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Bible in 90 Days

An intensive Bible reading plan that walks through the entire Bible in 90 days.
Duration: 88 days
Reina Valera Revisada (RVR1977)
Version
Mateo 26:57 - Marcos 9:13

Jesucristo ante el sanedrín

57 Los que prendieron a Jesús le llevaron ante el sumo sacerdote Caifás, adonde estaban reunidos los escribas y los ancianos.

58 Y Pedro le seguía de lejos hasta el patio del palacio del sumo sacerdote; y entrando, se sentó con los guardias, para ver el final.

59 Los principales sacerdotes y los ancianos y todo el sanedrín, buscaban un falso testimonio contra Jesús, para entregarle a la muerte,

60 y no lo hallaron, aunque se presentaron muchos testigos falsos. Pero al fin llegaron dos testigos falsos,

61 que dijeron: Éste dijo: Puedo derribar el templo de Dios, y reedificarlo en tres días.

62 Y levantándose el sumo sacerdote, le dijo: ¿No respondes nada? ¿Qué testifican éstos contra ti?

63 Mas Jesús callaba. Entonces el sumo sacerdote le dijo: Te conjuro por el Dios viviente, que nos digas si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios.

64 Jesús le dijo: Tú lo has dicho; y además os digo, que a partir de ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del Poder, y viniendo sobre las nubes del cielo.

65 Entonces el sumo sacerdote se rasgó las vestiduras, diciendo: ¡Ha blasfemado! ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? He aquí, ahora mismo habéis oído su blasfemia.

66 ¿Qué os parece? Ellos respondieron y dijeron: ¡Es reo de muerte!

67 Entonces le escupieron en el rostro, y le dieron de puñetazos, y otros le abofetearon,

68 diciendo: Profetízanos, Cristo, ¿quién es el que te golpeó?

Pedro niega a Jesús

69 Pedro estaba sentado fuera en el patio; y se le acercó una criada, y le dijo: Tú también estabas con Jesús el galileo.

70 Mas él lo negó delante de todos, diciendo: No sé lo que dices.

71 Al salir él al portal, le vio otra, y dijo a los que estaban allí: También éste estaba con Jesús el nazareno.

72 Pero él negó otra vez con juramento: No conozco a ese hombre.

73 Un poco después, se acercaron los que estaban allí, y le dijeron a Pedro: De seguro que tú también eres uno de ellos, porque hasta tu manera de hablar te descubre.

74 Entonces él comenzó a maldecir, y a jurar: No conozco a ese hombre. Y en seguida cantó el gallo.

75 Entonces Pedro se acordó de la palabra de Jesús, el cual le había dicho: Antes que cante el gallo, me negarás tres veces. Y saliendo fuera, lloró amargamente.

Jesucristo ante Pilato

27 Llegada la mañana, todos los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo celebraron consejo contra Jesús, para darle muerte.

Y después de atarlo, se lo llevaron, y lo entregaron a Poncio Pilato, el gobernador.

Muerte de Judas

Entonces Judas, el que le había entregado, viendo que Jesús había sido condenado, sintió remordimiento y devolvió las treinta piezas de plata a los principales sacerdotes y a los ancianos,

diciendo: He pecado, entregando sangre inocente. Mas ellos dijeron: A nosotros, ¿qué? ¡Allá tú!

Entonces él arrojó las piezas de plata en el templo y se retiró; y fue y se ahorcó.

Mas los principales sacerdotes recogieron las piezas de plata y dijeron: No es lícito echarlas en el tesoro de las ofrendas, porque es precio de sangre.

Y después de celebrar consejo, compraron con ellas el campo del alfarero, para sepultura de los extranjeros.

Por lo cual aquel campo se ha llamado hasta el día de hoy: Campo de sangre.

Entonces se cumplió lo dicho por medio del profeta Jeremías, cuando dijo: Y tomaron las treinta piezas de plata, el precio del que fue tasado, según precio puesto por los hijos de Israel;

10 y las dieron para el campo del alfarero, como me ordenó el Señor.

Pilato interroga a Jesús

11 Jesús, pues, estaba en pie delante del gobernador; y éste le preguntó, diciendo: ¿Eres tú el rey de los judíos? Y Jesús le dijo: Tú lo dices.

12 Y siendo acusado por los principales sacerdotes y por los ancianos, nada respondió.

13 Pilato entonces le dijo: ¿No oyes cuántas cosas testifican contra ti?

14 Pero Jesús no le respondió ni una palabra; de tal manera que el gobernador se maravillaba mucho.

Jesús, sentenciado a muerte

15 Ahora bien, en el día de la fiesta acostumbraba el gobernador soltar al pueblo un preso, el que quisiesen.

16 Y tenían entonces un preso famoso llamado Barrabás.

17 Reunidos, pues, ellos, les dijo Pilato: ¿A quién queréis que os suelte: a Barrabás, o a Jesús, llamado el Cristo?

18 Porque sabía que por envidia le habían entregado.

19 Y estando él sentado en el tribunal, su mujer le mandó a decir: No tengas nada que ver con ese justo; porque hoy he padecido mucho en sueños por causa de él.

20 Pero los principales sacerdotes y los ancianos persuadieron a la multitud que pidiese a Barrabás, y que diesen muerte a Jesús.

21 Y respondiendo el gobernador, les dijo: ¿A cuál de los dos queréis que os suelte? Y ellos dijeron: A Barrabás.

22 Pilato les dijo: ¿Qué, pues, haré de Jesús, llamado el Cristo? Todos le dijeron: ¡Sea crucificado!

23 Y el gobernador les dijo: Pues ¿qué mal ha hecho? Pero ellos gritaban aún más, diciendo: ¡Sea crucificado!

24 Viendo Pilato que nada conseguía, sino que más bien se formaba un tumulto, tomó agua y se lavó las manos delante del pueblo, diciendo: Soy inocente de la sangre de este justo; allá vosotros.

25 Y respondiendo todo el pueblo, dijo: Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos.

26 Entonces les soltó a Barrabás; y habiendo azotado a Jesús, le entregó para ser crucificado.

27 Entonces los soldados del gobernador llevaron a Jesús al pretorio, y reunieron alrededor de él a toda la compañía;

28 y desnudándole, le echaron encima un manto de escarlata,

29 y trenzando una corona de espinas, la pusieron sobre su cabeza, y una caña en su mano derecha; e hincando la rodilla delante de él, le escarnecían, diciendo: ¡Salve, Rey de los judíos!

30 Y escupiéndole, tomaban la caña y le golpeaban en la cabeza.

31 Después de haberle escarnecido, le quitaron el manto, le pusieron sus vestidos, y le llevaron para crucificarle.

Crucifixión y muerte del Señor Jesús

32 Cuando salían, hallaron a un hombre de Cirene que se llamaba Simón; a éste obligaron a que llevase la cruz.

33 Y cuando llegaron a un lugar llamado Gólgota, que significa: Lugar de la Calavera,

34 le dieron a beber vinagre mezclado con hiel; pero después de haberlo probado, no quiso beberlo.

35 Después que le crucificaron, repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes, para que se cumpliese lo dicho por el profeta: Partieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes.

36 Y sentados, le guardaban allí.

37 Y pusieron sobre su cabeza su causa escrita: ÉSTE ES JESÚS, REY DE LOS JUDÍOS.

38 Entonces crucificaron con él a dos ladrones, uno a la derecha, y otro a la izquierda.

39 Y los que pasaban le injuriaban, meneando la cabeza,

40 y diciendo: Tú que derribas el templo, y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, desciende de la cruz.

41 De esta manera, también los principales sacerdotes, escarneciéndole con los escribas y los fariseos y los ancianos, decían:

42 A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar; si es el Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, y creeremos en él.

43 Ha puesto su confianza en Dios; líbrele ahora si le quiere; porque ha dicho: Soy Hijo de Dios.

44 Lo mismo le injuriaban también los ladrones que estaban crucificados con él.

45 Y desde la hora sexta hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena.

46 Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?

47 Algunos de los que estaban allí decían, al oírlo: A Elías llama éste.

48 Y al instante, corriendo uno de ellos, tomó una esponja, y la empapó de vinagre, y poniéndola en una caña, le dio a beber.

49 Pero los otros decían: Deja, veamos si viene Elías a salvarle.

50 Mas Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu.

51 Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron;

52 y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron;

53 y saliendo de los sepulcros después de la resurrección de él, entraron en la santa ciudad, y se aparecieron a muchos.

54 El centurión, y los que estaban con él guardando a Jesús, visto el terremoto, y las cosas que habían acontecido, temieron en gran manera, y dijeron: Verdaderamente, éste era Hijo de Dios.

55 Estaban allí muchas mujeres mirando de lejos, las cuales habían seguido a Jesús desde Galilea, sirviéndole,

56 entre las cuales estaban María la Magdalena, María la madre de Jacobo y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo.

Jesús es sepultado

57 Cuando llegó la noche, vino un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también se había hecho discípulo de Jesús.

58 Éste se presentó a Pilato y pidió el cuerpo de Jesús. Entonces Pilato mandó que se le diese el cuerpo.

59 Y tomando José el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia,

60 y lo puso en su sepulcro nuevo, que había excavado en la peña; y después de hacer rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro, se fue.

61 Y estaban allí María la Magdalena, y la otra María, sentadas frente al sepulcro.

La guardia ante la tumba

62 Al día siguiente, que es después de la Preparación, se reunieron los principales sacerdotes y los fariseos ante Pilato,

63 diciendo: Señor, nos acordamos que aquel engañador dijo, viviendo aún: Después de tres días resucitaré.

64 Manda, pues, que se asegure el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vengan sus discípulos, y lo hurten, y digan al pueblo: Resucitó de entre los muertos. Y el último engaño será peor que el primero.

65 Y Pilato les dijo: Ahí tenéis una guardia; id, aseguradlo como sabéis.

66 Entonces ellos fueron y aseguraron el sepulcro, sellando la piedra, además de poner la guardia.

La resurrección del Señor

28 Pasado el sábado, al amanecer del primer día de la semana, vinieron María la Magdalena y la otra María, a ver el sepulcro.

Y hubo un gran terremoto; porque un ángel del Señor, descendiendo del cielo y llegando, removió la piedra, y se sentó sobre ella.

Su aspecto era como un relámpago, y su vestido blanco como la nieve.

Y de miedo de él los guardias temblaron y se quedaron como muertos.

Mas el ángel, dirigiéndose a las mujeres, les dijo: Dejad de temer vosotras; porque yo sé que buscáis a Jesús, el que fue crucificado.

No está aquí, pues ha resucitado, como dijo. Venid, ved el lugar donde yacía el Señor.

E id pronto y decid a sus discípulos que ha resucitado de los muertos, y he aquí que va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis. He aquí que os lo he dicho.

Entonces ellas, saliendo a toda prisa del sepulcro con temor y gran gozo, fueron corriendo a dar las nuevas a sus discípulos. Y mientras iban a dar las nuevas a los discípulos,

he aquí que Jesús les salió al encuentro, diciendo: ¡Salve! Y ellas, acercándose, se asieron a sus pies, y le adoraron.

10 Entonces Jesús les dijo: No temáis ya; id, dad las nuevas a mis hermanos, para que vayan a Galilea, y allí me verán.

El informe de la guardia

11 Mientras ellas iban, he aquí que algunos de la guardia fueron a la ciudad, e informaron a los principales sacerdotes de todas las cosas que habían acontecido.

12 Y reunidos con los ancianos, y habido consejo, dieron mucho dinero a los soldados,

13 diciendo: Decid vosotros: Sus discípulos vinieron de noche, y lo hurtaron, estando nosotros dormidos.

14 Y si esto lo oye el gobernador, nosotros le persuadiremos, y os evitaremos preocupaciones.

15 Y ellos, tomando el dinero, hicieron como se les había instruido. Este dicho se divulgó extensamente entre los judíos hasta hoy.

La gran comisión

16 Pero los once discípulos se fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había ordenado.

17 Y cuando le vieron, le adoraron; pero algunos dudaban.

18 Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y sobre la tierra.

19 Por tanto, id, y haced discípulos en todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo;

20 enseñándoles a guardar todas las cosas que os he mandado; y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.

Predicación de Juan el Bautista

Principio del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios.

Como está escrito en Isaías el profeta:
He aquí, yo envío mi mensajero delante de tu faz,
El cual preparará tu camino.
Voz de uno que clama en el desierto:
Preparad el camino del Señor;
Haced derechas sus sendas.

Apareció Juan bautizando en el desierto, y predicando el bautismo de arrepentimiento para perdón de pecados.

Y salían a él toda la región de Judea, y todos los de Jerusalén; y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados.

Y Juan llevaba un vestido hecho de pelos de camello, y tenía un cinto de cuero alrededor de su cintura; y comía langostas y miel silvestre.

Y predicaba, diciendo: Viene después de mí el que es más poderoso que yo, a quien no soy digno de desatar, inclinándome, la correa de sus sandalias.

Yo a la verdad os he bautizado con agua; pero él os bautizará con Espíritu Santo.

El bautismo de Jesucristo

Aconteció en aquellos días, que Jesús vino de Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán.

10 E inmediatamente, cuando subía del agua, vio que se rasgaban los cielos, y al Espíritu como paloma que descendía sobre él.

11 Y vino una voz de los cielos que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia.

Tentación de Jesucristo

12 Y luego el Espíritu le impulsó al desierto.

13 Y estuvo en el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás, y estaba con las fieras; y los ángeles le servían.

Jesucristo empieza su ministerio

14 Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios,

15 y diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio.

Jesucristo llama a cuatro pescadores

16 Mientras pasaba junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés, hermano de Simón, que echaban una red en el mar, porque eran pescadores.

17 Y les dijo Jesús: Venid en pos de mí, y haré que seáis pescadores de hombres.

18 Y dejando al instante sus redes, le siguieron.

19 Pasando de allí un poco más adelante, vio a Jacobo, hijo de Zebedeo, y a Juan su hermano, también ellos en la barca remendando las redes.

20 Al instante los llamó; y dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, se fueron en pos de él.

Un hombre que tenía un espíritu inmundo

21 Y entraron en Capernaúm; y tan pronto como llegó el sábado, entrando en la sinagoga, enseñaba.

22 Y se admiraban de su enseñanza; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas.

23 Y había en la sinagoga de ellos un hombre con espíritu inmundo, que dio voces,

24 diciendo: ¿Qué tenemos que ver contigo, Jesús nazareno? ¿Has venido a destruirnos? Sé quien eres, el Santo de Dios.

25 Pero Jesús le conminó diciendo: ¡Cállate, y sal de él!

26 El espíritu inmundo, haciéndole agitarse convulsivamente y dando un gran grito, salió de él.

27 Y todos quedaron atónitos, de tal manera que discutían entre sí, diciendo: ¿Qué es esto? ¡Una enseñanza nueva, expuesta con autoridad! Da órdenes incluso a los espíritus inmundos, y le obedecen.

28 Y muy pronto se extendió su fama por toda la comarca circunvecina de Galilea.

Jesucristo sana a la suegra de Pedro

29 Inmediatamente después de salir de la sinagoga, vinieron a casa de Simón y Andrés, con Jacobo y Juan.

30 Y la suegra de Simón estaba acostada con fiebre; y en seguida le hablaron de ella.

31 Entonces él se acercó, y tomándola de la mano, la levantó. Luego la dejó la fiebre, y ella comenzó a servirles.

Muchos sanados al ponerse el sol

32 Al atardecer, cuando se puso el sol, comenzaron a traerle a todos los enfermos y endemoniados;

33 y toda la ciudad estaba agolpada a la puerta.

34 Y sanó a muchos que estaban enfermos de diversas enfermedades, y expulsó muchos demonios; y no dejaba hablar a los demonios, porque sabían quién era.

Jesucristo recorre Galilea predicando

35 De madrugada, cuando estaba aún muy oscuro, se levantó, salió y se fue a un lugar solitario, y allí se puso a orar.

36 Simón, y los que estaban con él, salieron en busca suya;

37 y cuando le encontraron, le dijeron: Todos te buscan.

38 Él les dijo: Vámonos a otro lugar, a los pueblos vecinos, para que predique también allí; porque para eso he salido.

39 Salió, pues, a recorrer toda la Galilea, predicando en las sinagogas de ellos y expulsando los demonios.

Jesucristo sana a un leproso

40 Viene hacia él un leproso suplicándole, y arrodillándose, le dice: Si quieres, puedes limpiarme.

41 Y, movido a compasión, Jesús extendió la mano, le tocó, y le dijo: Quiero, ¡queda limpio!

42 Al instante le dejó la lepra, y quedó limpio.

43 Entonces le advirtió severamente, y le despidió luego,

44 y le dijo: Mira que no digas nada a nadie, sino ve, muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu purificación lo que Moisés ordenó, para que les sirva de testimonio.

45 Pero él salió y comenzó a proclamarlo abiertamente y a divulgar el hecho, de tal manera que Jesús ya no podía entrar públicamente en ninguna ciudad, sino que se quedaba fuera en los lugares despoblados; y venían a él de todas partes.

Jesucristo sana a un paralítico

Entró Jesús otra vez en Capernaúm después de algunos días; y corrió la voz de que estaba en casa.

Y se reunieron muchos, tanto que ya no quedaba sitio ni aun delante de la puerta; y les hablaba la palabra.

En esto, llegan unos hombres trayéndole un paralítico, llevado por cuatro de ellos.

Y como no podían acercarse a él a causa de la multitud, abrieron un boquete en el techo encima de donde él estaba, y por la abertura hecha, bajaron la camilla en que yacía el paralítico.

Al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados.

Estaban allí sentados algunos de los escribas, los cuales razonaban en sus corazones:

¿Por qué habla éste así? Está blasfemando. ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?

Y al instante Jesús, conociendo en su espíritu que razonaban de esta manera dentro de sí mismos, les dijo: ¿Por qué pensáis esas cosas en vuestros corazones?

¿Qué es más fácil, decirle al paralítico: Tus pecados te son perdonados, o decirle: Levántate, toma tu camilla y anda?

10 Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico):

11 A ti te digo: Levántate, toma tu camilla, y vete a tu casa.

12 Entonces él se levantó, y tomando en seguida su camilla, salió a la vista de todos, de manera que todos se asombraron, y glorificaban a Dios, diciendo: Nunca hemos visto nada como esto.

Llamamiento de Leví

13 Él salió de nuevo a la orilla del mar; y toda la multitud venía a él, y él comenzó a enseñarles.

14 Y al pasar, vio a Leví, el hijo de Alfeo, sentado a la mesa de impuestos, y le dijo: Sígueme. Y él se levantó y le siguió.

15 Y sucedió que estando sentado a la mesa en casa de él, muchos cobradores de impuestos y pecadores notorios estaban también sentados a la mesa juntamente con Jesús y sus discípulos; porque había muchos, y le seguían.

16 Cuando los escribas del partido de los fariseos vieron que comía con los pecadores y cobradores de impuestos, comenzaron a decir a sus discípulos: ¿Qué es esto, que él come [y bebe][a] con los cobradores de impuestos y pecadores?

17 Al oír esto Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores.

La pregunta sobre el ayuno

18 Y los discípulos de Juan y los de los fariseos estaban ayunando; y vinieron y le dijeron: ¿Por qué ayunan los discípulos de Juan y los de los fariseos, pero tus discípulos no ayunan?

19 Jesús les dijo: ¿Acaso pueden ayunar los invitados a la boda mientras está con ellos el novio? Durante todo el tiempo que tienen con ellos al novio, no pueden ayunar.

20 Pero vendrán días cuando el novio les será quitado, y entonces ayunarán en aquel día.

21 Nadie pone un remiendo de paño sin estrenar en un vestido viejo; de otra manera, el remiendo tira del vestido, lo nuevo de lo viejo, y se produce un desgarrón peor.

22 Y nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera, el vino nuevo revienta los odres, y tanto el vino como los odres se echan a perder; sino que el vino nuevo se ha de echar en odres nuevos.

Los discípulos recogen espigas en día de sábado

23 Sucedió también que él pasaba por los sembrados en sábado, y sus discípulos comenzaron a abrirse camino arrancando las espigas.

24 Entonces los fariseos le decían: Mira, ¿por qué hacen en sábado lo que no es lícito?

25 Y él les dijo: ¿Nunca habéis leído lo que hizo David cuando tuvo necesidad, y sintió hambre, él y los que con él estaban;

26 cómo entró en la casa de Dios, en tiempos de Abiatar, sumo sacerdote, y se comió los panes de la proposición, que sólo a los sacerdotes les es lícito comer, y dio también a los que estaban con él?

27 Y les decía: El sábado fue instituido para el hombre, y no el hombre para el sábado.

28 Por tanto, el Hijo del Hombre es también señor del sábado.

El hombre de la mano seca

Otra vez entró Jesús en la sinagoga; y había allí un hombre que tenía seca una mano.

Y le acechaban para ver si le sanaría en sábado, a fin de poder acusarle.

Entonces le dijo al hombre que tenía la mano seca: Levántate y ponte en medio.

Y les dijo: ¿Es lícito en sábado hacer bien, o hacer mal; salvar una vida, o matar? Pero ellos callaban.

Y después de echarles una mirada alrededor con ira, entristecido por la dureza de sus corazones, le dijo al hombre: Extiende tu mano. Y él la extendió, y la mano le quedó restablecida.

Y los fariseos comenzaron en seguida a tramar con los herodianos contra él para ver cómo destruirle.

La multitud a la orilla del mar

Mas Jesús se retiró al mar con sus discípulos, y le siguió gran multitud de Galilea. También de Judea,

de Jerusalén, de Idumea, del otro lado del Jordán, y de los alrededores de Tiro y de Sidón, una gran multitud, enterada de todo cuanto Jesús estaba haciendo, acudió a él.

Y les dijo a sus discípulos que le tuviesen lista una barca, a causa del gentío, para que no le estrujaran.

10 Porque había sanado a muchos; hasta el punto de que cuantos padecían dolencias, se le echaban encima para tocarle.

11 Y siempre que los espíritus inmundos le veían, caían delante de él y gritaban, diciendo: Tú eres el Hijo de Dios.

12 Mas él les advertía seriamente que no manifestasen quién era.

Elección de los doce apóstoles

13 Subió al monte, y llamó junto a sí a los que él quiso; y vinieron a él.

14 Y designó a doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar,

15 y que tuviesen autoridad [para sanar enfermedades y][b] para expulsar demonios.

16 Designó a los doce y puso a Simón por sobrenombre Pedro;

17 a Jacobo, el hijo de Zebedeo, y a Juan el hermano de Jacobo, a quienes puso por sobrenombre Boanerges, es decir, Hijos del trueno;

18 a Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Jacobo el de Alfeo, Tadeo, Simón el cananita,

19 y Judas Iscariote, el mismo que le traicionó.

La blasfemia contra el Espíritu Santo

20 Luego entró en una casa. Y se aglomeró de nuevo la multitud, hasta el punto de que no podían ni probar bocado.

21 Cuando se enteraron sus parientes, salieron para hacerse cargo de él; porque decían: Está fuera de sí.

22 Y los escribas que habían bajado de Jerusalén decían: Está poseído por Beelzebú, y: En nombre del príncipe de los demonios es como expulsa éste los demonios.

23 Él les llamó junto a sí y les decía en parábolas: ¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás?

24 Si un reino está dividido contra sí mismo, ese reino no puede seguir en pie.

25 Y si una casa está dividida contra sí misma, esa casa no podrá mantenerse en pie.

26 Y si Satanás se ha levantado contra sí mismo, y se ha dividido, no puede mantenerse en pie, sino que ha llegado su fin.

27 Pero nadie puede entrar en la casa de un hombre forzudo y saquear sus bienes, si primero no ata al forzudo, y entonces podrá saquear su casa.

28 En verdad os digo que todo será perdonado a los hijos de los hombres, los pecados y las blasfemias, cualesquiera que sean;

29 pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tiene jamás perdón, sino que es reo de un pecado eterno.

30 Porque decían: Tiene un espíritu inmundo.

La madre y los hermanos de Jesús

31 En esto, llegaron su madre y sus hermanos, y quedándose afuera, enviaron a llamarle.

32 Había una multitud sentada alrededor de él, y le dijeron: Tu madre y tus hermanos están afuera, y te buscan.

33 Él les respondió diciendo: ¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?

34 Y mirando en torno a los que estaban sentados en corro a su alrededor, dijo: Éstos son mi madre y mis hermanos.

35 Porque cualquiera que hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana, y mi madre.

Parábola del sembrador

Otra vez comenzó Jesús a enseñar junto al mar, y se reunió ante él una multitud tan grande, que hubo de subir a una barca y, ya en el mar, se sentó; y toda la multitud estaba en tierra, frente al mar.

Y les enseñaba muchas cosas en parábolas, y les decía en su enseñanza:

Oíd: Salió el sembrador a sembrar;

y aconteció que, al sembrar, una parte cayó junto al camino, y vinieron las aves y se la comieron.

Otra parte cayó en pedregales, donde no tenía mucha tierra; y brotó en seguida, porque no tenía profundidad de tierra.

Pero cuando salió el sol, se agostó, y por no tener raíz, se marchitó.

Otra parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron y la ahogaron, y no dio fruto.

Y otra parte cayó en tierra buena, y daba fruto que brotaba y crecía, y producía treinta, sesenta y hasta ciento por uno.

Y les decía: El que tiene oídos para oír, que oiga.

10 Cuando se quedó solo, los que le rodeaban con los doce, le preguntaron sobre las parábolas.

11 Y les decía: A vosotros os ha sido dado el misterio del reino de Dios; pero a los que están fuera, todo se les presenta en parábolas;

12 para que, por mucho que sigan mirando, vean, pero no perciban; y por mucho que sigan escuchando, oigan, pero no entiendan; no sea que se conviertan, y se les perdone.

13 Y les dijo: ¿No entendéis esta parábola? ¿Cómo, pues, entenderéis todas las demás?

14 El sembrador siembra la palabra.

15 Algunos son como los de junto al camino, donde se siembra la palabra, que, en cuanto la oyen, en seguida viene Satanás, y se lleva la palabra que ha sido sembrada en ellos.

16 Otros son como los que fueron sembrados en pedregales, que cuando oyen la palabra, al momento la reciben con gozo;

17 pero no tienen raíz en sí mismos, sino que son inconstantes; y luego, cuando viene la tribulación o la persecución por causa de la palabra, en seguida sufren tropiezo.

18 Otros son los que fueron sembrados entre espinos; éstos son los que oyen la palabra,

19 pero las preocupaciones del mundo, el engaño de las riquezas, y los deseos de las restantes cosas, entran y ahogan la palabra, y se vuelve infructuosa.

20 Otros, en fin, son los que fueron sembrados en tierra buena; los cuales oyen la palabra y la reciben, y dan fruto al treinta, al sesenta, y al ciento por uno.

Nada oculto que no haya de ser manifestado

21 También les decía: ¿Acaso se trae la lámpara para ponerla debajo del almud, o debajo de la cama? ¿No es para ser puesta sobre el candelero?

22 Porque no hay nada oculto sino para ser manifestado; ni ha sucedido en secreto, sino para salir a la luz.

23 El que tiene oídos para oír, que oiga.

24 Les decía también: Atended a lo que oís; con la medida con que midáis, os será medido, y aun se os añadirá.

25 Porque al que tiene, se le dará; y al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará.

Parábola del crecimiento de la semilla

26 Decía además: El reino de Dios es como un hombre que echa semilla en la tierra;

27 y, ya duerma, ya se levante, de noche y de día, la semilla brota y crece de un modo que él mismo no sabe.

28 La tierra da el fruto por sí misma, primero el tallo, luego la espiga, después grano abundante en la espiga;

29 y cuando el fruto lo admite, en seguida mete la hoz, porque ha llegado la siega.

Parábola de la semilla de mostaza

30 Decía también: ¿A qué compararemos el reino de Dios, o con qué parábola lo expondremos?

31 Es como un grano de mostaza, que cuando se siembra en tierra, es más pequeño que todas las semillas que hay en la tierra;

32 pero después de sembrado, crece, y se hace mayor que todas las hortalizas, y echa unas ramas tan grandes, que las aves del cielo pueden cobijarse bajo su sombra.

Jesucristo hace uso de las parábolas

33 Con muchas parábolas como éstas les hablaba la palabra conforme a lo que podían oír.

34 Y sin parábolas no les hablaba; pero a sus propios discípulos les explicaba todo en privado.

Jesucristo calma la tempestad

35 Aquel mismo día, al atardecer, les dijo: Pasemos al otro lado.

36 Y despidiendo a la multitud, se lo llevaron consigo en la barca, tal como estaba; y había otras barcas con él.

37 En esto, se levantó una violenta tempestad de viento, y las olas irrumpían en la barca, de tal manera que ya se estaba llenando.

38 Y él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal. Entonces le despiertan y le dicen: Maestro, ¿no te importa que estemos pereciendo?

39 Él se levantó, increpó al viento, y dijo al mar: ¡Calla, enmudece! Entonces amainó el viento, y sobrevino una gran calma.

40 Y les dijo: ¿Por qué sois tan miedosos? ¿Cómo es que no tenéis fe?

41 Ellos se aterraron mucho, y se decían unos a otros: ¿Pues quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?

El endemoniado gadareno

Y llegaron al otro lado del mar, a la región de los gadarenos.

Y en cuanto desembarcó, en seguida le salió al encuentro, de entre los sepulcros, un hombre poseído de un espíritu inmundo,

que tenía su morada entre los sepulcros, y ya nadie podía atarle ni con cadenas,

porque le habían atado muchas veces con grilletes y cadenas, pero él había roto las cadenas y destrozado los grilletes, y nadie tenía fuerza para dominarle.

Y continuamente, de noche y de día, andaba entre los sepulcros y por los montes, dando gritos y cortándose con piedras.

Al ver de lejos a Jesús, corrió y se postró ante él,

y gritando con gran voz, le dice: ¿Qué tengo yo que ver contigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te conjuro por Dios que no me atormentes.

Porque le decía: Sal del hombre, espíritu inmundo.

Y le preguntaba: ¿Cuál es tu nombre? Y él le dice: Mi nombre es legión, porque somos muchos.

10 Y le suplicaba con insistencia que no los enviara fuera de la región.

11 Había allí en la ladera del monte una gran piara de cerdos paciendo;

12 y le rogaron los demonios diciendo: Envíanos a los cerdos para que entremos en ellos.

13 Él les dio permiso. Y los espíritus inmundos, saliendo, entraron en los cerdos; y la piara, unos dos mil, corrió a precipitarse por el acantilado al mar, y se ahogaron en el mar.

14 Los que los apacentaban huyeron a contarlo en la ciudad y por los campos; y vinieron a ver qué era lo que había sucedido.

15 Llegan adonde estaba Jesús, y se quedan contemplando al endemoniado, sentado, vestido, y en su sano juicio, al mismo que había tenido la legión, y les entró miedo.

16 Y los que lo habían visto les refirieron cómo le había ocurrido aquello al endemoniado, y lo de los cerdos.

17 Entonces comenzaron a rogarle que se alejara de los confines de ellos.

18 Al entrar en la barca, el que había estado endemoniado le rogaba que le dejara quedarse con él.

19 Pero no se lo permitió, sino que le dijo: Vete a tu casa, adonde los tuyos, y cuéntales todo cuanto el Señor ha hecho por ti, y cómo tuvo compasión de ti.

20 Él se fue, y comenzó a proclamar en Decápolis cuanto había hecho Jesús por él; y todos se admiraban.

La hija de Jairo, y la mujer que tocó el manto de Jesucristo

21 Jesús pasó de nuevo en la barca a la otra orilla, y se aglomeró junto a él una gran multitud; y él estaba junto al mar.

22 En esto, llega uno de los dirigentes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verle, cae ante sus pies,

23 y le suplica con insistencia, diciendo: Mi hijita está a punto de morir; ven a poner las manos sobre ella para que se cure y viva.

24 Y se fue con él. Le seguía una gran multitud, y le apretujaban.

25 En esto, una mujer que padecía de continuas hemorragias desde hacía doce años,

26 que había sufrido mucho a manos de muchos médicos, y había gastado todos sus bienes sin provecho alguno, sino que, por el contrario, había empeorado,

27 al oír hablar de Jesús, se acercó entre el gentío por detrás, y tocó su manto.

28 Porque decía: Si toco aunque sólo sea su manto, seré curada.

29 Inmediatamente cesó su hemorragia, y sintió en su cuerpo que había quedado curada de su aflicción.

30 Al instante, Jesús, percatándose en su interior de que había salido de él un poder, se dio la vuelta entre el gentío, y decía: ¿Quién ha tocado mis vestidos?

31 Sus discípulos le decían: Estás viendo que la multitud te apretuja, y dices: ¿Quién me ha tocado?

32 Pero él continuaba mirando en torno suyo para ver a la que lo había hecho.

33 Entonces, la mujer, temerosa y temblando, sabiendo lo que le había ocurrido, vino hacia él, y echándose a sus pies, le dijo toda la verdad.

34 Y él le dijo: Hija, tu fe te ha sanado; vete en paz, y queda sana de tu aflicción.

35 Todavía estaba él hablando, cuando de casa del dirigente de la sinagoga llegan unos diciendo: Tu hija ha muerto; ¿por qué molestas aún al Maestro?

36 Pero Jesús, no haciendo caso de lo que se hablaba, le dice al dirigente de la sinagoga: No temas, cree solamente.

37 Y no permitió que nadie le acompañase, excepto Pedro, Jacobo y Juan el hermano de Jacobo.

38 Llegan a la casa del dirigente de la sinagoga, y allí observa el alboroto, y a los que lloraban y daban grandes alaridos;

39 y entrando, les dice: ¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no está muerta, sino que duerme.

40 Y se reían de él. Pero él, después de echar fuera a todos, toma consigo al padre de la niña y a la madre, y a los que estaban con él, y entra adonde estaba la niña.

41 Y tomando la mano de la niña, le dice: Talitá cumi, que traducido significa: Muchacha, a ti te digo, levántate.

42 Y en seguida se levantó la muchacha, y se puso a caminar, pues tenía doce años. Al instante, quedaron fuera de sí, llenos de asombro.

43 Él les dio órdenes estrictas de que nadie se enterara de esto, y dijo que le dieran a la niña algo de comer.

Jesús en Nazaret

Salió de allí, y vino a su pueblo, y le acompañaban sus discípulos.

Cuando llegó el sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga; y los muchos que le escuchaban estaban asombrados y decían: ¿De dónde le viene esto? ¿Y qué sabiduría es ésta que se le ha dado? ¿Y tales milagros que se realizan mediante sus manos?

¿No es éste el carpintero, el hijo de María y hermano de Jacobo, José, Judas y Simón? ¿Y no están sus hermanas aquí con nosotros? Y se escandalizaban a causa de él.

Jesús les decía: No hay profeta sin honra, excepto en su propio pueblo, entre sus parientes, y en su casa.

Y no podía hacer allí ningún milagro, excepto que sanó a unos pocos enfermos poniendo las manos sobre ellos.

Y se asombró de la incredulidad de ellos. [Y recorría las aldeas enseñando.][c]

Misión de los doce discípulos

Llamando a los doce, comenzó a enviarlos de dos en dos, y les daba autoridad sobre los espíritus inmundos;

y les encargaba que no tomasen nada para el camino, excepto un solo bastón; ni pan, ni alforja, ni dinero en el cinto;

sino calzados con sandalias; y que no se pusiesen dos túnicas.

10 Y les decía: Dondequiera que entréis en una casa, permaneced allí hasta que salgáis de aquel lugar.

11 Y cualquier lugar que no os reciba o no os escuchen, sacudid el polvo de la planta de vuestros pies, en testimonio contra ellos. De cierto os digo que más tolerable será en el día del juicio el castigo para los de Sodoma y Gomorra, que para aquella ciudad.

12 Y yéndose de allí, predicaron que se arrepintiesen.

13 También expulsaban muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos, y los sanaban.

Muerte de Juan el Bautista

14 El rey Herodes se enteró de esto, pues su nombre se había hecho célebre, y decía: Juan el Bautista ha sido resucitado de entre los muertos, y por eso actúan en él estos poderes milagrosos.

15 Otros decían: Es Elías. Y otros decían: Un profeta es, o como uno de los profetas.

16 Al enterarse Herodes, decía: Juan, al que yo decapité, ése ha sido resucitado.

17 Pues el mismo Herodes había enviado a prender a Juan y le había encadenado en la prisión por causa de Herodías, la mujer de Felipe su hermano, pues se había casado con ella.

18 Pues le decía Juan a Herodes: No te es lícito tener la mujer de tu hermano.

19 Y Herodías le tenía un profundo rencor y deseaba matarle, pero no podía,

20 porque Herodes tenía temor de Juan, sabiendo que era un hombre justo y santo, y le guardaba seguro; y escuchándole, se quedaba muy perplejo, pero le escuchaba con gusto.

21 Pero llegó un día oportuno, cuando Herodes, en su cumpleaños, ofreció un banquete a sus magnates, a los altos oficiales del ejército, y a los principales de Galilea.

22 Y cuando entró la hija de la misma Herodías y bailó, agradó a Herodes y a los que se sentaban con él a la mesa. Entonces, el rey le dijo a la muchacha: Pídeme lo que quieras, y te lo daré.

23 Y le juró: Cualquier cosa que pidas, te la daré, hasta la mitad de mi reino.

24 Ella salió y le dijo a su madre: ¿Qué pediré? Y ella contestó: La cabeza de Juan el Bautista.

25 Inmediatamente entró ella a toda prisa ante el rey con su petición, diciendo: Quiero que me des ahora mismo en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista.

26 El rey se puso muy triste, pero a causa de los juramentos, y en atención a los comensales, no quiso rehusárselo.

27 Al instante envió el rey a un verdugo y le ordenó traer la cabeza de Juan. Él fue y le decapitó en la cárcel,

28 y trajo la cabeza en una bandeja, y se la dio a la muchacha; y la muchacha se la dio a su madre.

29 Cuando se enteraron sus discípulos, vinieron a recoger su cadáver, y lo pusieron en una tumba.

Alimentación de los cinco mil

30 Los apóstoles se reunieron con Jesús, y le contaron todo cuanto habían hecho y enseñado.

31 Entonces les dice: Venid vosotros mismos aparte a un lugar solitario y descansad un poco. Pues eran muchos los que iban y venían, y ellos no tenían tiempo conveniente ni aun para comer.

32 Y se marcharon en la barca, aparte, a un lugar solitario.

33 Pero los vieron marchar, y muchos les reconocieron y, desde todas las ciudades, corrieron allá en tropel a pie, y llegaron antes que ellos.

34 Salió él, y vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas que no tienen pastor; y comenzó a enseñarles muchas cosas.

35 Y como se había hecho una hora muy avanzada, se le acercaron sus discípulos y comenzaron a decirle: El lugar es solitario, y la hora es ya muy avanzada;

36 déjalos marchar, para que vayan a las alquerías y a las aldeas circunvecinas, y se compren algo de comer.

37 Él respondió y les dijo: Dadles vosotros de comer. Le dicen ellos: ¿Iremos a comprar pan por doscientos denarios, y les daremos de comer?

38 Entonces les dice él: ¿Cuántos panes tenéis? Id a ver. Después de averiguarlo, le dicen: Cinco, y dos peces.

39 Él les dio instrucciones para que todos se acomodaran por grupos sobre la verde hierba.

40 Y se acomodaron por grupos de cien y de cincuenta.

41 Tomando entonces los cinco panes y los dos peces, levantó los ojos al cielo y bendijo, partió los panes y los iba dando a los discípulos para que se los fueran sirviendo. También repartió entre todos los dos peces.

42 Y comieron todos y quedaron satisfechos.

43 Y recogieron doce canastas llenas de trozos de pan y de pescado.

44 Los que comieron de los panes eran cinco mil hombres.

Jesucristo anda sobre el mar

45 Inmediatamente obligó a sus discípulos a subir a la barca y a que fuesen por delante a la otra orilla, en dirección a Betsaida, mientras él despedía a la multitud.

46 Y después de despedirse de ellos, se fue al monte a orar.

47 Al caer la tarde, la barca se hallaba en medio del mar, y él, solo, en tierra.

48 Viendo que ellos se fatigaban remando, puesto que el viento les era contrario, hacia la cuarta vigilia de la noche viene hacia ellos caminando sobre el mar, y quería pasarles de largo.

49 Pero ellos, al verle andando sobre el mar, pensaron que era un fantasma, y gritaron,

50 pues todos le vieron y se asustaron. Pero él inmediatamente se puso a hablar con ellos, diciéndoles: Tened ánimo, soy yo, no temáis.

51 Y subió a la barca, adonde ellos, y amainó el viento; y ellos quedaron sumamente asombrados,

52 pues no habían comprendido lo de los panes, sino que su mente estaba embotada.

Jesucristo sana a los enfermos en Genesaret

53 Terminada la travesía, llegaron a tierra en Genesaret, y atracaron.

54 Y cuando salieron de la barca, en seguida le reconoció la gente,

55 recorrieron apresuradamente toda aquella comarca, y comenzaron a traer a los enfermos en sus camillas, dondequiera que oían que estaba él.

56 Y dondequiera que entraba, en aldeas, ciudades o alquerías, ponían a los enfermos en las plazas, y le rogaban que les permitiera tocar siquiera el borde de su manto; y cuantos lo tocaban quedaban sanos.

Las tradiciones de los fariseos

Los fariseos y algunos de los escribas venidos de Jerusalén, se reúnen junto a Jesús;

y al ver que algunos de sus discípulos comían el pan con manos impuras, es decir, sin lavar,

(porque los fariseos y todos los judíos no comen a menos que se laven las manos cuidadosamente, aferrados a la tradición de los ancianos;

y de lo que viene del mercado no comen a menos que lo laven; y hay muchas otras cosas que han recibido para observarlas obligatoriamente, como lavamientos de copas, jarros, vajilla de cobre) [y divanes para comer][d],

le preguntan los fariseos y los escribas: ¿Por qué no andan tus discípulos conforme a la tradición de los ancianos, sino que comen el pan con manos impuras?

Él les dijo: Bien profetizó Isaías acerca de vosotros, los hipócritas, como está escrito:
Este pueblo me honra con los labios,
Pero su corazón está lejos de mí;
En vano me rinden culto,
Enseñando doctrinas que son preceptos de hombres.

Dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres: como los lavamientos de jarros y vasos de beber; y hacéis otras muchas cosas semejantes.

Les decía también: ¡Qué bien dejáis a un lado el mandamiento de Dios, para conservar vuestra tradición!

10 Pues Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre, y: El que hable mal de padre o madre, que muera sin remisión;

11 pero vosotros decís: Si alguien dice al padre o a la madre: Cualquier cosa con que pudieses beneficiarte de mí, es corbán, es decir, ofrenda a Dios;

12 ya no le permitís hacer nada en favor del padre o de la madre,

13 anulando la palabra de Dios con vuestra tradición que habéis transmitido; y hacéis muchas cosas semejantes a éstas.

14 Y llamando de nuevo a la multitud, les decía: Escuchadme todos y entended:

15 No hay nada fuera del hombre que, entrando en él, pueda contaminarle; sino que lo que sale del hombre es lo que contamina al hombre.

16 [Si alguien tiene oídos para oír, que oiga.][e]

17 Y cuando entró en casa, después de dejar a la multitud, le preguntaban sus discípulos acerca de la parábola.

18 Y les dice él: ¿También vosotros estáis tan faltos de entendimiento? ¿No os dais cuenta de que todo lo que de fuera entra en el hombre, no puede contaminarle,

19 porque no entra en su corazón, sino en su vientre, y sale a la cloaca, purificando todos los alimentos?

20 Y decía: Lo que sale del hombre, eso contamina al hombre.

21 Porque de adentro, del corazón de los hombres salen las maquinaciones perversas, las fornicaciones, hurtos, asesinatos,

22 adulterios, avaricias, maldades, el engaño, la desvergüenza, envidia, maledicencia, arrogancia, estupidez;

23 todas estas maldades salen de adentro y contaminan al hombre.

La fe de la mujer sirofenicia

24 Se levantó de allí y marchó a las cercanías de Tiro. Entró en una casa, y deseaba que nadie lo supiese, pero no pudo quedar oculto,

25 sino que, en seguida, una mujer que había oído hablar de él, y cuya hijita estaba poseída de un espíritu inmundo, vino y se postró a sus pies.

26 Y la mujer era griega, de raza sirofenicia. Y le rogaba que arrojase de su hija al demonio.

27 Pero él le decía: Deja primero que se sacien los hijos; pues no está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos.

28 Ella le respondió y le dijo: Cierto, Señor; pero también los perrillos debajo de la mesa comen las migajas de los hijos.

29 Él, entonces, le dijo: Por lo que has dicho, vete; el demonio ha salido de tu hija.

30 Ella se marchó a su casa y encontró a la niña echada en la cama, y que el demonio había salido.

Jesús sana a un sordomudo

31 Volvió a salir de los términos de Tiro y se dirigió a través de Sidón al mar de Galilea, por en medio de la región de la Decápolis.

32 Y le traen un sordo que, además, hablaba con dificultad, y le suplican que ponga la mano sobre él.

33 Él lo tomó a solas, apartado de la multitud, metió sus dedos en los oídos de él, y escupiendo le tocó la lengua.

34 Luego alzó los ojos al cielo, lanzó un hondo suspiro y le dijo: Efatá, es decir, ábrete.

35 Y se abrieron sus oídos, se le soltó la atadura de la lengua, y comenzó a hablar correctamente.

36 Y les ordenó que no lo dijesen a nadie; pero cuanto más se lo ordenaba, tanto más ampliamente lo proclamaban ellos.

37 Estaban sumamente atónitos y decían: Todo lo ha hecho bien; lo mismo hace oír a los sordos que hablar a los mudos.

Alimentación de los cuatro mil

Por aquellos días, habiendo de nuevo mucha gente y no teniendo qué comer, llamó a sus discípulos y les dijo:

Se me enternecen las entrañas de compasión sobre la multitud, porque hace ya tres días que permanecen conmigo y no tienen qué comer;

y si los despido en ayunas a sus casas, desfallecerán en el camino, y algunos de ellos son de muy lejos.

Le respondieron sus discípulos: ¿De dónde podrá alguien, en este despoblado, sacar suficiente pan para satisfacer a éstos?

Él les preguntaba: ¿Cuántos panes tenéis? Ellos dijeron: Siete.

Entonces manda a la multitud recostarse en el suelo; y tomando los siete panes, dio gracias, los partió, y comenzó a darlos a sus discípulos para que los pusiesen delante de la gente; y ellos los sirvieron a la multitud.

Tenían también unos pocos pececillos; y después de haberlos bendecido, dijo que fueran servidos también.

Comieron y quedaron satisfechos, y recogieron de las sobras de los pedazos siete canastas.

Eran unos cuatro mil; y los despidió.

10 Subió a continuación a la barca con sus discípulos y se fue a la región de Dalmanuta.

Los fariseos piden una señal

11 Entonces salieron los fariseos y comenzaron a discutir con él, reclamando de él una señal del cielo, para ponerle a prueba.

12 Él, habiendo gemido en su espíritu, dijo: ¿Por qué pide esta generación una señal? En verdad os digo que no se dará señal a esta generación.

13 Y dejándolos, se embarcó de nuevo y se fue a la otra orilla.

La levadura de los fariseos

14 Se habían olvidado de proveerse de panes, y no tenían consigo en la barca sino un solo pan.

15 Y él les encargaba diciendo: Mirad bien que os guardéis de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes.

16 Ellos razonaban entre sí: Es que no tenemos panes.

17 Percatado de ello, les dice Jesús: ¿Por qué razonáis de que no tenéis panes? ¿Aún no entendéis ni os dais cuenta? ¿Tenéis embotada vuestra inteligencia?

18 Teniendo ojos ¿no veis? Y teniendo oídos ¿no oís? Y no recordáis,

19 cuando partí los cinco panes para los cinco mil, ¿cuántas cestas llenas de pedazos recogisteis? Le dicen: Doce.

20 Y cuando los siete para los cuatro mil, ¿cuántas canastas llenas de pedazos recogisteis? Y le dicen: Siete.

21 Y continuaba: ¿Todavía no os dais cuenta?

Curación del ciego de Betsaida

22 Llegan a Betsaida. Y le traen un ciego, suplicándole que lo toque.

23 Tomando de la mano al ciego, lo sacó fuera de la aldea; y después de escupirle en los ojos y de poner las manos sobre él, le preguntaba: ¿Ves algo?

24 Él alzó los ojos y dijo: Veo a los hombres, pues los veo como árboles, pero que están andando.

25 Entonces le puso otra vez las manos sobre los ojos; él miró fijamente y quedó restablecido, y comenzó a ver todas las cosas con claridad.

26 Y le envió a su casa, diciendo: Ni siquiera entres en la aldea, [ni se lo digas a nadie en el pueblo][f].

La confesión de Pedro

27 Salió Jesús con sus discípulos hacia las aldeas de Cesarea de Filipo; y en el camino preguntaba a sus discípulos, diciéndoles: ¿Quién dicen los hombres que soy yo?

28 Ellos le respondieron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, que uno de los profetas.

29 Él continuó preguntándoles: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Pedro, le dice: Tú eres el Cristo.

30 Y él les amonestó seriamente que a nadie dijesen esto de él.

Jesucristo anuncia su muerte y su resurrección

31 Y comenzó a enseñarles que el Hijo del Hombre debía padecer mucho, y ser rechazado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, ser condenado a muerte y resucitar a los tres días.

32 Y les hablaba esto con toda franqueza. Entonces Pedro le tomó aparte y comenzó a reprenderle.

33 Pero él, volviéndose y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro, diciéndole: ¡Quítate de mi vista, Satanás!, porque no tienes en mente las cosas de Dios, sino las de los hombres.

34 Y llamando a la multitud, así como a sus discípulos, les dijo: Si alguien quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz, y sígame.

35 Pues cualquiera que desee salvar su vida, la perderá; pero cualquiera que haya de perder su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará.

36 Porque ¿qué provecho hay en que una persona gane el mundo entero y que pierda su alma?

37 Pues ¿qué puede dar el hombre a cambio de su alma?

38 Porque quienquiera que se avergüence de mí y de mis palabras, en medio de esta generación adúltera y pecadora, el Hijo del Hombre también se avergonzará de él, cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles.

También les decía: En verdad os digo que hay algunos de los que están aquí que no probarán la muerte hasta que vean el reino de Dios cuando haya venido con poder.

La transfiguración

Seis días después, toma Jesús consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan, y se los lleva a ellos solos aparte a un monte alto. Y se transfiguró delante de ellos;

y sus vestiduras se volvieron resplandecientes, sumamente blancas, cuales ningún lavador de este mundo puede emblanquecerlas así.

Y se les apareció Elías junto con Moisés, que estaban conversando con Jesús.

Entonces Pedro, tomando la palabra, le dice a Jesús: Rabí, es bueno que nos quedemos aquí; hagamos tres tiendas; una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías.

Pues no sabía qué decir, ya que les había entrado gran espanto.

Entonces se formó una nube que les hizo sombra, y de la nube salió una voz: Éste es mi hijo, el Amado, escuchadle.

Y de pronto, mirando en torno suyo, ya no vieron a nadie, excepto a Jesús solo con ellos.

Cuando iban bajando del monte, les ordenó que a nadie contaran lo que habían visto, excepto cuando el Hijo del Hombre se levantara de los muertos.

10 Y retuvieron este dicho, debatiendo entre ellos qué era eso de levantarse de los muertos.

11 Y comenzaron a preguntarle, diciendo: ¿Por qué dicen los escribas que Elías debe venir primero?

12 Él les contestó: Es cierto que Elías viene primero a restaurar todas las cosas; como está escrito del Hijo del Hombre que tiene que sufrir mucho y ser tenido en nada.

13 Pero os digo que Elías ha venido ya, e hicieron con él cuanto quisieron, tal como está escrito de él.

Reina Valera Revisada (RVR1977)

Texto bíblico tomado de La Santa Biblia, Reina Valera Revisada® RVR® Copyright © 2017 por HarperCollins Christian Publishing® Usado con permiso. Reservados todos los derechos en todo el mundo.