agua y la sangre. Y el Espíritu, que es la verdad, da testimonio de esto. 7 Porque los testigos son tres: 8 el Espíritu, el agua y la sangre. Y los tres están de acuerdo. 9 Nosotros aceptamos testimonios humanos; pues bien, el testimonio de Dios es mucho más digno de crédito y consiste en haber declarado a favor de su Hijo. 10 Por eso, si creemos en el Hijo de Dios, es que hemos aceptado el testimonio de Dios. Pero quien no se fía de Dios ni presta crédito al testimonio que él ha dado en favor de su Hijo, está acusando a Dios de mentiroso. 11 Y lo que se testifica es que Dios nos ha dado la vida eterna y que esa vida está en su Hijo. 12 Quien vive unido al Hijo, tiene la vida; quien no vive unido al Hijo de Dios, no tiene la vida.
Conclusión (5,13-21)
Vida y muerte eternas
13 A vosotros, los que creéis en el Hijo de Dios, os he escrito todo esto para haceros saber que poseéis la vida eterna. 14 Tenemos plena confianza en que, si algo pedimos a Dios tal y como él quiere, nos atenderá. 15 Y si estamos seguros de que Dios siempre nos atiende, lo estamos también de conseguir lo que le pedimos.
16 Hay hermanos que cometen pecados que no llevan a la muerte. Debemos orar por ellos para que Dios les dé la vida. Pero sólo si se trata de pecados que no llevan a la muerte. En cambio, no mando rogar por quien comete el pecado que lleva a la muerte. 17 Cierto que toda mala conducta es pecado, pero hay pecados que no llevan a la muerte.
El Hijo de Dios nos protege
18 En cuanto a nosotros, sabemos que todos los que han nacido de Dios no siguen pecando, pues el Hijo de Dios los protege y los mantiene lejos del alcance del maligno. 19 Sabemos también que somos de Dios, mientras que el mundo entero está sometido al maligno. 20 Sabemos, en fin, que el Hijo de Dios ha venido y ha iluminado nuestras mentes para que conozcamos al Verdadero. Y nosotros estamos unidos al Verdadero y a su Hijo Jesucristo, que es Dios verdadero y vida eterna. 21 Hijos míos, manteneos alejados de la idolatría.
Saludo
1 El Anciano a la Señora elegida por Dios y a sus hijos a quienes amo conforme a la verdad; y no solamente yo, sino todos cuantos han conocido la verdad. 2 Compartimos, en efecto, la verdad que permanece en nosotros y nos acompañará siempre. 3 Que la gracia, la misericordia y la paz de Dios Padre y de Jesucristo, el Hijo del Padre, estén con nosotros, junto con la verdad y el amor.
Vida en el amor y la verdad
4 Me he alegrado sobremanera al comprobar que bastantes de tus hijos viven conforme a la verdad según el mandamiento del Padre. 5 Ahora, Señora, te ruego que nos amemos unos a otros, no como si te escribiera sobre un mandamiento nuevo, sino sobre el que tenemos desde el principio. 6 Y como amar significa cumplir los mandamientos del Señor, vivid conforme al mandamiento del amor, tal como se os enseñó desde el principio.
7 Entre vosotros andan muchos embaucadores que no quieren reconocer a Jesucristo como verdadero hombre; a ellos pertenece el seductor y el anticristo. 8 Estad, pues, alerta para que no echéis a perder el fruto de vuestro esfuerzo y recibáis completa vuestra paga. 9 Quien se descarría y no permanece fiel a la enseñanza de Cristo, no tiene a Dios. Pero quien permanece fiel a esa enseñanza, tiene al Padre y al Hijo. 10 No ofrezcáis vuestra casa, y ni siquiera saludéis, al que acuda a vosotros sin llevar el aval de esta enseñanza; 11 saludarlo equivale a hacerse cómplice del mal que está causando.
Despedida
12 Tendría muchas más cosas que escribiros, pero no quiero hacerlo utilizando papel y tinta. Espero encontrarme pronto entre vosotros y hablaros personalmente para que vuestra alegría sea completa. 13 Te saludan los hijos de tu hermana, que también ha sido elegida por Dios.
Saludo
1 El Anciano a Gayo, a quien amo de corazón conforme a la verdad.
2 Querido Gayo: es mi deseo que goces de buena salud y vayan bien todos tus asuntos, como te va bien en lo que toca al espíritu.
Elogio de Gayo
3 Me alegré sobremanera cuando llegaron los hermanos y me contaron que sigues fiel a la verdad y que vives de acuerdo con ella. 4 Mi mayor alegría es oír que mis hijos caminan a la luz de la verdad. 5 Estás portándote, querido, como un auténtico creyente al hacer lo que haces por los hermanos, aunque para ti sean forasteros. 6 Ellos son precisamente los que han dado ante la comunidad público testimonio de tu amor. Harás bien en ayudarlos a proseguir su viaje como corresponde a servidores de Dios, 7 ya que se han puesto en camino por amor a su nombre y nada reciben de los no creyentes. 8 Así que nosotros debemos acogerlos y colaborar con ellos en la difusión de la verdad.
Diotrefes y Demetrio. Distinto comportamiento
9 He escrito unas líneas a la comunidad, pero Diotrefes, en su afán por manejarlo todo, no nos ha hecho ningún caso. 10 Por eso, cuando yo vaya, le echaré en cara su conducta: sus palabras insidiosas contra mí y, por si esto fuera poco, su negativa a recibir a los hermanos. Hasta se atreve a prohibir a otros que los reciban, bajo la amenaza de expulsarlos de la Iglesia.
11 Pero tú, querido hermano, no imites lo malo, sino lo bueno. Quien hace el bien pertenece a Dios; quien hace el mal es que desconoce a Dios.
12 En cuanto a Demetrio, todos, y la misma verdad lo confirma, dan testimonio a su favor. Un testimonio al que sumamos el nuestro, y tú sabes que nuestro testimonio es digno de crédito.
Saludos finales
13 Te escribiría muchas más cosas, pero no quiero hacerlo con tinta y pluma. 14 Confío en verte pronto y hablar personalmente contigo. 15 La paz sea contigo. Saludos de parte de los amigos; saluda tú a cada uno de los amigos en particular.
La Palabra, (versión española) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España