Bible in 90 Days
El Sermón del monte
5 Cuando vio la multitud, subió al monte y, al sentarse él, se le acercaron sus discípulos. 2 Y abriendo su boca, les enseñaba diciendo:
Las bienaventuranzas
3 “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
4 “Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.
5 “Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad.
6 “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.
7 “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos recibirán misericordia.
8 “Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios.
9 “Bienaventurados los que hacen la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
10 “Bienaventurados los que son perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
11 “Bienaventurados son cuando los vituperen y los persigan, y digan toda clase de mal contra ustedes por mi causa, mintiendo. 12 Gócense y alégrense, porque su recompensa es grande en los cielos; pues así persiguieron a los profetas que fueron antes de ustedes.
La sal de la tierra y la luz del mundo
13 “Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué será salada? No vale más para nada, sino para ser echada fuera y pisoteada por los hombres.
14 “Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad asentada sobre un monte no puede ser escondida. 15 Tampoco se enciende una lámpara para ponerla debajo de un cajón, sino sobre el candelero; y así alumbra a todos los que están en la casa. 16 Así alumbre la luz de ustedes delante de los hombres, de modo que vean sus buenas obras y glorifiquen a su Padre que está en los cielos.
El verdadero cumplimiento de la Ley
17 “No piensen que he venido para abrogar la Ley o los Profetas. No he venido para abrogar, sino para cumplir. 18 De cierto les digo que hasta que pasen el cielo y la tierra ni siquiera una jota ni una tilde pasará de la ley hasta que todo haya sido cumplido.
19 “Por lo tanto, cualquiera que quebrante el más pequeño de estos mandamientos y así enseñe a los hombres, será considerado el más pequeño en el reino de los cielos. Pero cualquiera que los cumpla y los enseñe, este será considerado grande en el reino de los cielos. 20 Porque les digo que a menos que su justicia sea mayor que la de los escribas y de los fariseos, jamás entrarán en el reino de los cielos.
Acerca de la ira
21 “Ustedes han oído que fue dicho a los antiguos: No cometerás homicidio[a]; y cualquiera que comete homicidio será culpable en el juicio. 22 Pero yo les digo que todo el que se enoje con su hermano será culpable en el juicio. Cualquiera que le llame a su hermano ‘necio’ será culpable ante el Sanedrín; y cualquiera que le llame[b] ‘fatuo’ será expuesto al infierno de fuego.
23 “Por tanto, si has traído tu ofrenda al altar y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, 24 deja tu ofrenda allí delante del altar, y ve, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces vuelve y ofrece tu ofrenda.
25 “Reconcíliate pronto con tu adversario mientras estás con él en el camino; no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y seas echado en la cárcel. 26 De cierto te digo que jamás saldrás de allí hasta que pagues el último centavo.
Acerca del adulterio
27 “Ustedes han oído que fue dicho: No cometerás adulterio[c]. 28 Pero yo les digo que todo el que mira a una mujer para codiciarla ya adulteró con ella en su corazón. 29 Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo y échalo de ti. Porque es mejor para ti que se pierda uno de tus miembros y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno. 30 Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala y échala de ti. Porque es mejor para ti que se pierda uno de tus miembros y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno.
31 “También fue dicho: Cualquiera que despide a su mujer, dele carta de divorcio[d]. 32 Pero yo les digo que todo aquel que se divorcia de su mujer, a no ser por causa de inmoralidad sexual, hace que ella cometa adulterio. Y el que se casa con la mujer divorciada comete adulterio.
Acerca de los juramentos
33 “Además, ustedes han oído que fue dicho a los antiguos: No jurarás falsamente; sino que cumplirás al Señor tus juramentos[e]. 34 Pero yo les digo: No juren en ninguna manera; ni por el cielo, porque es el trono de Dios; 35 ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del Gran Rey. 36 No jurarás ni por tu cabeza, porque no puedes hacer que un cabello sea ni blanco ni negro. 37 Pero sea su hablar, ‘sí’, ‘sí’, y ‘no’, ‘ no’. Porque lo que va más allá de esto, procede del mal[f].
Acerca de la venganza
38 “Ustedes han oído que fue dicho a los antiguos: Ojo por ojo y diente por diente[g]. 39 Pero yo les digo: No resistan al malo. Más bien, a cualquiera que te golpea en la mejilla derecha, vuélvele también la otra. 40 Y al que quiera llevarte a juicio y quitarte la túnica, déjale también el manto. 41 A cualquiera que te obligue a llevar carga por un kilómetro, ve con él dos. 42 Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo niegues.
Acerca del amor al prójimo
43 “Ustedes han oído que fue dicho: Amarás a tu prójimo[h] y aborrecerás a tu enemigo. 44 Pero yo les digo: Amen a sus enemigos[i] y oren por los que[j] les persiguen; 45 de modo que sean hijos de su Padre que está en los cielos, porque él hace salir su sol sobre malos y buenos, y hace llover sobre justos e injustos. 46 Porque si aman a los que les aman, ¿qué recompensa tendrán? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? 47 Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de más? ¿No hacen eso mismo los gentiles? 48 Sean, pues, ustedes perfectos, como su Padre que está en los cielos es perfecto.
Sobre las obras de misericordia
6 “Guárdense de hacer su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos. De lo contrario, no tendrán recompensa de su Padre que está en los cielos. 2 Cuando, pues, hagas obras de misericordia, no hagas tocar trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles para ser honrados por los hombres. De cierto les digo que ellos ya tienen su recompensa. 3 Pero cuando tú hagas obras de misericordia, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha, 4 de modo que tus obras de misericordia sean en secreto. Y tu Padre que ve en secreto te recompensará[k].
Sobre la oración: El Padre Nuestro
5 “Cuando ustedes oren, no sean como los hipócritas, que aman orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos por los hombres. De cierto les digo que ya tienen su recompensa. 6 Pero tú, cuando ores, entra en tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en secreto te recompensará[l]. 7 Y al orar, no usen vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que serán oídos por su palabrería. 8 Por tanto, no se hagan semejantes a ellos, porque el Padre de ustedes sabe de qué cosas tienen necesidad antes que ustedes le pidan. 9 Ustedes, pues, oren así:
Padre nuestro que estás en los cielos: Santificado sea tu nombre,
10 venga tu reino,
sea hecha tu voluntad,
como en el cielo
así también en la tierra.
11 El pan nuestro de cada día,
dánoslo hoy.
12 Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos
a nuestros deudores.
13 Y no nos metas en tentación,
mas líbranos del mal.
[Porque tuyo es el reino,
el poder y la gloria
por todos los siglos. Amén][m].
14 Porque si perdonan a los hombres sus ofensas, su Padre celestial también les perdonará a ustedes. 15 Pero si no perdonan a los hombres, tampoco su Padre les perdonará sus ofensas.
Sobre el ayuno
16 “Cuando ustedes ayunen, no se hagan los tristes, como los hipócritas, que descuidan su apariencia para mostrar a los hombres que ayunan. De cierto les digo que ya tienen su recompensa. 17 Pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lávate la cara, 18 de modo que no muestres a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto. Y tu Padre que ve en secreto te recompensará[n].
Sobre las riquezas
19 “No acumulen para ustedes tesoros en la tierra, donde la polilla y el óxido corrompen, y donde los ladrones se meten y roban. 20 Más bien, acumulen para ustedes tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el óxido corrompen, y donde los ladrones no se meten ni roban. 21 Porque donde esté tu tesoro, allí también estará tu corazón.
El ojo: lámpara del cuerpo
22 “La lámpara del cuerpo es el ojo. Así que, si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará lleno de luz. 23 Pero si tu ojo es malo, todo tu cuerpo estará en tinieblas. De modo que, si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡cuán grande es esa oscuridad!
Las prioridades en la vida
24 “Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá al uno y amará al otro, o se dedicará al uno y menospreciará al otro. No pueden servir a Dios y a las riquezas. 25 “Por tanto les digo: No se afanen por su vida, qué han de comer o qué han de beber; ni por su cuerpo, qué han de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? 26 Miren las aves del cielo, que no siembran ni siegan ni recogen en graneros; y su Padre celestial las alimenta. ¿No son ustedes de mucho más valor que ellas? 27 ¿Quién de ustedes podrá, por más que se afane, añadir a su estatura un milímetro? 28 ¿Por qué se afanan por el vestido? Miren los lirios del campo, cómo crecen. Ellos no trabajan ni hilan; 29 pero les digo que ni aun Salomón, con toda su gloria, fue vestido como uno de ellos. 30 Si Dios viste así la hierba del campo, que hoy está y mañana es echada en el horno, ¿no hará mucho más por ustedes, hombres de poca fe?
31 “Por tanto, no se afanen diciendo: ‘¿Qué comeremos?’ o ‘¿Qué beberemos?’ o ‘¿Con qué nos cubriremos?’. 32 Porque los gentiles buscan todas estas cosas, pero el Padre de ustedes que está en los cielos sabe que tienen necesidad de todas estas cosas. 33 Más bien, busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas. 34 Así que, no se afanen por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su propio afán. Basta a cada día su propio mal.
El juzgar a los demás
7 “No juzguen, para que no sean juzgados. 2 Porque con el juicio con que juzguen serán juzgados, y con la medida con que midan se les medirá. 3 “¿Por qué miras la brizna de paja que está en el ojo de tu hermano pero dejas de ver la viga que está en tu propio ojo? 4 ¿Cómo dirás a tu hermano: ‘Deja que yo saque la brizna de tu ojo’, y he aquí la viga está en el tuyo? 5 ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna del ojo de tu hermano.
6 “No den lo santo a los perros, ni echen sus perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen y después se vuelvan contra ustedes y los despedacen.
La eficacia de la oración
7 “Pidan, y se les dará. Busquen y hallarán. Llamen, y se les abrirá. 8 Porque todo el que pide recibe, el que busca halla, y al que llama se le abrirá. 9 ¿Qué hombre hay entre ustedes que, al hijo que le pide pan, le dará una piedra? 10 ¿O al que le pide pescado le dará una serpiente? 11 Pues si ustedes, siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¿cuánto más su Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que le piden?
La regla de oro
12 “Así que, todo lo que quieran que hagan los hombres por ustedes, así también hagan por ellos, porque esto es la Ley y los Profetas.
La puerta y el camino de la vida
13 “Entren por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella. 14 Pero ¡qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que lleva a la vida! Y son pocos los que la hallan.
Cómo reconocer a los falsos profetas
15 “Guárdense de los falsos profetas, que vienen a ustedes vestidos de ovejas, pero que por dentro son lobos rapaces. 16 Por sus frutos los conocerán. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos? 17 Así también, todo árbol sano da buenos frutos, pero el árbol podrido da malos frutos. 18 El árbol sano no puede dar malos frutos, ni tampoco puede el árbol podrido dar buenos frutos. 19 Todo árbol que no lleva buen fruto es cortado y echado en el fuego. 20 Así que, por sus frutos los conocerán.
Parábola de los dos cimientos
21 “No todo el que me dice ‘ Señor, Señor’ entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. 22 Muchos me dirán en aquel día: ‘¡Señor, Señor! ¿No profetizamos en tu nombre? ¿En tu nombre no echamos demonios? ¿Y en tu nombre no hicimos muchas obras poderosas?’. 23 Entonces yo les declararé: ‘Nunca les he conocido. ¡Apártense de mí, obradores de maldad!’.
24 “Cualquiera, pues, que me oye estas palabras y las hace, será semejante a un hombre prudente que edificó su casa sobre la peña. 25 Y cayó la lluvia, vinieron torrentes, soplaron vientos y golpearon contra aquella casa. Pero no se derrumbó, porque se había fundado sobre la peña.
26 “Pero todo el que me oye estas palabras y no las hace, será semejante a un hombre insensato que edificó su casa sobre la arena. 27 Cayó la lluvia, vinieron torrentes y soplaron vientos, y azotaron contra aquella casa. Y se derrumbó, y fue grande su ruina”.
28 Y aconteció que, cuando Jesús terminó estas palabras, las multitudes estaban maravilladas de su enseñanza; 29 porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas.
Jesús sana a un leproso
8 Cuando descendió del monte, lo siguió mucha gente. 2 Y he aquí vino un leproso y se postró ante él diciendo:
—¡Señor, si quieres, puedes limpiarme!
3 Jesús extendió la mano y lo tocó diciendo:
—Quiero. ¡Sé limpio!
Y al instante quedó limpio de la lepra. 4 Entonces Jesús le dijo:
—Mira, no lo digas a nadie; pero ve, muéstrate al sacerdote y ofrece la ofrenda que mandó Moisés, para testimonio a ellos.
Jesús sana al criado del centurión
5 Cuando Jesús entró en Capernaúm, vino a él un centurión y le rogó 6 diciendo:
—Señor, mi criado está postrado en casa, paralítico, y sufre terribles dolores.
7 Y le dijo:
—Yo iré y lo sanaré.
8 Respondió el centurión y dijo:
—Señor, yo no soy digno de que entres bajo mi techo. Solamente di la palabra y mi criado será sanado. 9 Porque yo también soy un hombre bajo autoridad y tengo soldados bajo mi mando. Si digo a este: “Ve”, él va; si digo al otro: “Ven”, él viene; y si digo a mi siervo: “Haz esto”, él lo hace.
10 Cuando Jesús oyó esto, se maravilló y dijo a los que lo seguían:
—De cierto les digo que no he hallado tanta fe en ninguno en Israel. 11 Y les digo que muchos vendrán del oriente y del occidente y se sentarán con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos, 12 pero los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera. Allí habrá llanto y crujir de dientes.
13 Entonces Jesús le dijo al centurión:
—Ve, y como creíste te sea hecho.
Y su criado fue sanado en aquella hora.
Jesús sana a la suegra de Pedro
14 Entró Jesús en la casa de Pedro, y vio que la suegra de este estaba postrada en cama con fiebre. 15 Él le tocó la mano, y la fiebre la dejó. Luego ella se levantó y comenzó a servirle.
16 Al atardecer, trajeron a él muchos endemoniados. Con su palabra echó fuera a los espíritus y sanó a todos los enfermos, 17 de modo que se cumpliera lo dicho por medio del profeta Isaías, quien dijo:
Él mismo tomó nuestras debilidades
y cargó con nuestras enfermedades[o].
Lo que cuesta seguir a Jesús
18 Cuando se vio rodeado de una multitud, Jesús mandó que pasaran a la otra orilla. 19 Entonces se le acercó un escriba y le dijo:
—Maestro, te seguiré a dondequiera que vayas.
20 Jesús le dijo:
—Las zorras tienen cuevas, y las aves del cielo tienen nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza.
21 Otro de sus discípulos le dijo:
—Señor, permíteme que primero vaya y entierre a mi padre.
22 Pero Jesús le dijo:
—Sígueme y deja que los muertos entierren a sus muertos.
Jesús calma la tempestad
23 Él entró en la barca, y sus discípulos lo siguieron. 24 Y de repente se levantó una tempestad tan grande en el mar que las olas cubrían la barca, pero él dormía. 25 Y acercándose, lo despertaron diciendo:
—¡Señor, sálvanos, que perecemos!
26 Y él les dijo:
—¿Por qué tienen miedo, hombres de poca fe?
Entonces se levantó y reprendió a los vientos y al mar, y se hizo grande bonanza. 27 Los hombres se maravillaron y decían:
—¿Qué clase de hombre es este, que hasta los vientos y el mar le obedecen?
Jesús sana a dos endemoniados
28 Una vez llegado a la otra orilla, a la región de los gadarenos[p], le vinieron al encuentro dos endemoniados que habían salido de los sepulcros. Eran violentos en extremo, tanto que nadie podía pasar por aquel camino. 29 Y he aquí, ellos lanzaron gritos diciendo:
—¿Qué tienes con nosotros, Hijo de Dios[q]? ¿Has venido acá para atormentarnos antes de tiempo?
30 Lejos de ellos estaba paciendo un gran hato de cerdos, 31 y los demonios le rogaron diciendo:
—Si nos echas fuera, envíanos a aquel hato de cerdos.
32 Él les dijo:
—¡Vayan!
Ellos salieron y se fueron a los cerdos, y he aquí todo el hato de cerdos se lanzó al mar por un despeñadero y murieron en el agua.
33 Los que apacentaban los cerdos huyeron, se fueron a la ciudad y lo contaron todo, aun lo que había pasado a los endemoniados. 34 Y he aquí, toda la ciudad salió al encuentro de Jesús y, cuando lo vieron, le rogaban que se fuera de sus territorios.
9 Habiendo entrado en la barca, Jesús pasó a la otra orilla y llegó a su propia ciudad. 2 Entonces le trajeron un paralítico tendido sobre una camilla. Y viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico:
—Ten ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados.
3 He aquí, algunos de los escribas dijeron entre sí:
—¡Este blasfema!
4 Y conociendo Jesús sus pensamientos, les dijo:
—¿Por qué piensan mal en sus corazones? 5 Porque, ¿qué es más fácil decir: “Tus pecados te son perdonados” o decir: “Levántate y anda”? 6 Pero para que sepan que el Hijo del Hombre tiene autoridad para perdonar pecados en la tierra —entonces dijo al paralítico—: ¡Levántate; toma tu camilla y vete a tu casa!
7 Y se levantó y se fue a su casa. 8 Cuando las multitudes vieron esto, temieron y glorificaron a Dios, quien había dado semejante autoridad a los hombres.
El llamamiento de Mateo
9 Pasando de allí, Jesús vio a un hombre llamado Mateo, sentado en el lugar de los tributos públicos, y le dijo: “¡ Sígueme!”. Y él se levantó y lo siguió.
10 Sucedió que, estando Jesús sentado a la mesa en casa, he aquí muchos publicanos y pecadores que habían venido estaban sentados a la mesa con Jesús y sus discípulos. 11 Y cuando los fariseos lo vieron, decían a sus discípulos:
—¿Por qué come su maestro con los publicanos y pecadores?
12 Al oírlo, Jesús les dijo:
—Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los que están enfermos. 13 Vayan, pues, y aprendan qué significa: Misericordia quiero y no sacrificio[r]. Porque yo no he venido para llamar a justos, sino a pecadores[s].
Preguntas sobre el ayuno
14 Entonces los discípulos de Juan fueron a Jesús y dijeron:
—¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos frecuentemente pero tus discípulos no ayunan?
15 Jesús les dijo:
—¿Pueden tener luto los que están de bodas mientras el novio está con ellos? Pero vendrán días cuando el novio les será quitado, y entonces ayunarán. 16 Nadie pone parche de tela nueva en vestido viejo, porque el parche tira del vestido y la rotura se hace peor. 17 Tampoco echan vino nuevo en odres viejos, porque los odres se rompen, el vino se derrama y los odres se echan a perder. Más bien, echan vino nuevo en odres nuevos, y ambos se conservan.
Jesús sana a una mujer
18 Mientras él hablaba estas cosas, he aquí vino un hombre principal y se postró delante de él diciéndole:
—Mi hija acaba de morir. Pero ven y pon tu mano sobre ella, y vivirá.
19 Jesús se levantó y lo siguió con sus discípulos. 20 Y he aquí una mujer que sufría de hemorragia desde hacía doce años se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto; 21 porque ella pensaba dentro de sí: “Si solamente toco su vestido, seré sanada”. 22 Pero Jesús, volviéndose y mirándola, dijo:
—Ten ánimo, hija, tu fe te ha salvado.
Y la mujer fue sanada desde aquella hora.
Jesús resucita a una niña
23 Cuando Jesús llegó a la casa del principal y vio a los que tocaban las flautas y a la multitud que hacía bullicio, 24 les dijo:
—Apártense, porque la muchacha no ha muerto, sino que duerme.
Y se burlaban de él. 25 Cuando hubieron sacado a la gente, él entró y la tomó de la mano; y la muchacha se levantó. 26 Y salió esta noticia por toda aquella tierra.
Jesús sana a dos ciegos
27 Mientras Jesús pasaba de allí, lo siguieron dos ciegos clamando a gritos y diciendo:
—¡Ten misericordia de nosotros, hijo de David!
28 Cuando él llegó a la casa, los ciegos vinieron a él. Y Jesús les dijo:
—¿Creen que puedo hacer esto?
Ellos dijeron:
—Sí, Señor.
29 Entonces les tocó los ojos diciendo:
—Conforme a la fe de ustedes les sea hecho.
30 Y los ojos de ellos fueron abiertos. Entonces Jesús les encargó rigurosamente diciendo:
—Miren que nadie lo sepa.
31 Pero ellos salieron y difundieron su fama por toda aquella tierra.
Jesús sana a un endemoniado mudo
32 Mientras aquellos salían, he aquí le trajeron un hombre mudo endemoniado. 33 Y tan pronto fue echado fuera el demonio, el mudo habló. Y las multitudes se maravillaban diciendo:
—¡Nunca se ha visto semejante cosa en Israel!
34 Pero los fariseos decían:
—Por el príncipe de los demonios echa fuera los demonios.
Jesús se compadece de la gente
35 Jesús recorría todas las ciudades y las aldeas, enseñando en sus sinagogas, predicando el evangelio del reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia. 36 Y cuando vio las multitudes, tuvo compasión de ellas porque estaban acosadas y desamparadas como ovejas que no tienen pastor. 37 Entonces dijo a sus discípulos: “A la verdad, la mies es mucha, pero los obreros son pocos. 38 Rueguen, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies”.
Jesús comisiona a los doce
10 Entonces llamó a sus doce discípulos y les dio autoridad sobre los espíritus inmundos para echarlos fuera, y para sanar toda enfermedad y toda dolencia. 2 Los nombres de los doce apóstoles son estos: primero Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; también Jacobo hijo de Zebedeo, y su hermano Juan; 3 Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo el publicano; Jacobo hijo de Alfeo, y Tadeo[t]; 4 Simón el cananita y Judas Iscariote, quien lo entregó.
La misión de los doce
5 A estos doce los envió Jesús, dándoles instrucciones diciendo: “No vayan por los caminos de los gentiles ni entren en las ciudades de los samaritanos. 6 Pero vayan, más bien, a las ovejas perdidas de la casa de Israel. 7 Y cuando vayan, prediquen diciendo: ‘El reino de los cielos se ha acercado[u]’. 8 Sanen enfermos, resuciten muertos, limpien leprosos, echen fuera demonios. De gracia han recibido; den de gracia.
9 “No se provean ni de oro ni de plata ni de cobre en sus cintos. 10 Tampoco lleven bolsas para el camino ni dos vestidos ni zapatos ni bastón; porque el obrero es digno de su alimento. 11 En cualquier ciudad o aldea donde entren, averigüen quién en ella sea digno y quédense allí hasta que salgan. 12 Al entrar en la casa, salúdenla. 13 Si la casa es digna, venga la paz de ustedes sobre ella. Pero si no es digna, vuelva su paz a ustedes. 14 Y en caso de que no los reciban ni escuchen sus palabras, salgan de aquella casa o ciudad y sacudan el polvo de sus pies. 15 De cierto les digo que, en el día del juicio, el castigo será más tolerable para los de la tierra de Sodoma y de Gomorra que para aquella ciudad.
Las persecuciones venideras
16 “He aquí, yo los envío como a ovejas en medio de lobos. Sean, pues, astutos como serpientes y sencillos como palomas. 17 Guárdense de los hombres, porque los entregarán a los tribunales y en sus sinagogas los azotarán. 18 Serán llevados aun ante gobernadores y reyes por mi causa, para dar testimonio a ellos y a los gentiles. 19 Pero cuando los entreguen, no se preocupen de cómo o qué hablarán, porque les será dado en aquella hora lo que han de decir. 20 Pues no son ustedes los que hablan, sino el Espíritu de su Padre que hablará en ustedes.
21 “El hermano entregará a muerte a su hermano, y el padre a su hijo. Se levantarán los hijos contra sus padres y los harán morir. 22 Y serán aborrecidos de todos por causa de mi nombre. Pero el que persevere hasta el fin, este será salvo. 23 Y cuando los persigan en una ciudad, huyan a la otra. Porque de cierto les digo que de ningún modo acabarán de recorrer todas las ciudades de Israel antes que venga el Hijo del Hombre.
24 “El discípulo no es más que su maestro ni el siervo más que su señor. 25 Bástale al discípulo ser como su maestro, y al siervo como su señor. Si al padre de familia lo llamaron Beelzebul, ¡cuánto más lo harán a los de su casa!
Jesús infunde valor a los suyos
26 “Así que, no les teman. Porque no hay nada encubierto que no será revelado ni oculto que no será conocido. 27 Lo que les digo en privado, díganlo en público; y lo que oyen al oído, proclámenlo desde las azoteas. 28 No teman a los que matan el cuerpo pero no pueden matar al alma. Más bien, teman a aquel que puede destruir tanto el alma como el cuerpo en el infierno. 29 ¿Acaso no se venden dos pajaritos por una moneda? Con todo ni uno de ellos cae a tierra sin el consentimiento de su Padre. 30 Pues aun los cabellos de ustedes están todos contados. 31 Así que, no teman; más valen ustedes que muchos pajaritos.
32 “Por tanto, a todo el que me confiese delante de los hombres, yo también lo confesaré delante de mi Padre que está en los cielos. 33 Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también lo negaré delante de mi Padre que está en los cielos.
Recompensas del discipulado
34 “No piensen que he venido para traer paz a la tierra. No he venido para traer paz, sino espada. 35 Porque yo he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre y a la nuera contra su suegra. 36 Y los enemigos de un hombre serán los de su propia casa[v].
37 “ El que ama a padre o a madre más que a mí no es digno de mí, y el que ama a hijo o a hija más que a mí no es digno de mí. 38 El que no toma su cruz y sigue en pos de mí no es digno de mí. 39 El que halla su vida la perderá, y el que pierde su vida por mi causa la hallará.
40 “El que los recibe a ustedes a mí me recibe, y el que me recibe a mí recibe al que me envió. 41 El que recibe a un profeta porque es profeta, recibirá recompensa de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo, recibirá recompensa de justo. 42 Cualquiera que dé a uno de estos pequeñitos un vaso de agua fría solamente porque es mi discípulo, de cierto les digo que jamás perderá su recompensa”.
Los mensajeros de Juan el Bautista
11 Aconteció que, cuando Jesús acabó de dar instrucciones a sus doce discípulos, se fue de allí a enseñar y a predicar en las ciudades de ellos. 2 Ahora bien, cuando oyó Juan en la cárcel de los hechos de Cristo, envió a él por medio de[w] sus discípulos, 3 y le dijo:
—¿Eres tú aquel que ha de venir, o esperaremos a otro?
4 Y respondiendo Jesús les dijo:
—Vayan y hagan saber a Juan las cosas que oyen y ven: 5 Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son hechos limpios, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres se les anuncia el evangelio. 6 Bienaventurado es el que no toma ofensa en mí.
Jesús testifica de Juan el Bautista
7 Mientras ellos se iban, Jesús comenzó a hablar de Juan a las multitudes: “¿Qué salieron a ver en el desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? 8 Entonces, ¿qué salieron a ver? ¿Un hombre vestido de ropa delicada? He aquí, los que se visten con ropa delicada están en los palacios de los reyes. 9 Entonces, ¿qué salieron a ver? ¿Un profeta? ¡Sí, les digo, y más que profeta! 10 Este es aquel de quien está escrito:
He aquí yo envío mi mensajero
delante de tu rostro,
quien preparará tu camino
delante de ti[x].
11 De cierto les digo que no se ha levantado entre los nacidos de mujer ningún otro mayor que Juan el Bautista. Sin embargo, el más pequeño en el reino de los cielos es mayor que él. 12 Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia[y], y los violentos se apoderan de él. 13 Porque todos los Profetas y la Ley profetizaron hasta Juan. 14 Y si lo quieren recibir, él es el Elías que debía venir. 15 El que tiene oídos, oiga.
16 “Pero, ¿a qué compararé esta generación? Es semejante a los muchachos que se sientan en las plazas y dan voces a sus compañeros, 17 diciendo:
Les tocamos la flauta,
y no bailaron;
entonamos canciones de duelo
y no se lamentaron’.
18 Porque vino Juan, que no comía ni bebía, y dicen: ‘¡Demonio tiene!’. 19 Y vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y dicen: ‘¡He aquí un hombre comilón y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores!’. Pero la sabiduría es justificada por sus hechos[z]”.
Ayes sobre las ciudades
20 Entonces comenzó a reprender a las ciudades en las cuales se realizaron muchos de sus hechos poderosos, porque no se habían arrepentido: 21 “¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si se hubieran realizado en Tiro y en Sidón los hechos poderosos que se realizaron en ustedes, ya hace tiempo se habrían arrepentido en saco y ceniza. 22 Pero les digo que en el día del juicio el castigo para Tiro y Sidón será más tolerable que para ustedes.
23 “Y tú, Capernaúm, ¿serás exaltada hasta el cielo? ¡Hasta el Hades serás hundida! Porque si entre los de Sodoma se hubieran realizado los hechos poderosos que se realizaron en ti, habrían permanecido hasta hoy. 24 Pero les digo que en el día del juicio el castigo será más tolerable para la tierra de Sodoma, que para ti”.
Jesús ofrece descanso para el alma
25 En aquel tiempo Jesús respondió y dijo: “Te alabo, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas de los sabios y entendidos, y las has revelado a los niños. 26 Sí, Padre, porque así te agradó”.
27 “Todas las cosas me han sido entregadas por mi Padre. Nadie conoce bien al Hijo, sino el Padre. Nadie conoce bien al Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar. 28 “Vengan a mí, todos los que están fatigados y cargados, y yo los haré descansar. 29 Lleven mi yugo sobre ustedes, y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallarán descanso para su alma. 30 Porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga”.
Jesús: Señor del sábado
12 En ese tiempo, Jesús pasó por los sembrados en sábado. Sus discípulos tuvieron hambre y comenzaron a arrancar espigas y a comer. 2 Y al verlo los fariseos, le dijeron:
—Mira, tus discípulos hacen lo que no es lícito hacer en el sábado.
3 Él les dijo:
—¿No han leído qué hizo David cuando tuvo hambre él y los que estaban con él; 4 cómo entró en la casa de Dios y comieron los panes de la Presencia, que no les era lícito comer ni a él ni a los que estaban con él, sino solo a los sacerdotes? 5 ¿Tampoco han leído en la ley que en los sábados los sacerdotes en el templo profanan el sábado y quedan sin culpa? 6 Pero les digo que uno mayor que el templo está aquí. 7 Si hubieran conocido qué significa Misericordia quiero y no sacrificio[aa], no habrían condenado a los que no tienen culpa. 8 Porque el Hijo del Hombre es Señor del sábado.
El hombre de la mano paralizada
9 Partió de allí y fue a la sinagoga de ellos. 10 Y he aquí había un hombre que tenía la mano paralizada; y para acusar a Jesús, le preguntaron diciendo:
—¿Es lícito sanar en sábado?
11 Pero él les dijo:
—¿Qué hombre hay entre ustedes que tenga una oveja, y que si esta cae en un pozo en sábado, no le echará mano y la sacará? 12 Pues, ¡cuánto más vale un hombre que una oveja! De manera que es lícito hacer bien en sábado.
13 Entonces dijo a aquel hombre:
—Extiende tu mano.
Él la extendió, y su mano fue restaurada sana como la otra. 14 Pero saliendo los fariseos, tomaron consejo contra él, cómo destruirlo.
Jesús: el Siervo del Señor
15 Como Jesús lo supo, se apartó de allí. Lo siguió mucha gente, y a todos los sanó. 16 Y les mandó rigurosamente que no lo dieran a conocer, 17 para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta Isaías, que dijo:
18 He aquí mi siervo,
a quien he escogido;
mi amado,
en quien se complace mi alma.
Pondré mi Espíritu sobre él,
y anunciará juicio a las naciones.
19 No contenderá, ni dará voces;
ni oirá nadie su voz en las plazas.
20 La caña cascada no quebrará,
y la mecha que humea no apagará, hasta que saque a triunfo el juicio.
21 Y en su nombre las naciones
pondrán su esperanza[ab].
Por quién Jesús echa fuera demonios
22 Entonces fue traído a él un endemoniado, ciego y mudo; y lo sanó, de manera que el mudo hablaba y veía. 23 Toda la gente estaba atónita y decía:
—¿Acaso será este el Hijo de David?
24 Pero al oírlo, los fariseos dijeron:
—Este no echa fuera los demonios sino por Beelzebul, el príncipe de los demonios.
25 Pero como Jesús conocía sus pensamientos, les dijo:
—Todo reino dividido contra sí mismo está arruinado. Y ninguna ciudad o casa dividida contra sí misma permanecerá. 26 Y si Satanás echa fuera a Satanás, contra sí mismo está dividido. ¿Cómo, pues, permanecerá en pie su reino? 27 Y si yo echo fuera los demonios por Beelzebul, ¿por quién los echan fuera sus hijos? Por tanto, ellos serán sus jueces. 28 Pero si por el Espíritu de Dios yo echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a ustedes el reino de Dios. 29 Porque, ¿cómo puede alguien entrar en la casa de un hombre fuerte y saquear sus bienes a menos que primero ate al hombre fuerte? Y entonces saqueará su casa. 30 El que no está conmigo, contra mí está; y el que conmigo no recoge, desparrama.
31 »Por esto les digo que todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres, pero la blasfemia contra el Espíritu no será perdonada. 32 Y a cualquiera que diga palabra contra el Hijo del Hombre le será perdonado; pero a cualquiera que hable contra el Espíritu Santo no le será perdonado ni en este mundo ni en el venidero.
El árbol es conocido por su fruto
33 »O hagan bueno el árbol y bueno su fruto, o hagan malo el árbol y malo su fruto; porque el árbol es conocido por su fruto. 34 ¡Generación de víboras! ¿Cómo podrán ustedes, siendo malos, hablar cosas buenas? Porque de la abundancia del corazón habla la boca. 35 El hombre bueno del buen tesoro saca cosas buenas, y el hombre malo del mal tesoro saca cosas malas. 36 Pero yo les digo que en el día del juicio los hombres darán cuenta de toda palabra ociosa que hablen. 37 Porque por tus palabras serás justificado y por tus palabras serás condenado.
Jesús se niega a hacer señales
38 Entonces le respondieron algunos de los escribas y de los fariseos, diciendo:
—Maestro, deseamos ver de ti una señal.
39 Él respondió y les dijo:
—Una generación malvada y adúltera demanda señal, pero no le será dada ninguna señal, sino la señal del profeta Jonás. 40 Porque así como Jonás estuvo tres días y tres noches en el vientre del gran pez[ac], así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches. 41 Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio contra esta generación y la condenarán, porque ellos se arrepintieron ante la proclamación de Jonás. ¡Y he aquí uno mayor que Jonás está en este lugar! 42 La reina del Sur se levantará en el juicio contra esta generación y la condenará, porque vino de los confines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón. ¡Y he aquí uno mayor que Salomón está en este lugar!
El espíritu inmundo que regresa
43 »Cuando el espíritu inmundo ha salido del hombre, anda por lugares secos buscando reposo, y no lo encuentra. 44 Entonces dice: “Volveré a mi casa de donde salí”. Cuando regresa, la halla desocupada, barrida y adornada. 45 Entonces va y trae consigo otros siete espíritus peores que él. Y después de entrar, habitan allí; y el estado final de aquel hombre llega a ser peor que el primero. Así también sucederá a esta perversa generación.
La familia de Jesús
46 Mientras todavía hablaba a la gente, he aquí su madre y sus hermanos estaban afuera, buscando hablar con él. 47 Y alguien le dijo:
—Mira, tu madre y tus hermanos están afuera, buscando hablar contigo.
48 Pero Jesús respondió al que hablaba con él y le dijo:
—¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?
49 Entonces extendió su mano hacia sus discípulos y dijo:
—¡He aquí mi madre y mis hermanos! 50 Porque cualquiera que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre.
Parábola del sembrador
13 Aquel día Jesús salió de la casa y se sentó junto al mar. 2 Y se le acercó mucha gente, de manera que él entró en una barca para sentarse, y toda la multitud estaba de pie en la playa.
3 Entonces les habló muchas cosas en parábolas, diciendo: “He aquí un sembrador salió a sembrar. 4 Mientras él sembraba, parte de la semilla cayó junto al camino; y vinieron las aves y la devoraron. 5 Y otra parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra; y brotó rápidamente, porque la tierra no era profunda. 6 Pero cuando salió el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó. 7 Y otra parte cayó entre los espinos. Los espinos crecieron y la ahogaron. 8 Y otra parte cayó en buena tierra y dio fruto, una a ciento, otra a sesenta y otra a treinta por uno. 9 El que tiene oídos, que oiga”.
El propósito de las parábolas
10 Entonces se acercaron los discípulos y le dijeron:
—¿Por qué les hablas por parábolas?
11 Y él, respondiendo, les dijo:
—Porque a ustedes se les ha concedido conocer los misterios del reino de los cielos, pero a ellos no se les ha concedido. 12 Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. 13 Por esto les hablo por parábolas; porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni tampoco entienden. 14 Además, se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice:
De oído oirán, y nunca entenderán;
y mirando mirarán, y nunca verán.
15 Porque el corazón de este pueblo
se ha vuelto insensible,
y con los oídos han oído torpemente. Han cerrado sus ojos
para que no vean con los ojos
ni oigan con los oídos
ni entiendan con el corazón
ni se conviertan. Y yo los sanaré[ad].
16 Pero ¡bienaventurados sus ojos, porque ven; y sus oídos, porque oyen! 17 Porque de cierto les digo que muchos profetas y justos desearon ver lo que ustedes ven y no lo vieron, y oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron.
La parábola del sembrador explicada
18 »Ustedes, pues, oigan la parábola del sembrador. 19 Cuando alguien oye la palabra del reino y no la entiende, viene el maligno y arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Este es el que fue sembrado junto al camino. 20 Y el que fue sembrado en pedregales es el que oye la palabra y en seguida la recibe con gozo; 21 pero no tiene raíz en sí, sino que es de poca duración, y cuando viene la aflicción o la persecución por causa de la palabra, en seguida tropieza. 22 Y el que fue sembrado en espinos, este es el que oye la palabra, pero las preocupaciones de este mundo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y queda sin fruto. 23 Pero el que fue sembrado en buena tierra, este es el que oye la palabra y la entiende, el que de veras lleva fruto y produce, uno a ciento, otro a sesenta, y otro a treinta por uno.
Parábola del trigo y la cizaña
24 Les presentó otra parábola diciendo: “El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo. 25 Pero, mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue. 26 Cuando brotó la hierba y produjo fruto, entonces apareció también la cizaña. 27 Se acercaron los siervos al dueño del campo y le preguntaron: ‘Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña?’. 28 Y él les dijo: ‘Un hombre enemigo ha hecho esto’. Los siervos le dijeron: ‘Entonces, ¿quieres que vayamos y la recojamos?’. 29 Pero él dijo: ‘No; no sea que al recoger la cizaña arranquen con ella el trigo. 30 Dejen crecer a ambos hasta la siega. Cuando llegue el tiempo de la siega, yo diré a los segadores: Recojan primero la cizaña y átenla en manojos para quemarla. Pero reúnan el trigo en mi granero’”.
Parábola del grano de mostaza
31 Les presentó otra parábola diciendo: “El reino de los cielos es semejante al grano de mostaza que un hombre tomó y sembró en su campo. 32 Esta es la más pequeña de todas las semillas; pero cuando crece, es la más grande de las hortalizas y se convierte en árbol, de modo que vienen las aves del cielo y hacen nidos en sus ramas”.
Parábola de la levadura
33 Les dijo otra parábola: “El reino de los cielos es semejante a la levadura que una mujer tomó y escondió en una gran cantidad[ae] de harina, hasta que todo quedó leudado”.
Las parábolas y las profecías
34 Todo esto habló Jesús en parábolas a las multitudes y sin parábolas no les hablaba, 35 de manera que se cumplió lo dicho por medio del profeta diciendo:
Abriré mi boca con parábolas;
publicaré cosas que han estado ocultas
desde la fundación del mundo[af].
La parábola de la cizaña explicada
36 Entonces, una vez despedida la multitud, volvió a casa. Y sus discípulos se acercaron a él diciendo:
—Explícanos la parábola de la cizaña del campo.
37 Y respondiendo él dijo:
—El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre. 38 El campo es el mundo. La buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del maligno. 39 El enemigo que la sembró es el diablo. La siega es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles. 40 De manera que como la cizaña es recogida y quemada en el fuego, así será el fin del mundo. 41 El Hijo del Hombre enviará a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que causan tropiezos y a los que hacen maldad, 42 y los echarán en el horno de fuego. Allí habrá llanto y crujir de dientes. 43 Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos, que oiga.
Parábolas: el tesoro, la perla y la red
44 »El reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en el campo, que un hombre descubrió y luego escondió. Y con regocijo va, vende todo lo que tiene y compra aquel campo.
45 »Además, el reino de los cielos es semejante a un comerciante que buscaba perlas finas. 46 Y habiendo encontrado una perla de gran valor, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró.
47 »Asimismo, el reino de los cielos es semejante a una red que fue echada en el mar y juntó toda clase de peces. 48 Cuando estuvo llena, la sacaron a la playa. Y sentados recogieron lo bueno en cestas y echaron fuera lo malo. 49 Así será el fin del mundo: Saldrán los ángeles y apartarán a los malos de entre los justos, 50 y los echarán en el horno de fuego. Allí habrá llanto y crujir de dientes.
51 »¿Han entendido todas estas cosas?
Ellos le dijeron:
—Sí.
52 Él les dijo:
—Por eso, todo escriba instruido en el reino de los cielos es semejante a un padre de familia que saca de su tesoro cosas nuevas y viejas.
Jesús es rechazado en Nazaret
53 Aconteció que cuando Jesús terminó estas parábolas, partió de allí. 54 Vino a su tierra y les enseñaba en su sinagoga, de manera que ellos estaban atónitos y decían:
—¿De dónde tiene este esta sabiduría y estos milagros? 55 ¿No es este el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos Jacobo, José, Simón y Judas? 56 ¿No están todas sus hermanas con nosotros? ¿De dónde, pues, le vienen a este todas estas cosas?
57 Se escandalizaban de él. Pero Jesús les dijo:
—No hay profeta sin honra sino en su propia tierra y en su casa.
58 Y no hizo allí muchos milagros a causa de la incredulidad de ellos.
La muerte de Juan el Bautista
14 En aquel tiempo, Herodes el tetrarca oyó la fama de Jesús 2 y dijo a sus criados: “¡Este es Juan el Bautista! Él ha resucitado de los muertos; por esta razón operan estos poderes en él”.
3 Porque Herodes había prendido a Juan, lo había atado con cadenas y puesto en la cárcel por causa de Herodía, la mujer de su hermano Felipe. 4 Porque Juan le decía: “No te es lícito tenerla por mujer”. 5 Y aunque Herodes quería matarlo, temió al pueblo; porque le tenían por profeta.
6 Pero cuando se celebró el cumpleaños de Herodes, la hija de Herodía danzó en medio y agradó a Herodes, 7 por lo cual él se comprometió bajo juramento a darle lo que ella pidiera. 8 Ella, instigada por su madre, dijo: “Dame aquí en un plato la cabeza de Juan el Bautista”.
9 Entonces el rey se entristeció; pero a causa del juramento y de los que estaban con él a la mesa, mandó que se la dieran. 10 Mandó decapitar a Juan en la cárcel. 11 Y su cabeza fue traída en un plato y fue dada a la muchacha, y ella la presentó a su madre.
12 Entonces llegaron sus discípulos, tomaron el cuerpo y lo enterraron. Luego fueron y se lo contaron a Jesús.
Jesús alimenta a cinco mil
13 Al oírlo, Jesús se apartó de allí en una barca a un lugar desierto y apartado. Cuando las multitudes oyeron esto, lo siguieron a pie desde las ciudades. 14 Cuando Jesús salió, vio la gran multitud y tuvo compasión de ellos, y sanó a los que entre ellos estaban enfermos. 15 Al atardecer, sus discípulos se acercaron a él y le dijeron:
—El lugar es desierto, y la hora ya avanzada. Despide a la gente para que vayan a las aldeas y compren para sí algo de comer.
16 Pero Jesús les dijo:
—No tienen necesidad de irse. Denles ustedes de comer.
17 Entonces ellos dijeron:
—No tenemos aquí sino cinco panes y dos pescados.
18 Él les dijo:
—Tráiganmelos acá.
19 Luego mandó que la gente se recostara sobre la hierba. Tomó los cinco panes y los dos pescados y, alzando los ojos al cielo, los bendijo. Después de partirlos, dio los panes a sus discípulos, y ellos a la gente. 20 Todos comieron y se saciaron, y se recogieron doce canastas llenas de lo que sobró de los pedazos. 21 Los que comieron eran como cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños.
Jesús camina sobre el agua
22 Y en seguida Jesús obligó a sus discípulos a entrar en la barca e ir delante de él a la otra orilla, mientras él despedía a las multitudes. 23 Una vez despedida la gente, subió al monte para orar a solas; y cuando llegó la noche, estaba allí solo. 24 La barca ya quedaba a gran distancia[ag] de la tierra, azotada por las olas, porque el viento era contrario. 25 Y a la madrugada[ah], Jesús fue a ellos caminando sobre el mar. 26 Pero cuando los discípulos lo vieron caminando sobre el mar, se turbaron diciendo:
—¡Un fantasma!
Y gritaron de miedo. 27 En seguida Jesús les habló diciendo:
—¡Tengan ánimo! ¡Yo soy! ¡No teman!
28 Entonces le respondió Pedro y dijo:
—Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas.
29 Y él dijo:
—Ven.
Pedro descendió de la barca y caminó sobre las aguas, y fue hacia Jesús. 30 Pero al ver el viento fuerte tuvo miedo y comenzó a hundirse. Entonces gritó diciendo:
—¡Señor, sálvame!
31 De inmediato Jesús extendió la mano, lo sostuvo y le dijo:
—¡Oh hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?
32 Cuando ellos subieron a la barca, se calmó el viento. 33 Entonces los que estaban en la barca lo adoraron diciendo:
—¡Verdaderamente eres Hijo de Dios!
Jesús sana a muchos en Genesaret
34 Cuando cruzaron a la otra orilla, llegaron a la tierra de Genesaret. 35 Y cuando los hombres de aquel lugar lo reconocieron, mandaron a decirlo por toda aquella región, y trajeron a él todos los que estaban enfermos. 36 Y le rogaban que solo pudieran tocar el borde de su manto, y todos los que lo tocaron quedaron sanos.
Lo que contamina al hombre
15 Entonces se acercaron a Jesús unos fariseos y escribas de Jerusalén, diciendo: 2 —¿Por qué quebrantan tus discípulos la tradición de los ancianos? Pues no se lavan las manos cuando comen pan.
3 Él les respondió diciendo:
—¿Por qué también ustedes quebrantan el mandamiento de Dios por causa de su tradición? 4 Porque Dios dijo: Honra a tu padre y a tu madre[ai], y: El que maldiga a su padre o a su madre muera irremisiblemente[aj]. 5 Pero ustedes dicen que cualquiera que diga a su padre o a su madre: “Aquello con que hubieras sido beneficiado es mi ofrenda a Dios”, 6 no debe honrar a su padre[ak].
»Así han invalidado la palabra de Dios por causa de su tradición. 7 ¡Hipócritas! Bien profetizó Isaías de ustedes diciendo:
8 Este pueblo me honra de labios, pero su corazón está lejos de mí.
9 Y en vano me rinden culto,
enseñando como doctrina
los mandamientos de hombres[al].
10 Entonces, llamando a la multitud, les dijo:
—¡Oigan y entiendan! 11 Lo que entra en la boca no contamina al hombre; sino lo que sale de la boca, esto contamina al hombre.
12 Entonces se acercaron los discípulos y le dijeron:
—¿Sabes que los fariseos se ofendieron al oír esas palabras?
13 Pero él respondió y dijo:
—Toda planta que no plantó mi Padre celestial será desarraigada. 14 Déjenlos. Son ciegos guías de ciegos. Pero si el ciego guía al ciego, ambos caerán en el hoyo.
15 Respondió Pedro y le dijo:
—Explícanos esta parábola.
16 Jesús dijo:
—¿También ustedes carecen de entendimiento? 17 ¿No entienden que todo lo que entra en la boca va al estómago y sale a la letrina? 18 Pero lo que sale de la boca viene del corazón, y eso contamina al hombre. 19 Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las inmoralidades sexuales, los robos, los falsos testimonios y las blasfemias. 20 Estas cosas son las que contaminan al hombre, pero el comer sin lavarse las manos no contamina al hombre.
La fe de una mujer extranjera
21 Cuando Jesús salió de allí, se fue a las regiones de Tiro y de Sidón. 22 Entonces una mujer cananea que había salido de aquellas regiones, clamaba diciendo:
—¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente atormentada por un demonio.
23 Pero él no le respondía palabra. Entonces se acercaron sus discípulos y le rogaron diciendo:
—Despídela, pues grita tras nosotros.
24 Y respondiendo dijo:
—Yo no he sido enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel.
25 Entonces ella vino y se postró delante de él diciéndole:
—¡Señor, socórreme!
26 Él le respondió diciendo:
—No es bueno tomar el pan de los hijos y echarlo a los perritos.
27 Y ella dijo:
—Sí, Señor. Pero aun los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus dueños.
28 Entonces respondió Jesús y le dijo:
—¡Oh mujer, grande es tu fe! Sea hecho contigo como quieres.
Y su hija fue sana desde aquella hora.
Otros milagros de Jesús
29 Cuando Jesús partió de allí, fue junto al mar de Galilea, y subiendo al monte se sentó allí. 30 Entonces se acercaron a él grandes multitudes que tenían consigo cojos, ciegos, mancos, mudos y muchos otros enfermos. Los pusieron a los pies de Jesús, y él los sanó; 31 de manera que la gente se maravillaba al ver a los mudos hablar, a los mancos sanos, a los cojos andar y a los ciegos ver. Y glorificaban al Dios de Israel.
Jesús alimenta a cuatro mil
32 Jesús llamó a sus discípulos y dijo:
—Tengo compasión de la multitud, porque ya hace tres días que permanecen conmigo y no tienen qué comer. No quiero despedirlos en ayunas, no sea que se desmayen en el camino.
33 Entonces sus discípulos le dijeron:
—¿De dónde conseguiremos nosotros tantos panes en un lugar desierto, como para saciar a una multitud tan grande?
34 Jesús les dijo:
—¿Cuántos panes tienen?
Ellos dijeron:
—Siete, y unos pocos pescaditos.
35 Entonces él mandó a la multitud que se recostara sobre la tierra. 36 Tomó los siete panes y los pescaditos, y habiendo dado gracias los partió e iba dando a los discípulos, y los discípulos a las multitudes. 37 Todos comieron y se saciaron, y recogieron siete cestas llenas de lo que sobró de los pedazos. 38 Los que comían eran cuatro mil hombres, sin contar las mujeres y los niños. 39 Entonces, una vez despedida la gente, subió en la barca y se fue a las regiones de Magdala.
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