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Bible in 90 Days

An intensive Bible reading plan that walks through the entire Bible in 90 days.
Duration: 88 days
Reina Valera Revisada (RVR1977)
Version
Juan 15:18 - Hechos 6:7

El mundo os aborrecerá

18 Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros.

19 Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, sino que yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece.

20 Acordaos de la palabra que yo os he dicho: El siervo no es mayor que su señor. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra.

21 Mas todo esto os harán por causa de mi nombre, porque no conocen al que me ha enviado.

22 Si yo no hubiera venido, ni les hubiera hablado, no tendrían pecado; pero ahora no tienen excusa de su pecado.

23 El que me aborrece a mí, aborrece también a mi Padre.

24 Si yo no hubiese hecho entre ellos las obras que ningún otro ha hecho, no tendrían pecado; pero ahora las han visto, y me han aborrecido a mí y también a mi Padre.

25 Pero esto es para que se cumpla la palabra que está escrita en su ley: Me aborrecieron sin motivo.

26 Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí.

27 Y vosotros daréis testimonio también, porque estáis conmigo desde el principio.

16 Estas cosas os he hablado, para que no tengáis tropiezo.

Os expulsarán de las sinagogas; y aun viene la hora cuando cualquiera que os mate, pensará que rinde servicio a Dios.

Y harán esto porque no conocen al Padre ni a mí.

Mas os he dicho estas cosas, para que cuando llegue la hora, os acordéis de que ya os lo había dicho.

La obra del Espíritu Santo

Esto no os lo dije al principio, porque yo estaba con vosotros.

Pero ahora voy al que me envió; y ninguno de vosotros me pregunta: ¿Adónde vas?

Antes, porque os he dicho estas cosas, la tristeza ha llenado vuestro corazón.

Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuese, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me voy, os lo enviaré.

Y cuando él venga, redargüirá al mundo de pecado, de justicia y de juicio.

De pecado, por cuanto no creen en mí;

10 de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más;

11 y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado.

12 Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar.

13 Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo cuanto oiga, y os hará saber las cosas que habrán de venir.

14 Él me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber.

15 Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber.

La tristeza se convertirá en gozo

16 Todavía un poco, y no me veréis; y de nuevo un poco, y me veréis; porque yo voy al Padre.

17 Entonces se dijeron algunos de sus discípulos unos a otros: ¿Qué es esto que nos dice: Todavía un poco, y no me veréis; y de nuevo un poco, y me veréis; y, porque yo voy al Padre?

18 Decían, pues: ¿Qué quiere decir con: Todavía un poco? No sabemos qué quiere decir.

19 Jesús conoció que querían preguntarle, y les dijo: ¿Indagáis entre vosotros acerca de esto que dije: Todavía un poco, y no me veréis; y de nuevo un poco, y me veréis?

20 De cierto, de cierto os digo, que vosotros lloraréis y os lamentaréis, y el mundo se alegrará; vosotros os entristeceréis, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo.

21 La mujer, cuando da a luz, tiene dolor, porque ha llegado su hora; pero después que ha dado a luz un niño, ya no se acuerda de la angustia, por el gozo de que haya nacido un hombre en el mundo.

22 También vosotros ahora tenéis tristeza; pero os volveré a ver, y se gozará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo.

23 En aquel día no me preguntaréis nada. De cierto, de cierto os digo, que todo cuanto pidáis al Padre en mi nombre, os lo dará.

24 Hasta ahora, nada habéis pedido en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo esté completo.

Yo he vencido al mundo

25 Estas cosas os he hablado en alegorías; viene la hora en que ya no os hablaré por alegorías, sino que claramente os anunciaré acerca del Padre.

26 En aquel día pediréis en mi nombre; y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros,

27 pues el Padre mismo os ama, porque vosotros me habéis amado, y habéis creído que yo salí de Dios.

28 Salí del Padre, y he venido al mundo; otra vez dejo el mundo, y voy al Padre.

29 Le dijeron sus discípulos: He aquí que ahora hablas claramente, y no dices ninguna alegoría.

30 Ahora vemos que sabes todas las cosas, y no necesitas que nadie te pregunte; por esto creemos que has salido de Dios.

31 Jesús les respondió: ¿Ahora creéis?

32 He aquí la hora viene, y ha venido ya, en que seréis esparcidos cada uno por su lado, y me dejaréis solo; mas no estoy solo, porque el Padre está conmigo.

33 Estas cosas os he hablado para que tengáis paz en mí. En el mundo tendréis aflicción; pero tened ánimo, yo he vencido al mundo.

Jesús ora por sus discípulos

17 Estas cosas habló Jesús, y levantando los ojos al cielo, dijo: Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a ti;

como le has dado potestad sobre toda carne, para que dé vida eterna a todos los que le has dado.

Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.

Yo te he glorificado en la tierra; he llevado a término la obra que me diste a realizar.

Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo existiese.

He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste; tuyos eran, y me los diste, y han guardado tu palabra.

Ahora han conocido que todas las cosas que me has dado, proceden de ti;

porque les he dado las palabras que me diste; y ellos las recibieron, y han conocido verdaderamente que salí de ti, y han creído que tú me enviaste.

Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste; porque tuyos son,

10 y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y he sido glorificado en ellos.

11 Y ya no estoy en el mundo; mas éstos están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros.

12 Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu nombre; a los que me diste, los guardé, y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición, para que se cumpliese la Escritura.

13 Pero ahora voy a ti; y hablo esto en el mundo, para que tengan mi gozo completo en sí mismos.

14 Yo les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.

15 No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal.

16 No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.

17 Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad.

18 Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo.

19 Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos estén santificados en la verdad.

20 Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por medio de la palabra de ellos,

21 para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste.

22 Y yo les he dado la gloria que me diste, para que sean uno, así como nosotros somos uno.

23 Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado.

24 Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo.

25 Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido, y éstos han conocido que tú me enviaste.

26 Y les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a conocer aún, para que el amor con que me has amado, esté en ellos, y yo en ellos.

Arresto de Jesús

18 Habiendo dicho estas cosas, salió Jesús con sus discípulos hacia el otro lado del torrente de Cedrón, donde había un huerto, en el cual entró él y sus discípulos.

Y también Judas, el que le entregaba, conocía aquel lugar, porque Jesús se había reunido allí muchas veces con sus discípulos.

Judas, pues, tomando una compañía de soldados, y alguaciles de los principales sacerdotes y de los fariseos, fue allí con linternas y antorchas, y con armas.

Pero Jesús, sabiendo todas las cosas que le habían de sobrevenir, se adelantó y les dijo: ¿A quién buscáis?

Le respondieron: A Jesús nazareno. Jesús les dijo: Yo soy. Y estaba también con ellos Judas, el que le entregaba.

Cuando les dijo: Yo soy, retrocedieron, y cayeron en tierra.

Volvió, pues, a preguntarles: ¿A quién buscáis? Y ellos dijeron: A Jesús nazareno.

Respondió Jesús: Os he dicho que yo soy; pues si me buscáis a mí, dejad ir a éstos;

para que se cumpliese aquello que había dicho: De los que me diste, no perdí ninguno.

10 Entonces Simón Pedro, que tenía una espada, la desenvainó, e hirió al siervo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha. Y el siervo se llamaba Malco.

11 Jesús entonces dijo a Pedro: Mete tu espada en la vaina; la copa que el Padre me ha dado, ¿acaso no la he de beber?

Jesucristo ante el sumo sacerdote

12 Entonces la compañía de soldados, el tribuno y los alguaciles de los judíos, prendieron a Jesús y le ataron,

13 y le llevaron primeramente a Anás; porque era suegro de Caifás, que era sumo sacerdote aquel año.

14 Era Caifás el que había dado el consejo a los judíos, de que convenía que un solo hombre muriese por el pueblo.

Pedro en el patio de Anás

15 Y seguían a Jesús Simón Pedro y otro discípulo. Y este discípulo era conocido del sumo sacerdote, y entró con Jesús al patio del sumo sacerdote;

16 mas Pedro estaba fuera, junto a la puerta. Salió, pues, el discípulo que era conocido del sumo sacerdote, y habló a la portera, e hizo entrar a Pedro.

17 Entonces la criada portera dijo a Pedro: ¿No eres tú también de los discípulos de este hombre? Dijo él: No lo soy.

18 Y estaban en pie los siervos y los alguaciles que habían encendido unas brasas de carbón; porque hacía frío, y se calentaban; y también con ellos estaba Pedro en pie, calentándose.

Anás interroga a Jesús

19 Y el sumo sacerdote preguntó a Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina.

20 Jesús le respondió: Yo he hablado públicamente al mundo; siempre he enseñado en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y nada he hablado en oculto.

21 ¿Por qué me preguntas a mí? Pregunta a los que han oído, qué les he hablado; he aquí, ellos saben lo que yo he dicho.

22 Apenas dijo esto, uno de los alguaciles, que estaba allí, le dio a Jesús una bofetada, diciendo: ¿Así respondes al sumo sacerdote?

23 Jesús le respondió: Si he hablado mal, testifica en qué está el mal; y si bien, ¿por qué me golpeas?

24 Anás entonces le envió atado a Caifás, el sumo sacerdote.

Pedro niega a Jesucristo

25 Estaba, pues, Pedro en pie, calentándose. Y le dijeron: ¿No eres tú de sus discípulos? Él negó, y dijo: No lo soy.

26 Uno de los siervos del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro había cortado la oreja, le dijo: ¿No te vi yo en el huerto con él?

27 Negó Pedro otra vez; y en seguida cantó el gallo.

Jesús ante Pilato

28 Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era de madrugada, y ellos no entraron en el pretorio para no contaminarse, y así poder comer la pascua.

29 Entonces salió Pilato a ellos, y les dijo: ¿Qué acusación traéis contra este hombre?

30 Respondieron y le dijeron: Si éste no fuera malhechor, no te lo habríamos entregado.

31 Entonces les dijo Pilato: Tomadle vosotros, y juzgadle según vuestra ley. Y los judíos le dijeron: A nosotros no nos está permitido dar muerte a nadie;

32 para que se cumpliese la palabra que Jesús había dicho, dando a entender de qué muerte iba a morir.

33 Entonces Pilato volvió a entrar en el pretorio, y llamó a Jesús y le dijo: ¿Eres tú el Rey de los judíos?

34 Jesús le respondió: ¿Dices tú esto por ti mismo, o te lo han dicho otros de mí?

35 Pilato le respondió: ¿Soy yo acaso judío? Tu nación, y los principales sacerdotes, te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?

36 Respondió Jesús: Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí.

37 Le dijo entonces Pilato: ¿Luego, eres tú rey? Respondió Jesús: Tú lo dices; yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz.

38 Le dijo Pilato: ¿Qué es verdad? Y, dicho esto, salió otra vez a los judíos, y les dijo: Yo no hallo en él ningún delito.

39 Pero vosotros tenéis la costumbre de que os suelte a uno en la pascua. ¿Queréis, pues, que os suelte al Rey de los judíos?

40 Entonces todos gritaron de nuevo, diciendo: No a éste, sino a Barrabás. Y Barrabás era ladrón.

19 Así que, entonces tomó Pilato a Jesús, y le azotó.

Y los soldados entretejieron una corona de espinas, y se la pusieron en la cabeza, y le vistieron con un manto de púrpura;

y le decían: ¡Salve, Rey de los judíos!; y le daban de bofetadas.

Entonces Pilato salió otra vez, y les dijo: Mirad, os lo traigo fuera, para que os deis cuenta de que no hallo en él ningún delito.

Y salió Jesús, llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Y Pilato les dijo: ¡He aquí el hombre!

Cuando le vieron los principales sacerdotes y los alguaciles, gritaron, diciendo: ¡Crucifícale! ¡Crucifícale! Pilato les dijo: Tomadle vosotros, y crucificadle; porque yo no hallo delito en él.

Los judíos le respondieron: Nosotros tenemos una ley, y según nuestra ley debe morir, porque se hizo a sí mismo Hijo de Dios.

Cuando Pilato oyó decir esto, tuvo más miedo.

Y entró otra vez en el pretorio, y dijo a Jesús: ¿De dónde eres tú? Mas Jesús no le dio respuesta.

10 Entonces le dijo Pilato: ¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para crucificarte, y que tengo autoridad para soltarte?

11 Respondió Jesús: No tendrías ninguna autoridad contra mí, si no se te hubiera dado de arriba; por tanto, el que me ha entregado a ti, tiene mayor pecado.

12 Desde entonces procuraba Pilato soltarle; pero los judíos gritaban, diciendo: Si sueltas a éste, no eres amigo del César; todo el que se hace rey, se opone al César.

13 Entonces Pilato, oyendo esto, llevó fuera a Jesús, y se sentó en el tribunal en el lugar llamado el Enlosado, y en hebreo Gabatá.

14 Era la preparación de la pascua, y como la hora sexta. Entonces dijo a los judíos: ¡He aquí vuestro Rey!

15 Pero ellos gritaron: ¡Fuera, fuera, crucifícale! Pilato les dijo: ¿A vuestro Rey he de crucificar? Respondieron los principales sacerdotes: No tenemos más rey que César.

16 Así que entonces lo entregó a ellos para que fuese crucificado. Tomaron, pues, a Jesús, y le llevaron.

Crucifixión y muerte de Jesús

17 Y él, cargando su cruz, salió al lugar llamado de la Calavera, y en hebreo, Gólgota;

18 y allí le crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio.

19 Escribió también Pilato un título, y lo puso sobre la cruz, el cual decía: JESÚS NAZARENO, EL REY DE LOS JUDÍOS.

20 Y muchos de los judíos leyeron este título; porque el lugar donde Jesús fue crucificado estaba cerca de la ciudad, y estaba escrito en hebreo, en griego y en latín.

21 Dijeron a Pilato los principales sacerdotes de los judíos: No escribas: el Rey de los judíos, sino, que él dijo: Soy Rey de los judíos.

22 Respondió Pilato: Lo que he escrito, he escrito.

23 Cuando los soldados hubieron crucificado a Jesús, tomaron los vestidos de él, e hicieron cuatro partes, una para cada soldado. Tomaron también su túnica, la cual era sin costura, de un solo tejido de arriba abajo.

24 Entonces dijeron entre sí: No la partamos, sino echemos suertes sobre ella, a ver de quién será. Esto fue para que se cumpliese la Escritura, que dice:

Repartieron ente sí mis vestidos,
Y sobre mi ropa echaron suertes.
Y esto es precisamente lo que hicieron los soldados.

25 Estaban de pie junto a la cruz de Jesús su madre, y la hermana de su madre, María mujer de Cleofas, y María Magdalena.

26 Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo.

27 Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa.

28 Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba consumado, dijo, para que la Escritura se cumpliese: Tengo sed.

29 Y había allí una vasija llena de vinagre; entonces ellos empaparon en vinagre una esponja, y sujetándola a una rama de hisopo, se la acercaron a la boca.

30 Luego que Jesús tomó el vinagre, dijo: Consumado está. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu.

El costado de Jesús, traspasado

31 Entonces los judíos, por cuanto era la preparación de la pascua, a fin de que los cuerpos no quedasen en la cruz en el sábado (pues aquel sábado era de gran solemnidad), rogaron a Pilato que se les quebrasen las piernas, y fuesen quitados de allí.

32 Vinieron, pues, los soldados, y quebraron las piernas al primero, y asimismo al otro que había sido crucificado con él.

33 Mas cuando llegaron a Jesús, como le vieron ya muerto, no le quebraron las piernas.

34 Pero uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua.

35 Y el que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero; y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis.

36 Porque estas cosas sucedieron para que se cumpliese la Escritura: No se le quebrará ningún hueso.

37 Y también otra Escritura dice: Mirarán al que traspasaron.

Jesús es sepultado

38 Después de todo esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, pero secretamente por miedo a los judíos, rogó a Pilato que le permitiese llevarse el cuerpo de Jesús; y Pilato se lo concedió. Entonces vino, y se llevó el cuerpo de Jesús.

39 También Nicodemo, el que antes había visitado a Jesús de noche, vino trayendo un compuesto de mirra y de áloe, como cien libras.

40 Tomaron, pues, el cuerpo de Jesús, y lo envolvieron en lienzos con especias aromáticas, según es costumbre sepultar entre los judíos.

41 Y en el lugar donde había sido crucificado, había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el cual aún no había sido puesto ninguno.

42 Allí, pues, por causa de la preparación de la pascua de los judíos, y porque aquel sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús.

La resurrección del Señor

20 El primer día de la semana, María Magdalena fue de madrugada, siendo aún oscuro, al sepulcro; y vio quitada la piedra del sepulcro.

Entonces corrió, y fue a Simón Pedro y al otro discípulo, aquel al que amaba Jesús, y les dijo: Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto.

Salieron, pues, Pedro y el otro discípulo, y fueron al sepulcro.

Corrían los dos juntos; pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro, y llegó primero al sepulcro.

Y bajándose a mirar, vio los lienzos colocados en el suelo, pero no entró.

Luego llegó Simón Pedro tras él, y entró en el sepulcro, y vio los lienzos colocados en el suelo,

y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, no puesto con los lienzos, sino enrollado en un lugar aparte.

Entonces entró también el otro discípulo, que había venido primero al sepulcro; y vio, y creyó.

Porque aún no habían entendido la Escritura, que era menester que él resucitase de los muertos.

10 Y volvieron los discípulos a los suyos.

Jesús se aparece a María Magdalena

11 Pero María estaba fuera llorando junto al sepulcro; y mientras lloraba, se inclinó para mirar dentro del sepulcro;

12 y vio a dos ángeles con vestiduras blancas, que estaban sentados el uno a la cabecera, y el otro a los pies, donde el cuerpo de Jesús había sido colocado.

13 Y le dijeron: Mujer, ¿por qué lloras? Les dijo: Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto.

14 Dicho esto, se volvió, y vio a Jesús que estaba allí; mas no sabía que era Jesús.

15 Jesús le dijo: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, pensando que era el hortelano, le dijo: Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré.

16 Jesús le dijo: ¡María! Volviéndose ella, le dijo: ¡Rabuní! (que quiere decir, Maestro).

17 Jesús le dijo: Suéltame, porque aún no he subido a mi Padre; mas ve a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios.

18 Fue entonces María Magdalena para dar a los discípulos las nuevas de que había visto al Señor, y que él le había dicho estas cosas.

Jesús se aparece a los discípulos

19 Al atardecer de aquel mismo día, el primero de la semana, estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo a los judíos, vino Jesús, se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros.

20 Y, dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y los discípulos se regocijaron viendo al Señor.

21 Entonces Jesús les dijo otra vez: Paz a vosotros. Como me envió el Padre, así también yo os envío.

22 Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo.

23 A quienes remitiereis los pecados, les son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les quedan retenidos.

Incredulidad de Tomás

24 Pero Tomás, uno de los doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús.

25 Le dijeron, pues, los otros discípulos: Hemos visto al Señor. Él les dijo: Si no veo en sus manos la señal de los clavos, y meto mi dedo en el lugar de los clavos, y meto mi mano en su costado, no creeré de ningún modo.

26 Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro, y con ellos Tomás. Llegó Jesús, estando las puertas cerradas, y se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros.

27 Luego dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.

28 Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío!

29 Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, has creído; bienaventurados los que no vieron, y creyeron.

El propósito del libro

30 Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro.

31 Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre.

El Señor se aparece a siete de sus discípulos

21 Después de esto, Jesús se manifestó otra vez a sus discípulos junto al mar de Tiberíades; y se manifestó de esta manera:

Estaban juntos Simón Pedro, Tomás llamado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo, y otros dos de sus discípulos.

Simón Pedro les dijo: Voy a pescar. Ellos le dijeron: Vamos nosotros también contigo. Fueron, y entraron en una barca; y aquella noche no pescaron nada.

Cuando ya iba amaneciendo, se presentó Jesús en la playa; mas los discípulos no sabían que era Jesús.

Y les dijo: Hijitos, ¿tenéis algo de comer? Le respondieron: No.

Él les dijo: Echad la red a la derecha de la barca, y hallaréis. Entonces la echaron, y ya no la podían sacar, por la gran cantidad de peces.

Entonces aquel discípulo a quien Jesús amaba dijo a Pedro: ¡Es el Señor! Simón Pedro, cuando oyó que era el Señor, se ciñó la ropa (porque se había despojado de ella), y se echó al mar.

Y los otros discípulos vinieron con la barca, arrastrando la red de peces, pues no distaban de tierra sino como doscientos codos.

Al descender a tierra, vieron unas brasas puestas, y un pez encima de ellas, y pan.

10 Jesús les dijo: Traed de los peces que acabáis de pescar.

11 Subió Simón Pedro, y sacó la red a tierra, llena de grandes peces, ciento cincuenta y tres; y aun siendo tantos, no se rompió la red.

12 Les dijo Jesús: Venid, comed. Y ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: ¿Tú, quién eres?, sabiendo que era el Señor.

13 Vino, pues, Jesús, y tomó el pan y les dio, y asimismo del pescado.

14 Ésta era ya la tercera vez que Jesús se manifestaba a sus discípulos, después de haber resucitado de los muertos.

Apacienta mis ovejas

15 Después de haber comido, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos? Le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Él le dijo: Apacienta mis corderos.

16 Volvió a decirle la segunda vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Le dijo: Pastorea mis ovejas.

17 Le dijo la tercera vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro se entristeció de que le dijese por tercera vez: ¿Me amas?, y le respondió: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas.

18 De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más joven, te ceñías tú mismo, e ibas adonde querías; mas cuando ya seas viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará adonde no quieras.

19 Esto dijo, dando a entender con qué muerte había de glorificar a Dios. Y dicho esto, añadió: Sígueme.

El discípulo amado

20 Volviéndose Pedro, vio que les seguía el discípulo a quien amaba Jesús, el mismo que en la cena se había recostado en su pecho, y le había dicho: Señor, ¿quién es el que te ha de entregar?

21 Cuando Pedro le vio, dijo a Jesús: Señor, y éste ¿qué?

22 Jesús le dijo: Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué te va a ti? Tú, sígueme.

23 Este dicho se extendió entonces entre los hermanos, que aquel discípulo no moriría. Pero Jesús no le dijo que no moriría, sino: Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué te va a ti?

24 Éste es el discípulo que da testimonio de estas cosas, y escribió estas cosas; y sabemos que su testimonio es verdadero.

25 Y hay también otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales si se escribieran una por una, pienso que ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir. Amén.

La promesa del Espíritu Santo

En el primer tratado, oh Teófilo, hice mención de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar,

hasta el día en que fue recibido arriba, después de haber dado mandamientos por medio del Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido;

a quienes también, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios.

Y estando reunido con ellos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que aguardasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí.

Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días.

La ascensión

Entonces los que se habían reunido le preguntaban, diciendo: Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?

Y les dijo: No os toca a vosotros conocer los tiempos o las sazones que el Padre puso en su sola potestad;

pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.

Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le tomó sobre sí una nube que le ocultó de sus ojos.

10 Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entretanto que él se iba, he aquí que se pusieron junto a ellos dos varones con vestiduras blancas,

11 los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, vendrá así, tal como le habéis visto ir al cielo.

Elección del sustituto de Judas

12 Entonces volvieron a Jerusalén desde el monte que se llama del Olivar, el cual está cerca de Jerusalén, camino de un sábado.

13 Y, luego que entraron, subieron al aposento alto, donde estaban alojados Pedro y Jacobo, Juan y Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé y Mateo, Jacobo hijo de Alfeo y Simón el Zelote, y Judas hermano de Jacobo.

14 Todos éstos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos.

15 En aquellos días, se levantó Pedro en medio de los hermanos (y los reunidos eran como ciento veinte en número), y dijo:

16 Varones hermanos, era menester que se cumpliese la Escritura en que el Espíritu Santo habló antes por boca de David acerca de Judas, que actuó como guía de los que prendieron a Jesús,

17 y era contado con nosotros, y tenía parte en este ministerio.

18 Éste, pues, con el salario de su iniquidad adquirió un campo, y cayendo de cabeza, se reventó por la mitad, y todas sus entrañas se derramaron.

19 Y fue notorio a todos los habitantes de Jerusalén, de tal manera que aquel campo se llama en su propia lengua, Acéldama, que quiere decir, Campo de sangre.

20 Porque está escrito en el libro de los Salmos:

Quede desierta su morada,
Y no haya quien habite en ella;

y:

Tome otro su cargo.

21 Es necesario, pues, que de los hombres que han estado juntos con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús vivió entre nosotros,

22 comenzando desde el bautismo de Juan hasta el día en que de entre nosotros fue llevado arriba, uno sea hecho testigo con nosotros, de su resurrección.

23 Y presentaron a dos: a José, llamado Barsabás, que tenía por sobrenombre Justo, y a Matías.

24 Y orando, dijeron: Tú, Señor, que conoces los corazones de todos, muestra cuál de estos dos has escogido,

25 para ocupar en el ministerio del apostolado el puesto del que se desvió Judas por transgresión, para irse a su propio lugar.

26 Y les echaron suertes, y la suerte cayó sobre Matías; y fue contado con los once apóstoles.

La venida del Espíritu Santo

Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos.

Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados;

y se les aparecieron lenguas como de fuego, que, repartiéndose, se posaron sobre cada uno de ellos.

Y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que se expresasen.

Había en Jerusalén judíos que allí residían, varones piadosos, procedentes de todas las naciones bajo el cielo.

Y al ocurrir este estruendo, se juntó la multitud; y quedaron desconcertados, porque cada uno les oía hablar en su propia lengua.

Y estaban atónitos y maravillados, diciendo: Mirad, ¿no son galileos todos estos que hablan?

¿Cómo, pues, les oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en la que hemos nacido?

Partos, medos, elamitas, y los que habitamos en Mesopotamia, en Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia,

10 en Frigia y Panfilia, en Egipto y en las regiones de África más allá de Cirene, y romanos aquí residentes, tanto judíos como prosélitos,

11 cretenses y árabes, les oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios.

12 Y estaban todos atónitos y perplejos, diciéndose unos a otros: ¿Qué quiere decir esto?

13 Mas otros, burlándose, decían: Están llenos de mosto.

Primer discurso de Pedro

14 Entonces Pedro, poniéndose en pie con los once, alzó la voz y se expresó así, diciéndoles: Varones judíos, y todos los que habitáis en Jerusalén, esto os sea notorio, y prestad atención a mis palabras.

15 Porque éstos no están ebrios, como vosotros suponéis, puesto que es la hora tercera del día;

16 sino que esto es lo dicho por medio del profeta Joel:

17 Y sucederá en los últimos días, dice Dios,
Que derramaré de mi Espíritu sobre toda carne,
Y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán;
Vuestros jóvenes verán visiones,
Y vuestros ancianos soñarán sueños;
18 Y hasta sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días
Derramaré de mi Espíritu, y profetizarán.
19 Y daré prodigios arriba en el cielo,
Y señales abajo en la tierra,
Sangre y fuego y vapor de humo;
20 El sol se convertirá en tinieblas,
Y la luna en sangre,
Antes que venga el día del Señor,
Grande y manifiesto;
21 Y sucederá que todo aquel que invoque el nombre del Señor, será salvo.

22 Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús nazareno, varón acreditado por Dios entre vosotros con milagros, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis;

23 a éste, entregado por el determinado designio y previo conocimiento de Dios, lo prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole;

24 al cual Dios resucitó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella.

25 Porque David dice de él:

Veía siempre al Señor delante de mí;
Porque está a mi diestra, para que yo no sea conmovido.
26 Por lo cual mi corazón se alegró, y saltó de gozo mi lengua,
Y aun mi carne descansará en esperanza;
27 Porque no dejarás mi alma en el Hades,
Ni permitirás que tu Santo vea corrupción.
28 Me hiciste conocer caminos de vida;
Me llenarás de gozo con tu presencia.

29 Varones hermanos, se os puede decir abiertamente acerca del patriarca David, que murió y fue sepultado, y su sepulcro está entre nosotros hasta el día de hoy.

30 Pero siendo profeta, y sabiendo que Dios le había asegurado con juramento que de su descendencia, en cuanto a la carne, haría surgir al Cristo para que se sentase en su trono,

31 viéndolo de antemano, habló de la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el Hades, ni su carne vio la corrupción.

32 A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos.

33 Así que, exaltado por la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís.

34 Porque David no subió a los cielos; pero él mismo dice:

Dijo el Señor a mi Señor:
Siéntate a mi diestra,
35 Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.

36 Sepa, pues, con plena seguridad toda la casa de Israel que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.

37 Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los demás apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?

38 Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.

39 Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llame.

40 Y con otras muchas palabras testificaba solemnemente y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación.

41 Así que los que acogieron bien su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas.

42 Y se ocupaban asiduamente en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones.

Comunión de los primeros cristianos

43 Y sobrevino temor a toda persona; y muchos prodigios y señales eran hechos por los apóstoles.

44 Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas;

45 y vendían sus propiedades y sus bienes, y los distribuían a todos según la necesidad de cada uno.

46 Y acudiendo asiduamente unánimes cada día al templo, y partiendo el pan por las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón,

47 alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia a los que iban siendo salvos.

Sanidad de un cojo

Un día, Pedro y Juan subían juntos al templo a la hora novena, la de la oración.

Y era traído un hombre cojo de nacimiento, a quien ponían cada día a la puerta del templo que se llama la Hermosa, para que pidiese limosna a los que entraban en el templo.

Éste, cuando vio a Pedro y a Juan que iban a entrar en el templo, les rogaba que le diesen limosna.

Pedro, con Juan, fijando en él los ojos, le dijo: Míranos.

Entonces él les estuvo atento, aguardando a recibir de ellos algo.

Mas Pedro dijo: No poseo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda.

Y tomándole por la mano derecha le levantó; y al momento se le consolidaron los pies y tobillos;

y de un salto, se puso en pie y comenzó a andar; y entró con ellos en el templo, andando, y saltando, y alabando a Dios.

Y todo el pueblo le vio andar y alabar a Dios.

10 Y le reconocían que era el que se sentaba a pedir limosna a la puerta del templo, la Hermosa; y se llenaron de asombro y estupor por lo que le había sucedido.

Discurso de Pedro en el pórtico de Salomón

11 Y teniendo asidos a Pedro y a Juan el cojo que había sido sanado, todo el pueblo a una, atónito, corrió hacia ellos al pórtico que se llama de Salomón.

12 Viendo esto Pedro, respondió al pueblo: Varones israelitas, ¿por qué os maravilláis de esto?, ¿o por qué ponéis los ojos en nosotros, como si por nuestro propio poder o piedad hubiésemos hecho andar a éste?

13 El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su Siervo Jesús, a quien vosotros entregasteis y negasteis delante de Pilato, cuando éste había resuelto ponerle en libertad.

14 Mas vosotros negasteis al Santo y al Justo, y pedisteis que se os concediera de gracia un homicida,

15 y matasteis al Autor de la vida, a quien Dios ha resucitado de los muertos, de lo cual nosotros somos testigos.

16 Y por la fe en su nombre, a éste, que vosotros veis y conocéis, le ha consolidado su nombre; y la fe que es por medio de él ha dado a éste esta completa sanidad en presencia de todos vosotros.

17 Ahora bien, hermanos, ya sé que por ignorancia lo habéis hecho, como también vuestros gobernantes.

18 Pero Dios ha cumplido así lo que había antes anunciado por boca de todos los profetas, que su Cristo había de padecer.

19 Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio,

20 y él envíe a Jesucristo, designado de antemano para vosotros;

21 a quien el cielo debe guardar hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de los que habló Dios por boca de sus santos profetas que hubo desde la antigüedad.

22 Porque Moisés dijo a los padres: El Señor vuestro Dios os levantará un profeta de entre vuestros hermanos, como a mí; a él oiréis en todas las cosas que os hable;

23 y toda alma que no oiga a aquel profeta, será totalmente exterminada del pueblo.

24 Y todos los profetas desde Samuel en adelante, cuantos han hablado, también han anunciado estos días.

25 Vosotros sois los hijos de los profetas, y del pacto que Dios hizo con nuestros padres, diciendo a Abraham: Y en tu simiente serán benditas todas las familias de la tierra.

26 Dios ha resucitado a su Siervo, en primer lugar para vosotros; y lo ha enviado para bendeciros, haciendo que cada uno se convierta de sus maldades.

Pedro y Juan ante el sanedrín

Mientras hablaban ellos al pueblo, vinieron sobre ellos los sacerdotes y el jefe de la guardia del templo, y los saduceos,

muy molestos de que enseñasen al pueblo, y anunciasen en Jesús la resurrección de entre los muertos.

Y les echaron mano, y los pusieron en la cárcel hasta el día siguiente, porque ya atardecía.

Pero muchos de los que habían oído la palabra, creyeron; y el número de los varones llegó a ser de unos cinco mil.

Aconteció al día siguiente, que se reunieron en Jerusalén los gobernantes, los ancianos y los escribas,

y el sumo sacerdote Anás, y Caifás y Juan y Alejandro, y todos los que eran del linaje de los sumos sacerdotes;

y poniéndoles en medio, les preguntaban: ¿Con qué clase de poder, o en qué nombre, habéis hecho vosotros esto?

Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les dijo: Gobernantes del pueblo, y ancianos de Israel:

Puesto que hoy se nos interroga acerca del beneficio hecho a un hombre enfermo, en virtud de quién ha sido éste sanado,

10 sabedlo todos vosotros, y todo el pueblo de Israel, que en el nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de los muertos, por él este hombre está en vuestra presencia sano.

11 Este Jesús es la piedra desechada por vosotros los constructores, la cual ha venido a ser piedra angular.

12 Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.

13 Entonces, viendo el denuedo de Pedro y de Juan, y dándose cuenta de que eran hombres sin letras y del vulgo, se maravillaban; y les reconocían que habían estado con Jesús.

14 Y viendo al hombre que había sido sanado, que estaba en pie con ellos, no tenían nada que replicar.

15 Entonces les ordenaron que saliesen del sanedrín; y conferenciaban entre sí,

16 diciendo: ¿Qué haremos con estos hombres? Porque de cierto, una señal notoria ha sido hecha por medio de ellos, manifiesta a todos los que moran en Jerusalén, y no lo podemos negar.

17 Pero, a fin de que no se divulgue más entre el pueblo, amenacémosles para que no hablen de aquí en adelante a hombre alguno en este nombre.

18 Y llamándolos, les intimaron que en ninguna manera pronunciasen palabra ni enseñasen en el nombre de Jesús.

19 Mas Pedro y Juan respondieron diciéndoles: Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros más bien que a Dios;

20 porque no podemos menos de decir lo que hemos visto y oído.

21 Ellos entonces les amenazaron y les soltaron, no hallando motivo para castigarles, por causa del pueblo; porque todos glorificaban a Dios por lo que había acontecido,

22 ya que el hombre en quien se había hecho este milagro de sanidad, tenía más de cuarenta años.

Oración pidiendo confianza y valor

23 Y puestos en libertad, vinieron a los suyos y contaron todo lo que los principales sacerdotes y los ancianos les habían dicho.

24 Y ellos, al oírlo, alzaron unánimes la voz a Dios, y dijeron: Soberano Señor, tú eres el Dios que hiciste el cielo, la tierra y el mar, y todo lo que en ellos hay;

25 que por boca de David tu siervo dijiste:

¿A qué fin se amotinan las gentes,
Y los pueblos piensan cosas vanas?
26 Acudieron los reyes de la tierra,
Y los príncipes se coaligaron
Contra el Señor, y contra su Cristo.

27 Porque verdaderamente se aliaron en esta ciudad contra tu santo Siervo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel,

28 para hacer cuanto tu mano y tu designio habían predestinado que sucediera.

29 Y en lo de ahora, Señor, fíjate en sus amenazas, y concede a tus siervos que con todo denuedo hablen tu palabra,

30 mientras extiendes tu mano para que se hagan sanidades y señales y prodigios mediante el nombre de tu santo Siervo Jesús.

31 Cuando acabaron de orar, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios.

Todas las cosas en común

32 Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ni uno solo decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común.

33 Y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia había sobre todos ellos.

34 Así que no había entre ellos ningún necesitado; porque todos los que poseían heredades o casas, las vendían, y traían el precio de lo vendido,

35 y lo ponían a los pies de los apóstoles; y se repartía a cada uno según su necesidad.

36 Entonces José, a quien los apóstoles le pusieron por sobrenombre Bernabé (que traducido es, Hijo de consolación), levita, natural de Chipre,

37 como poseía un campo, lo vendió y trajo el precio y lo puso a los pies de los apóstoles.

Ananías y Safira

Pero cierto hombre llamado Ananías, con Safira su mujer, vendió una heredad,

y se quedó con parte del precio, sabiéndolo también su mujer; y trayendo sólo una parte, la puso a los pies de los apóstoles.

Y dijo Pedro: Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo, y te quedases con parte del precio de la heredad?

Reteniéndola, ¿no se te quedaba a ti?; y vendida, ¿no estaba en tu poder? ¿Por qué pusiste esto en tu corazón? No has mentido a los hombres, sino a Dios.

Al oír Ananías estas palabras, cayó y expiró. Y vino un gran temor sobre todos los que lo oyeron.

Y levantándose los jóvenes, lo envolvieron, y sacándolo, lo sepultaron.

Pasado un lapso como de tres horas, sucedió que entró su mujer, no sabiendo lo que había acontecido.

Entonces Pedro le preguntó: Dime, ¿vendisteis en tanto la heredad? Y ella dijo: Sí, en tanto.

Y Pedro le dijo: ¿Por qué os pusisteis de acuerdo para tentar al Espíritu del Señor? He aquí a la puerta los pies de los que han sepultado a tu marido, y te sacarán a ti.

10 Al instante ella cayó a los pies de él, y expiró; y cuando entraron los jóvenes, la hallaron muerta; y la sacaron, y la sepultaron junto a su marido.

11 Y vino gran temor sobre toda la iglesia, y sobre todos los que oían estas cosas.

Muchas señales y maravillas

12 Y por manos de los apóstoles se hacían muchas señales y prodigios en el pueblo; y estaban todos unánimes en el pórtico de Salomón.

13 De los demás, ninguno se atrevía a juntarse con ellos; pero el pueblo los alababa grandemente.

14 Y cada vez se adherían al Señor más creyentes, gran número así de hombres como de mujeres;

15 tanto que sacaban los enfermos a las calles, y los ponían en lechos y camillas, para que al pasar Pedro, a lo menos su sombra cubriese a alguno de ellos.

16 Y aun de las ciudades circunvecinas de Jerusalén venían muchos, trayendo enfermos y atormentados de espíritus inmundos; y todos eran sanados.

Arresto y liberación de Pedro y Juan

17 Entonces, levantándose el sumo sacerdote y todos los que estaban con él, esto es, la secta de los saduceos, se llenaron de celos;

18 y echaron mano a los apóstoles y los pusieron en la cárcel pública.

19 Mas un ángel del Señor, abrió de noche las puertas de la cárcel y, sacándolos, dijo:

20 Id, y puestos en pie en el templo, hablad al pueblo todas las palabras de esta vida.

21 Habiendo oído esto, entraron al amanecer en el templo, y enseñaban. Entretanto, se presentaron el sumo sacerdote y los que estaban con él, y convocaron al sanedrín y a todos los ancianos de los hijos de Israel, y enviaron a la cárcel para que fuesen traídos.

22 Pero cuando llegaron los alguaciles, no los hallaron en la cárcel; entonces volvieron e informaron,

23 diciendo: Por cierto, hemos hallado la cárcel cerrada con toda seguridad, y los guardias afuera de pie ante las puertas; mas cuando abrimos, a nadie hallamos dentro.

24 Cuando oyeron estas palabras el sumo sacerdote y el jefe de la guardia del templo y los principales sacerdotes, se preguntaban perplejos en qué vendría a parar aquello.

25 Pero se presentó uno, que les dio esta noticia: He aquí, los varones que pusiste en la cárcel están en pie en el templo, y enseñan al pueblo.

26 Entonces fue el jefe de la guardia con los alguaciles, y los trajo sin violencia, porque temían ser apedreados por el pueblo.

27 Cuando los trajeron, los presentaron en el sanedrín, y el sumo sacerdote les preguntó,

28 diciendo: ¿No os mandamos estrictamente que no enseñaseis en ese nombre? Y ahora habéis llenado a Jerusalén de vuestra enseñanza, y queréis hacer recaer sobre nosotros la sangre de ese hombre.

29 Respondiendo Pedro y los apóstoles, dijeron: Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres.

30 El Dios de nuestros padres levantó a Jesús, a quien vosotros matasteis colgándole en un madero.

31 A éste, Dios ha exaltado con su diestra por Jefe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados.

32 Y nosotros somos testigos suyos de estas cosas, y también el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que le obedecen.

33 Ellos, oyendo esto, se sentían heridos en lo más vivo y querían matarlos.

34 Entonces, levantándose en el sanedrín un fariseo llamado Gamaliel, doctor de la ley, venerado de todo el pueblo, mandó que sacasen fuera por un momento a los apóstoles,

35 y luego les dijo: Varones israelitas, tened cuidado de lo que vais a hacer respecto a estos hombres.

36 Porque antes de estos días se levantó Teudas, diciendo que era alguien. A éste se unió un número como de cuatrocientos hombres; pero él fue muerto, y todos los que le obedecían fueron dispersados y quedaron en nada.

37 Después de éste, se levantó Judas el galileo, en los días del censo, y llevó en pos de sí a bastante gente. Pereció también él, y todos los que le obedecían fueron dispersados.

38 Y en lo de ahora, os digo: Apartaos de estos hombres, y dejadlos en paz; porque si este plan o esta obra es de los hombres, se desvanecerá;

39 mas si es de Dios, no la podréis destruir; no sea que os encontréis luchando contra Dios.

40 Y fueron persuadidos por él; y llamando a los apóstoles, después de azotarlos, les intimaron que no hablasen en el nombre de Jesús, y los pusieron en libertad.

41 Y ellos salieron de la presencia del sanedrín, gozosos de haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre.

42 Y todos los días, en el templo y por las casas, no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo.

Elección de siete diáconos

En aquellos días, al aumentar el número de los discípulos, hubo murmuración de los griegos contra los hebreos, de que las viudas de aquéllos eran desatendidas en la distribución diaria.

Entonces los doce convocaron a la multitud de los discípulos, y dijeron: No es conveniente que nosotros dejemos la palabra de Dios, para servir a las mesas.

Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos de este trabajo.

Y nosotros nos dedicaremos asiduamente a la oración y al ministerio de la palabra.

Agradó la propuesta a toda la multitud; y eligieron a Esteban, varón lleno de fe y del Espíritu Santo, a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Pármenas, y a Nicolás prosélito de Antioquía;

a los cuales presentaron ante los apóstoles, quienes, después de orar, les impusieron las manos.

Y crecía la palabra del Señor, y el número de los discípulos se multiplicaba en gran manera en Jerusalén; también muchos de los sacerdotes obedecían a la fe.

Reina Valera Revisada (RVR1977)

Texto bíblico tomado de La Santa Biblia, Reina Valera Revisada® RVR® Copyright © 2017 por HarperCollins Christian Publishing® Usado con permiso. Reservados todos los derechos en todo el mundo.