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Bible in 90 Days

An intensive Bible reading plan that walks through the entire Bible in 90 days.
Duration: 88 days
La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
Version
1 Reyes 7:38-16:20

38 E hizo también diez pilas de bronce, cada una de las cuales tenía una capacidad de unos novecientos litros y medía dos metros; y puso una pila sobre cada uno de los diez soportes. 39 Luego puso cinco soportes al lado derecho del edificio y otros cinco al lado izquierdo; y colocó el gran depósito en el lado derecho, hacia el sudeste del edificio.

40 Finalmente, Jirán hizo los ceniceros, las palas y los acetres y con ello concluyó todas las obras que le había encomendado el rey Salomón para el Templo del Señor: 41 las dos columnas, los capitales redondos que remataban las columnas, los dos entrelazados que cubrían los capiteles redondos; 42 las cuatrocientas granadas para los dos entrelazados, dos series de granadas para cada uno; 43 los diez soportes y las diez pilas que soportaban; 44 el gran depósito y los doce toros que iban debajo; 45 los ceniceros, las palas y los acetres. Todos los objetos que Jirán hizo, por encargo del rey Salomón, para el Templo del Señor eran de bronce bruñido. 46 El rey los mandó fundir en arcilla, en el valle del Jordán, entre Sukot y Sartán. 47 Luego Salomón mandó colocar todos estos objetos; y eran tantos que era imposible calcular el peso del bronce.

Los objetos de oro (2 Cr 4,19—5,1)

48 Salomón también mandó hacer todos los restantes objetos del Templo del Señor: el altar de oro, la mesa de oro, sobre la que se ponían los panes de la ofrenda; 49 los candelabros de oro puro del camarín, cinco a la derecha y cinco a la izquierda, las flores, lámparas y despabiladeras de oro; 50 las copas, cuchillos, acetres, cucharillas e incensarios de oro puro; y los quicios de oro para las puertas del lugar santísimo y de la nave del Templo.

51 Cuando concluyeron todas las obras que el rey había encargado hacer para el Templo del Señor, Salomón llevó lo que su padre David había dedicado para el Templo: oro y plata y otros utensilios, y lo depositó en el tesoro del Templo del Señor.

Traslado del Arca al Templo (2 Cr 5,2-11a.13b-14; 6,1-2)

Entonces Salomón convocó ante sí, en Jerusalén, a los ancianos de Israel, a todos los jefes de las tribus y a los cabezas de familia israelitas para trasladar el Arca de la alianza del Señor desde la ciudad de David que es Sión, y todos los israelitas se reunieron con el rey Salomón en la fiesta del mes de Etanín, el mes séptimo. Cuando llegaron todos los ancianos de Israel, los sacerdotes cargaron el Arca y la trasladaron junto con la Tienda del encuentro y todos los objetos sagrados que había en ella y que fueron llevados por los sacerdotes y los levitas. El rey Salomón y toda la asamblea de Israel reunida con él ante el Arca sacrificaron ovejas y toros en cantidades incalculables. Los sacerdotes llevaron el Arca de la alianza del Señor a su lugar, al camarín del Templo o lugar santísimo, bajo las alas de los querubines, pues los querubines tenían sus alas extendidas sobre el lugar que ocupaba el Arca y cubrían por encima el Arca y sus varales. Los varales eran tan largos que sus extremos se podían ver desde el lugar santo que estaba ante el camarín, aunque no se veían desde el exterior. Y allí siguen hasta el presente. El Arca sólo contenía las dos losas de piedra que Moisés depósito allí en el Horeb, cuando el Señor hizo alianza con los israelitas tras la salida del país de Egipto. 10 Cuando los sacerdotes salieron del lugar santo, la nube llenó el Templo del Señor, 11 de forma que los sacerdotes no pudieron continuar su servicio, a causa de la nube, pues la gloria del Señor había llenado el Templo. 12 Entonces Salomón exclamó:

— El Señor había decidido vivir en la oscuridad, 13 pero yo te he construido un palacio, una morada en la que habites para siempre.

Bendición de Salomón (2 Cr 6,3-11)

14 Luego el rey se dio la vuelta y bendijo a toda la asamblea de Israel que estaba en pie, 15 diciendo:

— Bendito sea el Señor, Dios de Israel, que habló a mi padre David, y con su poder ha realizado lo que prometió: 16 “Desde el día en que saqué a mi pueblo Israel de Egipto nunca elegí una ciudad entre todas las tribus de Israel para construir un Templo donde residiera mi nombre. En cambió elegí a David para que gobernara a mi pueblo Israel”. 17 Mi padre, David, pensaba construir un Templo en honor del Señor, Dios de Israel; 18 pero el Señor le dijo: “Has pensado construir un Templo en mi honor y lo que piensas está bien. 19 Pero no serás tú quien construya el Templo, sino un hijo tuyo, salido de tus entrañas; él será quien construya el Templo en mi honor”. 20 El Señor ha cumplido la promesa que hizo: yo he sucedido a mi padre, David, en el trono de Israel, como había prometido el Señor y he construido el Templo en honor del Señor, Dios de Israel. 21 Además, he preparado en él un lugar para el Arca de la alianza del Señor, la alianza que hizo con nuestros antepasados cuando los sacó de Egipto.

Oración de Salomón (2 Cr 6,12-39)

22 Salomón, de pie ante el altar del Señor y en presencia de toda la asamblea de Israel, levantó las manos al cielo 23 y dijo:

— Señor, Dios de Israel: no hay un Dios como tú ni en el cielo ni en la tierra. Tú mantienes la alianza y la fidelidad con tus siervos cuando proceden sinceramente ante ti. 24 Tú has mantenido cuanto dijiste a tu siervo, mi padre David, y has cumplido hoy con obras lo que prometiste de palabra. 25 Señor, Dios de Israel, mantén también ahora a tu siervo, mi padre David, la promesa que le hiciste: “No te faltará en mi presencia alguien que se siente en el trono de Israel, siempre que tus descendientes se porten rectamente y procedan ante mí como lo has hecho tú”.

26 Ahora, pues, Dios de Israel, cumple la promesa que hiciste a tu siervo, mi padre David. 27 Pero, ¿puede Dios habitar realmente en la tierra? Si ni los cielos, en toda su inmensidad, pueden contenerte, ¿cómo podría hacerlo este Templo que he construido? 28 Atiende, pues, Señor, Dios mío, a la súplica y a la plegaria de tu siervo; escucha el grito y la súplica que tu siervo te dirige hoy. 29 Mantén tus ojos abiertos noche y día sobre este Templo, el lugar donde quisiste que residiera tu nombre, y escucha las súplicas que te dirija tu siervo hacia este lugar. 30 Escucha las plegarias que tu siervo y tu pueblo, Israel, hagan hacia este lugar. Escúchalas desde el cielo, el lugar donde habitas. Escucha y perdona.

31 Cuando alguien ofenda a su prójimo y le obliguen a hacer juramento, si viene a jurar ante tu altar en este Templo, 32 escucha tú desde el cielo y haz justicia a tus siervos; condena al culpable dándole su merecido, y absuelve al inocente reconociéndole su inocencia.

33 Cuando tu pueblo Israel caiga derrotado ante sus enemigos por haberte ofendido, pero se arrepienta, invoque tu nombre y te dirija sus plegarias y súplicas desde este Templo, 34 escucha tú desde el cielo, perdona el pecado de Israel, tu pueblo, y hazlo volver a la tierra que diste a sus antepasados.

35 Cuando se cierren los cielos y no llueva por haberte ofendido, si dirigen su plegaria hacia este lugar, invocan tu nombre y se arrepienten tras tu castigo, 36 escucha tú desde el cielo, perdona el pecado de tus siervos y de tu pueblo Israel, muéstrales el buen camino a seguir y envía la lluvia sobre la tierra que diste en herencia a tu pueblo.

37 Cuando en el país haya hambre, a causa de la sequía o de plagas de hongos, saltamontes o pulgón; o porque el enemigo asedia las ciudades del país; o por cualquier calamidad o enfermedad; 38 si un individuo o todo tu pueblo de Israel, arrepentido de corazón, te dirige cualquier súplica o plegaria con las manos extendidas hacia este lugar, 39 escucha tú desde el cielo, el lugar donde habitas, perdona y actúa, pagando a cada cual según su conducta, pues conoces su corazón. Porque sólo tú conoces el corazón de todos los humanos. 40 Así te respetarán mientras vivan sobre la tierra que diste a nuestros antepasados.

41 Cuando incluso el extranjero que no pertenece a tu pueblo Israel, venga de un país lejano, atraído por tu fama 42 (porque oirán hablar de tu gran fama, de tu mano fuerte y de tu brazo poderoso), y llegue a orar en este Templo, 43 escucha tú desde el cielo, el lugar donde habitas, y concédele lo que te pida, para que todos los pueblos de la tierra reconozcan tu fama, te respeten, como lo hace tu pueblo Israel, y sepan que tu nombre es invocado en este Templo que he construido.

44 Cuando tu pueblo salga a luchar contra el enemigo, siguiendo tus órdenes, y ore al Señor vuelto hacia la ciudad que has elegido y al Templo que he construido en tu honor, 45 escucha desde el cielo sus plegarias y súplicas y hazles justicia.

46 Y cuando pequen contra ti, pues nadie está libre de pecado, y tú, enfurecido contra ellos, los entregues al enemigo para que los lleve cautivos a un país enemigo, lejano o cercano, 47 si en el país adonde hayan sido deportados recapacitan, se arrepienten y te suplican, reconociendo su pecado, su delito y su culpa, 48 si en el país de los enemigos que los hayan deportado, se convierten a ti de todo corazón y con toda el alma y te suplican vueltos a la tierra que diste a sus antepasados, a la ciudad que has elegido y al Templo que he construido en tu honor, 49 escucha desde el cielo, el lugar donde habitas, sus plegarias y súplicas y hazles justicia. 50 Perdona a tu pueblo sus pecados y todas las rebeldías que han cometido contra ti e inspira compasión en sus deportadores, para que se compadezcan de ellos; 51 pues ellos son tu pueblo y tu heredad, a quienes sacaste de Egipto y de su horno de hierro.

52 Mantén tus ojos abiertos a las súplicas de tu siervo y de tu pueblo Israel, para escucharlos cuando te invoquen, 53 pues tú, Señor Dios, los apartaste como propiedad entre todos los pueblos de la tierra, tal como dijiste por medio de tu siervo Moisés, cuando sacaste a nuestros antepasados de Egipto.

Bendición sobre el pueblo (2 Cr 7,1)

54 Una vez que Salomón terminó de dirigir al Señor todas estas plegarias y súplicas, se levantó ante el altar del Señor, donde estaba arrodillado con las manos alzadas hacia el cielo, 55 y puesto en pie bendijo a toda la asamblea de Israel, diciendo en voz alta:

56 — Bendito sea el Señor que ha concedido el descanso a su pueblo Israel, tal como había prometido. No ha fallado ni una sola de todas las promesas que hizo por medio de su siervo Moisés. 57 Que el Señor, nuestro Dios, esté a nuestro lado, como estuvo al lado de nuestros antepasados; que no nos deje ni nos abandone. 58 Que oriente nuestros corazones hacia él, para que sigamos todos sus caminos y cumplamos todos los mandamientos, preceptos y decretos que dio a nuestros antepasados. 59 Que el Señor, nuestro Dios, tenga presentes noche y día estas súplicas que he dirigido al Señor y que haga justicia a su siervo y a su pueblo Israel, según las necesidades de cada día, 60 para que todos los pueblos de la tierra reconozcan que el Señor es Dios y que no hay otro. 61 Y que el corazón de ustedes pertenezca íntegramente al Señor, nuestro Dios, cumpliendo sus preceptos y guardando sus mandamientos, como en este día.

Conclusión de la fiesta (2 Cr 7,4-10)

62 El rey y todo Israel con él ofrecieron sacrificios al Señor. 63 Salomón sacrificó veintidós mil toros y ciento veinte mil corderos, como sacrificio de comunión en honor del Señor. Así dedicaron el rey y todos los israelitas el Templo del Señor. 64 Aquel día el rey consagró el interior del atrio que hay delante del Templo del Señor, ofreciendo allí los holocaustos, las ofrendas y la grasa de los sacrificios de comunión, pues el altar de bronce que hay delante del Señor era demasiado pequeño para contener los holocaustos, las ofrendas y la grasa de los sacrificios de comunión.

65 En aquella ocasión Salomón y con él todo Israel, una gran asamblea venida desde el paso de Jamat hasta el torrente de Egipto, celebraron la fiesta religiosa ante el Señor nuestro Dios durante siete días; 66 al octavo día despidió al pueblo. Ellos bendijeron al rey y se marcharon a sus casas alegres y felices por todos los beneficios que el Señor había concedido a su siervo David y a su pueblo Israel.

Nueva aparición divina (2 Cr 7.11-12.16-22)

Cuando Salomón terminó de construir el Templo del Señor, el palacio real y todo cuanto deseaba hacer, se le apareció el Señor por segunda vez, como se le había aparecido en Gabaón, y le dijo:

— He escuchado las súplicas y plegarias que me has dirigido. He consagrado este Templo que has construido como residencia perpetua de mi nombre: aquí estarán siempre mis ojos y mi corazón. Si tú procedes conmigo, como hizo tu padre David, con rectitud e integridad de corazón, cumpliendo lo que te he mandado y guardando mis preceptos y decretos, reafirmaré para siempre tu reinado sobre Israel, tal como prometí a tu padre David: “No te faltarán descendientes en el trono de Israel”. Pero si ustedes y sus hijos me abandonan, si dejan de observar los mandamientos y preceptos que les he dado y se van a servir y a adorar a otros dioses, arrancaré a Israel de la tierra que le he dado, rechazaré este Templo que he consagrado a mi nombre, e Israel quedará convertido en refrán y burla de todos los pueblos. Este Templo quedará en ruinas y todo el que pase a su lado silbará extrañado y preguntará: “¿Por qué ha tratado así el Señor a este país y a este Templo?”. Entonces le responderán: “Porque abandonaron al Señor, su Dios, que sacó a sus antepasados de Egipto, y se aferraron a otros dioses para adorarlos y servirlos. Por eso el Señor ha hecho caer sobre ellos todos estos castigos”.

Las ciudades de Jirán (2 Cr 8,1)

10 En un período de veinte años Salomón construyó los dos edificios: el Templo del Señor y el palacio real. 11 Jirán, el rey de Tiro, proporcionó a Salomón madera de cedro y de pino y todo el oro que quiso. Entonces el rey Salomón entregó a Jirán veinte ciudades en la región de Galilea. 12 Jirán salió de Tiro para inspeccionar las ciudades que le había entregado Salomón, pero no le gustaron 13 y le dijo:

— ¡Qué ciudades que me has dado, hermano!

Y les puso el nombre de Tierra Kabul, que permanece actualmente. 14 Jirán, por su parte, había mandado al rey Salomón ciento veinte talentos de oro.

Otras construcciones de Salomón (2 Cr 8,6-11b.12.17-18)

15 He aquí la explicación del reclutamiento de trabajadores que hizo el rey Salomón para construir el Templo del Señor y su palacio, el terraplén, la muralla de Jerusalén, Jasor, Meguido y Guézer. 16 El faraón, rey de Egipto, había hecho una incursión y había capturado Guézer. Tras incendiarla y matar a los cananeos que la habitaban, se la había entregado como dote a su hija, la esposa de Salomón. 17 Luego Salomón reconstruyó Guézer, Bet Jorón de Abajo, 18 Balat y Tamar en el desierto del país, 19 las ciudades de avituallamiento que tenía, las postas de carros y caballos y todo cuanto quiso construir en Jerusalén, en el Líbano y en todo el territorio de su soberanía. 20 A todos los supervivientes de los amorreos, hititas, fereceos, jeveos y jebuseos que no eran israelitas, 21 y que eran descendientes de aquellos que habían quedado en el país porque los israelitas no habían podido exterminarlos, Salomón los sometió a trabajos forzados. Y así siguen en la actualidad. 22 En cuanto a los israelitas, no los sometió a trabajos forzados, pues eran sus soldados, sus servidores, sus oficiales, sus escuderos y los encargados de sus carros y caballos. 23 Los capataces que Salomón había puesto al frente de sus obras eran quinientos cincuenta y supervisaban a la gente que trabajaba en sus obras.

24 Cuando la hija del faraón se trasladó desde la ciudad de David al palacio que Salomón le había construido, este levantó el terraplén. 25 Tres veces al año Salomón ofrecía holocaustos y sacrificios de comunión sobre el altar que había construido al Señor, quemaba incienso ante el Señor y mantenía el Templo.

26 El rey Salomón organizó una flota en Esionguéber, junto a Elat, en la costa del Mar Muerto, en territorio de Edom. 27 Y Jirán envió para la flota a sus servidores como tripulantes y marineros expertos, junto con los servidores de Salomón. 28 Llegaron hasta Ofir y trajeron de allí al rey Salomón unos cuatrocientos veinte talentos de oro.

Fama y riqueza de Salomón (10,1-29)

Salomón y la reina de Sabá (2 Cr 9,1-12)

10 La reina de Sabá tuvo noticia de la fama de Salomón para gloria del Señor y vino a ponerlo a prueba con enigmas. Llegó a Jerusalén con una magnífica caravana de camellos cargados de perfumes, oro en abundancia y piedras preciosas. Cuando se presentó ante Salomón le formuló todas las cuestiones que traía. Salomón contestó a todas sus preguntas: no hubo ninguna tan difícil que el rey no supiera responder. Cuando la reina de Sabá comprobó toda la sabiduría de Salomón, el palacio que había construido, los manjares de su mesa, la disposición de sus comensales, la compostura y los uniformes de sus camareros, las bebidas y los holocaustos que ofrecía en el Templo del Señor, se quedó asombrada y dijo al rey:

— ¡Es cierto lo que había oído en mi país acerca de tus palabras y de tu sabiduría! Yo no me lo creía, hasta que he venido y lo he visto con mis propios ojos. Pero no me habían contado ni la mitad, pues tu sabiduría y riquezas superan las noticias que tenía. ¡Felices tus esposas y cortesanos, que están siempre a tu lado disfrutando de tu sabiduría! ¡Bendito sea el Señor, tu Dios, que ha tenido a bien ponerte en el trono de Israel y, por el amor eterno a su pueblo, te ha designado rey para garantizar la justicia y el derecho!

10 La reina regaló al rey ciento veinte talentos de oro, gran cantidad de perfumes y piedras preciosas. Nunca habían llegado tantos perfumes como los que la reina de Sabá regaló al rey Salomón. 11 Además, la flota de Jirán, que había traído el oro de Ofir, trajo también gran cantidad de madera de sándalo y piedras preciosas. 12 Con la madera de sándalo el rey hizo barandas para el Templo del Señor y para el palacio real y cítaras y arpas para los músicos. Madera como aquella no ha vuelto a llegar ni se ha visto hasta el presente. 13 El rey Salomón, por su parte, dio a la reina de Sabá todo cuanto ella quiso y pidió, aparte de los regalos que él le hizo de acuerdo con su generosidad. Luego la reina y su séquito regresaron a su país.

Comercio y riquezas (2 Cr 9,13-28; 1,14-17)

14 Salomón recibía anualmente seiscientos sesenta y seis talentos de oro, 15 sin contar el oro que llegaba de los mercaderes, del tráfico de los comerciantes, de todos los reyes de Arabia y de los gobernadores del país. 16 El rey Salomón mandó hacer doscientos escudos chapados en oro, de seiscientos siclos de oro cada uno, 17 y otros trescientos escudos más pequeños, también chapados en oro, de tres minas de oro cada uno, y los colocó en el edificio del Bosque del Líbano. 18 El rey mandó hacer también un gran trono de marfil, recubierto de oro fino. 19 El trono tenía seis escalones, un respaldo rematado en un dosel circular y dos brazos a ambos lados del asiento, con dos leones de pie junto a los brazos 20 y otros doce leones, también de pie, a ambos lados de los seis escalones. Nunca se había hecho nada parecido en ningún reino. 21 Toda la vajilla del rey Salomón era de oro y también los objetos del edificio del Bosque del Líbano eran de oro puro. No había nada de plata, pues en tiempos de Salomón estaba devaluada. 22 El rey tenía en el mar una flota de Tarsis, junto con la de Jirán, y cada tres años llegaba la flota de Tarsis, cargada de oro, plata, marfil, monos y pavos reales.

23 El rey Salomón superó a todos los reyes de la tierra en riquezas y en sabiduría; 24 así que todo el mundo quería conocerlo para escuchar la sabiduría que Dios le había concedido. 25 Y cada cual le traía su regalo: objetos de plata y oro, vestidos, armas, perfumes, caballos y mulos. Y así, año tras año. 26 Salomón también reunió carros y caballos: llegó a tener mil cuatrocientos carros y doce mil caballos que guardaba en las ciudades con establos y junto al propio rey en Jerusalén.

27 El rey hizo que en Jerusalén hubiera tanta plata como piedras y tantos cedros como higueras silvestres en la llanura. 28 Los caballos de Salomón provenían de Egipto y de Quevé, donde los compraban los proveedores del rey. 29 El carro importado de Egipto valía seiscientos siclos de plata y el caballo, ciento cincuenta, exactamente igual que los exportados a los reinos hititas y arameos por los mismos proveedores.

Ocaso y fin del reinado de Salomón (11,1-43)

La idolatría de Salomón

11 Además de la hija del faraón, el rey Salomón se enamoró de muchas mujeres extranjeras: moabitas, amonitas, edomitas, fenicias e hititas, mujeres de las naciones acerca de las cuales el Señor había prevenido a los israelitas: “No se unan a ellas ni ellas a ustedes, porque seguramente desviarán su corazón tras sus dioses”. Pero Salomón, con sus amores, se unió a ellas y tuvo setecientas esposas de sangre real y trescientas concubinas, que desviaron su corazón. Cuando Salomón llegó a viejo, sus mujeres desviaron su corazón tras otros dioses y ya no perteneció íntegramente al Señor, como el corazón de su padre David. Salomón siguió a Astarté, diosa de los sidonios, y a Milcón, abominable ídolo de los amonitas. Ofendió con su conducta al Señor y no siguió fielmente al Señor, como lo había seguido su padre David. Entonces construyó en el monte que hay frente a Jerusalén un santuario a Quemós, abominable ídolo de Moab, y otro a Milcón, abominable ídolo de los amonitas. Y lo mismo hizo para todas sus mujeres extranjeras, que quemaban incienso y ofrecían sacrificios a sus dioses. El Señor se encolerizó contra Salomón por haber apartado su corazón del Señor, Dios de Israel, que se le había aparecido dos veces, 10 y que le había ordenado expresamente no seguir a otros dioses. Pero Salomón había desobedecido la orden del Señor. 11 Entonces el Señor dijo a Salomón:

— Por haber actuado así conmigo, por no haber guardado mi alianza y las leyes que te di, te voy a quitar el reino para dárselo a uno de tus servidores. 12 Pero no lo haré mientras vivas, en consideración a tu padre David, sino que se lo quitaré a tu hijo. 13 Y tampoco le quitaré todo el reino, pues dejaré una tribu a tu hijo, en consideración a David, tu padre, y a Jerusalén, mi ciudad preferida.

Rebeliones contra Salomón

14 El Señor hizo surgir contra Salomón un adversario, el edomita Hadad, de la familia real de Edom.

15 Cuando David derrotó a Edom, el jefe del ejército, que era Joab, subió a enterrar a los caídos y mató a todos los hombres de Edom. 16 Durante seis meses permaneció allí, con todos los israelitas, hasta aniquilar a todos los hombres de Edom. 17 Pero Hadad, que era entonces un muchacho, huyó a Egipto con algunos edomitas, servidores de su padre. 18 Partieron de Madián y llegaron a Parán, donde se les agregaron algunos hombres de allí. Luego llegaron a Egipto y se presentaron al faraón, rey de Egipto, que proporcionó casa a Hadad, le asignó manutención y le regaló tierras. 19 Hadad se ganó de tal manera el aprecio del faraón, que este le dio por esposa a su cuñada, la hermana de Tajfnes, la reina madre. 20 La hermana de Tajfnes le dio un hijo, llamado Guenubat, que fue criado por Tajfnes en el palacio real, con los hijos del faraón. 21 Cuando Hadad se enteró en Egipto de que David y Joab, el general del ejército, habían muerto, dijo al faraón:

— Déjame ir a mi tierra.

22 El faraón le contestó:

— ¿Qué es lo que echas de menos a mi lado, para que quieras irte ahora a tu tierra?

Él respondió:

— Nada, pero, por favor, déjame marchar.

23 Dios también hizo surgir contra Salomón otro adversario, Rezón, hijo de Elyada, que había huido de su amo, Adadézer, rey de Sobá. 24 Había reunido consigo unos cuantos hombres y se había convertido en jefe de bandidos. Cuando David los atacó, ellos huyeron a Damasco y se establecieron allí, llegando a reinar en Damasco. 25 Fue enemigo de Israel mientras vivió Salomón. Y este era el peligro que representaba Hadad: odiaba a Israel y reinó sobre Aram.

Anuncio del cisma a Jeroboán

26 Jeroboán, hijo de Nabat, era oriundo de Seredá. Su madre se llamaba Seruá y era viuda. Siendo servidor de Salomón, se rebeló contra el rey. 27 Las circunstancias de su rebelión contra el rey fueron estas: Salomón estaba construyendo el terraplén para cerrar la brecha de la ciudad de su padre David. 28 Jeroboán era un tipo fuerte y competente, y cuando Salomón advirtió cómo trabajaba el joven, lo puso al frente de todos los trabajadores de la casa de José. 29 Un día en que Jeroboán salía de Jerusalén, se encontró en el camino con el profeta Ajías de Siló. Este iba cubierto con un manto nuevo y estaban los dos solos en el campo. 30 Ajías agarró el manto que llevaba puesto, lo rasgó en doce trozos 31 y dijo a Jeroboán:

— Quédate con diez trozos, pues esto dice el Señor, Dios de Israel: Voy a quitarle el reino a Salamón y voy a darte a ti diez tribus. 32 A él le dejaré una tribu, en consideración a David, mi siervo, y a Jerusalén, mi ciudad preferida entre todas las tribus de Israel. 33 Lo haré así porque me ha abandonado para adorar a Astarté, diosa fenicia, a Quemós, dios moabita, y a Milcón, dios de los amonitas; y no ha seguido mis caminos, ni ha practicado lo que me agrada, mis mandatos y decretos, lo que sí hizo su padre David. 34 Pero no le quitaré todo el reino, sino que lo mantendré como rey mientras viva, en consideración a mi siervo David, a quien elegí y quien guardó mis mandatos y leyes. 35 Le quitaré el reino a su hijo, y a ti te daré diez tribus. 36 A su hijo le dejaré sólo una tribu, para que mi siervo David conserve siempre su lámpara ante mí en Jerusalén, la ciudad que escogí como residencia de mi nombre. 37 En cuanto a ti, yo te tomaré para que reines donde desees y para que seas el rey de Israel. 38 Si obedeces mis órdenes, sigues mis caminos y te comportas rectamente, guardando mis leyes y mandatos, como hizo mi siervo David, yo estaré contigo, te garantizaré una dinastía estable, como la garanticé a David y te entregaré a Israel. 39 Sin embargo, castigaré a la descendencia de David por este motivo, aunque no para siempre.

40 Salomón intentaba matar a Jeroboán, pero él huyó a Egipto con el rey Sisac y permaneció allí hasta la muerte de Salomón.

Muerte de Salomón

41 El resto de la historia de Salomón, sus hechos y su sabiduría están escritos en el libro de la Historia de Salomón. 42 Salomón reinó en Jerusalén sobre todo Israel durante cuarenta años. 43 Cuando murió, lo enterraron en la ciudad de su padre David. Su hijo Roboán le sucedió en el trono.

II.— HISTORIA DE ISRAEL Y DE JUDÁ (1 Re 12—2 Re 17)

División política y religiosa (12—13)

Asamblea en Siquén (2 Cr 2,1-17a)

12 Roboán fue a Siquén, adonde había acudido todo Israel para proclamarlo rey. Cuando se enteró de ello Jeroboán, el hijo de Nabat, que se había refugiado en Egipto huyendo del rey Salomón, regresó de Egipto. Lo mandaron llamar y Jeroboán llegó con toda la asamblea de Israel para decir a Roboán:

— Tu padre nos impuso un yugo insoportable. Si tú aligeras ahora la dura servidumbre y el yugo insoportable que tu padre nos impuso, nosotros te serviremos.

Él les respondió:

— Márchense y vuelvan a verme dentro de tres días.

La gente se marchó y el rey Roboán pidió consejo a los ancianos que habían asistido a su padre Salomón, mientras vivió:

— ¿Qué me aconsejan responder a esta gente?

Ellos le dijeron:

— Si hoy te conviertes en servidor de esta gente, si los atiendes y les respondes con buenas palabras, ellos te servirán de por vida.

Pero Roboán desoyó el consejo que le dieron los ancianos y consultó a los jóvenes que se habían criado con él y que ahora estaban a su servicio. Él les preguntó:

— ¿Qué me aconsejan ustedes responder a esta gente que me ha pedido que les suavice el yugo que les impuso mi padre?

10 Los jóvenes que se habían criado con él le respondieron:

— Esa gente te ha dicho: “Tu padre nos impuso un yugo insoportable, aligéranoslo tú”. Diles tú lo siguiente: “Mi dedo meñique es más gordo que la cintura de mi padre: 11 si mi padre los cargó con un yugo insoportable, yo aumentaré su carga; si mi padre los castigaba con azotes, yo los castigaré a latigazos”.

12 Al tercer día, Jeroboán y todo el pueblo fueron a ver a Roboán, tal y como el rey les había dicho. 13 Pero el rey respondió al pueblo con dureza, desoyendo el consejo que le habían dado los ancianos, 14 y les habló siguiendo el consejo de los jóvenes:

— Mi padre les impuso un yugo insoportable, pero yo aumentaré su carga. Mi padre los castigó con azotes, pero yo los castigaré a latigazos.

15 Y el rey no quiso escuchar al pueblo, según la decisión del Señor, para cumplir así la promesa que había hecho a Jeroboán, hijo de Nabat, por medio de Ajías de Siló.

16 Cuando todos los israelitas vieron que el rey no les hacía caso, le replicaron diciendo:

— ¡No tenemos nada que ver con David, ni repartimos herencia con el hijo de Jesé! ¡A tus tiendas, Israel! Y que ahora David se preocupe de su casa.

Y los israelitas marcharon a sus casas.

La división política (2 Cr 10,17b—11,4)

17 Roboán siguió reinando sobre los israelitas que residían en las ciudades de Judá. 18 El rey Roboán envió a Adonirán, jefe de los trabajos forzados, pero los israelitas lo apedrearon hasta matarlo; entonces el rey Roboán tuvo que apresurarse a subir en su carro para huir a Jerusalén. 19 Así fue como Israel se rebeló contra la dinastía de David hasta el día de hoy.

20 Cuando los israelitas se enteraron del regreso de Jeroboán, mandaron a llamarlo ante la asamblea y lo proclamaron rey sobre todo Israel. Y sólo la tribu de Judá siguió fiel a la dinastía de David.

21 Cuando Roboán llegó a Jerusalén, reunió a ciento ochenta mil guerreros escogidos de toda la casa de Judá y de la tribu de Benjamín, para atacar a la casa de Israel y devolver el reino a Roboán, hijo de Salomón. 22 Pero Dios dirigió este mensaje al profeta Semaías:

23 — Di a Roboán, hijo de Salomón y rey de Judá, a toda la casa de Judá y Benjamín y al resto del pueblo: 24 “Esto dice el Señor: No vayan a luchar contra sus hermanos, los israelitas; que todos vuelvan a sus casas, pues esto ha sucedido por voluntad mía”.

Ellos obedecieron la palabra del Señor y suspendieron el ataque, como el Señor les había ordenado.

25 Jeroboán fortificó Siquén, en la montaña de Efraín, y se estableció allí. Luego salió de Siquén y fortificó Penuel.

El cisma religioso

26 Entonces Jeroboán pensó: “El reino podría volver a la dinastía de Judá. 27 Si esta gente sube a Jerusalén a ofrecer sacrificios en el Templo del Señor, su corazón se volverá hacia su señor Roboán, el rey de Judá; luego me matarán a mí y regresarán con Roboán, el rey de Judá”. 28 Así que el rey pidió consejo y mandó hacer dos becerros de oro. Después dijo a los israelitas:

— Ya no tienen que ir más a Jerusalén. ¡Israel, aquí tienes a tu Dios, el que te sacó de Egipto!

29 Y colocó un becerro en Betel y otro en Dan. 30 Esto se convirtió en ocasión de pecado, pues la gente iba hasta Betel y Dan para adorarlos.

31 Construyó también santuarios en los montes y nombró sacerdotes a gentes del pueblo que no eran de la tribu de Leví. 32 Declaró festivo el día quince del mes octavo, imitando la fiesta que se celebraba en Judá, y subió al altar que había erigido en Betel a ofrecer sacrificios a los ídolos que había mandado hacer. Estableció en Betel a los sacerdotes de los santuarios que había construido. 33 Subió al altar que había erigido en Betel el día quince del mes octavo, un mes elegido a su gusto. Instituyó una fiesta para los israelitas y subió al altar a quemar incienso.

Condena del altar de Betel

13 Mientras Jeroboán estaba junto al altar quemando incienso, llegó a Betel desde Judá un hombre de Dios enviado por el Señor, que se puso a gritar contra el altar, por orden del Señor:

— ¡Altar, altar! Esto dice el Señor: “Nacerá un descendiente de David, llamado Josías, que sacrificará sobre ti a los sacerdotes de los santuarios que ofrecen incienso sobre ti y quemará sobre ti huesos humanos”.

E inmediatamente el profeta ofreció una señal, diciendo:

— He aquí la prueba de lo que el Señor ha dicho: el altar va a romperse en pedazos y se esparcirán las cenizas que hay en él.

Cuando el rey escuchó las palabras que el profeta gritaba contra el altar de Betel, extendió su mano desde el altar y ordenó:

— Apresadlo.

Pero la mano que había levantado contra él se le quedó rígida y no podía bajarla. El altar se rompió en pedazos y se esparcieron sus cenizas, de acuerdo con la señal que el hombre de Dios había anunciado por orden del Señor. Entonces el rey suplicó al hombre de Dios:

— Por favor, aplaca al Señor, tu Dios, e intercede por mí para que pueda mover mi mano.

El hombre de Dios aplacó al Señor y el rey volvió a mover su mano, que se le quedó como antes. Luego el rey le dijo:

— Acompáñame a palacio a comer algo, que quiero hacerte un regalo.

Pero el hombre de Dios respondió al rey:

— No iré contigo, ni aunque me dieses la mitad de tu palacio. No puedo comer ni beber nada en este lugar, pues el Señor me ha ordenado que no coma ni beba nada, ni regrese por el mismo camino que he venido.

10 Así que se fue por otro camino y no regresó por el camino que había traído hasta Betel.

11 Vivía entonces en Betel un profeta anciano. Sus hijos llegaron a contarle lo que aquel hombre de Dios había hecho ese día en Betel y lo que le había dicho al rey. 12 El padre les preguntó:

— ¿Qué camino ha tomado?

Sus hijos le indicaron el camino que había tomado el hombre de Dios venido de Judá, 13 y él les ordenó:

— Aparéjenme el burro.

Ellos se lo aparejaron. Entonces él se subió al burro, 14 marchó tras el hombre de Dios y lo encontró sentado debajo de una encina. Entonces le preguntó:

— ¿Eres tú el hombre de Dios que ha venido de Judá?

El otro respondió:

— Yo soy.

15 El primero le dijo:

— Acompáñame a casa a comer algo.

16 El otro le contestó:

— No puedo volver contigo ni acompañarte. No comeré ni beberé nada contigo en este lugar, 17 pues el Señor me ha ordenado que no coma ni beba nada aquí y que no regrese por el mismo camino por el que he venido.

18 Pero el anciano insistió:

— Yo también soy profeta, como tú, y un ángel me ha ordenado, de parte del Señor, que te lleve conmigo a mi casa para que comas y bebas algo.

Así lo engañó 19 y el otro fue con él a comer y beber en su casa. 20 Mientras estaban sentados a la mesa, el Señor habló al profeta que lo había hecho volver 21 y este gritó al hombre de Dios venido de Judá:

— Esto dice el Señor: Por haber desobedecido las órdenes del Señor y no haber cumplido el mandato que te dio, 22 regresando a comer y beber a este lugar donde él te lo había prohibido, tu cadáver no será enterrado en la sepultura de tus padres.

23 Cuando terminó de comer y beber, aparejó el burro del profeta al que había hecho volver. 24 Este se marchó, pero en el camino un león le salió al encuentro y lo mató. Su cadáver quedó tendido en el camino, mientras el burro y el león se quedaban de pie junto a él. 25 Pasaron unos hombres que vieron el cadáver tendido en el camino y al león de pie junto a él y fueron a dar la noticia a la ciudad donde vivía el profeta anciano. 26 Cuando este se enteró, comentó:

— Ese es el profeta que desobedeció el mandato del Señor; por eso el Señor lo ha entregado al león, que lo ha despedazado y matado, tal y como le anunció el Señor.

27 Entonces ordenó a sus hijos:

— Aparéjenme el burro.

Cuando se lo aparejaron, 28 él partió y encontró el cadáver tendido en el camino y al burro y al león de pie junto al cadáver. El león no había devorado el cadáver ni despedazado al burro. 29 El profeta recogió el cadáver del hombre de Dios, lo cargó en el burro y regresó con él a su ciudad para hacerle duelo y enterrarlo. 30 Lo enterró en su propia sepultura y le cantaron la elegía “¡Ay, hermano mío!”. 31 Después de enterrarlo, dijo a sus hijos:

— Cuando yo muera, entiérrenme en la sepultura donde está enterrado el hombre de Dios y pongan mis huesos junto a los suyos; 32 porque inexorablemente se cumplirá la amenaza que lanzó, por orden del Señor, contra el altar de Betel y contra todos los santuarios de los montes que hay en las ciudades de Samaría.

33 Después de todo esto, Jeroboán no abandonó su mala conducta; al contrario, volvió a nombrar sacerdotes de los santuarios a gente del pueblo. A todo el que lo deseaba, lo consagraba sacerdote de los santuarios. 34 Este fue el pecado de la dinastía de Jeroboán, por lo que fue exterminada y borrada del mapa.

Los dos reinos hasta Elías (14—16)

Jeroboán I de Israel (931-910)

14 En aquellos días cayó enfermo Abías, el hijo de Jeroboán, y este dijo a su mujer:

— Anda, disfrázate, para que nadie sepa que eres mi mujer, y vete a Siló, donde vive el profeta Ajías, el que me anunció que sería rey de este pueblo. Llévale diez panes, unas tortas y un tarro de miel, y preséntate a él, pues él te dirá lo que le sucederá al niño.

La mujer de Jeroboán lo hizo así; se preparó, marchó a Siló y llegó a la casa de Ajías. Aunque Ajías no podía ver, pues estaba casi ciego a causa de la vejez, el Señor le había advertido:

— Va a venir la mujer de Jeroboán a consultarte sobre su hijo, que está enfermo. Ella vendrá disfrazada y tú le dirás esto y esto.

Cuando Ajías escuchó el ruido de sus pasos al entrar por la puerta, dijo:

— Pasa, mujer de Jeroboán. ¿Por qué te haces pasar por otra? Tengo que darte malas noticias. Ve y di a Jeroboán: “Esto dice el Señor: Yo te saqué de en medio del pueblo y te convertí en jefe de mi pueblo Israel. Yo le quité el reino a la dinastía de David para dártelo a ti. Pero tú no te has parecido a mi siervo David, que guardó mis mandamientos y me siguió de corazón actuando correctamente ante mí. Al contrario, te has portado peor que todos tus antecesores, pues has llegado a fabricarte dioses distintos e ídolos para ofenderme, mientras a mí me volvías la espalda. 10 Por eso, yo voy a traer la desgracia a la familia de Jeroboán: exterminaré a todos sus varones, esclavos o libres, y barreré su descendencia por completo, como se barre la basura. 11 Al que de los suyos muera en la ciudad lo devorarán los perros; al que muera en el campo lo devorarán las aves del cielo. ¡Lo ha dicho el Señor! 12 En cuanto a ti, prepárate a volver a casa, pues cuando entres en la ciudad, el niño morirá. 13 Todo Israel lo llorará y lo enterrará. Será el único de la familia de Jeroboán que descansará en una sepultura, pues sólo en él, entre toda su familia, ha encontrado algo bueno el Señor, Dios de Israel. 14 El Señor se elegirá un rey en Israel que acabará ese día con la dinastía de Jeroboán. 15 El Señor golpeará a Israel como un junco sacudido por el agua; arrancará a Israel de esta buena tierra que dio a sus antepasados y lo dispersará al otro lado del Éufrates, porque se fabricaron columnas sagradas, ofendiendo con ello al Señor. 16 El Señor castigará a Israel por los pecados que Jeroboán ha cometido y los que ha hecho cometer a Israel”.

17 La mujer de Jeroboán emprendió el regreso, llegó a Tirsá y, al cruzar el umbral de su casa, el niño murió. 18 Lo enterraron y todo Israel hizo duelo por él, como el Señor había anunciado por medio de su siervo, el profeta Ajías.

19 El resto de la historia de Jeroboán, sus batallas y su reinado, están escritos en el libro de los Anales de los Reyes de Israel. 20 Jeroboán reinó veintidós años. Cuando murió, su hijo Nadab le sucedió como rey.

Roboán de Judá (931-914) (2 Cr 12,2.9-16)

21 Roboán, hijo de Salomón, tenía cuarenta y un años cuando comenzó a reinar sobre Judá. Reinó durante diecisiete años en Jerusalén, la ciudad que el Señor había elegido entre todas las tribus de Israel como residencia de su nombre. Su madre se llamaba Naamá y era amonita.

22 Judá ofendió al Señor provocando su ira más que sus antepasados con los pecados que cometieron. 23 También ellos se construyeron santuarios en los montes, columnas y postes sagrados sobre todas las colinas prominentes y debajo de todos los árboles frondosos. 24 Incluso se permitió la prostitución sagrada en el país e imitaron todas las infamias de las naciones que el Señor había expulsado ante los israelitas.

25 El quinto año del reinado de Roboán, Sisac el rey de Egipto atacó Jerusalén. 26 Saqueó los tesoros del Templo y los del palacio real y se lo llevó todo. También se llevó todos los escudos de oro que Salomón había mandado hacer. 27 El rey Roboán los sustituyó con escudos de bronce y los puso al cuidado de los jefes de la escolta que custodiaban la entrada del palacio real. 28 Cada vez que el rey entraba al Templo del Señor, la escolta los llevaba y luego los devolvía a la sala de guardia.

29 El resto de la historia de Roboán y todo lo que hizo está escrito en el libro de los Anales de los Reyes de Judá. 30 Roboán y Jeroboán estuvieron siempre en guerra. 31 Cuando murió Roboán, fue enterrado con sus antepasados en la ciudad de David. Su hijo Abías le sucedió como rey.

Abías de Judá (914-911) (2 Cr 13,1-2.22-23)

15 Abías comenzó a reinar en Judá en el año décimo octavo del reinado de Jeroboán, hijo de Nabat. Reinó en Jerusalén durante tres años. Su madre se llamaba Maacá y era hija de Absalón. Cometió los mismos pecados que había cometido su padre, antes que él, y no fue enteramente fiel al Señor, su Dios, como lo había sido su antepasado David. En consideración a David, el Señor, su Dios, le mantuvo una lámpara encendida en Jerusalén, concediéndole un sucesor y manteniendo a Jerusalén. Pues David había actuado correctamente ante el Señor, sin desviarse de sus preceptos en toda su vida, salvo en el asunto de Urías, el hitita. Roboán y Jeroboán estuvieron siempre en guerra. El resto de la historia de Abías y todo cuanto hizo está escrito en el libro de los Anales de los Reyes de Judá; entre Abías y Jeroboán hubo una permanente hostilidad. Cuando murió Abías, fue enterrado en la ciudad de David y su hijo Asá le sucedió como rey.

Asá de Judá (911-870) (2 Cr 14,1; 15,16-18; 16,1-6.11.14)

El rey Asá comenzó a reinar en Judá en el año vigésimo del reinado de Jeroboán de Israel. 10 Reinó en Jerusalén durante cuarenta y un años. Su abuela se llamaba Maacá y era hija de Absalón. 11 Asá agradó al Señor con su conducta, como su antepasado David. 12 Abolió la prostitución sagrada en el país y retiró todos los ídolos fabricados por sus antepasados. 13 Incluso destituyó de su título real a su abuela Maacá por haber dedicado una imagen abominable a Astarté; Asá destruyó la imagen y la quemó en el torrente Cedrón. 14 No desaparecieron los santuarios locales de los montes, pero Asá fue totalmente fiel al Señor durante toda su vida. 15 Llevó al Templo del Señor las ofrendas de su padre y las suyas propias: oro, plata y otros objetos.

16 Asá y Basá, el rey de Israel, estuvieron permanentemente en guerra. 17 Basá, el rey de Israel, atacó a Judá y fortificó Ramá, para cortar las comunicaciones a Asá, el rey de Judá. 18 Asá tomó todo el oro y la plata que quedaban en los tesoros del Templo del Señor y del palacio real y se los envió por medio de sus servidores a Benadad, hijo de Tabrimón y nieto de Jezyón, rey de Aram, que residía en Damasco, con este mensaje:

19 — Hagamos un pacto tú y yo, como lo hicieron nuestros padres. Te envío plata y oro como regalo. Rompe tu pacto con Basá, para que deje de atacarme.

20 Benadad aceptó la propuesta del rey Asá y envió a los jefes de sus ejércitos contra las ciudades de Israel, que atacaron Iyón, Dan, Abel Bet Maacá y todo la región de Kinéret hasta el territorio de Neftalí. 21 Cuando se enteró Basá, dejó de fortificar Ramá y regresó a Tirsá. 22 Entonces el rey Asá convocó a todo Judá, sin excepción, se llevaron de Ramá las piedras y la madera que Basá había empleado para fortificarla y con ellas fortificó Guibeá de Benjamín y Mispá.

23 El resto de la historia de Asá, todas sus hazañas y gestas y las ciudades que fortificó, está escrito en el libro de los Anales de los Reyes de Judá. En su vejez, Asá enfermó de gota. 24 Cuando Asá murió, fue enterrado con sus antepasados en la ciudad de David, y su hijo Josafat le sucedió como rey.

Nadab de Israel (910-909)

25 Nadab, hijo de Jeroboán, empezó a reinar en Israel en el segundo año del reinado de Asá en Judá y reinó sobre Israel durante dos años. 26 Nadab ofendió al Señor, siguió los pasos de su padre e imitó los pecados que este hizo cometer a Israel.

27 Basá, hijo de Ajías, de la tribu de Isacar, se sublevó contra él y lo mató en Guibetón, ciudad filistea que Nadab estaba sitiando con todos los israelitas. 28 Basá lo mató en el año tercero del reinado de Asá de Judá y lo suplantó como rey. 29 Cuando subió al trono mató a toda la familia de Jeroboán, hasta exterminarla completamente, tal y como el Señor había anunciado por medio de su siervo Ajías, el de Siló, 30 a causa de los pecados que Jeroboán cometió e hizo cometer a Israel, provocando con ellos la ira del Señor, Dios de Israel.

31 El resto de la historia de Nadab y todo lo que hizo está escrito en el libro de los Anales de los Reyes de Israel. 32 Asá y Basá, rey de Israel, estuvieron permanentemente en guerra.

Basá de Israel (909-885)

33 Basá, hijo de Ajías, comenzó a reinar sobre Israel en Tirsá el tercer año del reinado de Asá en Judá y reinó durante veinticuatro años. 34 Basá ofendió al Señor, siguió los pasos de Jeroboán e imitó los pecados que hizo este cometer a Israel. 16 El Señor dirigió su palabra a Jehú, el hijo de Jananí, contra Basá, en estos términos:

— Yo te saqué de la nada y te convertí en jefe de mi pueblo Israel; pero tú has seguido los pasos de Jeroboán y has hecho pecar a mi pueblo Israel, que me ha ofendido con sus pecados. Por eso, voy a eliminar a Basá y a su dinastía, dejándola como la dinastía de Jeroboán, el hijo de Nabat. A los de Basá que mueran en la ciudad los devorarán los perros, y al que muera en el campo lo devorarán las aves del cielo.

El resto de la historia de Basá, lo que hizo y sus hazañas, está escrito en el libro de los Anales de los Reyes de Israel. Cuando murió Basá, fue enterrado en Tirsá y su hijo Elá le sucedió como rey.

El Señor habló por medio del profeta Jehú, hijo de Jananí, contra Basá y contra su familia por haber ofendido al Señor, irritándolo con sus obras a imitación de la familia de Jeroboán, y por haber exterminado la dinastía de Jeroboán.

Elá de Israel (885-884)

Elá, hijo de Basá, empezó a reinar sobre Israel en Tirsá el año vigésimo sexto del reinado de Asá en Judá y reinó durante dos años. Su oficial Zimrí, jefe de la mitad de los carros, se sublevó contra él mientras se emborrachaba en casa de Arsá, mayordomo de palacio. 10 Zimrí entró, lo mató y lo suplantó como rey en el año vigésimo séptimo del reinado de Asá en Judá. 11 Cuando subió al trono y comenzó a reinar, mató a toda la familia de Basá, sin dejar a uno solo con vida, pariente o amigo. 12 Zimrí exterminó a toda la familia de Basá, tal y como había anunciado el Señor a Basá por medio del profeta Jehú, 13 a causa de los pecados de Basá y los de su hijo Elá: los que ellos cometieron y los que hicieron cometer a Israel, irritando al Señor, Dios de Israel, con sus ídolos.

14 El resto de la historia de Elá y todo cuanto hizo está escrito en el libro de los Anales de los Reyes de Israel.

Zimrí de Israel (884)

15 Zimrí comenzó a reinar en Tirsá el año vigésimo séptimo del reinado de Asá en Judá y reinó durante siete días. Mientras el ejército estaba acampado junto a la ciudad filistea de Guibetón, 16 la gente se enteró de que Zimrí se había sublevado y había matado al rey. Y aquel mismo día en el campo de batalla todos los israelitas proclamaron rey de Israel a Omrí, general del ejército. 17 Entonces Omrí, acompañado de todo el ejército israelita, subió desde Guibetón a sitiar Tirsá. 18 Cuando Zimrí vio que la ciudad había sido tomada, se metió en el alcázar del palacio real, prendió fuego al palacio y murió. 19 Sucedió así por los pecados que cometió, ofendiendo al Señor y siguiendo los pasos de Jeroboán, y por los pecados que hizo cometer a Israel. 20 El resto de la historia de Zimrí y de la sublevación que llevó a cabo está escrito en el libro de los Anales de los Reyes de Israel.

La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)

La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España