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Bible in 90 Days

An intensive Bible reading plan that walks through the entire Bible in 90 days.
Duration: 88 days
La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
Version
2 Samuel 12:11-22:18

11 Esto dice el Señor: Yo haré que la desgracia te sobrevenga desde tu propia casa. Tomaré tus mujeres en tu propia cara y se las entregaré a tu prójimo, para que se acueste con ellas en tu cara y a la luz de este sol. 12 Lo que tú hiciste a escondidas yo lo haré delante de todo el pueblo y a plena luz.

13 David dijo a Natán:

— ¡He pecado contra el Señor!

Natán le respondió:

— El Señor ha perdonado tu pecado. No morirás. 14 Pero por haber despreciado totalmente al Señor actuando así, el hijo que has tenido morirá.

15 Natán se fue a su casa.

El Señor hirió al hijo que la mujer de Urías había dado a David y cayó enfermo. 16 David suplicó a Dios por el niño, hizo ayuno y pasaba las noches acostado en el suelo. 17 Los ancianos de su casa intentaron levantarlo del suelo, pero él no quiso y tampoco aceptó comer nada con ellos. 18 Al séptimo día murió el niño y los servidores de David temían darle la noticia de su muerte, pues se decían:

— Si cuando el niño estaba vivo, le hablábamos y no nos escuchaba, ¿cómo vamos a decirle ahora que ha muerto el niño? ¡Cometerá alguna locura!

19 David se dio cuenta de que sus servidores cuchicheaban entre sí y comprendió que el niño había muerto. David preguntó a sus servidores:

— ¿Ha muerto el niño?

Ellos respondieron:

— Sí, ha muerto.

20 Entonces David se levantó del suelo, se bañó, se perfumó, se cambió de ropa y fue a la casa del Señor para adorarlo. Luego volvió a su casa, pidió que le prepararan de comer y comió. 21 Sus servidores le preguntaron:

— ¿Por qué actúas así? Mientras el niño estaba vivo, ayunabas y llorabas por él; y ahora que ha muerto, te levantas y te pones a comer.

22 Pero David les contestó:

— Mientras el niño estaba vivo, yo ayunaba y lloraba por él, pensando que el Señor podría apiadarse de mí y dejaría vivir al niño. 23 Pero ahora que ha muerto, ¿por qué voy a seguir ayunando? ¿Acaso podría recuperarlo? ¡Soy yo el que irá junto a él, pero él no volverá junto a mí!

24 Luego David consoló a su mujer Betsabé, fue a verla y se acostó con ella. Tuvo un hijo y David le puso de nombre Salomón. El Señor lo amó 25 y envió al profeta Natán, que le puso de sobrenombre Jedidías, en honor del Señor.

La conquista de Rabá (1 Cr 20,1-3)

26 Joab atacó Rabá, la capital amonita, y se apoderó de la ciudad real. 27 Entonces envió mensajeros para decirle a David:

— He atacado Rabá y me he apoderado de la ciudadela de las aguas. 28 Moviliza, pues, al resto del ejército y ven a asediar la ciudad para conquistarla. Pues, si la conquisto yo, le pondrán mi nombre.

29 David movilizó a todo el ejército, marchó hacia Rabá, la atacó y la conquistó. 30 Se apoderó de la corona real, la corona que pesaba treinta y tres kilos de oro, y de una piedra preciosa, que David puso sobre su cabeza, y sacó de la ciudad un inmenso botín. 31 Sacó también a la gente que había en la ciudad y la puso a trabajar con sierras, picos y hachas o a fabricar ladrillos. Y lo mismo hizo con todas las ciudades amonitas. Después David regresó con todo el ejército a Jerusalén.

Amnón y Absalón (13—14)

Amnón y Tamar

13 Absalón, hijo de David, tenía una hermana muy hermosa, llamada Tamar, y Amnón, también hijo de David, se enamoró de ella. Sentía tal pasión que cayó enfermo por Tamar, pues su hermana era virgen y le parecía muy difícil hacer algo con ella. Amnón tenía un amigo muy astuto, llamado Jonadab, hijo de Simá, el hermano de David. Y le preguntó:

— ¿Qué te pasa, príncipe, que cada día estás más decaído? ¿No me lo vas a contar?

Amnón le respondió:

— Estoy enamorado de Tamar, la hermana de mi hermano Absalón.

Jonadab le dijo:

— Métete en la cama como si estuvieras enfermo y cuando tu padre vaya a verte, le pides que mande a tu hermana Tamar para darte de comer; luego le dices que te prepare la comida delante de ti, para que tú la veas, y que te sirva ella misma.

Amnón se acostó fingiéndose enfermo y cuando el rey vino a verlo, le dijo:

— Haz que venga mi hermana Tamar, para que me prepare aquí delante dos rosquillas, y ella misma me sirva de comer.

David mandó llamar a Tamar a su casa, y le dijo:

— Anda y ve a casa de tu hermano Amnón y prepárale la comida.

Tamar fue a casa de su hermano Amnón, que estaba acostado. Tomó la harina, la amasó, preparó las rosquillas a su vista y las coció. Luego las puso en la cazuela y se las sirvió, pero él no quiso comer, y ordenó:

— ¡Salgan todos fuera!

Cuando todos hubieron salido, 10 Amnón dijo a Tamar:

— Tráeme la comida a la alcoba y dame de comer.

Ella tomó las rosquillas que había preparado y las llevó a la alcoba de su hermano Amnón. 11 Cuando se acercó para darle de comer, él la agarró y le dijo:

— Ven, hermana mía, y acuéstate conmigo.

12 Pero ella le dijo:

— ¡No, hermano mío! No me fuerces, porque eso no se hace en Israel. No cometas esa infamia. 13 ¿A dónde podría ir yo con mi deshonra? Y tú quedarías como un infame ante Israel. Por favor, habla con el rey, pues no se negará a que sea tuya.

14 Pero él no quiso escucharla y, como era más fuerte, la forzó y se acostó con ella. 15 Luego Amnón la odió profundamente y el odio que sintió hacia ella fue aún mayor que el amor con que la había amado. Entonces Amnón le ordenó:

— Levántate y vete.

16 Ella le dijo:

— No, que echarme ahora sería un daño mucho mayor que el que acabas de hacerme.

Pero él no quiso escucharla, 17 llamó a su criado y le ordenó:

— ¡Échame a esta de aquí y ciérrale la puerta!

18 El criado la sacó fuera y le cerró la puerta. Ella llevaba una túnica con mangas, tal y como vestían las princesas que eran vírgenes. 19 Entonces Tamar se echó tierra en la cabeza, rasgó la túnica que llevaba puesta y se marchó dando gritos con las manos sobre la cabeza. 20 Su hermano Absalón le preguntó:

— ¿Ha estado contigo tu hermano Amnón? Pues entonces cállate, que es tu hermano, y no te preocupes por este asunto.

Entonces Tamar, desolada, se quedó en casa de su hermano Absalón. 21 Cuando el rey David se enteró de estos sucesos, se enfureció mucho. 22 Absalón no volvió a dirigir una sola palabra a Amnón, pues lo odiaba por haber violado a su hermana Tamar.

Asesinato de Amnón

23 Dos años después, cuando la gente de Absalón estaba de esquileo en Baal Jasor, cerca de Efraín, Absalón invitó a todos los hijos del rey. 24 Se presentó al rey y le dijo:

— Tu servidor está ahora de esquileo. Venga, pues, el rey con su corte a casa de tu servidor.

25 Pero el rey le contestó:

— No, hijo mío, no podemos ir todos, pues seríamos una carga para ti.

Él volvió a insistir, pero el rey no quiso ir, aunque le dio su bendición. 26 Absalón dijo:

— ¿Y no podría venir con nosotros mi hermano Amnón?

El rey le preguntó:

— ¿Por qué habría de ir contigo?

27 Pero Absalón insistió y el rey permitió que Amnón y todos los hijos del rey lo acompañaran. 28 Absalón ordenó a sus criados:

— Fíjense bien: cuando Amnón se ponga alegre con el vino y yo les ordene que lo ataquen, lo matan. No tengan miedo, pues soy yo quien se lo ordeno. Tengan ánimo y valor.

29 Los criados hicieron con Amnón lo que Absalón les había mandado. Entonces todos los hijos del rey se levantaron, montaron en sus mulas y emprendieron la huida. 30 Cuando estaban de camino, le llegó a David esta noticia:

— Absalón ha matado a todos los hijos del rey y no ha dejado ni uno.

31 Entonces David se levantó, rasgó sus vestiduras y se echó en el suelo. Todos los servidores que lo acompañaban rasgaron también sus vestiduras. 32 Pero Jonadab, hijo de Simá, el hermano de David, dijo:

— No crea mi señor que han matado a todos los jóvenes hijos del rey, pues sólo ha muerto Amnón. Absalón lo tenía decidido desde el día en que Amnón violó a su hermana Tamar. 33 No se preocupe, pues, mi señor, el rey, pensando que han muerto todos sus hijos, porque sólo ha muerto Amnón.

34 Mientras tanto, Absalón había huido. El centinela levantó la vista y vio un gran grupo de gente que venía por el camino de Joronáin, por la ladera del monte. 35 Entonces Jonadab dijo al rey:

— Ya vienen los hijos del rey, tal y como tu siervo había dicho.

36 Cuando terminaba de hablar, llegaron los hijos del rey llorando a gritos. También el rey y todos sus servidores se pusieron a llorar a lágrima viva.

37 Absalón, por su parte, huyó y se fue con Talmay, hijo de Amijur, rey de Guesur, mientras David guardaba luto por su hijo todos los días.

Regreso de Absalón

38 Absalón, que había huido a Guesur, permaneció allí durante tres años. 39 El rey, ya consolado por la pérdida de Amnón, aplacó su enfado contra Absalón.

14 Joab, hijo de Seruyá, se dio cuenta de que el rey echaba de menos a Absalón. Entonces mandó que le trajeran de Tecoa una mujer astuta que vivía allí. Joab le dijo:

— Finge que estás de luto, ponte ropa de luto y no te eches perfume, para que parezcas una mujer que desde hace tiempo guarda luto por un difunto. Preséntate al rey y dile lo que te voy a decir.

Y Joab sugirió a la mujer lo que tenía que decir.

La mujer de Tecoa se presentó ante el rey, inclinó su rostro e hizo una reverencia. Luego le dijo:

— Socórreme, majestad.

El rey le preguntó:

— ¿Qué te pasa?

Ella respondió:

— Que soy una mujer viuda, pues mi marido murió. Tu servidora tenía dos hijos: tuvieron una pelea en el campo y, sin nadie que los separara, uno golpeó al otro y lo mató. Y ahora toda la familia se me ha enfrentado, exigiendo que les entregue al fratricida, para darle muerte, vengar a su hermano asesinado y acabar también con el único heredero. Así apagarán el rescoldo que me queda y dejarán a mi marido sin apellido ni descendencia sobre la tierra.

El rey le dijo a la mujer:

— Vete a casa, que yo solucionaré tu problema.

La mujer de Tecoa insistió:

— Majestad, yo y mi familia somos los responsables; el rey y su trono no tienen culpa.

10 El rey le dijo:

— Si alguien te dice algo, me lo traes, que no te volverá a molestar.

11 Ella le dijo:

— Su majestad pida a Dios que el defensor de la sangre no aumente las desgracias, acabando con mi hijo.

Él afirmó:

— ¡Vive Dios, que nadie tocará ni un pelo de tu hijo!

12 La mujer insistió:

— Permita su majestad que su servidora añada algo más.

El rey le dijo:

— Habla.

13 La mujer dijo:

— ¿Por qué, entonces, proyectas hacer lo mismo contra el pueblo de Dios? Tus mismas palabras te acusan, majestad, por no dejar volver a tu desterrado. 14 Todos hemos de morir, pues somos como agua derramada en tierra que no puede recogerse. Dios no quiere quitar la vida. Al contrario, desea que el desterrado no siga alejado de él. 15 Si yo he venido a hablar a su majestad de este asunto, ha sido porque la gente me ha asustado y me he dicho: “Voy a hablar con el rey, a ver si quiere hacer lo que su sierva le pide, 16 escuchándola y librándola del hombre que quiere arrancarnos a mí y a mi hijo juntos de la heredad de Dios”. 17 Esta sierva tuya pensó: “Que la palabra del rey, mi señor, nos devuelva la paz, pues el rey, mi señor, es como un enviado de Dios que sabe discernir entre el bien y el mal”. Que el Señor, tu Dios, esté contigo.

18 El rey contestó a la mujer:

— Por favor, responde sinceramente a mi pregunta.

La mujer dijo:

— Habla, majestad.

19 El rey le preguntó:

— ¿No te ha metido Joab en todo este asunto?

La mujer respondió:

— ¡Por tu vida! Su majestad ha acertado plenamente en lo que acaba de decir. Efectivamente ha sido tu siervo Joab quien me ha mandado y el que me ha sugerido todas mis intervenciones. 20 Tu siervo Joab ha actuado así para cambiar la actual situación, pero mi señor tiene la sabiduría de un enviado de Dios y conoce todo lo que sucede en el país.

21 Luego el rey dijo a Joab:

— Bien, he decidido que vayas y traigas al joven Absalón.

22 Joab se inclinó en tierra, hizo una reverencia, bendijo al rey y dijo:

— Ahora sé que cuento con tu favor, majestad, pues me has concedido este deseo.

23 Joab se incorporó, partió hacia Guesur y trajo a Absalón a Jerusalén. 24 Pero el rey dijo:

— Que se retire a su casa y que no se presente ante mí.

Entonces Absalón se fue a su casa, sin presentarse ante el rey.

Absalón reconciliado con David

25 No había en todo Israel hombre tan alabado por su belleza como Absalón: de pies a cabeza no tenía un solo defecto. 26 Cuando se cortaba el pelo, cosa que hacía de año en año porque le pesaba mucho, el cabello de su cabeza pesaba más de dos kilos en la balanza real. 27 Absalón tuvo tres hijos y una hija, llamada Tamar, que era muy hermosa.

28 Absalón vivió en Jerusalén durante dos años sin ver al rey. 29 Absalón mandó a llamar a Joab para enviarlo al rey, pero Joab no quiso acudir. Lo volvió a llamar por segunda vez y tampoco quiso. 30 Entonces ordenó a sus criados:

— Miren, Joab tiene una parcela de tierra junto a la mía que está sembrada de cebada. Vayan a prenderla fuego.

Los criados de Absalón prendieron fuego a la parcela. 31 Joab fue inmediatamente a casa de Absalón y le preguntó:

— ¿Por qué tus criados han prendido fuego a mi parcela?

32 Y Absalón le respondió:

— Mira, te he mandado llamar para que vinieras y fueras a decirle al rey: “¿Para qué he vuelto de Guesur? ¡Era preferible seguir allí!”. Ahora, quiero ver al rey y, si soy culpable, que me mate.

33 Joab fue a informar al rey. Luego el rey llamó a Absalón y, cuando este llegó ante el rey, le hizo una reverencia postrado en tierra. Entonces el rey abrazó a Absalón.

Rebelión de Absalón (15—20)

La conspiración

15 Después de esto, Absalón se procuró un carro, caballos y una escolta de cincuenta hombres. Se ponía temprano junto al camino de la entrada de la ciudad y a todo el que llegaba con algún pleito a pedir justicia al rey, Absalón lo llamaba y le preguntaba: “¿De qué ciudad eres?”. Cuando el interpelado le respondía: “este siervo tuyo es de tal tribu de Israel”, entonces Absalón le decía:

— Mira, tu demanda es buena y justa, pero no hay quien te atienda en el tribunal del rey.

Y añadía:

— Si me nombraran juez de este país, todo el que tuviese algún pleito podría llegar hasta mí y yo le haría justicia.

Y cuando alguien se le acercaba para arrodillarse ante él, Absalón le tendía la mano, lo levantaba y lo abrazaba. Absalón actuaba de igual manera con todos los que iban a pedir justicia al rey, ganándose así el afecto de los israelitas.

Al cabo de cuatro años, Absalón dijo al rey:

— Permíteme ir a Hebrón a cumplir la promesa que hice al Señor, pues cuando tu servidor estaba en Guesur de Aram, hizo esta promesa: “Si el Señor me permite volver a Jerusalén, le ofreceré un sacrificio”.

David le respondió:

— Vete en paz.

Entonces Absalón marchó hacia Hebrón 10 y envió espías por todas las tribus de Israel con esta consigna:

— Cuando oigan el toque de la trompeta, griten: ¡Absalón reina en Hebrón!

11 Absalón partió de Jerusalén con doscientos invitados que lo acompañaron con total ingenuidad y sin sospechar nada del asunto. 12 Durante los sacrificios, Absalón mandó a buscar a su ciudad a Ajitófel, el de Guiló, consejero de David. La conspiración tomaba cuerpo, mientras iban aumentado los partidarios de Absalón.

Huida de David

13 Alguien llevó a David esta información:

— Los israelitas se han puesto de parte de Absalón.

14 Entonces David dijo a todos los servidores que lo acompañaban en Jerusalén:

— Prepárense para la huida, pues no tendremos escapatoria ante Absalón. Dense prisa en marchar, antes de que él llegue a alcanzarnos, precipite la desgracia sobre nosotros y pase a cuchillo la ciudad.

15 Sus servidores le respondieron:

— Majestad, tus siervos harán lo que tú decidas.

16 El rey salió acompañado de toda su corte y dejó diez concubinas para guardar el palacio. 17 El rey y toda la gente que lo acompañaba se detuvieron junto a la última casa de la ciudad. 18 Todos sus servidores marchaban a su lado, mientras que los quereteos, los peleteos y los guititas, en total unos seiscientos hombres que lo siguieron desde Gat, marchaban delante de él. 19 El rey dijo a Itay, el de Gat:

— ¿Cómo vienes tú también con nosotros? Vuelve y quédate con el rey, pues eres un extranjero, desterrado de tu país. 20 Acabas de llegar ayer mismo y no voy a permitir que andes errante con nosotros, cuando ni yo mismo sé adónde voy. Vuélvete, pues, y llévate contigo a tus paisanos. Y que el Señor sea misericordioso y fiel contigo.

21 Pero Itay le respondió:

— ¡Por el Señor y por el rey, mi señor! Allí donde esté mi señor, el rey, en vida o muerte, allí estará tu servidor.

22 Entonces David le dijo:

— Está bien, pasa.

Y pasó Itay, el de Gat, con todos los hombres y los niños que lo acompañaban. 23 Toda la gente lloraba a gritos mientras iba desfilando. Luego David cruzó el torrente Cedrón por el camino que lleva al desierto, y con él cruzó toda la gente. 24 También estaba Sadoc con todos los levitas que llevaban el Arca de la alianza de Dios. Colocaron el Arca junto a Abiatar, hasta que toda la gente terminó de salir de la ciudad. 25 El rey dijo a Sadoc:

— Devuelve el Arca de Dios a la ciudad, que si alcanzo el favor del Señor, él me permitirá volver a ver el Arca y su morada. 26 Pero si manifiesta que no le agrado, estaré dispuesto a que haga conmigo lo que quiera.

27 Y el rey insistió al sacerdote Sadoc:

— Mira, regresen en paz a la ciudad junto con sus dos hijos, con tu hijo Ajimás y con Jonatán, el hijo de Abiatar. 28 Y estén atentos, pues yo estaré esperando en los pasos del desierto hasta que me llegue alguna información de ustedes.

29 Sadoc y Abiatar regresaron a Jerusalén con el Arca de Dios y se quedaron allí.

30 Cuando David subía la cuesta de los olivos, iba llorando, con la cabeza cubierta y los pies descalzos. La gente que lo acompañaba llevaba también la cabeza cubierta y subía llorando. 31 Entonces informaron a David que Ajitófel formaba parte de la conspiración de Absalón, y David suplicó:

— Confunde, Señor, los consejos de Ajitófel.

32 Cuando David llegó a la cumbre, lugar donde se daba culto a Dios, le salió al encuentro Jusay, el arquita, con la túnica rasgada y la cabeza llena de tierra. 33 David le dijo:

— Si te vienes conmigo, sólo serás una carga para mí. 34 Pero si le dices a Absalón: “Majestad, soy tu servidor. He sido servidor de tu padre y a partir de ahora, seré tu servidor”, me ayudarás a hacer fracasar los consejos de Ajitófel. 35 Allí estarán contigo los sacerdotes Sadoc y Abiatar, a los que podrás informar de todo lo que escuches en palacio. 36 También estarán con ellos sus dos hijos, Ajimás, el de Sadoc, y Jonatán, el de Abiatar, a través de los cuales ustedes me harán llegar todo lo que escuchen.

37 Jusay, el amigo de David, llegó a la ciudad cuando Absalón entraba en Jerusalén.

16 Apenas David había cruzado la cima, cuando le salió al encuentro Sibá, el criado de Mefibóset, con un par de burros aparejados y cargados con doscientos panes, cien racimos de pasas, cien higos y un pellejo de vino. El rey le preguntó:

— ¿Qué pretendes con eso?

Y Sibá respondió:

— Los burros son para que suba la familia del rey; los panes y los frutos, para que coman los muchachos; y el vino, para que beban los que desfallezcan en el desierto.

El rey le preguntó:

— ¿Y dónde está el hijo de tu amo?

Sibá le respondió:

— Se ha quedado en Jerusalén, pensando que la casa de Israel le devolverá ahora el reino de su padre.

El rey dijo a Sibá:

— Todo lo de Mefibóset ahora es tuyo.

Y Sibá le dijo:

— ¡Me postro a tus pies! ¡Que pueda seguir contando con el favor de mi señor el rey!

Cuando el rey David llegó a Bajurín, salió de allí un pariente de Saúl, llamado Simeí, hijo de Guerá. Salía insultando y tirando piedras a David y a todos los servidores del rey, a pesar de que la gente y los guerreros iban a su lado. Simeí lo maldecía diciendo:

— ¡Vete, vete, asesino despiadado! El Señor te ha castigado por todos los crímenes contra la familia de Saúl, cuyo trono has usurpado, y ha entregado el reino en poder de tu hijo Absalón. ¡Ahora te sobreviene la desgracia por ser un asesino!

Abisay, el hijo de Seruyá, dijo al rey:

— ¿Por qué ese perro muerto ha de insultar a mi señor el rey? Déjame que vaya y le corte la cabeza.

10 Pero el rey le contestó:

— ¡Esto no es asunto de ustedes, hijos de Seruyá! Si me maldice porque Dios le ha ordenado que maldiga a David, ¿quién va a pedirle cuentas?

11 Luego David siguió diciendo a Abisay y a todos sus servidores:

— Si mi propio hijo, salido de mis entrañas, atenta contra mi vida, ¿qué no podrá hacer un benjaminita? ¡Déjenlo que maldiga, pues el Señor se lo ha mandado! 12 Tal vez el Señor tenga en cuenta mi aflicción y recompense con bendiciones estas maldiciones de hoy.

13 David y sus hombres siguieron su camino, mientras que Simeí los seguía por la ladera del monte, maldiciendo, tirando piedras y levantando polvo. 14 David y toda la gente que lo acompañaba llegaron agotados al Jordán y descansaron allí.

Absalón en Jerusalén

15 Absalón entró en Jerusalén con todo el grupo de israelitas. También lo acompañaba Ajitófel. 16 Cuando Jusay, el arquita amigo de David, llegó ante Absalón, le dijo:

— ¡Viva el rey, viva el rey!

17 Absalón le replicó:

— ¿Esta es la lealtad que profesas a tu amigo? ¿Por qué no te has ido con tu amigo?

18 Jusay respondió a Absalón:

— No. Yo sólo estaré y viviré con aquel al que han elegido tanto el Señor como este pueblo y todos los israelitas. 19 Además, ¿a quién voy a servir yo, sino a su hijo? De la misma manera que serví a tu padre, te serviré a ti.

20 Entonces Absalón dijo a Ajitófel:

— Aconséjenme qué debemos hacer.

21 Ajitófel dijo a Absalón:

— Acuéstate con las concubinas que tu padre dejó al cuidado del palacio. Así se enterará todo Israel de que te has enfrentado a tu padre y reforzarás los ánimos de todos tus partidarios.

22 Inmediatamente le pusieron a Absalón una tienda en la terraza y él se acostó con las concubinas de su padre a la vista de todo Israel.

23 Los consejos que daba Ajitófel en aquella época se valoraban como oráculos divinos. Y eso valía para todos los consejos que dio, tanto a David como a Absalón.

17 Ajitófel dijo a Absalón:

— Déjame escoger doce mil hombres para salir en persecución de David esta misma noche. Lo sorprenderé agotado y sin fuerzas, lo intimidaré, y sus acompañantes huirán. Así mataré sólo al rey y haré volver contigo a toda la gente que lo acompaña. La muerte de aquel a quien buscas provocará la vuelta de todos, y todo el pueblo quedará en paz.

El consejo agradó a Absalón y a todos los ancianos de Israel. Pero Absalón dijo:

— Llamen también a Jusay, el arquita, para que oigamos igualmente su opinión.

Cuando Jusay llegó ante Absalón, este le dijo:

— Esto es lo que nos ha propuesto Ajitófel. ¿Debemos hacer lo que él dice? Si no, haz tu propuesta.

Jusay le respondió:

— Por esta vez no es acertado el consejo que ha dado Ajitófel.

Y añadió:

— Tú sabes bien que tu padre y sus hombres son unos valientes y que ahora estarán enfurecidos, como una osa privada de sus crías en el campo. Tu padre es un hombre ducho en la guerra y no pasará la noche con la tropa. Seguramente ahora estará escondido en alguna cueva o en algún otro lugar. Si en las primeras escaramuzas tenemos bajas, se correrá la noticia de que ha habido pérdidas entre los seguidores de Absalón, 10 y entonces hasta los más valientes, aunque sean fieros como leones, se acobardarán. Porque todo Israel sabe que tu padre es un valiente y los que lo acompañan, unos aguerridos. 11 Por eso, yo aconsejo que se reúnan contigo todos los israelitas desde Dan hasta Berseba, tan numerosos como la arena de las playas, y que tú personalmente los lleves al combate. 12 Entonces lo alcanzaremos allí donde se encuentre y caeremos sobre él, como rocío sobre la tierra, y no quedarán vivos ni él, ni ninguno de todos los que lo acompañan. 13 Y si se refugia en alguna ciudad, todos los israelitas llevarán cuerdas a esa ciudad y la arrastraremos hasta el río, hasta que no quede allí ni una piedra.

14 Absalón y todos los israelitas dijeron:

— El consejo de Jusay el arquita es mejor que el de Ajitófel.

Y es que el Señor había decidido hacer fracasar el consejo de Ajitófel, que era el mejor, para atraer la desgracia sobre Absalón.

15 Luego Jusay dijo a los sacerdotes Sadoc y Abiatar:

— Ajitófel ha aconsejado esto a Absalón y a los ancianos de Israel y yo les he aconsejado esto otro. 16 Así que, envíen urgentemente a alguien para que informe a David y le diga: “No pases la noche en los vados del desierto; cruza al otro lado”, para evitar que aniquilen al rey y a toda la gente que lo acompaña.

17 Jonatán y Ajimás estaban en la fuente de Roguel y, como si entraban en la ciudad alguien podía verlos, una sirvienta iba a informarles, para que ellos llevasen la información al rey David. 18 Pero un muchacho los descubrió e informó a Absalón. Entonces los dos se fueron rápidamente y entraron en la casa de un hombre de Bajurín, que tenía un pozo en el patio, y se metieron en él. 19 La mujer extendió una estera sobre la boca del pozo, echó encima trigo y no se notaba nada. 20 Llegaron los servidores de Absalón a casa de la mujer y le preguntaron:

— ¿Dónde están Ajimás y Jonatán?

La mujer les respondió:

— Han ido hacia el agua.

Ellos los buscaron y, al no encontrarlos, regresaron a Jerusalén. 21 Después de marcharse salieron ellos del pozo y fueron a informar al rey David:

— Prepárense a cruzar inmediatamente el río, porque Ajitófel ha dado este consejo contra ustedes.

22 David y la gente que lo acompañaba se pusieron a cruzar el Jordán y al amanecer no quedaba ninguno que no hubiese cruzado el río.

23 Cuando Ajitófel vio que no ponían en práctica su consejo, aparejó el burro y se marchó a casa, a su ciudad. Luego puso en orden su casa, se ahorcó y murió, siendo enterrado en el sepulcro de su padre.

La batalla de Transjordania: muerte de Absalón

24 Cuando David llegaba a Majanáin, Absalón cruzó el Jordán con todos los israelitas que lo acompañaban. 25 Absalón había puesto al frente del ejército a Amasá, en lugar de Joab. Amasá era hijo de un hombre llamado Jitrá, un ismaelita que se había unido a Abigal, hija de Najás y hermana de Seruyá, la madre de Joab. 26 Israel y Absalón acamparon en el territorio de Galaad.

27 Cuando David llegó a Majanáin, Sobí, hijo de Najás, de Rabá de Amón, junto con Maquir, hijo de Amiel de Lodebar y Barzilay, galadita de Roguelín, 28 trajeron colchones, mantas, cacharros de barro, trigo, cebada, harina, grano tostado, alubias, lentejas, 29 miel, requesón de oveja y queso de vaca, y se lo ofrecieron a David y a la gente que lo acompañaba para que comieran, pensando que estarían hambrientos, fatigados y sedientos de andar por el desierto.

18 David pasó revista a sus tropas y designó jefes de millar y jefes de centuria. Luego dividió el ejército en tres tercios: el primero al mando de Joab, el segundo al mando de Abisay, hijo de Seruyá y hermano de Joab, y el tercero al mando de Itay, el de Gat. Y dijo a la gente:

— Yo también iré con ustedes.

Pero ellos le contestaron:

— Tú no debes venir, pues si tenemos que huir, nadie nos prestará atención; y aunque muramos la mitad de nosotros, tampoco nos prestarán atención. Pero tú vales tanto como diez mil de nosotros y es preferible que nos ayudes desde la ciudad.

Entonces el rey les dijo:

— Haré lo que les parezca mejor.

Y se quedó junto a la puerta, mientras todo el ejército salía por grupos de mil y de cien. Luego el rey dio a Joab, a Abisay y a Itay el siguiente encargo:

— Traten con respeto al joven Absalón.

Y toda la tropa escuchó las órdenes del rey a los capitanes a propósito de Absalón.

El ejército salió al campo para enfrentarse a Israel. La batalla tuvo lugar en el bosque de Efraín: allí cayó derrotado el ejército de Israel ante la gente de David. Aquel día sufrió una gran derrota: cayeron doce mil hombres. La lucha se extendió por todo el territorio y aquel día el bosque causó más estragos que la espada.

Absalón, montado en un mulo, se encontró de frente con la gente de David y, al pasar el mulo bajo las ramas de una gran encina, se le enredó la cabeza en la encina y quedó colgando en el aire, mientras el mulo que montaba siguió adelante. 10 Alguien que lo vio informó a Joab:

— He visto a Absalón colgando de una encina.

11 Joab dijo al que le traía la información:

— Si lo has visto, ¿por qué no lo abatiste allí mismo? Te habría dado diez siclos de plata y un cinturón.

12 Pero el hombre dijo a Joab:

— Ni aunque tuviese en la mano diez mil siclos de plata atentaría yo contra el hijo del rey. Con nuestros propios oídos escuchamos la orden que el rey les dio a ti, a Abisay y a Itay de respetar al joven Absalón. 13 Entonces habría arriesgado mi vida en vano, pues el rey lo descubre todo y tú te habrías quedado al margen.

14 Joab le contestó:

— ¡No quiero seguir perdiendo el tiempo contigo!

Echó mano a tres flechas y las clavó en el corazón de Absalón, que todavía colgaba vivo de la encina. 15 Luego diez muchachos, asistentes de Joab, rodearon a Absalón y lo remataron.

16 Entonces Joab hizo sonar el cuerno, y el ejército cesó de perseguir a Israel, pues Joab lo detuvo. 17 Luego recogieron el cuerpo de Absalón, lo arrojaron a una fosa grande que había en el bosque y pusieron encima un buen montón de piedras. Todos los israelitas huyeron a sus tiendas.

18 Absalón se había levantado en vida un monumento en el valle del Rey, pues pensaba: “No tengo un hijo que conserve mi nombre”. Así que puso su nombre al monumento y todavía hoy se denomina Monumento de Absalón.

19 Ajimás, hijo de Sadoc, dijo:

— Voy corriendo a llevarle al rey la buena noticia de que el Señor lo ha librado de sus enemigos.

20 Pero Joab le dijo:

— Tú no eres el más indicado para llevar hoy la noticia; otro día será. Hoy no darías buenas noticias, porque ha muerto el hijo del rey.

21 Entonces Joab dijo a un cusita:

— Ve a comunicar al rey lo que has visto.

El cusita hizo una reverencia ante Joab y salió corriendo. 22 Pero Ajimás, el hijo de Sadoc, volvió a insistirle a Joab:

— A pesar de todo, déjame que vaya corriendo también yo tras el cusita.

Y Joab le dijo:

— ¿Por qué te empeñas en correr también tú, hijo mío, si no obtendrás ninguna recompensa?

23 Él insistió:

— A pesar de todo, quiero ir.

Entonces Joab le dijo:

— Corre, pues.

Ajimás echó a correr por el camino de la llanura y adelantó al cusita. 24 David estaba sentado entre las dos puertas. El centinela subió al observatorio de la puerta, sobre la muralla, alzó la vista y vio venir a un hombre solo. 25 El centinela gritó para avisar al rey. Y el rey dijo:

— Si viene solo es que trae buenas noticias.

26 El centinela vio a otro hombre corriendo y gritó al guardián:

— Viene otro hombre corriendo solo.

Y el rey dijo:

— También ese trae buenas noticias.

27 El centinela dijo:

— Por su forma de correr, el primero me parece Ajimás, el hijo de Sadoc.

Y David comentó:

— Es buena gente, vendrá con buenas noticias.

28 Ajimás se acercó y saludó al rey:

— ¡Salud!

Luego hizo una reverencia al rey inclinando su rostro y añadió:

— ¡Bendito sea el Señor, tu Dios, que ha entregado en tu poder a la gente que se había rebelado contra el rey, mi señor!

29 Y el rey le preguntó:

— ¿Está bien el joven Absalón?

Ajimás respondió:

— Vi un gran alboroto cuando tu servidor Joab me enviaba, pero no sé lo que era. 30 El rey le dijo:

— Apártate y quédate ahí.

Él se retiró y se quedó allí. 31 Entonces llegó el cusita y dijo:

— ¡Hay buenas noticias para mi señor, el rey! El Señor te ha librado hoy de todos los que se habían rebelado contra ti.

32 El rey preguntó al cusita:

— ¿Está bien el joven Absalón?

Y el cusita respondió:

— ¡Que acaben como él todos los enemigos del rey, mi señor, y cuantos se rebelen para hacerte daño!

19 El rey se conmovió, subió a la habitación que había encima de la puerta y se puso a llorar diciendo mientras subía:

— ¡Hijo mío, Absalón, hijo mío! ¡Hijo mío, Absalón! ¡Ojalá hubiera muerto yo en tu lugar! ¡Absalón, hijo mío, hijo mío!

Informaron a Joab de que el rey estaba llorando y lamentándose por Absalón; así que la victoria de aquel día se transformó en luto para toda la tropa, pues la gente oyó decir aquel mismo día que el rey estaba muy afectado por su hijo. Y la tropa entró a escondidas aquel día en la ciudad, como hacen los que se sienten avergonzados por haber huido del combate.

Mientras tanto el rey se tapaba el rostro y decía a grandes gritos:

— ¡Hijo mío, Absalón, Absalón, hijo mío, hijo mío!

Entonces Joab se presentó ante el rey y le dijo:

— Hoy has cubierto de vergüenza a tus servidores que acaban de salvarles la vida a ti, a tus hijos e hijas, y a tus mujeres y concubinas; resulta que amas a los que te odian y odias a los que te aman. Hoy has demostrado que para ti no cuentan ni jefes ni soldados. Ahora me doy cuenta de que te habría gustado más que Absalón estuviera vivo y todos nosotros muertos. Así que, decídete y sal a animar a los soldados; pues te juro por Dios que si no sales ahora, no quedará nadie contigo esta noche; y esta será la peor de todas las desgracias que te hayan sobrevenido desde tu juventud hasta ahora.

Entonces el rey se levantó, se sentó en la puerta y avisaron a la tropa:

— El rey está sentado en la puerta.

Y toda la tropa se presentó ante el rey.

Regreso de David

Los israelitas habían huido a sus tiendas, 10 y en todas las tribus de Israel la gente discutía, diciendo:

— El rey nos ha salvado de todos nuestros enemigos y nos ha librado de los filisteos. Pero ha tenido que abandonar el país por culpa de Absalón. 11 Y Absalón, al que habíamos ungido como jefe, ha muerto en la batalla. Entonces, ¿a qué esperán para restablecer al rey?

12 Cuando los comentarios de Israel llegaron a oídos del rey, él mandó a decir a los sacerdotes Sadoc y Abiatar:

— Digan a los ancianos de Judá: “¿Por qué van a ser los últimos en restablecer al rey en su palacio? 13 Ustedes son mis hermanos de sangre, ¿serán los últimos en restablecer al rey?”. 14 Y a Amasá le dirán: “Tú eres mi pariente. Que Dios me castigue si no te nombro general vitalicio del ejército en sustitución de Joab”.

15 David se ganó a todos los de Judá de forma unánime, y ellos mandaron a decir al rey:

— Regresa con toda tu gente.

16 El rey emprendió el regreso y llegó al Jordán. Los de Judá fueron a Guilgal para salir al encuentro del rey y ayudarle a cruzar el Jordán.

17 Simeí, el hijo de Guerá, benjaminita de Bajurín, se apresuró a bajar con los hombres de Judá al encuentro del rey David. 18 Iba acompañado por mil hombres de Benjamín. También llegó Sibá, el criado de la familia de Saúl, con sus quince hijos y veinte siervos. Ambos llegaron al Jordán antes que el rey 19 y cruzaron el vado para ayudar a pasar a la familia del rey y ponerse a su disposición. Simeí, el hijo de Guerá, se postró ante el rey, cuando iba a cruzar el Jordán, 20 y le dijo:

— Que mi señor no tenga en cuenta mi delito, ni recuerde las ofensas de su siervo el día en que el rey, mi señor, salía de Jerusalén. Que el rey no se las tome a pecho. 21 Tu siervo reconoce que te ha ofendido. Por eso, hoy he sido el primero de toda la casa de José en venir a recibir al rey, mi señor.

22 Abisay, el hijo de Seruyá, intervino diciendo:

— ¿Y con esto va a seguir vivo Simeí, siendo así que maldijo al ungido del Señor?

23 David contestó:

— ¡Esto no es asunto de ustedes, hijos de Seruyá! ¡Dejen hoy de ponerme a prueba! Hoy no debe morir nadie en Israel, pues ahora estoy seguro de que soy el rey de Israel.

24 Luego dijo a Simeí:

— No vas a morir.

Y el rey se lo juró.

25 Mefibóset, el nieto de Saúl, bajó también al encuentro del rey. No se había lavado los pies, ni arreglado la barba, ni lavado sus ropas desde el día en que el rey se marchó hasta el día en que volvía a salvo. 26 Cuando llegó de Jerusalén al encuentro del rey, este le preguntó:

— Mefibóset, ¿por qué no viniste conmigo?

27 Él respondió:

— Majestad, mi criado me traicionó. Pues yo me dije: “voy a aparejar el burro, para montar en él y marchar con el rey”, ya que tu servidor está cojo. 28 Por lo tanto, han calumniado a tu servidor ante el rey, mi señor. Pero su majestad es como un enviado de Dios. Haz, pues, lo que te parezca mejor. 29 Y aunque para mi señor, el rey, toda la familia de mi padre merecía la muerte, tú invitaste a tu servidor a comer en tu mesa. ¿Con qué derecho, pues, voy a exigir nada más al rey?

30 El rey le dijo:

— ¡Basta de discursos! He decidido que tú y Sibá se repartan las tierras.

31 Mefibóset dijo al rey:

— Puede incluso quedarse con todo, toda vez que mi señor, el rey, vuelve a casa sano y salvo.

32 Barzilay, el de Galaad, bajó desde Roguelín para cruzar el Jordán con el rey y despedirlo desde allí. 33 Barzilay era muy viejo, tenía ochenta años, y había mantenido al rey durante su estancia en Majanáin, pues era un hombre muy rico. 34 El rey dijo a Barzilay:

— Tú seguirás conmigo, que yo te mantendré ahora en Jerusalén.

35 Pero Barzilay respondió al rey:

— ¿Cuántos años de vida me quedan para irme ahora con el rey a Jerusalén? 36 Ya he cumplido ochenta años y ya no sé distinguir lo bueno de lo malo, ni saboreo lo que como y lo que bebo, ni puedo escuchar la voz de cantores y cantoras. Tu servidor sólo sería ya una carga para mi señor, el rey. 37 Tu servidor sólo quiere acompañar un poco al rey hasta cruzar el Jordán, pero no es necesario que el rey me dé esa recompensa. 38 Déjame que regrese a morir en mi ciudad, junto a la sepultura de mis padres, y que tu servidor Quimeán siga con mi señor, el rey, y lo trate como le parezca mejor.

39 El rey dijo:

— Está bien. Que venga conmigo Quimeán y yo lo trataré como mejor te parezca, pues yo haré por ti todo lo que desees.

40 Toda la gente cruzó el Jordán y el rey también cruzó. Luego el rey abrazó a Barzilay, lo bendijo y él regresó a su tierra. 41 El rey siguió hasta Guilgal y Quimeán iba con él. Todo Judá y la mitad de Israel acompañaban al rey.

42 Entonces todos los israelitas vinieron a decir al rey:

— ¿Cómo es que nuestros hermanos de Judá te han acaparado, ayudando a cruzar el Jordán al rey, a su familia y a toda su gente?

43 Todos los de Judá respondieron a los de Israel:

— Porque el rey es pariente nuestro. Pero, ¿por qué se enfadan así? ¿Acaso hemos comido a costa del rey o hemos sacado algún provecho?

44 Pero los de Israel replicaron a los de Judá:

— Nosotros tenemos diez partes en el rey y más derechos que ustedes sobre David. ¿Por qué nos han despreciado? ¿Acaso no salió de nosotros la inicitiva de restablecer a nuestro rey?

Entonces los de Judá respondieron con palabras aún más duras que los de Israel.

Rebelión de Sebá

20 Se encontraba en Guilgal un indeseable llamado Sebá, hijo de Bicrí, de la tribu de Benjamín. Hizo sonar el cuerno y gritó:

— ¡No tenemos nada que ver con David, ni repartimos herencia con el hijo de Jesé! ¡Israel, a tus tiendas!

Todos los israelitas abandonaron a David y siguieron a Sebá. Los judaítas, en cambio, acompañaron fielmente a su rey desde el Jordán hasta Jerusalén.

Cuando David llegó a su palacio en Jerusalén, encerró en el harén a las diez concubinas que había dejado al cuidado del palacio. Las siguió manteniendo, pero no volvió a acostarse con ellas y estuvieron encerradas hasta el día de su muerte, como viudas de por vida.

Luego el rey dijo a Amasá:

— Convoca a la gente de Judá en el plazo de tres días y luego te presentas aquí.

Amasá fue a convocar a Judá, pero tardó más tiempo del previsto. Entonces David dijo a Abisay:

— Ahora Sebá, el hijo de Bicrí, nos puede hacer más daño que Absalón. Sal con los hombres de tu señor a perseguirlo, antes de que llegue a las ciudades fortificadas y se nos escape.

Abisay partió de Jerusalén al frente de los hombres de Joab, los quereteos, los peleteos y todos los valientes y salieron en persecución de Sebá, el hijo de Bicrí. Cuando estaban junto a la piedra grande que hay en Gabaón, se encontraron con Amasá. Joab llevaba sobre su vestimenta un cinturón con una espada envainada, atada al muslo. La espada se le salió y cayó. Joab saludó a Amasá:

— ¿Estás bien, hermano?

Luego lo agarró de la barba con su mano derecha para besarlo. 10 Pero Amasá no reparó en la espada que Joab llevaba en la otra mano y este se la clavó en la barriga; se le salieron los intestinos a Amasá y así, de un sólo golpe, murió. Luego Joab y su hermano Abisay reanudaron la persecución de Sebá, el hijo de Bicrí.

11 Uno de los soldados de Joab se quedó junto a Amasá y gritó:

— ¡El que esté con Joab y David, que siga a Joab!

12 Amasá yacía en medio del camino, bañado en su propia sangre y, cuando el soldado aquel vio que la gente se detenía, retiró el cadáver fuera del camino y lo cubrió con un manto, pues había visto que todos los que llegaban junto a él se detenían. 13 Y cuando Amasá hubo sido retirado del camino, todo el mundo siguió a Joab en persecución de Sebá, el hijo de Bicrí.

14 Sebá recorrió todas las tribus de Israel y llegó hasta Abel Bet Maacá, donde se congregaron todos los beritas entrando tras él. 15 Llegaron también los de Joab y sitiaron a Sebá en Abel Bet Maacá; construyeron una rampa de asedio contra la ciudad, la colocaron sobre la muralla y toda la gente de Joab se puso a golpear la muralla para derribarla. 16 Entonces una mujer sensata se puso a gritar desde la ciudad:

— ¡Escuchen, escuchen! Díganle a Joab que se acerque aquí, que quiero hablarle.

17 Él se acercó y la mujer le preguntó:

— ¿Eres tú Joab?

Él respondió:

— Sí, yo soy.

La mujer le dijo:

— Por favor, escucha las palabras de tu sierva.

Joab le dijo:

— Te escucho.

18 Entonces ella dijo:

— Antiguamente se solía decir: “Que pregunten en Abel, y caso resuelto”. 19 Somos israelitas pacíficos y fieles ¡y tú pretendes destruir una ciudad importante de Israel! ¿Por qué quieres arruinar el patrimonio del Señor?

20 Joab contestó:

— ¡Líbreme Dios! ¡Líbreme Dios de arruinar y destruir! 21 No es ese el caso. Se trata de un hombre de la montaña de Efraín, llamado Sebá, hijo de Bicrí, que se ha rebelado contra el rey David. Entréguennoslo a él solo y abandonaré la ciudad.

La mujer respondió a Joab:

— Te echaremos su cabeza desde la muralla.

22 La mujer convenció a toda la gente con su sensatez: cortaron la cabeza a Sebá, el hijo de Bicrí, y se la arrojaron a Joab. Luego Joab hizo sonar el cuerno, levantaron el asedio de la ciudad y cada cual marchó a su tienda. Joab por su parte regresó a Jerusalén, junto al rey.

Funcionarios de David

23 Joab era el jefe de todo el ejército de Israel; Benaías, hijo de Joyadá, estaba al mando de los quereteos y peleteos; 24 Adorán era inspector de trabajos forzados; Josafat, hijo de Ajilud, era el heraldo; 25 Seraías era secretario; y Sadoc y Abiatar, sacerdotes. 26 Irá, de Jaír, también era sacerdote de David.

VI.— SUPLEMENTOS (21—24)

Venganza de los gabaonitas y muerte de los hijos de Saúl

21 En tiempos de David hubo un hambre que duró tres años seguidos. David consultó al Señor, y el Señor le respondió:

— Es porque Saúl y su familia están manchados de sangre desde que mató a los gabaonitas.

Los gabaonitas no eran israelitas, sino descendientes de un resto de amorreos. Los israelitas estaban vinculados a ellos por juramento, pero Saúl, llevado de su celo por Israel y Judá, había intentado exterminarlos. David los convocó, habló con ellos y les dijo:

— ¿Qué puedo hacer por ustedes? ¿Cómo podría desagraviarlos para que puedan bendecir la heredad del Señor?

Los gabaonitas respondieron:

— No queremos ni plata ni oro de Saúl y su familia, ni tampoco queremos que muera nadie en Israel.

David les dijo:

— Haré por ustedes lo que me digan.

Ellos le contestaron:

— Que se nos entreguen siete descendientes de quien quiso acabar con nosotros, haciendo planes para destruirnos y hacernos desaparecer de todo el territorio de Israel, y los colgaremos ante el Señor en Guibeá de Saúl, el elegido del Señor.

El rey les dijo:

— Yo se los entregaré.

El rey perdonó la vida a Mefibóset, hijo de Jonatán, el hijo de Saúl, en virtud del juramento sagrado sellado entre David y Jonatán, el hijo de Saúl. Tomó, pues, el rey a Armoní y Mefibóset, los dos hijos que Rispá, hija de Ayá, había dado a Saúl; tomó también a los cinco hijos que Mical, la hija de Saúl, le había dado a Adriel, hijo de Barzilay, el de Mejolá; se los entregó a los gabaonitas y estos los colgaron en el monte ante el Señor. Cayeron los siete juntos y fueron ajusticiados en la época de la siega, al comienzo de la siega de la cebada.

10 Rispá, la hija de Ayá, tomó un saco, lo extendió sobre una roca y estuvo allí desde el comienzo de la siega hasta que empezaron a caer las lluvias del cielo, sin dejar que se posasen sobre los cadáveres las aves del cielo por el día, ni los animales del campo por la noche. 11 Cuando informaron a David de lo que había hecho Rispá, hija de Ayá, la concubina de Saúl, 12 fue a recoger los restos de Saúl y de su hijo Jonatán, que estaban en poder de los ciudadanos de Jabés de Galaad, pues los habían robado de la plaza de Betsán, donde los filisteos los habían colgado el día en que derrotaron a Saúl en Guilboa. 13 Trajo, pues, de allí los restos de Saúl y de su hijo Jonatán, los juntaron con los restos de los ahorcados 14 y enterraron los restos de Saúl y de su hijo Jonatán en territorio de Benjamín, en Selá, en la sepultura de Quis, el padre de Saúl. Se hizo todo lo que mandó el rey y, después de esto, Dios se apiadó del país.

Héroes de las guerras contra los filisteos (1 Cr 20,4-8)

15 Se reanudó la guerra entre los filisteos e Israel y David bajó con sus seguidores a combatir contra los filisteos. David se sentía cansado. 16 Y un tal Jesbi Benob, de la raza de los gigantes, con una lanza de bronce que pesaba unos treinta y cinco kilos y una espada nueva, dijo que iba a matar a David. 17 Pero Abisay, el hijo de Seruyá, salió en su ayuda, atacó al filisteo y lo mató. Entonces los hombres de David le hicieron jurar diciendo:

— No vuelvas a salir con nosotros a la guerra, para que no apagues la lámpara de Israel.

18 Después de esto, hubo otra batalla contra los filisteos en Gob, y el jusita Sibcay derrotó a Saf, de la raza de los gigantes. 19 En otra batalla contra los filisteos, acaecida en Nob, Eljanán, hijo de Jaír de Belén, derrotó a Goliat, el de Gat, que tenía una lanza con un asta como el madero de un telar. 20 Hubo otra batalla en Gat. Un hombre muy alto con seis dedos en cada mano y en cada pie, veinticuatro en total, que también era de la raza de los gigantes, 21 desafió a Israel; pero Jonatán, hijo de Samá, el hermano de David, lo mató. 22 Estos cuatro eran de la raza de los gigantes de Gat y cayeron a manos de David y sus hombres.

Salmo de David (Sal 18)

22 David dirigió al Señor las palabras de este cántico el día que el Señor lo salvó de Saúl y de todos sus enemigos. Dijo:

El Señor es mi bastión, mi baluarte, mi salvador;
es mi Dios, la fortaleza en que me resguardo;
es mi escudo, mi refugio y mi defensa;
el salvador que me libra de los violentos.
Yo invoco al Señor, digno de alabanza,
y quedo a salvo de mis enemigos.
Me rodeaban olas mortales,
me aterraban torrentes devastadores;
me envolvían las redes del abismo,
me acosaban trampas mortales.
En mi angustia supliqué al Señor,
a mi Dios invoqué.
Desde su santuario escuchó mi grito,
a sus oídos llegó mi clamor.
La tierra tembló y se estremeció,
se conmovieron los cimientos de los cielos,
retemblaron por su furia.
Salió humo de su nariz,
fuego devorador de su boca,
brasas ardientes despedía.
10 Inclinó los cielos y descendió
caminando sobre la densa niebla.
11 Se montó en un querubín,
emprendió el vuelo
y se elevó sobre las alas del viento.
12 De las tinieblas que lo envolvían hizo su tienda,
entre aguaceros y densos nubarrones.
13 De su propio resplandor
salían chispas de fuego.
14 El Señor tronó desde el cielo,
el Altísimo alzó su voz;
15 disparó sus flechas y los dispersó,
su rayo y los dejó aturdidos.
16 Emergieron los lechos de las aguas,
se mostraron los cimientos del mundo
con el estruendo del Señor,
ante el soplo de su ira.
17 Desde la altura me asió con su mano,
me sacó de las aguas turbulentas.
18 Me salvó de un enemigo poderoso,
de adversarios más fuertes que yo.

La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)

La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España