Bible in 90 Days
El trabajo de los sacerdotes
24 Aarón tuvo cuatro hijos:
Nadab,
Abihú,
Eleazar,
Itamar.
Aarón y sus descendientes fueron los encargados de todos los trabajos sacerdotales. 2 Pero como Nadab y Abihú murieron antes que su padre, y no tuvieron hijos, Eleazar e Itamar se hicieron cargo del trabajo sacerdotal.
3-6 Después de hacer un sorteo, David, Sadoc y Ahimélec les asignaron turnos a los sacerdotes para que prestaran sus servicios. Lo hicieron así porque tanto entre los descendientes de Eleazar como entre los de Itamar había sacerdotes muy importantes dedicados al servicio del templo.
Uno de los ayudantes de los sacerdotes, llamado Semaías hijo de Natanael, fue el encargado de anotar todos los nombres en una lista oficial; el rey, los jefes, los sacerdotes Sadoc y Ahimélec, y los jefes de los grupos sacerdotales y de los grupos de ayudantes, fueron testigos de cómo se escribió esta lista.
Como había más sacerdotes descendientes de Eleazar que de Itamar, se asignaron más turnos a los jefes de Eleazar. A los de Itamar se les asignaron ocho turnos, y a los de Eleazar, dieciséis. 7-18 Según el sorteo que se hizo, éste es el orden:
Joiarib,
Jedaías,
Harim,
Seorim,
Malquías,
Mijamín,
Cos,
Abías,
Jesús,
Secanías,
Eliasib,
Jaquim,
Hupá,
Jesebab,
Bilgá,
Imer,
Hezir,
Pisés,
Petahías,
Hezequiel,
Jaquín,
Gamul,
Delaías,
Maazías.
19 De acuerdo a este orden, estos sacerdotes se fueron turnando para servir en el templo, tal como lo había ordenado el Dios de Israel por medio de Aarón.
Otra lista de ayudantes
20-31 Hubo otros ayudantes que también fueron asignados por sorteo para servir en el templo. Y tanto los sacerdotes como estos ayudantes fueron tratados de igual manera. También en este caso el rey David, Sadoc, Ahimélec y los jefes de los grupos familiares de los sacerdotes y de los descendientes de Leví, fueron testigos de cómo se hizo el sorteo.
Ésta es la lista de sus nombres y del grupo al que pertenecían:
Subael, descendiente de Amram;
Jehedías, descendiente de Subael;
Isías, descendiente de Rehabías. Isías era el principal de ellos.
Selomot, descendiente de Ishar;
Jáhat, descendiente de Selomot;
Jerías,
Amarías,
Jahaziel,
Jecamán; los cuatro anteriores eran descendientes de Hebrón;
Micaías, descendiente de Uziel;
Samir, descendiente de Micaías;
Isías, hermano de Micaías;
Zacarías, descendiente de Isías;
Mahli,
Musí, descendientes de Merarí;
Sóham,
Zacur,
Ibrí, descendientes de Jaazías, hijo de Merarí;
Eleazar, descendiente de Mahli, hijo de Merarí. Eleazar no tuvo hijos.
Jerahmeel, descendiente de Quis, hijo de Merarí;
Mahli,
Éder,
Jerimot, descendientes de Musí.
Los músicos del templo
25 1-6 David y los jefes encargados del templo apartaron a Asaf, a Hemán y a Jedutún, junto con todos sus hijos, para que se encargaran de la música de los cultos. Estos músicos comunicaban mensajes de Dios por medio de sus cantos o acompañados por instrumentos musicales, y estaban bajo las órdenes directas del rey David. Asaf, Hemán y Jedutún dirigían a sus hijos cuando alababan a Dios en el templo, acompañados de arpas, platillos y otros instrumentos de cuerdas. Ésta es la lista de sus nombres:
Los hijos de Asaf:
Jacur,
José,
Netanías,
Asarela.
Los hijos de Jedutún:
Guedalías,
Serí,
Isaías,
Simí,
Hasabías,
Matatías.
Los hijos de Hemán:
Buquías,
Matanías,
Uziel,
Sebuel,
Jeremot,
Hananías,
Hananí,
Eliatá,
Guidalti,
Romamti-ézer,
Josbecasa,
Malotí,
Hotir,
Mahaziot.
Estos catorce hombres, junto con sus tres hermanas, formaban la familia de Hemán, y por eso llegó a ser muy poderoso, pues así se lo había prometido Dios.
7 Los que estaban entrenados para cantar a Dios fueron en total doscientos ochenta y ocho. 8 Éstos se turnaron, por medio de un sorteo, para prestar su servicio, sin importar que fueran adultos o jóvenes, maestros o estudiantes. 9-31 Se organizaron en grupos de doce; cada grupo estaba compuesto por el jefe de familia, sus hijos y hermanos. Cada grupo tenía el nombre del jefe de familia; éste es el orden en que les tocó servir:
José,
Guedalías,
Zacur,
Isrí,
Netanías,
Buquías,
Jesarela,
Isaías,
Matanías,
Simí,
Azarel,
Hasabías,
Subael,
Matatías,
Jeremot,
Hananías,
Josbecasa,
Hananí,
Malotí,
Eliatá,
Hotir,
Guidalti,
Mahaziot,
Romamti-ézer.
Organización de los vigilantes
26 1-19 Los encargados de vigilar las entradas del templo de Dios también hicieron un sorteo para repartir los turnos de vigilancia. Así, los turnos se asignaron sin importar de qué familia era el vigilante, pues todos fueron tratados de la misma manera en que fueron tratados los ayudantes de los sacerdotes. Quedaron repartidos de acuerdo al siguiente orden:
Del grupo familiar de Coré:
Meselemías, hijo de Coré y nieto de Asaf, y sus siete hijos:
Zacarías,
Jediael,
Zebadías,
Jatniel,
Elam,
Johanán,
Eliehoenai.
Obed-edom y sus ocho hijos:
Semaías,
Jozabad,
Joah,
Sacar,
Natanael,
Amiel,
Isacar,
Peultai.
Semaías y sus seis hijos:
Otní,
Rafael,
Obed,
Elzabad,
Elihú,
Samaquías.
Estos seis fueron los jefes de sus grupos familiares. Obed-edom tuvo entonces sesenta y dos descendientes, pues Dios lo bendijo dándole muchos hijos. Los hijos y hermanos de Meselemías que sirvieron como vigilantes fueron dieciocho en total. Todos estos fueron hombres famosos por la valentía que mostraban como vigilantes del templo.
Del grupo familiar de Merarí:
Hosá y sus hijos:
Simrí,
Hilquías,
Tebalías,
Zacarías.
Los hijos y hermanos de Hosá fueron en total trece. Hosá nombró a Simrí como el jefe, aunque éste no era su hijo mayor.
Cada día los que vigilaban las entradas se repartían de la siguiente manera:
Seis hombres en la entrada del este, entre los que estaba Selemías.
Cuatro hombres en la entrada del norte, entre los que estaba un consejero sabio llamado Zacarías hijo de Selemías.
Cuatro hombres en la entrada del sur, para vigilar las dos bodegas que allí había. Dos hombres para cada bodega; entre ellos estaban Obed-edom y sus hijos.
Cuatro hombres en la entrada del oeste. Esta entrada estaba junto a la gran cuesta que lleva al patio oeste, y se le llamaba Saléquet. Entre estos vigilantes estaban Supím y Hosá.
Dos hombres para vigilar el patio oeste.
Los tesoreros
20-28 Otros hombres de la tribu de Leví cuidaban los tesoros del templo y las ofrendas especiales que el profeta Samuel, el rey Saúl, el oficial Abner y el oficial Joab habían dado para Dios. Entre esas ofrendas también estaba parte del botín de guerra que el rey David, los jefes de las tribus, y todos los jefes del ejército habían entregado para los gastos del templo de Dios.
Entre estos vigilantes había descendientes de Guersón hijo de Moisés, y descendientes de Amram, Zetam y Joel. Unos eran hijos de Jehiel y nietos de Ladán; otros eran hijos de Ishar, Hebrón y Uziel, descendientes de Amram. Otros eran descendientes de Eliézer, el hermano de Guersón, entre los cuales estaban Rehabías, Isaías, Joram, Zicrí y Selomit.
Como jefe de todos estos tesoreros nombraron a Sebuel, descendiente de Guersón.
Otros trabajos fuera del templo
29 Quenanías y sus hijos fueron los líderes y jueces encargados de los asuntos del gobierno, y no trabajaban en el templo. Ellos eran descendientes de Ishar.
30 Hasabías, que era descendiente de Hebrón, tenía un total de mil setecientos parientes. Todos eran hombres muy valientes, que estaban encargados de todos los asuntos religiosos y políticos de los israelitas que vivían al oeste del Jordán.
31-32 Cuando David tenía ya cuarenta años gobernando, ordenó que se revisaran las listas de los descendientes de Hebrón. El rey se dio cuenta de que entre esos descendientes había en Jazer de Galaad hombres muy valientes. El jefe de todos esos hombres era Jerías, y en total sumaban dos mil setecientos jefes de familia. Entonces el rey David los puso a cargo de todos los asuntos religiosos y políticos de las tribus de Rubén, Gad y la media tribu de Manasés.
Organización del ejército
27 El ejército de Israel estaba formado por doce grupos, que se turnaban para servir al rey una vez al año. Cada grupo estaba formado por veinticuatro mil hombres, entre los que había jefes de grupos familiares y oficiales del ejército.
2-15 Ésta es la lista de los jefes de los grupos militares que cada mes prestaban sus servicios al rey:
Primer mes: Jasobeam hijo de Zabdiel, descendiente de Fares.
Segundo mes: Dodai el ahohíta, y su ayudante Miclot.
Tercer mes: Benaías hijo del jefe de los sacerdotes Joiadá, y jefe de los treinta valientes; pero en realidad, su hijo Amizabad era el jefe del grupo.
Cuarto mes: Asael hermano de Joab; luego ocupó su lugar su hijo Zebadías.
Quinto mes: Samhut el izraíta.
Sexto mes: Irá hijo de Iqués, el tecoíta.
Séptimo mes: Heles el pelonita, descendiente de Efraín.
Octavo mes: Sibecai el de Husá, descendiente de los zarjítas.
Noveno mes: Ebiézer el de Anatot, descendiente de Benjamín.
Décimo mes: Maharai el de Netofá, descendiente de los zarjítas.
Decimoprimer mes: Benaías el de Piratón, descendiente de Efraín.
Duodécimo mes: Heldai el de Netofá, descendiente de Otoniel.
Organización de las tribus de Israel
16-22 Ésta es la lista de los jefes de las tribus de Israel:
Eliézer hijo de Zicrí, de la tribu de Rubén.
Sefatías hijo de Maacá, de la tribu de Simeón.
Hasabías hijo de Quemuel, de la tribu de Leví.
Elihú, hermano de David, de la tribu de Judá.
Omrí hijo de Micael, de la tribu de Isacar.
Ismaías hijo de Abdías, de la tribu de Zabulón.
Jerimot hijo de Azriel, de la tribu de Neftalí.
Oseas hijo de Azazías, de la tribu de Efraín.
Joel hijo de Pedaías, de la media tribu de Manasés.
Idó hijo de Zacarías, de la otra media tribu de Manasés, en Galaad.
Jaasiel hijo de Abner, de la tribu de Benjamín.
Azarel hijo de Jeroham, de la tribu de Dan.
Además, Sadoc fue el jefe de los descendientes de Aarón.
23 Como Dios había prometido que los israelitas se multiplicarían tanto que nadie los podría contar, David no hizo una lista de los que eran menores de veinte años. 24 Y aunque Joab había comenzado a contarlos, no pudo terminar, porque Dios envió una enfermedad sobre los israelitas como castigo. Por esta razón, en el libro que narra los hechos más importantes del reinado de David nunca se anotó cuántos eran.
Administradores del rey David
25-31 Ésta es la lista de los que estaban encargados de cuidar y administrar las propiedades del rey David:
Azmávet hijo de Adiel: Era el principal tesorero.
Jonatán hijo de Ozías: Cuidaba los tesoros que estaban guardados en diferentes lugares del territorio de Israel.
Ezrí hijo de Quelub: Era el jefe de los campesinos que cultivaban las tierras del rey.
Simí de Ramat: Administraba y cuidaba los viñedos.
Zabdí de Sefam: Era el encargado de llevar el vino a las bodegas.
Baal-hanán de Guederá: Administraba los olivares y los árboles de higos silvestres que había en la llanura.
Joás: Cuidaba los depósitos de aceite.
Sitrai de Sarón: Atendía el ganado que pastaba en Sarón.
Safat hijo de Adlai: Cuidaba el ganado que pastaba en los valles.
Obil el ismaelita: Vigilaba los camellos.
Jehedías de Meronot: Era el encargado de cuidar las burras.
Jaziz el agareno: Era el encargado de cuidar las ovejas.
Otros ayudantes de David
32-34 Éstos son los hombres que ayudaban a David en otros trabajos:
Jonatán el tío de David: Era secretario, y un sabio consejero.
Jehiel hijo de Hacmoní: Cuidaba siempre de los hijos del rey.
Ahitófel: Era consejero del rey; luego ocuparon su lugar Joiadá hijo de Benaías, y Abiatar.
Husai el arquita: Consejero y amigo del rey.
Joab: Era el jefe del ejército.
Últimas instrucciones de David
28 David reunió en Jerusalén a todos los jefes y autoridades de Israel. Cuando todos estaban reunidos, 2 David se puso de pie y les dijo:
«Compatriotas y líderes de mi pueblo, escúchenme con atención: Yo quería construirle un lugar permanente al cofre del pacto, para que allí nuestro Dios reinara; y ya estaba preparado para hacerlo.
3-4 »Nuestro Dios decidió que de la tribu de Judá saldría un rey que gobernaría por siempre en Israel. Por eso eligió a mi familia, y de entre todos mis hermanos me eligió a mí. A pesar de esto, Dios no me permitió construirle el templo, porque yo había participado en muchas guerras y había matado a mucha gente.
5 »Sin embargo, de entre todos los hijos que Dios me ha dado, él eligió a Salomón como rey para que gobierne en su nombre sobre Israel. 6 Además, Dios me prometió que Salomón construirá el templo y sus salones, y que lo tratará como a un hijo. 7 Y si Salomón se esfuerza y obedece todos sus mandamientos como lo hace ahora, Dios hará que su reino sea firme y permanezca para siempre.
8 »Dios y todo Israel son testigos de lo que estamos haciendo. Por eso, en este día, delante de ellos, les pido a ustedes, los líderes del pueblo, que respeten y obedezcan todos los mandamientos de Dios; sólo así seguirán viviendo en esta tierra fértil, y podrán dejársela a sus hijos para siempre».
Luego el rey David se volvió a su hijo Salomón y le dijo:
9 «Salomón, hijo mío, Dios conoce todos tus pensamientos, y sabe cuáles son tus intenciones en todo momento. Por eso, obedécelo con amor y de buena gana. Él siempre responderá tus peticiones; pero si no lo obedeces, él te rechazará para siempre.
10 »No olvides que Dios te eligió para construir su templo. Por eso, ¡sé fuerte y ponte a trabajar!»
11-19 Entonces David le entregó a su hijo Salomón los planos que había hecho para la construcción del templo. Los planos seguían las instrucciones de Dios para construir todos los edificios, salones, cuartos y patios del templo. En los cuartos de alrededor se guardarían los utensilios, tesoros y ofrendas especiales, y también dormirían los sacerdotes y los ayudantes que vendrían por turnos a trabajar en el templo.
David también le entregó a Salomón el oro y la plata necesarios para hacer todos los utensilios y muebles que se usarían para los cultos en el templo; le indicó el peso que debían tener, y el material que debían usar para fabricarlos. Ésta es la lista de algunos de los muebles y utensilios: los candelabros y sus lámparas; las mesas donde se pondría el pan consagrado; los tenedores, los tazones, las jarras y las copas; el altar del incienso y el carro que serviría para mover los querubines que, con sus alas extendidas, cubrirían el cofre del pacto de Dios.
20-21 Además, David le indicó a Salomón quiénes quedarían bajo sus órdenes y lo ayudarían a construir el templo: los sacerdotes y sus ayudantes, que por turnos prestarían sus servicios en el templo de Dios; los obreros expertos en trabajos manuales; los jefes y todo el pueblo en general.
Luego, David le dijo a Salomón:
«¡Sé fuerte y valiente! ¡Cumple con tu trabajo y construye el templo de Dios! ¡No tengas miedo ni te desanimes, porque Dios siempre estará contigo! Él no te dará la espalda ni te abandonará».
David habla a todo el pueblo de Israel
29 Luego, el rey David le dijo a toda la gente que se había reunido:
«Dios eligió a mi hijo Salomón para que le construya el templo; sin embargo, él todavía está muy joven y no tiene experiencia para hacer un trabajo tan importante. ¡Él construirá el templo para nuestro Dios, y no se trata de la construcción de un palacio ordinario!
2 »Con muchos sacrificios he podido juntar los materiales necesarios para construir el templo de mi Dios: oro, plata, bronce, hierro y madera para los muebles y utensilios que deben ser confeccionados. También he reunido muchísimas piedras preciosas de toda clase.
3 »Es tan grande mi amor por este templo para mi Dios, que además de todo lo que ya he reunido, voy a entregar de mis propias riquezas lo siguiente: 4 cien mil kilos del oro más fino que existe, y doscientos treinta mil kilos de plata fina, para recubrir las paredes del templo y sus edificios, 5 y para los muebles y utensilios que harán los artesanos.
»¿Quién de ustedes quiere demostrar hoy su amor a Dios, dando una ofrenda para la construcción del templo?»
Ofrendas del pueblo
6 Entonces todos los jefes de Israel y las altas autoridades del reino dieron de buena voluntad las siguientes ofrendas:
7 Ciento sesenta y cinco mil kilos y diez mil monedas de oro,
trescientos treinta mil kilos de plata,
cerca de seiscientos mil kilos de bronce,
tres millones trescientos mil kilos de hierro.
8 Además, los que tenían piedras preciosas se las entregaron a Jehiel, descendiente de Guersón, que era el encargado de la tesorería del templo.
9 El rey David y todo el pueblo estaban muy contentos porque todos dieron con sinceridad.
Oración de David
10 Y aprovechando que tenía al pueblo reunido, David bendijo a Dios con estas palabras:
«¡Bendito seas, Dios de Israel;
Dios de nuestro antepasado Jacob;
bendito seas para siempre!
11 »¡Dios mío, a ti te pertenecen
la grandeza y el poder,
la gloria, el dominio y la majestad!
Porque todo lo que existe es tuyo.
¡Tú reinas sobre todo el mundo!
12 »Tú das las riquezas y el honor,
y tú dominas a todas tus criaturas.
Tuyos son el poder y la fuerza,
y das grandeza y poder a todos.
13 »Por eso es que hoy, Dios nuestro,
te damos gracias,
y alabamos tu nombre glorioso.
14-16 »Dios nuestro, todas estas riquezas que hemos dado para construirte un templo, en realidad te pertenecen a ti. Son tuyas; tú nos diste todo, y ahora sólo te regresamos lo que de ti habíamos recibido. Además, delante de ti, mi pueblo y yo somos como gente sin patria, que va de un lado a otro, como antes lo hicieron nuestros antepasados. Nuestra vida es como una sombra sobre la tierra, sin esperanza alguna.
»Sabemos que ninguno de nosotros merece reconocimiento por las ofrendas que hemos traído. 17 Yo sé, Dios mío, que tú te das cuenta de nuestras intenciones y que te gusta que seamos sinceros. Por eso me da una gran alegría saber que tu pueblo y yo te hemos presentado nuestras ofrendas, de buena voluntad y con toda sinceridad.
18 »Dios de nuestros antepasados Abraham, Isaac y Jacob: haz que tu pueblo tenga siempre esta manera de pensar y de sentir, y que te ame con todo el corazón. 19 Y te pido que le des a mi hijo Salomón el profundo deseo de obedecer y poner en práctica todos tus mandamientos; también te pido que le permitas construir el templo con estos materiales que he reunido».
20 Cuando terminó, David le dijo al pueblo: «¡Bendigan y alaben a Dios!» Entonces todo el pueblo, inclinándose ante Dios y ante el rey, bendijo y alabó al Dios de sus antepasados.
Israel reconoce a Salomón como su rey
21 Al día siguiente le presentaron a Dios, en nombre de todo Israel, muchísimos animales para sacrificarlos y quemarlos en su honor: mil toros, mil carneros y mil corderos, con sus ofrendas de vino.
22 Ese día derramaron aceite sobre la cabeza de Salomón, para nombrarlo sucesor del rey David; lo mismo hicieron con Sadoc, para nombrarlo sacerdote. Ésa fue la segunda ocasión en que todo el pueblo reconoció a Salomón como su rey, y todos comieron y bebieron con mucha alegría delante de Dios.
23-24 Así pues, Salomón reinó en lugar de David, su padre. Todos los jefes del pueblo, los soldados más valientes, y todos los hijos del rey David, fueron leales y apoyaron al rey Salomón. Todo el pueblo de Israel le obedeció, y así, su reino fue firme y exitoso.
25 Dios hizo que Salomón fuera grande, poderoso y famoso ante su pueblo, como no lo fue ningún otro rey de Israel.
Muerte de David (1 R 2.10-12)
26 David hijo de Jesé reinó sobre todo Israel 27 durante cuarenta años, siete de los cuales vivió en Hebrón, y los treinta y tres restantes, en Jerusalén.
28 David murió tranquilamente cuando ya era muy anciano, lleno de riquezas y honores. En su lugar reinó su hijo Salomón.
29-30 Los hechos más importantes de la historia del rey David, desde el principio hasta el fin, están escritos en los libros de los profetas Samuel, Natán y Gad. En ellos se narran no sólo los hechos más importantes con respecto al poder y valentía de David, sino también lo que le pasó a Israel y a sus países vecinos.
Salomón le pide sabiduría a Dios (1 R 3.3-15)
1 Salomón, el hijo de David, se convirtió en un rey muy poderoso, gracias a la ayuda de Dios.
2-6 En aquellos días, el santuario en donde el pueblo se reunía para adorar a Dios estaba en Gabaón. Ese santuario había sido construido en el desierto por Moisés, el servidor de Dios. En ese santuario estaba el altar de bronce que hizo Besalel, hijo de Urí y nieto de Hur. El cofre del pacto de Dios no estaba allí porque David se lo había llevado desde Quiriat-jearim hasta Jerusalén; allí lo había puesto en una carpa que él mismo había preparado.
Un día, Salomón mandó llamar a todos los jefes del ejército, a los jefes del gobierno y a todos los jefes de las familias y de las tribus. Cuando todos llegaron, se fue con ellos al santuario de Gabaón a adorar a Dios. Allí Salomón le presentó a Dios mil ofrendas quemadas sobre el altar de bronce.
7 Esa noche, Dios se le apareció a Salomón y le dijo:
—Pídeme lo que quieras, y yo te lo daré.
8-10 Salomón le respondió:
—Mi Dios, tú fuiste muy bueno con mi padre David, y a mí me has puesto a reinar en su lugar. Ser rey de un pueblo tan numeroso que no se puede contar, es muy difícil. Por eso, ahora te ruego que cumplas lo que le prometiste a mi padre. ¡Dame sabiduría e inteligencia para que pueda gobernar a un pueblo tan grande como el tuyo! Porque sin tu ayuda, nadie es capaz de hacerlo.
11 Entonces Dios le respondió a Salomón:
—Lo normal hubiera sido que me pidieras mucho dinero, poder y fama; o que te permitiera vivir por muchos años y destruyera a todos tus enemigos. Sin embargo, has pedido sabiduría e inteligencia para reinar sobre mi pueblo.
12 »Por eso, te concedo tu deseo, y además te haré el rey más rico, poderoso y famoso que haya existido. Nadie podrá igualarte jamás.
13 Después de esto, Salomón salió del santuario y partió de Gabaón hacia Jerusalén, donde reinó sobre todo Israel.
Las riquezas de Salomón (1 R 10.26-29; 2 Cr 9.25-28)
14 Salomón reunió mil cuatrocientos carros y doce mil jinetes. Algunos estaban en los cuarteles de carros de guerra, y otros formaban su guardia personal en Jerusalén.
15 Era tan rico que en Jerusalén había plata y oro por todas partes, y abundaban los árboles de madera fina, como los árboles comunes en la llanura.
16-17 Los comerciantes de la corte compraban en Egipto y Cilicia los caballos para Salomón. El precio de un carro comprado en Egipto era de seiscientas monedas de plata, y el de un caballo, ciento cincuenta. El rey Salomón acumuló en Jerusalén grandes cantidades de plata, y sembró tantos árboles de cedro que llegaron a ser tan comunes como las flores del campo. ¡Hasta los reyes hititas y sirios compraban sus carros y caballos a los comerciantes de la corte de Salomón!
Salomón le pide ayuda al rey Hiram (1 R 5.1-18; 7.13-14)
2 Salomón se propuso construir un templo para Dios, y también un palacio para él mismo. 2-18 Por ello le envió este mensaje a Hiram, rey de Tiro:
«Yo sé que tú le enviaste madera de cedro a David, mi padre, para que construyera su palacio. Ahora te pido que me ayudes. Voy a construirle un templo a mi Dios, para que el pueblo le lleve allí todas las ofrendas que él nos pide para cada día, y para cada sábado, y durante las fiestas de la luna nueva y para las otras fiestas que él nos ha pedido celebrar.
»Como nuestro Dios es más poderoso que todos los dioses, deseo construirle un templo que sea grandioso. Claro que no es posible hacer un templo para que él viva allí. ¡Hasta el cielo, que es enorme, resulta pequeño para él! Sin embargo, aunque sé que no lo merezco, le construiré un templo para quemar incienso en su honor.
»Por eso te pido que me envíes a alguien que sepa hacer finos trabajos en oro, plata, bronce y hierro, y también en telas de color púrpura, rojo y morado. Que además sepa hacer grabados y pueda trabajar con los expertos que servían a mi padre David, y que ahora están a mi servicio en Judá y en Jerusalén.
»Como tus servidores son expertos para cortar madera del Líbano, mándame de allí maderas finas. Y puesto que el templo que construiré será grande y maravilloso, y necesitaré muchísima madera, enviaré a mis servidores para que les ayuden a los tuyos.
»Yo, por mi parte, te daré nueve mil toneladas de trigo, y también de cebada; y cuatrocientos cuarenta mil litros de vino, y la misma cantidad de aceite, para alimentar a los leñadores que corten la madera».
Entonces Hiram rey de Tiro, le envió a Salomón una carta con este mensaje:
«Dios ama a su pueblo, y por eso le ha concedido que tú seas su rey. ¡Bendito sea el Dios de Israel, creador de todo lo que existe, porque le dio al rey David un hijo sabio, lleno de prudencia e inteligencia, el cual construirá un templo para Dios y un palacio real!
»Tal como me lo has pedido, te envío a un hombre que, por cierto, es hijo de una mujer de la tribu de Dan y de un fenicio de la ciudad de Tiro. Se llama Hiram-abí; es muy sabio e inteligente, y trabaja de manera excelente en todo lo que requieres hacer. Él trabajará junto con los mejores artesanos que servían a tu padre David, y con los que ahora te sirven.
»Nosotros somos tus servidores. Envíanos el trigo, la cebada, el aceite y el vino que has prometido, y mientras eso nos llega, cortaremos en el Líbano todas las maderas finas que necesites. Luego las transportaremos por mar, en forma de balsas, hasta Jope. De allí, tú te encargarás de que sean llevadas a Jerusalén».
Aunque David ya había contado a todos los extranjeros que vivían en Israel, Salomón hizo otro censo de ellos, y contaron un total de ciento cincuenta y tres mil seiscientos. Entre ellos distribuyó el trabajo de esta manera: Tres mil seiscientos eran capataces que supervisaban el trabajo; ochenta mil hombres cortaban piedras de la montaña, y setenta mil las cargaban.
Salomón construye el templo (1 R 6.1-38)
3 1-2 El día dos del mes de Ziv,[a] cuando ya tenía cuatro años de reinar, Salomón dio la orden para que empezaran a construir el templo de Dios en Jerusalén. Lo construyeron en el lugar que David había elegido, es decir, en el terreno de Ornán el jebuseo, que está en el monte Moria, porque allí Dios se le había aparecido a David.
3 Éstas son las medidas del templo de Dios, según lo diseñó Salomón:
Los cimientos medían veintisiete metros de largo por nueve de ancho.
4 El pórtico de la entrada medía lo mismo que el ancho del templo: nueve metros de largo y nueve de alto. Salomón recubrió de oro fino el interior del pórtico.
5-7 Las vigas, las entradas, las paredes y las puertas de la parte interior del edificio principal estaban cubiertas con tablas de pino que, a su vez, estaban recubiertas de oro finísimo. Sobre el oro grabaron palmeras y cadenas, y colocaron adornos con piedras preciosas. Sobre las paredes estaban grabadas figuras de querubines.
8-14 El Lugar Santísimo medía lo mismo que el ancho del templo: nueve metros de largo y nueve de ancho. Para recubrirlo usaron cerca de veinte mil kilos de oro fino. Cada clavo era de oro y pesaba un poco más de medio kilo. Dentro del Lugar Santísimo pusieron dos querubines totalmente recubiertos de oro. Los querubines estaban de pie; sus caras miraban hacia la entrada, y sus alas extendidas medían en total nueve metros, que era todo el ancho del Lugar Santísimo. Cada querubín tocaba con un ala una pared del lugar, y con la otra, tocaba la punta del ala del otro querubín.
La cortina que separaba el Lugar Santísimo estaba hecha de lino fino tejido con lana morada, azul y roja; sobre ella bordaron figuras de querubines.
Los cuartos de la parte superior del templo también estaban recubiertos de oro.
Las dos columnas (1 R 7.15-22)
15-17 Salomón mandó hacer dos columnas de casi dieciséis metros de altura, y las colocó a la derecha y a la izquierda de la entrada del templo. Sobre cada columna puso un adorno de dos metros veinticinco centímetros de alto. Cada adorno estaba decorado con figuras en forma de cadena, de las cuales colgaban cien figuras con forma de manzana. A la columna de la derecha Salomón la llamó Jaquín, y a la de la izquierda Bóaz.
Muebles y utensilios del templo (1 R 7.23-51)
4 Salomón también mandó hacer un altar de bronce de nueve metros de largo por nueve de ancho, y cuatro y medio de alto. 2 Después fabricó un enorme tanque para el agua. Era redondo, y de un borde al otro medía cuatro metros. Su altura era de dos metros y veinticinco centímetros, y su circunferencia era de trece metros y medio. 3 Decoró todo el borde con figuras de toros. Cada cuarenta y cinco centímetros había diez toros.
4 El tanque estaba sobre doce toros de bronce. Tres de estos toros miraban al norte, tres al sur, tres al este y tres al oeste, de modo que sus patas traseras quedaban hacia adentro. 5 Las paredes del tanque eran de ocho centímetros de grueso. Su borde se parecía a una flor de lirio abierta. En el tanque cabían cuarenta y cuatro mil litros de agua.
6-10 Salomón también hizo diez recipientes para lavar todo lo que se usaba para las ofrendas quemadas. Cinco recipientes estaban en el lado sur del templo, y cinco en el lado norte.
Hizo también diez candelabros de oro, como Dios lo había ordenado, y los puso en el templo; cinco en el lado sur, y cinco en el lado norte.
Además hizo diez mesas, que también colocó en el templo; cinco en el lado sur, y cinco en el lado norte.
Hizo también cien tazones de oro.
Además, Salomón mandó construir el patio de los sacerdotes y el patio principal, cada uno con sus puertas, las cuales recubrió de bronce.
11 Hiram también hizo las ollas, las palas y las vasijas. Así terminó todo el trabajo que hizo para el templo de Dios, por encargo del rey Salomón.
12 Éstos son todos los trabajos que realizó: las dos columnas, la parte superior de cada columna, las dos decoraciones en la parte superior de las columnas, 13 y las cuatrocientas figuras de esas decoraciones. 14 También hizo las diez bases y los recipientes que iban sobre ellas, 15 el gran tanque para el agua y los doce toros que lo sostenían, 16 y las ollas, palas y vasijas. Todo lo que Hiram hizo para el templo de Dios a pedido del rey Salomón era de bronce pulido. 17 Los utensilios de bronce los hicieron en moldes de arena, en la región del Jordán, entre Sucot y Saretán. 18 Salomón no pidió que pesaran los utensilios de bronce porque eran muchos.
19-22 Salomón también mandó hacer todos los utensilios que había en el templo de Dios. Los de oro puro eran:
el altar,
la mesa de los panes para Dios,
los diez candelabros del Lugar Santísimo,
las figuras de flores,
las lámparas,
las tenazas,
las copas,
las tijeras para cortar mechas,
las vasijas,
los cucharones,
los incensarios,
las bisagras de las puertas del Lugar Santísimo, y
las bisagras de la puerta de la entrada principal del edificio.
5 De este modo se terminaron todos los trabajos que Salomón mandó hacer para el templo de Dios. Después llevó todos los utensilios de oro y de plata que su padre David había dedicado para Dios, y los guardó en el lugar donde estaban los tesoros del templo de Dios.
Salomón lleva el cofre del pacto al templo (1 R 8.1-9)
2 El rey Salomón se reunió con los líderes de Israel, los jefes de las tribus y la gente más importante de las familias israelitas. Salomón quería que todos estuvieran presentes cuando se llevara el cofre del pacto de Dios desde la parte antigua de Jerusalén hasta el templo. 3 Esto ocurrió en la fiesta de las enramadas, que se celebra en el mes de Etanim.[b]
4-5 Cuando llegaron todos los representantes de Israel, los sacerdotes y sus ayudantes tomaron el cofre y se lo llevaron al templo. También llevaron el santuario y todos los utensilios dedicados al culto.
6 El rey Salomón y todos los israelitas allí reunidos se pararon frente al cofre, y le ofrecieron a Dios muchos toros y ovejas.
7 Después los sacerdotes llevaron el cofre del pacto de Dios hasta el fondo del templo, donde estaba el Lugar Santísimo, y lo pusieron bajo las alas de los dos grandes querubines. 8 Las alas extendidas de los querubines cubrían el cofre y las varas que servían para trasladarlo. 9 Estas varas eran tan largas que sus puntas se veían desde el Lugar Santo, que estaba frente al Lugar Santísimo. Sin embargo, no podían verse desde afuera del templo. Así se quedaron hasta el día en que se escribió este relato. 10 Lo único que había en el cofre eran las dos tablas de piedra con las leyes del pacto. Esas leyes se las había dado Dios a los israelitas cuando salieron de Egipto. Moisés las había puesto en el cofre cuando estuvo en el monte Horeb.
Dios llena el templo con su presencia (1 R 8.10-11)
11-13 Todos los sacerdotes allí presentes, sin importar el grupo al que pertenecían, habían cumplido con la ceremonia de preparación para poder presentarse ante Dios.
Por su parte, los cantores se ubicaron al lado este del altar. Todos estaban de pie y vestidos de lino fino. Entre ellos estaban Asaf, Hemán y Jedutún, con sus hijos y familiares. Todos ellos tocaban platillos, arpas y otros instrumentos de cuerdas. Junto a ellos había ciento veinte sacerdotes que tocaban las trompetas.
Todos juntos alababan y daban gracias a Dios con el canto que dice:
«Alaben a Dios, porque él es bueno,
y nunca dejará de amarnos».
Cuando los sacerdotes salieron del Lugar Santo, una nube llenó todo el templo. Era la presencia de Dios, 14 y por eso los sacerdotes ya no pudieron quedarse para celebrar el culto.
Salomón ora a Dios (1 R 8.12-53)
6 Entonces Salomón dijo:
«Dios mío,
tú siempre has vivido en la espesa nube
que acompaña al santuario.
2 Pero ahora,
te he construido una casa,
para que vivas allí para siempre».
3 Luego el rey se dio vuelta y miró a todo el pueblo de Israel, que se había reunido y estaba de pie. Entonces los bendijo. 4 Y exclamó:
«Bendito sea el Dios de Israel, que ha cumplido lo que le prometió a mi padre, pues le dijo: 5 “Desde que saqué de Egipto a mi pueblo, no he elegido ninguna ciudad de las tribus de Israel para que se construya en ella mi templo. Tampoco elegí a ningún hombre para que fuera el gobernante de Israel, mi pueblo. 6 Sin embargo, ahora he elegido a Jerusalén como mi lugar de residencia, y te elegí a ti, David, para que gobiernes a mi pueblo Israel”.
7 »Mi padre deseaba construir un templo para adorar a nuestro Dios. 8 Sin embargo, Dios le dijo: “Haces bien en querer construirme una casa. 9 Pero no serás tú quien la construya, sino uno de tus hijos”.
10 »Dios cumplió su promesa. Ahora yo soy el rey de Israel, en lugar de mi padre, y he construido una casa para nuestro Dios. 11 Además, he preparado un lugar para colocar allí el cofre del pacto que Dios hizo con nosotros».
12-13 Luego Salomón subió sobre una plataforma de bronce que había construido en medio del patio del templo. Esa plataforma medía dos metros veinticinco centímetros de largo y de ancho, y un metro treinta y cinco centímetros de alto.
Entonces, a la vista de todo el pueblo, Salomón se puso de rodillas delante del altar de Dios, y levantando sus manos al cielo 14 dijo:
«Dios de Israel, ni en el cielo ni en la tierra hay otro que se compare a ti. Tú cumples tu pacto y amas profundamente a los que te obedecen de corazón.
15-16 »Dios de Israel, hoy has cumplido una de tus promesas a mi padre. Ahora cumple también la promesa que le hiciste, de que sus descendientes reinarían siempre en Israel, si seguían su ejemplo. 17 Por eso, Dios nuestro, cumple las promesas que le hiciste a mi padre.
18 »Dios mío, ni el cielo ni la tierra son suficientes para ti, mucho menos esta casa que te he construido. 19-21 Pero de todos modos te pido que escuches mi oración: Cuida de esta casa de día y de noche, pues tú mismo has dicho que vivirás en ella. Cuando estemos lejos de Jerusalén y oremos en dirección a tu templo, escucha desde el cielo nuestras oraciones, y perdónanos.
22 »Si alguien perjudica a otra persona, y delante del altar de este templo jura que no lo hizo, 23 escucha desde el cielo y castígalo. Examínanos, y castiga al que resulte culpable, pero deja libre al inocente.
24-25 »Si tu pueblo Israel llega a pecar contra ti, y en castigo sus enemigos se lo llevan prisionero, perdónalo y tráelo de nuevo a este país que tú les diste a sus antepasados. Perdónalos, siempre y cuando vengan a tu templo y se arrepientan de haberte ofendido.
26 »Si llegamos a pecar contra ti, y en castigo deja de llover por mucho tiempo, perdónanos, siempre y cuando oremos en este lugar y nos arrepintamos de haberte ofendido. 27 Escúchanos desde el cielo, y perdónanos. Enséñanos a vivir haciendo lo bueno, y mándanos de nuevo la lluvia que nos quitaste.
28-30 »Si en este país nos llegara a faltar la comida, o nos atacaran enfermedades, o plagas de hongos, langostas o pulgón, escúchanos cuando oremos a ti. Y si los enemigos nos rodean, o atacan a alguna de las ciudades de Israel, escúchanos cuando oremos a ti. Y cuando en medio de este sufrimiento alguno de nosotros, o todo el pueblo de Israel, levante las manos hacia este templo y ore a ti, escúchanos siempre desde el cielo, que es en donde vives, y perdónanos. Examínanos, y danos lo que cada uno de nosotros se merezca. Sólo tú nos conoces de verdad. 31 Así que te serviremos y te obedeceremos durante toda nuestra vida en esta tierra que nos diste.
32-33 »Cuando los extranjeros sepan en su país lo grande y poderoso que eres, y vengan a orar a este templo, escúchalos desde el cielo, que es tu casa. Dales todo lo que te pidan, para que todos los pueblos del mundo te conozcan y te obedezcan, como lo hace tu pueblo Israel. Así sabrán que este templo lo construí para adorarte.
34 »Si tu pueblo va a la guerra, y desde allí donde lo envíes ora a ti mirando hacia tu amada ciudad de Jerusalén, y hacia este templo, 35 escucha desde el cielo sus oraciones y ruegos, y ayúdalo.
36 »Dios mío, todos somos pecadores, y si tu pueblo llega a pecar contra ti, a lo mejor te vas a enojar tanto que lo entregarás a sus enemigos, y ellos se llevarán a tu pueblo a otro lugar, lejano o cercano. 37-38 Pero si allí donde estén prisioneros, tu pueblo se acerca a ti de nuevo, con toda sinceridad, atiéndelo. Si reconoce que ha pecado y actuado mal, y te lo dice, óyelo. Si tu pueblo ora a ti y te ruega, mirando hacia este país que le diste a sus antepasados, hacia esta ciudad de Jerusalén, y hacia este templo, 39 escucha desde el cielo sus oraciones y ruegos, y ayúdalo; perdónale a tu pueblo todos los pecados que haya cometido contra ti.
40 »Dios mío, míranos y escucha las oraciones que se hagan en este lugar.
41 »Y ahora, mi Dios,
¡ven con el cofre de tu pacto,
que es símbolo de tu poder,
al templo donde vivirás para siempre!
»¡Tus sacerdotes, Dios mío,
llevarán tu salvación a todos!
¡Los que siempre te obedecen
gozarán de prosperidad!
42 »Dios mío,
no niegues tu apoyo
al rey que has elegido;
acuérdate de la obediencia de David,
tu servidor».
Consagración del templo
7 En cuanto Salomón terminó de orar, cayó fuego del cielo y quemó por completo las ofrendas y los sacrificios. Luego, la presencia misma de Dios llenó el templo, 2 y por eso los sacerdotes ya no pudieron entrar en él.
3 Cuando todos los israelitas vieron descender el fuego y la presencia de Dios sobre el templo, se arrodillaron y se inclinaron hasta tocar el suelo con la frente; y adoraron a Dios y le dieron gracias, diciendo una y otra vez: «Dios es bueno, y nunca deja de amarnos».
4-5 Después, el rey, junto con todo el pueblo, dedicó el templo a Dios, y sacrificó en su honor veintidós mil toros y ciento veinte mil ovejas.
6 Todo el pueblo estaba de pie. Los sacerdotes estaban en sus lugares y tocaban las trompetas; los levitas tocaban los instrumentos musicales que David había fabricado para dar gracias a Dios, y cantaban el canto que dice: «Dios nunca deja de amarnos».
7 Salomón dedicó a Dios el centro del patio que está frente al templo, porque allí ofreció los sacrificios para pedir el perdón de Dios. No los pudo presentar en el altar de bronce que había mandado hacer, pues no cabían allí.
8-9 En esa ocasión, Salomón celebró delante de Dios la fiesta de las enramadas, y una gran cantidad de israelitas de todas partes del país asistió a la fiesta. En total la celebración duró catorce días; siete para la dedicación del altar, y siete para la fiesta de las enramadas. Al final celebraron un culto especial de adoración.
10 El día veintitrés del mes de Etanim,[c] el rey despidió al pueblo. Ellos se fueron a sus casas muy contentos por todo lo bueno que Dios había sido con su servidor David, con Salomón y con su pueblo Israel.
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