Bible in 90 Days
Jesucristo sana a un muchacho endemoniado
14 Cuando llegaron adonde los discípulos, vieron una gran multitud en torno a ellos, y a unos escribas que debatían con ellos.
15 Tan pronto como toda la multitud le vio, quedaron llenos de sorpresa y corrían a saludarle.
16 Y él les preguntó: ¿De qué estáis discutiendo con ellos?
17 Y uno de entre la muchedumbre le respondió: Maestro, te he traído a mi hijo, poseído por un espíritu que le enmudece;
18 y dondequiera que se apodera de él, lo desgarra, y él echa espumarajos y cruje los dientes, y se pone rígido. Les dije a tus discípulos que lo expulsaran, pero no fueron capaces.
19 Jesús les respondió, diciendo: ¡Oh generación incrédula! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo he de soportaros? ¡Traédmelo!
20 Se lo trajeron. Y cuando el espíritu vio a Jesús, al instante sacudió con violencia al muchacho y, cayendo en tierra, se revolcaba echando espumarajos.
21 Entonces Jesús preguntó al padre: ¿Cuánto tiempo hace que le viene sucediendo esto? Él dijo: Desde la niñez.
22 Y muchas veces le arroja, tanto al fuego como a las aguas, para destruirlo. Pero si tú puedes hacer algo, muévete a compasión sobre nosotros y ayúdanos.
23 Jesús le dijo: Si puedes creer, todo es posible para el que cree.
24 Al instante, el padre del muchacho dijo a gritos: Creo; ven en auxilio de mi poca fe.
25 Viendo Jesús que se agolpaba rápidamente una multitud, reprendió al espíritu inmundo, diciéndole: Espíritu mudo y sordo, yo te ordeno, sal de él y no entres más en él.
26 Entonces salió gritando y agitándole con muchas convulsiones; y el muchacho quedó como muerto, hasta el punto de que muchos decían: Ha muerto.
27 Pero Jesús le tomó de la mano y le levantó, y él se puso en pie.
28 Cuando Jesús entró en casa, le preguntaban sus discípulos en privado: ¿Por qué no pudimos expulsarlo nosotros?
29 Él les dijo: Esta clase no puede salir con nada sino con oración [y ayuno][a].
Jesucristo anuncia otra vez su muerte
30 Y saliendo de allí, iban pasando a través de Galilea, y él no quería que nadie se enterase;
31 pues él estaba enseñándoles a sus discípulos, y les decía: El Hijo del Hombre es entregado a traición en manos de hombres, y le matarán; y después de tres días, resucitará.
32 Pero ellos no entendían este dicho, y tenían miedo de preguntarle.
Contra la ambición
33 Llegaron a Capernaúm. Y estando ya en la casa, les preguntaba: ¿Qué discutíais por el camino?
34 Pero ellos se callaban; porque en el camino habían discutido entre sí quién era mayor.
35 Entonces se sentó, llamó a voces a los doce, y les dijo: Si alguien desea ser primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.
36 Y tomando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo tomó en sus brazos, y les dijo:
37 Cualquiera que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe; y cualquiera que me recibe a mí, no me recibe a mí, sino al que me envió.
Contra la rivalidad
38 Juan le dijo: Maestro, vimos a uno que estaba expulsando demonios en tu nombre, pero él no nos sigue, y tratábamos de impedírselo, porque no nos seguía.
39 Pero Jesús dijo: No se lo impidáis, porque no hay nadie que haga un milagro en mi nombre, y que pueda a continuación hablar mal de mí.
40 Pues el que no está en contra de nosotros, está a favor de nosotros.
41 Porque cualquiera que os dé a beber un vaso de agua por el hecho de que sois de Cristo, en verdad os digo que de ninguna manera perderá su recompensa.
Ocasiones de caer
42 Y cualquiera que sirva de piedra de tropiezo a uno solo de estos pequeños que creen [en mí][b], mejor le sería que le ataran al cuello una piedra de molino, y que le echaran al mar.
43 Y si tu mano te sirve de tropiezo, córtatela; mejor es que entres en la vida manco, que teniendo las dos manos, ir al infierno, al fuego inextinguible,
44 [donde su gusano no se muere, y el fuego no se apaga][c].
45 Y si tu pie te sirve de tropiezo, córtatelo; mejor es que entres en la vida cojo, que teniendo los dos pies, ser arrojado al infierno,
46 [donde su gusano no se muere, y el fuego no se apaga][d].
47 Y si tu ojo te sirve de tropiezo, sácatelo; mejor es que entres en el reino de Dios tuerto, que teniendo dos ojos, ser arrojado al infierno,
48 donde su gusano no se muere, y el fuego no se apaga.
49 Porque todos serán salados con fuego, [y todo sacrificio será salado con sal][e].
50 Buena es la sal; pero si la sal se vuelve insípida, ¿con qué la sazonaréis? Tened sal en vosotros mismos, y estad en paz los unos con los otros.
Jesucristo enseña sobre el divorcio
10 Levantándose de allí, se va al distrito de Judea y al otro lado del Jordán; y de nuevo se aglomera una multitud en torno a él y, como era su costumbre, les enseñaba una vez más.
2 Y acercándose unos fariseos para ponerle a prueba, le preguntaban si es lícito a un hombre repudiar a su mujer.
3 Él respondió y les dijo: ¿Qué os ordenó Moisés?
4 Ellos dijeron: Moisés permitió escribir un certificado de divorcio, y repudiarla.
5 Pero Jesús les dijo: Por la dureza de vuestro corazón, os escribió él este mandamiento.
6 Pero desde el comienzo de la creación, Dios los hizo varón y hembra.
7 Por esta razón, dejará el hombre a su padre y a su madre [y se unirá a su mujer][f].
8 Y los dos vendrán a ser una sola carne; hasta el punto de que ya no son dos, sino una sola carne.
9 Por lo tanto, lo que Dios unió, que no lo separe el hombre.
10 Y cuando volvieron a la casa, los discípulos le preguntaban otra vez sobre esto.
11 Y él les dice: Cualquiera que repudie a su mujer, y se case con otra, comete adulterio contra ella;
12 y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio.
Jesucristo bendice a los niños
13 Y le traían niños para que los tocase; pero los discípulos les reprendieron.
14 Cuando Jesús vio esto, se indignó y les dijo: Dejad que los niños vengan a mí; no se lo impidáis, porque de los que son como éstos es el reino de Dios.
15 En verdad os digo, quienquiera que no reciba el reino de Dios como un niño, de ninguna manera entrará en él.
16 Y los tomó en sus brazos y los bendecía poniendo las manos sobre ellos.
El joven rico
17 Cuando salía Jesús para ponerse en camino, vino uno corriendo hacia él y cayó de rodillas ante él y le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?
18 Jesús le dijo: ¿Por qué me dices bueno? Nadie es bueno, sino sólo Dios.
19 Ya sabes los mandamientos: No mates, no cometas adulterio, no robes, no digas falso testimonio, no defraudes, honra a tu padre y a tu madre.
20 Él le dijo: Maestro, todas estas cosas las he guardado desde mi juventud.
21 Jesús le miró y sintió afecto por él, y le dijo: Una cosa te falta; anda, vende cuanto tienes y dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo; y ven, sígueme [tomando tu cruz][g].
22 Pero él se puso triste al oír estas palabras y se marchó apesadumbrado, porque tenía muchas posesiones.
Peligro de las riquezas
23 Entonces Jesús, mirando en derredor, les dice a sus discípulos: ¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!
24 Los discípulos estaban atónitos ante sus palabras. Pero Jesús, tomando de nuevo la palabra, les dice: Hijos, ¡qué difícil es entrar en el reino de Dios [a los que confían en las riquezas][h]!
25 Es más fácil que un camello pase a través del ojo de la aguja, que el que un rico entre en el reino de Dios.
26 Pero ellos se asombraban aún más, y decían entre ellos: Entonces, ¿quién puede ser salvo?
27 Jesús, mirándoles fijamente, dice: Por parte de los hombres, imposible; pero no por parte de Dios, porque con Dios todo es posible.
28 Pedro comenzó a decirle: Mira, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido.
29 Jesús dijo: En verdad os digo, no hay nadie que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o madre, o padre, o hijos, o campos, por causa de mí y por causa del evangelio,
30 que no reciba cien veces más ahora en este tiempo: casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y campos, con persecuciones; y en la era venidera, vida eterna.
31 Pero muchos primeros serán últimos; y los últimos, primeros.
Jesús anuncia de nuevo su muerte
32 Iban de camino, subiendo a Jerusalén, y Jesús iba delante de ellos; ellos estaban atónitos; y los que le seguían tenían miedo. Y tomando de nuevo aparte a los doce, comenzó a decirles lo que estaba a punto de sucederle:
33 Mirad que estamos subiendo a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas; y lo condenarán a muerte, y lo entregarán a traición a los gentiles;
34 se burlarán de él, le escupirán, le azotarán y matarán, y a los tres días resucitará.
Petición de Jacobo y de Juan
35 Se acercan a él Jacobo y Juan, los dos hijos de Zebedeo, y le dicen: Queremos que hagas por nosotros lo que te pidamos.
36 Él les dijo: ¿Qué queréis que haga por vosotros?
37 Y ellos le dijeron: Concédenos que en tu gloria nos sentemos el uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.
38 Jesús les dijo: No sabéis lo que estáis pidiendo. ¿Podéis beber la copa que yo bebo, o ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado?
39 Y ellos le dijeron: Podemos. Entonces les dijo Jesús: La copa que yo bebo, la beberéis; y seréis bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado;
40 pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no es mío el concederlo, sino que es para quienes ha sido preparado.
41 Al oír esto, los diez comenzaron a indignarse con respecto a Jacobo y Juan.
42 Y llamándoles adonde él estaba, les dice Jesús: Sabéis que los que se tienen por gobernantes de los gentiles, se enseñorean de ellos, y sus magnates los sujetan bajo su autoridad.
43 Pero entre vosotros no es así, sino que cualquiera que desee llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro sirviente;
44 y cualquiera que desee entre vosotros ser primero, será esclavo de todos;
45 porque aun el Hijo del Hombre no vino a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos.
El ciego Bartimeo recibe la vista
46 Llegan a Jericó. Y cuando salía de Jericó con sus discípulos y una considerable muchedumbre, el hijo de Timeo, Bartimeo, un mendigo ciego, estaba sentado junto al camino.
47 Al oír que era Jesús el Nazareno, comenzó a gritar y a decir: ¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!
48 Muchos le increpaban para que se callara, pero él gritaba mucho más: ¡Hijo de David, ten compasión de mí!
49 Jesús se detuvo y dijo: Llamadle. Llaman al ciego y le dicen: ¡Ánimo, levántate, que te llama!
50 Él arrojó de sí su manto, dio un salto y se fue hacia Jesús.
51 Y Jesús, dirigiéndole la palabra, dijo: ¿Qué deseas que haga por ti? El ciego le dijo: Rabbuní, que recobre la vista.
52 Y Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha sanado. En seguida recobró la vista y le seguía por el camino.
La entrada mesiánica en Jerusalén
11 Cuando se acercaban a Jerusalén, por Betfagé y Betania, frente al monte de los Olivos, envía a dos de sus discípulos,
2 y les dice: Id a la aldea de enfrente de vosotros, y tan pronto como entréis en ella, encontraréis un pollino atado, sobre el cual todavía no se sentó ningún hombre; desatadlo y traedlo.
3 Y si alguien os dice: ¿Por qué estáis haciendo eso?, decid: El Señor lo necesita, y en seguida lo envía de nuevo acá.
4 Se fueron y encontraron un pollino atado frente a una puerta, afuera, en plena calle; entonces lo desatan.
5 Algunos de los que estaban allí les decían: ¿Qué hacéis, desatando el pollino?
6 Ellos les dijeron tal como Jesús les había dicho, y les dejaron marchar.
7 Traen el pollino ante Jesús, y echan sobre él sus mantos; y se sentó sobre él.
8 Y muchos extendieron sus mantos en el camino; y otros, ramas que habían cortado de los árboles las tendían por el camino.
9 Y tanto los que iban delante, como los que seguían detrás, iban gritando: ¡Hosanná! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
10 ¡Bendito el reino venidero de nuestro padre David! ¡Hosanná en las alturas!
11 Entró en Jerusalén, al templo; y después de mirar todo alrededor, como ya la hora era avanzada, salió para Betania con los doce.
Maldición a la higuera estéril
12 Al día siguiente, cuando salieron de Betania, tuvo hambre.
13 Y viendo desde lejos una higuera que tenía hojas, fue por si quizás encontraba algo en ella, y al llegar cerca de ella, no encontró nada sino hojas, porque no era tiempo de higos.
14 Entonces le dirigió la palabra, diciendo: Que nadie vuelva a comer jamás fruto de ti. Y sus discípulos estaban escuchando.
Purificación del templo
15 Llegan a Jerusalén; y entrando Jesús en el templo, comenzó a echar fuera a los que vendían y a los que compraban en el templo; volcó las mesas de los cambistas, y los asientos de los que vendían las palomas;
16 y no permitía que nadie transportase mercancías pasando por el templo.
17 Y les enseñaba y les decía: ¿No está escrito: Mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones? Pero vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.
18 Lo oyeron los principales sacerdotes y los escribas, y buscaban cómo destruirle, pues le tenían miedo, porque toda la multitud estaba asombrada de su enseñanza.
19 Cuando cayó la tarde, salieron fuera de la ciudad.
La higuera seca y el poder de la fe
20 Cuando pasaban de camino, muy de mañana, vieron que la higuera se había secado desde las raíces.
21 Entonces Pedro, acordándose, le dice: Rabí, mira, la higuera que maldijiste se ha secado.
22 Respondiendo Jesús, les dice: Tened fe en Dios.
23 En verdad os digo que cualquiera que le diga a este monte: Sé quitado de ahí y arrojado al mar; y no dude en su corazón, sino que crea que lo que está hablando sucede, lo tendrá.
24 Por eso os digo que todo cuanto rogáis y pedís, creed que lo estáis recibiendo, y lo tendréis.
25 Y siempre que os pongáis de pie a orar, perdonad, si tenéis algo contra alguien, para que también vuestro Padre, el que está en los cielos, os perdone vuestras transgresiones.
26 [Pero si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre, el que está en los cielos, perdonará vuestras transgresiones.][i]
La autoridad de Jesucristo
27 Llegan de nuevo a Jerusalén; y mientras él anda por el templo, se le acercan los principales sacerdotes, los escribas y los ancianos;
28 y le dicen: ¿Con cuál autoridad estás haciendo estas cosas?, o ¿quién te dio tal autoridad para hacer estas cosas?
29 Jesús les dijo: Os preguntaré una sola cosa; respondedme, y os diré con cuál autoridad estoy haciendo estas cosas:
30 El bautismo de Juan ¿provenía del cielo o de los hombres? Respondedme.
31 Entonces se pusieron a debatir entre ellos mismos, diciendo: Si decimos: Del cielo, dirá: Entonces ¿por qué no le creísteis?
32 Pero ¿vamos a decir: De los hombres...? Temían a la multitud, porque todos a una tenían a Juan como que realmente era un profeta.
33 Entonces, respondiendo a Jesús, dicen: No sabemos. Y Jesús les dice: Tampoco yo os digo con cuál autoridad estoy haciendo estas cosas.
Los labradores malvados
12 Y comenzó a hablarles en parábolas: Un hombre plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó un lagar y edificó una torre; la arrendó a unos labradores y se ausentó del lugar.
2 A su debido tiempo, envió un siervo adonde los labradores, para recibir de los labradores su parte de los frutos de la viña.
3 Ellos le agarraron, le golpearon, y le enviaron de vacío.
4 De nuevo les envió otro siervo, y a él le hirieron en la cabeza y le insultaron afrentosamente.
5 Envió a otro; a éste le mataron; también a otros muchos, golpeando a unos y matando a otros.
6 Todavía tenía uno, un hijo amado; se lo envió el último, diciéndose: Respetarán a mi hijo.
7 Pero aquellos labradores dijeron entre ellos mismos: Éste es el heredero. ¡Venid, matémosle, y la herencia será nuestra!
8 Y agarrándole, le mataron y le echaron fuera de la viña.
9 ¿Qué hará el dueño de la viña? Vendrá y destruirá a los labradores, y dará la viña a otros.
10 ¿Ni esta escritura habéis leído:
La piedra que desecharon los constructores,
Ha venido a ser hecha piedra angular;
11 Esto ha sucedido de parte del Señor,
Y es maravilloso a nuestros ojos?
12 Procuraban prenderle, pero tuvieron miedo de la multitud; pues se dieron cuenta de que la parábola la había dicho refiriéndose a ellos. Y dejándole, se marcharon.
El tributo debido al César
13 Envían ante él a algunos de los fariseos y de los herodianos, para ver de atraparle en alguna palabra.
14 Llegan y le dicen: Maestro, sabemos que eres veraz, y que no te importa de nadie; pues no te fijas en el aspecto exterior de las personas, sino que enseñas el camino de Dios con verdad. ¿Es lícito dar tributo a César, o no? ¿Hemos de dar, o no?
15 Pero él, sabedor de su hipocresía, les dijo: ¿Por qué me estáis poniendo a prueba? Traedme un denario para verlo.
16 Lo trajeron, y él les dice: ¿De quién es esta imagen y la inscripción? Le dijeron: De César.
17 Y Jesús les dijo: Lo de César, devolvédselo a César; y lo de Dios, a Dios. Y quedaban admirados de él.
La pregunta sobre la resurrección
18 Se le acercan unos saduceos, los que dicen que no hay resurrección, y le preguntaban, diciendo:
19 Maestro, Moisés nos dejó escrito que si se muere el hermano de alguno, y deja mujer, pero no deja hijo, su hermano debe tomar la mujer y levantar descendencia a su hermano.
20 Había siete hermanos; el primero tomó esposa, y al morir no dejó descendencia.
21 También el segundo la tomó, y murió sin dejar descendencia; y el tercero, de igual manera.
22 Y así los siete, sin dejar descendencia. Por último, murió también la mujer.
23 En la resurrección, cuando resuciten, ¿de quién de ellos será mujer? Pues los siete la tuvieron por mujer.
24 Les dijo Jesús: ¿No es por esto por lo que estáis equivocados: por no entender las Escrituras ni el poder de Dios?
25 Pues cuando resucitan de entre los muertos, ni ellos se casan, ni ellas son dadas en casamiento, sino que son como ángeles en los cielos.
26 Y tocante a los muertos en eso de que resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, en lo de la zarza, cómo Dios le dijo taxativamente: Yo soy el Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob?
27 No es un Dios de muertos, sino de vivos. Andáis muy equivocados.
El mandamiento principal
28 Se acercó uno de los escribas que los había oído discutir, y comprendiendo que les había contestado bien, le preguntó: ¿Cuál mandamiento es el más importante de todos?
29 Jesús respondió: El más importante es: Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es un solo Señor;
30 y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, y con toda tu fuerza. [Éste es el principal mandamiento.][j]
31 El segundo es éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos.
32 Y el escriba le dijo: Bien, Maestro; con verdad has dicho que hay un solo Dios y que no hay otro sino él;
33 y que amarle de todo corazón, con todo el entendimiento y con toda la fuerza, y el amar al prójimo como a sí mismo es más que todos los holocaustos y sacrificios.
34 Y Jesús, viendo que le había contestado con sensatez, le dijo: No estás lejos del reino de Dios. Y nadie se atrevía más a hacerle preguntas.
¿De quién es hijo el Cristo?
35 Jesús, tomando la palabra, les decía mientras enseñaba en el templo: ¿Cómo dicen los escribas que el Cristo es hijo de David?
36 David mismo dijo, movido por el Espíritu Santo:
Dijo el Señor a mi Señor:
Siéntate a mi diestra,
Hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies.
37 David mismo le llama Señor. Entonces, ¿de qué parte es hijo suyo? Y la gran multitud le escuchaba con gusto.
38 Y en su enseñanza decía: Guardaos de los escribas, los que gustan de pasear con amplio ropaje y de que los saluden aparatosamente en las plazas,
39 y de ocupar los principales asientos en las sinagogas y los lugares de honor en los banquetes;
40 los que devoran las casas de las viudas y, para disimular, recitan largas oraciones. Éstos recibirán una sentencia más severa.
La ofrenda de la viuda
41 Jesús se sentó frente por frente del arca del tesoro y observaba cómo echaba la multitud monedas de cobre en el arca del tesoro; y muchos ricos echaban mucho.
42 Llegó también una viuda pobre y echó dos moneditas, que es una cuarta parte del as.
43 Entonces llamó hacia sí a sus discípulos y les dijo: En verdad os digo que esta viuda pobre ha echado más que todos los que están echando en el arca del tesoro;
44 porque todos echaron de lo que les sobra; pero ésta ha echado, de su pobreza, todo cuanto poseía, todo su sustento.
Jesucristo predice la destrucción del templo
13 Cuando salía del templo, le dice uno de sus discípulos: Maestro, mira qué piedras tan enormes y qué construcciones tan magníficas.
2 Jesús le dijo: ¿Ves estas grandiosas construcciones? No quedará ni una piedra sobre otra que no sea totalmente derruida.
Señales antes del fin
3 Y estando él sentado en el monte de los Olivos frente por frente del templo, le preguntaban en privado Pedro, Jacobo, Juan y Andrés:
4 Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y cuál será la señal cuando todas estas cosas estén para cumplirse?
5 Y Jesús comenzó a decirles: Mirad que nadie os engañe.
6 Vendrán muchos usurpando mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo. Y engañarán a muchos.
7 Cuando oigáis de guerras y de rumores de guerras, no os alarméis; tiene que ocurrir, pero todavía no es el fin.
8 Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino. Habrá terremotos en diversos lugares, habrá hambres. Estas cosas son principio de los dolores de alumbramiento.
9 Pero vosotros estad alerta sobre vosotros mismos; os entregarán a los tribunales y seréis azotados en las sinagogas y os harán comparecer ante gobernadores y reyes por causa de mí, para testimonio a ellos.
10 Pero primero debe ser proclamado el evangelio a todas las naciones.
11 Y cuando os conduzcan para entregaros, no os preocupéis de antemano por lo que vais a hablar, sino hablad lo que se os comunique en aquel momento; porque no sois vosotros los que estáis hablando, sino el Espíritu Santo.
12 Y entregará a la muerte hermano a hermano, y padre a hijo; se levantarán hijos contra padres, y los matarán.
13 Seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el final, ése será salvo.
14 Pero cuando veáis la abominación de la desolación [de que habló el profeta Daniel][k] erigida donde no debe (el que esté leyendo, que lo entienda), entonces los que estén en Judea, huyan a los montes;
15 el que esté en la azotea, no baje ni entre a llevarse algo de su casa;
16 y el que haya marchado al campo, no se vuelva atrás para tomar su manto.
17 ¡Ay de las que estén encintas y de las que estén amamantando en aquellos días!
18 Orad para que no suceda en invierno.
19 Porque aquellos días serán una tribulación, tal como no la hubo desde el principio de la creación que Dios hizo hasta ahora, ni la habrá jamás.
20 Y si el Señor no hubiese acortado aquellos días, no se salvaría ninguna vida, pero en atención a los escogidos que él eligió, acortó los días.
21 Entonces, si alguien os dice: Mira, aquí está el Cristo; o: Mira, allí está, no lo creáis.
22 Porque surgirán falsos cristos y falsos profetas y harán señales y prodigios a fin de extraviar, de ser posible, a los elegidos.
23 Vosotros, pues, estad sobre aviso; os lo he dicho todo por anticipado.
La venida del Hijo del Hombre
24 Pero en esos días, después de aquella tribulación, el sol se oscurecerá y la luna no dará su resplandor;
25 las estrellas estarán cayendo del cielo, y los poderes que hay en los cielos serán sacudidos.
26 Y entonces verán al Hijo del Hombre que viene en las nubes con gran poder y gloria.
27 Entonces enviará a los ángeles, y reunirá de los cuatro vientos a sus elegidos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo.
28 De la higuera aprended la parábola: Cuando ya su rama se vuelve tierna y brotan las hojas, conocéis que el verano está cerca.
29 Así también vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, conoced que está cerca, a las puertas.
30 En verdad os digo que de ningún modo pasará esta generación hasta que todas estas cosas sucedan.
31 El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
32 Pero de aquel día o de aquella hora, nadie sabe, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre.
33 Estad atentos, velad y orad; porque no sabéis cuándo es el tiempo señalado.
34 Es como un hombre que se fue de viaje y, al dejar su casa, dio atribuciones a sus siervos, a cada uno su tarea, y encargó al portero que velara.
35 Por tanto, velad; porque no sabéis cuándo viene el dueño de la casa, si al atardecer, a la medianoche, al canto del gallo, o de madrugada;
36 no sea que venga de repente y os encuentre durmiendo.
37 Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: Velad.
El complot para prender a Jesús
14 Faltaban dos días para la pascua y para la fiesta de los panes sin levadura; y los principales sacerdotes y los escribas buscaban la manera de prender a Jesús con engaño para darle muerte;
2 pues decían: No durante la fiesta, no sea que haya un tumulto del pueblo.
Jesucristo es ungido en Betania
3 Estando él en Betania, en la casa de Simón el leproso, sentado a la mesa, vino una mujer con un vaso de alabastro de perfume de nardo puro, de mucho precio; quebró el vaso de alabastro, y derramó el perfume sobre la cabeza de él.
4 Pero había algunos que se decían entre sí, indignados: ¿Para qué se ha hecho este derroche de perfume?
5 Porque este perfume podía haber sido vendido por más de trescientos denarios, y haberse dado a los pobres. Y estaban irritados contra ella.
6 Pero Jesús dijo: Dejadla; ¿por qué la molestáis? Ha realizado en mí una buena obra.
7 Porque a los pobres siempre los tenéis con vosotros, y les podéis hacer bien cuando queráis, pero a mí no siempre me tendréis.
8 Ella ha hecho lo que ha podido; se ha anticipado a ungir mi cuerpo para el sepelio.
9 Y en verdad os digo: Dondequiera que se proclame el evangelio, en el mundo entero, se dirá también en memoria de ella lo que ha hecho.
Judas se ofrece a entregar a Jesús
10 Entonces Judas Iscariote, uno de los doce, fue a los principales sacerdotes para entregarlo a ellos a traición.
11 Ellos, al oírle, se alegraron y prometieron darle dinero; y él andaba buscando la manera de entregarlo en un momento oportuno.
Institución de la Cena del Señor
12 El primer día de la fiesta de los panes sin levadura, cuando estaban sacrificando el cordero pascual, le dicen sus discípulos: ¿Dónde quieres que vayamos a preparar para que comas la pascua?
13 Envía entonces a dos de sus discípulos y les dice: Id a la ciudad, y os saldrá al encuentro un hombre llevando un cántaro de agua; seguidle,
14 y donde él entre, decid al dueño de la casa: El Maestro dice: ¿Dónde está mi aposento, en el cual pueda comer la pascua con mis discípulos?
15 Y él os mostrará un aposento grande en el piso superior, amueblado y preparado; hacednos allí los preparativos.
16 Salieron los discípulos, llegaron a la ciudad y encontraron tal como les había dicho, y prepararon la pascua.
17 Al atardecer, llega con los doce.
18 Y cuando estaban sentados a la mesa comiendo, dijo Jesús: En verdad os digo que uno de vosotros me traicionará, uno que está comiendo conmigo.
19 Ellos comenzaron a entristecerse y a decirle uno por uno: ¿Acaso yo?
20 Él les dijo: Uno de los doce, uno que moja conmigo en el plato.
21 Porque el Hijo del Hombre se va, tal como está escrito de él; pero ¡ay de aquel hombre por medio del cual es traicionado el Hijo del Hombre! Más le valdría a ese hombre no haber nacido.
22 Y mientras comían, tomó un pan, habiendo bendecido, lo partió, se lo dio, y dijo: Tomad; esto es mi cuerpo.
23 Luego tomó una copa, dio gracias y les dio: y bebieron de ella todos.
24 Y les dijo: Esto es mi sangre del pacto, que es derramada en favor de muchos.
25 En verdad os digo que no beberé ya más del fruto de la vid, hasta aquel día cuando lo beba nuevo en el reino de Dios.
26 Y después de cantar un himno, salieron hacia el monte de los Olivos.
Jesús anuncia la negación de Pedro
27 Entonces, les dice Jesús: Todos sufriréis tropiezo, pues está escrito: Heriré al pastor, y se dispersarán las ovejas.
28 Pero después de que haya sido resucitado, iré delante de vosotros a Galilea.
29 Entonces le dijo Pedro: Aunque todos sufran tropiezo, yo no.
30 Jesús le dice: En verdad te digo que hoy, esta misma noche, antes de que el gallo cante dos veces, me negarás tres veces.
31 Pero Pedro decía con más insistencia: Aunque tenga que morir contigo, de ninguna manera te negaré. Lo mismo decían también todos.
Jesús ora en Getsemaní
32 Llegan a una finca llamada Getsemaní, y les dice a sus discípulos: Sentaos aquí hasta que yo haya orado.
33 Toma entonces consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan; y comenzó a sentir pavor y angustia.
34 Y les dice: Mi alma está abrumada de una tristeza mortal; permaneced aquí y velad.
35 Y él se fue un poco más adelante, cayó en tierra y comenzó a orar que, si era posible, pasara de él aquella hora.
36 Y decía: Abbá, Padre; todo es posible para ti; aparta de mí esta copa; pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que tú quieras.
37 Viene entonces, y los encuentra dormidos; y le dice a Pedro: Simón, ¿estás durmiendo? ¿No tuviste fuerzas para velar por una sola hora?
38 Velad y orad para que no caigáis en tentación; pues el espíritu es animoso, pero la carne es débil.
39 Se fue otra vez y oró, diciendo las mismas palabras.
40 De nuevo vino y los encontró durmiendo, porque sus ojos estaban muy cargados, y no sabían qué contestarle.
41 Viene por tercera vez, y les dice: Dormid, pues, y descansad. ¡Ya basta! Ha llegado la hora; mirad, el Hijo del Hombre es entregado en manos de los pecadores.
42 ¡Levantaos! ¡Vamos! Mirad, el que me entrega está aquí.
Prendimiento de Jesús
43 Todavía estaba él hablando, cuando de pronto se presenta Judas, uno de los doce, y con él una multitud con espadas y palos, de parte de los principales sacerdotes, de los escribas y de los ancianos.
44 Y el que le entregaba les había dado una contraseña, diciendo: Al que yo bese, ése es; prendedle y conducidle con seguridad.
45 Inmediatamente después de llegar, se acerca a él y le dice: Rabí, Rabí [Rabí][l], y le besó.
46 Entonces ellos le echaron las manos y le prendieron.
47 Pero uno de los que estaban cerca, sacó la espada, hirió al siervo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja.
48 Jesús se dirigió a ellos y les dijo: ¿Como contra un salteador habéis salido con espadas y palos a prenderme?
49 Todos los días estaba frente a vosotros enseñando en el templo, y no me prendisteis; pero es así para que se cumplan las Escrituras.
50 Entonces, todos le abandonaron y huyeron.
El joven que escapó
51 Cierto joven le seguía, cubierto solamente con una sábana sobre su cuerpo desnudo, y le detienen.
52 Pero él dejó en pos de sí la sábana y escapó desnudo.
Jesús ante el sanedrín
53 Condujeron a Jesús ante el sumo sacerdote, y se reúnen todos los principales sacerdotes, los ancianos y los escribas.
54 También Pedro le siguió de lejos, hasta dentro del palacio del sumo sacerdote; allí estaba sentado con los guardias, calentándose junto a la lumbre.
55 Los principales sacerdotes y el sanedrín entero andaban buscando contra Jesús un testimonio para darle muerte, y no lo encontraban;
56 pues muchos daban falso testimonio contra él, pero los testimonios no concertaban.
57 Y algunos, levantándose, daban falso testimonio contra él, diciendo:
58 Nosotros le oímos decir: Yo destruiré este templo hecho con mano, y en tres días edificaré otro no hecho con mano.
59 Pero ni aun así era idéntico el testimonio de ellos.
60 Entonces se levantó el sumo sacerdote, y adelantándose al centro, interrogó a Jesús, diciendo: ¿No respondes nada a lo que éstos testifican contra ti?
61 Pero él callaba y no respondía nada. Volvió a preguntarle el sumo sacerdote, diciendo: ¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito?
62 Y Jesús dijo: Yo soy, y veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del Poder, y viniendo en las nubes del cielo.
63 Entonces el sumo sacerdote, rasgando sus vestidos, dice: ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos?
64 Oísteis la blasfemia; ¿qué os parece? Y todos le condenaron, diciendo que era reo de muerte.
65 Y algunos comenzaron a escupirle, a cubrirle el rostro, a darle de puñetazos, y a decirle: ¡Profetiza! Y los guardias le recibieron a bofetadas.
Pedro niega conocer a Jesús
66 Estando Pedro abajo en el patio, llega una de las criadas del sumo sacerdote,
67 y al ver a Pedro calentándose, después de mirarle fijamente, le dice: También tú estabas con Jesús el Nazareno.
68 Pero él lo negó, diciendo: Ni sé, ni entiendo qué es lo que tú estás diciendo; y salió afuera, a la entrada, [y cantó un gallo][m].
69 La criada lo vio, y comenzó otra vez a decir a los que estaban allí: Éste es de ellos.
70 Pero él lo negó de nuevo. Poco después, los que estaban allí volvieron a decirle a Pedro: De seguro que tú eres de ellos, pues de cierto eres galileo, [y tu manera de hablar es semejante][n].
71 Pero él comenzó a maldecir y a jurar, diciendo: No conozco a ese hombre que decís.
72 E inmediatamente, por segunda vez, cantó un gallo. Y Pedro recordó la frase que Jesús le había dicho: Antes que un gallo cante dos veces, me negarás tres veces; y, al darse cuenta, comenzó a llorar.
Jesucristo ante Pilato
15 Tan pronto como amaneció, prepararon una reunión los principales sacerdotes con los ancianos y escribas y el sanedrín entero; y después de atar a Jesús, se lo llevaron y lo entregaron a Pilato.
2 Y Pilato le interrogó: ¿Eres tú el rey de los judíos? Él le respondió, diciendo: Así es, como tú dices.
3 Y los principales sacerdotes le acusaban de muchas cosas.
4 De nuevo le interrogaba Pilato, diciendo: ¿No respondes nada? Mira de cuántas cosas te están acusando.
5 Pero Jesús ya no contestó nada más, hasta el punto que Pilato estaba asombrado.
6 Cada fiesta les soltaba un preso, el que le pedían.
7 Uno, llamado Barrabás, había sido encarcelado con los sediciosos, los cuales habían cometido un homicidio en la insurrección.
8 Subió la multitud, y comenzó a pedirle lo que solía hacerles.
9 Pilato les contestó, diciendo: ¿Queréis que os suelte al Rey de los judíos?
10 Pues se daba cuenta de que los principales sacerdotes lo habían entregado por envidia.
11 Pero los principales sacerdotes soliviantaron a la multitud para que les soltase en cambio a Barrabás.
12 Pilato, dirigiéndose de nuevo a ellos, les decía: ¿Qué haré, pues, con el que llamáis Rey de los judíos?
13 Ellos volvieron a gritar: ¡Crucifícale!
14 Pero Pilato les decía: Pues ¿qué mal ha hecho? Y ellos gritaban con más fuerza: ¡Crucifícale!
15 Entonces Pilato, resolviendo dar satisfacción a la multitud, les soltó a Barrabás y entregó a Jesús, después de azotarle, para que fuera crucificado.
16 Los soldados se lo llevaron adentro del palacio, es decir, al pretorio; y convocan a la cohorte entera.
17 Le visten de púrpura y, después de trenzar una corona de espinas, se la ciñen.
18 Y comenzaron a saludarle: ¡Salve, Rey de los judíos!
19 Le golpeaban en la cabeza con una caña, le escupían y, doblando las rodillas, se prosternaban ante él.
20 Y después de haberse burlado de él, le quitaron la púrpura y le pusieron sus propios vestidos. Y le conducen fuera para crucificarle.
21 Y obligan a uno que pasaba, un tal Simón de Cirene que venía del campo, el padre de Alejandro y de Rufo, para que le lleve la cruz.
Crucifixión y muerte de Jesucristo
22 Le llevan al lugar llamado Gólgota, que traducido significa: Lugar de la Calavera.
23 Y le daban vino mezclado con mirra, pero él no lo tomó.
24 Le crucifican y se reparten sus vestiduras, echando suertes sobre ellas para ver lo que cada cual habría de llevarse.
25 Era la hora tercera cuando le crucificaron.
26 Y estaba puesta encima la inscripción de la causa de su condena: EL REY DE LOS JUDÍOS.
27 Y con él crucifican a dos salteadores; uno a su derecha y otro a su izquierda.
28 [Y se cumplió la Escritura que dice: Y fue contado con los malhechores.][o]
29 Y los que pasaban por allí le injuriaban, meneando la cabeza y diciendo: ¡Ah! Tú que destruyes el templo y lo edificas en tres días,
30 sálvate a ti mismo bajando de la cruz.
31 De la misma manera, los principales sacerdotes, burlándose entre ellos con los escribas, decían: A otros salvó; a sí mismo no puede salvarse.
32 ¡El Cristo, el Rey de Israel! Que baje ahora de la cruz, para que veamos y creamos. También los que habían sido crucificados con él, le insultaban.
33 Llegada la hora sexta, hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora novena.
34 Y a la hora novena, gritó Jesús con fuerte voz: Eloí, Eloí, ¿lamá sabactani? Que, traducido, es: ¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has desamparado?
35 Y algunos de los que estaban allí decían, al oírlo: Mira, está llamando a Elías.
36 Corrió entonces uno, empapó una esponja en vinagre, la sujetó a una caña y le dio de beber, diciendo: Dejad, veamos si viene Elías a descolgarle.
37 Tras emitir un gran grito, Jesús expiró.
38 Y el velo del templo se rasgó en dos de arriba abajo.
39 Cuando el centurión que estaba allí frente a él, vio que había expirado de esa manera, dijo: Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios.
40 Había también unas mujeres observando desde lejos, entre las cuales estaban María la Magdalena, María la madre de Jacobo el Menor y de José, y Salomé,
41 las cuales le seguían y le servían cuando estaba en Galilea, y otras muchas que habían subido con él a Jerusalén.
Jesús es sepultado
42 Y ya al atardecer, como era el día de la Preparación, es decir, la víspera del sábado,
43 vino José de Arimatea, miembro respetable del sanedrín, que también él estaba aguardando el reino de Dios, y, armándose de valor, entró adonde Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús.
44 Pilato se extrañó de que ya hubiese muerto y, llamando al centurión, le preguntó si hacía tiempo que había muerto.
45 Y enterado por el centurión, le concedió el cadáver a José.
46 Él compró una pieza nueva de lino, lo descolgó, lo envolvió en el lienzo, lo colocó en un sepulcro que había sido excavado en la roca, e hizo rodar una piedra frente a la entrada del sepulcro.
47 Y María Magdalena, y María la de José, observaban dónde quedaba puesto.
La resurrección del Señor
16 Pasado el sábado, María la Magdalena, María la madre de Jacobo, y Salomé compraron especias aromáticas para ir a embalsamarle.
2 Y muy de madrugada, el primer día de la semana, llegan al sepulcro cuando había salido el sol.
3 Y se decían unas a otras: ¿Quién nos hará rodar la piedra de la entrada del sepulcro?
4 Pero alzando los ojos, observan que la piedra ha sido ya retirada; y eso que era grande en demasía.
5 Y entrando en el sepulcro, vieron a un joven sentado en el lado derecho, vestido con una túnica blanca, y quedaron atónitas de espanto.
6 Pero él les dice: Dejad de asustaros. Estáis buscando a Jesús Nazareno, el crucificado; ha resucitado; no está aquí; mirad el lugar donde le pusieron.
7 Pero id, decid a sus discípulos y a Pedro: Va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis, conforme os dijo.
8 Ellas salieron y huyeron del sepulcro, pues se había apoderado de ellas un gran temblor y espanto; y no dijeron nada a nadie, porque tenían miedo.
El Señor Jesús se aparece a María Magdalena
9 [En la madrugada del primer día de la semana, resucitó y se apareció primero a María Magdalena, de la que había arrojado siete demonios.
10 Ella fue a anunciarlo a los que habían estado con él, que estaban de duelo y llorando.
11 Ellos, al oír que está vivo y que ella lo ha visto, no lo creyeron.
El Señor se aparece a dos de sus discípulos
12 Después de esto, fue manifestado bajo diferente forma a dos de ellos que iban de camino hacia la campiña.
13 Ellos fueron y lo comunicaron a los demás; tampoco a éstos les creyeron.
El Señor comisiona a los apóstoles
14 Por último, fue manifestado a los once, estando ellos sentados a la mesa, y les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, por no haber creído a los que le habían visto después de haber resucitado.
15 Y les dijo: Id por todo el mundo y proclamad el evangelio a toda criatura.
16 El que crea y sea bautizado, será salvo; pero el que no crea, será condenado.
17 Y estas señales acompañarán a los que crean: En mi nombre expulsarán demonios, hablarán en nuevas lenguas,
18 tomarán serpientes en sus manos, y si beben algo mortífero, no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos, y sanarán.
La ascensión
19 Y así, el Señor Jesús, después de hablarles, fue recibido arriba en el cielo, y se sentó a la diestra de Dios.
20 Y ellos, salieron y predicaron en todas partes, colaborando el Señor con ellos y confirmando la palabra por medio de las señales que la acompañaban.][p]
Dedicatoria a Teófilo
1 Puesto que muchos han tomado a su cargo el compilar un relato ordenado de las cosas que entre nosotros han sido ciertísimas,
2 tal como nos las transmitieron los que desde el principio fueron testigos oculares y servidores de la Palabra,
3 me ha parecido bien también a mí, después de haber investigado todo con esmero desde su origen, escribirte ordenadamente, excelentísimo Teófilo,
4 para que te percates bien de la solidez de las enseñanzas en las que fuiste instruido.
Anuncio del nacimiento de Juan el Bautista
5 Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, cierto sacerdote llamado Zacarías, del turno de Abías; tenía por esposa una de las descendientes de Aarón, la cual se llamaba Elisabet.
6 Ambos eran rectos delante de Dios, y caminaban irreprochablemente en todos los mandamientos y ordenanzas del Señor.
7 Pero no tenían hijo, porque Elisabet era estéril, y ambos eran de edad avanzada.
8 Sucedió que, mientras estaba él ejerciendo su ministerio sacerdotal delante de Dios, en el turno de su grupo,
9 le tocó en suerte, conforme a la costumbre del sacerdocio, entrar en el santuario del Señor a quemar incienso.
10 Y toda la multitud del pueblo estaba orando afuera, a la hora del incienso.
11 Entonces se le apareció un ángel del Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso.
12 Al verle Zacarías, se turbó, y el temor se apoderó de él.
13 Pero el ángel le dijo: No temas, Zacarías, porque tu petición ha sido escuchada; tu mujer Elisabet te engendrará un hijo, y le llamarás Juan.
14 Tendrás gozo y júbilo, y muchos se regocijarán por su nacimiento.
15 Pues será grande a los ojos del Señor, no beberá jamás ni vino ni licor, y será lleno del Espíritu Santo aun desde el vientre de su madre;
16 y a muchos de los hijos de Israel les hará volver al Señor su Dios;
17 y él mismo irá delante, en su presencia, con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y los desobedientes a la sensatez de los justos, a preparar para el Señor un pueblo bien dispuesto.
18 Zacarías le dijo al ángel: ¿Cómo podré estar seguro de esto? Porque yo soy anciano, y mi esposa es de edad avanzada.
19 El ángel le respondió diciendo: Yo soy Gabriel, que estoy de continuo en la presencia de Dios, y he sido enviado a hablar contigo y a anunciarte estas buenas noticias.
20 Y ahora vas a permanecer en silencio y sin poder hablar hasta el día en que sucedan estas cosas, por cuanto no has dado crédito a mis palabras, las cuales se cumplirán a su debido tiempo.
21 El pueblo estaba aguardando a Zacarías, y se extrañaban de su demora en el santuario.
22 Cuando salió no podía hablarles, y se dieron cuenta de que había visto una visión en el santuario; él estaba haciéndoles señas, y permanecía mudo.
23 Y sucedió que, cuando se cumplieron los días de su servicio sacerdotal, se marchó a su casa.
24 Después de estos días, concibió Elisabet, su mujer; y se mantuvo recluida durante cinco meses, diciendo:
25 Así ha obrado el Señor conmigo en los días en que se fijó en mí para quitar mi oprobio entre los hombres.
Anuncio del nacimiento de Jesucristo
26 Al sexto mes, fue enviado de Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret,
27 a una virgen desposada con un hombre llamado José, descendiente de David; y el nombre de la virgen era María.
28 Y entrando adonde ella estaba, dijo: ¡Salve, muy favorecida! El Señor está contigo. [Bendita tú entre las mujeres.][q]
29 Ella se turbó profundamente por estas palabras, y consideraba qué significaría este saludo.
30 Y el ángel le dijo: Deja de temer, María, porque has hallado gracia ante Dios.
31 Mira, concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús.
32 Éste será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de su padre David,
33 y reinará sobre la casa de Jacob para siempre; y su reino no tendrá fin.
34 Entonces le dijo María al ángel: ¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?
35 El ángel le respondió y le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también lo santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios.
36 Y he aquí que tu parienta Elisabet, también ella ha concebido un hijo en su vejez; y ya está de seis meses la que era llamada estéril;
37 porque ninguna cosa será imposible para Dios.
38 Y María dijo: He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra. Y se marchó el ángel de su presencia.
María visita a Elisabet
39 Por esos mismos días, María se levantó y se marchó de prisa a la región montañosa, a una ciudad de Judá;
40 y entró en casa de Zacarías, y saludó a Elisabet.
41 Y aconteció que, en cuanto oyó Elisabet el saludo de María, saltó la criatura en su vientre; y Elisabet fue llena del Espíritu Santo,
42 y exclamó con gran voz, y dijo: ¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!
43 Y ¿de dónde a mí esto, que la madre de mi Señor venga a mí?
44 Porque tan pronto como llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo la criatura en mi vientre.
45 ¡Bienaventurada la que ha creído que tendrán cumplimiento las cosas que le han hablado de parte del Señor!
46 Y dijo María:
Engrandece mi alma al Señor,
47 Y mi espíritu ha saltado de gozo en Dios mi Salvador;
48 Porque ha puesto sus ojos sobre la pequeñez de su esclava;
Pues he aquí que desde ahora me tendrán por dichosa todas las generaciones.
49 Porque ha hecho por mí grandes cosas el Poderoso;
Santo es su nombre.
50 Y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen.
51 Ha realizado grandes proezas con su brazo;
Desbarató a los arrogantes en el pensamiento del corazón de ellos.
52 Abatió de sus solios a los potentados,
Y exaltó a los de humilde condición;
53 Colmó de bienes a los hambrientos,
Y a los ricos los despidió con las manos vacías.
54 Vino en ayuda de Israel su siervo,
Para recuerdo de misericordia,
55 Tal como habló con nuestros padres,
A favor de Abraham y de su descendencia para siempre.
56 Permaneció María con ella unos tres meses, y regresó a su casa.
Nacimiento de Juan el Bautista
57 Se le cumplió a Elisabet el tiempo de dar a luz, y dio a luz un hijo.
58 Oyeron sus vecinos y sus parientes que el Señor había mostrado gran misericordia hacia ella, y se regocijaban juntamente con ella.
59 Sucedió que al octavo día vinieron a circuncidar al niño, y le iban a llamar Zacarías según el nombre de su padre,
60 pero su madre, tomando la palabra, dijo: No, sino que se ha de llamar Juan.
61 Y le dijeron: No hay nadie de tu parentela que se llame así.
62 Y le preguntaban por señas a su padre cómo desearía que se le llamase.
63 Entonces él pidió una tablilla y escribió lo siguiente: Juan es su nombre. Y todos se asombraron.
64 Al instante le fue abierta la boca y desatada la lengua, y comenzó a hablar bendiciendo a Dios.
65 Y vino temor sobre todos los que vivían en derredor suyo; y en toda la zona montañosa de Judea se comentaban todas estas cosas.
66 Y todos los que las oían las grababan en su corazón, diciendo: ¿Qué, pues, va a ser este niño? Porque ciertamente la mano del Señor estaba con él.
Profecía de Zacarías
67 Y Zacarías su padre fue lleno del Espíritu Santo, y profetizó diciendo:
68 Bendito el Señor Dios de Israel,
Porque ha visitado y ha efectuado redención para su pueblo.
69 Y ha suscitado una fuerza de salvación en favor nuestro,
En casa de David su siervo,
70 Tal como habló desde antiguo
Por boca de sus santos profetas,
71 Que nos salvaría de nuestros enemigos,
Y de las manos de todos los que nos odian;
72 Para mostrar su misericordia para con nuestros padres,
Y recordar su santo pacto,
73 El juramento que hizo a Abraham nuestro padre:
74 Concedernos que, liberados de las manos de nuestros enemigos,
Le sirvamos sin temor
75 En santidad de vida y rectitud de conducta ante sus ojos,
Todos nuestros días.
76 Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo;
Porque irás ante la faz del Señor,
Para preparar sus caminos;
77 Para dar a su pueblo conocimiento de salvación,
Por el perdón de sus pecados,
78 Por medio de las entrañas de misericordia de nuestro Dios,
Por las cuales nos visitó un amanecer del sol desde lo alto,
79 Para que brille su luz sobre los que están sentados en tinieblas y en sombra de muerte,
Para guiar nuestros pies hacia un camino de paz.
80 Y el niño crecía y se fortalecía en espíritu; y vivía en lugares desiertos hasta el día de su aparición pública ante Israel.
Texto bíblico tomado de La Santa Biblia, Reina Valera Revisada® RVR® Copyright © 2017 por HarperCollins Christian Publishing® Usado con permiso. Reservados todos los derechos en todo el mundo.