Bible in 90 Days
19 En un día aciago me atacaron,
pero el Señor fue mi apoyo;
20 me puso a salvo,
me libró porque me amaba.
21 El Señor me premia por mi buena conducta,
me recompensa por la inocencia de mis manos;
22 porque he respetado los caminos del Señor
y no he sido infiel a mi Dios;
23 tengo presentes todos sus mandatos
y no me alejo de sus normas;
24 he sido recto con él
y me he apartado del pecado.
25 El Señor me premia por mi buena conducta,
por mi inocencia ante sus ojos.
26 Eres fiel con quien es fiel,
honrado con el honrado,
27 sincero con el sincero;
sagaz con el retorcido.
28 Salvas al pueblo humillado
y tu mirada abate a los altivos.
29 Pues tú, Señor, eres mi lámpara;
el Señor ilumina mi oscuridad.
30 Contigo me lanzo al asalto,
con mi Dios franqueo la muralla.
31 El camino de Dios es perfecto,
la palabra del Señor, exquisita;
es un escudo para los que en él confían.
32 Pues, ¿quién es Dios, aparte del Señor?
¿quién una fortaleza, sino nuestro Dios?
33 Dios es mi plaza fuerte
y hace perfecto mi camino;
34 Él me da pies de gacela
y me mantiene firme en las alturas;
35 adiestra mis manos para la guerra
y mis brazos para tensar el arco de bronce.
36 Tú me ofreces tu escudo protector
y tú benevolencia me engrandece.
37 Agilizas mis pasos al andar
y no se tuercen mis tobillos.
38 Persigo a mis enemigos y los derroto,
no retrocedo hasta acabar con ellos.
39 Acabo con ellos, los abato y no se levantan,
quedan postrados a mis pies.
40 Me has armado de valor para el combate,
sometes bajo mis pies a mis enemigos.
41 Pones en fuga a mis enemigos
y aniquilas a mis adversarios.
42 Piden auxilio y no hay quien los salve,
claman al Señor y no les responde.
43 Yo los trituro como el polvo de la tierra,
los pisoteo y los aplasto como el barro de la calle.
44 Tú me libras de las disputas de mi pueblo,
me pones al frente de las naciones,
me sirven pueblos que no conozco.
45 Los extranjeros se humillan ante mí,
apenas me oyen y ya me obedecen.
46 Los extranjeros quedan sin fuerza
y salen temblando de sus refugios.
47 ¡Viva el Señor! ¡Bendita sea mi Roca!
Sea ensalzado Dios mi salvador,
48 el Dios que me da la revancha
y me somete los pueblos,
49 quien me libra de mis enemigos.
Tú me encumbras sobre mis adversarios,
me proteges de los violentos.
50 Por eso te ensalzo entre los pueblos
y alabo tu nombre, Señor.
51 Él acrecienta las victorias de su rey
y se mantiene fiel a su ungido,
a David y a su descendencia para siempre.
Últimas palabras de David
23 Estas son las últimas palabras de David:
Oráculo de David, hijo de Jesé,
oráculo del hombre encumbrado,
ungido del Dios de Jacob,
favorito de los cantos de Israel.
2 El espíritu del Señor habla por mí
y su palabra está en mi lengua.
3 El Dios de Israel ha hablado,
la Roca de Israel me ha dicho:
“Quien gobierna a los humanos justamente,
el que los gobierna respetando a Dios,
4 es como la luz de la mañana
cuando sale el sol;
como mañana sin nubes,
que tras la lluvia hace brotar la hierba de la tierra”.
5 Así está mi casa junto a Dios,
pues ha sellado conmigo una alianza eterna,
estipulada al detalle y respetada.
Él me da la victoria completa
y cumple todos mis deseos.
6 Pero los malhechores son como cardos arrancados
que nadie recoge con sus manos:
7 cuando alguien quiere tocarlos,
utiliza un hierro o el asta de una lanza
para quemarlos allí mismo con fuego.
Héroes de David
8 He aquí los nombres de los héroes de David: Isbóset, el Jaquemonita, el jefe de los Tres, que una vez mató a ochocientos con su lanza. 9 Después, Eleazar, hijo de Dodó, el de Ajojí, uno de los tres héroes que acompañaron a David cuando desafiaron a los filisteos reunidos allí para el combate. Los israelitas se retiraron, 10 pero él resistió y estuvo matando filisteos hasta que su mano cansada se le quedó pegada a la espada. Aquel día el Señor consiguió una gran victoria. Luego el ejército regresó con Eleazar, pero únicamente para apoderarse del botín. 11 El siguiente fue Samá, hijo de Agué, el ararita. Los filisteos se habían reagrupado en Lejí, donde había un campo sembrado de lentejas, y la gente huyó ante ellos. 12 Pero él se mantuvo firme en medio del campo y derrotó a los filisteos. También aquel día el Señor obtuvo una gran victoria.
13 En otra ocasión, en la época de la cosecha, tres de los Treinta bajaron y fueron a la cueva de Adulán, a ver a David mientras un destacamento filisteo estaba acampado en el valle de Refaín. 14 David se encontraba en el refugio, al tiempo que una patrulla filistea estaba en Belén. 15 David formuló este deseo:
— ¡Quién me diera a beber agua del pozo que hay a las puertas de Belén!
16 Entonces los tres héroes irrumpieron en el campamento filisteo, sacaron agua del pozo que hay a las puertas de Belén y se la llevaron a David. Pero él no quiso beberla y la derramó como ofrenda al Señor, 17 diciendo:
— ¡Líbreme el Señor de beberla, pues es como la sangre de los hombres que han ido a buscarla arriesgando sus vidas!
Y no quiso beberla. Eso es lo que hicieron los tres héroes.
18 Abisay, hermano de Joab e hijo de Seruyá, era el jefe de los Treinta. Atacó con su lanza a trescientos hombres, los mató y adquirió fama con los Tres. 19 Recibió mayores honores que los Treinta y llegó a ser su jefe, pero no igualó a los Tres.
20 Benaías, hijo de Joyadá, era un valiente de Cabsel que realizó numerosas proezas: mató a los dos hijos de Ariel, de Moab, y en un día de nieve bajó a un aljibe a matar a un león. 21 También mató a un egipcio gigantesco que iba armado con una lanza. Benaías lo atacó con un palo, arrebató al egipcio la lanza de las manos y lo mató con su propia lanza. 22 Esto fue lo que hizo Benaías, el hijo de Joyadá, con lo que adquirió fama entre los Treinta héroes. 23 Pero, aunque recibió mayores honores que los Treinta, no llegó a igualar a los Tres. David lo puso al frente de su guardia personal.
24 También formaban parte de los Treinta: Asael, el hermano de Joab; Eljanán, hijo de Dodó, de Belén; 25 Samá, el jarodita; Elicá, también jarodita; 26 Jeles, el paltita; Irá, hijo de Iqués, de Tecoa; 27 Abiezer, de Anatot; Mebunay, el jusatita; 28 Salmón, el ajojita; Maharay, de Netofá; 29 Jéleb, hijo de Baaná, también de Netofá; Itay hijo de Ribay, de Guibeá de Benjamín; 30 Benaías, de Piratón; Iday, de los Arroyos de Gaás; 31 Abialbón, el arbateo; Azmávet, de Bajurín; 32 Elyajbá, el saalbonita, y sus hijos, Jasén y Jonatán; 33 Samá, el ararita; Ajiab, hijo de Sarar, también ararita; 34 Elifélet, hijo de Ajasbay, de Maacá; Elián, hijo de Ajitófel, el guilonita; 35 Jesray, de Carmel; Paaray, el arbita; 36 Jigal, hijo de Natán, de Sobá; Bení, el gadita; 37 Sélec, el amonita; Najeray, de Beerot, escudero de Joab, el hijo de Seruyá; 38 Irá, el jitrita; Gareb, también jitrita; 39 y Urías, el hitita. En total, treinta y siete.
El censo de David (1 Cr 21)
24 El Señor volvió a enojarse con Israel e instigó a David para que les causara daño, diciéndole:
— Haz el censo de Israel y de Judá.
2 El rey ordenó a Joab, jefe de su ejército:
— Recorre todas las tribus de Israel, desde Dan hasta Berseba y haz el censo de la población, para que pueda conocer su número.
3 Joab replicó al rey:
— Que el Señor, tu Dios, multiplique por cien la población y que el rey, mi señor, pueda verlo con sus propios ojos. Pero, ¿por qué quiere el rey hacer tal cosa?
4 Sin embargo, la orden del rey prevaleció sobre el parecer de Joab y el de los jefes del ejército. Así que Joab y los jefes del ejército se retiraron de la presencia del rey para ir a censar a la población de Israel. 5 Cruzaron el Jordán y se detuvieron en Aroer, al sur de la ciudad que está situada junto al torrente de Gad, en dirección a Jazer. 6 Llegaron a Galaad y al país de Jodsí; luego llegaron a Dan y de allí giraron hacia Sidón. 7 Después llegaron a la fortaleza de Tiro y a todas las poblaciones de los jeveos y los cananeos. Finalmente se dirigieron al sur de Judá, llegando hasta Berseba. 8 Así recorrieron todo el país y, al cabo de nueve meses y veinte días, regresaron a Jerusalén. 9 Joab entregó al rey las cifras del censo de la población: en Israel había ochocientos mil guerreros, diestros con la espada; y en Judá, quinientos mil.
10 Después de haber hecho el censo de la población, a David le remordió la conciencia y dijo al Señor:
— He cometido un grave delito haciendo esto. Ahora, Señor, perdona la culpa de tu siervo, pues he sido muy insensato.
11 A la mañana siguiente, cuando David se levantó, el Señor dirigió al profeta Gad, vidente de David, este mensaje:
12 — Ve a decir a David: “Esto dice el Señor: Te propongo tres castigos; elige uno de ellos y yo lo llevaré a cabo”.
13 Gad fue a ver a David y le dijo:
— ¿Qué prefieres: siete años de hambre en tu territorio, tres meses de huida perseguido por tu adversario, o tres días de peste en tu territorio? Piénsatelo y decide qué debo responder a quien me ha enviado.
14 David respondió a Gad:
— Me pones en un gran aprieto. Pero es preferible caer en manos de Dios, por su gran compasión, a caer en manos humanas.
15 El Señor envió la peste sobre Israel, desde aquella mañana hasta el plazo fijado, y desde Dan hasta Berseba murieron setenta mil personas del pueblo. 16 Cuando el ángel extendía su mano para castigar a Jerusalén, el Señor se arrepintió del castigo y dijo al ángel que aniquilaba a la población:
— ¡Basta ya! ¡Retira tu mano!
El ángel del Señor estaba junto a la era de Arauná, el jebuseo. 17 Cuando David vio al ángel exterminando a la población, dijo al Señor:
— ¡Soy yo el que he pecado, yo soy el culpable! ¿Qué ha hecho este rebaño? ¡Descarga tu mano contra mí y contra mi familia!
18 Aquel mismo día Gad se presentó a decir a David:
— Sube a construir un altar al Señor en la era de Arauná, el jebuseo.
19 David fue a hacer lo que le había dicho Gad por orden del Señor. 20 Arauná se asomó y, cuando vio que el rey y sus servidores se dirigían hacia él, salió e hizo una reverencia al rey con su rostro hacia el suelo. 21 Luego Arauná preguntó:
— ¿A qué se debe la visita de mi señor, el rey, a su servidor?
David le respondió:
— Vengo a comprarte la era para construirle un altar al Señor, a ver si se aleja del pueblo esta plaga.
22 Arauná le dijo:
— Que mi señor el rey tome y ofrezca lo que le parezca mejor. Ahí están los bueyes para el holocausto y las trillas y los yugos para el fuego. 23 Todo esto, majestad, se lo entrega Arauná al rey.
Y añadió:
— ¡Que el Señor, tu Dios, te bendiga!
24 Pero el rey respondió a Arauná:
— No. Quiero comprártela a su precio. No quiero ofrecer al Señor sacrificios de balde.
Y David compró la era y los bueyes por cincuenta siclos de plata. 25 Luego David construyó allí un altar al Señor y ofreció holocaustos y sacrificios de comunión. Entonces el Señor se compadeció del país y la plaga se alejó de Israel.
I.— REINADO DE SALOMÓN (1—11)
Salomón, sucesor de David (1—2)
Vejez de David y complot de Adonías
1 El rey David era ya un anciano entrado en años y, aunque lo cubrían con mantas, no entraba en calor. 2 Entonces sus servidores le dijeron:
— Hay que buscar a nuestro señor, el rey, una muchacha virgen que lo atienda, lo cuide y duerma a su lado para que nuestro señor el rey entre en calor.
3 Buscaron una muchacha hermosa por todo el territorio de Israel, encontraron a Abisag la sunamita y se la llevaron al rey. 4 La muchacha, que era muy hermosa, cuidaba al rey y lo servía; pero el rey no tuvo relaciones con ella.
5 Adonías, hijo de Jaguit, presumiendo de que él sería el rey, se procuró un carro, caballos y una escolta de cincuenta hombres. 6 Su padre David nunca le había regañado ni le pedía cuentas de lo que hacía, pues había nacido después de Absalón y era también muy atractivo. 7 Adonías se había confabulado con Joab, el hijo de Seruyá, y con el sacerdote Abiatar, que secundaban sus propósitos. 8 En cambio, el sacerdote Sadoc, Benaías, el hijo de Joyadá, el profeta Natán, Simeí, Reí y los valientes de David no estaban a favor de Adonías.
9 Un día Adonías fue a sacrificar corderos, toros y terneros cebados a la piedra de Zojélet, cerca de la fuente de Roguel. Invitó al sacrificio a todos sus hermanos, los hijos del rey, y a todos los hombres de Judá que estaban al servicio del rey; 10 pero no invitó al profeta Natán, ni a Benaías, ni a los paladines, ni a su hermano Salomón.
11 Entonces Natán dijo a Betsabé, la madre de Salomón:
— ¿No has oído que Adonías, el hijo de Jaguit, se ha proclamado rey sin que lo sepa David, nuestro señor? 12 Ahora voy a darte un consejo, para que puedas salvar tu vida y la de tu hijo Salomón. 13 Preséntate ante el rey David y dile: “Majestad, tú juraste a una servidora que mi hijo Salomón te sucedería como rey y se sentaría en tu trono. ¿Por qué, entonces, se ha proclamado rey Adonías?”. 14 Y mientras estés tú allí hablando con el rey, yo entraré detrás y confirmaré tus palabras.
15 Inmediatamente Betsabé se presentó en la alcoba real. El rey estaba muy viejo, atendido por Abisag, la sunamita. 16 Betsabé se inclinó ante el rey y le hizo una reverencia. El rey le preguntó:
— ¿Qué quieres?
17 Ella le respondió:
— Señor, tú le juraste a tu servidora por el Señor, tu Dios, que mi hijo Salomón te sucedería como rey y se sentaría en tu trono; 18 y ahora resulta que Adonías ha sido proclamado rey sin que mi señor, el rey, lo sepa. 19 Ha sacrificado toros, terneros cebados y corderos en cantidad y ha invitado a todos los hijos del rey, al sacerdote Abiatar y al jefe del ejército Joab, pero no ha invitado a tu siervo Salomón. 20 Ahora, majestad, todo Israel está pendiente de ti y de que les anuncies quién va a suceder en el trono al rey, mi señor. 21 Pues, cuando el rey, mi señor, vaya a reunirse con sus padres, yo y mi hijo Salomón quedaremos como culpables.
22 Todavía estaba ella hablando con el rey, cuando llegó Natán 23 y lo anunciaron al rey:
— Está aquí el profeta Natán.
Natán se presentó ante el rey, le hizo una reverencia inclinando su rostro 24 y le dijo:
— Majestad, ¿has decretado tú que Adonías te suceda como rey y se siente en tu trono? 25 Porque hoy ha ido a sacrificar toros, terneros cebados y corderos en cantidad, ha invitado a todos los hijos del rey, a los capitanes del ejército y al sacerdote Abiatar; ahora están comiendo y bebiendo con él mientras lo aclaman: “¡Viva el rey Adonías!”. 26 Pero no me ha invitado a mí, ni al sacerdote Sadoc, ni a Benaías, el hijo de Joyadá, ni a tu siervo Salomón. 27 ¿Acaso mi señor, el rey, ha tomado tal decisión sin haber comunicado a sus servidores quién le sucedería en el trono?
28 El rey David ordenó:
— Llamen a Betsabé.
Betsabé se presentó al rey y se quedó de pie ante él. 29 Entonces David hizo este juramento:
— ¡Vive Dios que me ha salvado de todos los peligros! 30 Hoy mismo voy a cumplir lo que te juré ante el Señor, Dios de Israel, cuando te prometí que tu hijo Salomón me sucedería como rey y se sentaría en el trono en mi lugar.
31 Betsabé se inclinó rostro en tierra, hizo una reverencia al rey y dijo:
— ¡Viva siempre mi señor, el rey David!
32 Luego David ordenó:
— Llámenme al sacerdote Sadoc, al profeta Natán y a Benaías, el hijo de Joyadá.
Ellos se presentaron ante el rey 33 y él les dijo:
— Tomen con ustedes a los servidores reales, suban a Salomón en mi propia mula y llévenlo a Guijón. 34 Una vez allí, el sacerdote Sadoc y el profeta Natán lo consagrarán como rey de Israel. Entonces tocarán la trompeta y gritarán: “¡Viva el rey Salomón!”. 35 Luego subirán tras él, y cuando llegue aquí se sentará en mi trono y empezará a reinar en mi lugar, pues lo he designado jefe de Israel y de Judá. 36 Benaías, el hijo de Joyadá, respondió al rey:
— ¡Amén! Que así lo decrete el Señor, Dios de mi señor, el rey. 37 Que el Señor esté con Salomón como lo ha estado con mi señor, el rey, y que haga su reino más poderoso que el reino de mi señor, el rey David.
38 Entonces el sacerdote Sadoc, el profeta Natán, Benaías, el hijo de Joyadá, los quereteos y los peleteos fueron a montar a Salomón en la mula del rey David y lo llevaron a Guijón. 39 El sacerdote Sadoc tomó el cuerno de aceite del santuario y consagró a Salomón. Después hicieron sonar la trompeta y toda la gente se puso a gritar:
— ¡Viva el rey Salomón!
40 Luego todos subieron tras él al son de trompetas y con tanto alboroto que la tierra parecía temblar con sus gritos.
41 Adonías y todos sus invitados lo oyeron cuando acababan de comer. Joab escuchó el sonido de la trompeta y dijo:
— ¿Por qué hay tanto alboroto en la ciudad?
42 Mientras hablaba llegó Jonatán, el hijo del sacerdote Abiatar, y Adonías le dijo:
— Entra, que tú eres persona influyente y traerás buenas noticias.
43 Pero Jonatán le respondió:
— ¡Todo lo contrario! Nuestro señor, el rey David, ha proclamado rey a Salomón. 44 El rey ha mandado al sacerdote Sadoc, al profeta Natán, a Benaías, el hijo de Joyadá, a los quereteos y a los peleteos y lo han montado en la mula del rey. 45 Luego el sacerdote Sadoc y el profeta Natán lo han consagrado en Guijón y han subido desde allí muy alegres. La ciudad anda alborotada: esa es la razón del griterío que han oído. 46 Además, Salomón ha tomado posesión del reino 47 y los servidores reales han ido a felicitar al rey David, diciendo: “¡Que tu Dios haga a Salomón más famoso que a ti, y que haga su reino más poderoso que el tuyo!”. Incluso el rey ha hecho una reverencia en su lecho 48 y ha dicho: “¡Bendito sea el Señor, Dios de Israel, que ha permitido hoy que alguien se siente en mi trono y que yo lo pueda ver!”.
49 Todos los invitados de Adonías se echaron a temblar, se levantaron y se dispersaron. 50 Adonías, temiendo a Salomón, se levantó y fue a refugiarse al amparo del altar. 51 Alguien informó a Salomón:
— Adonías, por miedo al rey Salomón, se ha refugiado al amparo del altar, pidiendo al rey que le jure hoy mismo que no va a matar a su siervo.
52 Salomón respondió:
— Si actúa como un hombre de bien, no se le tocará ni un pelo; pero, si se le descubre en falta, morirá.
53 Entonces el rey Salomón mandó que lo sacaran del altar. Luego él llegó a rendirle homenaje. Pero Salomón le dijo:
— ¡Vete a tu casa!
Testamento y muerte de David
2 Sintiéndose próximo a la muerte, David dio a su hijo Salomón estas instrucciones:
2 — Yo estoy a punto de morir. Sé fuerte y pórtate con valor. 3 Sigue las instrucciones del Señor tu Dios, caminando por sus sendas y observando sus preceptos, mandatos, decretos y normas, como están escritos en la ley de Moisés. Así tendrás éxito en todas tus empresas y proyectos 4 y el Señor cumplirá la promesa que me hizo: “si tus hijos cuidan su conducta y actúan sinceramente ante mí, con todo su corazón y todo su ser, no te faltarán descendientes en el trono de Israel”.
5 Ya sabes, además, lo que me hizo Joab, el hijo de Seruyá, con los dos jefes del ejército de Israel: Abner, el hijo de Ner, y Amasá, el hijo de Jéter; y cómo los asesinó, derramando sangre de guerra en tiempos de paz y salpicando de sangre inocente su ropa y sus sandalias. 6 Actúa como te dicte tu prudencia, pero no lo dejes ir tranquilamente al otro mundo. 7 Trata, en cambio, con generosidad a los hijos de Barzilay, el galaadita, e invítalos a tu mesa, pues también ellos me socorrieron cuando huía de tu hermano Absalón. 8 Ahí tienes también a Simeí, el hijo de Guerá, benjaminita de Bajurín: me maldijo con saña cuando me dirigía a Majanáin, pero salió a recibirme al Jordán y le tuve que jurar por el Señor que no lo mataría. 9 Ahora, no lo dejes impune, pues tú eres un hombre sabio y sabrás lo que tienes que hacer con él para mandarlo manchado de sangre al otro mundo.
10 David murió y fue enterrado en la ciudad de David. 11 Reinó sobre Israel durante cuarenta años: siete años en Hebrón y treinta y tres en Jerusalén.
Consolidación del reino y represalias de Salomón
12 Salomón se sentó en el trono de su padre David y su reino quedó consolidado.
13 Adonías, el hijo de Jaguit, fue a ver a Betsabé, la madre de Salomón, y ella le preguntó:
— ¿Vienes en son de paz?
Adonías respondió:
— Sí.
14 Luego añadió:
— Tengo algo que decirte.
Ella le contestó:
— Dilo.
15 Entonces Adonías dijo:
— Tú sabes que la realeza me correspondía a mí y que todo Israel esperaba que yo fuera rey; pero las cosas se torcieron y la realeza fue a parar a mi hermano, porque el Señor se la había destinado. 16 Pues bien, ahora sólo quiero pedirte un favor; no me lo niegues.
Ella le respondió:
— Habla.
17 Él le dijo:
— Pídele al rey Salomón un favor, que él no te negará: que me dé por esposa a Abisag, la sunamita.
18 Betsabé le respondió.
— Está bien. Yo hablaré al rey de tu parte.
19 Betsabé fue a ver al rey Salomón para hablarle de Adonías. El rey se levantó para recibirla y le hizo una reverencia. Luego se sentó en su trono y mandó poner otro trono para su madre. Ella se sentó a su derecha 20 y le dijo:
— Quiero pedirte un pequeño favor que, espero, no me negarás.
El rey le respondió:
— Madre, pídelo, que no te lo negaré.
21 Ella le dijo:
— Dale a tu hermano Adonías por esposa a Abisag la sunamita.
22 Pero el rey Salomón respondió a su madre:
— ¿Cómo es que me pides a Abisag, la sunamita, para Adonías? ¡Podías pedirme también la realeza para él, puesto que es mi hermano mayor y tiene de su parte al sacerdote Abiatar y a Joab, el hijo de Seruyá!
23 Luego el rey Salomón juró por el Señor:
— ¡Que Dios me castigue, si a Adonías no le cuesta la vida haber hecho esa petición! 24 ¡Juro por el Señor, que me ha asentado firmemente en el trono de mi padre David y que me ha dado una dinastía, como había prometido, que hoy mismo morirá Adonías!
25 Entonces el rey Salomón envió a Benaías, el hijo de Joyadá, para que lo ejecutara, y Adonías murió.
26 En cuanto al sacerdote Abiatar, el rey le dijo:
— ¡Márchate a Anatot, a tus tierras! Estás condenado a muerte, pero hoy no voy a matarte, ya que llevaste el Arca del Señor Dios, delante de mi padre David y lo acompañaste en todas sus desgracias.
27 Y Salomón destituyó a Abiatar de su cargo de sacerdote del Señor, cumpliendo la sentencia que el Señor había pronunciado contra la casa de Elí en Siló.
28 Cuando le llegó la noticia a Joab, que había apoyado a Adonías, aunque no a Absalón, huyó al santuario del Señor y se refugió al amparo del altar. 29 Cuando informaron al rey Salomón de que Joab había huido a la Tienda del Señor y que estaba junto al altar, Salomón envió a decir a Joab:
— ¿Qué te pasa, que has huido al altar?
Y Joab respondió:
— Tuve miedo de ti y he huido junto al Señor.
Entonces el rey Salomón envió a decir a Benaías, hijo de Joyadá:
— Ve a matarlo.
30 Benaías llegó al santuario del Señor y le dijo:
— El rey te ordena que salgas.
Joab respondió:
— No. Moriré aquí.
Benaías volvió a transmitir al rey la respuesta de Joab 31 Entonces el rey le ordenó:
— Haz lo que dice: mátalo y entiérralo. Así nos limpiarás a mí y a la familia de mi padre de la sangre inocente derramada por Joab 32 y el Señor le hará responsable de haber matado a dos hombres más justos y mejores que él: Abner, el hijo de Ner, capitán del ejército de Israel, y Amasá, el hijo de Jéter, capitán del ejército de Judá, a quienes asesinó sin que mi padre lo supiese. 33 ¡Que Joab y sus descendientes sean por siempre responsables de ambas muertes! ¡Y que la paz del Señor acompañe a David, a su descendencia y a su trono!
34 Benaías, el hijo de Joyadá, fue a ejecutar a Joab. Lo mató y lo enterró en su propiedad, en el desierto. 35 Luego el rey puso a Benaías, el hijo de Joyadá, al frente del ejército, en lugar de Joab; y al sacerdote Sadoc, en lugar de Abiatar.
36 Más tarde, el rey mandó llamar a Simeí y le dijo:
— Hazte una casa en Jerusalén y quédate allí sin salir a ningún sitio. 37 Porque el día que salgas y cruces el torrente Cedrón, ten por seguro que irremediablemente morirás y tú serás el responsable.
38 Simeí respondió al rey:
— Está bien. Tu servidor hará como dice mi señor, el rey.
Simeí estuvo viviendo en Jerusalén mucho tiempo. 39 Pero, al cabo de tres años, se le escaparon dos esclavos y se fueron con Aquís, el hijo de Maacá, rey de Gat. Cuando informaron a Simeí de que sus esclavos estaban en Gat, 40 él aparejó su burro, marchó a Gat, donde se encontraba Aquís, a buscar a sus esclavos y se los trajo de allí. 41 Cuando comunicaron a Salomón que Simeí había ido de Jerusalén a Gat, y que había vuelto, 42 mandó llamar a Simeí y le dijo:
— ¿No te hice jurar por el Señor y te advertí que el día que salieses y fueses a cualquier sitio podías tener la seguridad de que morirías irremediablemente, y tú me respondiste que estabas de acuerdo y que te dabas por avisado? 43 ¿Por qué no has cumplido lo que juraste por el Señor y la orden que te di?
44 Y el rey añadió:
— Tú conoces perfectamente todo el daño que hiciste a mi padre David. Por eso el Señor hace recaer ahora tu maldad sobre ti. 45 En cambio, el rey Salomón será bendecido y el trono de David permanecerá siempre firme ante el Señor.
46 Entonces Salomón dio órdenes a Benaías, el hijo de Joyadá, que salió y lo mató. Y el reino se consolidó en manos de Salomón.
La sabiduría de Salomón (3,1—5,14)
El sueño de Gabaón (2 Cr 1,6b-13)
3 Salomón emparentó con el faraón, rey de Egipto, casándose con una hija suya, a la que llevó a la ciudad de David mientras terminaba de construir su palacio, el Templo del Señor y las murallas de Jerusalén.
2 En aquellos días, como aún no se había construido el Templo en honor del Señor, la gente seguía ofreciendo sacrificios en los santuarios locales. 3 Salomón amaba al Señor, siguiendo las instrucciones de su padre David. Sin embargo, también él subía a ofrecer sacrificios y a quemar incienso en los santuarios locales.
4 El santuario principal estaba en Gabaón, y el rey fue allí a ofrecer mil víctimas en holocausto. 5 Por la noche el Señor se apareció allí en sueños a Salomón y le dijo:
— Pídeme lo que quieras.
6 Salomón respondió:
— Tú trataste a tu siervo, mi padre David, con especial favor, pues él actuó siempre ante ti con fidelidad, justicia y rectitud de corazón; además, le has mantenido ese especial favor dándole un hijo que hoy se sienta en su trono. 7 Efectivamente, Señor Dios mío, tú has hecho rey a este tu siervo, como sucesor de mi padre David, aunque soy muy joven e inexperto. 8 Tu siervo vive en medio del pueblo que elegiste, un pueblo tan numeroso, que no se puede contar ni calcular. 9 Dale a tu siervo un corazón atento para gobernar a tu pueblo y para discernir entre el bien y el mal, pues ¿quién es capaz de gobernar a un pueblo tan importante como el tuyo?
10 Al Señor le agradó que Salomón le pidiera eso 11 y le dijo:
— Ya que me has pedido eso y no me has pedido larga vida, riquezas o la muerte de tus enemigos, sino inteligencia para administrar justicia, 12 te concedo lo que me has pedido: un corazón sabio y prudente, como nadie lo ha tenido antes de ti ni lo tendrá después. 13 Y te concedo también lo que no has pedido: riquezas y fama tales como no las tendrá rey alguno mientras tú vivas. 14 Y si cumples mi voluntad y guardas mis instrucciones y mandatos, como hizo tu padre David, te daré larga vida.
15 Salomón se despertó y comprendió que había sido un sueño. Luego volvió a Jerusalén, se presentó ante el Arca de la alianza del Señor, ofreció holocaustos y sacrificios de comunión e invitó al banquete a todos sus cortesanos.
Salomón, juez sabio
16 Un día acudieron al rey dos prostitutas. Se presentaron ante él 17 y una de ellas le dijo:
— Majestad, esta mujer y yo vivimos en la misma casa. Yo di a luz, estando ella en casa, 18 y tres días después ella también dio a luz. Estábamos nosotras solas, no había nadie con nosotras en casa: sólo estábamos nosotras dos. 19 Una noche murió el hijo de esta mujer, porque se durmió encima de él. 20 Entonces ella se levantó de noche y, mientras yo estaba dormida, tomó a mi hijo de mi lado, lo acostó a su lado y luego puso junto a mí a su hijo muerto. 21 Cuando me levanté por la mañana a dar el pecho a mi hijo, vi que estaba muerto. Pero a la luz del día lo observé atentamente y descubrí que ese no era el hijo que yo había dado a luz.
22 La otra mujer replicó:
— ¡No! Mi hijo es el vivo y el tuyo, el muerto.
Pero la primera insistía:
— ¡No! Tu hijo es el muerto y el mío, el vivo.
Y se pusieron a discutir delante del rey. 23 Entonces el rey dijo:
— Una dice: “Mi hijo es este, el que está vivo, y el tuyo es el muerto”. Y la otra replica: “No, tu hijo es el muerto y mi hijo, el vivo”.
24 Y añadió:
— Tráiganme una espada.
Le llevaron una espada 25 y el rey ordenó:
— Partan en dos al niño vivo y denle una mitad a una y la otra mitad a la otra.
26 Entonces la madre del niño vivo, profundamente angustiada por su hijo, suplicó al rey:
— Majestad, denle a ella el niño vivo. ¡No lo maten!
La otra, en cambio, decía:
— ¡Ni para ti ni para mí! ¡Que lo partan!
27 Entonces el rey sentenció:
— Denle a aquella mujer el niño vivo y no lo maten, porque esa es su madre.
28 Al enterarse de la sentencia que había dictado el rey, todo Israel sintió respeto por él, pues comprendieron que estaba dotado de una sabiduría excepcional para hacer justicia.
La administración salomónica
4 El rey Salomón reinó sobre todo Israel. 2 He aquí la lista de sus ministros: sumo sacerdote, Azarías, hijo de Sadoc; 3 secretarios, Elijóref y Ajías, hijos de Sisá; heraldo, Josafat, hijo de Ejilud; 4 jefe del ejército, Benaías, hijo de Joyadá; sacerdotes, Sadoc y Abiatar; 5 superintendente, Azarías, hijo de Natán; consejero real, Zabud, hijo de Natán; 6 mayordomo de palacio, Ajisar; y jefe de trabajos forzados, Adonirán, hijo de Abdá.
7 Salomón tenía doce gobernadores en todo Israel, que eran los proveedores del rey y de su palacio, durante un mes al año cada uno. 8 He aquí la lista: un hijo de Jur en la montaña de Efraín. 9 Un hijo de Déquer en Macás, Saalbín, Bet Semes, Elón y Bet Janán. 10 Un hijo de Jésed en Arubot, y también en Socó y en toda la región de Jéfer. 11 Un hijo de Abinadab, esposo de Fataf, la hija de Salomón, en toda la comarca de Dor. 12 Baaná, hijo de Ajilud, en Taanac y Meguido hasta más allá de Jocmeán, en todo Betsán, por debajo de Jezrael; y desde Betsán hasta Abel Mejolá, junto a Sartán. 13 Un hijo de Guéber en Ramot de Galaad. Tenía también las aldeas de Jaír, hijo de Manasés, situadas en Galaad; y la región de Argob, en Basán: sesenta grandes ciudades amuralladas y con cerrojos de bronce. 14 Ajinadab, hijo de Idó, en Majanáin. 15 Ajimás, esposo de Bosmat, la hija de Salomón, en Neftalí. 16 Baaná, hijo de Jusay, en Aser y en Alot. 17 Josafat, hijo de Paruaj, en Isacar. 18 Simeí, hijo de Elá, en Benjamín. 19 Guéber, hijo de Urí, en el territorio de Gad y en los territorios de Sijón, rey amorreo, y de Og, rey de Basán. Había también un gobernador en el país de Judá.
20 Israel y Judá eran tan numerosos como la arena de las playas, y todos comían y bebían felices.
Salomón y su imperio (2 Cr 9,26)
5 Salomón era soberano de todos los reinos desde el Éufrates hasta el país filisteo y la frontera de Egipto: todos le pagaban tributo y fueron sus vasallos durante toda su vida. 2 La provisión diaria de víveres de Salomón era de unas seis toneladas y media de flor de harina y unas trece toneladas de harina; 3 diez reses cebadas, veinte de pasto y cien corderos, además de ciervos, gacelas, corzos y aves de corral. 4 Salomón dominaba en toda la región occidental del Éufrates, desde Tifsaj hasta Gaza, y sobre todos los reyes al oeste del Éufrates, viviendo en paz con todos los territorios fronterizos. 5 Mientras vivió Salomón, Judá e Israel, desde Dan hasta Berseba, vivieron tranquilos, cada cual a la sombra de su parra y su higuera. 6 Salomón también tenía caballerizas para cuarenta mil caballos de tiro y doce mil de montar. 7 Los gobernadores antedichos abastecían, cada uno en su mes, al rey Salomón y a todos sus comensales, sin dejar que les faltase de nada. 8 También hacían llegar por turnos al lugar donde estuviera el rey, cebada y paja para los caballos de tiro y de montar.
Sabiduría y fama de Salomón
9 Dios concedió a Salomón una sabiduría y una inteligencia excepcionales y un corazón tan dilatado como las playas marinas. 10 La sabiduría de Salomón superó a la de todos los orientales y a toda la sabiduría de Egipto. 11 Llegó a ser más sabio que nadie, más que Etán, el indígena, y más que Hemán, Calcol y Dardá, los hijos de Majol; su fama se extendió por todas las naciones vecinas. 12 Salomón inventó tres mil proverbios y compuso cinco mil canciones. 13 Estudió las plantas, desde el cedro del Líbano hasta el musgo que brota en las tapias; y estudió también los animales, las aves, los reptiles y los peces. 14 La gente venía a escuchar la sabiduría de Salomón desde todos los pueblos, y de parte de todos los reyes de la tierra que oían hablar de ella.
Las construcciones de Salomón (5,15—9,28)
Tratado con Jirán de Tiro (2 Cr 2,2.11.17)
15 Jirán, rey de Tiro, se enteró de que Salomón había sucedido a su padre como rey y le envió embajadores, pues Jirán había sido amigo de David durante toda su vida. 16 Salomón, por su parte, mandó decir a Jirán:
17 — Tú sabes que mi padre David no pudo construir un Templo en honor del Señor, su Dios, a causa de las guerras en que se vio envuelto, hasta que el Señor, su Dios, sometió totalmente a sus enemigos. 18 Ahora, en cambio, el Señor, mi Dios, ha puesto paz en mis fronteras y no tengo enemigos ni graves amenazas. 19 Por eso, he decidido construir un Templo en honor del Señor, mi Dios, cumpliendo lo que dijo el Señor a mi padre David: “Tu hijo, al que haré tu sucesor en el trono, será quien construya un Templo en mi honor”. 20 Ordena, pues, que me corten cedros del Líbano. Mis servidores ayudarán a los tuyos y yo te pagaré el salario que me pidas por ellos, pues ya sabes que nosotros no tenemos taladores tan expertos como los sidonios.
21 Cuando Jirán escuchó el mensaje de Salomón, se alegró mucho y exclamó:
— ¡Bendito sea el Señor, que le ha dado a David un hijo sabio para gobernar a tan gran pueblo!
22 Luego Jirán mandó decir a Salomón:
— He recibido tu petición. Yo te prepararé toda la madera de cedro y de pino que quieras. 23 Mis servidores la bajarán desde el Líbano hasta el mar y haré que la transporten en almadías por el mar al lugar que me indiques. Allí desatarán las almadías y luego los tuyos se encargarán de acarrearla. Tú, por tu parte, me corresponderás, abasteciendo mi palacio de alimentos.
24 Jirán dio a Salomón toda la madera de cedro y de pino que quiso 25 y Salomón, por su parte, entregó a Jirán unas cuatro mil quinientas toneladas de trigo para alimento de su palacio y noventa hectólitros de aceite puro de oliva. Esto era lo que Salomón pagaba anualmente a Jirán. 26 El Señor, pues, concedió sabiduría a Salomón, tal como le había prometido. Jirán y Salomón vivieron en paz y firmaron un tratado.
Trabajos preparatorios
27 Salomón decretó un reclutamiento de trabajo obligatorio por todo Israel: reclutó a treinta mil hombres 28 y los envió al Líbano en turnos de diez mil por mes. Así, pasaban un mes en el Líbano y dos meses en casa. Adonirán estaba al mando del trabajo obligatorio. 29 Salomón tenía, además, setenta mil acarreadores y ochenta mil canteros en la montaña, 30 sin contar los tres mil trescientos capataces que tenía en las obras para supervisar a los trabajadores. 31 El rey mandó extraer bloques de piedra de buena calidad para cimentar el Templo con piedras labradas. 32 Los constructores de Salomón, los de Jirán y los guebalitas tallaron la piedra y prepararon la madera y la piedra para construir el Templo.
Construcción del Templo (2 Cr 3,3-4.10-11)
6 El año cuatrocientos ochenta de la salida de los israelitas de Egipto, el año cuarto del reinado de Salomón sobre Israel, en el mes de Ziv, es decir, el segundo mes, Salomón comenzó a construir el Templo del Señor.
2 El Templo que el rey Salomón construyó al Señor tenía treinta metros de largo, diez de ancho y quince de alto. 3 El vestíbulo que había en la parte delantera del edificio tenía diez metros de largo en toda su anchura y cinco de ancho en su parte frontal. 4 En el Templo puso ventanas con celosías 5 y construyó, adosada al muro del Templo, una galería que rodeaba las paredes del edificio, alrededor de la nave y del camarín, con habitaciones laterales alrededor. 6 La galería baja tenía dos metros y medio de ancho; la galería intermedia tenía tres metros y la galería superior, tres metros y medio, pues había colocado unos salientes externos alrededor del edificio para no empotrar las vigas en los muros. 7 En la construcción del Templo se emplearon piedras talladas en la cantera y no se oyeron golpes de martillos, picos o cualquier otra herramienta de hierro durante su construcción. 8 La entrada de la galería baja estaba a la derecha del edificio. Por una escalera se subía a la galería intermedia, y de esta a la galería superior. 9 Cuando Salomón terminó la construcción del Templo lo recubrió con un artesonado de cedro. 10 Construyó la galería de dos metros y medio de altura y la unió al edificio con vigas de cedro.
11 El Señor dijo a Salomón:
12 — Por este Templo que estás construyendo, si caminas según mis normas, pones en práctica mis decretos y guardas mis mandamientos, conduciéndote de acuerdo a ellos, yo te cumpliré la promesa que hice a tu padre, David: 13 habitaré entre los israelitas y no abandonaré a mi pueblo Israel.
14 Cuando Salomón terminó de construir el Templo, 15 decoró las paredes interiores del edificio con paneles de cedro, desde el suelo hasta las vigas del techo; recubrió el interior con madera y cubrió el suelo del edificio con tablas de pino. 16 Decoró los diez metros de la parte trasera del edificio, desde el suelo hasta el techo, con paneles de cedro y lo convirtió en camarín o lugar santísimo. 17 Delante de él se encontraba la nave del Templo, que tenía veinte metros. 18 La decoración interior del Templo era de cedro con relieves de calabazas y flores abiertas. Todo era de cedro y no se veía la piedra. 19 Dispuso el camarín en el interior del Templo, en la parte central, para colocar allí el Arca de la alianza del Señor. 20 El camarín tenía diez metros de largo, diez de ancho y diez de alto. Lo recubrió de oro puro y construyó un altar de cedro. 21 También recubrió de oro puro el interior del Templo, puso cadenas de oro delante del camarín y lo recubrió de oro. 22 Recubrió de oro todo el interior del edificio, hasta completarlo, así como todo el altar que había en el camarín.
23 Colocó en el camarín dos querubines de madera de olivo, de cinco metros de altura. 24 Las alas de cada querubín medían dos metros y medio, en total, cinco metros desde el extremo de un ala al extremo de la otra. 25 El segundo querubín también medía cinco metros, pues ambos querubines tenían la misma dimensión y la misma forma. 26 La altura de ambos querubines era de cinco metros. 27 Colocó los serafines en medio del edificio, en su interior, con las alas extendidas, de forma que el ala de uno tocaba una pared y el ala del otro tocaba la pared opuesta, mientras que las alas interiores se tocaban, ala contra ala. 28 Luego recubrió de oro los querubines.
29 Hizo esculpir todos los muros interiores y exteriores del edificio con bajorrelieves de querubines, palmas y guirnaldas de flores. 30 Recubrió de oro el pavimento del edificio por dentro y por fuera.
31 Puso en el camarín puertas de madera de olivo, con el dintel y las jambas en forma de pentágono. 32 Y sobre las dos puertas de madera de olivo grabó figuras de querubines, palmas y guirnaldas de flores; luego las recubrió de oro, concentrándolo sobre los querubines y las palmas. 33 Para la entrada de la nave hizo igualmente puertas cuadradas de madera de olivo 34 y dos puertas de madera de pino, con dos hojas giratorias cada una. 35 Esculpió también en ellas figuras de querubines, palmas y guirnaldas de flores, y recubrió de oro las partes talladas. 36 Finalmente construyó el atrio interior con tres hileras de piedras labradas y una hilera de vigas de cedro.
37 En el año cuarto, en el mes de Ziv, se pusieron los cimientos del edificio, 38 y en el año undécimo, en el mes de Bul, es decir, el mes octavo, el edificio quedó terminado en todos sus detalles y según su proyecto. Su construcción duró, pues, siete años.
Construcción del palacio real
7 Salomón también construyó su propio palacio y lo terminó en trece años. 2 Construyó igualmente el edificio denominado Bosque del Líbano, que tenía cincuenta metros de largo, veinticinco de ancho y quince de alto, y estaba sostenido por tres filas de columnas de cedro en las que descansaban vigas también de cedro. 3 Puso un artesonado de cedro sobre las vigas que se apoyaban en las columnas: en total había cuarenta y cinco columnas, en tres series de quince columnas cada una. 4 Había tres filas de ventanas con celosías, ordenadas de tres en tres y unas frente a otras. 5 Todas las puertas y montantes eran cuadrangulares y las ventanas estaban colocadas unas frente a otras, de tres en tres. 6 Hizo también el patio de las columnas, de veinticinco metros de largo por quince de ancho, y delante un pórtico con columnas y un saliente frontal. 7 Hizo el salón del trono o sala de audiencias, donde administraba justicia, y lo revistió de cedro desde el suelo hasta el techo. 8 Su residencia personal estaba en un atrio distinto del salón, aunque tenía idéntica estructura. E hizo finalmente una residencia parecida a aquel salón para la hija del faraón con la que se había casado.
9 Todas estas construcciones, desde los cimientos hasta las cornisas y desde la fachada al patio principal, eran de piedra de primera calidad, talladas a medida y serradas por sus caras interior y exterior. 10 Los cimientos eran también de piedra de primera calidad, grandes piedras de cinco y cuatro metros. 11 Sobre ellos había piedras de primera calidad talladas a medida y recubiertas de madera de cedro. 12 Alrededor del patio principal había tres hileras de piedra tallada y una de vigas de cedro, al igual que el patio interior del Templo y el salón del palacio.
Trabajos en bronce para el Templo (2 Cr 3,15—4,18)
13 El rey Salomón mandó traer de Tiro a Jirán, 14 hijo de una viuda de la tribu de Neftalí y de padre tirio. Era un experto broncista, dotado de habilidad, conocimientos y técnica para toda clase de trabajos en bronce. Se presentó al rey Salomón y realizó todos sus encargos.
15 Hizo dos columnas de bronce que medían nueve metros de altura y seis de perímetro cada una, 16 y dos capiteles de bronce fundido, de dos metros y medio de altura cada uno, para colocarlos encima de las columnas. 17 Luego hizo trenzados de red, en forma de cadena, para adornar los capiteles de las columnas, siete en cada capitel. 18 Hizo también dos hileras de granadas alrededor de cada trenzado, para cubrir los capiteles de las columnas. 19 Los capiteles que había sobre las columnas tenían forma de lirio y medían dos metros. 20 Sobre los capiteles de las columnas, en la parte más ancha a lo largo del trenzado, había doscientas granadas en dos hileras. 21 Finalmente erigió las columnas en el atrio del Templo: a la columna de la derecha la llamó Firmeza y a la columna de la izquierda la llamó Fuerza. 22 La parte superior de las columnas tenía forma de lirio. Con ello quedó terminada la obra de las columnas.
23 Hizo también un gran recipiente de metal fundido, en forma circular, con cinco metros de diámetro, dos metros y medio de altura y quince de circunferencia. 24 Debajo del borde, alrededor de todo el recipiente, había dos orlas con bajorrelieves de frutos, a razón de veinte por metro, que habían sido fundidas con el recipiente. 25 Este descansaba sobre doce toros, de los que tres miraban al norte, tres al oeste, tres al sur y tres al este. El recipiente descansaba sobre los toros, que tenían los cuartos traseros hacia dentro. 26 Su grosor era de un palmo y el borde imitaba el cáliz de un lirio. Tenía una capacidad de unos cuatrocientos cincuenta hectólitros.
27 Hizo también diez soportes de bronce, de dos metros de largo, dos de ancho y uno y medio de alto cada uno de ellos. 28 Los soportes tenían unos paneles sujetos a un armazón, 29 decorados con leones, toros y querubines. Y en el armazón, por encima y por debajo de los leones y los toros, había guirnaldas colgantes. 30 Cada soporte tenía cuatro ruedas de bronce, con ejes también de bronce. Sobre sus cuatro ángulos había unos pies de fundición que soportaban la pila, por debajo de las guirnaldas. 31 En la parte superior del soporte había una cavidad interna de medio metro de altura. La cavidad era redonda y medía setenta y cinco centímetros de diámetro. En sus bordes tenía también guirnaldas y sus paneles no eran redondos, sino cuadrados. 32 Las cuatro ruedas estaban bajo los paneles, con los ejes unidos al armazón del soporte, y medían setenta y cinco centímetros de diámetro. 33 Las ruedas eran como las de los carros; sus ejes, llantas, radios y cubos eran de fundición. 34 Había cuatro apoyos en los ángulos de cada soporte, formando con él una sola pieza. 35 En la parte superior del soporte había una cavidad redonda de veinticinco centímetros de altura que formaba una sola pieza con los ejes y paneles. 36 Sobre las planchas de los ejes y sobre los paneles grabó querubines, leones y palmeras, según el espacio disponible, con guirnaldas alrededor. 37 Así fue como hizo los diez soportes, con la misma fundición, la misma medida y la misma forma para todos.
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España