Bible in 90 Days
III.— EL ASCENSO DE DAVID AL TRONO (1 Sm 16—2 Sm 1)
Unción de David (16,1-13)
16 El Señor dijo a Samuel:
— ¿Hasta cuándo vas a seguir llorando por Saúl, si yo mismo lo he rechazado como rey de Israel? Llena tu cuerno de aceite y prepárate que voy a enviarte a Jesé, el de Belén, pues me he elegido un rey entre sus hijos. 2 Samuel replicó:
— ¿Cómo me las arreglo para ir? Si Saúl se entera me matará.
Y Dios le respondió:
— Llévate contigo una novilla y dices que vas a ofrecer un sacrificio al Señor. 3 Luego invitas a Jesé al sacrificio y yo te indicaré lo que tienes que hacer; me ungirás a quien yo te indique.
4 Samuel hizo tal y como le había dicho el Señor. Cuando llegó a Belén, los ancianos de la ciudad salieron preocupados a recibirlo y le dijeron:
— ¡Bienvenido!
5 Samuel respondió:
— ¡Salud! Vengo a ofrecer un sacrificio al Señor. Purifíquense y vengan conmigo al sacrificio.
Samuel purificó a Jesé y a sus hijos y los invitó al sacrificio.
6 Cuando llegaron, vio a Eliab y pensó:
— Aquí está el ungido del Señor.
7 Pero el Señor le dijo:
— No valores sólo su aspecto y su buena planta, porque yo lo he descartado. Aquí no valen miras humanas. Pues ustedes se fijan en las apariencias, pero yo miro al corazón.
8 Jesé llamó a Abinadab y lo presentó a Samuel, que dijo:
— A este tampoco lo ha elegido el Señor.
9 Jesé le presentó a Samá, y Samuel volvió a decir:
— Tampoco a este lo ha elegido el Señor.
10 Jesé le presentó a sus siete hijos, pero Samuel le dijo:
— El Señor no ha elegido a ninguno de estos.
11 Luego preguntó a Jesé:
— ¿No te quedan más hijos?
Y Jesé le respondió:
— Falta el más pequeño, que está guardando el rebaño.
Y Samuel le dijo:
— Manda a buscarlo, pues no comenzaremos hasta que venga.
12 Jesé mandó traerlo. Era sonrosado, de hermosos ojos y bien parecido. El Señor le dijo:
— Prepárate a ungirlo porque es este.
13 Samuel tomó el cuerno de aceite y lo ungió ante sus hermanos. Y a partir de aquel día el espíritu del Señor acompañó a David. Luego Samuel emprendió el regreso a Ramá.
David en la corte de Saúl (16,14—20,42)
David introducido en la corte
14 El espíritu del Señor se había apartado de Saúl y lo atormentaba un mal espíritu, enviado por el Señor. 15 Sus servidores le dijeron:
— Ya ves que te está atormentando un mal espíritu. 16 Permite a tus siervos que busquemos a alguien que sepa tocar el arpa. Así, cuando te sobrevenga el mal espíritu, él tocará y te sentirás mejor.
17 Saúl les ordenó:
— Búsquenme a alguien que toque bien y tráiganmelo.
18 Entonces uno de los servidores le dijo:
— Yo conozco a un hijo de Jesé, el de Belén, que sabe tocar y que además es valiente, buen guerrero, elocuente, atractivo y el Señor está con él. 19 Saúl mandó emisarios a decir a Jesé:
— Envíame a tu hijo David, el que está con el rebaño.
20 Jesé preparó un asno, tomó pan, un pellejo de vino y un cabrito y se los envió a Saúl con su hijo David. 21 David llegó y se presentó ante Saúl. Este le tomó mucho cariño y lo hizo su escudero. 22 Luego mandó decir a Jesé:
— Deja que David se quede a mi servicio, pues me ha caído bien.
23 Y cuando el mal espíritu atacaba a Saúl, David tomaba el arpa y se ponía a tocar. Entonces Saúl se calmaba, se sentía mejor y se le pasaba el mal espíritu.
David y Goliat
17 Los filisteos reunieron sus tropas para la guerra, se concentraron en Soco de Judá y acamparon en Efes Damín, entre Soco y Acecá. 2 Saúl y los israelitas también se reunieron, acamparon en el valle de Elá y se organizaron para enfrentarse a los filisteos. 3 Los filisteos tomaron posiciones en un monte y los israelitas en otro, separados por un valle.
4 Del campamento filisteo se adelantó un campeón llamado Goliat de más de tres metros de estatura. 5 Llevaba un casco de bronce en la cabeza y vestía una coraza de mallas también de bronce, que pesaba unos cincuenta y cinco kilos 6 Llevaba en los pies botas de bronce y una jabalina del mismo metal a la espalda. 7 El asta de su lanza era como un madero de telar y su punta de hierro pesaba seiscientos siclos. Delante de él iba su escudero. 8 Goliat se detuvo y gritó a los escuadrones israelitas:
— ¿Cómo es que salen en orden de batalla? Yo soy el filisteo y ustedes los servidores de Saúl. Elijan a uno que venga hasta aquí. 9 Si es capaz de pelear conmigo y me vence, nosotros seremos sus esclavos. Pero si gano yo y lo venzo, ustedes serán nuestros esclavos y nos tendrán que servir.
10 Y el filisteo añadió:
— Yo desafío hoy a las filas israelitas. Envíenme a alguien para que luchemos cuerpo a cuerpo.
11 Cuando Saúl y los israelitas oyeron las palabras de aquel filisteo quedaron desconcertados y llenos de miedo.
12 David era hijo de un efrateo de Belén de Judá, llamado Jesé, que tenía ocho hijos y que en tiempos de Saúl era ya un viejo entrado en años. 13 Los tres hijos mayores de Jesé habían ido a la guerra con Saúl. Los nombres de los tres eran: Eliab el primogénito, Abinadab el segundo y Samá el tercero. 14 David era el más pequeño. Como los tres mayores se habían ido con Saúl, 15 David iba ocasionalmente donde Saúl, pero volvía para cuidar el rebaño de su padre en Belén.
16 Durante cuarenta días el filisteo se acercó desafiante mañana y tarde.
17 Jesé dijo a su hijo David:
— Toma esta medida de grano tostado y estos diez panes para tus hermanos y llévalos rápido al campamento. 18 Lleva también estos diez quesos al capitán de su unidad. Interésate por la salud de tus hermanos y vuelve con alguna señal. 19 Están con Saúl y los israelitas en el valle de Elá, luchando contra los filisteos.
20 Al día siguiente David madrugó, dejó el rebaño al cuidado de un pastor, cargó las provisiones y se marchó, como le había mandado su padre. Cuando llegó al campo de batalla, el ejército salía a tomar posiciones, lanzando el grito de guerra. 21 Israelitas y filisteos tomaron posiciones frente a frente. 22 David dejó la carga que llevaba al cuidado del encargado de intendencia, corrió hacia la formación y se interesó por la salud de sus hermanos. 23 Mientras hablaba con ellos, aquel campeón filisteo llamado Goliat, de Gat, salió de las filas filisteas y volvió a repetir las consabidas palabras. Y David lo oyó. 24 Cuando vieron a aquel hombre, todos los israelitas huyeron de su presencia llenos de miedo. 25 Un israelita dijo:
— ¿Han visto a ese hombre que se adelanta? Viene a desafiar a Israel. A quien sea capaz de vencerlo el rey lo colmará de riquezas, le entregará a su hija y eximirá de impuestos a su familia.
26 Entonces David preguntó a los que estaban junto a él:
— ¿Qué se le dará a quien venza a ese filisteo y limpie la deshonra de Israel? Y ¿quién es ese filisteo incircunciso para desafiar a las huestes del Dios vivo?
27 La gente le repitió lo mismo de antes sobre la recompensa que recibiría el que lo venciese. 28 Su hermano mayor, Eliab, oyó a David hablar con los soldados y, encolerizado contra él, le dijo:
— ¿A qué has venido? ¿A quién le has dejado el pequeño rebaño en el desierto? Ya conozco tu insolencia y tus artimañas, pues sólo has venido para ver la batalla.
29 David le respondió:
— Pero, ¿qué he hecho yo ahora? Sólo estaba preguntando.
30 Se alejó de su hermano y acercándose a otro, le hizo la misma pregunta. Y la gente volvió a responderle como antes. 31 Al oír lo que decía David, fueron a contárselo a Saúl y este lo mandó llamar. 32 David dijo a Saúl:
— ¡Que nadie se desmoralice por su culpa! ¡Este siervo tuyo irá a luchar contra ese filisteo!
33 Saúl le respondió:
— Tú no puedes ir a enfrentarte con ese filisteo, pues tú no eres más que un muchacho y él es todo un guerrero desde su mocedad.
34 Pero David le replicó:
— Este siervo tuyo ha sido pastor del rebaño de mi padre y cuando llegaba un león o un oso a llevarse alguna oveja del rebaño, 35 yo lo perseguía, lo golpeaba y se la quitaba de la boca. Y si me atacaba, lo agarraba de la cabeza y lo golpeaba hasta matarlo. 36 Este siervo tuyo ha matado leones y osos, y ese filisteo incircunciso correrá la misma suerte por haber desafiado a las huestes del Dios vivo.
37 Y añadió:
— El Señor que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, me librará del poder de ese filisteo.
Entonces Saúl le dijo:
— Anda y que el Señor te acompañe.
38 Saúl vistió a David con su armadura, le puso en la cabeza un casco de bronce y lo revistió con una coraza. 39 Luego David se ciñó la espada de Saúl sobre sus ropas e intentó andar, pero no estaba entrenado. Entonces le dijo a Saúl:
— No puedo moverme con esto, porque no estoy entrenado.
Se quitó, pues, todo aquello de encima, 40 agarró su bastón, escogió cinco piedras lisas del arroyo, las metió en los bolsillos de su zurrón de pastor y, con su honda en la mano, se acercó al filisteo. 41 El filisteo, precedido de su escudero, se iba acercando poco a poco a David. 42 El filisteo miró y, cuando vio a David, lo menospreció, pues no era más que un muchacho de piel sonrosada y bien parecido. 43 El filisteo le dijo a David:
— ¿Acaso me tomas por un perro y vienes a atacarme con un palo?
Y maldijo a David invocando a sus dioses. 44 Luego le dijo:
— Ven aquí, que voy a echar tu carne a las aves del cielo y a las fieras del campo.
45 David le respondió:
— Tú vienes contra mí armado de espada, lanza y jabalina; yo voy contra ti en nombre del Señor del universo, el Dios de las huestes de Israel, a quien tú has desafiado. 46 Hoy mismo el Señor te entregará en mis manos, te mataré y te arrancaré la cabeza. Y hoy mismo echaré tu cadáver y los cadáveres del campamento filisteo a las aves del cielo y a las fieras del campo. Así sabrá todo el mundo que Israel tiene un Dios. 47 Y todos los aquí reunidos reconocerán que el Señor da la victoria sin espadas ni lanzas, pues esta es la guerra del Señor y él los entregará a ustedes en nuestro poder.
48 Entonces el filisteo se puso en marcha para acercarse a David; este, por su parte, salió corriendo velozmente a su encuentro, 49 echó mano a su zurrón, sacó una piedra, la lanzó con la honda y le pegó en la frente al filisteo. La piedra se le clavó en la frente y cayó de bruces al suelo. 50 Y así, con la honda y la piedra, David venció al filisteo; lo golpeó y lo mató sin empuñar espada. 51 Luego echó a correr y se detuvo junto al filisteo, agarró su espada, la desenvainó, lo remató y le cortó con ella la cabeza. Vieron los filisteos que su campeón había muerto y salieron huyendo. 52 Entonces los soldados de Israel y Judá lanzaron el grito de guerra y salieron en persecución de los filisteos hasta la entrada de Gat y hasta las puertas de Ecrón. Y el camino que va desde Saaráin hasta Gat y Ecrón quedó sembrado de cadáveres filisteos. 53 Cuando dejaron de perseguir a los filisteos, los israelitas regresaron a saquear su campamento. 54 En cuanto a David, tomó la cabeza del filisteo para llevarla a Jerusalén, pero guardó sus armas en su propia tienda.
David en la corte: Amistad con Jonatán
55 Cuando Saúl vio salir a David al encuentro del filisteo, preguntó a Abner, general del ejército:
— Abner, ¿de quién es hijo ese muchacho?
Abner respondió:
— Te juro que no lo sé.
56 Saúl le dijo:
— Pregunta de quién es hijo el joven.
57 Cuando David volvió de matar al filisteo, Abner lo tomó y lo presentó a Saúl con la cabeza del filisteo en la mano. 58 Saúl le preguntó:
— Muchacho, ¿de quién eres hijo?
David le respondió.
— De tu siervo Jesé, el de Belén.
18 Cuando David acabó de hablar con Saúl, Jonatán y David se hicieron amigos íntimos, pues Jonatán lo quería como a sí mismo. 2 Por su parte, Saúl tomó consigo a David aquel día y no lo dejó volver a casa de su padre. 3 Jonatán y David sellaron un pacto, pues Jonatán lo quería como a sí mismo. 4 Jonatán se quitó el manto que llevaba puesto y se lo dio a David, junto con su armadura, su espada, su arco y su cinturón. 5 David tenía éxito en todas las misiones que le encomendaba Saúl, por lo que este lo puso al frente de su ejército. David caía bien a todo el mundo, incluso a los ministros de Saúl.
Envidia de Saúl
6 Cuando volvían, después de que David matara al filisteo, las mujeres de todas las ciudades salían al encuentro del rey Saúl, cantando y danzando alegremente con panderos y platillos. 7 Y las mujeres cantaban a coro:
Saúl mató a mil
y David a diez mil.
8 A Saúl no le gustó la copla y muy enfadado pensaba: a David le dan diez mil y a mí me dan mil. ¡Sólo falta que lo hagan rey! 9 Y a partir de aquel momento Saúl sintió celos de David.
10 Al día siguiente, el mal espíritu atacó a Saúl que andaba por el palacio fuera de sí. David estaba tocando el arpa, como otros días. Saúl tenía la lanza en la mano 11 y la arrojó contra David pensando clavarlo en la pared. Pero David la esquivó por dos veces.
12 Saúl tenía miedo de David, porque el Señor estaba con él y se había, en cambio, apartado de Saúl. 13 Por eso lo apartó de su lado nombrándolo capitán, con lo que David realizaba continuas expediciones al frente del pueblo 14 y tenía éxito en todas sus campañas, porque el Señor estaba con él. 15 Al ver Saúl que David tenía éxito, le entró mucho miedo. 16 En cambio, todos los de Israel y Judá querían a David, porque él los guiaba en sus expediciones.
Matrimonio de David
17 Cierto día Saúl dijo a David:
— Mira, te daré como esposa a mi hija mayor, Merab, con tal que me sirvas como un valiente y combatas las guerras del Señor.
Pues se decía: “No atentaré personalmente contra él; que lo hagan los filisteos”.
18 David le respondió:
— ¿Quiénes somos yo y la familia de mi padre en Israel para aspirar a convertirme en yerno del rey?
19 Pero cuando llegó el momento de casar a Merab, la hija de Saúl, con David, esta fue dada por esposa a Adriel, el de Mejolá.
20 Mical, hija de Saúl, estaba enamorada de David. Se lo contaron a Saúl y le pareció bien, 21 pues pensó: “Se la daré para que actúe como cebo y lo maten los filisteos”.
Así que Saúl dijo a David:
— Por segunda vez hoy puedes ser mi yerno.
22 Luego ordenó a sus servidores:
— Hablen confidencialmente con David y díganle: “Mira, el rey te aprecia y todos sus servidores te quieren. Así que acepta ser yerno del rey”.
23 Los servidores de Saúl comunicaron a David estas palabras y él respondió:
— ¿Piensan que es cosa fácil convertirse en yerno del rey? Y yo sólo soy un hombre pobre y humilde.
24 Los servidores de Saúl le transmitieron la respuesta que había dado David. 25 Y Saúl les dijo:
— Comuníquenle a David que el rey no quiere dote, sino cien prepucios de filisteos para vengarse de sus enemigos.
Pues Saúl tramaba hacer caer a David en poder de los filisteos.
26 Los servidores de Saúl transmitieron estas palabras a David que consideró justa la propuesta para convertirse en yerno del rey. Antes de cumplirse el plazo. 27 David se puso en camino con sus hombres, mató a doscientos filisteos, se llevó sus prepucios y se los entregó al rey para poder ser su yerno. Entonces Saúl le dio a David a su hija Mical por esposa.
28 Saúl comprendió que el Señor estaba con David y que su hija Mical lo amaba. 29 Por eso Saúl le temió aún más y se convirtió en su enemigo de por vida.
30 Cada vez que los jefes filisteos hacían incursiones, David tenía más éxito que todos los oficiales de Saúl. Por ello, su nombre ganó mucho prestigio.
David huye de Saúl
19 Saúl comentó ante su hijo Jonatán y ante todos sus servidores su plan para matar a David. Pero Jonatán, el hijo de Saúl, estimaba mucho a David 2 y le advirtió:
— Mi padre Saúl, intenta matarte. Así que, mañana por la mañana ten cuidado, ponte a salvo y escóndete. 3 Yo saldré acompañando a mi padre al paraje donde tú estarás. Le hablaré de ti a mi padre a ver qué pasa y luego te informaré.
4 Y Jonatán habló a su padre, Saúl, en favor de David:
— Que el rey no ofenda a su siervo David, pues él no te ha ofendido y te ha proporcionado grandes beneficios. 5 Tú mismo lo viste y te alegraste, cuando se jugó la vida, matando al filisteo, con lo que el Señor concedió a Israel una gran victoria. ¿Por qué habrías de mancharte con sangre inocente, matando a David sin motivo?
6 Saúl atendió a las razones de Jonatán e hizo un juramento:
— ¡Juro por el Señor que no morirá!
7 Entonces Jonatán llamó a David y le contó todo esto. Luego lo llevó ante Saúl y David quedó a su servicio como antes.
8 Cuando se reanudó la guerra, David salió a combatir contra los filisteos, les infligió una gran derrota y los puso en fuga.
9 Pero el mal espíritu, enviado por el Señor, atacó a Saúl, cuando estaba sentado en su palacio con la lanza en la mano, mientras David tocaba el arpa. 10 Entonces intentó clavar a David en la pared con su lanza, pero David esquivó a Saúl y la lanza se clavó en la pared. Y aquella noche David escapó y se puso a salvo.
11 Saúl envió emisarios a la casa de David para vigilarlo y matarlo a la mañana siguiente. Pero su mujer, Mical, le advirtió:
— Si no te pones a salvo esta noche, mañana serás hombre muerto.
12 Mical descolgó por la ventana a David, quien salió huyendo y se puso a salvo. 13 Luego Mical tomó los ídolos familiares, los metió en la cama, puso una piel de cabra sobre la almohada y los tapó con ropa. 14 Y cuando Saúl envió a los emisarios en busca de David, Mical les dijo que estaba enfermo. 15 Pero Saúl volvió a enviar a los emisarios en busca de David con esta orden:
— Tráiganmelo en la cama para matarlo.
16 Cuando llegaron los emisarios, encontraron los ídolos en la cama y la piel de cabra en la almohada. 17 Entonces Saúl dijo a Mical:
— ¿Por qué me has engañado así, dejando escapar a mi enemigo para que se ponga a salvo?
Y Mical le contestó:
— Porque me ha amenazado con matarme si no lo dejaba escapar.
18 David había huido, poniéndose a salvo. Llegó a Ramá, donde estaba Samuel y le contó todo lo que le había hecho Saúl. Luego se fue con Samuel y se quedaron en Nayot. 19 Le contaron a Saúl que David estaba en Nayot de Ramá 20 y envió emisarios para capturarlo. Estos vieron a un grupo de profetas profetizando, dirigidos por Samuel. Entonces los invadió el espíritu de Dios y se pusieron también a profetizar. 21 Se lo dijeron a Saúl, que envió nuevos emisarios. Pero también se pusieron a profetizar. Por tercera vez Saúl envió mensajeros y también estos se pusieron a profetizar. 22 Entonces fue él mismo en persona a Ramá y, al llegar al gran aljibe que hay en Socú, preguntó:
— ¿Dónde están Samuel y David?
Le contestaron:
— En Nayot de Ramá.
23 Entonces se dirigió a Nayot de Ramá y también a él lo invadió el espíritu de Dios. Así que fue profetizando por el camino hasta llegar a Nayot de Ramá. 24 Allí también él se desnudó y estuvo profetizando ante Samuel. Luego cayó desnudo y así estuvo todo el día y toda la noche. Y de ahí viene el dicho: “Hasta Saúl se ha metido a profeta”.
David y Jonatán
20 David huyó de Nayot de Ramá y fue a encontrarse con Jonatán para decirle:
— ¿Qué he hecho yo? ¿Cuál es mi delito? ¿En qué he ofendido a tu padre para que atente contra mi vida?
2 Jonatán le dijo:
— ¡De ninguna manera! No vas a morir. Mira, mi padre no hace nada, por insignificante que sea, sin contármelo. ¿Por qué habría de ocultarme este asunto? No hay nada de eso.
3 Pero David siguió insistiendo:
— Tu padre sabe muy bien que me aprecias y pensará: “Que Jonatán no se entere, para que no se disguste”. Pero, te juro por el Señor y por tu vida, que estoy a un paso de la muerte.
4 Jonatán le respondió:
— Haré por ti lo que me digas.
5 David le dijo:
— Mira, mañana es luna nueva y yo debería sentarme a comer con el rey. Permíteme que me esconda en el campo hasta pasado mañana por la tarde; 6 y si tu padre pregunta por mí le dices: “Me pidió permiso urgente para ir a su pueblo, Belén, ya que toda su familia celebra allí el sacrificio anual”. 7 Si a él le parece bien, entonces estaré tranquilo; pero, si se enfurece, ten por seguro que ha decidido mi desgracia. 8 Hazme este favor por el pacto sagrado que sellaste conmigo. Ahora bien, si crees que soy culpable, mátame tú mismo sin aguardar a entregarme a tu padre.
9 Jonatán le dijo:
— ¡De ninguna manera! Si compruebo que mi padre ha decidido tu desgracia, te lo haré saber.
10 David le preguntó:
— ¿Quién me comunicará si tu padre te responde violentamente?
11 Jonatán le dijo:
— Salgamos al campo.
Y salieron juntos al campo. 12 Entonces Jonatán dijo a David:
— Te prometo, por el Señor, Dios de Israel, que mañana o pasado mañana a estas horas sondearé a mi padre y si está bien dispuesto hacia ti, mandaré a informarte. 13 Pero que el Señor me castigue si mi padre ha decidido tu desgracia y no te lo hago saber, para que te pongas a salvo. ¡Que el Señor esté contigo como estuvo con mi padre! 14 Si yo vivo todavía, trátame con el mismo favor divino. Y si muero, 15 no retires nunca tu favor a mi familia, cuando el Señor suprima de la faz de la tierra a todos tus enemigos.
16 Jonatán selló un pacto con la familia de David, diciendo:
— ¡Que el Señor pida cuentas a los enemigos de David!
17 Y Jonatán juró de nuevo a David por el amor que le tenía, pues lo quería como a sí mismo, 18 diciéndole:
— Mañana es luna nueva y se te echará de menos, pues tu asiento estará vacío. 19 Pasado mañana tu ausencia se notará aún más. Entonces te vas al lugar donde te escondiste la otra vez y te quedas junto al montón de piedras. 20 Yo lanzaré tres flechas en esa dirección, como si tirase al blanco; 21 luego mandaré al criado a buscarlas. Si le digo: “Mira, las flechas están más acá, recógelas”, entonces puedes venir, pues estás a salvo y no hay peligro, ¡vive Dios! 22 Pero si le digo al mozo: “Mira, las flechas están más allá”, entonces márchate, pues el Señor quiere que te vayas. 23 En cuanto a lo que hemos hablado tú y yo, el Señor es testigo entre los dos para siempre.
24 David se escondió en el campo y cuando llegó la luna nueva el rey asistió al banquete 25 y se sentó en su sitio de costumbre, junto a la pared; Jonatán se sentó enfrente y Abner al lado de Saúl. Pero el sitio de David quedó vacío. 26 Saúl no dijo nada aquel día, pues pensó: “Le habrá ocurrido algo, estará impuro y no se habrá purificado”. 27 Pero el segundo día, el siguiente de la luna nueva, el sitio de David seguía vacío. Entonces Saúl preguntó a su hijo Jonatán:
— ¿Por qué no ha venido el hijo de Jesé al banquete ni ayer ni hoy?
28 Jonatán le respondió:
— Me pidió permiso urgente para ir a Belén. 29 Me dijo que lo dejase marchar, pues su familia celebraba un sacrificio en su pueblo y su hermano le había pedido que fuera; y que, si yo le concedía el favor, podría ir a visitar a sus hermanos. Por eso no ha venido al banquete del rey.
30 Entonces Saúl se enfureció contra Jonatán y le dijo:
— ¡Hijo de mala madre! Bien sabía yo que estabas de parte del hijo de Jesé, para deshonra tuya y vergüenza de tu madre. 31 Pero mientras el hijo de Jesé siga vivo sobre la tierra, ni tú ni tu reino estarán seguros. Así que manda a capturármelo, porque está condenado a muerte.
32 Jonatán le contestó a su padre:
— ¿Por qué ha de morir? ¿Qué ha hecho?
33 Pero Saúl le arrojó la lanza para herirlo, y Jonatán, convencido de que su padre había decidido matar a David, 34 se levantó de la mesa enfurecido y no quiso comer nada el segundo día de la luna nueva, pues estaba entristecido por la afrenta que su padre había hecho a David.
35 A la mañana siguiente Jonatán salió al campo en compañía de un joven criado al encuentro de David 36 y le dijo al criado:
— Corre a buscarme las flechas que voy a disparar.
El criado salió corriendo y él disparó una flecha que lo sobrepasó. 37 Cuando el criado llegó al lugar donde estaba la flecha que había disparado Jonatán, este le gritó:
— La flecha está más allá.
38 Y Jonatán le volvió a gritar:
— Date prisa y no te quedes parado.
El criado recogió la flecha y se la llevó a su señor. 39 Pero no se enteró de nada, porque sólo Jonatán y David conocían la clave. 40 Luego Jonatán entregó sus armas al criado y le dijo:
— Anda y llévalas a la ciudad.
41 Cuando el criado se marchó, David salió de su escondite, cayó a tierra ante él y se postró tres veces. Después se abrazaron el uno al otro y estuvieron llorando juntos hasta que David se recuperó.
42 Entonces Jonatán dijo a David:
— Vete en paz y, como hemos jurado los dos en el nombre del Señor, que él sea siempre testigo entre tú y yo y entre nuestros descendientes.
David, fugitivo de Saúl (21—26)
David y los sacerdotes de Nob
21 David se puso en camino y Jonatán volvió a la ciudad. 2 David llegó a Nob donde estaba el sacerdote Ajimélec. Este salió asustado a su encuentro y le preguntó:
— ¿Cómo es que vienes solo, sin nadie que te acompañe?
3 David le respondió:
— El rey me ha encomendado una misión y me ha dicho que nadie debía saber nada del asunto que me ha encargado y de la misión que me ha encomendado. En cuanto a mis subordinados, los he citado en un lugar determinado. 4 Y ahora, si los tienes a mano, dame cinco panes o lo que encuentres.
5 El sacerdote le dijo:
— No tengo pan corriente, sólo dispongo de pan consagrado, con tal de que tus subordinados se hayan abstenido de trato con mujeres. 6 David le contestó:
— Por supuesto, siempre que salimos de campaña, nos abstenemos de mujeres. Y si los muchachos van purificados cuando se trata de una misión corriente, ¡con mayor razón lo estarán hoy!
7 Entonces el sacerdote le dio pan consagrado, pues allí no había más pan que el de la ofrenda, que había sido retirado de la presencia del Señor para ser sustituido por pan tierno.
8 Aquel día andaba por allí uno de los servidores de Saúl, que había tenido que quedarse en el santuario. Se llamaba Doeg, el edomita, y era el jefe de los pastores de Saúl.
9 David preguntó a Ajimélec:
— ¿No tienes a mano una lanza o una espada? Pues, como la misión encomendada por el rey era urgente, no he traído ni mi espada ni mis armas.
10 El sacerdote le respondió:
— Ahí está la espada de Goliat, el filisteo, al que mataste en el valle de Elá. Está envuelta en un paño detrás del efod. Si la quieres, llévatela, pues aquí no hay otra.
David le dijo:
— ¡No hay otra igual! Dámela.
11 David siguió huyendo aquel día lejos de Saúl y llegó donde Aquís, rey de Gat. 12 Los servidores de Aquís le dijeron:
— Ese es David, el rey del país, al que le cantaban bailando aquello de “Saúl mató a mil y David a diez mil”. 13 David se preocupó por aquellos comentarios y sintió miedo de Aquís, el rey de Gat. 14 Entonces modificó su aspecto y se hizo el loco ante ellos arañando las puertas y dejando que la baba le chorreara por la barba. 15 Aquís dijo a sus criados:
— ¿No ven que ese hombre está loco? ¿Para qué me lo han traído? 16 ¿No tengo ya bastantes maniáticos, para que me traigan uno más a hacer tonterías en mi presencia? ¿Qué pinta este en mi palacio?
David y su banda
22 David se marchó de allí y se refugió en la cueva de Adulán. Cuando se enteraron sus hermanos y toda su familia, bajaron hasta allí a encontrarse con él. 2 También se le juntaron todos los que estaban en dificultades, los que tenían deudas y los descontentos. Eran en total unos cuatrocientos, y David se convirtió en su jefe. 3 Luego marchó a Mispá de Moab y le dijo al rey de Moab:
— Deja que mi padre y mi madre se queden con ustedes hasta que yo sepa lo que Dios quiere de mí.
4 David los llevó ante el rey de Moab y se quedaron con él todo el tiempo que David estuvo en el refugio.
5 El profeta Gad dijo a David:
— No te quedes en el refugio. Vete y entra en territorio de Judá.
Entonces David se marchó y se adentró en el bosque de Járet.
Masacre de los sacerdotes de Nob
6 Saúl estaba en Guibeá, sentado bajo el tamarisco del santuario, con su lanza en la mano y rodeado de todos sus servidores. Cuando se enteró de que David y sus hombres habían sido vistos, 7 dijo a sus servidores:
— Escúchenme, benjaminitas. ¿Acaso creen que el hijo de Jesé les repartirá también a todos ustedes campos y viñas y que les nombrará a todos jefes y oficiales de su ejército? 8 Todos ustedes han conspirado contra mí, pues nadie me ha informado del pacto de mi hijo con el hijo de Jesé y ninguno de ustedes se preocupa por mí, ni me informa de que mi hijo ha instigado a un siervo mío para atentar contra mí, como sucede ahora.
9 Doeg, el edomita, que se hallaba entre los servidores de Saúl, intervino diciendo:
— Yo vi al hijo de Jesé cuando fue a Nob a ver a Ajimélec, el hijo de Ajitub. 10 Ajimélec consultó al Señor por él y además le dio víveres y la espada de Goliat, el filisteo.
11 El rey mandó llamar al sacerdote Ajimélec, el hijo de Ajitub, y a todos sus familiares, sacerdotes en Nob. Cuando todos llegaron ante el rey, 12 Saúl dijo:
— Escúchame, hijo de Ajitub.
Él respondió:
— Aquí me tienes, majestad.
13 Saúl le preguntó:
— ¿Por qué tú y el hijo de Jesé han conspirado contra mí? Tú le has dado pan y una espada y has consultado al Señor por él, para que se subleve y atente contra mí, como sucede ahora.
14 Ajimélec respondió al rey:
— Entre todos tus servidores no hay ninguno tan leal como David, que además es yerno del rey, jefe de tu guardia y tratado con honores en tu palacio. 15 Y tampoco aquella fue la primera vez que consulté a Dios por él. ¡Lejos de mí ofender al rey! Por tanto, que el rey no acuse a su siervo ni a toda su familia, porque tu siervo no sabía absolutamente nada de todo este asunto.
16 El rey le dijo:
— Te aseguro, Ajimélec, que tú y toda tu familia van a morir.
17 Luego dijo a los de su guardia personal:
— Acérquense y maten a los sacerdotes del Señor, porque también ellos han ayudado a David: sabían que estaba huyendo y no me lo hicieron saber.
Pero los servidores del rey no se atrevieron a poner sus manos sobre los sacerdotes del Señor. 18 Entonces el rey dijo a Doeg:
— Acércate tú y mata a los sacerdotes.
Doeg, el edomita, se acercó y mató personalmente a los sacerdotes. Aquel día mató a ochenta y cinco hombres que vestían efod de lino. 19 En Nob, la ciudad de los sacerdotes, mató a filo de espada a hombres y mujeres, muchachos e incluso niños de pecho. También mató bueyes, asnos y ovejas. 20 Sólo escapó un hijo de Ajimélec, el hijo de Ajitub, llamado Abiatar que huyó en busca de David. 21 Y Abiatar informó a David de que Saúl había matado a los sacerdotes del Señor. 22 David le dijo:
— Ya me di cuenta aquel día de que estaba allí Doeg, el edomita, y que le contaría todo a Saúl. Yo soy el responsable de la muerte de toda la familia de tu padre. 23 Quédate conmigo y no tengas miedo, pues quien atente contra tu vida, atentará contra la mía; y conmigo estarás a salvo.
David en Queilá y Jorés
23 Cuando informaron a David de que los filisteos estaban atacando Queilá y saqueando las eras, 2 David consultó al Señor:
— ¿Puedo ir a atacar a esos filisteos?
El Señor le respondió:
- Sí, derrota a los filisteos y libera Queilá.
3 Pero sus hombres le dijeron:
— Mira, si aquí en Judá vivimos atemorizados, cuánto más si vamos a Queilá a luchar contra las huestes filisteas.
4 David volvió a consultar al Señor, y el Señor le respondió:
— Marcha hacia Queilá, porque voy a poner a los filisteos en tus manos.
5 Entonces David y sus hombres marcharon hacia Queilá, atacaron a los filisteos, les infligieron una dura derrota y se llevaron sus ganados. Así salvó David a los habitantes de Queilá. 6 Mientras tanto Abiatar, el hijo de Ajimélec, había huido refugiándose junto a David en Queilá y llevando consigo el efod.
7 Informaron a Saúl de que David había ido a Queilá y dijo:
— Dios lo ha puesto en mis manos, pues al meterse en una ciudad con puertas y cerrojos ha quedado encerrado.
8 Entonces Saúl movilizó a toda la gente a la lucha para bajar a Queilá y sitiar a David y a sus hombres. 9 Cuando David se enteró de que Saúl tramaba su desgracia, ordenó al sacerdote Abiatar:
— Tráete el efod.
10 Y David dijo:
— Señor, Dios de Israel, tu siervo ha oído que Saúl se propone venir a Queilá y destruir la ciudad por mi causa. 11 ¿Me entregarán en su poder los nobles de la ciudad? ¿Bajará Saúl como tu siervo ha oído? Señor, Dios de Israel, responde a tu siervo.
El Señor respondió:
— Sí, bajará.
12 David insistió:
— ¿Nos entregarán los nobles de Queilá a mí y a mis hombres en poder de Saúl?
Y el Señor respondió:
— Sí, les entregarán a ustedes.
13 Entonces David y sus hombres, unos seiscientos, partieron de Queilá y anduvieron errantes y sin rumbo. Se enteró Saúl de que David había escapado de Queilá y suspendió la expedición.
14 David se estableció en los refugios del desierto y vivió en los montes del desierto de Zif. Durante todo ese tiempo Saúl lo estuvo buscando, pero Dios lo libró de sus manos. 15 David estaba atemorizado, porque Saúl había salido para matarlo, mientras se encontraba en Jorés, en el desierto de Zif. 16 Jonatán, el hijo de Saúl, se puso en camino hacia Jorés para ver a David. Allí lo reanimó en nombre de Dios 17 diciéndole:
— No temas, porque la mano de mi padre Saúl no te alcanzará. Tú serás rey de Israel y yo seré tu segundo. Eso lo sabe hasta mi padre.
18 Luego los dos sellaron un pacto ante el Señor. David se quedó en Jorés y Jonatán volvió a su casa.
19 Gentes de Zif subieron a Guibeá a informar a Saúl:
— David está escondido entre nosotros, en los refugios de Jorés, en la colina de Jaquilá, al sur del desierto. 20 Así que, majestad, puedes bajar cuando quieras, que nosotros lo entregaremos en poder del rey.
21 Saúl les respondió:
— Que Dios los bendiga por haberse compadecido de mí. 22 Vayan, asegúrense aún más y comprueben el lugar por donde anda y si alguien lo ha visto, porque me han dicho que es muy astuto. 23 Comprueben también todos los escondites en que se oculta y regresen aquí con datos seguros, que yo iré con ustedes y, si está en esa comarca, yo lo buscaré entre todos los clanes de Judá.
24 Ellos se pusieron en camino hacia Zif por delante de Saúl. Mientras tanto, David y sus hombres estaban en el desierto de Maón, en la llanura al sur del desierto. 25 Saúl y su gente salieron en su busca. Cuando informaron a David, este bajó al roquedal del desierto de Maón. Saúl se enteró y se puso a perseguir a David por el desierto de Maón. 26 Saúl iba por un lado del monte y David y sus hombres por el otro lado. Trataba David de escapar cuanto antes de Saúl, ya que este y sus hombres estaban cercando a David con la intención de atraparlo, 27 cuando a Saúl le llegó un mensajero, diciendo:
— Ven inmediatamente, que los filisteos han invadido el país.
28 Entonces Saúl dejó de perseguir a David y marchó al encuentro de los filisteos. Por esta razón a aquel lugar se le llama “Roca de la separación”.
David perdona la vida a Saúl
24 David subió de allí y se estableció en los refugios de Enguedí. 2 Cuando Saúl volvió de perseguir a los filisteos, le informaron que David estaba en el desierto de Enguedí. 3 Saúl tomó consigo a tres mil hombres de lo más selecto de Israel y marchó a buscar a David y a sus hombres por los Riscos de los Rebecos. 4 Cuando llegó a unos apriscos de ovejas junto al camino, entró en una cueva que había allí a hacer sus necesidades. David y sus hombres estaban al fondo de la cueva. 5 Los hombres de David le dijeron:
— Esta es la ocasión que te anunció el Señor cuando te dijo: “Voy a poner a tu enemigo en tus manos. Haz con él lo que mejor te parezca”.
David se levantó sin hacer ruido y cortó el borde del manto de Saúl. 6 Pero luego le remordió la conciencia por haberle cortado el borde del manto a Saúl. 7 Y dijo a sus hombres:
— Dios me libre de hacerle eso a mi rey, el ungido del Señor, y de atentar contra él. ¡Es el ungido del Señor!
8 David aplacó a sus hombres con estas palabras y no les permitió atacar a Saúl. Mientras tanto, Saúl salió de la cueva y siguió su camino. 9 Inmediatamente después, David salió de la cueva y se puso a gritar tras Saúl:
— ¡Señor! ¡Majestad!
Saúl miró hacia atrás y David se inclinó hacia el suelo e hizo una reverencia. 10 Luego dijo a Saúl:
— ¿Por qué haces caso a los que dicen que David busca tu ruina? 11 Ahora mismo puedes comprobar que el Señor te ha puesto hoy en mis manos dentro de la cueva: me animaron a matarte, pero te he respetado y he dicho que no atentaría contra mi rey, porque es el ungido del Señor. 12 Fíjate bien, padre mío, en lo que tengo en la mano: el borde de tu manto. Y si he cortado el borde de tu manto y no te he matado, has de reconocer que mis manos están limpias de maldad y de traición y que no te he ofendido. Tú, en cambio, me acosas para matarme. 13 Que el Señor sea nuestro juez y que salga en mi defensa ante ti; pero yo no levantaré mi mano contra ti. 14 Como dice un antiguo refrán: “De los malos sale la maldad”; pero yo no levantaré mi mano contra ti. 15 ¿Contra quién ha salido el rey de Israel? ¿A quién estás persiguiendo? ¡A un perro muerto! ¡A una pulga! 16 Que el Señor dicte sentencia entre los dos: que examine, defienda mi causa y me libre de tu mano.
17 Cuando David terminó de decir estas palabras, Saúl exclamó:
— ¿Es esa tu voz, David, hijo mío?
E inmediatamente se echó a llorar. 18 Luego dijo a David:
— Tú eres más inocente que yo, pues tú me has pagado muy bien y yo muy mal. 19 Tú me acabas de demostrar ahora lo bien que te has portado conmigo, pues el Señor me ha puesto en tus manos y tú no me has matado. 20 Cuando alguien encuentra a su enemigo, no lo deja marchar por las buenas. ¡Que el Señor te recompense por esto que acabas de hacer hoy conmigo! 21 Ahora sé a ciencia cierta que serás rey y que en ti se consolidará el reino de Israel. 22 Júrame, pues, por el Señor que no aniquilarás mi descendencia ni borrarás mi apellido.
23 David se lo juró a Saúl. Luego Saúl volvió a casa y David y sus hombres subieron al refugio.
David y Abigail
25 Samuel murió y todo Israel se reunió para hacerle duelo. Luego lo enterraron en su casa de Ramá. David se puso en camino y bajó al desierto de Parán. 2 Había un hombre de Maón que tenía su hacienda en Carmel. Era muy rico: tenía tres mil ovejas y mil cabras, y estaba esquilando las ovejas en Carmel. 3 Pertenecía al clan de Caleb y se llamaba Nabal. Su mujer, Abigail, era una mujer inteligente y muy hermosa. Pero él era mezquino y maleducado.
4 David se enteró en el desierto de que Nabal estaba esquilando su ganado 5 y envió a diez muchachos con este encargo:
— Suban a Carmel, vayan a ver a Nabal y salúdenlo de mi parte, 6 diciéndole: ¡Por mi vida! Que tengan salud tú, tu familia y toda tu hacienda. 7 Me he enterado de que estabas esquilando. Pues bien, tus pastores estuvieron con nosotros; no los molestamos, ni perdieron nada mientras estuvieron en Carmel. 8 Pregunta a tus criados y te informarán. Así que atiende favorablemente a mis muchachos, pues venimos en buen momento. Y dale a tus siervos y a tu hijo David lo que tengas a mano.
9 Cuando los muchachos de David llegaron, comunicaron a Nabal todas estas palabras en nombre de David y se quedaron aguardando. 10 Nabal les respondió:
¿Y quién es ese David? ¿Quién es ese hijo de Jesé? Porque hoy día abundan los esclavos que huyen de sus amos. 11 ¿Creen que voy a tomar mi pan, mi agua y la carne que he sacrificado para mis esquiladores y se la voy a dar a unos hombres que desconozco de dónde vienen?
12 Los muchachos de David dieron media vuelta y regresaron adonde estaba David a quien contaron las palabras de Nabal. 13 David ordenó a sus hombres:
— ¡Todos a las armas!
Todos empuñaron su espada, al igual que David, y partieron tras él unos cuatrocientos hombres, mientras que otros doscientos se quedaban guardando las pertenencias.
14 Uno de los criados avisó a Abigail, esposa de Nabal:
— Mira, David ha enviado unos mensajeros desde el desierto para saludar a nuestro amo y él los ha humillado. 15 Esos hombres se portaron muy bien con nosotros, pues ni nos molestaron, ni nos quitaron nada durante el tiempo que anduvimos con ellos por el campo. 16 Día y noche nos protegieron como una cerca durante todo el tiempo que estuvimos junto a ellos cuidando el ganado. 17 Así que mira a ver qué puedes hacer, porque seguramente está decidida la ruina de nuestro amo y de toda su familia. Y él es un insolente con el que no se puede hablar.
18 Abigail preparó rápidamente doscientos panes, dos odres de vino, cinco corderos ya preparados, cinco medidas de trigo tostado, cien tortas de pasas y otras doscientas de higos; las cargó sobre los asnos 19 y ordenó a sus criados:
— Vayan ustedes delante, que yo los seguiré.
Sin decirle nada a su marido Nabal, 20 bajó montada en el burro por la ladera del monte, mientras David y sus hombres bajaban en dirección contraria y les salió al encuentro. 21 David había dicho: “¡Inútilmente he estado cuidando las posesiones de ese fulano en el desierto, para que no echara nada de menos, si ahora me devuelve mal por bien! 22 Que Dios me castigue si al amanecer dejo vivo a un solo varón de los que están con él”.
23 Nada más ver a David, Abigail bajó rápidamente del burro, se postró en tierra ante él y le hizo una reverencia. 24 Luego, postrada a sus pies, le dijo:
— ¡Yo tengo toda la culpa, señor! Pero déjame que te hable y escucha las palabras de esta tu sierva. 25 Que mi señor no tome en serio a ese insolente de mi marido, Nabal, porque hace honor a su nombre: se llama Imbécil y la imbecilidad lo define. Pero esta sierva tuya no vio a los muchachos que mi señor envió. 26 Ahora, señor mío, por la vida del Señor y por tu propia vida, es el Señor quien te impide derramar sangre y tomarte la justicia por tu mano. ¡Ojalá sean como Nabal todos tus enemigos y los que buscan la ruina de mi señor! 27 Que el obsequio que esta sierva tuya ha traído a su señor se reparta entre los muchachos que lo acompañan. 28 Te ruego disculpes la falta de esta sierva tuya, porque el Señor va a construirte una casa estable, pues mi señor combate las guerras del Señor y ninguna desgracia te alcanzará en toda tu vida. 29 Cuando alguien quiera perseguirte y atentar contra tu vida, la vida de mi señor quedará a buen recaudo en la bolsa de la vida, al cuidado del Señor tu Dios; mientras que la vida de tus enemigos será arrojada lejos como piedra en la honda. 30 Que cuando el Señor cumpla a mi señor todo el bien que le ha prometido y lo constituya jefe de Israel, 31 mi Señor no tenga que sufrir remordimiento o pesar por haber derramado sangre inocente y haberse tomado la justicia por su mano. Y que cuando el Señor te haya colmado de bienes, te acuerdes de esta tu sierva.
32 David le contestó:
— ¡Bendito sea el Señor, Dios de Israel, que te ha enviado hoy a mi encuentro! 33 ¡Bendita tu sensatez y también tú que me has impedido hoy derramar sangre y tomarme la justicia por mi mano! 34 ¡Te juro por el Señor, Dios de Israel, que me ha impedido hacerte daño, porque si tú no te hubieras apresurado en salir a mi encuentro, al amanecer no le habría quedado vivo a Nabal ni un solo varón!
35 Luego David aceptó todo lo que ella le había traído y le dijo:
— Puedes volver tranquila a tu casa. Ya ves que he escuchado tus palabras y he atendido a tu petición.
36 Cuando Abigail llegó adonde estaba Nabal, este estaba celebrando un banquete digno de un rey. Como estaba muy contento y completamente borracho, ella no le comentó nada hasta el amanecer. 37 A la mañana siguiente, cuando a Nabal se le había pasado la borrachera, su esposa le contó todo lo sucedido. Entonces le falló el corazón y se quedó de piedra. 38 Al cabo de unos diez días, el Señor hirió de muerte a Nabal y este falleció. 39 Cuando David se enteró de que Nabal había muerto, comentó:
— ¡Bendito sea el Señor que me ha vengado de la afrenta que me hizo Nabal y ha preservado a su siervo de actuar mal, haciendo recaer sobre Nabal su propia maldad!
Luego envió una embajada a Abigail con una proposición de matrimonio. 40 Cuando los criados de David llegaron a Carmel, dijeron a Abigail:
— David nos envía a ti para tomarte como esposa.
41 Ella se levantó, se postró en tierra y les dijo:
— Esta servidora es tu esclava y está dispuesta a lavar los pies de los criados de mi señor.
42 Luego Abigail se preparó rápidamente, montó en su burro, acompañada por cinco doncellas, siguió a los mensajeros de David y se casó con él. 43 David se casó también con Ajinoán, de Jezrael, y las dos fueron sus esposas; 44 pues Saúl había entregado a su hija Mical, la mujer de David, a Paltí, hijo de Lais, el de Galín.
David perdona de nuevo a Saúl
26 Gentes de Zif llegaron a Guibeá a informar a Saúl:
— David está escondido en la colina de Jaquilá, frente al desierto.
2 Entonces Saúl se puso en camino y bajó al desierto de Zif con tres mil hombres de lo más selecto de Israel para buscar allí a David. 3 Saúl acampó en la colina de Jaquilá, frente al desierto, al lado del camino. Pero David, que vivía en el desierto, se enteró de que Saúl había venido a perseguirlo al desierto 4 y envió espías para investigar dónde estaba Saúl. 5 Entonces David fue hasta el lugar donde estaba acampado Saúl e inspeccionó el sitio donde estaban acostados Saúl y Abner, el hijo de Ner, general de su ejército. Saúl estaba acostado dentro del recinto y la gente acampaba a su alrededor. 6 David consultó con Ajimélec, el hitita, y con Abisay, hijo de Seruyá y hermano de Joab y les preguntó:
— ¿Quién está dispuesto a bajar conmigo al campamento de Saúl?
Y Abisay respondió:
— Yo bajaré contigo.
7 David y Abisay llegaron, pues, hasta donde estaba la tropa. Saúl dormía acostado dentro del recinto, con su lanza clavada en el suelo junto a la cabecera. Abner y la tropa estaban acostados a su alrededor. 8 Abisay dijo a David:
— Dios pone hoy a tu enemigo en tus manos. Déjame, pues, que lo clave en tierra de una sola lanzada y no habrá que rematarlo.
9 Pero David respondió a Abisay:
— No lo mates, porque no se puede atentar impunemente contra el ungido del Señor.
10 Y añadió:
— ¡Vive Dios, que habrá de ser el Señor quien lo hiera, o cuando le llegue la hora de la muerte, o cuando caiga y perezca al entrar en combate! 11 ¡El Señor me libre de atentar contra su ungido! Así que toma la lanza que está a su cabecera y la cantimplora, y vámonos.
12 David tomó la lanza y la cantimplora de la cabecera de Saúl y se marcharon, sin que nadie los viese, ni se enterase, ni despertase. Todos estaban dormidos, pues el Señor los había hecho caer en un profundo sueño. 13 David cruzó al lado opuesto, se detuvo lejos, en la cima del monte, dejando una buena distancia entre ellos 14 y gritó a la tropa y a Abner, el hijo de Ner:
— Abner, respóndeme.
Abner respondió:
— ¿Quién eres tú para gritar al rey?
15 David le dijo:
— Tú, que eres el hombre más aguerrido de Israel, ¿cómo es que no has protegido al rey, tu señor, cuando un cualquiera ha ido a matarlo? 16 No está bien lo que has hecho. Vive Dios que ustedes merecen la muerte por no haber protegido a su señor, al ungido del Señor. ¡Mira, si no, dónde están la lanza del rey y la cantimplora que había a su cabecera!
17 Entonces Saúl reconoció la voz de David y le dijo:
— ¿Es esa tu voz, David, hijo mío?
David respondió:
— Sí, es mi voz, majestad.
18 Y añadió:
— ¿Por qué persigue mi señor a este siervo suyo? ¿Qué he hecho yo? ¿Qué delito he cometido? 19 Ruego a mi señor, el rey, que se digne escuchar las palabras de su siervo. Si es el Señor quien te empuja contra mí, se aplacará con una ofrenda; pero si son los hombres, ¡que el Señor los maldiga! Porque hoy me expulsan y me impiden participar en la herencia del Señor, mandándome a servir a otros dioses. 20 Que no caiga, pues mi sangre por tierra, lejos de la presencia del Señor, ya que el rey de Israel ha salido en busca de una simple pulga, como si fuese a cazar una perdiz en el monte.
21 Saúl le dijo:
— He pecado. Regresa, David, hijo mío, que no volveré a hacerte daño, pues hoy has respetado mi vida. He sido un insensato y me he equivocado del todo.
22 David le respondió:
— ¡Aquí está la lanza del rey! Que alguno de los muchachos venga a recogerla. 23 El Señor pagará a cada cual según su justicia y su lealtad. El Señor te ha entregado hoy en mi mano, pero yo no he querido levantar mi mano contra el ungido del Señor. 24 Y así como yo he respetado hoy tu vida, que el Señor respete la mía y me libre de cualquier peligro.
25 Y Saúl dijo a David:
— ¡Bendito seas, David, hijo mío! Tendrás éxito en todas tus empresas.
Luego David siguió su camino y Saúl regresó a casa.
David, vasallo filisteo (27—30)
David en Gat y Siclag
27 David se hizo el siguiente razonamiento:
— Cualquier día de estos voy a sucumbir a manos de Saúl. Lo mejor que puedo hacer es huir al país de los filisteos. Así Saúl dejará de perseguirme por todo el territorio de Israel y podré escapar de sus manos.
2 Luego David se puso en camino y, con los seiscientos hombres que tenía, se pasó a Aquís, hijo de Maón y rey de Gat. 3 David se estableció con Aquís en Gat, junto con sus hombres, cada uno con su familia; llevó también consigo a sus dos mujeres: Ajinoán de Jezrael y Abigail, la mujer de Nabal, el de Carmel. 4 Saúl fue informado de que David había huido a Gat y dejó de perseguirlo.
5 Un día David dijo a Aquís:
— Si merezco tu confianza, te ruego que me asignes un sitio en cualquiera de las aldeas del término, para que pueda instalarme allí; pues tu siervo no debe residir junto a ti en la ciudad real.
6 Y aquel mismo día Aquís le asignó Siclag. Por eso Siclag ha pertenecido a los reyes de Judá hasta hoy.
7 David permaneció en territorio filisteo durante un año y cuatro meses. 8 David y sus hombres salían a saquear a los guesureos, guercitas y amalecitas, pues esos son los pueblos que habitaban desde siempre la región en dirección a Surá hasta el país de Egipto. 9 David devastaba la región, sin dejar con vida a hombres ni mujeres; se llevaba ovejas, vacas, burros, camellos y ropas y regresaba junto a Aquís. 10 Cuando Aquís le preguntaba:
— ¿Dónde han estado saqueando hoy?
David le respondía:
— En la región al sur de Judá.
O bien:
— En la región de los jerajmelitas.
O bien:
— En la región de los quenitas.
11 David no llevaba a Gat ningún hombre o mujer con vida, para que no lo denunciasen por lo que hacía. Y esa fue su forma de actuar durante todo el tiempo que vivió en territorio filisteo. 12 Aquís se fiaba de David, pensando que estaba enemistado con su pueblo, Israel, y que sería siempre su vasallo.
28 Por aquellos días, los filisteos reunieron sus tropas para ir a luchar contra Israel. Y Aquís le dijo a David:
— Has de saber que tú y tus hombres saldrán conmigo de campaña.
2 David le respondió:
— De acuerdo. Vas a saber lo que tu servidor es capaz de hacer.
Y Aquís le replicó:
— Entonces te haré de mi guardia personal para siempre.
Saúl y la hechicera de Endor
3 Samuel había muerto y todo Israel lo había llorado, enterrándolo en Ramá, su ciudad. Saúl, por su parte, había expulsado del país a los hechiceros y adivinos.
4 Los filisteos se concentraron y fueron a acampar a Sunán. Saúl también concentró a todo Israel y acampó en Guilboa. 5 Pero cuando vio el campamento filisteo, sintió miedo y se llenó de espanto. 6 Entonces consultó al Señor, pero el Señor no le respondió ni por los sueños, ni por las suertes ni por los profetas. 7 Finalmente dijo a sus servidores:
— Búsquenme una hechicera, para ir a consultarla.
Sus servidores le contestaron:
— En Endor vive una hechicera.
8 Saúl se disfrazó cambiando de ropa y partió con dos hombres. Llegó de noche adonde vivía la mujer y le dijo:
— Prepara tus hechizos y evócame a quien yo te diga.
9 La mujer le respondió:
— Ya sabes lo que ha hecho Saúl, que ha expulsado del país a hechiceros y nigromantes. ¿Es que quieres ponerme en peligro de muerte?
10 Pero Saúl, jurando por Dios, le dijo:
— ¡Te juro por el Señor que no serás castigada por esto!
11 La mujer le preguntó:
— ¿A quién quieres que te evoque?
Y Saúl respondió:
— Evócame a Samuel.
12 Cuando la mujer vio a Samuel, pegó un grito y le dijo a Saúl:
— ¿Por qué me has engañado? ¡Tú eres Saúl!
13 El rey le dijo:
— No tengas miedo. ¿Qué ves?
La mujer le respondió:
— Un espíritu que sale de la tierra.
14 Saúl le preguntó:
— ¿Qué aspecto tiene?
Ella le dijo:
— El de un anciano vestido con un manto.
Saúl comprendió entonces que se trataba de Samuel, se postró rostro en tierra e hizo una reverencia.
15 Samuel dijo a Saúl:
— ¿Por qué me has perturbado, haciéndome venir?
Saúl respondió:
— Estoy en un gran aprieto. Los filisteos me atacan y Dios me ha abandonado y ya no me responde ni por medio de los profetas ni a través de los sueños. Por eso te he llamado, para que me indiques qué debo hacer.
16 Samuel le dijo:
— Si el Señor te ha abandonado y se te ha vuelto enemigo, ¿por qué me preguntas a mí? 17 El Señor ha realizado lo que te había anunciado a través de mí: te ha quitado el reino para dárselo a otro, a David. 18 Como desobedeciste al Señor y no ejecutaste su castigo contra Amalec, por eso ahora el Señor ha hecho esto contigo. 19 Además, el Señor entregará a Israel junto contigo en poder de los filisteos. Mañana mismo tú y tus hijos estarán conmigo y el Señor entregará el campamento israelita en poder de los filisteos.
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España