Bible in 90 Days
20-22 Y Moisés les dijo:
—Está bien, pero para que no haya problemas, crucen el río Jordán con nosotros para ir a la guerra. Así obedecerán a Dios hasta que él derrote a sus enemigos y tome ese territorio. Luego podrán regresar a sus casas, pues habrán cumplido con Dios y con los israelitas.
23-24 »Construyan aquí ciudades para sus hijos y corrales para su ganado. Pero cumplan su promesa, porque si no lo hacen, cometerán un gran pecado contra Dios, y él los castigará.
25-27 Los de la tribu de Rubén y los de la tribu de Gad le dijeron a Moisés:
—Somos tus servidores, y haremos lo que nos ordenes. Nuestros hijos y esposas, y todos nuestros animales, se quedarán en las ciudades de Galaad. Pero nosotros obedeceremos a Dios; iremos a pelear del otro lado del río Jordán.
28 Moisés habló con Josué, con el sacerdote Eleazar y los jefes de las tribus de Israel, 29 y les dijo:
«Los de la tribu de Rubén y los de la tribu de Gad prometieron cruzar el río Jordán con ustedes para conquistar el territorio prometido. Luego quieren permiso para volver y vivir en la región de Galaad. 30 Pero si no cumplen su promesa, entonces tendrán que ir a vivir con todos ustedes en el territorio de Canaán».
31-32 Entonces los de Rubén y los de Gad hicieron esta promesa delante de todos:
«Nosotros obedeceremos a Dios, iremos armados a pelear a la región de Canaán. Pero luego nos regresaremos a vivir de este lado del río Jordán. Éste será nuestro territorio».
33 Así fue como Moisés les dio ese territorio a la tribu de Gad y a la de Rubén, y a la media tribu de Manasés. Allí estaban las ciudades y campos donde antes vivían Sihón el rey amorreo, y Og el rey de Basán.
34 Los de la tribu de Gad reconstruyeron las siguientes ciudades:
Dibón,
Atarot,
Aroer,
35 Atarot-sofán,
Jazer,
Jogbehá,
36 Bet-nimrá y
Bet-arán.
A todas estas ciudades les hicieron muros de protección, y también hicieron corrales para sus rebaños.
37 Los de la tribu de Rubén reconstruyeron las siguientes ciudades:
Hesbón,
Elalé,
Quiriataim,
38 Nebo,
Baal-meón y
Sibma.
A algunas de esas ciudades les cambiaron el nombre, sobre todo a las que ellos reconstruyeron.
39-40 Moisés les dio a los descendientes de Maquir, que era hijo de Manasés, los terrenos de la región de Galaad, porque ellos echaron fuera a los amorreos que vivían allí. Por eso se quedaron con esa región. 41 Jaír, otro de los hijos de Manasés, le quitó a los amorreos unos campamentos, y les puso el nombre de Havot-jaír. 42 Nóbah se quedó con el territorio de Quenat y con los pueblos que la rodeaban, y le puso su propio nombre, Nóbah.
El recorrido de los israelitas
33 1-50 El día quince del mes de Abib,[a] un día después de la Pascua, los israelitas salieron triunfalmente de Egipto, ante la mirada de todos los egipcios. Ese mismo día, los egipcios estaban enterrando a sus hijos mayores, pues Dios les había quitado la vida para castigar a los dioses de Egipto.
Los israelitas marcharon por el camino como un ejército bien organizado, bajo las órdenes de Moisés y de Aarón. Dios le mandó a Moisés que hiciera una lista de todos los lugares por donde pasaran, y éstos son los lugares por donde pasaron y acamparon desde que salieron de la ciudad de Ramsés, en Egipto:
Sucot,
Etam, donde termina el desierto,
Pi-hahirot, al este de Baal-sefón,
Migdol,
el Mar de los Juncos,
el desierto de Etam,
Mará,
Elim, donde había doce fuentes de agua y setenta palmeras,
el desierto de Sin,
Dofcá,
Alús,
Refidim, donde no tuvieron agua para beber,
el desierto de Sinaí,
Quibrot-hataavá,
Haserot,
Ritmá,
Rimón-peres,
Libná,
Risá,
Quehelata,
Séfer,
Haradá,
Maquelot,
Táhat,
Térah,
Mitcá,
Hasmoná,
Moserot,
Bené-jaacán,
Hor de Guidgad,
Jotbata,
Abroná,
Esión-guéber,
Cadés,
el monte Hor, donde empieza el territorio de Edom,
Salmoná,
Punón,
Obot,
Iié-abarim, en la frontera con Moab,
Dibón-gad,
Almón-diblataim,
los montes de Abarim, al este del monte Nebo y
las llanuras de Moab.
En ese recorrido, al llegar al monte Hor, Dios le ordenó al sacerdote Aarón que subiera al monte, y allí murió Aarón, a la edad de ciento veintitrés años. Esto sucedió el primer día del mes de Ab,[b] cuarenta años después de la salida de Egipto.
También fue aquí, al llegar al monte Hor, que Arad, el rey de los cananeos, que vivía en el desierto del sur de Canaán, supo que los israelitas se acercaban a su territorio.
Las llanuras de Moab están junto al río Jordán y frente a la ciudad de Jericó. Cuando los israelitas acamparon allí, su campamento era tan grande que empezaba en Bet-jesimot y llegaba hasta Abel-sitim.
Distribución del territorio en la región de Canaán
Estando allí, en las llanuras de Moab, Dios le dijo a Moisés:
51 «Diles a los israelitas que, cuando crucen el río Jordán y entren a la región de Canaán, 52 deben echar fuera a la gente que vive allí. También deben destruir todas las figuras de piedra que adoran, las estatuas y los altares donde las adoran.
53 »Yo, su Dios, les doy esa región para que vivan en ella. Por eso deben conquistarla y quedarse a vivir allí. 54 Para repartir esa región entre los distintos grupos familiares, haz un sorteo. A las familias más grandes les darás un terreno grande; a las familias pequeñas, un terreno pequeño. El terreno que le toque a cada familia será suyo. La región se repartirá por tribus.
55 »Pero si ustedes no sacan de la región a los que viven ahora en ella, yo haré que esa gente les sea tan molesta como si tuvieran ustedes astillas en los ojos o espinas en el cuerpo. 56 Y a ustedes les haré el daño que pensaba hacerle a esa gente».
Los límites del territorio
34 Dios le ordenó a Moisés:
2-12 «Diles a los israelitas que éstos serán los límites del territorio que les voy a dar:
»Límite sur, junto al desierto de Sin y la región de Edom: empieza al este, donde termina el Mar Muerto, y se extiende rumbo sur hasta Cadés-barnea, pasando por la cuesta de Acrabim y por Sin. De Cadés-barnea seguirá rumbo a Hasar-adar, hasta llegar a Asmón. De allí dará vuelta hacia el arroyo de Egipto, y terminará en el mar Mediterráneo.
»Límite oeste: estará formado por la costa del mar Mediterráneo.
»Límite norte: se extiende en línea recta desde el mar Mediterráneo hasta el monte Hor. Desde Hor seguirá hasta la entrada de Hamat, y de allí hasta Sedad. Luego la frontera se alargará hasta Zifrón y terminará en Hasar-enán.
»Límite este: se extiende desde Hasar-enán hasta Sefam. De allí irá hasta Riblá, que está al este de Ain. Luego la frontera bajará por la costa oriental del lago Quinéret, y seguirá por el río Jordán hasta llegar al Mar Muerto».
Cómo repartir el territorio
13 Moisés les dijo a los israelitas:
«Éste es el territorio que Dios repartirá entre las nueve tribus y media. Cada una recibirá su parte, según la suerte que le toque. 14-15 La tribu de Rubén, la tribu de Gad y la media tribu de Manasés ya recibieron su parte al otro lado del río Jordán, frente a la ciudad de Jericó».
16 Y Dios le dijo a Moisés:
17 «El sacerdote Eleazar y Josué, repartirán el territorio. 18-29 Además, deben llamar a los siguientes jefes de tribu para que los ayuden:
Caleb, de la tribu de Judá,
Samuel, de la tribu de Simeón,
Elidad, de la tribu de Benjamín,
Buquí, de la tribu de Dan,
Haniel, de la tribu de Manasés,
Quemuel, de la tribu de Efraín,
Elisafán, de la tribu de Zabulón,
Palatiel, de la tribu de Isacar,
Ahihud, de la tribu de Aser, y
Pedahel, de la tribu de Neftalí».
Ciudades para los descendientes de Leví
35 Cuando el pueblo estaba en las llanuras de Moab, junto al río Jordán y frente a la ciudad de Jericó, Dios le ordenó a Moisés:
2-3 «Diles a las tribus de Israel que de todas las ciudades que hay en sus territorios, deben darles a los descendientes de Leví algunas ciudades, junto con los terrenos que están alrededor de ellas. Así ellos tendrán un lugar donde vivir, y su ganado tendrá dónde pastar.
4-5 »Esos terrenos que darán a los descendientes de Leví, serán cuadrados, y medirán novecientos metros por cada lado, y se ubicarán alrededor de la ciudad a cuatrocientos cincuenta metros del muro de la misma.
6-7 »Les darán a los descendientes de Leví cuarenta y ocho ciudades, cada una con el campo de pastoreo que le corresponde. Seis de esas ciudades serán ciudades especiales de refugio. Si una persona mata a alguien por accidente, podrá ir a esas ciudades, y buscar protección; allí nadie podrá hacerle daño. 8 Para saber cuántas ciudades de su territorio debe dar cada tribu, harás lo siguiente: Las tribus que tengan más territorio, darán más ciudades; las tribus que tengan menos territorio, darán menos ciudades».
Las ciudades de refugio
9 Además, Dios le dijo a Moisés:
10 «Esto es lo que deben hacer los israelitas cuando crucen el río Jordán y entren a la región de Canaán: 11-15 Apartarán seis ciudades para proteger a quien haya matado a otro por accidente. Tres de esas ciudades estarán del otro lado del río Jordán y tres en la región de Canaán.
»Cuando una persona mate a otra por accidente, podrá escapar y ponerse a salvo en alguna de esas ciudades. Así, el que mató se protegerá de algún pariente del muerto que quiera vengarse y matarlo. Sin embargo, cuando esa persona llegue huyendo a la ciudad de refugio, el pueblo la juzgará y decidirá si merece o no morir. Castigarás con la muerte a los culpables de los siguientes delitos:
16 »Al que mate a otro con un objeto de hierro.
17 »Al que mate a otro con una piedra.
18 »Al que mate a otro con un palo. 19 El familiar más cercano al muerto buscará al asesino y lo matará.
20 »Al que por odio tire al suelo a otro y lo mate.
»Al que mate a otro al lanzarle con maldad algún objeto.
21 »Al que por odio mate a otro a golpes. El familiar más cercano al muerto buscará al asesino y lo matará.
22 »Sin embargo, no castigarás con la muerte en los siguientes casos:
»Al que tire a otro al suelo y sin querer lo mate.
»Al que por accidente mate a otro al lanzarle un objeto.
23 »Al que por accidente golpee a otro con una piedra y lo mate. Sobre todo, si no había enemistad entre ellos ni había razón para hacerle daño.
Procedimientos legales
24 »Esto es lo que deben hacer cuando juzguen a quienes no merecen morir: 25-28 El pueblo protegerá a quien sin quererlo haya matado a otro, y no dejará que lo mate el pariente más cercano al muerto. Por eso, el pueblo llevará al que mató al otro a la ciudad de refugio. Mientras esa persona viva en esa ciudad, estará a salvo y nadie le podrá hacer daño. Pero no deberá salir de la ciudad mientras viva el jefe de los sacerdotes. Después de la muerte del jefe de sacerdotes, podrá regresar a su casa, y nadie podrá hacerle daño. Pero si esa persona sale de la ciudad antes de eso, y lo encuentra el pariente del muerto, ese pariente lo podrá matar sin que se le culpe de nada.
29 »Ustedes deben obedecer siempre estas órdenes, cualquiera sea el lugar donde vivan.
30 »Deberá ser castigado con la muerte quien mate a otro y sea acusado por dos o más testigos. Si lo acusa sólo un testigo, no deben castigarlo con la muerte. 31 Cuando alguien sea condenado a morir por haber matado a otro, no podrá salvarse pagando una multa. Tendrá que morir.
32 »Quien viva en una ciudad de refugio no podrá pagar una multa para salir y regresar a su casa. Tendrá que esperar hasta que muera el jefe de los sacerdotes.
33-34 »No echen a perder el territorio en el que viven porque yo, su Dios, vivo allí entre ustedes, y no soporto estar en un lugar en donde viven asesinos. Sólo matando al asesino podrán hacer que el lugar vuelva a ser digno de mi presencia».
Terrenos para las mujeres
36 Un día, los jefes del grupo familiar de Galaad, que pertenecía a la tribu de Manasés, fueron a hablar con Moisés. Delante de los jefes de las tribus de Israel le dijeron:
2 «Dios te ordenó que repartieras territorios a los israelitas por sorteo. Los terrenos de nuestro familiar Selofhad tú se los diste a las hijas que él tuvo. 3 Sin embargo, nos preocupa que ellas se casen con hombres de otra tribu. Porque entonces, los terrenos que eran de ellas y de nuestra tribu pasarán a ser de la tribu de los hombres con quienes ellas se casen. Nosotros perderíamos parte del territorio que tú nos diste. 4 Así, cuando llegue el año de liberación,[c] ellos se quedarán para siempre con nuestros terrenos. Y nuestra tribu perderá parte del territorio que le tocó».
5 Dios le dijo a Moisés lo que debía hacer. Entonces Moisés les dijo a los israelitas:
«Los de la tribu de Manasés tienen razón. 6-9 Dios me dijo que las hijas de Selofhad pueden elegir al hombre con el que quieran casarse, siempre y cuando ese hombre sea de una de las familias de su propia tribu. Eso mismo debe hacerse en todas las tribus: Si alguna mujer ha recibido el terreno de su familia, debe casarse con un hombre de su misma tribu. De esta manera, los terrenos de una tribu no pasarán a ser propiedad de otra tribu. Todas las tribus conservarán el mismo territorio que les tocó desde el principio».
10-11 Entonces Mahlá, Tirsá, Hoglá, Milcá y Noá, que eran las hijas de Selofhad, hicieron lo que Dios les ordenó por medio de Moisés, y se casaron con sus primos, 12 que eran de la tribu de Manasés. Así los terrenos de ellas siguieron siendo de la tribu de su padre.
13 Éstas fueron las órdenes que Dios les dio a los israelitas por medio de Moisés, cuando estaban en las llanuras de Moab, junto al río Jordán y frente a la ciudad de Jericó.
Discurso de Moisés
1 1-5 Moisés habló con los israelitas cuando ellos se encontraban en Cadés-barnea, pueblo moabita que estaba en el desierto de Arabá, frente a Suf. Cerca de allí estaban los pueblos de Parán, Tófel, Labán, Haserot y Dizahab. Para llegar a Cadés-barnea había que caminar once días desde el monte Horeb, siguiendo el camino del monte Seír. Moisés les habló cuarenta años después de que salieron de Egipto. Era el día primero del mes de Sebat[d] de ese año, cuando Moisés comunicó a los israelitas todas las leyes que Dios le había ordenado darles.
En el camino, Moisés había derrotado a varios reyes. En Hesbón derrotó a Sihón, rey de los amorreos, y en Astarot, que está en la región de Edrei, derrotó a Og, rey de Basán.
Moisés dirigió a los israelitas estas palabras mientras estaban al este del río Jordán:
6 «Cuando estábamos en el monte Horeb, nuestro Dios nos dijo lo siguiente: “Ustedes ya han pasado demasiado tiempo en este monte, 7 así que levanten el campamento y vayan hacia las montañas, que es donde viven los amorreos, y hacia las regiones de alrededor. Vayan al Arabá, a las montañas, a los valles y al desierto del sur, la costa, el territorio cananeo y el Líbano, hasta llegar al gran río Éufrates. 8 Vayan y conquisten ese territorio, pues yo les prometí a Abraham, a Isaac y a Jacob que se lo daría. También les prometí que se lo daría a ustedes, pues son sus descendientes”».
Los jefes de Israel
Moisés siguió diciendo:
9-12 «Para ese tiempo, Dios les había dado a ustedes tantos descendientes que llegaron a ser un pueblo muy grande. Yo mismo le pedí a Dios que los bendijera y los hiciera mil veces más grandes de lo que ya eran. Entonces me di cuenta de que yo solo no podría encargarme de todos los problemas de ustedes. 13 Por eso les aconsejé elegir de entre todas las tribus a hombres sabios, inteligentes y con experiencia, para que los pusieran como jefes del pueblo y así me ayudaran.
14 »Ustedes estuvieron de acuerdo con esta idea. 15 Por eso elegí a los hombres más sabios y de mayor experiencia, y los puse como jefes de ustedes. Unos tenían autoridad sobre mil hombres; otros, sobre cien; otros, sobre cincuenta; y otros, sobre diez. Hubo otros a quienes puse como jefes de toda una tribu.
16-18 »En ese momento les dije a ustedes todo lo que debían hacer. A los jueces les dije que fueran justos con todos por igual, sin importar que fueran pobres o ricos, israelitas o extranjeros, y sin tener miedo de nada ni de nadie, pues Dios respaldaría sus decisiones. También les dije que cuando algún caso les fuera muy difícil, me lo pasaran a mí, para que yo lo juzgara.
Los doce espías
19 »Luego de eso nuestro Dios nos ordenó partir del monte Horeb y trasladarnos a los montes donde vivían los amorreos. Con mucho miedo, atravesamos el gran desierto y llegamos a Cadés-barnea. 20-21 Allí les dije que nuestro Dios nos había dado la región montañosa de los amorreos; también los animé a conquistar ese territorio, tal y como Dios lo había ordenado. 22 Pero ustedes me pidieron que primero enviara espías, para que vieran cómo era el territorio, cuál era el mejor camino a seguir, y qué ciudades nos íbamos a encontrar.
23 »Yo estuve de acuerdo, y elegí a doce espías, uno por cada tribu. 24 Ellos fueron a explorar las montañas, y llegaron al valle de Escol. 25 Allí tomaron algunos de los frutos de esa región, y nos informaron que el territorio que nuestro Dios nos iba a dar era de lo mejor.
26 »Sin embargo, ustedes desobedecieron las órdenes de Dios y no quisieron ir. 27 Al contrario, regresaron a sus casas y se quejaron de Dios. Pensaron que Dios no los quería, y que los había sacado de Egipto sólo para que los amorreos los destruyeran. 28 Cuando supieron que en ese territorio vivía gente muy fuerte y de gran estatura, y que sus ciudades estaban rodeadas de grandes murallas, les dio mucho miedo. Y más se desanimaron cuando supieron que allí vivían también los descendientes del gigante Anac.
29 »Yo recuerdo que les dije: “¡Cálmense! ¡No tengan miedo! 30 Nuestro Dios nos guiará y luchará por nosotros, así como luchó por nosotros contra Egipto y nos guió por el desierto. 31 Él nos ha traído hasta aquí, como si nos llevara en brazos, y hasta ahora nada nos ha pasado. Ha sido un padre para nosotros”.
32 »A pesar de eso, ustedes no han querido confiar en él, 33 aun cuando él ya se ha adelantado a elegir el lugar que va a darles. Para llevarlos allá, ha venido guiándolos; de noche los ha alumbrado con fuego, y de día los ha protegido con una nube.
Dios castiga a Israel
34-35 »Cuando Dios escuchó sus quejas, se enojó, pues ustedes son gente muy mala. Por eso juró que no disfrutarían de la tierra que había prometido a sus antepasados. 36 Y como Caleb fue el único obediente, Dios dijo que él sería el único que disfrutaría de ella. Por eso también sus descendientes recibirían toda la tierra que tocaran con la planta de sus pies.
37 »Por culpa de ustedes, Dios se enojó conmigo y me dijo: “Tampoco tú entrarás a esta tierra. 38 Será Josué quien guiará al pueblo y les entregará la tierra a los israelitas. Él es tu ayudante, así que anímalo”.
39 »Dios también me dijo: “Los israelitas pensaron que el enemigo les quitaría a sus niños y a sus esposas. Sin embargo, serán sus hijos los que entrarán a la tierra y se harán dueños de ella, aun cuando ahora son apenas unos niños. Diles eso a los israelitas, 40 y diles además que regresen al desierto, por el camino que lleva al Mar de los Juncos”.
41 »Yo les comuniqué todo esto, y ustedes reconocieron que habían pecado contra Dios. Entonces decidieron salir a conquistar la tierra, tal como Dios les había ordenado. Tomaron sus armas, confiados en que les sería fácil subir las montañas; 42 pero Dios me pidió advertirles que serían derrotados, pues él no les daría la victoria.
43-44 »Sin embargo, ustedes se sintieron muy valientes y no hicieron caso de la orden de Dios. Subieron a las montañas para pelear contra los amorreos, pero ellos les hicieron frente y los derrotaron. ¡Como si fueran avispas, los persiguieron por todo Seír y hasta Hormá! 45 Luego, al regresar, ustedes lloraron y se quejaron ante Dios, pero él no les hizo caso, 46 y ustedes tuvieron que quedarse a vivir en Cadés por mucho tiempo más.
Israel en el desierto
2 »Después de eso, Dios me mandó que los llevara al desierto por el camino que va al Mar de los Juncos. Pasamos largo tiempo viajando alrededor de las montañas de Seír, 2-12 pero a nuestro Dios le pareció que habíamos estado allí demasiado tiempo, y nos ordenó ir hacia el norte.
»Antes nos advirtió que, al pasar por la región de Seír, no atacáramos a los descendientes de Esaú, pues esa región les pertenece. Allí habían vivido los horeos, pero los descendientes de Esaú los destruyeron y se quedaron con su tierra. Por eso Dios dijo que no nos daría ni un pedazo de ese territorio. Y aunque ellos nos tenían miedo, nos ordenó no hacerles daño, pues después de todo eran nuestros parientes. Sólo debíamos comprarles la comida y el agua que necesitáramos.
»Yo les hice recordar que Dios los había bendecido en todo lo que ustedes habían hecho durante esos cuarenta años. En verdad, Dios los ha protegido y cuidado en todo el viaje por el desierto, y nada les ha faltado.
»Luego nos alejamos por el camino del Arabá, que comienza en Elat y Esión-guéber, y pasamos por Seír. De allí nos desviamos por el camino del desierto que lleva a Moab. Fue entonces cuando Dios nos ordenó no atacar a los moabitas, que son descendientes de Lot. Nos dijo, además, que tampoco nos daría ni un pedazo de la región de Ar, pues ese territorio les pertenece. Antes, ese territorio era de los emitas, que eran un pueblo muy grande, con gente tan alta como los gigantes anaquitas. La mayoría de la gente los conocía con el nombre de refaítas, pero los moabitas fueron los primeros en llamarlos emitas.
13 »Dios nos ordenó seguir adelante y cruzar el arroyo Zéred. 14-16 Desde el día en que salimos de Cadés-barnea hasta el día en que cruzamos ese arroyo habían pasado treinta y ocho años. Para entonces ya habían muerto todos los israelitas que al salir de allá tenían dieciocho años. Dios había jurado que usaría todo su poder para acabar con ellos.
17-18 »Fue entonces cuando Dios ordenó que cruzáramos la frontera de Moab y fuéramos a la ciudad de Ar. 19 Pero antes nos dio instrucciones de no atacar a los amonitas, pues son también descendientes de Lot. De ese territorio no recibiríamos ni un pedazo, pues Dios ya se lo había dado a ellos.
20 »Los refaítas, a quienes los amonitas conocían con el nombre de zamzumitas, habían vivido allí antes. Por eso la región era considerada territorio refaíta. 21 Los zamzumitas eran un pueblo grande, con gente tan alta como los gigantes anaquitas. Dios acabó con ellos por medio de los amonitas, que se quedaron para siempre con su territorio. 22 Lo mismo habían hecho los descendientes de Esaú en la región de Seír. 23 También los filisteos, que habían venido de Creta, mataron a los heveos de las aldeas cercanas a Gaza, y se quedaron con el país.
24 »Después Dios nos ordenó seguir adelante, cruzar el río Arnón, y entrar en guerra con Sihón, el rey de Hesbón. Antes nos prometió que dominaríamos el país y nos quedaríamos con ese territorio. 25 También nos prometió que, a partir de entonces, todos los pueblos de la región nos tendrían miedo. ¡Con sólo oír hablar de nosotros se llenarían de espanto y angustia!
La derrota de Sihón
26 »Cuando estábamos en Cademot, le envié un mensaje amistoso a Sihón, rey de Hesbón, en el que le pedía 27-29 que nos dejara pasar por su territorio. Pasaríamos solamente por el camino principal y cruzaríamos el río Jordán, hasta llegar al territorio que nuestro Dios nos iba a dar. Le ofrecí pagarle por los alimentos y el agua que tomáramos, y le hice saber que los descendientes de Esaú y los moabitas nos habían permitido pasar por Ar y Seír.
30-36 »Pero el rey Sihón no nos dejó pasar, pues nuestro Dios hizo que se negara. Dios me dijo entonces que a partir de ese momento dominaríamos a Sihón, y que de inmediato debíamos entrar en su territorio y conquistarlo.
»Sihón salió con su ejército para luchar contra nosotros en Jahas, pero Dios nos dio la victoria. Conquistamos todas sus ciudades y las destruimos por completo, acabamos con todos sus habitantes, y sólo nos quedamos con el ganado y los objetos de valor. Ninguna de sus ciudades resistió nuestro ataque; a todas ellas las destruimos, comenzando por la ciudad de Aroer, que está en ambos lados del río Arnón, y terminando por la ciudad de Galaad. Hasta la fecha seguimos dominándolos. 37 Los únicos territorios que no atacamos fueron el de los amonitas, que está en la región del río Jaboc, el de las ciudades de la montaña, y todos los que Dios nos ordenó no atacar.
La derrota de Og
3 1-7 »Después de esto, nos dirigimos a Basán, pero tomamos otro camino. Cuando llegamos a Edrei, Og, que era rey de Basán, salió con su ejército para atacarnos. Dios me dijo que no le tuviéramos miedo, pues él nos daría la victoria.
»Atacamos a Og, y Dios nos permitió vencerlo; de su ejército no dejamos a nadie con vida. En la región de Argob destruimos las sesenta ciudades de su reino. Todas ellas estaban bien protegidas con muros muy altos y con portones cerrados con barras de hierro. También destruimos los pueblos menos protegidos, y nos quedamos con sus animales y objetos de valor.
8 »Así fue como en esos días nos apoderamos de los territorios de los dos reyes amorreos, los cuales reinaban al este del río Jordán, desde el río Arnón hasta el monte Hermón. 9 Los sidonios conocían este monte con el nombre de monte Sirión, pero los amorreos lo llamaban Senir.
10 »Nos apoderamos de todas las ciudades de Og que estaban en la meseta, y de todo Galaad y Basán, hasta Salcá y Edrei. 11 Og era el único rey de los refaítas que aún vivía; dormía en una cama de hierro que medía cuatro metros de largo y dos de ancho. Esta cama podía verse en la ciudad amonita de Rabá.
Las tribus al este del río Jordán
12 »De todo ese territorio que conquistamos, entregué a las tribus de Rubén y de Gad la región que comienza cerca del río Arnón, con todas sus ciudades. Esta región comienza en Aroer, y llega a la mitad de la región montañosa de Galaad.
13 »A la media tribu de Manasés le di el resto de la región de Galaad y toda la región de Argob, más la región de Basán, que antes fue del rey Og. Esa región era considerada territorio refaíta. 14 Fue precisamente Jaír, descendiente de Manasés, quien conquistó la región de Argob, hasta la frontera con Guesur y Maacá. Jaír le cambió el nombre a Basán, y le puso Havot-jaír, que es el nombre que hasta ahora tiene.
15 »A Maquir le tocó la región de Galaad.
16 »A las tribus de Rubén y de Gad les tocó la región que está entre Galaad y el río Arnón, hasta llegar a la mitad del valle y el río Jaboc. Sus vecinos fueron los amonitas. 17 También les entregué la región del Arabá, que está en la parte este del monte Pisgá. Ese territorio tiene como límite el río Jordán, y va del lago Quinéret hasta el Mar Muerto.
18 »En esa ocasión les ordené a todos los soldados tomar sus armas. Debían marchar al frente de las tribus que aún no tenían su propio territorio, pues Dios les daría uno. 19 A las mujeres y a los niños les pedí que se quedaran en las ciudades que ya les había dado, junto con el ganado que tenían, pues era mucho. 20 Ninguno de los hombres debía volver hasta que el resto de las tribus tuviera su territorio. Así también ellas podrían vivir con tranquilidad en el territorio que Dios les daría al otro lado del río Jordán.
21-22 »A Josué le dije que no tuviera miedo, pues había sido testigo de cómo Dios venció a aquellos dos reyes. También le dije que Dios lo haría vencer a todos los reinos por los que tuviera que pasar, porque Dios mismo pelearía por los israelitas.
Dios no permite a Moisés entrar a Canaán
23 »Entonces le rogué a Dios:
24 “He visto tu grandeza y tu poder.
Ni en el cielo ni en la tierra
hay otro Dios como tú,
que pueda hacer tantas maravillas.
25 Permíteme cruzar el río Jordán.
Déjame ver las hermosas montañas,
¡déjame contemplar el Líbano!”
26-27 »Pero por culpa de ustedes Dios se enojó conmigo, y no me dejó cruzar el río. Al contrario, me prohibió seguir insistiendo. Sólo me permitió subir a lo alto del monte Pisgá, para ver desde allí todo ese territorio. 28 Luego me pidió que instruyera y animara a Josué, porque él guiaría a Israel en la conquista de todo aquel territorio.
29 »Después de esto, nos quedamos en el valle de Bet-peor».
Consejos de Moisés para el pueblo
4 Moisés siguió diciendo:
«Israelitas, sigan todas las enseñanzas que les he dado, para que vivan y ocupen el territorio que va a darles el Dios de nuestros antepasados. 2 No cambien ninguno de los mandamientos que yo les he dado de parte de Dios; más bien, obedézcanlos. 3 Ustedes han visto cómo Dios acabó con todos los que adoraron al dios de Baal-peor. 4 También han visto que sólo sobrevivieron los que fueron fieles a Dios.
5-6 »Nuestro Dios me ha ordenado enseñarles todos sus mandamientos, para que ustedes los obedezcan en el territorio que van a ocupar. Así, cuando los demás pueblos oigan hablar de ellos, dirán que ustedes son un gran pueblo, sabio y entendido, pues tienen buenas enseñanzas y saben obedecerlas. 7 No hay ningún otro pueblo que tenga tan cerca a su Dios, como lo tenemos nosotros cuando le pedimos ayuda. 8 Ni hay tampoco un pueblo que tenga mandamientos tan justos como los que ustedes han recibido. 9 Por eso, jamás olviden todo lo que les ha pasado; al contrario, deben contárselo a sus hijos y nietos.
Fieles a Dios
10 »Cuando ustedes estaban en el monte Horeb, Dios me dijo que los reuniera delante de él, pues quería hablarles y enseñarles a obedecerlo todo el tiempo, para que del mismo modo ustedes enseñaran a sus hijos.
11 »Ustedes se reunieron al pie del monte, y vieron las llamas de fuego que de él salían y se elevaban a gran altura. El humo formaba una gran nube, 12 y desde las llamas de fuego Dios les habló. Ustedes no vieron figura alguna, sino que solamente oyeron la voz de Dios. 13 Fue así como él les dio a conocer los diez mandamientos del pacto que hizo con ustedes, y los escribió en dos tablas de piedra para que los obedecieran. 14 Luego me ordenó que yo les enseñara los mandamientos que ustedes debían cumplir en la tierra que estaban por ocupar.
15-18 »El día en que Dios les habló en Horeb, en medio del fuego, ustedes no vieron ninguna figura. Por lo tanto, no vayan a hacerse ídolos con forma de hombre o de mujer, ni de animales o aves, ni de reptiles o peces. 19 No adoren al sol ni a la luna, ni a las estrellas ni a los astros. Esos astros, que brillan para todas las naciones, los creó Dios.
20 »Cuando Dios los rescató a ustedes de Egipto, lo hizo para convertirlos en su propio pueblo. 21 Sin embargo, por culpa de ustedes, Dios se enojó conmigo y juró que no me permitiría cruzar el río Jordán. Por eso yo no voy a entrar en esa tierra tan buena que él va a darles. 22 Al contrario, moriré de este lado del río.
»Ustedes sí lo cruzarán, y conquistarán esa tierra. 23 Pero tengan cuidado y no se olviden del pacto que Dios ha hecho con ustedes. Cumplan las órdenes de Dios y no adoren ningún ídolo, 24 pues Dios es muy celoso y, en castigo, podría destruirlos con fuego.
25 »Cuando ustedes hayan ocupado esa tierra, y tengan hijos y nietos, no se hagan ningún ídolo, ni mucho menos vayan a adorarlo. Estarían cometiendo un terrible pecado, y harían que Dios se enojara. 26 El cielo y la tierra son testigos de que, si no obedecen, no vivirán mucho tiempo en esa tierra que está al otro lado del río Jordán, sino que muy pronto morirán.
27 »Sólo a unos cuantos Dios les permitirá vivir en otros países. 28 Allí adorarán ídolos de madera y de piedra, estatuas que no pueden ver ni oír, ni comer o respirar, porque el hombre mismo los ha hecho. 29 Sin embargo, si ustedes son sinceros, y de corazón le piden a Dios que los perdone, aun en esos países Dios los perdonará. 30 Si en medio de su angustia y sufrimiento ustedes vuelven a obedecer a Dios, 31 él no los abandonará ni los destruirá, porque los ama mucho. Dios jamás se olvidará del pacto que hizo con los antepasados de ustedes, pues se comprometió a cumplirlo.
32-38 »Dios sacó de Egipto a los antepasados de ustedes, y así les demostró su gran amor y su gran poder. Por luchar en favor de ustedes, hizo grandes milagros y sembró el pánico entre los demás países.
»Si Dios los rescató, fue para que ustedes llegaran a ser su propio pueblo. Ningún otro pueblo ha oído la voz de Dios, y mucho menos ha vivido para contarlo. Sin embargo, Dios les habló desde el cielo, para ponerlos en el camino correcto. Aquí en la tierra, les habló desde el fuego, y ustedes siguieron con vida. Y cuando se pusieron en marcha, Dios les abrió paso; hizo a un lado a países más grandes y poderosos que ustedes, para entregarles la tierra que ahora están por recibir.
»Si ustedes estudian la historia, verán que nunca antes sucedió algo parecido a lo que ahora sucede con ustedes. Pero todo esto es para que se den cuenta de que su Dios es verdadero, y es el único Dios.
39 »Por eso, nunca olviden que nuestro Dios es el único dueño y señor del cielo y de la tierra. 40 Hoy les entrego las leyes de Dios. Obedézcanlas, y vivirán mucho tiempo en la tierra que Dios les va a dar para siempre».
Ciudades de refugio
41 Dicho esto, Moisés eligió tres ciudades al este del río Jordán. 42 En estas ciudades podría pedir protección todo el que matara a otra persona, siempre y cuando la muerte no fuera intencional ni se tratara de un pleito entre enemigos. De este modo, el que matara estaría a salvo de los parientes que quisieran vengar la muerte del difunto. 43 Una de las tres ciudades elegidas fue Béser, que estaba en la meseta del desierto; allí podrían refugiarse los de la tribu de Rubén. Otra de las ciudades elegidas fue Ramot, que estaba en Galaad; allí podrían refugiarse los de la tribu de Gad. La tercera ciudad fue Golán, que estaba en Basán, y allí podrían refugiarse los de la media tribu de Manasés.
Los diez mandamientos
44-47 Cuando Moisés y los israelitas salieron de Egipto, llegaron al valle que está frente a Bet-peor, al este del río Jordán. Ese territorio era de los amorreos. Sihón era rey de la región de Hesbón, y Og era rey de la región de Basán. Sin embargo, Moisés y los israelitas derrotaron a estos dos reyes. 48-49 Ese territorio comenzaba en el monte Sirión, que también era conocido como monte Hermón. Bajaba hacia el sur hasta Aroer, cerca del río Arnón, y de allí seguía bajando hasta el monte Pisgá. Pasaba por el Mar Muerto, y se extendía por toda la región del Arabá. Fue allí, al este del río Jordán, donde Moisés les entregó a los israelitas los mandamientos de Dios.
5 Moisés se reunió con todo el pueblo de Israel, y le dijo:
«Pongan atención, porque voy a darles los mandamientos que deben aprender y obedecer. 2 Nuestro Dios hizo un pacto con nosotros en el monte Horeb. 3 No fue un pacto sólo para nuestros antepasados, sino también para nosotros. 4 En ese monte Dios nos habló cara a cara desde el fuego. 5 Yo serví de intermediario entre Dios y ustedes para comunicarles el mensaje de Dios, pues todos tenían miedo del fuego. Por eso no subieron al monte. Allí Dios dijo:
6 »Yo soy el Dios de Israel. Yo los saqué de Egipto, donde eran esclavos. 7 No tengan otros dioses aparte de mí. 8 No hagan ídolos ni imágenes de nada que esté en el cielo, en la tierra o en lo profundo del mar. 9 No se arrodillen ante ellos ni hagan cultos en su honor. Yo soy el Dios de Israel, y soy un Dios celoso. Yo castigo a los hijos, nietos y bisnietos de quienes me odian, 10 pero trato con bondad a todos los descendientes de los que me aman y cumplen mis mandamientos.
11 »No usen mi nombre sin el respeto que se merece. Si lo hacen, los castigaré.
12 »Recuerden que el sábado es un día especial, dedicado a mí. 13 Durante los primeros seis días de la semana podrán hacer todo el trabajo que quieran, 14 pero el sábado será un día de descanso, un día dedicado a mí. Ese día nadie deberá hacer ningún tipo de trabajo: ni ustedes, ni sus hijos ni sus hijas, ni sus esclavos ni sus esclavas, ni su buey, ni su burro, ni ninguno de sus animales y ni siquiera los extranjeros que trabajen para ustedes. 15 Así que deben recordar que ustedes también fueron esclavos en Egipto, y que yo los saqué de allí haciendo uso de mi gran poder. Por eso les ordeno tomar el día séptimo como día de descanso.
16 »Obedezcan y cuiden a su padre y a su madre. Así les irá bien, y podrán vivir muchos años en el país que les voy a dar.
17 »No maten, 18 ni sean infieles en su matrimonio, 19 ni roben, 20 ni hablen mal de otra persona, ni digan mentiras en su contra, 21 ni se dejen dominar por el deseo de tener lo que otros tienen, ya sea su esposa, su esclavo, su esclava, su buey, su burro, o cualquiera de sus pertenencias.
Invitación a la obediencia
22 »Éstos fueron los mandamientos que Dios les comunicó en voz alta cuando ustedes estaban al pie del monte. Su voz salía desde las llamas de fuego y desde una nube muy espesa. Dios escribió los mandamientos en dos tablas de piedra, y me los entregó, sin añadir nada más.
23 »Cuando ustedes oyeron la voz de Dios, que salía de la oscuridad, y vieron que del monte salían llamas de fuego, tuvieron miedo. Entonces los jefes de las tribus y las autoridades del pueblo vinieron a hablar conmigo, 24 y me dijeron: “No hay duda de que nuestro Dios nos ha dejado ver su poder y su grandeza. Hemos oído su voz, que salía de las llamas de fuego. Hoy hemos visto que Dios nos habló, y no morimos. 25 Sin embargo, ¿para qué correr el riesgo de morir quemados por este fuego tan terrible? ¡Si volvemos a oír la voz de nuestro Dios, sin duda moriremos! 26 Todo el mundo sabe que no es posible escuchar la voz de Dios, como la hemos oído nosotros, y seguir con vida. 27 Es mejor que tú vayas y escuches todo lo que nuestro Dios tenga que decirnos, y luego nos lo comuniques. Nosotros, por nuestra parte, obedeceremos todo lo que él nos mande”.
28 »Dios escuchó lo que ustedes me pidieron, y entonces me dijo: “Está muy bien lo que piensan. 29 Espero que nunca cambien de opinión, y que siempre me adoren y obedezcan mis mandamientos. Así, tanto a ellos como a sus descendientes les irá bien. 30 Ve ahora a decirles que regresen a sus casas, 31 pero vuelve luego y quédate conmigo. Voy a entregarte los mandamientos que deberás enseñarles, para que todos ellos los obedezcan en la tierra que voy a darles”.
32 »Por eso, israelitas, no dejen de obedecer ni uno solo de los mandamientos de su Dios. 33 Sigan cada uno de sus consejos, y les irá bien y vivirán muchos años en la tierra que él va a darles. 6 1 Éstas son las leyes que nuestro Dios me ordenó enseñarles, para que las cumplan en la tierra que están por ocupar. 2-3 Si obedecen a Dios y lo adoran tal como les he enseñado, llegarán a ser un pueblo muy grande. Disfrutarán de esta tierra, tal como nuestro Dios se lo prometió a nuestros antepasados. ¡Es tan fértil que siempre hay abundancia de alimentos!
El mandamiento más importante
4 »¡Escucha, pueblo de Israel! Nuestro único Dios es el Dios de Israel. 5 Ama a tu Dios con todo lo que piensas, con todo lo que eres y con todo lo que vales. 6 Apréndete de memoria todas las enseñanzas que hoy te he dado, 7 y repítelas a tus hijos a todas horas y en todo lugar: cuando estés en tu casa o en el camino, y cuando te levantes o cuando te acuestes. 8 Escríbelas en tiras de cuero y átalas a tu brazo, y cuélgalas en tu frente. 9 Escríbelas en la puerta de tu casa y en los portones de tu ciudad.
La fidelidad a Dios
10 »Dios les juró a Abraham, a Isaac y a Jacob, que les daría a ustedes esta tierra, porque son descendientes de ellos. Así que ustedes vivirán en ciudades grandes y hermosas que no edificaron, 11 habitarán casas llenas de riquezas que no ganaron, beberán agua de pozos que no cavaron, y comerán uvas y aceitunas que no plantaron. 12 Pero no olviden que fue Dios quien los sacó de Egipto y los libró de la esclavitud. 13 Por lo tanto, adoren a Dios y obedézcanlo sólo a él. Si tienen que hacer algún juramento, juren sólo en el nombre de Dios.
14 »Nunca abandonen a su Dios por adorar a los dioses de los países vecinos. 15-16 Nuestro Dios es el Dios de Israel, y siempre los acompañará. Pero no traten de ponerlo a prueba, como lo hicieron en Masá. Nuestro Dios es un Dios celoso y, si ustedes adoran a otros dioses, se enojará tanto que los destruirá por completo.
17 »Obedezcan siempre los mandamientos que nuestro Dios les ha dado. 18 Si hacen lo que es bueno y justo, agradarán a Dios. Así, él hará que les vaya bien cuando vivan en la buena tierra que prometió a sus antepasados. 19 Además, hará que sus enemigos huyan ante ustedes, pues así lo ha prometido.
20 »El día de mañana, cuando sus hijos les pregunten qué significan todas estas enseñanzas que nuestro Dios nos ha dado, 21 ustedes responderán: “Hubo un tiempo en que fuimos esclavos del rey de Egipto, pero nuestro Dios usó su gran poder y nos sacó de allí. 22 Nosotros vimos los terribles castigos que Dios envió contra el rey de Egipto y su familia. 23 A nosotros, en cambio, nos sacó de ese país y nos trajo a la tierra que había prometido a nuestros antepasados. 24-25 Entonces nos ordenó respetarlo siempre y obedecer sus enseñanzas. Si somos obedientes a Dios y a sus mandamientos él nos hará prosperar y nos mantendrá con vida, como hasta ahora”».
Advertencia
7 Moisés continuó diciendo:
«Nuestro Dios los hará entrar en la tierra que les va a dar. Arrojará de allí a siete naciones más grandes y poderosas que ustedes: los hititas, los gergeseos, los amorreos, los cananeos, los ferezeos, los heveos y los jebuseos. 2 Cuando Dios ponga a esas naciones bajo el dominio de ustedes, no les tengan compasión ni hagan ningún trato con ellas; ¡destrúyanlas por completo! 3 No permitan que ninguno de sus hijos o hijas se case con gente de esas naciones. 4 Por causa de esa gente, sus hijos y sus hijas adorarán a otros dioses y dejarán de obedecer a nuestro Dios. Y si eso llegara a suceder, él se enojaría muchísimo con ustedes y en un instante los destruiría.
5 »Lo que ustedes deben hacer es derribar los altares de esa gente y destruir y quemar los ídolos que adoran, especialmente las imágenes de la diosa Astarté.
Un pueblo elegido por Dios
6 »Ustedes son un pueblo especial. Dios los eligió de entre todas las naciones del mundo, para que fueran su pueblo preferido. 7 Pero si Dios los prefirió, no fue por ser ustedes un pueblo muy importante. Al contrario, eran el pueblo más insignificante de todos. 8 Si Dios los liberó de la esclavitud en Egipto, fue porque los ama. Con su gran poder derrotó al rey de Egipto, y así cumplió su promesa a nuestros antepasados.
9 »Por eso ustedes deben reconocer a nuestro Dios, que es el Dios verdadero. Nuestro Dios cumple su pacto con todos los descendientes de quienes lo aman y obedecen sus mandamientos, 10 pero no tarda en destruir a quienes lo desprecian. 11 Por lo tanto, cumplan todos sus mandamientos.
La obediencia trae felicidad
12 »Si ustedes cumplen siempre todas estas enseñanzas, Dios también cumplirá las buenas promesas del pacto que hizo con nuestros antepasados. 13 Si son obedientes, Dios los bendecirá, los amará, y los convertirá en un gran pueblo. A los hijos de ustedes los hará felices y les dará mucho trigo, mucho vino y mucho aceite. Además, hará que tengan muchos ganados en la tierra que les prometió a nuestros antepasados.
14 »Nunca habrá otro pueblo tan bendecido como el de ustedes. No habrá una sola familia que no tenga hijos, y todos sus ganados tendrán sus crías. 15 Dios no permitirá que ninguno de ustedes se enferme. Cualquiera que los odie recibirá el mismo castigo que recibió Egipto. En cambio, a ustedes no les pasará nada.
16 »Gracias al poder de Dios, ustedes conquistarán muchos pueblos. Pero recuerden que no deben tenerles compasión; al contrario, destrúyanlos antes de que se vean tentados a adorar a sus dioses.
17 »Tal vez piensen que esos pueblos son más grandes y poderosos que ustedes, y que no podrán vencerlos. 18 Pero no tengan miedo. No olviden que nuestro Dios castigó al rey de Egipto y a su pueblo. 19 Todos ustedes fueron testigos del gran poder que Dios mostró. Vieron los muchos milagros que hizo para sacarlos de Egipto, y lo mismo hará con los pueblos a quienes ustedes temen.
20 »A los que aún queden vivos de esos pueblos, Dios les enviará avispas que los atacarán hasta acabar con ellos. Nadie podrá esconderse ni escapar del castigo. 21 Así que no sean cobardes. Nuestro Dios nos acompaña, y ante su poder todos tiemblan de miedo.
22 »Conforme ustedes vayan avanzando, Dios irá desalojando del país a esos pueblos. Si ustedes acabaran de una sola vez con todos ellos, serían presa fácil de los muchos animales salvajes que viven en los alrededores. 23-24 Pero nuestro Dios les dará la victoria sobre esos pueblos, y ustedes los irán destruyendo hasta que no quede uno solo. ¡Ninguno de ellos podrá con ustedes! Ustedes derrotarán a sus reyes, y nadie volverá a acordarse de ellos.
25 »Cuando ustedes hayan derrotado a esos pueblos, deberán quemar las imágenes de sus ídolos. Así no caerán en la tentación de quedarse con el oro y la plata que los recubre. Eso es algo que a Dios no le gusta. 26 Por lo tanto, también ustedes deberán considerar despreciables esos ídolos y no llevárselos a sus casas. Si lo hacen, también ustedes serán destruidos».
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