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Bible in 90 Days

An intensive Bible reading plan that walks through the entire Bible in 90 days.
Duration: 88 days
Reina Valera Revisada (RVR1977)
Version
Lamentaciones 2:1 - Ezequiel 12:20

Las tristezas de Sión vienen por su rebelión contra Jehová

¡Cómo oscureció el Señor en su furor a la hija de Sión!

Derribó del cielo a la tierra el esplendor de Israel,
Y no se acordó del estrado de sus pies en el día de su furor.

Destruyó el Señor sin piedad todas las moradas de Jacob;
Ha derruido las fortalezas de la hija de Judá,
Ha echado por tierra y profanado al reino y a sus príncipes.

Cortó con el ardor de su ira todo el poderío de Israel;
Retiró de él su diestra frente al enemigo,
Y ha encendido en Jacob como una llama de fuego que devora todo alrededor.

Entesó su arco como enemigo, afirmó su mano derecha como adversario,
Y destruyó cuanto era hermoso a la vista.
En la tienda de la hija de Sión derramó como fuego su enojo.

El Señor se ha portado como enemigo, destruyó a Israel;
Destruyó todos sus palacios, derribó sus fortalezas,
Y multiplicó en la hija de Judá la tristeza y el lamento.

Ha forzado su cerca como la de un huerto;
Destruyó el lugar en donde se congregaban;
Jehová ha hecho olvidar las fiestas solemnes y los sábados en Sión,
Y en el ardor de su ira ha desechado al rey y al sacerdote.

Desechó el Señor su altar, menospreció su santuario;
Ha entregado en manos del enemigo los muros de sus palacios;
Se alzó un griterío en la casa de Jehová como en día de fiesta.

Jehová determinó destruir el muro de la hija de Sión;
Extendió el cordel, no retrajo su mano de la destrucción;
Hizo, pues, que se lamentara el antemuro y el muro, que juntamente se han desmoronado.

Sus puertas fueron echadas por tierra, destruyó y quebrantó sus cerrojos;
Su rey y sus príncipes están entre los gentiles. ¡Ya no hay Ley!
Sus profetas tampoco reciben ya visión de Jehová.

10 Se sentaron en tierra, y callaron los ancianos de la hija de Sión;
Echaron polvo sobre sus cabezas, se ciñeron de cilicio;
Las doncellas de Jerusalén inclinan sus cabezas hasta la tierra.

11 Mis ojos están consumidos de lágrimas, hierven mis entrañas,
Mi hígado se derrama por tierra a causa del quebrantamiento de la hija de mi pueblo,
Mientras desfallece el niño y el que mama, en las plazas de la ciudad.

12 Dicen a sus madres: ¿Dónde está el trigo y el vino?
Mientras caen desfallecidos como víctimas en las calles de la ciudad,
Derramando sus almas en el regazo de sus madres.

13 ¿A quién atestiguaré por ti, o a quién te haré semejante, hija de Jerusalén?
¿A quién te compararé para consolarte, oh virgen hija de Sión?
Porque grande como el mar es tu quebrantamiento; ¿quién te podrá curar?

14 Tus profetas vieron para ti falsedad e insensatez;
Y no revelaron tu pecado para impedir tu cautiverio,
Sino que te predicaron vanas profecías y extravíos.

15 Todos los que pasan por el camino baten palmas sobre ti;
Silban, y menean despectivamente sus cabezas sobre la hija de Jerusalén, diciendo:
¿Es ésta la ciudad que decían de perfecta hermosura, el gozo de toda la tierra?

16 Todos tus enemigos abren contra ti su boca;
Silban y rechinan los dientes; y dicen: Nos la hemos tragado;
Ciertamente éste es el día que esperábamos; lo hemos hallado, lo vemos.

17 Jehová ha hecho lo que tenía determinado;
Ha cumplido su palabra, la cual él había empeñado desde tiempo antiguo.
Ha destruido sin piedad;
Y ha hecho que el enemigo se alegre sobre ti,
Y enalteció el poder de tus adversarios.

18 Clama desde el fondo de tu corazón al Señor;
Oh hija de Sión, echa lágrimas cual torrente día y noche;
No descanses, ni cesen las niñas de tus ojos.

19 Levántate, da voces en la noche, al comenzar las vigilias;
Derrama como agua tu corazón ante la presencia del Señor;
Alza tus manos a él implorando la vida de tus pequeñitos,
Que desfallecen de hambre en las entradas de todas las calles.

20 Mira, oh Jehová, y considera a quién has tratado así.
¿Han de comer las mujeres el fruto de sus entrañas, los pequeñitos puestos a su tierno cuidado?
¿Han de ser muertos en el santuario del Señor el sacerdote y el profeta?

21 Niños y ancianos yacen por tierra en las calles;
Mis vírgenes y mis jóvenes cayeron a espada;
Mataste en el día de tu furor; degollaste sin piedad.

22 Has convocado por todo el ámbito mis terrores, como en un día de solemnidad;
Y en el día del furor de Jehová no hubo quien escapase ni quedase vivo;
Los que crié y mantuve, mi enemigo los exterminó.

Esperanza de liberación por la misericordia de Jehová

Yo soy el hombre que ha visto aflicción bajo el látigo de su enojo.

Me guió y me hizo caminar en tinieblas, y no en luz;
Sí, contra mí volvió y revolvió su mano todo el día.

Hizo envejecer mi carne y mi piel; quebrantó mis huesos;
Edificó baluartes contra mí, y me rodeó de amargura y de fatiga.
Me dejó en oscuridad, como los ya muertos de mucho tiempo.

Me cercó por todos lados, y no puedo salir; ha hecho pesadas mis cadenas;
Aun cuando grito y pido auxilio, cierra los oídos a mi oración;
Cercó mis caminos con piedras sillares, torció mis senderos.

10 Fue para mí como oso que acecha, como león en escondrijo;
11 Torció mis caminos, y me despedazó; me ha dejado hecho un horror.
12 Entesó su arco, y me puso como blanco de sus saetas.
13 Hizo entrar en mis riñones las saetas de su aljaba.
14 He venido a ser la irrisión de todo mi pueblo, su cantinela de todos los días;
15 Me llenó de amarguras, me embriagó de ajenjos.

16 Mis dientes quebró con guijarro, me cubrió de ceniza;
17 Y mi alma se alejó de la paz, me olvidé de la felicidad,
18 Y dije: Perecieron mis fuerzas, y mi esperanza en Jehová.

19 Acuérdate de mi miseria y de mi vida errante, del ajenjo y del veneno;
20 Mi alma lo recuerda todavía, y está abatida dentro de mí;
21 Esto es lo que medito en mi corazón, y por lo que espero.
22 Las gracias de Jehová no se han acabado, sus misericordias no se han agotado.
23 Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad.
24 Mi porción es Jehová, dice mi alma; por eso espero en él.

25 Bueno es Jehová para los que en él esperan, para el alma que le busca.
26 Bueno es esperar en silencio la salvación de Jehová.
27 Bueno le es al hombre llevar el yugo desde su juventud.

28 Que se siente solo y calle, porque es él quien se lo impuso;
29 Ponga su boca en el polvo, por si aún hay esperanza;
30 Dé la mejilla al que le hiere, y sea colmado de afrentas.

31 Porque el Señor no desecha para siempre;
32 Si aflige, también se compadece según la multitud de sus misericordias;
33 Porque no humilla ni aflige por gusto a los hijos de los hombres.

34 Cuando se desmenuza bajo los pies a todos los encarcelados del país,
35 Cuando se tuerce el derecho del hombre delante de la presencia del Altísimo,
36 Cuando se hace entuerto al hombre en su causa, ¿el Señor no lo ve?
37 ¿Quién será aquel que haya hablado y las cosas sucedieron? ¿No es el Señor el que decide?

38 ¿De la boca del Altísimo no sale lo malo y lo bueno?
39 ¿Por qué se lamenta el hombre? ¡Que sea un valiente contra sus pecados!

40 Escudriñemos nuestros caminos, y examinémoslos, y volvámonos a Jehová;
41 Levantemos nuestros corazones sobre nuestras manos al Dios que está en los cielos;
42 Nosotros nos hemos rebelado, y fuimos desleales; tú no has perdonado.

43 Te has cubierto de ira y nos has perseguido; mataste sin piedad;
44 Te cubriste de nube para que no pasase nuestra oración;
45 Nos has hecho basura y desecho en medio de los pueblos.

46 Todos nuestros enemigos abren contra nosotros su boca;
47 Terror y fosa es nuestra porción, desolación y ruina;
48 Ríos de aguas echan mis ojos por el quebrantamiento de la hija de mi pueblo.
49 Mis ojos destilan y no cesan; ya no hay alivio
50 Hasta que Jehová mire y vea desde los cielos;
51 Mis ojos atormentan a mi alma por todas las hijas de mi ciudad.

52 Mis enemigos me dieron caza como a ave, sin haber por qué;
53 Sofocaron mi vida en una cisterna, y echaron piedras sobre mí;
54 Las aguas cubrieron mi cabeza; y dije: Estoy perdido.

55 Invoqué tu nombre, oh Jehová, desde lo profundo de la fosa;
56 Oíste mi grito; no cierres tu oído a mi grito de socorro.
57 Te acercaste el día que te invoqué; y dijiste: No temas.

58 Abogaste, Señor, la causa de mi alma; redimiste mi vida.
59 Tú has visto, oh Jehová, mi agravio; defiende mi causa.
60 Has visto toda su venganza, todos sus planes contra mí.

61 Has oído sus insultos, oh Jehová, todas sus maquinaciones contra mí;
62 Los dichos de los que contra mí se levantaron, y sus tramas contra mí todo el día.
63 Su sentarse y su levantarse mira; yo soy su copla.

64 Dales el pago, oh Jehová, según la obra de sus manos.
65 Entrégalos al endurecimiento de corazón; tu maldición caiga sobre ellos.
66 Persíguelos en tu furor, y extermínalos de debajo de los cielos, oh Jehová.

El hambre en Jerusalén

¡Cómo se ha ennegrecido el oro!

¡Cómo el buen oro ha perdido su brillo!
Las piedras del santuario están esparcidas por las encrucijadas de todas las calles.

Los hijos de Sión, preciados y estimados más que el oro puro,
¡Cómo son tenidos por vasijas de barro, obra de manos de alfarero!

Aun los chacales dan la teta, y amamantan a sus cachorros;
La hija de mi pueblo se ha hecho cruel como los avestruces en el desierto.

La lengua del niño de pecho se pegó a su paladar por la sed;
Los pequeñuelos pidieron pan, y no hubo quien se lo repartiese.

Los que comían manjares deliciosos desfallecen en las calles;
Los que se criaron entre púrpura se abrazan a los estercoleros.

Porque supera la iniquidad de la hija de mi pueblo al pecado de Sodoma,
Que fue destruida en un momento, sin que acamparan contra ella compañías.

Sus nazareos eran más puros que la nieve, más blancos que la leche;
Más sonrosados eran sus cuerpos que el coral, su talle más hermoso que el zafiro.

Su aspecto se ha oscurecido más que el hollín; no los reconocen por las calles;
Su piel está pegada a sus huesos, seca como un palo.

Más dichosos fueron los muertos a espada que los muertos por el hambre;
Porque éstos murieron poco a poco por falta de los frutos de la tierra.

10 Las manos de mujeres tiernas cocieron a sus hijos;
Sus propios hijos les sirvieron de comida en el día del quebrantamiento de la hija de mi pueblo.

11 Agotó Jehová su enojo, derramó el ardor de su ira;
Y encendió en Sión un fuego que consume hasta sus cimientos.

12 Nunca los reyes de la tierra, ni cuantos moran en el mundo,
Podían creer que el enemigo y el adversario entrara por las puertas de Jerusalén.

13 Es por causa de los pecados de sus profetas, y las maldades de sus sacerdotes,
Quienes derramaron en medio de ella la sangre de los justos.

14 Titubearon como ciegos en las calles, fueron contaminados con sangre,
De modo que no podían tocarse sus vestiduras.

15 ¡Apartaos! ¡Es un impuro!, les gritaban. ¡Apartaos, apartaos, no toquéis!
Huyeron y andaban vagando; se decía entre las naciones:
Nunca más morarán aquí.

16 El rostro de Jehová los ha dispersado, no los mirará más;
No respetaron la presencia de los sacerdotes, ni tuvieron compasión de los ancianos.

17 Aún se consumían nuestros ojos esperando en vano nuestro socorro;
Desde nuestras torres oteábamos a una nación que no puede salvar.

18 Acechaban nuestros pasos, para que no anduviésemos por nuestras calles;
Cercano estaba nuestro fin, se cumplieron nuestros días; porque llegó nuestro fin.

19 Ligeros fueron nuestros perseguidores más que las águilas del cielo;
Sobre los montes nos persiguieron, en el desierto nos pusieron emboscadas.

20 El aliento de nuestras vidas, el ungido de Jehová,
De quien habíamos dicho: A su sombra tendremos vida entre las naciones, fue apresado en sus fosas.

21 Alégrate y regocíjate, hija de Edom, la que habitas en tierra de Uz;
También a ti llegará la copa; te embriagarás, y te desnudarás.

22 Se ha borrado tu culpa, oh hija de Sión;
Nunca más te hará llevar cautiva.
Castigará tu iniquidad, oh hija de Edom;
Descubrirá tus pecados.

Oración del pueblo afligido

Acuérdate, oh Jehová, de lo que nos ha sucedido;

Mira, y ve nuestro oprobio.
Nuestra heredad ha pasado a extraños,
Nuestras casas a forasteros.
Huérfanos somos sin padre;
Nuestras madres son como viudas.
Nuestra agua bebemos por dinero;
Compramos nuestra leña por precio.
Padecemos persecución sobre nosotros;
Nos fatigamos, y no hay para nosotros reposo.
Al egipcio y al asirio extendimos la mano, para saciarnos de pan.
Nuestros padres pecaron, y han muerto;
Y nosotros cargamos con sus culpas.
Los esclavos dominan sobre nosotros;
No hay quien nos libre de sus manos.
Con peligro de nuestras vidas nos procuramos nuestro pan
Ante la espada del desierto.
10 Nuestra piel ennegreció como un horno
A causa del ardor del hambre.
11 Violaron a las mujeres en Sión,
A las doncellas en las ciudades de Judá.
12 A los príncipes colgaron por sus manos;
No respetaron el rostro de los ancianos.
13 Llevaron a los jóvenes a moler,
Y los niños tropezaban bajo el peso de la leña.
14 Los ancianos no se ven más en la puerta,
Los jóvenes dejaron sus canciones.
15 Cesó el gozo de nuestro corazón;
Nuestra danza se cambió en luto.
16 Cayó la corona de nuestra cabeza;
¡Ay ahora de nosotros!, porque hemos pecado.
17 Por eso está dolorido nuestro corazón,
Por eso se han oscurecido nuestros ojos,
18 Por el monte de Sión que está asolado;
¡Las raposas merodean en él!
19 Mas tú, Jehová, permaneces para siempre;
Tu trono, de generación en generación.
20 ¿Por qué te olvidas completamente de nosotros,
Y nos abandonas tan largo tiempo?
21 Haznos volver, oh Jehová, a ti, y nos volveremos;
Renueva nuestros días como antaño.
22 Si es que no nos has desechado del todo,
Airado contra nosotros en gran manera.

La visión de la gloria divina

Aconteció en el año treinta, en el mes cuarto, a los cinco días del mes, que estando yo entre los deportados junto al río Quebar, los cielos se abrieron, y vi visiones de Dios.

En el quinto año de la deportación del rey Joaquín, a los cinco días del mes,

vino expresamente palabra de Jehová al sacerdote Ezequiel, hijo de Buzi, en la tierra de los caldeos, junto al río Quebar; y allí fue sobre él la mano de Jehová.

Y miré, y he aquí que venía del norte un viento tempestuoso, y una gran nube, con un fuego fulgurante, y alrededor de él un resplandor, y en el medio como el fulgor del electro, en medio del fuego,

y del centro emergía la figura de cuatro seres vivientes. Y éste era su aspecto: había en ellos semejanza de hombre.

Cada uno tenía cuatro caras y cuatro alas.

Y los pies de ellos eran derechos; y la planta de sus pies, como planta de pie de becerro; y centelleaban a manera de bronce muy bruñido.

Debajo de sus alas, a sus cuatro lados, tenían manos de hombre; y en cuanto a las caras y a las alas de los cuatro,

con las alas se juntaban el uno al otro. No se volvían cuando andaban, sino que cada uno caminaba derecho hacia adelante.

10 Y el aspecto de sus caras era cara de hombre, y cara de león al lado derecho de los cuatro, y cara de buey a la izquierda en los cuatro; asimismo había en los cuatro cara de águila.

11 Así eran sus caras. Y tenían sus alas extendidas por encima, cada uno dos, las cuales se juntaban; y las otras dos cubrían sus cuerpos.

12 Y cada uno caminaba derecho hacia adelante; hacia donde el espíritu les movía a que anduviesen, andaban; y cuando andaban, no se volvían.

13 Cuanto a la semejanza de los seres vivientes, su aspecto era como de carbones de fuego encendidos, como visión de hachones encendidos que fulguraba entre los seres vivientes; y el fuego resplandecía, y del fuego salían relámpagos.

14 Y los seres vivientes corrían y volvían a semejanza de relámpagos.

15 Mientras yo miraba los seres vivientes, he aquí una rueda sobre la tierra junto a los seres vivientes, a los cuatro lados.

16 El aspecto de las ruedas y su obra era semejante al color del crisólito. Y las cuatro tenían una misma semejanza; su apariencia y su obra eran como una rueda en medio de otra rueda.

17 Cuando andaban, se movían hacia sus cuatro costados; no se volvían cuando andaban.

18 Y sus aros eran altos y espantosos, y llenos de ojos alrededor en las cuatro.

19 Y cuando los seres vivientes andaban, las ruedas andaban junto a ellos; y cuando los seres vivientes se levantaban de la tierra, las ruedas se levantaban.

20 Hacia donde el espíritu les movía a que anduviesen, andaban; hacia donde les movía el espíritu que anduviesen, las ruedas también se levantaban tras ellos; porque el espíritu de los seres vivientes estaba en las ruedas.

21 Cuando ellos andaban, andaban ellas, y cuando ellos se paraban, se paraban ellas; asimismo, cuando se levantaban de la tierra, las ruedas se levantaban juntamente con ellos; porque el espíritu de los seres vivientes estaba en las ruedas.

22 Y sobre las cabezas de los seres vivientes había como una especie de bóveda a manera de cristal maravilloso, extendido encima sobre sus cabezas.

23 Y debajo de la bóveda las alas de ellos estaban rectas, la una al nivel de la otra; y cada uno tenía dos alas que cubrían su cuerpo.

24 Y oí el sonido de sus alas cuando andaban, como sonido de muchas aguas, como la voz del Omnipotente, un ruido de tumulto, como el ruido de un ejército acampado. Cuando se paraban, bajaban sus alas.

25 Pues cuando resonaba una voz por encima de la bóveda que había sobre sus cabezas, conforme estaban parados, plegaban sus alas.

26 Y por encima de la bóveda que había sobre sus cabezas había como la figura de un trono que parecía de piedra de zafiro; y sobre la figura del trono había una semejanza que parecía de hombre sentado sobre él.

27 Y vi luego como el fulgor del bronce bruñido, como apariencia de fuego dentro de ella en derredor, desde el aspecto de sus lomos para arriba; y desde sus lomos para abajo, vi que parecía como fuego, y que tenía resplandor alrededor.

28 Semejante al arco iris que aparece en las nubes el día que llueve, así era el aspecto del resplandor alrededor. Ésta era la apariencia de la imagen de la gloria de Jehová. Y cuando yo la vi, me postré sobre mi rostro, y oí la voz de uno que hablaba.

Visión del libro

Y me dijo: Hijo de hombre, ponte sobre tus pies, y hablaré contigo.

Y luego que me habló, entró el espíritu en mí y me asentó sobre mis pies, y oí al que me hablaba.

Y me dijo: Hijo de hombre, yo te envío a los hijos de Israel, a gentes rebeldes que se rebelaron contra mí; ellos y sus padres han pecado contra mí hasta este mismo día;

y los hijos tienen la cara dura y el corazón empedernido; yo te envío a ellos, y les dirás: Así dice el Señor Jehová.

Acaso ellos escuchen; pero si no escuchan, porque son una casa rebelde, siempre conocerán que ha habido profeta entre ellos.

Y tú, hijo de hombre, no les temas, ni tengas miedo de sus palabras, aunque te hallas entre zarzas y espinos, y moras con escorpiones; no tengas miedo de sus palabras, ni temas delante de ellos, porque son casa rebelde.

Les hablarás, pues, mis palabras, escuchen o dejen de escuchar; porque son muy rebeldes.

Mas tú, hijo de hombre, oye lo que yo te hablo; no seas rebelde como esa casa rebelde; abre la boca, y come lo que te doy.

Y miré, y he aquí una mano extendida hacia mí, y en ella había un rollo de libro.

10 Y lo extendió delante de mí, y estaba escrito por delante y por detrás; y había escritas en él lamentaciones, endechas y ayes.

Y me dijo: Hijo de hombre, come lo que hallas; come este rollo, y ve y habla a la casa de Israel.

Así que abrí mi boca, y me hizo comer aquel rollo.

Y me dijo: Hijo de hombre, alimenta tu vientre, y llena tus entrañas de este rollo que te doy. Lo comí, y fue en mi boca dulce como miel.

Luego me dijo: Hijo de hombre, ve y entra a la casa de Israel, y habla a ellos con mis palabras.

Porque no eres enviado a pueblo de habla oscura ni de lengua áspera, sino a la casa de Israel.

No a muchos pueblos de habla oscura ni de lengua áspera, cuyas palabras no entiendas. Si a ellos te enviara, de seguro que te escucharían.

Mas la casa de Israel no te querrá oír, porque no me quiere escuchar a mí; porque toda la casa de Israel es dura de frente y obstinada de corazón.

He aquí que yo he hecho tu rostro fuerte contra los rostros de ellos, y tu frente fuerte contra sus frentes.

Como diamante, más fuerte que el pedernal he hecho tu frente; no los temas, ni tengas miedo delante de ellos, porque son casa rebelde.

10 Me dijo además: Hijo de hombre, toma en tu corazón todas mis palabras que yo te hablaré, y escucha con tus oídos.

11 Y ve y entra a los cautivos, a los hijos de tu pueblo, y háblales y diles: Así dice el Señor Jehová; escuchen, o dejen de escuchar.

12 Entonces me elevó el espíritu, y oí detrás de mí una voz de gran estruendo, que decía: Bendita sea la gloria de Jehová desde su lugar.

13 Oí también el sonido de las alas de los seres vivientes que se juntaban la una con la otra, y el sonido de las ruedas junto a ellos, y sonido de gran estruendo.

14 Me levantó, pues, el espíritu, y me transportó; y fui en amargura, en la indignación de mi espíritu, mientras la mano de Jehová era fuerte sobre mí.

15 Así llegué a los cautivos en Tel-abib, que moraban junto al río Quebar, y me senté donde ellos estaban sentados, y allí permanecí siete días atónito entre ellos.

Llamamiento de Ezequiel

16 Y aconteció que al cabo de los siete días, vino a mí palabra de Jehová, diciendo:

17 Hijo de hombre, yo te he puesto por atalaya a la casa de Israel; oirás, pues, la palabra de mi boca, y los amonestarás de mi parte.

18 Cuando yo diga al malvado: De cierto morirás; y tú no le amonestes ni le hables, para retraer al malvado de su mal camino a fin de que viva, el malvado morirá por su maldad, pero yo demandaré su sangre de tu mano.

19 Mas si tú amonestas al malvado, y él no se convierte de su maldad ni de su mal camino, él morirá por su maldad, pero tú habrás librado tu alma.

20 Y si el justo se aparta de su justicia y comete iniquidad, yo pondré un tropiezo delante de él, y él morirá; porque tú no le amonestaste, en su pecado morirá, y las obras buenas que había hecho no serán recordadas; pero su sangre demandaré de tu mano.

21 Pero si amonestas al justo para que no peque, y no peca, de cierto vivirá, porque fue amonestado; y tú habrás librado tu alma.

El profeta mudo

22 Vino allí la mano de Jehová sobre mí, y me dijo: Levántate, sal al campo, y allí hablaré contigo.

23 Y me levanté y salí al campo; y he aquí que allí estaba la gloria de Jehová, como la gloria que había visto junto al río Quebar; y me postré sobre mi rostro.

24 Entonces entró el espíritu en mí y me asentó sobre mis pies, y me habló, y me dijo: Ve, y enciérrate dentro de tu casa.

25 Y tú, oh hijo de hombre, he aquí que pondrán sobre ti cuerdas, y con ellas te ligarán, y no saldrás entre ellos.

26 Y haré que se pegue tu lengua a tu paladar, y estarás mudo, y no serás para ellos un varón que reprende; porque son casa rebelde.

27 Mas cuando yo te hable, abriré tu boca, y les dirás: Así ha dicho el Señor Jehová: El que quiera escuchar, que escuche; y el que no quiera escuchar, que no escuche; porque son casa rebelde.

Anuncio del asedio de Jerusalén

Tú, hijo de hombre, toma un ladrillo y ponlo delante de ti, y diseña sobre él la ciudad, Jerusalén.

Y pondrás contra ella un simulacro de asedio, y edificarás contra ella fortalezas, y sacarás contra ella baluarte; también pondrás delante de ella campamento, y colocarás contra ella arietes alrededor.

Toma también una plancha de hierro, y ponla como un muro de hierro entre ti y la ciudad; volverás luego tu rostro hacia ella, y será puesta en estado de sitio, y tú estrecharás el cerco contra ella. Es señal para la casa de Israel.

Y tú te acostarás sobre tu lado izquierdo, y pondrás sobre él la maldad de la casa de Israel. Según el número de los días que duermas sobre él, llevarás sobre ti la maldad de ellos.

Pues yo te he fijado los años de su maldad por el número de los días trescientos noventa días; y así llevarás tú la maldad de la casa de Israel.

Cumplidos éstos, te acostarás sobre tu lado derecho segunda vez, y llevarás la maldad de la casa de Judá; cuarenta días, computándote cada día por un año.

Después volverás tu rostro hacia el asedio de Jerusalén, con el brazo descubierto, y profetizarás contra ella.

Y he aquí que pongo sobre ti ataduras, y no te volverás de un lado a otro, hasta que hayas cumplido los días de tu asedio.

Toma también trigo, cebada, habas, lentejas, mijo y avena, y ponlos en una vasija, y hazte pan de ellos; según el número de los días que te acuestes sobre tu lado, trescientos noventa días, comerás de él.

10 La comida que comerás será de un peso de veinte siclos al día; de tiempo en tiempo la comerás.

11 Y beberás el agua por medida, la sexta parte de un hin; de tiempo en tiempo la beberás.

12 Y lo comerás en forma de galletas de cebada, que cocerás a la vista de ellos en el rescoldo de excrementos humanos.

13 Y dijo Jehová: Así comerán los hijos de Israel su pan inmundo, entre las naciones adonde los arrojaré yo.

14 Y dije: ¡Ah, Señor Jehová!, he aquí que mi alma no ha sido manchada, ni nunca desde mi juventud hasta este tiempo comí cosa mortecina ni despedazada, ni nunca en mi boca entró carne inmunda.

15 Y me respondió: He aquí, te permito usar estiércol de bueyes, en lugar de excremento humano, para cocer en él tu pan.

16 Me dijo luego: Hijo de hombre, he aquí, quebrantaré el sustento del pan en Jerusalén; y comerán el pan por peso y con angustia, y beberán el agua por medida y con afán,

17 para que al faltarles el pan y el agua, se miren unos a otros con espanto, y se consuman en su maldad.

Y tú, hijo de hombre, toma un cuchillo agudo, que te sirva como navaja de barbero, y hazlo pasar sobre tu cabeza y tu barba; toma después una balanza de pesar y divide los cabellos.

Una tercera parte quemarás a fuego en medio de la ciudad, cuando se cumplan los días del asedio; y tomarás otra tercera parte y la cortarás con espada alrededor de la ciudad; y la otra tercera parte esparcirás al viento, y yo desenvainaré espada en pos de ellos.

Tomarás también de allí unos pocos en número, y los atarás en el vuelo de tu manto.

Y tomarás otra vez de ellos, y los echarás en medio del fuego, y los quemarás en el fuego; de allí saldrá el fuego a toda la casa de Israel.

Así ha dicho el Señor Jehová: Ésta es Jerusalén; la puse en medio de las naciones y de las tierras alrededor de ella.

Y ella se rebeló contra mis ordenanzas con mayor perversidad que las naciones, y contra mis estatutos más que las tierras que están alrededor de ella; porque desecharon mis ordenanzas y estatutos, y no anduvieron en ellos.

Por tanto, así dice Jehová: Por haber sobrepasado en maldad a las naciones que están alrededor de vosotros, al no haber andado en mis mandamientos, ni haber guardado mis leyes, ni aun haber obrado según las leyes de las naciones que están alrededor de vosotros,

así, pues, dice el Señor Jehová: He aquí yo estoy contra ti; sí, yo, y haré justicia en medio de ti ante los ojos de las naciones.

Y haré en ti lo que nunca hice, ni jamás haré cosa semejante, a causa de todas tus abominaciones.

10 Por eso los padres se comerán a los hijos en medio de ti, y los hijos se comerán a sus padres; y ejecutaré en ti mis castigos, y esparciré a todos los vientos todo lo que quede de ti.

11 Por tanto, vivo yo, dice el Señor Jehová, ciertamente por haber profanado mi santuario con todas tus abominaciones y con todos tus objetos horrendos, yo también te quebrantaré; mi ojo no perdonará, ni tampoco tendré compasión.

12 Una tercera parte de ti morirá de pestilencia y será consumida de hambre en medio de ti; otra tercera parte caerá a espada alrededor de ti; y la otra tercera parte la esparciré a todos los vientos, y tras ellos desenvainaré espada.

13 Así se desfogará mi furor y saciaré en ellos mi enojo, y tomaré satisfacción; y sabrán que yo Jehová he hablado en mi celo, cuando haya desfogado en ellos mi enojo.

14 Y te convertiré en espanto y en oprobio entre las naciones que están alrededor de ti, a los ojos de todo transeúnte.

15 Y serás el oprobio y el escarnio, el espanto y el escarmiento de las naciones que están alrededor de ti, cuando yo ejecute en ti castigos con furor e indignación, y en furiosos escarmientos. Yo Jehová he hablado;

16 cuando arroje yo sobre ellos las perniciosas saetas del hambre, que serán para destrucción, las cuales enviaré para destruiros, y aumente el hambre sobre vosotros, y quebrante entre vosotros el sustento del pan,

17 y envíe contra vosotros hambre, y bestias feroces que te destruyan; y la pestilencia y la sangre pasen por en medio de ti, y envíe contra ti la espada. Yo Jehová he hablado.

Profecía contra los montes de Israel

Vino a mí palabra de Jehová, diciendo:

Hijo de hombre, pon tu rostro hacia los montes de Israel, y profetiza contra ellos.

Y dirás: Montes de Israel, oíd palabra del Señor Jehová: Así dice el Señor Jehová a los montes y a los collados, a los torrentes y a los valles: He aquí que yo, sí, yo, haré venir sobre vosotros espada, y destruiré vuestros lugares altos.

Vuestros altares serán asolados, y vuestras imágenes del sol serán quebradas; y haré que caigan vuestros muertos delante de vuestros ídolos.

Y pondré los cadáveres de los hijos de Israel delante de sus ídolos, y esparciré vuestros huesos en derredor de vuestros altares.

Dondequiera que habitéis, serán desiertas las ciudades, y los lugares altos serán asolados, para que sean asolados y se hagan desiertos vuestros altares; y vuestros ídolos serán quebrados y se acabarán, vuestras imágenes del sol serán destrozadas, y vuestras obras serán deshechas.

Y los muertos caerán en medio de vosotros; y sabréis que yo soy Jehová.

Mas dejaré un resto, de modo que tengáis entre las naciones algunos que escapen de la espada, cuando seáis esparcidos por las tierras.

Y los que de vosotros escapen se acordarán de mí entre las naciones a las cuales serán deportados; porque yo me quebranté a causa de su corazón adúltero que se apartó de mí, y a causa de sus ojos que se prostituyeron tras sus ídolos; y tendrán horror de sí mismos, a causa de los males que cometieron en todas sus abominaciones.

10 Y sabrán que yo soy Jehová; no en vano dije que les había de hacer este mal.

Los pecados de Israel

11 Así dice el Señor Jehová: Palmotea con tus manos, y golpea con tu pie, y di: ¡Ay, por todas las grandes abominaciones de la casa de Israel!, porque caerán con espada, con hambre y con pestilencia.

12 El que esté lejos morirá de pestilencia, el que esté cerca caerá a espada, y el que quede y sea asediado morirá de hambre; así desfogaré en ellos mi enojo.

13 Y sabréis que yo soy Jehová, cuando sus muertos estén en medio de sus ídolos, en derredor de sus altares, sobre todo collado alto, en todas las cumbres de los montes, debajo de todo árbol frondoso y debajo de toda encina espesa, lugares donde ofrecieron perfume grato a todos sus ídolos.

14 Y extenderé mi mano contra ellos, y dondequiera que habiten haré la tierra una soledad más desolada que el desierto de Diblat; y conocerán que yo soy Jehová.

El fin, cercano

Vino además a mí palabra de Jehová, diciendo:

Y tú, hijo de hombre, así dice el Señor Jehová a la tierra de Israel: El fin, el fin viene sobre los cuatro extremos de la tierra.

Ahora llega el fin para ti, y enviaré sobre ti mi furor, y te juzgaré según tus caminos; y traeré sobre ti todas tus abominaciones.

Y mi ojo no te perdonará, ni tendré compasión; antes pondré sobre ti tus caminos, y en medio de ti quedarán patentes tus prácticas abominables; y sabréis que yo soy Jehová.

Así dice Jehová el Señor: Una desdicha, he aquí que viene una calamidad sin igual.

Viene el fin, el fin viene; se ha despertado contra ti; he aquí que viene.

Te llega el turno a ti, oh morador de la tierra; el tiempo viene, cercano está el día del tumulto, y no de gritos de alegría sobre los montes.

Ahora en seguida derramaré mi ira sobre ti, y desfogaré en ti mi furor, y te juzgaré según tus caminos; y traeré sobre ti todas tus abominaciones.

Y mi ojo no perdonará, ni tendré compasión; según tus caminos pondré sobre ti, y en medio de ti estarán patentes tus abominaciones; y sabréis que yo Jehová soy el que castiga.

10 He aquí el día, he aquí que viene; ha llegado el turno; ha florecido la vara, ha reverdecido la soberbia.

11 Ha surgido la destrucción violenta para el cetro de impiedad; nada quedará de ellos, ni de su multitud, ni uno de los suyos, ni habrá entre ellos quien se lamente.

12 El tiempo llega, se acerca el día; el que compra, no se alegre, y el que vende, no llore, porque la ira está sobre toda la multitud.

13 Porque el que vende no recuperará lo vendido, aunque quede entre los vivos; porque la visión contra toda la multitud no se revocará, y a causa de su iniquidad ninguno podrá amparar su vida.

14 Tocarán trompeta, y todo estará a punto, pero no habrá quien vaya a la batalla; porque mi ira está sobre toda la multitud.

15 Fuera, la espada; dentro, la peste y el hambre; el que esté en el campo morirá a espada, y al que esté en la ciudad lo consumirá el hambre y la peste.

16 Y los que de ellos escapen con vida, huirán y estarán sobre los montes como palomas de los valles, gimiendo todos, cada uno por su iniquidad.

17 Todas las manos se debilitarán, y todas las rodillas se irán en aguas,

18 Se ceñirán también de cilicio, y les cubrirá el terror; en todo rostro habrá vergüenza, y todas sus cabezas estarán rapadas.

19 Arrojarán su plata en las calles, y su oro será tenido como cosa inmunda; ni su plata ni su oro podrán librarlos en el día del furor de Jehová; no saciarán su alma, ni llenarán sus entrañas, porque les han sido tropiezo para su maldad.

20 Por cuanto convirtieron la belleza de su ornamento en soberbia, y fabricaron con ello las imágenes de sus abominaciones y de sus cosas detestables, por eso se lo convertí en cosa repugnante.

21 En mano de extraños lo entregaré como botín, y serán presa de los impíos de la tierra, y lo profanarán.

22 Y apartaré de ellos mi rostro, y será profanado mi lugar secreto; pues entrarán en él invasores y lo profanarán.

23 Haz la cadena, porque la tierra está llena de delitos de sangre, y la ciudad está llena de violencia.

24 Traeré, por tanto, los más perversos de las naciones, los cuales poseerán las casas de ellos; y haré cesar la soberbia de los poderosos, y sus santuarios serán profanados.

25 Viene la ruina; y buscarán la paz, y no la habrá.

26 Vendrá calamidad sobre calamidad, y habrá rumor sobre rumor; y buscarán visión del profeta, mas la ley se alejará del sacerdote, y de los ancianos el consejo.

27 El rey se enlutará, y el príncipe se revestirá de estupor, y las manos del pueblo de la tierra temblarán; según su camino haré con ellos, y según su merecido los juzgaré; y sabrán que yo soy Jehová.

Visión de los pecados de Jerusalén

En el sexto año, en el mes sexto, a los cinco días del mes, aconteció que, estando yo sentado en mi casa, y los ancianos de Judá sentados delante de mí, allí se posó sobre mí la mano de Jehová el Señor.

Y miré, y he aquí una figura que parecía de fuego; desde sus lomos para abajo, era de fuego; y desde sus lomos para arriba era como el aspecto de un resplandor, como el color del bronce bruñido.

Y aquella figura extendió la mano, y me tomó por las guedejas de mi cabeza; y el espíritu me alzó entre el cielo y la tierra, y me llevó en visiones de Dios a Jerusalén, a la entrada de la puerta del atrio interior que mira hacia el norte, donde se asienta el ídolo del celo, que provoca a celos.

Y he aquí que allí estaba la gloria del Dios de Israel, como la visión que yo había visto en el campo.

Y me dijo: Hijo de hombre, alza ahora tus ojos hacia el lado del norte. Y alcé mis ojos hacia el norte, y he aquí, al norte, junto a la puerta del altar, aquella imagen del celo en la entrada.

Me dijo entonces: Hijo de hombre, ¿ves lo que éstos hacen?, ¿las grandes abominaciones que la casa de Israel hace aquí para alejarme de mi santuario? Pero todavía verás abominaciones mayores.

Y me llevó a la entrada del atrio, y miré, y he aquí un agujero en la pared.

Y me dijo: Hijo de hombre, horada ahora en la pared. Y horadé en la pared, y he aquí una puerta.

Me dijo luego: Entra, y ve las malvadas abominaciones que éstos hacen aquí.

10 Entré, pues, y miré; y he aquí, toda forma abominable de reptiles y bestias, y todos los ídolos de la casa de Israel, que estaban pintados en la pared por todo alrededor.

11 Y delante de ellos estaban setenta varones de los ancianos de la casa de Israel, y Jaazanías hijo de Safán en medio de ellos, cada uno con su incensario en la mano; y subía una nube espesa de incienso.

12 Y me dijo: Hijo de hombre, ¿has visto las cosas que los ancianos de la casa de Israel hacen en tinieblas, cada uno en sus cámaras pintadas de imágenes? Porque dicen ellos: No nos ve Jehová; Jehová ha abandonado la tierra.

13 Me dijo después: Todavía verás abominaciones mayores que hacen éstos.

14 Y me llevó a la entrada de la puerta de la casa de Jehová, que está al norte; y he aquí, las mujeres que estaban allí sentadas endechando a Tamuz.

15 Luego me dijo: ¿Has visto esto, hijo de hombre? Todavía verás abominaciones mayores que éstas.

16 Y me llevó al atrio interior de la casa de Jehová; y he aquí junto a la entrada del templo de Jehová, entre el vestíbulo y el altar, había unos veinticinco varones, con las espaldas vueltas al templo de Jehová y los rostros hacia el oriente, y adoraban al sol, postrándose hacia el oriente.

17 Y me dijo: ¿Has visto esto, hijo de hombre? ¿Es cosa liviana para la casa de Judá hacer las abominaciones que hacen aquí, que han llenado de maldad la tierra, y me provocan más todavía, y he aquí que ponen hedor a mis narices?

18 Pues también yo procederé con furor; no perdonará mi ojo, ni tendré compasión; y aunque griten a mis oídos con gran voz, no los oiré.

Visión del castigo de los culpables

Clamó en mis oídos con gran voz, diciendo: Los verdugos de la ciudad han llegado, y cada uno trae en su mano su instrumento para destruir.

Y he aquí que seis varones venían del camino de la puerta de arriba que mira hacia el norte, y cada uno traía en su mano su instrumento para destruir. Y entre ellos había un varón vestido de lino, el cual traía a la cintura un tintero de escribano; y entrados, se pararon junto al altar de bronce.

Y la gloria del Dios de Israel se elevó de encima del querubín, sobre el que estaba, al umbral de la casa; y llamó al varón vestido de lino, que tenía a la cintura el tintero de escribano,

y le dijo Jehová: Pasa por en medio de la ciudad, por en medio de Jerusalén, y ponles una señal en la frente a los hombres que gimen y que claman a causa de todas las abominaciones que se hacen en medio de ella.

Y a los otros dijo, oyéndolo yo: Pasad por la ciudad en pos de él, y matad; no perdone vuestro ojo, ni tengáis compasión.

Matad a viejos, jóvenes y doncellas, niños y mujeres, hasta que no quede ninguno; pero a todo aquel sobre el cual hubiere señal, no os acercaréis; y comenzaréis por mi santuario. Comenzaron, pues, desde los varones ancianos que estaban delante del templo.

Y les dijo: Contaminad la casa, y llenad los atrios de muertos; salid. Y salieron, y mataron en la ciudad.

Aconteció que cuando ellos iban matando y quedé yo solo, me postré sobre mi rostro, y clamé y dije: ¡Ah, Señor Jehová!, ¿destruirás a todo el remanente de Israel derramando tu furor sobre Jerusalén?

Y me dijo: La maldad de la casa de Israel y de Judá es grande sobremanera, pues la tierra está llena de sangre, y la ciudad está llena de injusticia; porque han dicho: Ha abandonado Jehová la tierra, y Jehová no ve.

10 Así, pues, haré yo; mi ojo no perdonará, ni tendré compasión; haré recaer el camino de ellos sobre sus propias cabezas.

11 Y he aquí que el varón vestido de lino, que tenía el tintero a la cintura, dio su informe, diciendo: He hecho conforme a todo lo que me mandaste.

La gloria de Dios abandona el templo

10 Miré, y he aquí, en la bóveda que había sobre la cabeza de los querubines, una como piedra de zafiro apareció sobre ellos, la cual parecía como semejanza de un trono.

Y habló al varón vestido de lino, y le dijo: Entra en medio de las ruedas debajo de los querubines, y llena tus manos de carbones encendidos de entre los querubines, y espárcelos sobre la ciudad. Y él entró ante mis ojos.

Ahora bien, los querubines estaban a la mano derecha de la casa cuando este varón entró; y la nube llenaba el atrio interior.

Entonces la gloria de Jehová se elevó de encima del querubín al umbral de la casa; y la casa fue llena de la nube, y el atrio se llenó del resplandor de la gloria de Jehová.

Y el estruendo de las alas de los querubines se oía hasta el atrio exterior, como la voz del Dios Omnipotente cuando habla.

Aconteció, pues, que al mandar al varón vestido de lino, diciendo: Toma fuego de entre las ruedas, de entre los querubines, él entró y se detuvo junto a una rueda.

Y un querubín extendió su mano de en medio de los querubines al fuego que estaba entre ellos, y tomó de él y lo puso en las manos del que estaba vestido de lino, el cual lo tomó y salió.

Y apareció en los querubines la figura de una mano de hombre debajo de sus alas.

Y miré, y he aquí cuatro ruedas junto a los querubines, junto a cada querubín una rueda; y el aspecto de las ruedas era como el color del crisólito.

10 En cuanto a su apariencia, las cuatro eran de una misma forma, como si estuvieran una dentro de la otra.

11 Cuando andaban, andaban hacia las cuatro direcciones; no se volvían cuando andaban, sino que al lugar adonde se dirigía la cabeza, en pos de ella iban; ni se volvían cuando andaban.

12 Y todo su cuerpo, sus espaldas, sus manos, sus alas y las ruedas estaban llenos de ojos alrededor incluso en las ruedas que tenían los cuatro.

13 A las ruedas, oyéndolo yo, se les gritaba: ¡La rueda!

14 Y cada uno tenía cuatro caras. La primera era rostro de querubín; la segunda, de hombre; la tercera, cara de león; la cuarta, cara de águila.

15 Y se levantaron los querubines; éste es el ser viviente que vi en el río Quebar.

16 Y cuando andaban los querubines, andaban las ruedas junto con ellos; y cuando los querubines alzaban sus alas para levantarse de la tierra, las ruedas tampoco se apartaban de ellos.

17 Cuando se paraban ellos, se paraban ellas, y cuando ellos se alzaban, se alzaban con ellos; porque el espíritu de los seres vivientes estaba en ellas.

18 Entonces la gloria de Jehová se elevó de encima del umbral de la casa, y se puso sobre los querubines.

19 Y alzando los querubines sus alas, se levantaron de la tierra delante de mis ojos; cuando ellos salieron, también las ruedas se alzaron al lado de ellos; y se pararon a la entrada de la puerta oriental de la casa de Jehová, y la gloria del Dios de Israel estaba por encima sobre ellos.

20 Éstos eran los mismos seres vivientes que vi debajo del Dios de Israel junto al río Quebar; y conocí que eran querubines.

21 Cada uno tenía cuatro caras y cada uno cuatro alas, y figuras de manos de hombre debajo de sus alas.

22 Y la semejanza de sus rostros era la de los rostros que vi junto al río Quebar, su misma apariencia y modo de ser. Cada uno caminaba derecho hacia adelante.

Los malos príncipes, castigados

11 Entonces el espíritu me elevó, y me llevó a la puerta oriental de la casa de Jehová, la cual mira hacia el oriente; y he aquí a la entrada de la puerta veinticinco hombres, entre los cuales vi a Jaazanías, hijo de Azur, y a Pelatías, hijo de Benayá, jefes del pueblo.

Y me dijo: Hijo de hombre, éstos son los hombres que maquinan perversidad, y dan en esta ciudad perversos consejos;

los cuales dicen: No será tan pronto; edifiquemos casas; ésta será la olla, y nosotros la carne.

Por tanto, profetiza contra ellos; profetiza, hijo de hombre.

Y vino sobre mí el Espíritu de Jehová, y me dijo: Di: Así dice Jehová: Así habéis hablado, oh casa de Israel, y sé muy bien lo que pensáis.

Habéis multiplicado vuestras víctimas en esta ciudad, y habéis llenado de muertos sus calles.

Por tanto, así dice el Señor Jehová: Vuestros muertos que habéis dejado tendidos en medio de ella, ellos son la carne y ella es la olla; mas vosotros seréis sacados de en medio de ella.

Habéis temido la espada, y espada traeré sobre vosotros, dice el Señor Jehová.

Y os sacaré de en medio de ella, y os entregaré en manos de extranjeros, y ejecutaré justicia entre vosotros.

10 A espada caeréis; sobre las fronteras de Israel os juzgaré, y sabréis que yo soy Jehová.

11 Aunque esta ciudad no os será por olla, vosotros seréis en medio de ella la carne; sobre las fronteras de Israel os juzgaré.

12 Y sabréis que yo soy Jehová; porque no habéis andado en mis estatutos, ni habéis obedecido mis ordenanzas, sino que habéis obrado siguiendo las costumbres de las naciones que os rodean.

13 Y aconteció que mientras yo profetizaba, aquel Pelatías, hijo de Benayá, murió. Entonces me postré rostro a tierra y clamé con gran voz, y dije: ¡Ah, Señor Jehová! ¿Destruirás del todo al remanente de Israel?

Promesa de restauración y renovación

14 Y vino a mí palabra de Jehová, diciendo:

15 Hijo de hombre, en cuanto a tus hermanos, sí, tus hermanos, los hombres de tu parentela y toda la casa de Israel, todos ellos, respecto a los cuales dijeron los moradores de Jerusalén: Alejaos de Jehová; a nosotros es dada la tierra en posesión,

16 di, por tanto: Así dice el Señor Jehová: Aunque les he arrojado lejos entre las naciones, y les he esparcido por los países extranjeros, con todo eso les he sido por un pequeño santuario en las tierras adonde han llegado.

17 Di, por tanto: Así dice el Señor Jehová: Yo os recogeré de los pueblos, y os congregaré de los países en los cuales estáis esparcidos, y os daré la tierra de Israel.

18 Y volverán allá, y quitarán de ella todas sus idolatrías y todas sus abominaciones.

19 Y les daré un solo corazón, y pondré un espíritu nuevo dentro de ellos; y quitaré el corazón de piedra de en medio de su carne, y les daré un corazón de carne,

20 para que anden en mis estatutos y guarden mis ordenanzas y las cumplan, y me serán por pueblo, y yo seré a ellos por Dios.

21 Mas a aquellos cuyo corazón anda tras el deseo de sus idolatrías y de sus abominaciones, yo les echaré su conducta sobre sus propias cabezas, dice el Señor Jehová.

22 Después alzaron los querubines sus alas, y las ruedas junto a ellos; y la gloria del Dios de Israel estaba encima, sobre ellos.

23 Y la gloria de Jehová se elevó de en medio de la ciudad, y se posó sobre el monte que está al oriente de la ciudad.

24 Luego me levantó un espíritu y me volvió a llevar en visión del Espíritu de Dios a la tierra de los caldeos, a los de la cautividad. Y se fue de mí la visión que había visto.

25 Y hablé a los deportados todas las cosas que Jehová me había mostrado.

Salida de Ezequiel profetizando la cautividad

12 Vino otra vez a mí palabra de Jehová, diciendo:

Hijo de hombre, tú habitas en medio de casa rebelde, los cuales tienen ojos para ver y no ven, tienen oídos para oír y no oyen, porque son casa rebelde.

Por tanto, tú, hijo de hombre, prepárate enseres para el destierro, y sal de día delante de sus ojos como quien marcha al exilio; y te pasarás de tu lugar a otro lugar a vista de ellos, por si tal vez se dan cuenta, porque son casa rebelde.

Y sacarás tus enseres de día delante de sus ojos, como enseres de destierro; mas tú saldrás por la tarde a vista de ellos, como quien marcha al exilio.

Delante de sus ojos te abrirás paso por entre la pared, y saldrás por ella.

Delante de sus ojos los llevarás sobre tus hombros, de noche los sacarás; cubrirás tu rostro, y no mirarás al suelo; porque por señal te he puesto a la casa de Israel.

Y yo hice como me fue mandado; saqué mis enseres de día, como enseres de destierro, y a la tarde me abrí paso por entre la pared con mi propia mano; salí de noche, y los llevé sobre los hombros a vista de ellos.

Y vino a mí palabra de Jehová por la mañana, diciendo:

Hijo de hombre, ¿no te ha dicho la casa de Israel, aquella casa rebelde: Qué haces?

10 Diles: Así dice el Señor Jehová: Esta profecía se refiere al príncipe en Jerusalén, y a toda la casa de Israel que está en medio de ella.

11 Diles: Yo soy vuestra señal; como yo hice, así se hará con ellos; partirán al destierro, en cautividad.

12 Y al príncipe que está en medio de ellos lo llevarán a cuestas y saldrán de noche; horadarán la pared para sacarlo por ella; cubrirá su rostro para no ver con sus ojos el suelo.

13 También extenderé mi red sobre él, y caerá preso en mi trampa, y haré que lo lleven a Babilonia, a tierra de caldeos, pero no la verá, aunque morirá allí.

14 Y a todos los que estén alrededor de él para ayudarle, y a todas sus tropas, los esparciré a todos los vientos, y desenvainaré espada en pos de ellos.

15 Y sabrán que yo soy Jehová, cuando los esparza entre las naciones, y los disperse por los países.

16 Pero haré que unos pocos de ellos escapen de la espada, del hambre y de la peste, para que cuenten todas sus abominaciones entre las naciones adonde lleguen; y sabrán que yo soy Jehová.

17 Vino de nuevo a mí palabra de Jehová, diciendo:

18 Hijo de hombre, come tu pan con temblor, y bebe tu agua con estremecimiento y con ansiedad.

19 Y di al pueblo de la tierra: Así dice el Señor Jehová sobre los moradores de Jerusalén, en la tierra de Israel: Comerán su pan con temor, y beberán con espanto su agua; porque su tierra será despojada de todo lo que hay en ella, por la maldad de todos los que moran en ella.

20 Y las ciudades habitadas quedarán desiertas, y la tierra será asolada; y sabréis que yo soy Jehová.

Reina Valera Revisada (RVR1977)

Texto bíblico tomado de La Santa Biblia, Reina Valera Revisada® RVR® Copyright © 2017 por HarperCollins Christian Publishing® Usado con permiso. Reservados todos los derechos en todo el mundo.