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Bible in 90 Days

An intensive Bible reading plan that walks through the entire Bible in 90 days.
Duration: 88 days
Reina Valera Revisada (RVR1977)
Version
Hechos 16:38-28:16

38 Y los alguaciles hicieron saber estas palabras a los magistrados, los cuales tuvieron miedo al oír que eran romanos.

39 Y viniendo, les rogaron; y sacándolos, les pidieron que salieran de la ciudad.

40 Entonces, saliendo de la cárcel, entraron en casa de Lidia, y habiendo visto a los hermanos, los consolaron, y se fueron.

Alboroto en Tesalónica

17 Después de pasar por Anfípolis y Apolonia, llegaron a Tesalónica, donde había una sinagoga de los judíos.

Y Pablo, como acostumbraba, fue a ellos, y por tres sábados discutió con ellos, basándose en las Escrituras,

explicando y demostrando que era necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos; y que Jesús, a quien yo os anuncio, decía él, es el Cristo.

Y algunos de ellos creyeron, y se juntaron con Pablo y con Silas; y de los griegos piadosos gran número, y mujeres principales no pocas.

Entonces los judíos que no creían, teniendo celos, tomaron consigo a algunos hombres malvados de la plaza, y juntando una turba, alborotaron la ciudad; y asaltando la casa de Jasón, procuraban sacarlos al pueblo.

Pero no hallándolos, trajeron a Jasón y a algunos hermanos ante las autoridades de la ciudad, gritando: Estos que han revolucionado el mundo entero también han venido acá;

a los cuales Jasón ha recibido; y todos éstos contravienen los decretos de César, diciendo que hay otro rey, Jesús.

Y alborotaron al pueblo y a las autoridades de la ciudad, que oían estas cosas.

Pero obtenida fianza de Jasón y de los demás, los soltaron.

Pablo y Silas en Berea

10 Inmediatamente, los hermanos enviaron de noche a Pablo y a Silas hasta Berea. Y ellos, habiendo llegado, entraron en la sinagoga de los judíos.

11 Y éstos eran más nobles que los de Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así.

12 Así que creyeron muchos de ellos, y mujeres griegas de distinción, y no pocos hombres.

13 Cuando los judíos de Tesalónica se enteraron de que también en Berea era anunciada la palabra de Dios por Pablo, fueron allá, y también alborotaron a las multitudes.

14 Pero los hermanos hicieron salir a Pablo a toda prisa para que se fuese hasta la costa; y Silas y Timoteo se quedaron allí.

15 Y los que se habían encargado de conducir a Pablo, le llevaron a Atenas; y habiendo recibido orden para Silas y Timoteo, de que viniesen a él lo más pronto que pudiesen, salieron.

Pablo en Atenas

16 Mientras Pablo los esperaba en Atenas, su espíritu se indignaba al contemplar la ciudad entregada a la idolatría.

17 Así que discutía en la sinagoga con los judíos y con los temerosos de Dios, y en la plaza cada día con los que allí se encontraban.

18 Y algunos filósofos de los epicúreos y de los estoicos disputaban con él; y unos decían: ¿Qué querrá decir este charlatán? Y otros: Parece que es predicador de divinidades extrañas; porque les predicaba el evangelio de Jesús, y de la resurrección.

19 Y tomándole, le trajeron al Areópago, diciendo: ¿Podemos saber qué es esta nueva enseñanza de que hablas?

20 Pues traes a nuestros oídos cosas extrañas. Queremos, pues, saber qué quiere decir esto.

21 (Porque todos los atenienses y los extranjeros residentes allí, en ninguna otra cosa se interesaban sino en decir o en oír las últimas novedades.)

22 Entonces Pablo, puesto en pie en medio del Areópago, dijo: Varones atenienses, en todo observo que sois extremadamente religiosos;

23 porque mientras pasaba y observaba los objetos de vuestra adoración, hallé también un altar en el cual estaba esta inscripción: AL DIOS DESCONOCIDO. Al que vosotros adoráis, pues, sin conocerle, a ése os vengo a anunciar.

24 El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que hay en él, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos humanas,

25 ni es servido por manos de hombres, como si necesitase de algo; pues él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas.

26 Y de una misma sangre ha hecho toda nación de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de las estaciones, y las fronteras de sus lugares de residencia;

27 para que busquen a Dios, si tal vez, palpando, pueden hallarle, aunque ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros.

28 Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos; como algunos de vuestros propios poetas también han dicho: Porque somos también linaje suyo.

29 Siendo, pues, linaje de Dios, no debemos pensar que la Divinidad sea semejante a oro, o plata, o piedra, escultura de arte y de imaginación de hombres.

30 Por tanto, Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan;

31 por cuanto ha establecido un día en el cual va a juzgar al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos.

32 Pero cuando oyeron lo de la resurrección de los muertos, unos se burlaban, y otros decían: Ya te oiremos acerca de esto otra vez.

33 Y así salió Pablo de en medio de ellos.

34 Mas algunos hombres se unieron a él y creyeron; entre los cuales estaban también Dionisio el areopagita, una mujer llamada Dámaris, y otros con ellos.

Pablo en Corinto

18 Después de estas cosas, Pablo se marchó de Atenas y fue a Corinto.

Y halló a un judío llamado Aquila, natural del Ponto, recién venido de Italia con Priscila su mujer, por cuanto Claudio había ordenado que todos los judíos saliesen de Roma. Se acercó a ellos,

y como era del mismo oficio, se quedó con ellos, y trabajaban juntos, pues el oficio de ellos era hacer tiendas.

Y discutía en la sinagoga todos los sábados, y persuadía a judíos y a griegos.

Y cuando Silas y Timoteo vinieron de Macedonia, Pablo estaba entregado por entero a la predicación de la palabra, testificando solemnemente a los judíos que Jesús era el Cristo.

Pero oponiéndose y blasfemando ellos, les dijo, sacudiéndose los vestidos: Vuestra sangre sea sobre vuestra propia cabeza; yo soy limpio; desde ahora me iré a los gentiles.

Y pasando de allí, se fue a la casa de uno llamado Justo, temeroso de Dios, la cual estaba junto a la sinagoga.

Y Crispo, el principal de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su casa; y muchos de los corintios, oyendo, creían y eran bautizados.

Entonces el Señor dijo a Pablo por medio de una visión en la noche: No temas, sino habla, y no calles;

10 porque yo estoy contigo, y ninguno pondrá sobre ti la mano para hacerte mal, porque yo tengo mucho pueblo en esta ciudad.

11 Y se estableció allí por un año y seis meses, enseñándoles la palabra de Dios.

12 Pero siendo Galión procónsul de Acaya, los judíos se levantaron de común acuerdo contra Pablo, y le llevaron al tribunal,

13 diciendo: Éste persuade a los hombres a honrar a Dios contra la ley.

14 Y cuando Pablo iba a abrir la boca, Galión dijo a los judíos: Si se tratara de alguna injusticia o de algún crimen depravado, oh judíos, yo os toleraría conforme a derecho.

15 Pero si son cuestiones de palabras, y de nombres, y de vuestra ley, vedlo vosotros; porque yo no quiero ser juez de estas cosas.

16 Y los echó del tribunal.

17 Entonces todos los griegos, apoderándose de Sóstenes, principal de la sinagoga, le golpeaban delante del tribunal; pero Galión no hacía caso de nada de esto.

18 Mas Pablo, habiéndose quedado aún muchos días allí, después se despidió de los hermanos y se embarcó hacia Siria, y con él Priscila y Aquila, habiéndose rapado la cabeza en Cencrea, porque tenía hecho voto.

19 Y llegó a Éfeso, y a ellos los dejó allí; mas él, entrando en la sinagoga, discutía con los judíos,

20 los cuales le rogaban que se quedase con ellos por más tiempo; mas no accedió,

21 sino que se despidió de ellos, diciendo: Es menester que en todo caso yo guarde en Jerusalén la fiesta que viene; pero volveré a vosotros otra vez, si Dios quiere. Y zarpó de Éfeso.

Pablo regresa a Antioquía y comienza su tercer viaje misionero

22 Habiendo arribado a Cesarea, subió para saludar a la iglesia, y luego descendió a Antioquía.

23 Y después de estar allí algún tiempo, salió, recorriendo por orden la región de Galacia y de Frigia, fortaleciendo a todos los discípulos.

Apolos predica en Éfeso

24 Llegó entonces a Éfeso un judío llamado Apolos, natural de Alejandría, varón elocuente, poderoso en las Escrituras.

25 Éste había sido instruido en el camino del Señor; y siendo de espíritu fervoroso, hablaba y enseñaba diligentemente lo concerniente al Señor, aunque solamente conocía el bautismo de Juan.

26 Y comenzó a hablar con denuedo en la sinagoga; pero cuando le oyeron Priscila y Aquila, le tomaron aparte y le expusieron más exactamente el camino de Dios.

27 Y queriendo él pasar a Acaya, los hermanos le animaron, y escribieron a los discípulos que le recibiesen; y llegado él allá, fue de gran provecho a los que por medio de la gracia habían creído;

28 porque vigorosamente refutaba en público a los judíos, demostrando por medio de las Escrituras que Jesús era el Cristo.

Pablo en Éfeso

19 Aconteció que mientras Apolos estaba en Corinto, Pablo, después de recorrer las regiones altas, vino a Éfeso, y hallando a ciertos discípulos,

les dijo: ¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis? Y ellos le dijeron: Ni siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo.

Entonces dijo: ¿En qué, pues, fuisteis bautizados? Ellos dijeron: En el bautismo de Juan.

Dijo Pablo: Juan bautizó con bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyesen en aquel que vendría después de él, esto es, en Jesús el Cristo.

Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús.

Y habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas, y profetizaban.

Eran en total unos doce hombres.

Y entrando Pablo en la sinagoga, hablaba con denuedo por espacio de tres meses, discutiendo y persuadiendo acerca del reino de Dios.

Pero como algunos se endurecían y se volvían desobedientes, hablando mal del Camino delante de la multitud, se apartó Pablo de ellos y separó a los discípulos, discutiendo cada día en la escuela de uno llamado Tiranno.

10 Esto continuó por espacio de dos años, de manera que todos los que habitaban en Asia, judíos y griegos, oyeron la palabra del Señor Jesús.

11 Y Dios hacía milagros extraordinarios por manos de Pablo,

12 de tal manera que aun aplicaban a los enfermos los paños o delantales que habían estado en contacto con su cuerpo, y las enfermedades se iban de ellos, y los espíritus malos salían.

13 Pero algunos de los exorcistas ambulantes judíos, intentaron invocar el nombre del Señor Jesús sobre los que tenían espíritus malos, diciendo: Os conjuro por Jesús, el que predica Pablo.

14 Había siete hijos de un tal Esceva, judío, jefe de los sacerdotes, que hacían esto.

15 Pero respondiendo el espíritu malo, dijo: A Jesús conozco, y sé quién es Pablo; pero vosotros, ¿quiénes sois?

16 Y el hombre en quien estaba el espíritu malo se lanzó de un salto sobre ellos y, dominándolos, pudo más que ellos, de tal manera que huyeron de aquella casa desnudos y cubiertos de heridas.

17 Y esto fue conocido por todos los que habitaban en Éfeso, así judíos como griegos; y cayó temor sobre todos ellos, y era magnificado el nombre del Señor Jesús.

18 Y muchos de los que habían creído venían, confesando y dando cuenta de las cosas que practicaban.

19 Y muchos de los que habían practicado la magia trajeron los libros y los quemaron delante de todos; y hecha la cuenta de su precio, hallaron que era cincuenta mil piezas de plata.

20 Así crecía y se robustecía poderosamente la palabra del Señor.

21 Pasadas estas cosas, Pablo tomó la decisión de ir a Jerusalén, después de recorrer Macedonia y Acaya, diciendo: Después que haya estado allí, debo visitar también Roma.

22 Y enviando a Macedonia a dos de los que le ayudaban, Timoteo y Erasto, él se quedó por algún tiempo en Asia.

Alboroto en Éfeso

23 Hubo por aquel tiempo un disturbio no pequeño acerca del Camino.

24 Porque un platero llamado Demetrio, que hacía templecillos de plata de Diana, proporcionaba no poca ganancia a los artífices;

25 a los cuales, reunidos con los obreros del mismo oficio, dijo: Varones, sabéis que de este oficio depende nuestra prosperidad;

26 pero veis y oís que este Pablo, no solamente en Éfeso, sino en casi toda Asia, ha persuadido y apartado a muchas gentes, diciendo que no son dioses los que se hacen con las manos.

27 Y no solamente hay peligro de que este nuestro negocio venga a desacreditarse, sino también que el templo de la gran diosa Diana sea estimado en nada, y vaya a ser despojada de su majestad, aquella a quien venera toda Asia, y el mundo entero.

28 Cuando oyeron estas cosas, se llenaron de ira, y gritaban, diciendo: ¡Grande es Diana de los efesios!

29 Y la ciudad se llenó de confusión, y a una se lanzaron al teatro, arrebatando a Gayo y a Aristarco, macedonios, compañeros de viaje de Pablo.

30 Y queriendo Pablo salir al pueblo, los discípulos no se lo permitieron.

31 Y también algunas de las autoridades de Asia, que eran amigos suyos, le enviaron recado, rogándole que no se presentase en el teatro.

32 Unos, pues, gritaban una cosa, y otros otra; porque la concurrencia estaba confusa, y los más no sabían por qué se habían reunido.

33 Y sacaron de entre la multitud a Alejandro, empujándole los judíos. Entonces Alejandro, pidiendo silencio con la mano, quería hablar en su defensa ante el pueblo.

34 Pero cuando le conocieron que era judío, todos a una voz gritaron casi por dos horas: ¡Grande es Diana de los efesios!

35 Entonces el secretario de la ciudad, cuando había apaciguado a la multitud, dijo: Varones efesios, ¿pues quién es el hombre que no sabe que la ciudad de los efesios es guardiana del templo de la gran diosa Diana, y de la imagen caída del cielo?

36 Puesto que esto es indiscutible, debéis calmaros y no hacer nada precipitadamente.

37 Porque habéis traído a estos hombres, sin ser sacrílegos ni blasfemadores de vuestra diosa.

38 Y si Demetrio y los artífices que están con él tienen pleito contra alguno, audiencias se conceden, y procónsules hay; acúsense los unos a los otros.

39 Y si demandáis alguna otra cosa, en legítima asamblea se puede decidir.

40 Porque además hay peligro de que seamos acusados de sedición por esto de hoy, no habiendo ninguna causa por la cual podamos dar razón de esta reunión tumultuosa.

41 Y habiendo dicho esto, despidió la asamblea.

Viaje de Pablo a Macedonia y Grecia

20 Después que cesó el tumulto, mandó llamar Pablo a los discípulos, y habiéndolos exhortado, se despidió y salió para ir a Macedonia.

Y después de recorrer aquellas regiones, y de exhortarles con abundancia de palabras, llegó a Grecia.

Después de haber estado allí tres meses, y habiendo tramado los judíos una conjura contra él, cuando iba a embarcarse para Siria, tomó la decisión de volver por Macedonia.

Y le acompañaron hasta Asia, Sópater de Berea, Aristarco y Segundo de Tesalónica, Gayo de Derbe y Timoteo; y de Asia, Tíquico y Trófimo.

Éstos, habiéndose adelantado, nos esperaron en Tróade.

Y nosotros, pasados los días de los panes sin levadura, navegamos desde Filipos, y en cinco días nos reunimos con ellos en Tróade, donde nos quedamos siete días.

Visita de despedida de Pablo en Tróade

El primer día de la semana, estando reunidos los discípulos para partir el pan, Pablo conversaba con ellos, habiendo de salir al día siguiente; y alargó el discurso hasta la medianoche.

Y había muchas lámparas en el aposento alto donde estaban reunidos;

y un joven llamado Eutico, que estaba sentado en la ventana, rendido de un sueño profundo, por cuanto Pablo alargaba su discurso, vencido del sueño, cayó del tercer piso abajo, y fue levantado muerto.

10 Entonces descendió Pablo y se echó sobre él, y abrazándole, dijo: No os alarméis, pues está vivo.

11 Después de haber subido, y partido el pan y comido, habló largamente hasta el alba; y así salió.

12 Y llevaron al joven vivo, y fueron grandemente consolados.

Viaje de Tróade a Mileto

13 Nosotros, adelantándonos a embarcarnos, navegamos a Asón para recoger allí a Pablo, ya que así lo había dispuesto, queriendo él ir por tierra.

14 Cuando se reunió con nosotros en Asón, tomándole a bordo, vinimos a Mitilene.

15 Navegando de allí, al día siguiente llegamos delante de Quío, y al otro día cruzamos hasta Samos; y habiendo hecho escala en Trogilio, al día siguiente llegamos a Mileto.

16 Porque Pablo había decidido pasar de largo por Éfeso, para no detenerse en Asia, pues se apresuraba por estar el día de Pentecostés, si le fuese posible, en Jerusalén.

Discurso de despedida de Pablo en Mileto

17 Enviando, pues, desde Mileto a Éfeso, hizo llamar a los ancianos de la iglesia.

18 Cuando se presentaron a él, les dijo: Vosotros sabéis bien cómo me he comportado entre vosotros todo el tiempo, desde el primer día que entré en Asia,

19 sirviendo al Señor con toda humildad, y con muchas lágrimas, y pruebas que me han venido por las asechanzas de los judíos;

20 cómo no me retraje de anunciaros nada que fuese útil y de enseñaros, públicamente y por las casas,

21 testificando solemnemente a judíos y a gentiles acerca del arrepentimiento para con Dios, y de la fe en nuestro Señor Jesucristo.

22 Y ahora, he aquí que yo, encadenado en el espíritu, voy a Jerusalén, sin saber lo que allá me acontecerá;

23 salvo que el Espíritu Santo por todas las ciudades me da testimonio solemne, diciendo que me esperan cadenas y tribulaciones.

24 Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar solemne testimonio del evangelio de la gracia de Dios.

25 Y ahora, he aquí que yo sé que ninguno de todos vosotros, entre quienes he pasado predicando el reino de Dios, verá más mi rostro.

26 Por tanto, yo os pongo por testigos en el día de hoy, de que estoy limpio de la sangre de todos;

27 porque no he rehuido anunciaros todo el consejo de Dios.

28 Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por supervisores, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él adquirió para sí por medio de su propia sangre.

29 Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño.

30 Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos.

31 Por tanto, velad, recordando que, por tres años, de noche y de día, no he cesado de amonestar con lágrimas a cada uno.

32 Y ahora, hermanos, os encomiendo a Dios, y a la palabra de su gracia, que tiene poder para sobreedificaros y daros herencia con todos los santificados.

33 Ni plata ni oro ni vestido de nadie he codiciado.

34 Antes bien, vosotros mismos sabéis que para lo que me ha sido necesario a mí y a los que están conmigo, estas manos me han servido.

35 En todo os he mostrado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir.

36 Y dicho esto, se puso de rodillas, y oró con todos ellos.

37 Entonces hubo gran llanto de todos; y echándose al cuello de Pablo, le besaban afectuosamente.

38 afligidos en gran manera por la palabra que había dicho, de que no verían más su rostro. Y le acompañaron al barco.

Viaje de Pablo a Jerusalén

21 Después de separarnos de ellos, zarpamos y fuimos con rumbo directo a Cos, y al día siguiente a Rodas, y de allí a Pátara.

Y hallando un barco que pasaba a Fenicia, nos embarcamos, y zarpamos.

Al avistar Chipre, dejándola a mano izquierda, navegamos hacia Siria, y arribamos a Tiro, porque el barco había de descargar allí.

Y después de hallar a los discípulos, nos quedamos allí siete días; y ellos decían a Pablo por medio del Espíritu, que no subiese a Jerusalén.

Cumplidos aquellos días, salimos, acompañándonos todos, con sus mujeres e hijos, hasta fuera de la ciudad; y puestos de rodillas en la playa, oramos.

Y tras despedirnos los unos de los otros, subimos al barco, y ellos se volvieron a sus casas.

Y nosotros completamos la navegación, saliendo de Tiro y arribando a Tolemaida; y habiendo saludado a los hermanos, nos quedamos con ellos un día.

Al otro día, saliendo Pablo y los que con él estábamos, fuimos a Cesarea; y entrando en casa de Felipe el evangelista, que era uno de los siete, nos hospedamos en su casa.

Éste tenía cuatro hijas doncellas que profetizaban.

10 Y permaneciendo nosotros allí bastantes días, descendió de Judea un profeta llamado Agabo,

11 quien viniendo a vernos, tomó el cinto de Pablo, y atándose los pies y las manos, dijo: Esto dice el Espíritu Santo: Así atarán los judíos en Jerusalén al varón de quien es este cinto, y le entregarán en manos de los gentiles.

12 Al oír esto, le rogamos, tanto nosotros como los de aquel lugar, que no subiese a Jerusalén.

13 Entonces Pablo respondió: ¿Qué hacéis llorando y quebrantándome el corazón? Porque yo estoy dispuesto no sólo a ser atado, sino también a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús.

14 Y como no se dejaba persuadir, desistimos, diciendo: Hágase la voluntad del Señor.

15 Después de esos días, hechos ya los preparativos, subimos a Jerusalén.

16 Y vinieron también con nosotros de Cesarea algunos de los discípulos, trayendo consigo a uno llamado Mnasón, de Chipre, discípulo antiguo, con quien nos hospedaríamos.

Arresto de Pablo en el templo

17 Cuando llegamos a Jerusalén, los hermanos nos recibieron con gozo.

18 Y al día siguiente Pablo entró con nosotros a ver a Jacobo, y se hallaban presentes todos los ancianos;

19 y después de haberles saludado, les contó una por una las cosas que Dios había hecho entre los gentiles por medio de su ministerio.

20 Cuando ellos lo oyeron, glorificaban a Dios, y le dijeron: Ya ves, hermano, cuántos miles y miles de judíos hay que han creído; y todos son celosos por la ley.

21 Pero se les ha informado en cuanto a ti, que enseñas a todos los judíos que están entre los gentiles a apostatar de Moisés, diciéndoles que no circunciden a sus hijos, ni observen las costumbres.

22 ¿Qué hacer, pues? La multitud se reunirá de cierto, porque oirán que has venido.

23 Haz, pues, esto que te decimos: Tenemos cuatro hombres que tienen obligación de cumplir un voto.

24 Tómalos contigo, purifícate con ellos, y paga sus gastos para que se rasuren la cabeza; y todos comprenderán que no hay nada de lo que se les informó acerca de ti, sino que tú también andas ordenadamente, guardando la ley.

25 Pero en cuanto a los gentiles que han creído, nosotros les hemos escrito determinando que no guarden nada de esto; solamente que se abstengan de lo sacrificado a los ídolos, de la sangre, de lo estrangulado y de fornicación.

26 Entonces Pablo tomó consigo a aquellos hombres, y al día siguiente, habiéndose purificado con ellos, entró en el templo, para notificar de la terminación de los días de la purificación, hasta que se presentase la ofrenda por cada uno de ellos.

27 Pero cuando estaban para cumplirse los siete días, unos judíos de Asia, al verle en el templo, alborotaron a toda la multitud y le echaron mano,

28 dando voces: ¡Varones israelitas, ayudadnos! Éste es el hombre que por todas partes enseña a todos contra el pueblo, la ley y este lugar; y además de esto, ha metido a griegos en el templo, y ha profanado este santo lugar.

29 Porque antes habían visto con él en la ciudad a Trófimo, de Éfeso, a quien pensaban que Pablo había metido en el templo.

30 Así que toda la ciudad se alborotó, y se agolpó el pueblo; y apoderándose de Pablo, le arrastraron fuera del templo, e inmediatamente cerraron las puertas.

31 Y procurando ellos matarle, se le avisó al tribuno de la compañía, que toda la ciudad de Jerusalén estaba alborotada.

32 Éste, tomando en seguida soldados y centuriones, bajó corriendo hacia ellos. Y cuando ellos vieron al tribuno y a los soldados, dejaron de golpear a Pablo.

33 Entonces, llegando el tribuno, le prendió y le mandó atar con dos cadenas, y preguntó quién era y qué había hecho.

34 Pero entre la multitud, unos gritaban una cosa, y otros otra; y como no podía averiguar los hechos con seguridad a causa del alboroto, mandó llevarle a la fortaleza.

35 Al llegar a las gradas, aconteció que tuvo que ser llevado a cuestas por los soldados a causa de la violencia de la multitud;

36 porque la muchedumbre del pueblo venía detrás, gritando: ¡Muera!

Defensa de Pablo ante el pueblo

37 Cuando estaban para meter a Pablo en la fortaleza, dijo al tribuno: ¿Se me permite decirte algo? Y él dijo: ¿Sabes griego?

38 ¿Entonces no eres tú aquel egipcio que levantó una sedición antes de estos días, y sacó al desierto aquellos cuatro mil terroristas?

39 Entonces dijo Pablo: Lo cierto es que yo soy un judío de Tarso, ciudadano de una ciudad no insignificante de Cilicia; y te ruego que me permitas hablar al pueblo.

40 Y cuando él se lo permitió, Pablo, estando en pie en las gradas, hizo señal con la mano al pueblo. Y hecho un gran silencio, habló en lengua hebrea, diciendo:

22 Varones hermanos y padres, oíd ahora mi defensa ante vosotros.

Y al oír que les hablaba en lengua hebrea, guardaron más silencio. Y él les dijo:

Yo de cierto soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero criado en esta ciudad, instruido a los pies de Gamaliel, estrictamente conforme a la ley de nuestros padres, celoso de Dios, como hoy lo sois todos vosotros.

Y perseguí este Camino hasta la muerte, prendiendo y entregando en cárceles, tanto a hombres como a mujeres;

como el sumo sacerdote también me es testigo, y todos los ancianos, de quienes también recibí cartas para los hermanos, y fui a Damasco para traer presos a Jerusalén también a los que estuviesen allí, para que fuesen castigados.

Pablo relata su conversión

Pero aconteció que cuando iba de camino, al llegar cerca de Damasco, como a mediodía, de repente me rodeó una gran luz del cielo;

y caí al suelo, y oí una voz que me decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?

Yo entonces respondí: ¿Quién eres, Señor? Y me dijo: Yo soy Jesús de Nazaret, a quien tú persigues.

Y los que estaban conmigo vieron la luz, ciertamente, y se espantaron; pero no entendieron la voz del que hablaba conmigo.

10 Y dije: ¿Qué haré, Señor? Y el Señor me dijo: Levántate, y ve a Damasco, y allí se te dirá todo lo que está ordenado que hagas.

11 Y como yo no veía a causa del resplandor de la luz, me llevaron de la mano los que estaban conmigo, y llegué a Damasco.

12 Entonces uno llamado Ananías, varón piadoso según la ley, que tenía buen testimonio de todos los judíos que allí habitaban,

13 vino hasta donde yo estaba, y acercándose, me dijo: Hermano Saulo, recobra la vista. Y yo en aquel mismo momento recobré la vista y lo miré.

14 Y él dijo: El Dios de nuestros padres te ha designado para que conozcas su voluntad, y veas al Justo, y oigas la voz de su boca.

15 Porque le serás testigo ante todos los hombres, de lo que has visto y oído.

16 Ahora, pues, ¿a qué esperas? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre.

Pablo es enviado a los gentiles

17 Y me aconteció, vuelto a Jerusalén, que orando en el templo me sobrevino un éxtasis.

18 Y le vi que me decía: Date prisa, y sal prontamente de Jerusalén; porque no recibirán tu testimonio acerca de mí.

19 Yo dije: Señor, ellos saben bien que yo encarcelaba y azotaba en todas las sinagogas a los que creían en ti;

20 y cuando se derramaba la sangre de Esteban tu testigo, yo mismo también estaba presente, y consentía en su muerte, y guardaba las ropas de los que le mataban.

21 Pero me dijo: Ve, porque yo te enviaré lejos a los gentiles.

Pablo en manos del tribuno

22 Y le escuchaban hasta esta palabra; entonces alzaron la voz, diciendo: Quita de la tierra a tal hombre, porque no conviene que viva.

23 Y como ellos gritaban y arrojaban sus ropas y lanzaban polvo al aire,

24 mandó el tribuno que le metiesen en la fortaleza, y ordenó que lo sometieran a los azotes, para averiguar por qué causa clamaban así contra él.

25 Pero cuando le estiraron con correas, Pablo dijo al centurión que estaba presente: ¿Os es lícito azotar a un ciudadano romano sin haber sido condenado?

26 Cuando el centurión oyó esto, fue y dio aviso al tribuno, diciendo: ¿Qué vas a hacer? Porque este hombre es ciudadano romano.

27 Vino el tribuno y le dijo: Dime, ¿eres tú ciudadano romano? Él dijo: Sí.

28 Respondió el tribuno: Yo con una gran suma adquirí esta ciudadanía. Entonces Pablo dijo: Pues yo la tengo de nacimiento.

29 Así que, en seguida se apartaron de él los que le iban a someter a tormento; y aun el tribuno tuvo miedo también, al conocer que era ciudadano romano, y que le había tenido atado con cadenas.

Pablo ante el sanedrín

30 Al día siguiente, queriendo averiguar de seguro la causa por la cual le acusaban los judíos, lo desató, y mandó venir a los principales sacerdotes y a todo el sanedrín, y sacando a Pablo, le presentó ante ellos.

23 Entonces Pablo, mirando fijamente al sanedrín, dijo: Varones hermanos, yo con toda buena conciencia me he comportado delante de Dios hasta el día de hoy.

El sumo sacerdote Ananías ordenó entonces a los que estaban junto a él, que le golpeasen en la boca.

Entonces Pablo le dijo: ¡Dios te va a golpear a ti, pared blanqueada! ¿Estás tú sentado para juzgarme conforme a la ley, y me mandas golpear quebrantando la ley?

Los que estaban presentes dijeron: ¿Al sumo sacerdote de Dios injurias?

Pablo dijo: No sabía, hermanos, que era el sumo sacerdote; pues escrito está: No injuriarás al jefe de tu pueblo.

Entonces Pablo, dándose cuenta de que una parte eran saduceos, y otra fariseos, alzó la voz en el sanedrín: Varones hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseo; se me juzga por esperar la resurrección de los muertos.

Cuando dijo esto, se produjo un altercado entre los fariseos y los saduceos, y la asamblea se dividió.

Porque los saduceos dicen que no hay resurrección, ni ángel, ni espíritu; pero los fariseos afirman todas estas cosas.

Y hubo un gran vocerío; y levantándose los escribas de la parte de los fariseos, se oponían enérgicamente, diciendo: Ningún mal hallamos en este hombre; ¿qué, si un espíritu le ha hablado, o un ángel? ¡No luchemos contra Dios!

10 Y al ir en aumento el altercado, el tribuno, teniendo temor de que Pablo fuese despedazado por ellos, mandó que bajase la tropa para sacarle de en medio de ellos, y llevarle a la fortaleza.

11 A la noche siguiente se le presentó el Señor y le dijo: Ten ánimo, Pablo, pues como has testificado de mí en Jerusalén, así es necesario que testifiques también en Roma.

Complot contra Pablo

12 Cuando se hizo de día, algunos de los judíos tramaron un complot y se comprometieron bajo juramento solemne, diciendo que no comerían ni beberían hasta que hubiesen dado muerte a Pablo.

13 Eran más de cuarenta los que habían hecho esta conjuración,

14 los cuales fueron a los principales sacerdotes y a los ancianos y dijeron: Nosotros nos hemos comprometido bajo juramento solemne, a no gustar nada hasta que hayamos dado muerte a Pablo.

15 Ahora pues, vosotros, con el sanedrín, requerid al tribuno que le traiga mañana ante vosotros, como que queréis indagar alguna cosa más minuciosamente acerca de él; y nosotros estaremos listos para matarle antes que llegue.

16 Mas el hijo de la hermana de Pablo, oyendo hablar de la emboscada, fue y entró en la fortaleza, y dio aviso a Pablo.

17 Pablo, llamando a uno de los centuriones, dijo: Lleva a este joven ante el tribuno, porque tiene cierto aviso que darle.

18 Él entonces, tomándole, le llevó al tribuno, y dijo: El preso Pablo me llamó y me rogó que trajese ante ti a este joven, que tiene algo que hablarte.

19 El tribuno, tomándole de la mano y llevándole aparte, le preguntó: ¿Qué es lo que tienes que comunicarme?

20 Él le dijo: Los judíos han convenido en rogarte que mañana lleves a Pablo ante el sanedrín, como que van a inquirir alguna cosa más minuciosa acerca de él.

21 Pero tú no les creas; porque más de cuarenta hombres de ellos le acechan, los cuales se han comprometido bajo juramento solemne, a no comer ni beber hasta que le hayan dado muerte; y ahora están listos aguardando el cumplimiento de tu promesa.

22 Entonces el tribuno despidió al joven, mandándole que a nadie informase de que le había dado aviso de esto.

Pablo es enviado a Félix el gobernador

23 Y llamando a dos centuriones, mandó que prepararan para la hora tercera de la noche doscientos soldados, setenta jinetes y doscientos lanceros, para que fuesen hasta Cesarea;

24 y que preparasen también cabalgaduras en las que, montando a Pablo, le llevasen en salvo a Félix el gobernador.

25 Y escribió una carta en estos términos:

26 Claudio Lisias al excelentísimo gobernador Félix: Salud.

27 A este hombre, aprehendido por los judíos, y al que iban ellos a matar, lo libré yo acudiendo con la tropa, al enterarme de que era ciudadano romano.

28 Y queriendo saber la causa por qué le acusaban, le llevé al sanedrín de ellos;

29 y hallé que le acusaban por cuestiones de la ley de ellos, pero que no tenía ningún delito digno de muerte o de prisión.

30 Pero al ser avisado de que los judíos habían preparado una emboscada contra este hombre, al punto le he enviado a ti, intimando también a los acusadores que presenten delante de ti lo que tengan contra él. Pásalo bien.

31 Y los soldados, tomando a Pablo como se les había ordenado, le llevaron de noche a Antípatris.

32 Y al día siguiente, dejando que los jinetes fuesen con él, volvieron a la fortaleza.

33 Cuando aquéllos llegaron a Cesarea, y entregaron la carta al gobernador, presentaron también a Pablo delante de él.

34 Y el gobernador, después de leer la carta, preguntó de qué provincia era; e informado de que era de Cilicia,

35 le dijo: Te atenderé cuando vengan tus acusadores. Y mandó que le custodiasen en el pretorio de Herodes.

Defensa de Pablo ante Félix

24 Cinco días después, descendió el sumo sacerdote Ananías con algunos de los ancianos y un cierto orador llamado Tértulo, y comparecieron ante el gobernador contra Pablo.

Y cuando éste fue llamado, Tértulo comenzó a acusarle, diciendo: Como debido a ti gozamos de gran paz, y muchas reformas son realizadas en beneficio de esta nación por tu prudencia,

oh excelentísimo Félix, lo reconocemos en todo tiempo y en todo lugar con toda gratitud.

Pero por no molestarte más largamente, te ruego que nos oigas brevemente conforme a tu equidad.

Porque hemos hallado que este hombre es una plaga, y promotor de sediciones entre todos los judíos por todo el mundo, y cabecilla de la secta de los nazarenos.

Intentó también profanar el templo; y después de prenderle, quisimos juzgarle conforme a nuestra ley.

Pero se presentó el tribuno Lisias, y con gran violencia le quitó de nuestras manos,

mandando a sus acusadores que viniesen a ti. Tú mismo, pues, si le interrogas, podrás informarte de todas estas cosas de que le acusamos.

Los judíos también se unían a la acusación, asegurando que las cosas eran así.

10 Habiéndole hecho señal el gobernador a Pablo para que hablase, éste respondió: Porque bien sé que desde hace muchos años eres juez de esta nación, haré mi defensa con buen ánimo.

11 Como tú puedes cerciorarte, no hace más de doce días que subí a Jerusalén a adorar;

12 y ni en el templo, ni en las sinagogas, ni en la ciudad me hallaron disputando con ninguno, ni amotinando a la multitud;

13 ni te pueden probar las cosas de que ahora me acusan.

14 Pero esto te confieso, que según el Camino que ellos llaman secta, así doy culto al Dios de mis padres creyendo todas las cosas que están escritas en la ley y en los profetas;

15 teniendo esperanza en Dios, la cual ellos mismos también abrigan, de que ha de haber resurrección de los muertos, tanto de justos como de injustos.

16 Y por esto, yo mismo me ejercito constantemente en conservar una conciencia irreprensible ante Dios y ante los hombres.

17 Pero pasados algunos años, vine a hacer limosnas a mi nación y a presentar ofrendas.

18 Estaba haciendo esto, cuando unos judíos de Asia me hallaron purificado en el templo, no con multitud ni con alboroto.

19 Ellos deberían comparecer ante ti y acusarme, si tienen algo contra mí.

20 O que digan estos mismos si hallaron en mí algún delito, cuando comparecí ante el sanedrín,

21 a no ser este solo grito que lancé estando en medio de ellos: Acerca de la resurrección de los muertos soy juzgado hoy por vosotros.

22 Entonces Félix, oídas estas cosas, estando mejor informado de este Camino, les dio largas, diciendo: Cuando descienda el tribuno Lisias, decidiré vuestro asunto.

23 Y mandó al centurión que se custodiase a Pablo, pero que se le concediese alguna libertad, y que no impidiese a ninguno de los suyos servirle o venir a él.

24 Algunos días después, viniendo Félix con Drusila su mujer, que era judía, llamó a Pablo, y le oyó acerca de la fe en Jesucristo.

25 Pero al disertar Pablo acerca de la justicia, del dominio propio y del juicio venidero, Félix se aterrorizó, y dijo: Vete por ahora; pero cuando tenga oportunidad te llamaré.

26 Esperaba también junto con esto, que Pablo le diera dinero para que le soltase; por lo cual le hacía llamar con frecuencia para conversar con él.

27 Pero al cabo de dos años recibió Félix por sucesor a Porcio Festo; y queriendo Félix congraciarse con los judíos, dejó preso a Pablo.

Pablo apela a César

25 Llegado, pues, Festo a la provincia, subió de Cesarea a Jerusalén tres días después.

Y los principales sacerdotes y los más influyentes de los judíos se presentaron ante él contra Pablo, y le rogaron,

pidiendo contra él, como un favor, que le hiciese traer a Jerusalén; preparando ellos una emboscada para matarle en el camino.

Pero Festo respondió que Pablo estaba custodiado en Cesarea, adonde él mismo partiría en breve.

Los que de vosotros puedan, dijo, desciendan conmigo, y si hay algún crimen en este hombre, acúsenle.

Y deteniéndose entre ellos no más de ocho o diez días, vino a Cesarea, y al día siguiente se sentó en el tribunal, y mandó que fuese traído Pablo.

Cuando éste llegó, lo rodearon los judíos que habían descendido de Jerusalén, presentando contra él muchas y graves acusaciones, las cuales no podían probar;

alegando Pablo en su defensa: Ni contra la ley de los judíos, ni contra el templo, ni contra César he pecado en nada.

Pero Festo, queriendo congraciarse con los judíos, respondiendo a Pablo dijo: ¿Quieres subir a Jerusalén, y allá ser juzgado de estas cosas delante de mí?

10 Pablo dijo: Ante el tribunal de César estoy, donde debo ser juzgado. A los judíos no les he hecho ningún agravio, como tú sabes muy bien.

11 Porque si he hecho algún agravio, o cosa alguna digna de muerte, no rehúso morir; pero si nada hay de las cosas de que éstos me acusan, nadie puede entregarme a ellos. A César apelo.

12 Entonces Festo, habiendo hablado con el consejo, respondió: A César has apelado; a César irás.

Pablo ante Agripa y Berenice

13 Pasados algunos días, el rey Agripa y Berenice vinieron a Cesarea para saludar a Festo.

14 Y como pasaban allí muchos días, Festo expuso al rey la causa de Pablo, diciendo: Un hombre ha sido dejado preso por Félix,

15 respecto al cual, cuando fui a Jerusalén, se me presentaron los principales sacerdotes y los ancianos de los judíos, pidiendo sentencia de condenación contra él.

16 Les respondí que no es costumbre de los romanos entregar alguno a la muerte antes que el acusado tenga delante a sus acusadores, y tenga la oportunidad de defenderse de los cargos.

17 Así que, después que ellos se reunieron aquí, sin ninguna dilación, al día siguiente, me senté en el tribunal y mandé traer al hombre.

18 Y cuando sus acusadores comparecieron, ningún cargo presentaron de los que yo sospechaba,

19 sino que tenían contra él ciertas cuestiones acerca de su propia religión, y de un cierto Jesús, ya muerto, del que Pablo afirmaba que está vivo.

20 Yo no sabía qué camino tomar para investigar tal caso, y le pregunté si quería ir a Jerusalén y ser juzgado allí de estas cosas.

21 Mas como Pablo apeló que se le reservase para la decisión del Augusto, mandé que le custodiasen hasta que yo le envíe a César.

22 Entonces Agripa dijo a Festo: Yo también querría oír a ese hombre. Y él le dijo: Mañana le oirás.

23 Al otro día, viniendo Agripa y Berenice con mucha pompa, y entrando en la audiencia con los tribunos y los hombres más importantes de la ciudad, por mandato de Festo fue traído Pablo.

24 Entonces Festo dijo: Rey Agripa, y todos los varones que estáis aquí juntos con nosotros, aquí tenéis a este hombre, respecto del cual toda la multitud de los judíos me ha demandado en Jerusalén y aquí, gritando que no debe vivir más.

25 Pero yo, hallando que no ha hecho ninguna cosa digna de muerte, y como él mismo apeló al Augusto, he determinado enviarle a él.

26 Como no tengo nada en concreto que escribir a mi señor sobre él, le he traído ante vosotros, y sobre todo ante ti, oh rey Agripa, para que después de examinarle, tenga yo qué escribir.

27 Porque me parece fuera de razón enviar un preso, y no indicar los cargos que haya en su contra.

Defensa de Pablo ante Agripa

26 Entonces Agripa dijo a Pablo: Se te permite hablar a tu favor. Pablo entonces, extendiendo la mano, comenzó así su defensa:

Me tengo por dichoso, oh rey Agripa, de que haya de defenderme hoy delante de ti de todas las cosas de que soy acusado por los judíos.

Sobre todo, porque tú conoces bien todas las costumbres y cuestiones que hay entre los judíos; por lo cual te ruego que me oigas con paciencia.

Vida pasada de Pablo

Mi vida, pues, desde mi juventud, la cual desde el principio pasé en mi nación, en Jerusalén, la saben todos los judíos;

los cuales me conocen desde mucho tiempo atrás, si quieren testificarlo, que conforme a la más rigurosa secta de nuestra religión, viví como fariseo.

Y ahora, por la esperanza de la promesa que hizo Dios a nuestros padres, estoy sometido a juicio;

promesa cuyo cumplimiento esperan alcanzar nuestras doce tribus, rindiendo culto constantemente a Dios de día y de noche. Por esta esperanza, oh rey Agripa, soy acusado por los judíos.

¡Qué! ¿Se juzga entre vosotros como cosa increíble el que Dios resucite a los muertos?

Pablo el perseguidor

Pues también yo había creído mi deber hacer muchas cosas contra el nombre de Jesús de Nazaret;

10 y esto es precisamente lo que hice en Jerusalén. Yo encerré en cárceles a muchos de los santos, habiendo recibido poderes de los principales sacerdotes; y cuando los mataban, yo di mi voto.

11 Y muchas veces, castigándolos en todas las sinagogas, los forzaba a blasfemar; y enfurecido sobremanera contra ellos, los perseguía hasta en las ciudades extranjeras.

Pablo relata su conversión

12 Ocupado en esto, iba yo a Damasco con poderes y comisión de los principales sacerdotes,

13 cuando a mediodía, oh rey, yendo por el camino, vi una luz del cielo que sobrepasaba al resplandor del sol, la cual me rodeó a mí y a los que iban conmigo.

14 Y habiendo caído todos nosotros en tierra, oí una voz que me hablaba, y decía en lengua hebrea: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Dura cosa te es dar coces contra el aguijón.

15 Yo entonces dije: ¿Quién eres, Señor? Y el Señor dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues.

16 Pero levántate, y ponte sobre tus pies; porque para esto me he aparecido a ti, para designarte ministro y testigo de las cosas que has visto, y de aquellas en que me apareceré a ti,

17 librándote de tu pueblo, y de los gentiles, a quienes ahora te envío,

18 para que abras sus ojos, a fin de que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados.

Pablo obedece a la visión

19 Por lo cual, oh rey Agripa, no fui rebelde a la visión celestial,

20 sino que anuncié primeramente a los que están en Damasco, y Jerusalén, y por toda la tierra de Judea, y a los gentiles, que se arrepintiesen y se convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento.

21 Por causa de esto los judíos, prendiéndome en el templo, intentaron matarme.

22 Pero habiendo obtenido auxilio de Dios, persevero hasta el día de hoy, dando testimonio a pequeños y a grandes, no diciendo nada fuera de las cosas que los profetas y Moisés dijeron que habían de suceder:

23 Que el Cristo había de padecer, y que siendo el primero de la resurrección de los muertos, iba a anunciar luz al pueblo y a los gentiles.

Pablo exhorta a Agripa a que crea

24 Al decir él estas cosas en su defensa, Festo dijo a gran voz: Estás loco, Pablo; las muchas letras te están llevando a la locura.

25 Mas él dijo: No estoy loco, excelentísimo Festo, sino que pronuncio palabras de verdad y de cordura.

26 Pues el rey sabe bien estas cosas, delante de quien también hablo con toda confianza. Porque no pienso que se le oculte nada de esto; pues no se ha hecho esto en un rincón.

27 ¿Crees, oh rey Agripa, a los profetas? Yo sé que crees.

28 Entonces Agripa dijo a Pablo: Por poco me persuades a hacerme cristiano.

29 Y Pablo dijo: ¡Quisiera Dios que por poco o por mucho, no solamente tú, sino también todos los que hoy me oyen, fueseis hechos tales cual yo soy, excepto estas cadenas!

30 Entonces se levantó el rey, y el gobernador, y Berenice, y los que se habían sentado con ellos;

31 y cuando se retiraron aparte, hablaban entre sí, diciendo: Ninguna cosa digna ni de muerte ni de prisión está practicando este hombre.

32 Y Agripa dijo a Festo: Podría este hombre ser puesto en libertad, si no hubiera apelado a César.

Pablo es enviado a Roma

27 Cuando se decidió que habíamos de navegar para Italia, entregaron a Pablo y a algunos otros presos a un centurión llamado Julio, de la compañía Augusta.

Y embarcándonos en una nave adramitena que estaba para zarpar hacia los puertos de Asia, nos hicimos a la mar, estando con nosotros Aristarco, macedonio de Tesalónica.

Al otro día llegamos a Sidón; y Julio, tratando humanamente a Pablo, le permitió que fuese a los amigos, para ser atendido por ellos.

Y haciéndonos a la vela desde allí, navegamos a sotavento de Chipre, porque los vientos eran contrarios.

Habiendo atravesado el mar frente a Cilicia y Panfilia, arribamos a Mira, ciudad de Licia.

Y hallando allí el centurión una nave alejandrina que zarpaba para Italia, nos embarcó en ella.

Navegando muchos días despacio, y llegando a duras penas frente a Gnído, como el viento no nos permitía más, navegamos a sotavento de Creta, frente a Salmona.

Y costeándola con dificultad, llegamos a un lugar que llaman Buenos Puertos, cerca del cual estaba la ciudad de Lasea.

Y habiendo pasado mucho tiempo, y siendo ya peligrosa la navegación, por haber pasado ya el ayuno, Pablo les amonestaba,

10 diciéndoles: Varones, veo que la navegación va a ser con perjuicio y mucha pérdida, no sólo del cargamento y de la nave, sino también de nuestras personas.

11 Pero el centurión daba más crédito al piloto y al patrón de la nave, que a lo que Pablo decía.

12 Y siendo el puerto inadecuado para invernar, la mayoría acordó zarpar también de allí, por si pudiesen arribar a Fénice, puerto de Creta que mira al sudoeste y noroeste, e invernar allí.

La tempestad en el mar

13 Y soplando una brisa del sur, pareciéndoles que ya habían conseguido su propósito, levaron anclas e iban costeando Creta.

14 Pero no mucho después dio contra la nave un viento huracanado llamado Euroclidón.

15 Y siendo arrastrada la nave, y no pudiendo poner proa al viento, nos abandonamos a él y nos dejamos llevar.

16 Y habiendo corrido a sotavento de una pequeña isla llamada Clauda, con dificultad pudimos hacernos con el esquife.

17 Y una vez subido a bordo, usaron de refuerzos para ceñir la nave; y teniendo temor de dar en la Sirte, arriaron las velas y quedaron a la deriva.

18 Pero siendo combatidos por una furiosa tempestad, al día siguiente empezaron a aligerar la nave,

19 y al tercer día con nuestras propias manos arrojamos los aparejos de la nave.

20 Y no apareciendo ni sol ni estrellas por muchos días, y acosados por una tempestad no pequeña, ya se fue perdiendo toda esperanza de salvarnos.

21 Entonces Pablo, como hacía ya mucho que no comíamos, puesto en pie en medio de ellos, dijo: Debíais, oh varones, haberme hecho caso, y no zarpar de Creta tan sólo para recibir este perjuicio y pérdida.

22 Pero ahora os exhorto a tener buen ánimo, pues no habrá ninguna pérdida de vida entre vosotros, sino solamente de la nave.

23 Porque esta noche ha estado conmigo el ángel del Dios de quien soy y a quien sirvo,

24 y me ha dicho: Pablo, no temas; es menester que comparezcas ante César; y mira, Dios te ha concedido todos los que navegan contigo.

25 Por tanto, oh varones, tened buen ánimo; porque yo confío en Dios que acontecerá exactamente como se me ha dicho.

26 Con todo, tenemos que encallar en cierta isla.

27 Cuando llegó la decimocuarta noche, y éramos llevados a través del mar Adriático, a la medianoche los marineros comenzaron a presentir que estaban cerca de tierra;

28 y echando la sonda, hallaron veinte brazas; y pasando un poco más adelante, volviendo a echar la sonda, hallaron quince brazas.

29 Y temiendo dar en escollos, echaron cuatro anclas por la popa, y ansiaban que se hiciese de día.

30 Pero como los marineros procuraban huir de la nave, y habían echado el esquife al mar, aparentando como que iban a tender las anclas de proa,

31 dijo Pablo al centurión y a los soldados: Si éstos no permanecen en la nave, vosotros no podéis salvaros.

32 Entonces los soldados cortaron las amarras del esquife y lo dejaron perderse.

33 Y hasta que empezó a hacerse de día, Pablo exhortaba a todos a que comiesen, diciendo: Éste es el decimocuarto día que veláis y permanecéis en ayunas, sin haber comido nada.

34 Por tanto, os ruego que comáis algo, porque es conveniente para vuestra salud; pues ni aun un cabello de la cabeza de ninguno de vosotros perecerá.

35 Y habiendo dicho esto, tomó el pan y dio gracias a Dios en presencia de todos, y partiéndolo, comenzó a comer.

36 Entonces todos, teniendo ya mejor ánimo, comieron también.

37 Y éramos todas las personas en la nave doscientas setenta y seis.

38 Y ya satisfechos, aligeraron la nave, echando el trigo al mar.

El naufragio

39 Cuando se hizo de día, no reconocían la tierra, pero divisaban una ensenada que tenía playa, en la cual acordaron varar la nave, si era posible.

40 Cortando, pues, las anclas, las dejaron en el mar, largando también las amarras de los timones; e izando al viento la vela de proa, enfilaron hacia la playa.

41 Pero dando en un escollo donde se encuentran dos corrientes, hicieron encallar la nave; y la proa se clavó y quedó inmóvil, mientras que la popa se abría con la violencia de las olas.

42 Entonces los soldados acordaron matar a los presos, para que ninguno se fugase nadando.

43 Pero el centurión, queriendo salvar a Pablo, les impidió este intento, y mandó que los que pudiesen nadar se echasen los primeros, y saliesen a tierra;

44 y los demás, parte en tablas, parte en varios objetos procedentes de la nave. Y así aconteció que todos llegamos a tierra sanos y salvos.

Pablo en la isla de Malta

28 Estando ya a salvo, supimos que la isla se llamaba Malta.

Y los naturales nos trataron con no poca humanidad; porque encendieron una hoguera, a causa de la lluvia que caía y del frío, y nos recibieron a todos.

Pero, al recoger Pablo algunas ramas secas y echarlas al fuego, salió una víbora, huyendo del calor, y se le prendió en la mano.

Cuando los naturales vieron la víbora colgando de su mano, se decían unos a otros: Ciertamente este hombre es un homicida, a quien, aunque ha escapado del mar, la Justicia no deja vivir.

Pero él, sacudiendo la víbora en el fuego, no sufrió ningún daño.

Ellos aguardaban a que comenzase a hincharse, o cayese muerto de repente; mas habiendo esperado mucho, y viendo que nada anormal le sucedía, cambiaron de parecer y decían que era un dios.

Cerca de aquellos lugares había propiedades del hombre principal de la isla, llamado Publio, quien nos recibió y hospedó amistosamente tres días.

Y aconteció que el padre de Publio estaba en cama, enfermo de fiebre y de disentería; y entró Pablo a verle, y después de haber orado, le impuso las manos, y le sanó.

Hecho esto, también los demás que en la isla tenían enfermedades, venían, y eran sanados;

10 los cuales también nos honraron con muchas atenciones; y cuando zarpamos, nos proveyeron de las cosas necesarias.

Continuación del viaje a Roma

11 Pasados tres meses, nos hicimos a la vela en una nave alejandrina que había invernado en la isla, la cual tenía por enseña a Cástor y Pólux.

12 Y llegados a Siracusa, nos quedamos allí tres días.

13 De allí, costeando alrededor, llegamos a Regio; y un día después, soplando el viento sur, llegamos al segundo día a Puteoli,

14 donde habiendo hallado hermanos, nos rogaron que nos quedásemos con ellos siete días; así llegamos a Roma,

15 y cuando los hermanos de allí tuvieron noticias de nosotros, salieron a recibirnos hasta el Foro de Apio y las Tres Tabernas; y al verlos, Pablo dio gracias a Dios y cobró ánimo.

16 Cuando llegamos a Roma, el centurión entregó los presos al prefecto militar, pero a Pablo se le permitió vivir aparte, con el soldado que le custodiaba.

Reina Valera Revisada (RVR1977)

Texto bíblico tomado de La Santa Biblia, Reina Valera Revisada® RVR® Copyright © 2017 por HarperCollins Christian Publishing® Usado con permiso. Reservados todos los derechos en todo el mundo.