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Bible in 90 Days

An intensive Bible reading plan that walks through the entire Bible in 90 days.
Duration: 88 days
Nueva Traducción Viviente (NTV)
Version
Génesis 17:1-28:19

De Abram a «Abraham»

17 Cuando Abram tenía noventa y nueve años, el Señor se le apareció y le dijo: «Yo soy El-Shaddai, “Dios Todopoderoso”. Sírveme con fidelidad y lleva una vida intachable. Yo haré un pacto contigo, por medio del cual garantizo darte una descendencia incontable».

Al oír eso, Abram cayó rostro en tierra. Después Dios le dijo: «Este es mi pacto contigo: ¡te haré el padre de una multitud de naciones! Además, cambiaré tu nombre. Ya no será Abram, sino que te llamarás Abraham,[a] porque serás el padre de muchas naciones. Te haré sumamente fructífero. Tus descendientes llegarán a ser muchas naciones, ¡y de ellos surgirán reyes!

»Yo confirmaré mi pacto contigo y con tus descendientes[b] después de ti, de generación en generación. Este es el pacto eterno: yo siempre seré tu Dios y el Dios de todos tus descendientes, y les daré a ti y a tus descendientes toda la tierra de Canaán, donde ahora vives como extranjero. Será posesión de ellos para siempre, y yo seré su Dios».

La marca del pacto

Entonces Dios le dijo a Abraham: «Es tu responsabilidad obedecer las condiciones del pacto. Tanto tú como todos tus descendientes tendrán esta responsabilidad de por vida. 10 Este es el pacto que tú y tus descendientes deben cumplir: todo varón entre ustedes debe ser circuncidado. 11 Debes cortar la carne del prepucio como señal del pacto entre tú y yo. 12 De generación en generación, todo varón debe ser circuncidado al octavo día de su nacimiento. Esto incluye no solamente a los miembros de tu familia, sino también a los siervos nacidos en tu casa y a los siervos extranjeros que hayas comprado. 13 Todos deben ser circuncidados. Llevarán en su cuerpo la marca de mi pacto eterno. 14 Todo varón que no sea circuncidado será excluido de la familia del pacto por romper el pacto».

De Sarai a «Sara»

15 Entonces Dios le dijo a Abraham: «Con respecto a Sarai, tu esposa, su nombre no será más Sarai. A partir de ahora, se llamará Sara.[c] 16 Y yo la bendeciré, ¡y te daré un hijo varón por medio de ella! Sí, la bendeciré en abundancia, y llegará a ser la madre de muchas naciones. Entre sus descendientes, habrá reyes de naciones».

17 Entonces Abraham se postró hasta el suelo, pero se rio por dentro, incrédulo. «¿Cómo podría yo ser padre a la edad de cien años?—pensó—. ¿Y cómo podrá Sara tener un bebé a los noventa años?». 18 Así que Abraham le dijo a Dios:

—¡Que Ismael viva bajo tu bendición especial!

19 Pero Dios le respondió:

—No. Sara, tu esposa, te dará a luz un hijo. Le pondrás por nombre Isaac,[d] y yo confirmaré mi pacto con él y con sus descendientes como pacto eterno. 20 Con respecto a Ismael, también a él lo bendeciré, tal como me has pedido. Haré que sea muy fructífero y multiplicaré su descendencia. Llegará a ser padre de doce príncipes, y haré de él una gran nación; 21 pero mi pacto se confirmará con Isaac, quien nacerá de ti y de Sara dentro de un año.

22 Cuando Dios terminó de hablar, dejó a Abraham.

23 Ese mismo día, Abraham tomó a su hijo Ismael, y a todos los varones de su casa, tanto los que habían nacido allí como los que había comprado; y los circuncidó cortándoles el prepucio, tal como Dios le había dicho. 24 Abraham tenía noventa y nueve años cuando fue circuncidado, 25 y su hijo Ismael tenía trece. 26 Tanto Abraham como su hijo Ismael fueron circuncidados ese mismo día, 27 y también los demás varones de la casa, los nacidos allí y los comprados como siervos. Todos fueron circuncidados junto con él.

Sara recibe la promesa de un hijo

18 El Señor se le apareció otra vez a Abraham cerca del robledo que pertenecía a Mamre. Un día, Abraham estaba sentado en la entrada de su carpa a la hora más calurosa del día. Entonces levantó la vista y vio a tres hombres de pie cerca de allí. Cuando los vio, corrió a recibirlos, y se inclinó hasta el suelo en señal de bienvenida.

—Mi señor—dijo él—, si le agrada, deténgase aquí un rato. Descansen bajo la sombra de este árbol mientras les traen agua para lavarse los pies. Ya que han honrado a su siervo con esta visita, permítanme prepararles comida para que recobren fuerzas antes de continuar su viaje.

—Está bien—dijeron ellos—. Haz lo que dijiste.

Entonces Abraham volvió corriendo a la carpa y le dijo a Sara: «¡Apresúrate! Toma tres medidas abundantes[e] de la mejor harina que tengas, amásala y hornea pan». Luego Abraham corrió hacia el rebaño, escogió un becerro tierno y se lo dio a su siervo, quien lo preparó con rapidez. Cuando la comida estuvo lista, Abraham tomó yogur[f] y leche junto con la carne asada, y sirvió la comida a los hombres. Mientras ellos comían, Abraham los atendía bajo la sombra de los árboles.

—¿Dónde está Sara, tu esposa?—preguntaron los visitantes.

—Está dentro de la carpa—contestó Abraham.

10 Entonces uno de ellos dijo:

—Yo volveré a verte dentro de un año, ¡y tu esposa, Sara, tendrá un hijo!

Sara escuchaba la conversación desde la carpa. 11 Abraham y Sara eran muy ancianos en ese tiempo, y hacía mucho que Sara había pasado la edad de tener hijos. 12 Así que se rio en silencio dentro de sí misma, y dijo: «¿Cómo podría una mujer acabada como yo disfrutar semejante placer, sobre todo cuando mi señor—mi esposo—también es muy viejo?».

13 Entonces el Señor le dijo a Abraham:

—¿Por qué se rio Sara y dijo: “¿Acaso puede una mujer vieja como yo tener un bebé?”? 14 ¿Existe algo demasiado difícil para el Señor? Regresaré dentro de un año, y Sara tendrá un hijo.

15 Sara tuvo miedo, por eso lo negó:

—Yo no me reí.

Pero el Señor dijo:

—No es cierto, sí te reíste.

Abraham intercede por Sodoma

16 Después de haber comido, los hombres se levantaron y miraron hacia Sodoma. Cuando salieron, Abraham caminó un tramo con ellos para despedirlos.

17 «¿Ocultaré mis planes a Abraham?—preguntó el Señor—. 18 Pues Abraham sin duda llegará a formar una nación grande y poderosa, y todas las naciones de la tierra serán bendecidas por medio de él. 19 Yo lo escogí a fin de que él ordene a sus hijos y a sus familias que se mantengan en el camino del Señor haciendo lo que es correcto y justo. Entonces yo haré para Abraham todo lo que he prometido».

20 Así que el Señor le dijo a Abraham:

—He oído un gran clamor desde Sodoma y Gomorra, porque su pecado es muy grave. 21 Bajaré para ver si sus acciones son tan perversas como he oído. Si no es así, quiero saberlo.

22 Los otros hombres se dieron la vuelta y se dirigieron a Sodoma, pero el Señor se quedó con Abraham. 23 Abraham se le acercó y dijo:

—¿Destruirás tanto al justo como al malvado? 24 Supongamos que encuentras cincuenta personas justas en la ciudad, ¿aun así la destruirás y no la perdonarás por causa de los justos? 25 Seguro que tú no harías semejante cosa: destruir al justo junto con el malvado. ¡Pues estarías tratando al justo y al malvado exactamente de la misma manera! ¡Sin duda, tú no harías eso! ¿Acaso el Juez de toda la tierra no haría lo que es correcto?

26 Y el Señor contestó:

—Si encuentro cincuenta personas justas en Sodoma, perdonaré a toda la ciudad por causa de ellos.

27 Entonces Abraham volvió a hablar:

—Ya que he comenzado, permíteme decir algo más a mi Señor, aunque no soy más que polvo y cenizas. 28 Supongamos que hubiera solo cuarenta y cinco justos en vez de cincuenta. ¿Destruirás toda la ciudad aunque falten cinco?

El Señor le dijo:

—No la destruiré si encuentro cuarenta y cinco justos allí.

29 Entonces Abraham insistió en su petición:

—¿Supongamos que hubiera solamente cuarenta?

El Señor le contestó:

—No la destruiré por causa de esos cuarenta.

30 —Por favor, no te enojes, mi Señor—rogó Abraham—. Permíteme seguir hablando. ¿Supongamos que se encontraran solamente treinta justos?

El Señor le contestó:

—No la destruiré si encuentro treinta.

31 Entonces Abraham dijo:

—Dado que me he atrevido a hablar al Señor, permíteme continuar. ¿Supongamos que hay solamente veinte?

El Señor le contestó:

—Entonces no la destruiré por causa de esos veinte.

32 Finalmente, Abraham dijo:

—Señor, por favor, no te enojes conmigo si hablo una vez más. ¿Y si hubiera tan solo diez?

Y el Señor contestó:

—Entonces no la destruiré por causa de esos diez.

33 Cuando el Señor terminó la conversación con Abraham, siguió su camino, y Abraham regresó a su carpa.

Destrucción de Sodoma y Gomorra

19 Al anochecer, los dos ángeles llegaron a la entrada de la ciudad de Sodoma. Lot estaba allí sentado y, cuando los vio, se puso de pie para recibirlos. Entonces les dio la bienvenida y se inclinó rostro en tierra.

—Señores míos—dijo él—, vengan a mi casa para lavarse los pies, y sean mis huéspedes esta noche. Entonces mañana podrán levantarse temprano y seguir su camino.

—Oh, no—respondieron ellos—. Pasaremos la noche aquí, en la plaza de la ciudad.

Pero Lot insistió, y finalmente ellos fueron con él a su casa. Lot preparó un banquete para ellos, con pan sin levadura recién horneado, y ellos comieron; pero antes de que se fueran a dormir, todos los hombres de Sodoma, tanto jóvenes como mayores, llegaron de todas partes de la ciudad y rodearon la casa. Y le gritaron a Lot:

—¿Dónde están los hombres que llegaron para pasar la noche contigo? ¡Haz que salgan para que podamos tener sexo con ellos!

Entonces Lot salió de la casa para hablar con ellos y cerró la puerta detrás de sí.

—Por favor, hermanos míos—suplicó—, no hagan una cosa tan perversa. Miren, tengo dos hijas vírgenes. Déjenme traerlas, y podrán hacer con ellas lo que quieran. Pero les ruego que dejen en paz a estos hombres, porque son mis huéspedes y están bajo mi protección.

—¡Hazte a un lado!—gritaron ellos—. Este tipo llegó a la ciudad como forastero, ¡y ahora actúa como si fuera nuestro juez! ¡Te trataremos mucho peor que a esos hombres!

Y se lanzaron contra Lot para tirar la puerta abajo.

10 Pero los dos ángeles[g] extendieron la mano, metieron a Lot dentro de la casa y pusieron el cerrojo a la puerta. 11 Luego dejaron ciegos a todos los hombres que estaban en la puerta de la casa, tanto jóvenes como mayores, los cuales abandonaron su intento de entrar.

12 Mientras tanto, los ángeles le preguntaron a Lot:

—¿Tienes otros familiares en esta ciudad? Sácalos de aquí, a tus yernos, hijos, hijas o cualquier otro, 13 porque estamos a punto de destruir este lugar por completo. El clamor contra esta ciudad es tan grande que ha llegado hasta el Señor, y él nos ha enviado para destruirla.

14 Entonces Lot salió con prisa a contarles a los prometidos de sus hijas: «¡Rápido, salgan de la ciudad! El Señor está a punto de destruirla»; pero los jóvenes pensaron que lo decía en broma.

15 Al amanecer de la mañana siguiente, los ángeles insistieron:

—Apresúrate—le dijeron a Lot—. Toma a tu esposa y a tus dos hijas que están aquí. ¡Vete ahora mismo, o serás arrastrado en la destrucción de la ciudad!

16 Como Lot todavía titubeaba, los ángeles lo agarraron de la mano, y también a su esposa y a sus dos hijas, y los llevaron enseguida a un lugar seguro fuera de la ciudad, porque el Señor tuvo misericordia de ellos. 17 Cuando quedaron a salvo fuera de la ciudad, uno de los ángeles ordenó:

—¡Corran y salven sus vidas! ¡No miren hacia atrás ni se detengan en ningún lugar del valle! ¡Escapen a las montañas, o serán destruidos!

18 —¡Oh, no, mi señor!—suplicó Lot—. 19 Ustedes fueron tan amables conmigo y me salvaron la vida, y han mostrado una gran bondad; pero no puedo ir a las montañas. La destrucción me alcanzaría allí también, y pronto moriría. 20 Miren, hay una pequeña aldea cerca. Por favor, déjenme ir allá; ¿no ven lo pequeña que es? Así no perderé la vida.

21 —Está bien—dijo el ángel—, concederé tu petición. No destruiré la pequeña aldea. 22 ¡Pero apresúrate! Escapa a la aldea, porque no puedo hacer nada hasta que llegues allí.

(Esto explica por qué aquella aldea se conocía como Zoar, que significa «lugar pequeño»).

23 Lot llegó a la aldea justo cuando el sol salía en el horizonte. 24 Enseguida el Señor hizo llover de los cielos fuego y azufre ardiente sobre Sodoma y Gomorra. 25 Las destruyó por completo, junto con las demás ciudades y aldeas de la llanura. Así arrasó a todas las personas y a toda la vegetación; 26 pero la esposa de Lot miró hacia atrás mientras lo seguía y quedó convertida en una estatua de sal.

27 Abraham se levantó temprano esa mañana y salió de prisa al lugar donde había estado en la presencia del Señor. 28 Miró al otro lado de la llanura, hacia Sodoma y Gomorra, y vio que subían columnas de humo desde las ciudades como si fuera el humo de un horno.

29 Pero Dios había escuchado la petición de Abraham y salvó la vida de Lot, a quien sacó del desastre que se tragó a las ciudades de la llanura.

Lot y sus hijas

30 Tiempo después, Lot abandonó Zoar porque tenía miedo de la gente de allí y fue a vivir a una cueva en las montañas junto con sus dos hijas. 31 Cierto día, la hija mayor le dijo a su hermana: «No quedan hombres en ningún lugar de esta región, así que no podemos casarnos como todas las demás; y nuestro padre pronto será demasiado viejo para tener hijos. 32 Ven, vamos a emborracharlo con vino, y después tendremos sexo con él. De esa forma preservaremos nuestra descendencia por medio de nuestro padre».

33 Así que aquella noche lo emborracharon con vino, y la hija mayor entró y tuvo relaciones sexuales con su padre. Él no se dio cuenta cuando ella se acostó ni cuando se levantó.

34 A la mañana siguiente, la hermana mayor le dijo a la menor: «Anoche tuve sexo con nuestro padre. Volvamos a emborracharlo con vino esta noche, y tú entrarás y tendrás sexo con él. De esa forma preservaremos nuestra descendencia por medio de nuestro padre». 35 Así que aquella noche ellas volvieron a emborracharlo con vino, y la hija menor entró y tuvo relaciones sexuales con él. Igual que antes, él no se dio cuenta cuando ella se acostó ni cuando se levantó.

36 Como resultado, las dos hijas de Lot quedaron embarazadas de su propio padre. 37 Cuando la hija mayor dio a luz un hijo, le puso por nombre Moab.[h] Él llegó a ser padre de la nación conocida ahora como los moabitas. 38 Cuando la hija menor dio a luz un hijo, le puso por nombre Ben-ammi.[i] Él llegó a ser padre de la nación conocida ahora como los amonitas.

Abraham engaña a Abimelec

20 Abraham se trasladó hacia el sur, al Neguev, y vivió un tiempo entre Cades y Shur; luego siguió hasta Gerar. Mientras vivía allí como extranjero, Abraham presentó a su esposa, Sara, diciendo: «Ella es mi hermana». Entonces el rey Abimelec de Gerar mandó llamar a Sara e hizo que la trajeran ante él a su palacio.

Esa noche Dios se le apareció a Abimelec en un sueño y le dijo:

—Eres hombre muerto, porque esa mujer que has tomado ¡ya está casada!

Sin embargo, Abimelec todavía no había dormido con ella, así que dijo:

—Señor, ¿destruirás a una nación inocente? ¿Acaso no me dijo Abraham: “Ella es mi hermana”? Y ella misma dijo: “Sí, él es mi hermano”. ¡Yo he actuado con total inocencia! Mis manos están limpias.

En el sueño, Dios respondió:

—Sí, yo sé que tú eres inocente. Por eso no permití que pecaras contra mí ni dejé que la tocaras. Ahora devuelve la mujer a su esposo; y él orará por ti, porque es profeta. Entonces vivirás; pero si no la devuelves, puedes estar seguro de que tú y todo tu pueblo morirán.

A la mañana siguiente, Abimelec se levantó temprano y enseguida reunió a todos sus siervos. Cuando les dijo a sus hombres lo que había ocurrido, ellos quedaron aterrados. Entonces Abimelec mandó llamar a Abraham.

—¿Qué nos has hecho?—preguntó—. ¿Qué delito he cometido que merezca un trato como este, que nos haces culpables a mí y a mi reino de este gran pecado? ¡Nadie debería hacer jamás lo que tú has hecho! 10 ¿Qué te llevó a cometer semejante acto?

11 Abraham contestó:

—Yo pensé: “Este es un lugar donde no hay temor de Dios. Ellos querrán tener a mi esposa y me matarán para conseguirla”. 12 Ella de verdad es mi hermana, pues ambos tenemos el mismo padre, aunque diferentes madres; y yo me casé con ella. 13 Cuando Dios me llamó a abandonar la casa de mi padre y a viajar de lugar en lugar, le dije a ella: “Hazme un favor, por donde vayamos, dile a la gente que yo soy tu hermano”.

14 Entonces Abimelec tomó algunas de sus ovejas y cabras, ganado y también siervos y siervas, y entregó todo a Abraham. Además le devolvió a su esposa, Sara. 15 Después Abimelec le dijo:

—Revisa mis tierras y escoge cualquier lugar donde te gustaría vivir.

16 Y le dijo a Sara:

—Mira, le entrego a tu “hermano” mil piezas de plata[j] en presencia de todos estos testigos, para compensarte por cualquier daño que pudiera haberte causado. Esto resolverá todo reclamo contra mí, y tu reputación quedará limpia.

17 Entonces Abraham oró a Dios, y Dios sanó a Abimelec, a su esposa y a sus siervas para que pudieran tener hijos. 18 Pues el Señor había hecho que todas las mujeres quedaran estériles debido a lo que pasó con Sara, la esposa de Abraham.

Nacimiento de Isaac

21 El Señor cumplió su palabra e hizo con Sara exactamente lo que había prometido. Ella quedó embarazada y dio a luz un hijo a Abraham en su vejez. Esto ocurrió justo en el tiempo que Dios dijo que pasaría. Y Abraham le puso por nombre a su hijo, Isaac. Ocho días después del nacimiento, Abraham circuncidó a Isaac, tal como Dios había ordenado. Abraham tenía cien años de edad cuando nació Isaac.

Sara declaró: «Dios me hizo reír.[k] Todos los que se enteren de lo que sucedió se reirán conmigo. ¿Quién le hubiera dicho a Abraham que Sara amamantaría a un bebé? Sin embargo, ¡le he dado a Abraham un hijo en su vejez!».

Abraham despide a Agar e Ismael

Cuando Isaac creció y estaba a punto de ser destetado, Abraham preparó una gran fiesta para celebrar la ocasión. Pero Sara vio que Ismael—el hijo de Abraham y de su sierva egipcia Agar—se burlaba de su hijo Isaac.[l] 10 Entonces ella se dirigió a Abraham y le exigió: «Echa fuera a esa esclava y a su hijo. Él no compartirá la herencia con mi hijo Isaac. ¡No lo permitiré!».

11 Esto disgustó mucho a Abraham, porque Ismael era su hijo; 12 pero Dios le dijo a Abraham: «No te alteres por el muchacho y tu sierva. Haz todo lo que Sara te diga, porque Isaac es el hijo mediante el cual procederán tus descendientes. 13 Yo también haré una nación de los descendientes del hijo de Agar, porque él también es hijo tuyo».

14 Así que a la mañana siguiente Abraham se levantó temprano, preparó comida y un recipiente de agua, y amarró todo a los hombros de Agar. Luego la despidió junto con su hijo, y ella anduvo errante por el desierto de Beerseba.

15 Cuando se acabó el agua, Agar puso al muchacho a la sombra de un arbusto. 16 Entonces se alejó y se sentó sola a unos cien metros de distancia.[m] Se echó a llorar y dijo: «No quiero ver morir al muchacho».

17 Pero Dios escuchó llorar al muchacho, y el ángel de Dios llamó a Agar desde el cielo: «Agar, ¿qué pasa? ¡No tengas miedo! Dios ha oído llorar al muchacho, allí tendido en el suelo. 18 Ve a consolarlo, porque yo haré de su descendencia una gran nación».

19 Entonces Dios abrió los ojos de Agar, y ella vio un pozo lleno de agua. Enseguida llenó su recipiente con agua y dio de beber al niño.

20 El muchacho creció en el desierto, y Dios estaba con él. Llegó a ser un hábil arquero, 21 se estableció en el desierto de Parán, y su madre arregló que se casara con una mujer de la tierra de Egipto.

Pacto de Abraham con Abimelec

22 En esos días, Abimelec fue con Ficol, el comandante de su ejército, a visitar a Abraham.

—Es obvio que Dios está contigo, ayudándote en todo lo que haces—dijo Abimelec—. 23 Júrame en nombre de Dios que nunca me engañarás ni a mí, ni a mis hijos, ni a ninguno de mis descendientes. Yo te he sido leal, así que ahora jura que tú me serás leal a mí y a esta nación donde vives como extranjero.

24 Abraham respondió:

—¡Sí, lo juro!

25 Entonces Abraham se quejó con Abimelec por un pozo que los siervos de Abimelec habían quitado por la fuerza a los siervos de Abraham.

26 —No sabía nada—respondió Abimelec—. No tengo idea de quién es el responsable. Nunca antes te has quejado de este asunto.

27 Entonces Abraham le dio a Abimelec algunas de sus ovejas y cabras, y cabezas de ganado, y los dos hicieron un tratado. 28 Pero Abraham además tomó otras siete corderas y las puso aparte. 29 Y Abimelec preguntó:

—¿Por qué has puesto estas siete separadas de los demás?

30 Abraham respondió:

—Por favor, recibe estas siete corderas en señal de que aceptas que yo cavé este pozo.

31 Luego Abraham puso por nombre a ese lugar Beerseba (que significa «pozo del juramento»), porque fue allí donde ambos hicieron el juramento.

32 Después de haber hecho el pacto en Beerseba, Abimelec partió junto con Ficol, el comandante de su ejército, y los dos regresaron a su hogar, en tierra de los filisteos. 33 Luego Abraham plantó un tamarisco en Beerseba, y allí adoró al Señor, Dios Eterno.[n] 34 Y Abraham vivió como extranjero en la tierra de los filisteos durante mucho tiempo.

La prueba de fe de Abraham

22 Tiempo después, Dios probó la fe de Abraham.

—¡Abraham!—lo llamó Dios.

—Sí—respondió él—, aquí estoy.

—Toma a tu hijo, tu único hijo—sí, a Isaac, a quien tanto amas—y vete a la tierra de Moriah. Allí lo sacrificarás como ofrenda quemada sobre uno de los montes, uno que yo te mostraré.

A la mañana siguiente, Abraham se levantó temprano. Ensilló su burro y llevó con él a dos de sus siervos, junto con su hijo Isaac. Después cortó leña para el fuego de la ofrenda y salió hacia el lugar que Dios le había indicado. Al tercer día de viaje, Abraham levantó la vista y vio el lugar a la distancia. «Quédense aquí con el burro—dijo Abraham a los siervos—. El muchacho y yo seguiremos un poco más adelante. Allí adoraremos y volveremos enseguida».

Entonces Abraham puso la leña para la ofrenda sobre los hombros de Isaac, mientras que él llevó el fuego y el cuchillo. Mientras caminaban juntos, Isaac se dio vuelta y le dijo a Abraham:

—¿Padre?

—Sí, hijo mío—contestó Abraham.

—Tenemos el fuego y la leña—dijo el muchacho—, ¿pero dónde está el cordero para la ofrenda quemada?

—Dios proveerá un cordero para la ofrenda quemada, hijo mío—contestó Abraham.

Así que ambos siguieron caminando juntos.

Cuando llegaron al lugar indicado por Dios, Abraham construyó un altar y colocó la leña encima. Luego ató a su hijo Isaac, y lo puso sobre el altar, encima de la leña. 10 Y Abraham tomó el cuchillo para matar a su hijo en sacrificio. 11 En ese momento, el ángel del Señor lo llamó desde el cielo:

—¡Abraham! ¡Abraham!

—Sí—respondió Abraham—, ¡aquí estoy!

12 —¡No pongas tu mano sobre el muchacho!—dijo el ángel—. No le hagas ningún daño, porque ahora sé que de verdad temes a Dios. No me has negado ni siquiera a tu hijo, tu único hijo.

13 Entonces Abraham levantó los ojos y vio un carnero que estaba enredado por los cuernos en un matorral. Así que tomó el carnero y lo sacrificó como ofrenda quemada en lugar de su hijo. 14 Abraham llamó a aquel lugar Yahveh-jireh (que significa «el Señor proveerá»). Hasta el día de hoy, la gente todavía usa ese nombre como proverbio: «En el monte del Señor será provisto».

15 Luego el ángel del Señor volvió a llamar a Abraham desde el cielo.

16 —El Señor dice: Ya que me has obedecido y no me has negado ni siquiera a tu hijo, tu único hijo, juro por mi nombre que 17 ciertamente te bendeciré. Multiplicaré tu descendencia[o] hasta que sea incontable, como las estrellas del cielo y la arena a la orilla del mar. Tus descendientes conquistarán las ciudades de sus enemigos; 18 y mediante tu descendencia, todas las naciones de la tierra serán bendecidas. Todo eso, porque me has obedecido.

19 Luego volvieron al lugar donde estaban los siervos y viajaron de regreso a Beerseba, donde Abraham siguió habitando.

20 Poco tiempo después, Abraham oyó que Milca, la esposa de su hermano Nacor, le había dado a Nacor ocho hijos. 21 El mayor se llamaba Uz, el siguiente era Buz, seguido por Kemuel (antepasado de los arameos), 22 Quésed, Hazó, Pildás, Jidlaf y Betuel. 23 (Betuel fue el padre de Rebeca). Además de esos ocho hijos de Milca, 24 Nacor tuvo otros cuatro hijos con su concubina Reúma. Sus nombres eran Teba, Gahán, Tahás y Maaca.

Entierro de Sara

23 A la edad de ciento veintisiete años, Sara murió en Quiriat-arba (actualmente se llama Hebrón), en la tierra de Canaán. Allí Abraham hizo duelo y lloró por ella.

Luego, se apartó del cuerpo de su esposa y dijo a los ancianos hititas:

—Aquí estoy, vivo entre ustedes como forastero y extranjero. Por favor, véndanme una parcela de terreno para darle un entierro apropiado a mi esposa.

—Escúchenos, señor—respondieron los hititas a Abraham—, usted es un príncipe de honor entre nosotros. Escoja la mejor de nuestras tumbas y entiérrela allí. Ninguno de nosotros se negará a ayudarle en ese sentido.

Entonces Abraham se inclinó hasta el suelo ante los hititas y dijo:

—Ya que ustedes están dispuestos a brindarme esa ayuda, sean tan amables de pedir a Efrón, hijo de Zohar, que me permita comprar su cueva en Macpela, que está al final de su campo. Yo pagaré el precio total en presencia de testigos, a fin de tener un lugar permanente donde enterrar a mi familia.

10 Efrón estaba sentado allí entre los demás y respondió a Abraham mientras los demás escuchaban. Habló públicamente delante de todos los ancianos hititas de la ciudad.

11 —No, mi señor—le dijo a Abraham—, por favor, escúcheme. Yo le regalaré el campo y la cueva. Aquí mismo, en presencia de mi pueblo, se lo regalo. Vaya y entierre a su esposa.

12 Abraham volvió a inclinarse hasta el suelo ante los ciudadanos del lugar 13 y respondió a Efrón a oídos de todos.

—No, escúcheme. Yo se lo compraré. Permítame pagar el precio total del campo, para poder enterrar allí a mi esposa.

14 Efrón respondió a Abraham:

15 —Mi señor, por favor, escúcheme. El campo vale cuatrocientas monedas[p] de plata, ¿pero qué es eso entre amigos? Vaya y entierre a su esposa.

16 Abraham estuvo de acuerdo con el precio sugerido por Efrón y pagó la cantidad total: cuatrocientas monedas de plata, pesadas según la norma de los comerciantes; y los ancianos hititas presenciaron la transacción.

17 Así fue que Abraham compró la parcela que pertenecía a Efrón en Macpela, cerca de Mamre. La parcela constaba del campo, la cueva y todos los árboles que la rodeaban. 18 Se transfirió a Abraham como posesión permanente en presencia de los ancianos hititas, en la puerta de la ciudad. 19 Después Abraham enterró a su esposa, Sara, allí en Canaán, en la cueva de Macpela, cerca de Mamre (también llamado Hebrón). 20 Así que el campo y la cueva de los hititas pasaron a manos de Abraham, para ser usados como lugar de sepultura permanente.

Una esposa para Isaac

24 Abraham ya era un hombre muy anciano, y el Señor lo había bendecido en todo. Cierto día Abraham le dijo a su siervo más antiguo, el hombre que estaba a cargo de su casa:

—Haz un juramento poniendo tu mano debajo de mi muslo. Jura por el Señor, Dios del cielo y de la tierra, que no dejarás que mi hijo se case con una de esas mujeres cananeas. En cambio, vuelve a mi tierra natal, donde están mis parientes, y encuentra allí una esposa para mi hijo Isaac.

El siervo preguntó:

—¿Pero qué pasaría si no puedo encontrar una joven que esté dispuesta a viajar tan lejos de su casa? ¿Debería, entonces, llevar allí a Isaac para que viva entre sus parientes, en la tierra de donde usted proviene?

—¡No!—contestó Abraham—. Procura no llevar nunca a mi hijo allí. Pues el Señor, Dios del cielo, quien me sacó de la casa de mi padre y de mi tierra natal, prometió solemnemente dar esta tierra a mis descendientes.[q] Él enviará a su ángel delante de ti y se encargará de que encuentres allí una esposa para mi hijo. Si ella no está dispuesta a regresar contigo, entonces quedarás libre de este juramento que haces conmigo; pero bajo ninguna circunstancia, llevarás a mi hijo allí.

Entonces el siervo hizo un juramento poniendo su mano debajo del muslo de su señor, Abraham, y juró seguir sus instrucciones. 10 Después tomó diez de los camellos de Abraham y los cargó con toda clase de regalos valiosos de parte de su señor, y viajó hasta la lejana tierra de Aram-naharaim. Una vez allí, se dirigió a la ciudad donde se había establecido Nacor, hermano de Abraham. 11 Hizo que los camellos se arrodillaran junto a un pozo justo a las afueras de la ciudad. Era la caída de la tarde, y las mujeres salían a sacar agua.

12 «Oh Señor, Dios de mi amo, Abraham—oró—. Te ruego que hoy me des éxito y muestres amor inagotable a mi amo, Abraham. 13 Aquí me encuentro junto a este manantial, y las jóvenes de la ciudad vienen a sacar agua. 14 Mi petición es la siguiente: yo le diré a una de ellas: “Por favor, deme de beber de su cántaro”; si ella dice: “Sí, beba usted, ¡y también daré de beber a sus camellos!”, que sea ella la que has elegido como esposa para Isaac. De esa forma sabré que has mostrado amor inagotable a mi amo».

15 Entonces, antes de terminar su oración, vio a una joven llamada Rebeca, que salía con su cántaro al hombro. Ella era hija de Betuel, quien era hijo de Nacor—hermano de Abraham—y de Milca, su esposa. 16 Rebeca era muy hermosa y tenía edad suficiente para estar casada, pero aún era virgen. Ella descendió hasta el manantial, llenó su cántaro y volvió a subir. 17 Entonces el siervo corrió hasta alcanzarla y le dijo:

—Por favor, deme de beber un poco de agua de su cántaro.

18 —Sí, mi señor, beba—respondió ella.

Enseguida bajó su cántaro del hombro y le dio de beber. 19 Después de darle de beber, dijo:

—También sacaré agua para sus camellos y les daré de beber hasta que se sacien.

20 Así que, de inmediato, vació su cántaro en el bebedero y volvió corriendo al pozo a sacar agua para todos los camellos.

21 El siervo la observaba en silencio mientras se preguntaba si el Señor le había dado éxito en la misión. 22 Cuando los camellos terminaron de beber, sacó un anillo de oro para la nariz de la muchacha y dos pulseras grandes de oro[r] para sus muñecas.

23 —¿De quién es hija usted?—le preguntó—, y dígame, por favor, ¿tendría su padre algún lugar para hospedarnos esta noche?

24 —Soy hija de Betuel—contestó ella—, y mis abuelos son Nacor y Milca. 25 Sí, tenemos más que suficiente paja y alimento para los camellos, y también tenemos lugar para huéspedes.

26 El hombre se inclinó hasta el suelo y adoró al Señor.

27 —Alabado sea el Señor, Dios de mi amo, Abraham—dijo—. El Señor ha mostrado amor inagotable y fidelidad a mi amo, porque me ha guiado directamente a los parientes de mi señor.

28 La joven corrió a su casa para contarle a su familia todo lo que había ocurrido. 29 Rebeca tenía un hermano llamado Labán, el cual salió corriendo al manantial para encontrarse con el hombre. 30 Había visto el anillo en la nariz de su hermana y las pulseras en sus muñecas, y había oído a Rebeca contar lo que el hombre le había dicho. Así que corrió hasta llegar al manantial, donde el hombre aún estaba parado al lado de sus camellos. 31 Entonces Labán le dijo: «¡Ven y quédate con nosotros, hombre bendecido por el Señor! ¿Por qué estás aquí, fuera de la ciudad, cuando yo tengo un cuarto preparado para ti y un lugar para los camellos?».

32 Entonces el hombre fue con Labán a su casa, y Labán descargó los camellos, y para que se tendieran les proveyó paja, los alimentó, y también trajo agua para que el hombre y los camelleros se lavaran los pies. 33 Luego sirvieron la comida, pero el siervo de Abraham dijo:

—No quiero comer hasta que les haya dicho la razón por la que vine.

—Muy bien—respondió Labán—, dinos.

34 —Yo soy siervo de Abraham—explicó—. 35 Y el Señor ha bendecido mucho a mi amo; y él se ha enriquecido. El Señor le ha dado rebaños de ovejas y cabras, manadas de ganado, una fortuna en plata y en oro, y muchos siervos y siervas, camellos y burros.

36 »Cuando Sara, la esposa de mi amo, era ya muy anciana, le dio un hijo a mi amo, y mi amo le ha dado a él todo lo que posee. 37 Mi amo me hizo jurar, y me dijo: “No dejes que mi hijo se case con una de esas mujeres cananeas. 38 En cambio, vuelve a la casa de mi padre, a mis parientes, y encuentra allí una esposa para mi hijo”.

39 »Pero yo le dije a mi amo: “¿Y si no encuentro una joven que esté dispuesta a regresar conmigo?”. 40 Y él contestó: “El Señor, en cuya presencia he vivido, enviará a su ángel contigo y hará que tu misión tenga éxito. Es verdad, debes encontrar una esposa para mi hijo entre mis parientes, en la familia de mi padre. 41 Entonces habrás cumplido tu obligación; pero si vas a mis parientes y ellos se niegan a dejarla ir contigo, quedarás libre de mi juramento”.

42 »Así que cuando llegué al manantial, hice esta oración: “Oh Señor, Dios de mi amo, Abraham, te ruego que me des éxito en esta misión. 43 Mira, aquí estoy, parado junto a este manantial, y esta es mi petición: cuando venga una joven a sacar agua, yo le diré: ‘Por favor, deme de beber un poco de agua de su cántaro’; 44 si ella dice: ‘Sí, beba usted, y también sacaré agua para sus camellos’, que sea ella la que has elegido para ser la esposa del hijo de mi amo”.

45 »Antes de terminar de orar en mi corazón, vi a Rebeca saliendo con un cántaro de agua al hombro. Ella descendió hasta el manantial y sacó agua. Entonces yo le dije: “Por favor, deme de beber”. 46 Enseguida ella bajó el cántaro del hombro y dijo: “Sí, beba usted, ¡y también daré de beber a sus camellos!”. Así que bebí, y después ella dio de beber a los camellos.

47 »Entonces le pregunté: “¿De quién es hija usted?”, y ella contestó: “Soy hija de Betuel, y mis abuelos son Nacor y Milca”. Así que puse el anillo en su nariz y las pulseras en sus muñecas.

48 »Después me incliné hasta el suelo y adoré al Señor. Alabé al Señor, Dios de mi amo, Abraham, porque me había guiado directamente a la sobrina de mi amo, para que ella sea la esposa de su hijo. 49 Así que díganme: ¿quieren o no mostrar amor inagotable y fidelidad a mi amo? Por favor, respóndanme “sí” o “no”, y de esa manera sabré qué hacer después.

50 Entonces Betuel y Labán respondieron:

—Es evidente que el Señor te trajo hasta aquí, así que no hay nada que podamos decir. 51 Aquí está Rebeca; tómala y vete. Efectivamente, que ella sea la esposa del hijo de tu amo, tal como el Señor lo ha dispuesto.

52 Cuando el siervo de Abraham oyó la respuesta, se postró hasta el suelo y adoró al Señor. 53 Después sacó joyas de plata y de oro, y vestidos, y se los dio a Rebeca. También entregó valiosos regalos a su hermano y a su madre. 54 Luego comieron, y el siervo y los hombres que lo acompañaban pasaron allí la noche.

Pero temprano a la mañana siguiente, el siervo de Abraham dijo:

—Envíenme de regreso a mi amo.

55 —Queremos que Rebeca se quede con nosotros al menos diez días—dijeron su madre y su hermano—, y luego podrá irse.

56 Pero él dijo:

—No me retrasen. El Señor hizo que mi misión tuviera éxito; ahora envíenme, para que pueda regresar a la casa de mi amo.

57 —Bien—dijeron ellos—, llamaremos a Rebeca y le preguntaremos qué le parece a ella.

58 Entonces llamaron a Rebeca.

—¿Estás dispuesta a irte con este hombre?—le preguntaron.

—Sí—contestó—, iré.

59 Entonces se despidieron de Rebeca y la enviaron con el siervo de Abraham y sus hombres. La mujer que había sido niñera de Rebeca la acompañó. 60 Cuando Rebeca partía le dieron la siguiente bendición:

«Hermana nuestra, ¡que llegues a ser
    la madre de muchos millones!
Que tus descendientes sean fuertes
    y conquisten las ciudades de sus enemigos».

61 Después Rebeca y sus siervas montaron en los camellos y siguieron al hombre. Así que el siervo de Abraham se llevó a Rebeca y emprendió el viaje.

62 Mientras tanto, Isaac, que vivía en el Neguev, había regresado de Beer-lajai-roi. 63 Una tarde, mientras caminaba por los campos y meditaba, levantó la vista y vio que se acercaban los camellos. 64 Cuando Rebeca levantó la vista y vio a Isaac, se bajó enseguida del camello.

65 —¿Quién es ese hombre que viene a nuestro encuentro caminando por los campos?—preguntó al siervo.

Y él contestó:

—Es mi amo.

Entonces Rebeca se cubrió el rostro con el velo, 66 y el siervo le contó a Isaac todo lo que había hecho.

67 Luego Isaac la llevó a la carpa de Sara, su madre, y Rebeca fue su esposa. Él la amó profundamente, y ella fue para él un consuelo especial después de la muerte de su madre.

Muerte de Abraham

25 Abraham volvió a casarse, con una mujer llamada Cetura. Ella dio a luz a Zimram, Jocsán, Medán, Madián, Isbac y Súa. Jocsán fue el padre de Seba y Dedán. Los descendientes de Dedán fueron los asureos, los letuseos y los leumeos. Los hijos de Madián fueron Efa, Efer, Hanoc, Abida y Elda. Todos ellos fueron descendientes de Abraham por medio de Cetura.

Abraham le dio todo lo que poseía a su hijo Isaac; pero antes de morir, les dio regalos a los hijos de sus concubinas y los separó de su hijo Isaac, enviándolos a una tierra en el oriente.

Abraham vivió ciento setenta y cinco años, y murió en buena vejez, luego de una vida larga y satisfactoria. Dio su último suspiro y se reunió con sus antepasados al morir. Sus hijos Isaac e Ismael lo enterraron en la cueva de Macpela, cerca de Mamre, en el campo de Efrón, hijo de Zohar el hitita. 10 Ese era el campo que Abraham había comprado a los hititas y donde había enterrado a su esposa Sara. 11 Después de la muerte de Abraham, Dios bendijo a su hijo Isaac, quien se estableció cerca de Beer-lajai-roi, en el Neguev.

Descendientes de Ismael

12 Este es el relato de la familia de Ismael, el hijo de Abraham por medio de Agar, la sierva egipcia de Sara. 13 La siguiente lista corresponde a los descendientes de Ismael por nombres y clanes: el hijo mayor fue Nebaiot, seguido por Cedar, Adbeel, Mibsam, 14 Misma, Duma, Massa, 15 Hadad, Tema, Jetur, Nafis y Cedema. 16 Estos doce hijos de Ismael fueron los fundadores de doce tribus—cada una llevaba el nombre de su fundador—, registradas según los lugares donde se establecieron y acamparon. 17 Ismael vivió ciento treinta y siete años. Después dio su último suspiro y se reunió con sus antepasados al morir. 18 Los descendientes de Ismael ocuparon la región que va desde Havila hasta Shur, que está al oriente de Egipto, en dirección a Asiria. Allí vivieron en franca oposición con todos sus parientes.[s]

Nacimiento de Esaú y Jacob

19 Este es el relato de la familia de Isaac, hijo de Abraham. 20 Cuando Isaac tenía cuarenta años, se casó con Rebeca, hija de Betuel el arameo, de Padán-aram, y hermana de Labán el arameo.

21 Isaac rogó al Señor a favor de su esposa, porque ella no podía tener hijos. El Señor contestó la oración de Isaac, y Rebeca quedó embarazada de mellizos. 22 Pero los dos niños luchaban entre sí dentro de su vientre. Así que ella consultó al Señor:

—¿Por qué me pasa esto?—preguntó.

23 Y el Señor le dijo:

—Los hijos que llevas en tu vientre llegarán a ser dos naciones, y desde el principio las dos naciones serán rivales. Una nación será más fuerte que la otra; y tu hijo mayor servirá a tu hijo menor.

24 Cuando le llegó el momento de dar a luz, ¡Rebeca comprobó que de verdad tenía mellizos! 25 El primero en nacer era muy rojizo y estaba cubierto de mucho vello, como con un abrigo de piel; por eso lo llamaron Esaú.[t] 26 Después nació el otro mellizo, agarrando con la mano el talón de Esaú; por eso lo llamaron Jacob.[u] Isaac tenía sesenta años cuando nacieron los mellizos.

Esaú vende sus derechos de hijo mayor

27 Los muchachos fueron creciendo, y Esaú se convirtió en un hábil cazador. Él era un hombre de campo, pero Jacob tenía un temperamento tranquilo y prefería quedarse en casa. 28 Isaac amaba a Esaú porque le gustaba comer los animales que cazaba, pero Rebeca amaba a Jacob.

29 Cierto día, mientras Jacob preparaba un guiso, Esaú regresó del desierto, agotado y hambriento. 30 Esaú le dijo a Jacob:

—¡Me muero de hambre! ¡Dame un poco de ese guiso rojo!

(Así es como Esaú obtuvo su otro nombre, Edom, que significa «rojo»).

31 —Muy bien—respondió Jacob—, pero dame a cambio tus derechos de hijo mayor.

32 —Mira, ¡me estoy muriendo de hambre!—dijo Esaú—. ¿De qué me sirven ahora los derechos de hijo mayor?

33 Pero Jacob dijo:

—Primero tienes que jurar que los derechos de hijo mayor me pertenecen a mí.

Así que Esaú hizo un juramento, mediante el cual vendía todos sus derechos de hijo mayor a su hermano Jacob.

34 Entonces Jacob le dio a Esaú guiso de lentejas y algo de pan. Esaú comió, y luego se levantó y se fue. Así mostró desprecio por sus derechos de hijo mayor.

Isaac engaña a Abimelec

26 Un hambre terrible azotó la tierra, como había ocurrido antes en tiempos de Abraham. Así que Isaac se trasladó a Gerar, donde vivía Abimelec, rey de los filisteos.

El Señor se le apareció a Isaac y le dijo: «No desciendas a Egipto, sino haz lo que yo te digo. Vive aquí como extranjero en esta tierra, y yo estaré contigo y te bendeciré. Yo, con estas palabras, confirmo que te daré todas estas tierras a ti y a tu descendencia,[v] tal como le prometí solemnemente a Abraham, tu padre. Haré que tus descendientes sean tan numerosos como las estrellas de los cielos, y les daré todas estas tierras. Y mediante tu descendencia, todas las naciones de la tierra serán bendecidas. Yo haré esto porque Abraham me escuchó y obedeció todos mis requisitos, mandatos, decretos e instrucciones». Entonces Isaac se quedó en Gerar.

Cuando los hombres que vivían allí le preguntaron a Isaac acerca de Rebeca, su esposa, él dijo: «Es mi hermana». Tenía temor de decir: «Ella es mi esposa» porque pensó: «Me matarán para conseguirla, pues es muy hermosa»; pero tiempo después, Abimelec, rey de los filisteos, miró por la ventana y vio a Isaac acariciando a Rebeca.

Al instante, Abimelec mandó llamar a Isaac y exclamó:

—¡Es evidente que ella es tu esposa! ¿Por qué dijiste: “Es mi hermana”?

—Porque tuve temor de que alguien me matara para quitármela—contestó Isaac.

10 —¿Cómo pudiste hacernos semejante cosa?—exclamó Abimelec—. Uno de mis hombres bien podría haber tomado a tu esposa para dormir con ella, y tú nos habrías hecho culpables de un gran pecado.

11 Entonces Abimelec dio esta orden a todo el pueblo: «Cualquiera que toque a este hombre o a su esposa ¡será ejecutado!».

Conflicto por los derechos del agua

12 Cuando Isaac sembró sus cultivos ese año, cosechó cien veces más grano del que había plantado, porque el Señor lo bendijo. 13 Se hizo muy rico, y su riqueza siguió aumentando. 14 Adquirió tantos rebaños de ovejas y de cabras, manadas de ganado, y siervos, que los filisteos comenzaron a tenerle envidia. 15 Así que los filisteos taparon con tierra todos los pozos de Isaac. Eran los pozos que habían cavado los siervos de su padre Abraham.

16 Por último, Abimelec ordenó a Isaac que se fuera de la región. «Vete a algún otro lugar—le dijo—, porque te has hecho demasiado poderoso para nosotros».

17 Así que Isaac se mudó al valle de Gerar y allí armó sus carpas y se estableció. 18 También reabrió los pozos que su padre Abraham había cavado, porque los filisteos los habían tapado después de su muerte, y les puso nuevamente los nombres que Abraham les había dado.

19 Los siervos de Isaac también cavaron en el valle de Gerar y descubrieron un pozo de agua fresca; 20 pero después, los pastores de Gerar llegaron y reclamaron el manantial. «Esta agua es nuestra», dijeron ellos, y discutieron sobre el pozo con los pastores de Isaac. Por eso Isaac llamó a aquel pozo Esek (que significa «disputa»). 21 Luego los hombres de Isaac cavaron otro pozo, pero de nuevo hubo conflicto. Por eso Isaac lo llamó Sitna (que significa «hostilidad»). 22 Isaac abandonó ese pozo, siguió adelante y cavó otro. Esta vez no hubo ningún conflicto, entonces Isaac llamó a aquel lugar Rehobot (que significa «espacio abierto»), porque dijo: «Al fin el Señor ha creado espacio suficiente para que prosperemos en esta tierra».

23 De allí Isaac se mudó a Beerseba, 24 donde el Señor se le apareció la noche de su llegada. «Yo soy el Dios de tu padre Abraham—dijo—. No tengas miedo, porque yo estoy contigo y te bendeciré. Multiplicaré a tus descendientes, y se convertirán en una gran nación. Lo haré a causa de la promesa que hice a Abraham, mi siervo». 25 Luego Isaac construyó allí un altar y adoró al Señor. Estableció su campamento en ese lugar, y sus siervos cavaron otro pozo.

Pacto de Isaac con Abimelec

26 Cierto día, el rey Abimelec llegó desde Gerar con su consejero, Ahuzat, y también con Ficol, el comandante de su ejército.

27 —¿Por qué han venido aquí?—preguntó Isaac—. Es evidente que ustedes me odian, ya que me echaron de su tierra.

28 —Podemos ver claramente que el Señor está contigo—respondieron ellos—. Por eso queremos hacer un tratado contigo bajo juramento. 29 Jura que no nos harás daño, ya que nosotros nunca te hemos causado problemas a ti. Siempre te hemos tratado bien, y te despedimos en paz. ¡Y mira ahora cómo el Señor te ha bendecido!

30 Entonces Isaac preparó un banquete para celebrar el tratado, y comieron y bebieron juntos. 31 Temprano a la mañana siguiente, cada uno hizo el solemne juramento de no interferir con el otro. Luego Isaac los envió de regreso a su tierra, y ellos se fueron en paz.

32 Ese mismo día, los siervos de Isaac llegaron y le contaron acerca de un nuevo pozo que habían cavado. «¡Hemos encontrado agua!», exclamaron ellos. 33 Por eso Isaac llamó al pozo Seba (que significa «juramento»). Hasta el día de hoy, la ciudad que surgió allí se llama Beerseba (que significa «pozo del juramento»).

34 Cuando Esaú tenía cuarenta años, se casó con dos mujeres hititas: Judit, hija de Beeri, y Basemat, hija de Elón; 35 pero las esposas de Esaú amargaron la vida de Isaac y Rebeca.

Jacob roba la bendición de Esaú

27 Cierto día, cuando Isaac ya era viejo y se estaba quedando ciego, llamó a Esaú, su hijo mayor, y le dijo:

—Hijo mío.

—¿Sí, padre?—respondió Esaú.

—Yo ya soy un hombre viejo—dijo Isaac—, y no sé cuándo moriré. Toma tu arco y una aljaba llena de flechas, y sal a campo abierto a cazar un animal para mí. Prepara mi comida preferida y tráemela aquí para que la coma. Entonces pronunciaré la bendición que te pertenece a ti, mi primer hijo varón, antes de que yo muera.

Rebeca oyó lo que Isaac le había dicho a su hijo Esaú. Entonces, cuando Esaú salió a cazar un animal, ella le dijo a su hijo Jacob:

—Escucha. Oí a tu padre decirle a Esaú: “Caza un animal y prepárame una comida deliciosa. Entonces te bendeciré en presencia del Señor antes de morir”. Ahora, hijo mío, escúchame. Haz exactamente lo que yo te diga. Vete a los rebaños y tráeme dos de los mejores cabritos. Con ellos prepararé el plato favorito de tu padre. 10 Después lleva la comida a tu padre para que se la coma y te bendiga antes de morir.

11 —Pero mira—respondió Jacob a Rebeca—, mi hermano Esaú es muy velludo; en cambio, mi piel es suave. 12 ¿Y si mi padre me toca? Entonces se dará cuenta de que intento engañarlo, y en lugar de bendecirme, me maldecirá.

13 Pero su madre respondió:

—¡Entonces que la maldición caiga sobre mí, hijo mío! Tú simplemente haz lo que te digo. ¡Sal y tráeme los cabritos!

14 Así que Jacob salió y consiguió los cabritos para su madre. Rebeca preparó con ellos un plato delicioso, tal como le gustaba a Isaac. 15 Después tomó las ropas favoritas de Esaú, que estaban allí en casa, y se las dio a su hijo menor, Jacob. 16 Con la piel de los cabritos, ella le cubrió los brazos y la parte del cuello donde él no tenía vello. 17 Luego le entregó a Jacob el plato delicioso y el pan recién horneado.

18 Entonces Jacob llevó la comida a su padre.

—¿Padre?—dijo.

—Sí, hijo mío—respondió Isaac—. ¿Quién eres, Esaú o Jacob?

19 —Soy Esaú, tu hijo mayor—contestó Jacob—. Hice tal como me pediste; aquí está lo que cacé. Ahora levántate y come, para que puedas darme tu bendición.

20 —¿Cómo es que encontraste la presa tan pronto, hijo mío?

—¡El Señor tu Dios la puso en mi camino!—contestó Jacob.

21 Entonces Isaac le dijo a Jacob:

—Acércate para que pueda tocarte y asegurarme de que de verdad eres Esaú.

22 Entonces Jacob se acercó a su padre, e Isaac lo tocó.

—La voz es la de Jacob, pero las manos son las de Esaú—dijo Isaac.

23 Sin embargo, no reconoció a Jacob porque, cuando tocó las manos de Jacob, estaban velludas como las de Esaú. Así que Isaac se preparó para bendecir a Jacob.

24 —¿De verdad eres mi hijo Esaú?—preguntó.

—Sí, lo soy—contestó Jacob.

25 Entonces Isaac dijo:

—Ahora, hijo mío, tráeme lo que cazaste. Primero comeré y después te daré mi bendición.

Entonces Jacob llevó la comida a su padre, e Isaac la comió. También bebió el vino que Jacob le sirvió. 26 Luego Isaac le dijo a Jacob:

—Acércate un poco más y dame un beso, hijo mío.

27 Así que Jacob se le acercó y le dio un beso. Entonces Isaac, al sentir el olor de la ropa, finalmente se convenció y bendijo a su hijo diciendo: «¡Ah! ¡El olor de mi hijo es como el olor del campo, que el Señor ha bendecido!

28 »Del rocío de los cielos
    y la riqueza de la tierra,
que Dios te conceda siempre abundantes cosechas de grano
    y vino nuevo en cantidad.
29 Que muchas naciones sean tus servidoras
    y se inclinen ante ti.
Que seas el amo de tus hermanos,
    y que los hijos de tu madre se inclinen ante ti.
Todos los que te maldigan serán malditos,
    y todos los que te bendigan serán bendecidos».

30 En cuanto Isaac terminó de bendecir a Jacob y casi antes de que Jacob saliera de la presencia de su padre, Esaú regresó de cazar. 31 Preparó una comida deliciosa y se la llevó a su padre. Entonces dijo:

—Levántate, padre mío, y come de lo que he cazado, para que puedas darme tu bendición.

32 Pero Isaac le preguntó:

—¿Quién eres tú?

—Soy tu hijo, tu hijo mayor, Esaú—contestó.

33 Isaac comenzó a temblar de manera incontrolable y dijo:

—¿Entonces quién me acaba de servir lo que cazó? Ya he comido, y lo bendije a él poco antes de que llegaras, ¡y esa bendición quedará en pie!

34 Cuando Esaú oyó las palabras de su padre, lanzó un grito fuerte y lleno de amargura.

—Oh padre mío, ¿y yo? ¡Bendíceme también a mí!—le suplicó.

35 Pero Isaac le dijo:

—Tu hermano estuvo aquí y me engañó. Él se ha llevado tu bendición.

36 —Con razón su nombre es Jacob—exclamó Esaú—, porque ahora ya me ha engañado dos veces.[w] Primero tomó mis derechos de hijo mayor, y ahora me robó la bendición. ¿No has guardado ni una bendición para mí?

37 —He puesto a Jacob como tu amo—dijo Isaac a Esaú—, y he declarado que todos sus hermanos serán sus siervos. Le he garantizado abundancia de grano y de vino; ¿qué me queda para darte a ti, hijo mío?

38 —¿Pero acaso tienes una sola bendición? Oh padre mío, ¡bendíceme también a mí!—le rogó Esaú.

Entonces Esaú perdió el control y se echó a llorar.

39 Finalmente su padre Isaac le dijo:

«Tú vivirás lejos de las riquezas de la tierra
    y lejos del rocío que desciende de los cielos.
40 Vivirás de la espada
    y servirás a tu hermano.
Sin embargo, cuando decidas liberarte,
    te sacudirás su yugo del cuello».

Jacob huye a Padán-aram

41 Desde ese momento, Esaú odió a Jacob, porque su padre le había dado la bendición a él. Entonces Esaú comenzó a tramar: «Pronto haré duelo por la muerte de mi padre y después mataré a mi hermano Jacob».

42 Entonces Rebeca se enteró de los planes de Esaú y llamó a Jacob y le dijo:

—Escucha, Esaú se consuela haciendo planes para matarte. 43 Así que, hijo mío, presta mucha atención. Prepárate y huye a casa de mi hermano Labán, en Harán. 44 Quédate allí con él hasta que tu hermano se calme. 45 Cuando él se haya calmado y olvide lo que le hiciste, mandaré a buscarte para que regreses. ¿Por qué tendría que perder a los dos hijos en un solo día?

46 Luego Rebeca le dijo a Isaac:

—¡Estoy harta de estas mujeres hititas de aquí! Preferiría morir antes que ver a Jacob casado con una de ellas.

28 Entonces Isaac llamó a Jacob, lo bendijo y le ordenó:

—No te cases con ninguna de estas mujeres cananeas. En cambio, vete de inmediato a Padán-aram, a la casa de tu abuelo Betuel, y cásate con una de las hijas de tu tío Labán. Que el Dios Todopoderoso[x] te bendiga y te conceda muchos hijos. ¡Y que tus descendientes se multipliquen y formen numerosas naciones! Que Dios te dé a ti y a tu descendencia[y] las bendiciones que prometió a Abraham. Que llegues a ser dueño de esta tierra donde ahora vives como extranjero, porque Dios le entregó esta tierra a Abraham.

Así que Isaac despidió a Jacob, y él se fue a Padán-aram a quedarse con su tío Labán, hermano de su madre, hijo de Betuel el arameo.

Esaú se enteró de que su padre Isaac había bendecido a Jacob y lo había enviado a Padán-aram para que encontrara una esposa, y que le había advertido a Jacob: «No te cases con una mujer cananea». También supo que Jacob había obedecido a sus padres y se había ido a Padán-aram. A Esaú ya no le quedaban dudas de que a su padre no le agradaban las mujeres cananeas del lugar. Por lo tanto, fue a visitar a la familia de su tío Ismael y se casó con una de las hijas de Ismael, además de las esposas que ya tenía. Su nueva esposa se llamaba Mahalat. Era hermana de Nebaiot e hija de Ismael, el hijo de Abraham.

El sueño de Jacob en Betel

10 Mientras tanto, Jacob salió de Beerseba y viajó hacia Harán. 11 A la caída del sol, llegó a un buen lugar para acampar, y se quedó allí a pasar la noche. Jacob encontró una piedra donde reposar su cabeza y se acostó a dormir. 12 Mientras dormía, soñó con una escalera que se extendía desde la tierra hasta el cielo, y vio a los ángeles de Dios que subían y bajaban por ella.

13 En la parte superior de la escalera estaba el Señor, quien le dijo: «Yo soy el Señor, Dios de tu abuelo Abraham, y Dios de tu padre Isaac. La tierra en la que estás acostado te pertenece. Te la entrego a ti y a tu descendencia. 14 ¡Tus descendientes serán tan numerosos como el polvo de la tierra! Se esparcirán en todas las direcciones: hacia el oriente y el occidente, hacia el norte y el sur; y todas las familias de la tierra serán bendecidas por medio de ti y de tu descendencia. 15 Además, yo estoy contigo y te protegeré dondequiera que vayas. Llegará el día en que te traeré de regreso a esta tierra. No te dejaré hasta que haya terminado de darte todo lo que te he prometido».

16 Entonces Jacob se despertó del sueño y dijo: «¡Ciertamente el Señor está en este lugar, y yo ni me di cuenta!»; 17 pero también tuvo temor y dijo: «¡Qué temible es este lugar! No es ni más ni menos que la casa de Dios, ¡la puerta misma del cielo!».

18 A la mañana siguiente, Jacob despertó muy temprano y erigió como columna conmemorativa la piedra en la que había reposado la cabeza y después derramó aceite de oliva sobre ella. 19 Llamó a aquel lugar Betel (que significa «casa de Dios»), aunque antes se llamaba Luz.

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