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Bible in 90 Days

An intensive Bible reading plan that walks through the entire Bible in 90 days.
Duration: 88 days
Reina Valera Actualizada (RVA-2015)
Version
Lamentaciones 2:1 - Ezequiel 12:20

Segunda lamentaciónb

א Álef

¡Cómo ha cubierto de nubes el Señor, en su ira, a la hija de Sion!

Derribó del cielo a la tierra el esplendor de Israel.
No se acordó del estrado de sus pies
en el día de su ira.

ב Bet

Ha destruido el Señor todas las moradas de Jacob y no ha tenido compasión. En su indignación derribó las fortalezas de la hija de Judá.
Las echó por tierra; ha profanado
al reino y a sus príncipes.

ג Guímel

Ha cortado, en el ardor de su ira, todo el poder de Israel.
Ha retirado su mano derecha ante el enemigo.
Y se ha encendido contra Jacob como llamarada de fuego que devora
en derredor.

ד Dálet

Entesó cual enemigo su arco
y afirmó su mano derecha.
Como adversario, mató cuanto era hermoso a los ojos.
En la morada de la hija de Sion derramó su enojo como fuego.

ה Hei

Se ha portado el Señor como enemigo; ha destruido a Israel.
Ha destruido todos sus palacios;
ha arruinado sus fortalezas.
Ha multiplicado en la hija de Judá
el lamento y la lamentación.

ו Vav

Como a un huerto, trató con violencia a su enramada;
destruyó su lugar de reunión.
El SEÑOR ha hecho olvidar en Sion
las solemnidades y los sábados.
Y en el furor de su ira desechó al rey
y al sacerdote.

ז Zayin

Ha abandonado el Señor su altar;
ha menospreciado su santuario. Ha entregado en mano del enemigo los muros de sus palacios.
En la casa del SEÑOR hicieron resonar su voz como en un día
de fiesta solemne.

ח Jet

Determinó el SEÑOR destruir
el muro de la hija de Sion.
Extendió el cordel; no retrajo
su mano de destruir.
Ha envuelto en luto el antemuro
y el muro; a una fueron derribados.

ט Tet

Se hundieron sus puertas en la tierra;
él destruyó y rompió sus cerrojos.
Su rey y sus príncipes están entre
las naciones. ¡Ya no hay ley!Tampoco sus profetas han encontrado visión de parte del SEÑOR.

י Yod

10 Se sentaron en tierra y quedaron en
silencio los ancianos de la hija de Sion. Echaron polvo sobre su cabeza,
y se vistieron de cilicio.
Bajaron su cabeza a tierra las vírgenes
de Jerusalén.

כ Kaf

11 Se agotan mis ojos a causa de
las lágrimas; mis entrañas hierven.Mi corazón se derrama por tierra a causa de la ruina de la hija de mi pueblo, mientras el niño pequeño y el que mama desfallecen en las calles de la ciudad.

ל Lámed

12 A sus madres dicen:
“¿Dónde están el trigo y el vino?”, mientras desfallecen como heridos
en las calles de la ciudad,
mientras derraman sus vidas en el
regazo de sus madres.

מ Mem

13 ¿A qué te compararé?[a]. ¿A qué te haré
semejante, oh hija de Jerusalén? ¿A qué te haré igual a fin de consolarte, oh virgen hija de Sion?
Porque grande como el mar
es tu quebranto.
¿Quién te podrá sanar?

נ Nun

14 Tus profetas vieron para ti
visiones vanas y sin valor.
No expusieron tu pecado para así evitar tu cautividad,
sino que vieron para ti visiones proféticas vanas y engañosas.

ס Sámej

15 Aplaudían contra ti todos
los que pasaban por el camino. Silbaban y sacudían su cabeza ante la hija de Jerusalén, diciendo: “¿Es esta la ciudad de la cual decían que era perfecta en hermosura,
el gozo de toda la tierra?”.

פ Pe

16 Abrían su boca contra ti
todos tus enemigos.
Silbaban y rechinaban los dientes
diciendo: “¡La hemos destruido! Ciertamente este es el día que
esperábamos; ¡lo hemos alcanzado,
lo hemos visto!”.

ע Ayin

17 Ha hecho el SEÑOR lo que se había propuesto; ha ejecutado su palabra. Como lo había decretado desde tiempos antiguos, destruyó
y no tuvo compasión.
Ha hecho que el enemigo se alegre
a causa de ti; ha enaltecido el poder
de tus adversarios.

צ Tsade

18 Clama al Señor el corazón de ellos. Oh muralla de la hija de Sion, derrama lágrimas como arroyo de día y de noche. No te des tregua ni descansen
las niñas de tus ojos.

ק Qof

19 Levántate y da voces en la noche,
en el comienzo de las vigilias.
Derrama como agua tu corazón ante
la presencia del Señor.
Levanta hacia él tus manos
por la vida de tus pequeñitos,
que han desfallecido por el hambre
en las entradas de todas las calles.

ר Resh

20 Mira, oh SEÑOR, y ve a quién has tratado así:
¿Acaso las mujeres habían de comer
su propio fruto, a los pequeñitos de sus tiernos desvelos?
¿Acaso el sacerdote y el profeta habían de ser muertos en el santuario del Señor?

ש Shin

21 Yacen por tierra en las calles
los muchachos y los ancianos. Mis vírgenes y mis jóvenes
han caído a espada.
Mataste en el día de tu furor; degollaste y no tuviste compasión.

ת Tav

22 Has convocado asamblea como en día de fiesta solemne; temores hay por todas partes.
Y en el día del furor del SEÑOR
no hubo quien escapara
ni quien sobreviviera.
A los que cuidé y crié, mi enemigo
ha exterminado.

Tercera lamentacióna

א Álef

Yo soy el hombre que ha visto aflicción bajo el látigo de su indignación.

Él me ha guiado y conducido
en tinieblas y no en luz.
Ciertamente todo el día ha vuelto
y revuelto su mano contra mí.

ב Bet

Ha consumido mi carne y mi piel;
ha quebrantado mis huesos.
Edificó contra mí; me rodeó
de amargura y de duro trabajo.
En tinieblas me hizo habitar, como los muertos de antaño.

ג Guímel

Me bloquea por todos lados, de modo que no puedo salir; ha hecho pesadas mis cadenas.
Aun cuando grito y pido auxilio cierra sus oídos a mi oración.
Ha bloqueado mis caminos con piedras labradas; ha torcido mis senderos.

ד Dálet

10 Como un oso que acecha fue para mí, como un león en escondrijos.
11 Mis caminos torció, me rompió
en pedazos y me dejó desolado.
12 Entesó su arco y me puso
como blanco de la flecha.

ה Hei

13 Hizo penetrar en mis entrañas
las flechas de su aljaba.
14 Fui objeto de burla para todo mi pueblo; todo el día he sido su canción.
15 Me llenó de amarguras
y me empapó con ajenjo.

ו Vav

16 Quebró mis dientes con cascajo; me pisoteó en la ceniza.
17 Ha sido privada mi alma de la paz; me he olvidado de la felicidad.
18 Pensé: “Ha perecido mi fortaleza
y mi esperanza en el SEÑOR”.

ז Zayin

19 Acuérdate de mi aflicción y de mi desamparo, del ajenjo y de la amargura.
20 Lo recordará, ciertamente, mi alma
y será abatida dentro de mí.
21 Esto haré volver a mi corazón, por lo cual tendré esperanza.

ח Jet

22 Por la bondad del SEÑOR
es que no somos consumidos[b], porque nunca decaen sus misericordias.
23 Nuevas son cada mañana;
grande es tu fidelidad.
24 “El SEÑOR es mi porción”, ha dicho
mi alma; “por eso, en él esperaré”.

ט Tet

25 Bueno es el SEÑOR para los que en él esperan, para el alma que lo busca.
26 Bueno es esperar en silencio
la salvación del SEÑOR.
27 Bueno le es al hombre
llevar el yugo en su juventud.

י Yod

28 Se sentará solo y callará,
porque Dios se lo ha impuesto.
29 Pondrá su boca en el polvo,
por si quizás haya esperanza.
30 Dará la mejilla al que lo golpea;
se hartará de afrentas.

כ Kaf

31 Ciertamente el Señor no desechará para siempre.
32 Más bien, si él aflige, también
se compadecerá según la abundancia de su misericordia.
33 Porque no aflige ni entristece por gusto a los hijos del hombre.

ל Lámed

34 El aplastar bajo los pies a todos los encarcelados de la tierra,
35 el apartar el derecho del hombre ante la misma presencia del Altísimo,
36 el pervertir la causa del hombre,
el Señor no lo aprueba.

מ Mem

37 ¿Quién será aquel que diga algo
y eso ocurra, sin que el Señor
lo haya mandado?
38 ¿Acaso de la boca del Altísimo
no salen los males y el bien?
39 ¿Por qué se queja el hombre,
el varón que vive en el pecado?

נ Nun

40 Examinemos nuestros caminos;
investiguémoslos
y volvamos al SEÑOR.
41 Alcemos nuestro corazón en las manos hacia Dios que está en los cielos:
42 “Nosotros hemos transgredido y nos hemos rebelado, y tú no perdonaste.

ס Sámej

43 “Te cubriste de ira y nos perseguiste; mataste y no tuviste compasión.
44 Te cubriste de nube para que
no pasara la oración.
45 Como desecho y basura,
nos pusiste en medio de los pueblos.

פ Pe

46 “Abren contra nosotros su boca todos nuestros enemigos.
47 Horror y hoyo han sido nuestra suerte, desolación y ruina.
48 Corrientes de agua han vertido mis ojos por la ruina de la hija de mi pueblo.

ע Ayin

49 “Mis ojos vierten lágrimas
y no cesan porque no hay tregua,
50 hasta que el SEÑOR observe
y vea desde los cielos.
51 Mis ojos causan dolor a mi alma, debido a todas las hijas de mi ciudad.

צ Tsade

52 “Ciertamente los que me odian sin motivo me cazaron como
a un pájaro.
53 Silenciaron mi vida en la cisterna[c]
y arrojaron una piedra sobre mí.
54 Me cubrieron las aguas por encima de la cabeza; yo dije: ‘¡He sido eliminado!’.

ק Qof

55 “Invoqué tu nombre, oh SEÑOR, desde la profunda cisterna[d].
56 Mi voz has oído: ‘¡No escondas
tu oído cuando clamo por alivio!’.
57 Tú te has acercado el día en que
te invoqué, y dijiste: ‘¡No temas!’.

ר Resh

58 “Tú has abogado, oh SEÑOR, por la causa de mi alma;
has redimido mi vida.
59 Tú has visto, oh SEÑOR, mi opresión; defiende mi causa.
60 Tú has visto toda la venganza de ellos, todos sus planes contra mí.

ש Shin

61 “Tú has oído, oh SEÑOR,
la afrenta de ellos,
todas sus maquinaciones contra mí,
62 los dichos de los que se levantan contra mí y sus diarias murmuraciones.
63 Su sentarse y su levantarse observa;
yo soy el objeto de su copla.

ת Tav

64 “Dales, oh SEÑOR, su retribución según la obra de sus manos.
65 Dales endurecimiento de corazón; venga sobre ellos tu maldición.
66 Persíguelos, oh SEÑOR, en tu furor
y destrúyelos debajo de tus cielos[e]”.

Cuarta lamentaciónc

א Álef

¡Cómo se ha empañado el oro! ¡Cómo se ha alterado el buen oro!

Las piedras del santuario están esparcidas por los cruces de todas las calles.

ב Bet

Los apreciados hijos de Sion, que eran estimados en oro fino,
¡cómo son tenidos ahora como vasijas
de barro, obra de manos de alfarero[f]!

ג Guímel

Hasta los chacales dan la teta
y amamantan a sus cachorros, pero la hija de mi pueblo se ha vuelto cruel, como los avestruces del desierto.

ד Dálet

Se pega a su paladar la lengua del niño de pecho, a causa de la sed. Los pequeñitos piden pan,
y no hay quien se lo reparta.

ה Hei

Los que comían delicados manjares han quedado desolados en las calles. Los que fueron criados con carmesí han abrazado la basura.

ו Vav

Es mayor la iniquidad de la hija de mi pueblo que el pecado de Sodoma[g], que fue trastornada en un momento sin que pusieran manos sobre ella.

ז Zayin

Eran más limpios sus príncipes[h] que
la nieve, más blancos que la leche. Sus mejillas[i] eran sonrosadas, más que las perlas.
Su talle era como el zafiro.

ח Jet

Más oscuros que el hollín están ahora sus semblantes; no los reconocen por las calles.
Su piel está encogida sobre sus huesos, reseca como un palo.

ט Tet

Más afortunados fueron los muertos por la espada que los muertos por el hambre. Porque estos murieron poco a poco, atravesados por falta de los productos del campo.

י Yod

10 Las manos de las mujeres compasivas cocinaron a sus propios hijos. Ellos les sirvieron de comida en medio del quebranto de la hija de mi pueblo.

כ Kaf

11 Agotó el SEÑOR su furor;
derramó el ardor de su ira.
Prendió fuego en Sion,
el cual devoró sus cimientos.

ל Lámed

12 No creían los reyes de la tierra ni ninguno de los habitantes del mundo, que el adversario y el enemigo entrarían por las puertas de Jerusalén.

מ Mem

13 Fue por los pecados de sus profetas
y por las iniquidades de sus sacerdotes, que derramaron en medio de ella
la sangre de los justos.

נ Nun

14 Deambulaban como ciegos por las calles y se contaminaban con sangre,
de modo que nadie pudiera tocar sus vestiduras.

ס Sámej

15 “¡Apártense, inmundos!”, les gritaban. “¡Apártense, apártense, no toquen!”. Cuando huían y deambulaban,
les decían entre las naciones: “¡No morarán más aquí!”.

פ Pe

16 La presencia del SEÑOR los ha dispersado; no los volverá a mirar. De la persona de los sacerdotes
no tuvieron respeto; ni a los ancianos mostraron consideración.

ע Ayin

17 Todavía se consumen nuestros ojos tras la vana espera de nuestro socorro. Desde nuestro mirador miramos hacia una nación que no puede salvar.

צ Tsade

18 Acecharon nuestros pasos, para que
no anduviéramos por nuestras propias calles.
Nuestro fin se acercó;
se cumplieron nuestros días, porque había llegado nuestro fin.

ק Qof

19 Más veloces que las águilas del cielo fueron nuestros perseguidores. Sobre las montañas nos persiguieron
febrilmente; en el desierto
nos pusieron emboscadas.

ר Resh

20 El aliento de nuestra vida, el ungido del SEÑOR, ha sido atrapado en sus fosas; aquel de quien habíamos dicho: “A su sombra viviremos entre
las naciones”.

ש Shin

21 Gózate y alégrate, oh hija de Edom,
tú que habitas en la tierra de Uz. También a ti llegará la copa;
te embriagarás y te expondrás desnuda.

ת Tav

22 Se ha cumplido tu castigo, oh hija
de Sion; nunca más te llevará cautiva. Pero él castigará tu iniquidad,
oh hija de Edom; pondrá
al descubierto tus pecados.

Quinta lamentacióna

Acuérdate, oh SEÑOR, de lo que nos ha sucedido.

Mira y ve nuestro oprobio.
Nuestra heredad ha pasado a los extraños, nuestras casas a los extranjeros.
Estamos huérfanos; no tenemos padre; nuestras madres han quedado viudas.
Nuestra agua bebemos por dinero; nuestra leña nos viene por precio.
Sobre nuestros cuellos están
los que nos persiguen.
Nos fatigamos y para nosotros
no hay reposo.
Hacia Egipto extendimos las manos;
y hacia Asiria, para saciarnos de pan.
Nuestros padres pecaron y ya no están; nosotros cargamos con su castigo.
Aun los esclavos se han enseñoreado
de nosotros;
no hubo quien nos librara de su mano.
Con riesgo de nuestras vidas
traemos nuestro pan,
ante la espada del desierto.
10 Nuestra piel se ha ennegrecido como un horno,
a causa de los ardores del hambre.
11 A las mujeres violaron en Sion,
y a las vírgenes en las ciudades de Judá.
12 Los príncipes fueron colgados
de sus manos;
no fue respetada la persona
de los ancianos.
13 Los jóvenes cargaron piedras de molino; los muchachos desfallecieron bajo la carga de la leña.
14 Los ancianos han dejado de acudir
a las puertas de la ciudad;
los jóvenes han dejado sus canciones.
15 Ha cesado el regocijo
de nuestro corazón;
nuestra danza se ha convertido en duelo.
16 Cayó la corona de nuestra cabeza. ¡Ay de nosotros, porque hemos pecado!
17 Por esto está enfermo nuestro corazón; por esto se han ensombrecido nuestros ojos.
18 Por el monte Sion,
que ha quedado desolado,
se pasean las zorras.
19 Pero tú, oh SEÑOR, reinarás para siempre;
tu trono es de generación en generación.
20 ¿Por qué te olvidarás de nosotros para siempre
y nos dejarás a lo largo de los días?
21 Haz que volvamos a ti, oh SEÑOR,
y volveremos.
Renueva nuestros días
como en los tiempos pasados,
22 aunque nos hayas desechado
y te hayas airado en gran manera contra nosotros.

Sucedió en el quinto día del mes cuarto[j] del año treinta, estando yo en medio de los cautivos, junto al río Quebar, que fueron abiertos los cielos, y vi visiones de Dios. En el quinto día del mes (en el quinto año de la cautividad del rey Joaquín[k]), vino la palabra del SEÑOR al sacerdote Ezequiel hijo de Buzi, en la tierra de los caldeos, junto al río Quebar. Allí vino sobre mí[l] la mano del SEÑOR.

Visión de la gloria de Dios

Miré, y he aquí que venía del norte un viento huracanado y una gran nube con un fuego centelleante y un resplandor en torno de ella. En su interior había algo como metal resplandeciente, en medio del fuego. De su interior aparecía una forma de cuatro seres vivientes. El aspecto de ellos tenía la forma de hombre, pero cada uno tenía cuatro caras y cuatro alas. Sus piernas eran rectas, y sus pezuñas eran como pezuñas de becerro que centelleaban como bronce bruñido. Debajo de sus alas, a sus cuatro lados, tenían manos de hombre. Los cuatro tenían sus caras y sus alas. Sus alas se juntaban unas con otras. Y cuando se desplazaban, no se volvían, sino que cada uno se desplazaba de frente hacia adelante.

10 La forma de sus caras era la de una cara de hombre, con una cara de león en el lado derecho de los cuatro, una cara de toro en el lado izquierdo de los cuatro, y una cara de águila en los cuatro. 11 Así eran sus caras. Sus alas estaban extendidas hacia arriba. Cada uno tenía dos alas que se tocaban entre sí, y otras dos que cubrían sus cuerpos. 12 Cada uno se desplazaba de frente hacia adelante. Iban adondequiera que el espíritu decidía ir, y no viraban cuando se desplazaban.

13 En medio[m] de los seres vivientes había algo como carbones de fuego encendidos que se desplazaban como antorchas entre los seres vivientes. El fuego resplandecía, y del mismo salían relámpagos. 14 Y los seres iban y volvían, como si fueran relámpagos.

15 Mientras yo miraba a los seres vivientes, he aquí que había una rueda en la tierra, junto y al frente de cada uno de los cuatro seres vivientes. 16 La forma y el aspecto de las ruedas era como crisólito. Las cuatro ruedas tenían la misma forma y aspecto, y estaban hechas de manera que había una rueda dentro de otra rueda.

17 Cuando se desplazaban, lo hacían en cualquiera de las cuatro direcciones, y no viraban cuando se desplazaban. 18 Sus aros eran altos y aterradores, y los aros de las cuatro ruedas estaban llenos de ojos alrededor. 19 Cuando los seres vivientes se desplazaban, también se desplazaban las ruedas que estaban junto a ellos. Cuando los seres se elevaban de la tierra, las ruedas también se elevaban. 20 Iban adondequiera que el espíritu fuera, y las ruedas también se elevaban junto con ellos, pues el espíritu de cada ser viviente estaba también en las ruedas. 21 Cuando ellos se desplazaban, también ellas se desplazaban; cuando ellos se detenían, también ellas se detenían. Y cuando ellos se elevaban de la tierra, también las ruedas se elevaban junto con ellos, porque el espíritu de cada ser viviente estaba también en las ruedas.

22 Sobre las cabezas de los seres vivientes[n] había una bóveda semejante a un cristal impresionante, extendido por encima de sus cabezas. 23 Debajo de la bóveda, sus alas se extendían rectas, la una hacia la otra. Y cada ser tenía dos alas con que cubrían sus cuerpos[o]. 24 Cuando se desplazaban, escuché el ruido de sus alas como el ruido de muchas aguas, como la voz del Todopoderoso, como el bullicio de una muchedumbre, como el bullicio de un ejército. Y cuando se detenían, bajaban sus alas.

25 Entonces hubo un estruendo por encima de la bóveda que estaba sobre la cabeza de ellos. (Y cuando se detenían, bajaban sus alas)[p]. 26 Por encima de la bóveda que estaba sobre sus cabezas, había la forma de un trono que parecía de piedra de zafiro. Y sobre dicha forma de trono estaba alguien semejante a un hombre. 27 Entonces vi algo semejante a metal que resplandecía con la apariencia del fuego que lo perfilaba alrededor. Desde su cintura hacia arriba, y desde su cintura hacia abajo, vi algo que parecía fuego y que tenía un resplandor alrededor de él. 28 Como el aspecto del arco iris que está en las nubes en un día de lluvia, así era el aspecto del resplandor alrededor.

Este era el aspecto de la gloria del SEÑOR. Y cuando la vi, caí postrado sobre mi rostro y oí la voz de uno que hablaba.

Llamamiento de Ezequiel

Y me dijo: “Oh hijo de hombre, ponte en pie, y hablaré contigo”.

Mientras él me hablaba, entró en mí el Espíritu y me puso sobre mis pies, y oí al que me hablaba. Y me dijo: “Oh hijo de hombre, yo te envío a los hijos de Israel, a una nación de rebeldes que se ha rebelado contra mí. Tanto ellos como sus padres se han rebelado contra mí hasta este mismo día. Yo te envío a esta gente de rostro endurecido y de corazón empedernido. Y les dirás: ‘Así ha dicho el SEÑOR Dios[q]’. Ya sea que ellos escuchen o que dejen de escuchar (porque son una casa rebelde), sabrán que ha habido un profeta entre ellos. Pero tú, oh hijo de hombre, no temas; no temas de ellos ni de sus palabras. Aunque te halles entre zarzas y espinos, y habites entre escorpiones, no temas de sus palabras ni te atemorices ante ellos; porque son una casa rebelde. Tú, pues, les hablarás mis palabras, ya sea que escuchen o dejen de escuchar, porque son una casa[r] rebelde. Pero tú, oh hijo de hombre, escucha lo que yo te hablo. No seas rebelde como esa casa rebelde; abre tu boca y come lo que yo te doy”.

Entonces miré, y he aquí una mano extendida hacia mí, y en ella había un rollo de pergamino. 10 Lo extendió delante de mí, y he aquí que estaba escrito por el derecho y por el revés. En él estaban escritos lamentaciones, gemidos y ayes.

Entonces me dijo: “Oh hijo de hombre, come lo que has encontrado; come este rollo y ve, habla a la casa de Israel”. Abrí mi boca, y me dio a comer ese rollo. Luego me dijo: “Oh hijo de hombre, alimenta tu vientre y llena tu estómago con este rollo que yo te doy”. Lo comí, y fue en mi boca dulce como la miel.

Entonces me dijo: “Oh hijo de hombre, ve, acércate a la casa de Israel y háblales mis palabras; porque no eres enviado a un pueblo de habla misteriosa ni de lengua difícil, sino a la casa de Israel; no a muchos pueblos de habla misteriosa y de lengua difícil, cuyas palabras no entiendes. Si a ellos te enviara, ellos sí te escucharían. Pero los de la casa de Israel no te querrán escuchar, porque no me quieren escuchar a mí. Pues todos los de la casa de Israel son de frente dura y tienen el corazón empedernido. He aquí, yo hago tu rostro tan duro como el rostro de ellos, y hago tu frente tan dura como su frente. Yo hago tu frente como el diamante, que es más duro que el pedernal. Tú no les temerás, ni te atemorizarás ante ellos, porque son una casa rebelde”.

10 Me dijo además: “Oh hijo de hombre, toma en tu corazón todas mis palabras que te diga, y escucha con tus oídos. 11 Acércate a los cautivos, a los hijos de tu pueblo, y háblales diciendo: ‘Así ha dicho el SEÑOR Dios[s]’, ya sea que escuchen o que dejen de escuchar”.

12 Entonces el Espíritu me levantó, y oí detrás de mí el ruido de un gran estruendo: “¡Bendita sea la gloria del SEÑOR desde su lugar!”. 13 Era el ruido de las alas de los seres vivientes, que se rozaban unas con otras, el ruido de las ruedas que estaban junto a ellos y el ruido de un gran estruendo. 14 Luego el Espíritu me levantó y me tomó. Yo iba con amargura y con mi espíritu enardecido, pero la mano del SEÑOR era fuerte sobre mí. 15 Luego llegué a los cautivos de Tel Abib, pues ellos habitaban allí, junto al río Quebar, y permanecí allí entre ellos, atónito, durante siete días.

Ezequiel como centinela de su pueblo

16 Aconteció al cabo de los siete días que vino a mí la palabra del SEÑOR, diciendo: 17 “Oh hijo de hombre, yo te he puesto como centinela para la casa de Israel. Oirás, pues, las palabras de mi boca y les advertirás de mi parte. 18 Si yo digo al impío: ‘¡Morirás irremisiblemente!’, y tú no le adviertes ni le hablas para advertir al impío de su mal camino a fin de que viva, el impío morirá por su pecado; pero yo demandaré su sangre de tu mano. 19 Pero si tú le adviertes al impío y él no se aparta de su impiedad ni de su camino impío, él morirá por su pecado, pero tú habrás librado tu vida. 20 Y si algún justo se aparta de su justicia y hace maldad, y yo pongo tropiezo delante de él, él morirá; porque tú no le advertiste, morirá por su pecado. Sus obras de justicia que había hecho no le serán tomadas en cuenta, y su sangre demandaré de tu mano. 21 Pero si tú adviertes al justo para que no peque, y no peca, ciertamente vivirá por haber aceptado la advertencia; y tú mismo te habrás librado”.

Señal del enmudecimiento de Ezequiel

22 Entonces vino allí sobre mí la mano del SEÑOR y me dijo: “Levántate, vete al valle y allí hablaré contigo”. 23 Me levanté y fui al valle, y he aquí que se había detenido allí la gloria del SEÑOR, como la gloria que yo había visto junto al río Quebar. Y me postré sobre mi rostro. 24 Entonces entró en mí el Espíritu, me puso sobre mis pies y me habló diciendo:

—Entra y enciérrate en tu casa. 25 Y en cuanto a ti, oh hijo de hombre, he aquí que sobre ti pondrán cuerdas y te atarán con ellas, y no podrás salir entre ellos. 26 Y haré que tu lengua se pegue a tu paladar, y quedarás mudo. Así no serás para ellos un hombre que amonesta, porque son una casa rebelde. 27 Pero cuando yo te haya hablado, abriré tu boca, y les dirás: “Así ha dicho el SEÑOR Dios[t]”. El que escucha, que escuche; y el que deja de escuchar, que deje de escuchar. Porque son una casa rebelde.

Asedio simbólico de Jerusalén

»Y tú, oh hijo de hombre, toma una tableta de arcilla, ponla delante de ti y graba sobre ella una ciudad: Jerusalén. Luego pon asedio contra ella, construye contra ella un muro de asedio y levanta contra ella un terraplén. Pon contra ella campamentos y coloca arietes contra ella en derredor. Y tú, toma una plancha de hierro y ponla como muro de hierro entre ti y la ciudad. Luego afirma tu rostro contra ella, y quedará bajo asedio. Tú la asediarás; es una señal para la casa de Israel.

»Y tú, acuéstate sobre tu costado izquierdo y pon sobre él el pecado de la casa de Israel. Durante el número de días que estarás acostado así, cargarás con su pecado. Yo te he asignado un número de días equivalente a los años del pecado de ellos: Durante trescientos noventa días cargarás con el pecado de la casa de Israel. Y cumplidos estos, te acostarás nuevamente sobre tu costado derecho, y cargarás con el pecado de la casa de Judá durante cuarenta días: Te he fijado un día por cada año. Luego afirmarás tu rostro hacia el asedio de Jerusalén, y con tu brazo descubierto profetizarás contra ella. He aquí, yo pongo cuerdas sobre ti, y no te podrás dar vuelta de un lado al otro hasta que hayas cumplido los días de tu asedio.

»Y tú, toma trigo, cebada, habas, lentejas, sorgo y centeno, y ponlos en una vasija.

Con ellos te harás pan para el número de los días que estés acostado de lado: Durante trescientos noventa días comerás de él. 10 La comida que has de comer será racionada; será de doscientos gramos al día. De tiempo en tiempo la comerás. 11 También beberás el agua por medida: medio litro. De tiempo en tiempo la beberás. 12 Comerás tortas de cebada; las cocerás sobre excremento humano, ante la vista de ellos. 13 —El SEÑOR dijo además—: Así los hijos de Israel comerán su pan inmundo, entre las naciones a donde los arrojaré.

14 Entonces yo dije:

—¡Ay, SEÑOR Dios[u]! He aquí, yo nunca me he contaminado; desde mi juventud hasta ahora nunca he comido carne de animal mortecino ni despedazado ni nunca ha entrado a mi boca carne inmunda[v].

15 Y él me respondió:

—Mira, yo te concedo usar estiércol de buey en lugar de excremento humano, sobre el cual cocerás tu pan. 16 —Y añadió—: Oh hijo de hombre, he aquí yo quebrantaré la provisión de pan en Jerusalén. Comerán pan racionado y con angustia, y beberán el agua por medida y con horror. 17 Esto para que al faltarles el pan y el agua, queden desolados unos y otros, y se pudran en su iniquidad.

La señal de los pelos de Ezequiel

»Y tú, oh hijo de hombre, toma una cuchilla afilada, una navaja de barbero. Tómala y hazla pasar sobre tu cabeza y sobre tu barba. Luego toma una balanza para pesar y reparte los pelos. Una tercera parte la quemarás con fuego en medio de la ciudad, cuando se cumplan los días del asedio. Toma otra tercera parte, y golpéala con la espada alrededor de la ciudad. Y la otra tercera parte espárcela al viento. Y yo desenvainaré la espada tras ellos. Toma también de ellos unos pocos en número, y átalos en el extremo de tu manto. Y de ellos toma otra vez algunos y échalos dentro del fuego, y quémalos allí. Entonces saldrá fuego de ellos hacia toda la casa de Israel.

»Así ha dicho el SEÑOR Dios[w]: “Esta es Jerusalén; yo la puse en medio de las naciones y de los países de su alrededor. Pero ella se obstinó contra mis decretos con mayor culpabilidad que las demás naciones, y contra mis estatutos, más que los países que están alrededor de ella; porque desecharon mis decretos y no anduvieron según mis estatutos. Por tanto, así ha dicho el SEÑOR Dios[x], por haberse comportado con mayor turbulencia que las naciones que están alrededor de ustedes, y porque no han andado según mis estatutos ni han cumplido mis decretos, y ni siquiera[y] han actuado según los decretos de las naciones que están a su alrededor; por tanto, así ha dicho el SEÑOR Dios[z], he aquí que yo también estoy contra ti y ejecutaré actos justicieros en medio de ti, ante la vista de las naciones. A causa de todas tus abominaciones haré en medio de ti lo que nunca he hecho ni haré jamás cosa semejante. 10 Por tanto, en medio de ti los padres comerán a sus hijos, y los hijos comerán a sus padres. Ejecutaré actos justicieros contra ti, y esparciré a tus sobrevivientes hacia todos los vientos”.

11 »Por tanto, dice el SEÑOR Dios[aa]: “¡Vivo yo, que porque has profanado mi santuario con todos tus ídolos detestables y con todas tus abominaciones, también yo me apartaré; mi ojo no tendrá lástima ni tendré compasión! 12 Una tercera parte de ti morirá de peste y será consumida de hambre en medio de ti. Otra tercera parte caerá a espada alrededor de ti, y la otra tercera parte esparciré a todos los vientos y tras ellos desenvainaré mi espada. 13 Así se consumará mi furor; haré que en ellos se asiente mi ira y tomaré satisfacción. Y cuando haya consumado en ellos mi ira sabrán que yo, el SEÑOR, he hablado en mi celo. 14 Además, te convertiré en ruinas y en afrenta entre las naciones que están alrededor de ti, ante los ojos de todo el que pase. 15 Cuando yo ejecute actos justicieros contra ti con furor, con ira y con reprensiones de mi ira, tú serás afrenta, escarnio, advertencia y objeto de horror a las naciones que están alrededor de ti. Yo, el SEÑOR, he hablado.

16 »Cuando yo arroje contra ustedes las flechas malignas del hambre, que son para destrucción, las cuales enviaré para destruirlos, entonces aumentaré el hambre sobre ustedes y quebrantaré su sustento de pan. 17 Contra ustedes enviaré hambre y fieras dañinas que te privarán de hijos. Peste y sangre pasarán por en medio de ti, y traeré contra ti la espada. Yo, el SEÑOR, he hablado”.

Profecía contra los montes de Israel

Vino a mí la palabra del SEÑOR, diciendo: “Oh hijo de hombre, pon tu rostro hacia los montes de Israel y profetiza contra ellos. Les dirás: ‘¡Oh montes de Israel, escuchen la palabra del SEÑOR Dios[ab]! Así ha dicho el SEÑOR Dios[ac] a los montes y a las colinas, a las quebradas y a los valles: He aquí, yo mismo traeré contra ustedes la espada y destruiré sus lugares altos. Sus altares serán desolados y sus altares de incienso destruidos. Haré que sus muertos caigan delante de los ídolos de ustedes. Pondré los cadáveres de los hijos de Israel delante de sus ídolos y esparciré sus huesos alrededor de sus altares. En todos los lugares donde habiten, las ciudades serán destruidas y los lugares altos desolados. Sus altares serán destruidos y desolados[ad]; sus ídolos serán rotos y cesará su culto; sus altares de incienso serán destrozados y sus obras borradas. Los muertos caerán en medio de ustedes, y sabrán que yo soy el SEÑOR.

“‘Pero dejaré un remanente, de modo que tengan entre las naciones algunos que escapen de la espada, cuando sean esparcidos por los países. Entonces los que de ustedes escapen se acordarán de mí en las naciones en las cuales hayan sido hechos cautivos, de que yo quebranté[ae] su corazón adúltero que se apartó de mí, y sus ojos que se prostituyeron tras sus ídolos. Ellos se detestarán a sí mismos a causa de los males que hicieron, por todas sus abominaciones. 10 Así sabrán que yo soy el SEÑOR. ¡No en vano he dicho que les haría este mal!’”.

11 Así ha dicho el SEÑOR Dios[af]: “Golpea con tu mano y pisotea con tu pie, y di: ‘¡Ay de todas las terribles abominaciones de la casa de Israel! Porque con espada, hambre y peste caerán. 12 El que esté lejos morirá de peste, el que esté cerca caerá a espada, y el que se quede y sea sitiado morirá de hambre’. Así agotaré en ellos mi ira. 13 Y sabrán que yo soy el SEÑOR, cuando sus muertos estén en medio de sus ídolos y alrededor de sus altares, en toda colina alta y en todas las cumbres de los montes, debajo de todo árbol frondoso y debajo de toda encina coposa, lugares donde ofrecieron grato olor a todos sus ídolos. 14 Extenderé contra ellos mi mano, y convertiré la tierra en desolación y asolamiento en todos los lugares en que habitan, desde el desierto hasta Diblat[ag]. Y sabrán que yo soy el SEÑOR”.

El juicio cercano contra Jerusalén

Vino a mí la palabra del SEÑOR, diciendo: “Y tú, oh hijo de hombre, di[ah] que así ha dicho el SEÑOR Dios[ai] a la tierra de Israel: ‘¡El fin! ¡El fin viene sobre los cuatro extremos de la tierra! Ahora viene el fin sobre ti. Enviaré sobre ti mi furor y te juzgaré según tus caminos; pondré sobre ti todas tus abominaciones. Mi ojo no te tendrá lástima, ni tendré compasión. Más bien, pondré contra ti tus caminos, y tus abominaciones estarán en medio de ti. Y sabrán que yo soy el SEÑOR’ ”.

Así ha dicho el SEÑOR Dios[aj]: “¡He aquí que viene desgracia tras[ak] desgracia! ¡El fin viene! ¡Viene el fin! ¡Se ha suscitado contra ti! ¡He aquí que viene! ¡Te ha llegado el turno, oh habitante del país! ¡El tiempo viene, el día está cerca: día de pánico y no de grito de alegría sobre los montes! Ahora, pronto derramaré mi ira sobre ti y agotaré mi furor en ti. Te juzgaré según tus caminos y pondré sobre ti todas tus abominaciones. Mi ojo no tendrá lástima ni tendré compasión. Más bien, pondré contra ti tus caminos, y tus abominaciones estarán en medio de ti. Y sabrán que yo, el SEÑOR, soy el que castiga.

10 “¡He aquí el día! He aquí que viene; ha llegado el desenlace. La vara ha echado brotes; ha reverdecido la arrogancia. 11 La violencia ha llegado a ser una vara de impiedad; no quedará ninguno de ellos, nadie de esa multitud, nada de sus riquezas, ni habrá para ellos reposo[al]. 12 El tiempo ha venido; ha llegado el día. El que compra no se alegre, y el que vende no haga duelo; porque la ira está contra toda su multitud. 13 Porque el que vende no volverá a recuperar lo vendido mientras ambos vivan. Porque la ira[am] está contra toda su multitud; no será revocada. A causa de su iniquidad, ninguno podrá retener su vida. 14 Tocarán trompeta y prepararán todo, pero no habrá quien vaya a la batalla; porque mi ira está contra toda su multitud.

15 “Afuera habrá espada; y adentro, peste y hambre. El que esté en el campo morirá a espada, y al que esté en la ciudad lo consumirán el hambre y la peste. 16 Los que de ellos escapen huirán y estarán sobre los montes como las palomas en las quebradas, cada uno gimiendo a causa de su iniquidad. 17 Todas las manos se debilitarán, y todas las rodillas se escurrirán como agua. 18 Se ceñirán con cilicio y los cubrirá el terror. En cada rostro habrá vergüenza; y en todas sus cabezas, rapadura. 19 Arrojarán su plata a las calles, y su oro se convertirá en cosa repugnante. Ni su plata ni su oro podrán librarlos en el día de la ira del SEÑOR ni saciarán su apetito ni llenarán sus estómagos; porque esto ha sido ocasión para su pecado. 20 Convirtieron en objeto de orgullo la belleza de sus ornamentos, e hicieron con ellos las imágenes abominables de sus ídolos detestables. Por eso los convertiré en cosa repugnante para ellos mismos.

21 “Lo entregaré en mano de extraños para ser saqueado, y a los más impíos de la tierra para ser botín; y lo profanarán. 22 Apartaré de ellos mi rostro, y mi lugar secreto será profanado, pues los que abran brecha entrarán allí y lo profanarán. 23 Prepara cadenas, porque la tierra se ha llenado de juicios de sangre, y la ciudad se ha llenado de violencia. 24 Por eso traeré a los más perversos de las naciones, los cuales tomarán posesión de sus casas. Así haré cesar el orgullo de los poderosos, y sus santuarios serán profanados.

25 “¡Viene la angustia! Buscarán la paz, pero no la habrá. 26 Vendrá desastre sobre desastre, y habrá rumor tras rumor. Buscarán una visión de parte del profeta. La ley desaparecerá del sacerdote; el consejo, de los ancianos. 27 El rey estará de duelo, el gobernante se vestirá de desolación, y se paralizarán las manos del pueblo de la tierra. Yo haré con ellos conforme a sus caminos, y según sus propios juicios los juzgaré. Y sabrán que yo soy el SEÑOR”.

El culto idólatra en Jerusalén

Aconteció en el quinto día del mes sexto[an]del sexto año, estando yo sentado en mi casa y los ancianos de Judá también sentados delante de mí, que descendió allí sobre mí la mano del SEÑOR Dios[ao]. Miré, y he aquí una forma como de hombre[ap]. Desde su cintura hacia abajo era como de fuego, y desde su cintura hacia arriba era como un resplandor, como un metal reluciente. Entonces extendió algo semejante a una mano y me tomó por un mechón de mi cabeza. Luego el Espíritu me elevó entre el cielo y la tierra, y me llevó en visiones de Dios a Jerusalén, a la entrada de la puerta interior que da hacia el norte, donde estaba el sitio de la imagen del celo[aq], la que provoca a celos. Y he allí la gloria del Dios de Israel, como la visión que yo había visto en el valle.

Entonces me dijo: “Oh hijo de hombre, levanta tus ojos en dirección al norte”. Levanté mis ojos en dirección al norte, y he aquí que al norte de la puerta del altar, en la entrada, estaba la imagen del celo. Entonces me dijo: “Oh hijo de hombre, ¿ves lo que hacen estos, las grandes abominaciones que hacen aquí los de la casa de Israel, para alejarme de mi santuario? Pero todavía volverás a ver abominaciones aun mayores”.

Entonces me llevó a la entrada del atrio. Luego miré, y he aquí, un agujero en la pared. Y me dijo: “Oh hijo de hombre, cava en la pared”. Cavé en la pared, y he aquí una entrada. Y me dijo: “Entra y mira las perversas abominaciones que estos hacen aquí”. 10 Entré y miré, y he allí toda clase de figuras de reptiles y de cuadrúpedos detestables. Todos los ídolos de la casa de Israel estaban grabados alrededor, en la pared. 11 Delante de ellos estaban de pie setenta hombres de los ancianos de la casa de Israel, y Jazanías hijo de Safán estaba de pie entre ellos. Cada uno tenía en su mano su incensario, y la fragancia del incienso subía como nube. 12 Y me dijo: “Oh hijo de hombre, ¿has visto las cosas que hacen los ancianos de la casa de Israel en la oscuridad, cada uno en su cámara adornada con imágenes? Porque ellos dicen: ‘El SEÑOR no nos ve; el SEÑOR ha abandonado la tierra’ ”. 13 Luego me dijo: “Todavía volverás a ver abominaciones aun mayores, que ellos hacen”.

14 Luego me llevó a la entrada de la puerta de la casa del SEÑOR que da al norte, y he aquí que estaban sentadas allí unas mujeres, llorando a Tamuz. 15 Y me dijo: “¿Has visto, oh hijo de hombre? Todavía volverás a ver abominaciones aun mayores que estas”.

16 Entonces me llevó al atrio interior de la casa del SEÑOR. Y he allí, en la entrada del templo del SEÑOR, entre el pórtico y el altar, había unos veinticinco hombres con sus espaldas vueltas hacia el templo del SEÑOR y sus caras hacia el oriente, postrándose ante el sol, hacia el oriente. 17 Y me dijo: “¿Has visto, oh hijo de hombre? ¿Es cosa liviana para los de la casa de Judá hacer estas abominaciones que hacen aquí? Porque han llenado la tierra de violencia y han vuelto a provocarme a ira, y he aquí que llevan la rama de la vid a sus narices. 18 Pues yo también actuaré en mi ira: Mi ojo no tendrá lástima ni tendré compasión. Gritarán a mis oídos a gran voz, pero no los escucharé”.

Visión del castigo de Jerusalén

Entonces proclamó con gran voz a mis oídos, diciendo:

—¡Acérquense los verdugos de la ciudad, cada uno con su instrumento destructor en su mano! Y he aquí que seis hombres vinieron por el camino de la puerta superior que da hacia el norte, y cada uno traía en su mano su instrumento para destruir. Pero entre ellos había un hombre vestido de lino que llevaba al cinto los útiles de escriba. Y habiendo entrado se detuvieron junto al altar de bronce.

Entonces la gloria del Dios de Israel se elevó de encima del querubín sobre el cual había estado, hacia el umbral del templo. Luego Dios llamó al hombre vestido de lino, que llevaba al cinto los útiles de escriba. Y le dijo el SEÑOR:

—Pasa por en medio de la ciudad, por en medio de Jerusalén, y pon una marca en la frente de los hombres que suspiran y gimen a causa de todas las abominaciones que se hacen en medio de ella.

Y a los otros les dijo, a mis oídos:

—¡Pasen por la ciudad, detrás de él, y maten! Su ojo no tenga lástima ni tengan compasión. Maten a viejos, a jóvenes, a muchachas, a niños y a mujeres, hasta exterminarlos. Pero no se acerquen a ninguno sobre el cual esté la marca. Han de comenzar desde mi santuario.

Comenzaron, pues, desde los hombres ancianos que estaban delante del templo. Y les dijo:

—¡Contaminen el templo y llenen los atrios con muertos! ¡Salgan!

Ellos salieron y comenzaron a matarlos en la ciudad. Y aconteció que mientras los mataban, y yo me quedaba solo, me postré sobre mi rostro y clamé diciendo:

—¡Ay, SEÑOR Dios[ar]! ¿Vas a destruir todo el remanente de Israel al derramar tu ira sobre Jerusalén?

Y él me dijo:

—La iniquidad de la casa de Israel y de Judá es demasiado grande. La tierra está llena de hechos de sangre, y la ciudad está llena de injusticias. Porque han dicho: “El SEÑOR ha abandonado la tierra; el SEÑOR no ve”. 10 En cuanto a mí, mi ojo no tendrá lástima ni tendré compasión. Haré recaer su conducta sobre sus propias cabezas.

11 Y he aquí que el hombre vestido de lino, y que llevaba al cinto los útiles de escriba, dio informe diciendo:

—He hecho conforme a lo que me has mandado.

10 Entonces miré; y he aquí, sobre la bóveda que estaba encima de la cabeza de los querubines, apareció sobre ellos algo como una piedra de zafiro que tenía el aspecto de un trono. Y Dios dijo al hombre vestido de lino:

—Entra en medio de las ruedas, debajo de los querubines, llena tus manos con carbones encendidos de entre los querubines y espárcelos sobre la ciudad.

Él entró ante mi vista. Y cuando entró aquel hombre, los querubines estaban de pie en el lado sur del templo y la nube llenaba el atrio interior. Entonces la gloria del SEÑOR se elevó de encima de los querubines[as], hacia el umbral del templo. Y el templo fue llenado por la nube, y el atrio se llenó del resplandor de la gloria del SEÑOR. El ruido de las alas de los querubines se escuchaba hasta el atrio exterior, como la voz del Dios Todopoderoso cuando habla.

Y aconteció que cuando mandó al hombre vestido de lino, diciendo: “Toma fuego de entre las ruedas de en medio de los querubines”, este entró y se puso de pie al lado de una rueda. Entonces un querubín extendió su mano de entre los querubines hacia el fuego que había en medio de los querubines, tomó de él y lo puso en las manos del que estaba vestido de lino. Y este lo tomó y salió.

La gloria del Señor deja el templo

Los querubines parecían tener debajo de sus alas algo semejante a una mano de hombre. Miré, y he aquí que había cuatro ruedas junto a los querubines; al lado de cada querubín había una rueda. El aspecto de las ruedas era como de piedra de crisólito. 10 En cuanto a su aspecto, las cuatro eran de una misma forma, como si una rueda estuviera dentro de otra rueda. 11 Cuando se desplazaban, iban en cualquiera de las cuatro direcciones, y no viraban cuando se desplazaban, sino que al lugar a donde se dirigía la principal, las otras iban detrás de ella; y no viraban cuando se desplazaban. 12 Todo el cuerpo de ellos, sus espaldas, sus manos, sus alas y también las ruedas (las cuatro ruedas) estaban llenos de ojos alrededor. 13 A las ruedas, ante mis oídos, se les gritaba: “¡Rueda!”. 14 Cada uno tenía cuatro caras. La primera tenía cara de querubín; la segunda, cara de hombre; la tercera, cara de león; y la cuarta, cara de águila.

15 Luego los querubines se elevaron. Estos son los seres vivientes que vi junto al río Quebar. 16 Cuando los querubines se desplazaban, también se desplazaban las ruedas que estaban junto a ellos. Cuando los querubines levantaban sus alas para elevarse de la tierra, las ruedas no se separaban de ellos. 17 Cuando ellos se detenían, las ruedas también se detenían; y cuando se elevaban, estas se elevaban junto con ellos; porque el espíritu de los seres vivientes estaba en ellas.

18 Entonces la gloria del SEÑOR salió de sobre el umbral del templo y se colocó encima de los querubines. 19 Los querubines alzaron sus alas y ante mi vista se elevaron de la tierra. Cuando ellos salieron, también salieron las ruedas que estaban junto a ellos, y se detuvieron[at] a la entrada de la puerta oriental de la casa del SEÑOR. Y la gloria del Dios de Israel estaba por encima, sobre ellos.

20 Estos eran los seres vivientes que vi debajo del Dios de Israel en el río Quebar, y me di cuenta de que eran querubines. 21 Cada uno tenía cuatro caras y cuatro alas; y debajo de sus alas había algo semejante a manos de hombre. 22 La forma de sus caras era como la de las caras que vi junto al río Quebar; tenían el mismo aspecto. Cada uno se desplazaba de frente hacia adelante.

Juicio contra los gobernantes

11 Entonces el Espíritu me elevó y me llevó a la puerta oriental de la casa del SEÑOR, la que da hacia el este. Y he allí, en la entrada de la puerta había veinticinco hombres, entre los cuales vi a Jazanías hijo de Azur y a Pelatías hijo de Benaías, magistrados del pueblo.

Luego me dijo: “Oh hijo de hombre, estos son los hombres que maquinan perversidad y dan mal consejo en esta ciudad. Ellos dicen: ‘No está cercano el tiempo de edificar casas. Esta ciudad será la olla, y nosotros la carne’. Por tanto, profetiza contra ellos. ¡Profetiza, oh hijo de hombre!”.

Entonces descendió sobre mí el Espíritu del SEÑOR y me dijo: “Diles que así ha dicho el SEÑOR: ‘Así han hablado, oh casa de Israel, y yo he sabido los pensamientos que suben de sus espíritus. Ustedes han multiplicado sus muertos en esta ciudad; han llenado de muertos sus calles. Por tanto, así dice el SEÑOR Dios[au], sus muertos que han dejado en medio de ella, ellos serán la carne; y ella la olla. Pero a ustedes yo los sacaré de en medio de ella. Temen la espada, y espada traeré sobre ustedes, dice el SEÑOR Dios[av]. Los sacaré de en medio de ella, los entregaré en mano de extraños y entre ustedes ejecutaré actos justicieros. 10 ¡A espada caerán! Los juzgaré en la frontera de Israel, y sabrán que yo soy el SEÑOR. 11 Esta ciudad no les servirá de olla ni ustedes serán la carne dentro de ella. ¡En la frontera de Israel los habré de juzgar! 12 Y sabrán que yo soy el SEÑOR, que no han andado en mis leyes ni han cumplido mis decretos; sino que han actuado según los decretos de las naciones que están a su alrededor’ ”.

13 Y mientras yo profetizaba, aconteció que murió Pelatías hijo de Benaías. Entonces caí postrado sobre mi rostro y exclamé a gran voz, diciendo: “¡Ay, SEÑOR Dios[aw]! ¿Exterminarás al remanente de Israel?”.

Un destello de esperanza

14 Y vino a mí la palabra del SEÑOR, diciendo: 15 “Oh hijo de hombre, tus mismos hermanos —los hombres que están contigo en la cautividad[ax] y toda la casa de Israel, todos ellos— son aquellos a quienes los habitantes de Jerusalén han dicho: ‘¡Permanezcan lejos del SEÑOR! ¡Es a nosotros a quienes ha sido dada la tierra como posesión!’. 16 Por tanto, diles que así ha dicho el SEÑOR Dios[ay]: ‘Aunque los he arrojado lejos entre las naciones y aunque los he dispersado por los países, por un breve tiempo he sido para ellos un santuario en los países a donde han llegado’. 17 Por tanto, di que así ha dicho el SEÑOR Dios[az]: ‘Yo los reuniré de entre los pueblos y los recogeré de los países en los cuales han sido dispersados, y les daré la tierra de Israel’. 18 Allá volverán, y quitarán de ella todas sus cosas detestables y todas sus cosas abominables. 19 Les daré otro[ba] corazón, y pondré un espíritu nuevo dentro de ellos[bb]. De la carne de ellos quitaré el corazón de piedra y les daré un corazón de carne, 20 para que anden según mis estatutos y guarden mis decretos y los pongan por obra. Ellos serán mi pueblo, y yo seré su Dios. 21 Pero haré que la conducta de aquellos, cuyo corazón anda tras sus cosas detestables y sus abominaciones, recaiga sobre sus cabezas”, dice el SEÑOR Dios[bc].

La gloria del Señor deja Jerusalén

22 Entonces los querubines alzaron sus alas, con las ruedas que estaban junto a ellos. Y la gloria del Dios de Israel estaba por encima, sobre ellos. 23 Luego la gloria del SEÑOR ascendió de en medio de la ciudad y se detuvo sobre el monte que está al oriente de la ciudad.

24 Luego el Espíritu me elevó y me volvió a llevar en visión del Espíritu de Dios a Caldea, a los que estaban en la cautividad. Entonces la visión que había visto se fue de mí. 25 Y comuniqué a los cautivos todas las cosas del SEÑOR que él me había mostrado.

Actos simbólicos de la cautividad

12 Vino a mí la palabra del SEÑOR, diciendo: “Oh hijo de hombre, tú habitas en medio de una casa rebelde. Ellos tienen ojos para ver y no ven, y tienen oídos para oír y no oyen, porque son una casa rebelde. Por tanto, tú, oh hijo de hombre, prepárate un equipaje de cautivo, y sal cautivo de día, ante su vista. Sal como cautivo de tu lugar a otro lugar, ante su vista. Quizás lo consideren, porque son una casa rebelde. En pleno día, ante su vista, sacarás tu equipaje como si fuera equipaje de cautivo, y te irás al anochecer ante su vista, como los que son sacados en cautividad. Perfora el muro ante su vista y salc por él. Ante su vista llevarás el equipaje sobre tus hombros. Saldrásd en la penumbra; cubrirás tu cara para no ver la tierra, porque te he puesto como señal para la casa de Israel”.

E hice así como me fue ordenado: Saqué de día mi equipaje, como equipaje de cautivo, y al anochecer perforé el muro con mis propias manos. Salí[bd] en la penumbra, y llevé mi equipaje sobre los hombros, ante su vista.

Entonces, por la mañana, vino a mí la palabra del SEÑOR, diciendo: “Oh hijo de hombre, ¿no te han preguntado los de la casa de Israel, esa casa rebelde, qué estás haciendo? 10 Diles que así ha dicho el SEÑOR Dios[be]: ‘Esta profecía es para el gobernante en Jerusalén, y para toda la casa de Israel que está en medio de ella’. 11 Diles: ‘Yo soy una señal para ustedes; así como yo he hecho, les será hecho a ellos. Irán en cautividad, en cautiverio’. 12 El gobernante que está en medio de ellos alzará sus cosas al hombro en la penumbra y saldrá. Perforarán el muro para salir[bf] por él. Cubrirá su cara para no ver la tierra con sus ojos. 13 Pero extenderé mi red sobre él, y quedará atrapado en mi trampa. Lo traeré a Babilonia, a la tierra de los caldeos, pero no la verá, y allí morirá[bg]. 14 A todos los que estén alrededor de él, sus ayudantes[bh] y todas sus tropas, los esparciré a todos los vientos, y tras ellos desenvainaré la espada. 15 Y sabrán que yo soy el SEÑOR, cuando los disperse entre las naciones y los esparza por los países. 16 Pero haré que unos pocos de ellos escapen de la espada, del hambre y de la peste, para que cuenten acerca de todas sus abominaciones entre las naciones a donde lleguen. Y sabrán que yo soy el SEÑOR”.

17 Entonces vino a mí la palabra del SEÑOR, diciendo: 18 “Oh hijo de hombre, come tu pan con temblor y bebe tu agua con estremecimiento y angustia. 19 Dirás al pueblo de la tierra que así dice el SEÑOR Dios[bi] a los habitantes de Jerusalén, acerca de la tierra de Israel: ‘Comerán su pan con angustia, y beberán su agua con horror, porque la tierra será desolada de su plenitud a causa de la violencia de todos los que viven en ella. 20 Las ciudades habitadas serán arruinadas, y la tierra será una desolación’. Y sabrán que yo soy el SEÑOR”.

Reina Valera Actualizada (RVA-2015)

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